domingo, 28 de agosto de 2016

Los equipos españoles, ante un nuevo desafío europeo (Yahoo)



Pocas cosas han cambiado en el contexto de los clubes españoles que participarán en la nueva edición de la Champions League que comienza el 13 de setiembre próximo.  Sin embargo, la máxima competición europea seguramente será testigo, una vez más, del enorme poderío del actual campeón del torneo, Real Madrid, del otro finalista de la pasada temporada, el Atlético de Madrid, el ganador de cuatro copas desde 2006, el Barcelona, y con la incógnita sobre si por fin el Sevilla podrá atravesar una complicada fase de grupos o deberá regresar a su siempre bienvenida Europa League.

El Real Madrid va esta temporada en búsqueda de la Duodécima Champions League luego de haberse impuesto otra vez al Atlético Madrid, en el segundo derbi finalista en tres temporadas, y si bien no ha tenido una gran renovación en fichajes, sí ha encontrado un enorme recambio en el ataque a partir de las lesiones de Cristiano Ronaldo y Gareth Bale, con jugadores de gran futuro como Lucas Vázquez y Marco Asensio, y el retorno, ahora como estrella, de Alvaro Morata tras su paso por la Juventus.

Puede decirse que el club blanco puede ser levemente optimista luego de haber sido favorecido, una vez más, en el sorteo de la fase de grupos, al integrar el F junto a su viejo conocido Borusia Dortmund, que ya lo ha complicado en el pasado, en tiempos de Jürgen Klopp (ahora en el Liverpool), el Sporting Lisboa (en el que llegó a jugar Cristiano Ronaldo) y el Legia Varsovia.

Se supone que el Real Madrid no debería tener problemas en pasar a los octavos de final y como su mayor adversario aparece claramente el Borusiam con el regreso de Mario Götze tras su paso por el Bayern Munich, y la incorporación de jugadores como Sebastián Rode (también del Bayern), Ousmane Dembelé (Rennes), André Schurle (Wolfsburgo) y la joven promesa española Mikel Merino (Osasuna).

En cambio, el Atlético Madrid está un poco más complicado, aunque junto con el poderoso Bayern Munich, contra el que jugó en semifinales en la Champions pasada, es favorito para clasificarse a los octavos de final en el grupo D en el que también participarán el FC Rostov ruso y otro equipo nada sencillo, el PSV Eindhoven holandés, que fue un gran obstáculo para los “colchoneros” en los octavos de final en el torneo europeo anterior.

Si bien el inicio del Atlético no fue el mejor en la Liga Española, empatando en sus dos primeros compromisos ante dos equipos a priori inferiores como el Alavés y el Leganés, el entrenador Diego Simeone ha logrado una continuidad histórica con esta plantilla, que ha sido reforzada por cracks como el atacante francés Kevin Gameiro o el argentino Nicolás Gaitán.

El Bayern ha cambiado su entrenador luego de tres temporadas, con la salida de Josep Guardiola y la llegada del italiano Carlo Ancelotti, que ganó la Champions en 2014 con el Real Madrid justamente ante el Atlético.

Los alemanes, con una base de grandes jugadores desde el ciclo anterior, han agregado a la promesa portuguesa Renato Sanches y el gran defensor del Borusia Dortmund y la selección alemana, Mats Hummels.

En cambio, puede decirse que el Barcelona, otra vez de acuerdo con el sorteo,  tiene compromisos muy complicados en su grupo C, junto con el Manchester City, el Celtic de Glasgow y el ascendente Borusia Monchengladbach.

Si bien los catalanes conservan uno de los mejores planteles del mundo y han sido protagonistas de todas las últimas Champions League con una tremenda continuidad, y han completado su equipo con muy buenos jugadores como André Gómez, Denis Suárez o Samuel Umtiti, así como que han reunido los seis puntos iniciales en la Liga, se espera con mucha expectativa el momento en que enfrenten a otro gran poderoso europeo, el Manchester City, en el que se reencontrarán con su ex entrenador Guardiola y con su reciente ex arquero chileno Claudio Bravo.

El Celtic, ahora conducido por el ex entrenador del Liverpool Brendan Rodgers y ha incorporado a Kolo Touré, Moussa Dembelé y a Scott Sinclair, ha sido siempre un rival complicado para el Barcelona, al que ya ha vencido en la Champions y no parece fácil la visita a Glasgow.

En tanto, el Sevilla, tricampeona de la Europa League, deberá tratar de traspasar por fin la fase de grupos de la Champions aunque una vez más, como en la temporada pasada, deberá enfrentarse a la ahora muy poderosa Juventus, quíntuple campeona consecutiva de la Serie A y con un plantel cada año más fuerte, así como contra el también complicado Olympique de Lyon, mientras que algo más atrás aparece el dínamo Zagreb.

