lunes, 30 de enero de 2017

La sociología del deporte y las políticas públicas






¿Qué es la Sociología del Deporte? ¿Cuál es su objeto de estudio? Fernando Segura Trejo, doctor en Sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, y prologuista de nuestro libro "AFA, el fútbol pasa, los negocios quedan", se refiere a esto en una entrevista para la CONACYT de México. También nos introduce en el estudio de políticas públicas en el deporte, violencia en el fútbol y desarrollo social y fútbol, sus temas de investigación.


https://www.youtube.com/watch?v=ph40tSWPfBs

domingo, 29 de enero de 2017

La Copa del Rey: tierra de DT argentinos (Yahoo)




Apenas el Fútbol Club Barcelona, aunque dirigida dentro de la cancha también por un albiceleste, nada menos que Lionel Messi, es el único equipo clasificado para la semifinal de la Copa del Rey sin que en el banquillo se siente un entrenador argentino. 

Los otros tres clubes que llegan a esta instancia cuentan con ellos, lo que instala una gran pregunta: ¿por qué tienen tanto éxito los directores técnicos de este país?

No parece casual: el Celta de Vigo, que no había tenido tanto protagonismo en años anteriores y que hasta pasó por la Segunda división, ha encontrado con Eduardo Berizzo una estabilidad que le da una buena base para el futuro, y aunque sufriendo por la magnitud de su rival, ha eliminado nada menos que al Real Madrid, al que venció en la ida en el Santiago Bernabeu.

El Real Madrid había estado invicto por cuarenta partidos, y sin embargo, cayó ante el Sevilla, que dirige otro argentino que viene de un gran suceso al ganar la Copa América con la selección chilena en 2015, cuando nunca antes lo había conseguido y no sólo eso: en 2016 repitió en el certamen continental pero de la mano de otro argentino, Juan Antonio Pizzi.

El Celta deberá jugar su semifinal ante el Alavés, que desde aquella increíble final de la Copa UEFA perdida ante el Liverpool en 2001 no había llegado tan lejos. El equipo vasco está dirigido por otro compatriota de Berizzo, Mauricio Pellegrino, quien le ha otorgado enorme solidez al equipo, que viene de empatarle al Atlético Madrid, otro de los semifinalistas, aunque por la Liga, en un partido que dominó casi por completo.

Si esto ocurre con equipos como Celta o Alavés, ¿qué decir, entonces del Atlético Madrid? Ya se conoce de sobra la enorme y prolongada campaña al frente del equipo rojiblanco de Diego Simeone, otro de los argentinos que dirige en España con muchísimo suceso, hasta convertirse en ídolo del club.

El Atlético Madrid, que ya ha sabido eliminar al Barcelona dos veces de la Champions League en las últimas temporadas, ahora será rival de los azulgranas en dos partidos que serán muy duros, como suele ocurrir en esta clase de enfrentamientos.

¿Hay un factor común entre los entrenadores argentinos que han llegado a la semifinal de la Copa, incluso con Jorge Sampaoli, quien mantiene al Sevilla en la segunda colocación en la Liga? Parece difícil encontrar demasiados puntos en común desde lo táctico, desde la idea fundante en el armado de un equipo.

Parten desde ideas muy distintas y sin embargo, todos alcanzaron su protagonismo. Lo que sí se puede describir es que hay un gen ganador en todos ellos y una enorme aplicación al trabajo y al sistema táctico elegido, pero es muy difícil clasificarlos.

En los años ochenta, en la Argentina hubo un gran debate futbolístico entre dos escuelas, la de los dos entrenadores que han logrado títulos mundiales con la selección nacional: los que creen estar más cerca de una línea más lírica desde la declamación, como la de César Luis Menotti, campeón mundial en 1978, o los que se encuentran más cerca de una línea más propensa a justificar el resultadismo, como la de Carlos Salvador Bilardo, campeón mundial en 1986.

La mayoría de los entrenadores argentinos de aquella época se clasificaban de un lado o del otro, pero ya cerca de fin de siglo pasado, aparecieron nuevas tendencias que fueron diluyendo aquella dura polémica que se extendió a los medios de comunicación y que influyeron en buena parte del continente sudamericano.

Por ejemplo, Carlos Bianchi, y especialmente Marcelo Bielsa (de recordadas etapas en el Athletic de Bilbao y en el Olympique de Marsella) dieron lugar a debates muy enriquecedores y en poco tiempo, al surgimiento de una nueva generación de entrenadores muy interesantes y diversos en sus pensamientos.

Mauricio Pochettino es otro caso. Ha conseguido emerger al Tottenham en el fútbol inglés luego de años de frustraciones y de lejanía de las posiciones de privilegio y es reconocido su trabajo de conjunto y de potenciación de las individualidades.

Ya en la Copa América de Chile, en 2015, las cuatro selecciones nacionales que arribaron a la semifinal tenían entrenadores argentinos: Gerardo Martino en el equipo albiceleste, Sampaoli en Chile, Ramón Díaz en Paraguay y Ricardo Gareca en Perú.

Ahora mismo, de las diez selecciones sudamericanas que participan en el grupo clasificatorio para el Mundial de Rusia 2018, cinco tienen entrenadores argentinos (Gareca continúa en Perú, Chile cambió a Sampaoli por Pizzi, Argentina, a Martino por Edgardo Bauza, mientras que en Colombia dirige José Pekerman y en Ecuador, Gustavo Quinteros.  Y pocos meses antes, Ramón Díaz dirigía a Paraguay y Angel Hoyos, a Bolivia, pero ambos renunciaron a sus cargos, aunque pudieron ser siete entrenadores en los diez equipos.

Y no termina allí: en 2015, el no muy conocido Esteban Becker, consiguió como entrenador de Guinea Ecuatorial, una histórica clasificación para las semifinales de la Copa Africa, y Héctor Cúper, que llevó al Mallorca a una final perdida por penaltis ante el Barcelona en 1998, acaba de conseguir el pase a semifinales de la Copa Africa 2017 con la selección de Egipto.


Cada uno con su forma de trabajar, con sus convicciones y con ideas distintas sobre el juego, pero es evidente que los entrenadores argentinos han tomado un auge inusitado en el fútbol internacional y la Copa del Rey es testigo de ello.

jueves, 26 de enero de 2017

El perro que se muerde la cola en el fútbol argentino




Dentro del tradicional esquema del fútbol argentino de pedir dinero al Estado para salvarse del desastre por sus eternas pésimas administraciones, no hay peor cosa que acudir a la Casa Rosada con todos los dirigentes peleados, con el riesgo, concretado tras tres horas y media de tensa reunión, de que les digan lo que ya se imaginaban escuchar.