El Sevilla ha tenido un cambio muy importante desde que ganara en mayo la Europa League ante el Liverpool porque se ha ido su entrenador, Unai Emery, al PSG, y ha sido reemplazado por el argentino Jorge Sampaoli, quien en el verano casi deja su lugar al ser tentado para dirigir a la selección argentina.

Sampaoli armó un equipo muy fuerte con la base de la temporada pasada pero con el agregado de varios sudamericanos como los argentinos Gabriel Mercado, Matías Kranevitter y Luciano Vietto, y el talentoso brasileño Ganso, aunque de momento los resultados han sido dispares, porque ha perdido las dos copas que disputó en agosto, la Supercopa de Europa ante el Real Madrid, en un partido muy ajustado, y la Supercopa de España ante el Barcelona,  aunque dejó una buena imagen.

En el inicio de la Liga, sin embargo, ha mostrado algunas dudas en su funcionamiento ante el Espanyol de Barcelona (6-4) y ante el Villarreal (0-0), pero cuenta con un enorme recambio.

La Juventus, su rival más fuerte, apunta ahora a Europa tras haber jugado la final de 2015 y para eso ha fichado a cracks de la dimensión de Daniel Alves, Gonzalo Higuaín y Miralem Pjanic, mientras que el Olympique de Lyon ha contratado al joven defensor argentino Emanuel Mamanna y a Nicolás Nikoulu (Olympique de Marsella).

¿Podrá seguir mostrando el fútbol español en Europa?


viernes, 26 de agosto de 2016

La Copa, la Recopa y la Recontracopa



La publicidad (en otros términos más argentinos, “el bombo”) que se está generando alrededor de la Recopa Sudamericana ganada por River Plate por segunda vez consecutiva, esta vez ante Independiente de Santa Fe de Bogotá, nos da pie para una reflexión acerca de estos tiempos, en los que parece que todo da igual.

Juan Carlos Altavista, recordado por su entrañable personaje humorístico “Minguito”, solía decir, adelantado como fue, la frase “sé gual” para describir situaciones ya en los años ochenta y noventa, y es lo que aparece ante los ojos de muchos futboleros sin capacidad para medir o equiparar, obnubilados por los efectos de la TV y los intereses comerciales alrededor del fútbol.

Se dice rápidamente, y no deja de ser cierto en una parte, que River “ya acumula” diez copas internacionales en su haber, en esta carrera de competencia que se traza con los otros clubes para medirse en la historia, claro que sin entrar en el detalle de qué tipo de trofeo es, de qué clase de competencia se trata y cuáles son los méritos.

En 1960 se instituyó la Copa Libertadores de América para equipararse a la Copa de Campeones de Europa, que organizaba la UEFA y que había comenzado a jugarse en 1956. De esta forma, el campeón de cada una de esas copas podía jugar a doble partido lo que se llamó Copa Intercontinental.

Así, llegaban a la Copa Libertadores los campeones de cada torneo sudamericano, lo cual le otorgaba un muy buen nivel con equipos que luego fueron duros rivales de los europeos en las Intercontinentales.  

Ya a mediados de los años ’60, la TV y los negocios derivaron en que los subcampeones se incorporaran a la competencia, lo que implicaba descuidar cada vez más los torneos locales para darle prioridad al concierto internacional y River mismo estuvo a punto de ganarla en 1966 habiendo llegado como segundo equipo argentino (de hecho, no era campeón local desde 1957).

Con el tiempo, no sólo eso se fue ampliando en número y cantidad por plaza entre los distintos países, sino que la TV, no sólo sudamericana sino mundial, fue ideando torneos internacionales para que haya más clasificados desde los campeonatos locales y a su vez, para que haya más chances de vender esos partidos internacionales a más países, con más cantidad.

Eso no implica, de ningún modo, que esos torneos tengan la misma importancia unos y otros. Si tras la Copa Libertadores apareció primero la Supercopa y luego, la Copa Sudamericana, el modo de clasificación para la primera (en muchos casos, por invitación) y para la segunda (los equipos que no se encuentran entre los primeros lugares de la tabla de posiciones en sus torneos en la mayoría de los casos), determina que sean incomparables con el viejo torneo continental.

Si para llegar a la Copa Libertadores había que ser campeón local y luego encontrarse en la vanguardia de la tabla, jamás puede ser comparable, ya de inicio, con una copa en la que se clasifican los equipos que siguen en el orden de esa tabla local y que se encuentran a veces en el quinto, sexto o séptimo puesto.

En consecuencia, tampoco los campeones de los dos torneos (Libertadores y Sudamericana) son equiparables en cuanto a méritos deportivos y por esta misma razón, la Recopa Sudamericana no tiene más sentido que el comercial, para generar otra Copa más y tener entonces la chance de vender otro título, otros derechos de TV, pero nada más que eso.

La proliferación de Copas internacionales,  también derivó en la parafernalia para justificar otra Copa como la Suruga Bank, que con todo el respeto que merece el fútbol japonés, no significa demasiado mérito deportivo sino que a duras penas, el campeón de un torneo sudamericano tiene la chance de ir a jugar un partido contra el campeón de un torneo nipón, pero ese adversario asiático no reúne un mérito comparable como el del equipo sudamericano, que al menos ha llegado a ganar un torneo largo y entre equipos de su mismo rango continental, no nacional. Es decir que la Suruga Bank equipara a un campeón de un torneo local, además sin mucha tradición, con uno internacional, con el agregado dekl auspicio de un gran banco.

Ahora bien, ¿equiparar la Suruga Bank a la Copa Libertadores? Parecen demasiado lejos por todo, por tradición, mérito deportivo, y trayectoria para llegar al trofeo.

La cosa no termina allí: desde hace ya muchos años, la UEFA y las federaciones europeas instrumentaron la llamada Supercopa de Europa y las Supercopas nacionales, en las que juegan, en la primera, el campeón de la Champions League contra el campeón de la Europa League (que tal como ocurre en Sudamérica y por la misma razón que la Libertadores y la Sudamericana, no son equiparables). En el segundo caso, sí podrían tener un mérito deportivo parejo, aunque no exacto (Liga y Copa del mismo país), pero ocurre que si un mismo equipo gana ambas competencias, con lo cual se supone que se debería quedar directamente con la Supercopa, igualmente debe jugar dos partidos con otro que resultó segundo o perdedor de la final de la Copa, lo cual es un absurdo, sólo explicable desde los negocios de la TV y de la industria.


Felicitemos a River por la Recopa Sudamericana, pero no corresponde continuar con la parafernalia de que todo “es igual”, como ya decía Minguito, porque no lo es. Tal vez sea el momento de que se le otorgue puntajes distintos a los distintos títulos de acuerdo a mérito deportivo y trayectoria y complejidad del torneo, pero creemos que pedimos un imposible, en tiempos de tantos intereses ey en los que todo “sé gual”.

lunes, 22 de agosto de 2016

¿Otro domingo sin fútbol?




En las próximas horas, por fin, Futbolistas Argentinos Agremiados (FAA), tras una larga siesta y con algunos de sus miembros involucrados en asuntos de corrupción en manos de la Justicia, convocó a una reunión para decidir si se apoya o no a los jugadores de los equipos de las categorías del Ascenso, que reclaman el cobro de sus haberes en el contexto de la lucha de sus clubes por recibir un aumento en la dotación por parte del Estado en el programa “Fútbol Para Todos”.

Rápidamente hay que decir que esta presión del Ascenso, razonable o no en los números, tiene mucho de político. La gran pregunta es si Claudio “Chiqui” Tapia, el máximo referente del Ascenso, habría parado todo si el poder hubiese quedado en sus manos o las de su suegro, el presidente de Independiente, Hugo Moyano, en vez de haberlos dejado afuera por parte del Gobierno Nacional, que permitió la intervención solapada de la FIFA y que colocó en el sillón más importante a Armando Pérez, dirigente que había luchado denodadamente para conseguir los siete avales para una anterior candidatura presidencial en la AFA.

Si bien Tapia y Moyano fueron postergados por la decisión de Mauricio Macri y de Gianni Infantino, presidentes de la Argentina y de la FIFA, saben bien que esto es momentáneo y que cuando el 1 de julio de 2017, a más tardar, se llame a elecciones, nuevamente podrán pretender retornar al Sillón de Viamonte pero mientras tanto, remueven todo lo que pueden y su mayor herramienta es ésta.

Tapia consiguió que a partir de que el hermano de Carlos Tévez, Miguel, juega en el equipo de su club, Barracas Central, el  crack de Boca mostrara el apoyo al Ascenso en las redes sociales y de esta manera, el efecto se fue extendiendo a otros jugadores, lo cual parece absolutamente lógico tratándose de trabajadores reconocidos legalmente, por un natural mecanismo de solidaridad.