Con las roscas cambiantes por estrictas razones de poder, lo cierto es que el único cambio concreto entre los grupos fue el regreso de Daniel Angelici, presidente de Boca Juniors e influyente hombre en la Justicia argentina, desde cierta independencia entre los poderosos y los chicos, a pasar a jugar decididamente cerca de éstos últimos, al notar que sus dos adversarios mayores, el eje “CNBA”, Marcelo Tinelli-Rodolfo D’Onofrio, se encuentran del otro lado de la raya.

Dentro de ese eje, en el que también juega (sin poner nunca los dos pies adentro, como es su costumbre) el presidente de Racing Club, Víctor Blanco, se produjo el acuerdo, una especie de enroque de lo acordado en junio pasado e impedido in extremis por el Gobierno, entre Angelici y Claudio “Chiqui” Tapia, para la repartija de la AFA y la Superliga (que sólo existe porque viene impuesto desde Olivos para que se le abra, por fin, la puerta a la entrada de las sociedades anónimas).

Si en junio ya tenían todo cerrado Hugo Moyano y Tinelli en el reparto de poder, que significaba el fin del conflicto (el camionero a la AFA y el showman a la Superliga), hoy el acuerdo lo tejieron el presidente de Boca y el yerno del sindicalista, líder del Ascenso Unido y titular de Barracas Central, Tapia.

La diferencia con aquel acuerdo es en detalles, aunque no poco importantes. Uno de ellos es que se busca, de todas las formas posibles, recortar el poder de los grandes y la clase media del fútbol argentino cerrando el Nacional B dentro de la AFA, cuando iba a formar parte de la estructura de la Superliga originalmente, y la otra intención es la de que la propia Superliga funcione en Viamonte y no en Puerto Madero, como una forma mayor de control.

Por lo demás, el haber concurrido en grupos enfrentados a la Casa Rosada, siempre los dirigentes sabían lo que iba a ocurrir, y es lo que quien más cerca está del poder, Angelici,  advirtió sin tapujos en los días previos: los 880 millones de pesos exigidos no iban a aparecer, a lo sumo 530 (de los cuales buena parte no son del estado sino de los canales que han transmitido subsidiados desde que comenzó el actual certamen 2016/17, y el sponsor) y otra vez, a la salida,  los mismos grupos enfrentados debían solucionar su problema internamente. Es decir: volver a lo mismo de antes de visitar la Casa Rosada.

Es más: para ratificar la rescisión de contrato del programa “Fútbol Para Todos” se necesita de una Asamblea con los actuales miembros (75) que responden al sector de los clubes chicos, a los que se suman Angelici, Moyano, y Blanco (en puntas de pie), con lo cual, todo sigue como está y difícilmente el acuerdo pase, lo cual lleva todo a la situación previa del 3 de diciembre de 2015 y el escandaloso 38-38.

El gran tema sigue siendo, hasta hoy, el calendario que dispuso la FIFA para que el 28 de abril se lleven a cabo las elecciones de presidente de la AFA, que si se tiene en cuenta lo manifestado por el entonces veedor suizo Primo Corvaro cuando dio lugar a la presentación del Comité Regularizador (la intervención FIFA-Gobierno), es prácticamente el cumplimiento de aquellas premisas enunciadas en Viamonte: cumplir con el cambio del estatuto (que ya está en observación por los dirigentes y que el 6 de febrero debe regresar a Zurich) y llamar a nuevos comicios para la AFA.

Cabe recordar que los dirigentes de ambas facciones (que de fondo siguen siendo las mismas del 38-38 con algunas idas y vueltas de algunos pocos) manifestaron durante todo este tiempo que las elecciones se adelantarían, que ya para el inicio de 2017, el fútbol tendría nuevo presidente elegido, pero como se puede ver, no sólo no fue así sino que es la FIFA la que marca los movimientos, aunque todos nieguen la mayor.

En estas horas, lo que sí puede estar cerca es el acuerdo con la TV para que a partir de agosto, con la nueva temporada, llegue un dinero fresco al fútbol que puede ser importante, y que incluso genere un adelanto que saque de la asfixia a muchos de los clubes con menos recursos, ahogados por el Estado para que no quede otra posibilidad que el aceptar las SA.

Esto tampoco es nuevo. Es la conclusión de tantas conversaciones y de algo que muchos dirigentes “olvidan” por estas horas: que la rescisión que tratan de negociar, ya fue pedida por ellos mismos por un documento muy poco feliz de junio pasado, y sin haber cerrado aún nada con ninguna empresa privada.

En este punto, cabe recordar que cuando en 2009 Julio Grondona rompió su contrato (que llegaba a 2014) con TRISA para llevarlo al Estado, primero arrancó un compromiso de éste, como se relata en mi libro “AFA, el fútbol pasa, los negocios quedan”.

El dinero, siempre poderoso caballero, podría ser el mayor motivo para que se acelere el inicio del torneo. El fútbol siempre fue una tapadera social y en este tiempo de despidos masivos, y economía neoliberal en aumento, es importante que se pueda hablar de otras cosas.

Pero que esto signifique que los sectores en pugna calmen las aguas, es muy distinto. Viene la pelea por la implementación del estatuto, que al fin de cuentas, es lo que establecerá cuántos votos sacará cada uno, y finalmente, quién manejará la AFA en los próximos años, la madre de todas las batallas.


Esto recién comienza y mientras tanto, el fútbol argentino es como el perro que se muerde la cola.

martes, 24 de enero de 2017

Ídolo habitando en el olvido (Por Marcelo Wio)




Pidió un vaso de ginebra más. El dueño del bar – que no tenía más decoración que un descuido sucio y añejo - le sirvió. Aquello no era un parvulario ni uno de esos balnearios de los que hablaban algunas novelas; allí todos estaban creciditos, y eso era un negocio, mientras pagaran, todos los que quisieran. De sus hígados ya se encargaban otros.

El hombre lo bebió de un trago e hizo un gesto vago que el dueño interpretó, convenientemente, como “otro”. Esta vez, el hombre miró el vaso desde detrás de la atmósfera etílica de recuerdos. Algunos ecos de halagos aún vivos.

 Procedia de una degradada idolatria - olvidadas las liturgias de domingo y entre semana que lo habían nombrado como a uno de los apóstoles de la ceremonia-. Había jugado en el Villavicencio FC durante nueves temporadas. Había gozado de una fama razonable. Había juntado una pequeña fortuna.

Pero había cometido el error de creer que esa idolatría tenía que ver con el afecto personal, que él era la causa de esa devoción. No se percató sino hasta unas cuantas botellas de ginebra y deudas después, que es el adorardor la causa de la idolatría. Y así como los erige, los olvida: en el fútbol, es preciso crear nuevos ídolos constantemente, a ritmo de mercado, para mantener la devoción.

Es lo que tiene entregarse sin red a los prejuicios (favorables) humanos: cuando cambian de signo, no hay tu tía. Uno cae y el fondo queda demasiado lejos. Aún más lejos que ese bar sin dignidad, sin nombre, con manchones de lo que a uno se le pueda ocurrir.

La mujer lo miraba desde la mesa de la esquina, fingiéndole una dignidad de entrepierna, tan triste como inútil y falsa. Vio que el hombre no se iba a girar, y que cuando lo hiciera sería para salir de allí golpeado de alcohol. Así pues, se puso de pie, su equilibrio no del todo exacto, confiable.

Se trepó al taburete intentando fabricar una seducción. El dueño del bar sintió una lástima sin piedad; de esas que están hechas a base de repetición fatigada. Ella pìdió lo mismo que el hombre. El hombre dijo dos. A mi cuenta, añadió. Ella un gracias cascado, de una voz que había dicho mucho. Sobre todo, había dicho demasiados asentimientos.

Los vio conferenciando – ahí, codo con codo, sin mirarse, los ojos flotando en el licor - como eligiendo víctima. Pero en aquella tristeza que era el bar y sus circunstancias, las víctimas sólo podían ser los propios confabuladores.

Él escuchaba el murmullo de ella y prefería confundirlo con una grada y no con ese agasajo tan sin sentido y tan conchambroso. Su nombre en andas, flotando sobre las voces y las fascinaciones. Él, joven, sin el oprobio del olvido intoxicado.

Ni viento afuera. Sólo una noche quieta. Con los sonidos de las regiones devaluadas de la vida. Unas pocas luces que funcionaban daban a la calle una apariencia inofensiva – siempre y cuando uno no tuviera la menor idea del barrio al que pertenecía. Dentro del bar, la iluminación parecía ofrecer la benevolencia de confundir los contornos, los contenidos, a las figuras con las cosas. 

Ella se aburrió, finalmente de hablar propuestas y docilidades y elogios. Se puso de pie y volvió a su puesto en la mesa de la esquina. Él ni se dio cuenta. Estaba colgado de un alambrado, de cara a la grada a la que no le alcanzaban los ojos para asirlo, para abarcarlo.

Otra, dijo.


El dueño sirvió otra, y apuntó un palito en el cuaderno bajo el nombre de aquel ángel que ya había empeñado hasta las alas.


domingo, 22 de enero de 2017

¿El mejor jugador, o el que más ganó? (Yahoo)




El Fútbol Club Barcelona no atraviesa por su mejor momento en cuanto al juego. Su plantilla sólo parece tener un máximo de trece jugadores de primer nivel y el resto acompaña, su entrenador no da un respaldo táctico ante situaciones complicadas en los partidos y los últimos resultados no han sido los mejores, en comparación a tiempos no tan pasados.

Sin embargo, aunque también se había complicado su visita al Eibar en los primeros veinticinco minutos, acabó venciendo con comodidad 0-4 y Lionel Messi no sólo convirtió otro gol para su colección, sino que tuvo incidencia en otras seis asistencias para que convirtieran sus compañeros, si bien en muchos casos, la definición no llegó y el marcador no aumentó mucho más, cosa que tranquilamente pudo haber ocurrido.

La gran pregunta es si el Barcelona, desde 2003 hasta hoy, habría sido el mismo equipo que es y que fue en estos años sin Messi, el máximo anotador de la historia de la Liga Española, pero muchísimo más que eso, por sus inmensas jugadas, por sus maravillosas definiciones, pero también por su calidad de asistencias.

Y con aquella pregunta, viene adosada la siguiente. ¿Qué es el fútbol para quienes integran la comunidad que rodea al profesionalismo? ¿Es arte? ¿Es ciencia? ¿Acaso es matemática?  ¿Puede medirse el fútbol en cantidad de goles convertidos, en cantidad de puntos obtenidos, en cantidad de partidos ganados, en cantidad de títulos conseguidos?

Creemos que el fútbol es un deporte-espectáculo, al menos, el profesional. Se paga por un boleto para ingresar a un estadio, y se paga por un abono de TV por cable o digital y por lo tanto, quien lo juega tiene que dar, a cambio, una contraprestación en tanto profesional, que lo diferencia de quien juega por voluntad, con el solo deseo de hacerlo y no tiene responsabilidad ante nadie (amateurismo).

Desde hace mucho tiempo, cuando llega el fin de año y comienza el tiempo del balance, se suelen entregar premios que en algunos casos ya son legendarios, de mucho prestigio. Esta vez, volvió a dividirse aquel galardón que dio en llamarse “Balón de Oro-FIFA World Player”, que por una década habían unificado la FIFA y la revista France Football.

Sin embargo, aunque en unos votan los entrenadores y capitanes de los seleccionados nacionales y en el otro los periodistas especializados, parece que hay una creciente idea de que en la decisión del “mejor jugador del año”, tanto para el tradicional “Balón de Oro” como para el nuevo “The Best”, importa más lo que un jugador haya ganado en el año que cómo haya jugado.

Creemos que en el caso de “The Best” hay aún una anterior distorsión, que es que al votar los entrenadores de cada seleccionado nacional afiliado a la FIFA y los capitanes de los equipos, aparecen subjetividades como amistades con determinadas estrellas, enemistades con otras, y hasta cuestiones de nacionalismo (por ejemplo, hay varios entrenadores nacidos en un mismo país que están a cargo de otros seleccionados nacionales, y entonces pueden votar por jugadores compatriotas).

Pero más allá de estos vicios que se repiten año a año con sólo releer las listas de los sufragantes y sus votos, volvemos a la consideración del tema central: ¿Importa más lo que un jugador haya ganado o cómo haya jugado? ¿Es, en suma, un premio individual, que se refiere a lo que produjo ese jugador, o un premio que en verdad termina considerando cómo le fue a ese jugador en resultados, con lo cual termina ocurriendo que se está votando cómo le fue a su equipo en el año, por lo tanto, se trata sinceramente de un premio colectivo?

En el caso de 2016, los dos premios conseguidos por el delantero portugués del Real Madrid, Cristiano Ronaldo, obedecen claramente al concepto de “lo colectivo” por encima de lo individual.