Sin embargo, el reclamo del Ascenso suena oportunista y poco claro. ¿Acaso los clubes que participan en los torneos de las distintas categorías no siguen contratando jugadores pese a las deudas que fueron generando aún recibiendo por años dinero por parte del Estado? ¿Rindieron cuentas todos los clubes de ese dinero recibido? ¿Reclamaron o hicieron durante tantos años algún tipo de movimiento por cambiar el formato de un Nacional B que vació enfermo porque no termina siendo del todo federal ni puede ser sustentable con las distancias a recorrer?

La respuesta es obvia: nada hicieron y no sólo eso, sino que junto a los de Primera A votaron alegremente en los tiempos del Grondonato que todo siguiera igual y jamás antepusieron un plan B que fuera diferente y más justo. Se contentaron pronto con un pedacito de torta que el ex presidente de la AFA les concedió con la Copa Argentina, y eso fue solamente cuando Daniel Vila cuestionó las estructuras y apareció con los votos (que no contaban) de muchos clubes del interior del país en las elecciones presidenciales de 2011 que una vez más ganó el fallecido Grondona.

El otro punto pasa por el Estado. Si bien los dirigentes de fútbol le dieron pie al Gobierno de Macri para que terminara el contrato de “Fútbol Para Todos” al quejarse del bajo monto y que manejaban otras ofertas (como la de Ted Turner), hay que decir que desde diciembre, con el  cambio político en la Argentina, se tomó la decisión de ir ahogando a la AFA con montos menores a sabiendas de que no era fácil conseguir un oferente y solucionar pronto tantos problemas burocráticos.

Queda la sospecha, conociendo el pasado de muchos de los actores relacionados con el poder político, si este ahogo al que se somete a la AFA no tiene, acaso, relación con llegar a una situación terminal y que luego aparezca la publicidad de la necesidad de las sociedades anónimas, algo que ya se intentó vanamente en los noventa y que si en aquel momento no tuvo éxito, fue por los socios e hinchas de varios clubes y no por la casualidad o por la dirigencia.

¿Aprenderá algo el fútbol esta vez, al margen de que se juegue o no el domingo que viene?


domingo, 21 de agosto de 2016

Neymar agiganta los sueños del Barcelona (Yahoo)




Los seguidores del Barcelona pueden agrandar sus sueños tras este fin de semana, no sólo por el amplio triunfo en el debut liguero ante el Betis (6-2) con un Lionel Messi retornando a su mejor nivel y con su tremendo goleador Luis Suárez con un hat trick, sino porque cruzando el Océano Atlántico, su otro gran delantero, Neymar, fue uno de los artífices en la conquista de la primera medalla dorada para su selección brasileña.

La gran noticia para los simpatizantes del Barcelona en todo el mundo es que con sólo 24 años, y ya habiendo sido ternado para conseguir el Balón de Oro 2015, Neymar supo cargar con todo el peso de la responsabilidad de ser el capitán de la selección brasileña que soportó infinidad de presiones en la búsqueda del único título de campeón que se le negaba en su rica historia.

El Barcelona sabe de lo que se trata. Cuando hace meses el Barcelona negoció con la Confederación Brasileña de Fútbol por la participación de Neymar y arreglaron que lo ideal era que el crack participara en uno de los dos torneos y no en ambos para preservarlo físicamente, convinieron en que en ese momento, la prioridad eran los juegos Olímpicos y no la Copa América Extra de los Estados Unidos.

Esta decisión, que ahora aparece como acertada, en verdad respondía a la necesidad de que el fútbol brasileño apuntara con todas sus fuerzas a ganar la medalla dorada como local en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, ya que aunque siendo una potencia mundial, no tenía la misma urgencia en imponerse en un torneo americano que además, organizará como local en tres años.

Neymar bien sabe la presión que tuvo como la mayor estrella de ese equipo olímpico brasileño, como capitán (acaba de decir que dejará la cinta a partir de ahora, justo cuando asume el nuevo entrenador Tité), con un inicio lleno de dudas sin poder ganar a equipos débiles como Sudáfrica e Irak y con el público local mostrando su disgusto con el juego del conjunto local, y con buena parte de la prensa comparando a su selección como la del fútbol femenino y su estrella Marta, que parecía que avanzaba sin problemas hacia la conquista mayor.

Pero bastó un buen resultado en la fase de grupos para que el equipo dirigido por Rogerio Micale se tranquilizara, no corriera tanto y parara el balón para adquirir un ritmo más cercano al tradicional juego brasileño, y cuando llegó el momento de la final en el mismo estadio Maracaná en el que en 1950 perdió el título mundial ante Uruguay, muchos alentaban cierta venganza ante los alemanes que los habían goleado 7-1 dos años antes en el Mundial, los locales desarrollaron su mejor juego y fueron muy superiores a su rival, más allá de que no hayan podido concretarlo y que todo se definiera por penales.