No sólo Cristiano Ronaldo ganó títulos muy importantes en 2016 como la Eurocopa o la Champìons League (los dos trofeos más importantes en Europa, en selecciones y en clubes) sino que convirtió una importante cantidad de goles. ¿Eso significa que haya sido el que jugó mejor? ¿Esos éxitos colectivos de sus equipos lo convierten, automáticamente, en mejor jugador que Messi, que Manuel Neuer, que Luka Modric, que Gareth Bale, que Jamie Vardy, que N’Golo Kante, que Alejandro Guerra de Nacional de Medellín?

Nuevamente formulamos la misma pregunta: ¿Lo que se premia es haber participado de un éxito colectivo o haber sido quien mejor jugo? Si se premiara lo hecho por los equipos en los que un jugador participó, entonces un crack como el sueco Zlatan Ibrahimovic o como Bale jamás podrían ganar algo, o lo tendrían muy difícil.  Sólo podrían ganar el premio aquellos jugadores que formen parte de equipos poderosos (porque el resto tendrá escasísimas chances de ganar) con lo cual, una vez más, estamos votando a equipos y no a jugadores, a conjuntos y no a personas.


Tal vez esto podría solucionarse eligiendo también al mejor equipo del año y a la mejor selección y no estaría mal perfeccionar la calidad de los votantes, a partir der nuevas premisas que garanticen ecuanimidad porque salvo el caso de la mayoría de los periodistas, el premio al “mejor jugador” se  desdibujó demasiado y parece algo demasiado ligado a lo comercial y cada vez menos a lo deportivo.

jueves, 19 de enero de 2017

Se nota que Van Basten jugó (muy bien) al fútbol





Fueron muchas las propuestas que llegaron a la FIFA, en estos años, para tratar de cambiar algunos aspectos del reglamento del fútbol. La International Board es un organismo que justamente estudia estos cambios pero peca de algo que viene siendo un reiterado vicio de la institución madre de este deporte, con sede en Zurich: su excesivo eurocentrismo. Todo lo que no pasa por Europa, casi que no existe. Y así se han perdido muchas oportunidades de cambios reales.

Sin dudas, el fútbol se envició mucho en estos últimos tiempos. A diferencia de la mayoría de los deportes masivos, no ha tenido un cambio real en algunos detalles fundamentales que lo perfeccionen aún más para adaptarse al Siglo XXI pero especialmente para dar por tierra con algunas trampas que los protagonistas (y en especial, los entrenadores, que tienen un lugar de exagerada importancia desde mediados del siglo pasado) han introducido, sumado a la necesidad de un cambio para que la tecnología agregue justicia.

Por fin, ahora, la FIFA le dio la posibilidad de pensar cambios al holandés Marco Van Basten, un ex gran jugador (tres veces Balón de Oro de la France Football), responsable del área de Desarrollo Técnico.

Y se nota que Van Basten jugó al fútbol y que conoce muy bien las necesidades de ciertos cambios fundamentales en el desarrollo del juego para el Siglo XXI, aunque desde ya que es materia opinable y que nosotros mismos haríamos ciertos retoques a sus ideas, pero principalmente son aplicables y reúnen lo más importante, el sentido común.

Van Basten propone, por ejemplo, suprimir el offside. Nos parece que el fuera de juego era algo a estudiar a partir de las trampas que se fueron gestando desde los años sesenta, pero también con el achicamiento hacia delante de muchas defensas, hasta derivar en enorme cantidad de partidos en espacios demasiado cortos.

De todos modos, la eliminación completa del offside generaría, creemos (a fuer de estar equivocados), un caos casi como en los primeros años de la práctica del fútbol y también la reproducción de los “conversadores de arqueros” como en los partidos amateurs de los campitos.

El offside es parte inherente al fútbol pero en cambio creemos, acercándonos a la propuesta de Van Basten, que se podría insistir con la idea de prolongar, como última línea, el límite de las dos áreas grandes hasta el lateral y entonces habría más campo habilitado para jugar libremente y en cambio quedaría reducida a la penalización la parcela entre el área grande y la línea de gol.

La exclusión temporal es buena medida, pero es aún mejor la de generar un número de faltas individuales como máximo para un partido (creemos que cinco podría ser una buena medida) como límite para una expulsión, sin que por ello hubiera que excluir las medidas vigentes, las tarjetas amarilla y roja.

Pero las faltas consecutivas, que pueden ser leves y que no necesitan más punición que el tiro libre para el rival, podrían ser motivo de expulsión si el jugador abusa de ellas, y agregaría más limpieza al juego, como sucede en el basquetbol, por ejemplo.

El abolir la prórroga es una medida un poco más discutible. Seguimos creyendo que no hay mejor manera de decidir un ganador que jugando un equipo contra otro, aunque por menos tiempo que durante los noventa minutos, pero en caso de persistir el empate, puede ser interesante la propuesta del uno contra uno en ocho segundos, dando más margen de movimiento al arquero y también más creatividad al rematador. Parece un tema no tan definido aún.

Lo de agregar más cambios por partido a los tres permitidos por un equipo es otro de los temas a analizar, pero sí creemos que eso sólo podría llevarse a cabo si se juega con tiempo neto. De lo contrario, otra vez daría motivos para el abuso y la pérdida de tiempo. Otro problema es que acentuaría la necesidad de disponer de un enorme banco de suplentes con el consiguiente aumento de los planteles y los fichajes.

Lo del calendario de 50 partidos es un tema atendible en cuanto a la salud física de los jugadores, pero suena complicado con la tensión que existe entre la UEFA y las federaciones nacionales en el tironeo “clubes poderosos-selecciones nacionales” que establecen una determinada cantidad de Fechas FIFA (llamadas por la contraparte y su prensa adicta como “Virus FIFA”), que determinan demasiados partidos al año entre una cosa y la otra.

De todos modos, si bien es cierto que de momento se trata de algunas propuestas, manifestadas al Bild Zeitung alemán, que en todo caso recién podrían implementarse en el Mundial 2026 
(http://www.mundodeportivo.com/futbol/internacional/20170118/413467926534/van-basten-fifa-cambio-de-reglas.html), son puntos para atender y estudiar, pero que aparecen con mucho criterio, al fin.

A todo esto, por supuesto, hay que agregar la absoluta necesidad de aplicar la tecnología. No es aceptable que el deporte rey, el más importante de todos y el espectáculo de masas más importante del mundo, siga dependiendo del ojo humano, sea de dos o de diez, con los desastres que ya conocemos.


Aún siendo un deporte casi perfecto, con un reglamento extraordinario, el fútbol también necesita ajustes. Y se nota que Van Basten conoce del tema porque jugó, fue crack y se ve que persiste su lucidez.

"El fútbol argentino se hunde en el caos tras la muerte del patriarca Grondona" (entrevista que me realizó "El País" de Madrid)




http://deportes.elpais.com/deportes/2017/01/14/actualidad/1484409902_571455.html

martes, 17 de enero de 2017

Insultos y bravatas, pero contra una idea fija





A Raúl Gámez, presidente de Vélez Sársfield, se le fue la lengua. Y no es la primera vez. Ya le había sucedido en tiempos del grondonato y muerto el pope, acaba de descubrir que el presidente Mauricio Macri, contra quien se enfrentó en los noventa defendiendo el modelo opuesto, sigue con su idea fija de generar un vacío para que por fin entren al fútbol las sociedades anónimas que no pudo introducir desde el “llano empresario” hace dos décadas.

Gámez dice que se arrepiente por haber votado a Macri para presidente argentino pero se da cuenta de que se encuentra ante la misma trampa de muchos de sus compatriotas: no quiso votar por la continuidad del gobierno anterior, y se metió en la boca del lobo, con mucha ingenuidad porque un dirigente de su experiencia no puede descubrir ahora lo que alguien como él podía percibir de antemano.

Horas antes, en su primera conferencia de prensa de 2017, Macri había ratificado que el Estado no pondrá más dinero para el Fútbol Para Todos, tal como se anunciara en diciembre pasado que ocurriría desde el primer día de este año, y de poco vale que Gámez lo insulte o recuerde lo obvio, que lo único que le importa al Gobierno es que las SA se cuelen en el fútbol y por eso siempre apoyó la creación de la Superliga, para generar en su nuevo estatuto la chance de que las empresas copen el fútbol, sin importar  que Racing no desapareció en 2001 (aunque la síndico Liliana Ripoll lo anunciara oficialmente) porque nadie quiso poner la firma a la resolución, o San Lorenzo no se fundió de la mano de ISL porque sus socios e hinchas se movilizaron en el mismo año.

Macri no se quedó en que el Estado no pondrá más dinero para el fútbol, lo cual sería una situación inédita en la historia de las relaciones entre la industria ligada a este deporte y los gobiernos de turno (lo que se estudia en mi libro “AFA, el fútbol pasa, los negocios quedan”, de 2016), sino que además reclama que los clubes, ya exhaustos aunque por su propia impericia y sólo en el final de 2016, por el vaciamiento que también se intenta desde el poder político, paguen sus impuestos y se hagan cargo de sus obligaciones “sin excepciones”, según se desprendió de la boca del primer mandatario.

Claro que en la Argentina ninguna lectura es ni puede ser lineal. Y no es que lo que Macri dice textualmente pueda interpretarse como que el Estado se desentiende del fútbol. Todo lo contrario. Hoy, el gobierno forma parte de una extraña intervención y tiene un alto porcentaje en la toma de decisiones de una Comisión Normacrizadora que mientras estuvo internado el titular, Armando Pérez, fue manejada por el abogado Javier Medín, que le reporta directamente, aunque debe tener cuidado y sintonizar con Zurich, la sede de la FIFA, que tiene la otra parte de la intervención.

La otra bravata es la que acostumbran a lanzar los dirigentes del ascenso, que ahora amagan a parar el fútbol “por seis meses, si es necesario” en el caso de que el Estado no ponga dinero, lo cual forma parte de un absurdo doble, porque ellos mismos firmaron el pedido de rescisión del FPT con el Estado por tener, supuestamente, una oferta mejor, hace medio año, pero además, porque exigen como condición tener una conducción elegida por los propios dirigentes y eso ya forma parte del cronograma establecido por la FIFA la semana pasada, que fija la fecha electoral para el próximo 28 de abril.

Sosteníamos párrafos arriba que hay que leer con doble rasero lo que se dice desde los funcionarios o dirigentes porque aunque desde la boca de Macri parece que el Estado se desentiende del fútbol, lo cierto es que negarle dinero significa vaciarlo y propiciar, ante la desesperación económica de los clubes, las llegada de las SA a través de la ventana de la Superliga.

A propósito de la Superliga, ahora parece que entre tantas vueltas, aparece la chance de retomar el pacto que casi se lleva a cabo en junio pasado entre Hugo Moyano y Marcelo Tinelli, cuando salieron todos abrazados de la reunión con AFA-Turner y parecía que volaban los papelítos y las guirnaldas: la casa madre del fútbol quedaba para el camionero, con las categorías del ascenso desde Primera B Metropolitana, y el negocio de la selección nacional, mientras que el showman se quedaba con la Superliga en Puerto Madero, que contendría a la Primera A y al Nacional B (http://sergiol-nimasnimenos.blogspot.com.ar/search?q=Hugo+Moyano).

En aquel momento sonó un teléfono desde muy alto nivel y se les dijo que se les bajaba el pulgar porque la Inspección general de Justicia se oponía a las candidaturas aunque de fondo, el mayor problema era que el grupo mediático más importante de la Argentina se quedaba afuera del negocio de la TV, y era el grupo que había sostenido la más importante campaña presidencial.

Sin embargo, los dirigentes no escarmientan y ahora es Daniel Angelici, el todo poderoso presidente de Boca Juniors, el que retoma la chance de reflotar esta idea, aunque subió la apuesta como representante de los intereses de los clubes grandes (excepto el eje CNBA, es decir, River-San Lorenzo) y de clase media alta: Superliga por un lado, aunque sólo con la Primera A, y Ascenso por el otro, desde el Nacional B para abajo, sumado al negocio de la selección argentina.

Las posibilidades de acuerdo no cambian. Ya eran altas hasta que apareció en junio aquella llamada que interpuso la necesidad de que el gran grupo tuviera participación en el negocio, y ahora siguen siéndolo porque de todos modos, cuando en las próximas horas llegue el Estatuto reformado por la FIFA para su consideración, en principio daría la chance de que los clubes grandes equilibren la fuerza con los votos y el resto debería ir al pie, como nunca antes había ocurrido.

Para los clubes medianos, chicos o del Ascenso, se abre una etapa complicada por su muy mala relación con el macrismo, y justamente Claudio Tapia aparece como uno de los únicos interlocutores posibles de este grupo junto a Pablo Toviggino, respetado dirigente del interior e integrante de la Comisión Normacrizadora.

En tanto, Hugo Moyano y Angelici, antes muy enfrentados y ahora reunidos para encontrarle la vuelta al asunto, buscan un candidato para la Superliga aunque el mayor problema es la oposición de los presidentes de San Lorenzo, Matías Lammens y de River Plate, Rodolfo D’Onofrio, a cualquier intento de SA en el fútbol, por lo que no entran en el plan de Macri. Allí radica hoy el punto clave para obtener los votos de esos clubes “díscolos”.

Con la llegada del Estatuto vendrá la nueva batalla, la de aceptarlo como viene (cosa harto improbable porque uno de los dos sectores en pugna estará perdiendo en votos) o modificarlo según los intereses de cada uno, lo cual significará una vez más, con bravatas, insultos y negociaciones, que todo sigue igual que en el 38-38 de diciembre de 2015.


domingo, 15 de enero de 2017

El Sevilla eleva sus objetivos (Yahoo)





En el verano europeo pasado, la dirigencia del Sevilla tuvo su única duda: fue cuando se enteró de que existía una mínima chance, pero chance al fin, de que su nuevo entrenador, el argentino Jorge Sampaoli, al que fue a buscar con total convicción, abandonara el club para irse a dirigir nada menos que a su selección nacional, como es su sueño desde hace mucho tiempo.

Pero el entrenador tenía una altísima cláusula de rescisión, sabía que de irse posiblemente las puertas del fútbol europeo se le cerrarían por mucho tiempo al abandonar su lugar demasiado pronto (de todos modos, ya la AFA había hecho lo mismo con Marcelo Bielsa cuando éste dirigía al Espanyol en 1998), y al fin de cuentas, luego de dirigir a equipos pequeños en Sudamérica y tener un resonante éxito al ganar la Copa América con la selección chilena, esta era una gran ocasión para demostrar que estaba para más en su carrera.

Esta situación actual del Sevilla, cuando promedia la temporada 2016/17, es un evidente salto de calidad respecto de las anteriores en todo sentido y tiene, también, un gran mérito de la dirigencia, pero en especial de su director general deportivo, Ramón Rodríguez Verdejo, (más conocido como “Monchi” en el ámbito futbolero), que no quiso quedarse con los laureles nada desdeñables de las cinco Europa Leagues ganadas (de hecho, es el campeón vigente) y apostó por mucho más, por tratar de acercarse a las potencias como Real Madrid, Barcelona y Atlético Madrid.

De hecho, hoy el Sevilla, por títulos, riqueza de su plantilla, funcionamiento, continuidad y resultados, comienza a ocupar el lugar dejado por el Valencia, cuyos dislates institucionales lo han llevado a pelear ahora por salvarse de descender a Segunda.

No resulta entonces para nada casual este presente del Sevilla, segundo en la Liga con 39 puntos, a uno del puntero Real Madrid (que tiene un partido menos y podría alejarse hasta cuatro puntos), y también clasificado para octavos de final de la Champions League, algo que no había conseguido en ediciones anteriores en las que al no poder pasar su grupo inicial, acabó jugando (y luego ganando) la Europa League.

Tampoco es casual que el Sevilla haya vencido el pasado domingo al Real Madrid, quitándole un invicto de 40 partidos, récord  histórico en España, porque ya había estado a punto de conseguirlo a mediados de semana por la Copa del Rey pero en aquella ocasión, una genialidad de Karim Benzema en la última jugada del partido logró impedirlo.

También por la Liga, en un colmado y eufórico estadio Ramón Sánchez Pizjuán, el Real Madrid estuvo a segundos de continuar con el récord pero a diferencia del partido de Copa, se encontró con un golazo del nuevo fichaje de los andaluces, el experimentado delantero montenegrino Stevan Jovetic, quien ya ha marcado dos goles en ambos encuentros ante los blancos y quien acaba de llegar cedido con una opción de compra de 14 millones de euros.

Si el Sevilla venía mejorando su plantilla, no cabe duda de que esta vez la dirigencia ha querido complacer al cotizado entrenador Sampaoli (uno de los preferidos por los jugadores de la selección argentina, que habían pedido su fichaje), y por esta razón, los jugadores que han llegado han sido todos de gran nivel, como el brasileño Paulo Henrique Ganso, el francés Samir Nasri, o los argentinos Gabriel Mercado y Franco Vázquez.

En cuanto al juego, Sampaoli tiene un parecido a su compatriota Diego Simeone en cuanto al esfuerzo de sus jugadores y a cómo vive intensamente cada uno de los partidos, casi jugándolos a la par de sus dirigidos desde la línea de cal, pero hay una diferencia en el sentido estético.

Si Simeone es un defensor acérrimo del pragmatismo y los resultados, Sampaoli, quien proviene de la escuela de Marcelo Bielsa, cree en el aceitamiento de un sistema y en determinados métodos para que sus equipos tengan una determinada estética, más allá de la cosecha de puntos.

Pueden dar fe los chilenos, que nunca habían ganado un torneo sudamericano hasta que Sampoli sacó absoluto provecho de la localía en la Copa América de 2015 y hasta tuvo que manejar situaciones disciplinarias muy complejas como el accidente de una de sus máximas estrellas, Arturo Vidal, durante el torneo.

Pero en la final, tanto Lionel Messi como sus compañeros de Argentina tuvieron que sentir el rigor en la marca y la asfixia en la presión característica de los equipos de Sampaoli, quien no por eso impidió que brillaran un diez clásico como Jorge Valdivia o sus delanteros Vidal y Alexis Sánchez.

A diferencia del Atlético Madrid de Simeone, si biel el Sevilla presiona en todos los sectores de la cancha, también utiliza jugadores con muy buen pie como ejes, especialmente Nasri y Vázquez, pero también Ganso si es necesario.

En un fútbol mundial que va perdiendo las características de los “números diez”, Sampaoli trata de recurrir a los que puede, y busca delanteros no sólo con gol sino con capacidad resolutiva a partir de la técnica, como el recién llegado Jovetic pero también como Wissan Ben Yedder o Luciano Vietto.

El Sevilla no se ha conformado con lo que ha ganado y va por más. Parece tener con qué, y esa es una buena noticia para un fútbol español que siempre oscilaba entre los mismos ganadores.


miércoles, 11 de enero de 2017

Cada vez menos fútbol, cada vez más negocio




Los medios israelíes festejaron la nueva determinación (que deberá ser confirmada en mayo en Bahrein y a la que apelarán la ECA, la Asociación de Clubes Europeos, y la LFP, Liga de Fútbol Profesional de España) de que para el Mundial de 2026 (cuya sede se definirá en 2020), haya 48 selecciones directamente clasificadas al Mundial, desde las 32 actuales, desde el formato iniciado en Francia 1998.

No es para menos. Si para un fútbol como el israelí, sólo presente en el Mundial de México 1970 es una posibilidad cierta de participar de la fiesta de un Mundial tras haber merodeado la chance en las últimas clasificaciones, más aún es una gran noticia para países emergentes que apuestan un dineral en un duro desarrollo inicial, como China o India, que han puesto fortunas con ese propósito, aunque técnicamente estén muy lejos.

Tal como se escribió en este blog cuando Gianni Infantino fue entronizado presidente de la FIFA en marzo pasado, el dirigente ítalo-suizo no era otra cosa que el candidato del régimen, y esto significaba, más que ninguna otra cosa, seguir con aquellos lineamientos de Joao Havelange (en mayor medida) y Joseph Blatter, pero también, continuar con la línea de Michel Platini, el destituido presidente de la UEFA, riñón de donde sale el ahora titular de la casa mayor del fútbol.

Para tenerlo claro, Platini, en esta última elección de presidente de la FIFA, fue el Carlos Reutemann de Eduardo Duhalde en 2003, mientras que Infantino terminó siendo el Néstor Kirchner, es decir, la carta que le quedaba al establishment a partir de que el verdadero candidato del momento no pudo asumir, y entonces el tapado, el que nadie esperaba, el único que quedaba como potable para garantizar que no se rompiera el puente de oro entre la UEFA y la Conmebol, tomó su propio camino manteniendo los lineamientos del francés.

Hoy más que nunca puede verse el resultado de aquella reunión en el cada vez más célebre (no siempre por buenas razones, independientemente de su enorme calidad y ubicación) hotel Baur Au Lac, en Zurich, cuando llevados por la dupla de los Villar (Angel, de mando en Europa, y su hijo Gorka, empotrado en la Conmebol), se determinó que para continuar con el establishment, y ante la chance de perderlo todo ante un príncipe jordano del que no se sabe para dónde pateará, sólo quedaba la simpática figura del políglota Infantino, que garantizaba lo principal que estuvo y está en juego: preservar a la FIFA como entidad madre global, por fuera de los intereses de los clubes poderosos europeos.

Algo así como que nadie atente “contra la familia del fútbol” y como sucede con el periodismo, se invita a todos a integrarse a “la Gran Familia del fútbol” y que nadie haga negocios por fuera de él. Por esa misma razón, siempre la FIFA, desde los tiempos de Havelange (1974-1998), miró de reojo a la UEFA porque la veía como una amenaza: desde sus extraños cuestionamientos éticos (la entidad europea tiene lo suyo, pero critica lo otro) hasta su intento por dominarlo todo desde un creciente poder económico de sus clubes.

No hay que engañarse: el real conflicto de intereses en el fútbol del mundo es, desde hace ya décadas, el enfrentamiento entre “clubes poderosos” que pagan los sueldos de las grandes estrellas, y los “seleccionados nacionales” que no sólo manejan la cuestión simbólica sino que engloban el mayor de los éxitos de interés popular internacional, la gran liturgia de este tiempo comparable a las religiones: los Mundiales de fútbol.

Lo que determinó ahora la FIFA en Zurich, a propósito de la entrega del premio “The Best”, es parte de este mismo conflicto, aunque con un pequeño intento de acercamiento mucho más a la usanza de Platini que de Blatter: muchos más equipos, más dinero, más votos en el futuro, más negocio que nunca porque con la misma cantidad de días de partidos (32) y la misma cantidad de estadios (12) ahora habrá otras 16 selecciones con chances.

Si se estudia la llegada de Platini a la UEFA, justo cuando por fin Blatter puso a su entonces delfín para terminar con los cuestionamientos europeos y colocó a un Caballo de Troya en la confederación más conflictiva, una de sus primeras medidas fue introducir a los clubes de Europa de Este con más chande de competir con los poderosos. E Infantino formaba parte de esta conducción. Es decir, nada nuevo bajo el sol: lo que hizo el nuevo presidente de la FIFA fue llevar a Zurich lo que ya había visto en Nyon.

Desde el punto de vista de la estructura, y tal como festejaban los israelíes (como tantas otras federaciones de clase media baja del fútbol, o directamente baja, en cuanto a juego), puede decirse que pese a las airadas protestas de la ECA y de la LFP, sucede todo lo contrario: para las selecciones tradicionales es prácticamente el fin de las mal llamadas “Eliminatorias” (porque el objetivo es clasificarse, no quedar eliminado, y por eso en inglés es “Qualyfication”).

Si tomamos el caso de Argentina o Brasil en la Conmebol, con 6,5 plazas sobre 10 equipos, y teniendo en cuenta que el séptimo aún debería jugar un repechaje contra un flojísimo rival de Asia o Concacaf (porque también esas confederaciones tendrán más clasificados en forma directa a los mundiales y los lugares retrasados quedarán para equipos sin potencial alguno), las chances de no ir a un Mundial se redicen casi a la nada, y esto mismo es aplicable a las principales potencias europeas, como a México o los Estados Unidos en la Concacaf, o a Australia y Japón en Asia.

Para 2026, no ir al Mundial, para una potencia, será casi imposible, y por tanto, no tiene casi sentido la crítica de la ECA o la LFP, que suena mucho más a política que a efectiva: si la clasificación pierde sentido, por lo fácil que puede resultar para las potencias (al fin y al cabo, las que aportan jugadores a los clubes poderosos), eso significará también que posiblemente en la mitad de las mismas los partidos carezcan de valor real, y entonces de lugar a lógicas negociaciones “federaciones-clubes poderosos”, con concesiones de ambos lados.

Es decir, si Argentina o Brasil ya están casi clasificados o directamente clasificados en la mitad de camino, será más fácil aceptar que algunas de sus estrellas no sean cedidas y que en cambio, sí puedan formar parte de un tour por Asia que paga fortunas y en el peor caso, las fechas FIFA serán las mismas de siempre y nada cambiaría, con lo cual nunca la cosa estaría peor que antes.

Lo que sucede es que la ECA viene recelando de lo que se da en llamar “virus FIFA” por el cual se ceden los jugadores para largos viajes, supuestamente por partidos “inútiles” (que en general no lo son, porque son nada menos que para clasificarse a los Mundiales, en una mayor proporción), y en algunos casos regresan lesionados o agotados por el viaje.

Y en el caso de la LFP, es claro que el durísimo enfrentamiento de años entre su presidente, Javier Tebas, y el hombre fuerte del fútbol español, Angel Villar, juega mucho más su partido que lo que realmente pueda pasar en otros niveles.

La gran pregunta que nos formulamos es si no era más fácil para las dos partes litigantes, las federaciones y los clubes europeos poderosos, que las selecciones campeonas del mundo se clasificaran directamente a los Mundiales y de manera definitiva.

De esta forma, se habría evitado todo conflicto porque estas selecciones (hoy son ocho y hasta 1998 eran apenas seis) no habrían jugado partidos por la clasificación a los mundiales, habrían dejado entonces el problema del virus FIFA, se habrían podido negociar cesiones para determinados partidos amistosos de mucha importancia o de gran cachet y al mismo tiempo, se aseguraba una fiesta mundialista con la presencia de todos los campeones.

Lo cierto es que cada vez importa menos el mérito deportivo. Cada vez importa menos el fútbol y cada vez importa más el negocio.


domingo, 8 de enero de 2017

El Barcelona, ¿camino al fin de ciclo de Luis Enrique? (Yahoo)




No parece casual que durante la pasada semana haya trascendido la posibilidad de que Luis Enrique Martínez, el actual entrenador del Barcelona, no continúe en su cargo cuando acabe la presente temporada 2016/17.

Si bien el rumor comenzó a correr antes de los dos partidos que el equipo debía jugar oficialmente, inaugurando 2017, ambos resultados negativos y especialmente el rendimiento en buena parte de ambos, parecen ir lentamente orientándose hacia esta posibilidad.

El próximo miércoles, en el Camp Nou, el Barcelona tendrá una accesible oportunidad de clasificarse a los cuartos de final de la Copa del Rey con sólo vencer 1-0 al Athletic de Bilbao, un clásico adversario de esta competencia (de hecho, son los dos equipos que más veces la ganaron), pero ni siquiera si se cumple el objetivo en el marcador el saldo será positivo.

Sólo lo será si, por fin, el Barcelona retoma una línea de juego que se fue desdibujando a lo largo de la temporada y que tampoco encontró al equipo en su mejor forma ni en la ida en el nuevo San Mamés, donde cayó derrotado 2-1 y que sin embargo estuvo muy cerca de empatar en el final cuando quedó con dos jugadores de más.

Tampoco el Barcelona mostró su mejor nivel en el rebautizado estadio “La Cerámica” del Villarreal por la Liga Española, cuando pudo conseguir en el último minuto, por un libre directo de Lionel Messi, el empate que no logró entre semana por la Copa del Rey, cuando el propio jugador argentino hizo estrellar el último balón en el palo derecho de Gorka Iraizoz antes de que se decretara el final de los noventa minutos.

En general, los resultados muchas veces tapan rendimientos o esconden debilidades, cuando resultan a favor, aunque también pueden derivar en exageraciones negativas cuando ocurren en contra.

Lo claro en este caso, y lo venimos sosteniendo en estas columnas desde hace tiempo, es que el Barcelona no tiene un esquema, un sistema táctico que pueda ser útil o al que pueda acudir en el caso de que sus principales jugadores no se encuentren en una buena jornada, y eso es pura y exclusiva responsabilidad de su entrenador.

Y también es el problema que el Barcelona encontró al regresar del receso invernal, cuando varios de sus estrellas no se encuentran en su mejor estado físico y han aparecido lentas adelante, y superadas en velocidad atrás (como ocurrió con Javier Mascherano, especialmente notorio en el uno contra uno de los contragolpes de Sansone  ante el Villarreal).

Luis Enrique no le ha podido encontrar la vuelta a varias cuestiones del rendimiento del equipo en estas últimas dos temporadas. La primera y principal, como ya hemos señalado, es la referente a un sistema madre que pueda salvar al equipo en situaciones de crisis y entonces acaba dependiendo excesivamente de sus jugadores.

Entonces ocurre que si muchos de ellos están bajos de forma, o se lesionan los más trascendentes por andamiaje de juego, como ocurrió un par de veces con Andrés Iniesta, todo se complica demasiado.

Pero también el entrenador ha fallado en no haber podido recuperar la fortaleza de la banda derecha en el aspecto defensivo. Con la salida de Daniel Alves a la Juventus y la aceptación de la salida de Adriano, ha quedado ese lugar para Sergi Roberto, un jugador de la cantera que ha aparecido como volante, que ha encontrado un hueco en la línea de cuatro final, pero que no siente la marca y prefiere jugar con el balón, y al que muchas veces los rivales toman retrocediendo y aprovechan sus espaldas, tanto en los contragolpes como en los centros al segundo palo desde la derecha hacia la izquierda.

A la situación defensiva de Sergi Roberto, jugando como lateral derecho sin tener ese oficio, se le ha sumado este año que Ivan Rakitic no ha podido mantener una regularidad pero tampoco el Barcelona ha encontrado buenas respuestas en la mayoría de sus fichajes y esto pudo notarse especialmente en el centro del campo.

Lo cierto es que salvo casos aislados como los de Samuel Umtiti o Arda Turan, el Barcelona tampoco ha acertado en los fichajes. Ni Lucas Digné, ni Denis Suárez, ni mucho menos André Gomes o Paco Alcácer, ni anteriormente Aleix Vidal, han resultado jugadores de un nivel como el que posee la mayoría de sus jugadores con más antigüedad en el club.

Entonces, acaba ocurriendo que el Barcelona depende demasiado de su tridente sudamericano en la primera línea, y de lo que genere Iniesta como enlace, pero ya el aporte de los laterales, los errores en el medio, y la lentitud defensiva, sumada a los espacios libres que los rivales comienzan a entender que pueden aprovechar, van determinando una merma y un cansancio que exige una renovación en la plantilla.

Claro que como toda renovación, lo primero que un equipo tiene que preguntarse es a qué quiere jugar, qué es lo que pretende, qué sistema busca y para eso, qué tipo de jugadores necesitará.

Es evidente que para una importante cantidad de seguidores azulgranas, Luis Enrique es un auténtico ídolo. El hecho de que haya jugado primero en el Real Madrid pero luego se haya identificado con el Barcelona y haya sido campeón, sumados a su carácter ganador, le otorgan un plus, pero esto de ninguna manera significa que su aporte para el equipo haya sido el de los entrenadores más destacados.

A cinco puntos del Real Madrid con un partido más que los blancos, y teniendo que ir a jugar al Santiago Bernabeu, la Liga parece muy complicada, pero quedan objetivos importantes que cumplir y queda media temporada por jugar y llega el momento de la verdad.


Sin embargo, no parece nada casual que los rumores de fin de ciclo ya hayan comenzado.