Que Neymar haya concretado un gran gol de libre directo, y luego haya tenido justo la oportunidad de que Brasil ganara su primera medalla dorada olímpica con su penal, es todo un indicio de lo que le puede deparar esta carrera con algunos momentos brillantes, con tan sólo 24 años y ahora sí, cada vez posicionado mejor como posible sucesor de Lionel Messi en el Barcelona.

Es, sin dudas, una gran noticia para un Barcelona que no sólo arrancó de la mejor manera la temporada 2016/17 con la clara obtención de la Supercopa de España ante el Sevilla con un global de 5-0 no sin haber sufrido el típico asedio al que someten los equipos del argentino Jorge Sampaoli a sus rivales pero con la capacidad técnica de sus jugadores para sobreponerse y marcar la diferencia.

La gran plantilla de que dispone hoy el Barcelona, pese a las salidas de jugadores clave como Daniel Alves o finalmente Claudio Bravo, suena mucho más equilibrada que la de temporadas anteriores, con refuerzos importantes en cada línea, especialmente en el ataque con la llegada de Denis Suárez, André Gomes, y la ya más clara adaptación de Arda Turán, a lo que ahora se sumará un Neymar en el mejor estado anímico.

El propio entrenador, Luis Enrique, ha dicho antes de comenzar la temporada que “es el mejor plantel que dirigí”, como para que quede bien claro lo que piensa, pero el Barcelona deberá tener que luchar en los diferentes frentes contra rivales muy exigentes y ya comenzó a notarse en la Liga, porque Real Madrid se puede dar el lujo de disponer sin problemas de un relevo juvenil de su tremendo ataque de la BBC y con Marco Asensio y el retornado Alvaro Morata parece alcanzarle como para dar pelea y no es casualidad el 0-3 en el debut ante Real Sociedad en Anoeta.


El gran acertijo es si Atlético Madrid, que tuvo un extraño inicio con un inesperado empate ante el Alavés en el Vicente Calderón, y un Sevilla que ha debutado con seis goles en el Sánchez Pizjuán ante el Espanyol pero que ha sufrido doce en cuatro partidos oficiales, tomando en cuenta las Supercopas de Europa y España, podrán sumarse al lote de los líderes y sostener su puja hasta el final o no volverá a ser una lucha de a dos, como por muchos años ocurrió en la Liga y que no parece convenirle a nadie.

lunes, 15 de agosto de 2016

¿Otra vez una Liga de tres? (Yahoo)




Cuando el próximo fin de semana comience nuevamente a rodar el balón y se inicie una nueva temporada de la Liga Española de fútbol, muchas ilusiones se pondrán en juego, como siempre, y una pregunta que sí puede tomarse como novedosa, porque si por muchos años sólo pelearon por el título de campeón apenas el Real Madrid y el Barcelona, y en los últimos tiempos se le sumó el Atético Madrid, ¿existirá la chance de que se sume algún otro equipo?

Todo indica que si hay uno que puede sumarse al lote de los que siempre se mantuvieron en los puestos de vanguardia en los últimos tiempos, ese equipo es el Sevilla, que además de haber ganado su tercera Europa League consecutiva, ha sido un durísimo rival ante el Real Madrid en la Supercopa Europea y aunque se encuentra en clara desventaja, también fue un complicadísimo rival ante el Barcelona por la ida de la Supercopa de España y aún debe ir al Camp Nou.

El Sevilla ha tenido un verano muy difícil por el tironeo que padeció con la Federación Argentina por su nuevo entrenador, Jorge Sampaoli,  ex campeón de América con Chile en 2015, quien era pretendido para la selección de ese país, pero finalmente se ha quedado, y reemplazará a Unai Emery, quien tras un ciclo muy exitoso, emigró para dirigir al PSG francés.

En cuanto al Atlético Madrid, el entrenador argentino Diego Simeone, quien había planteado algunas dudas de continuar tras perder por penales la final de la Champions League ante el Real Madrid en la temporada pasada, finalmente encarará su sexto año en el banquillo rojiblanco y con una plantilla cada vez más rica y con jugadores desequilibrantes.

La llegada de Nicolás Gaitán, Sine Vrsalijko, Diogo Jota y Kevin Gameiro, más allá de salidas como las de Matías Kranevitter y Luciano Vietto al Sevilla, le darán seguramente un aporte de mayor calidad a un equipo que ya había sido protagonista en las últimas temporadas llegando muy lejos y haciendo historia, y ahora redoblará los esfuerzos para volver a colocarse entre los primeros y seguir interponiéndose entre el Real Madrid y el Barcelona.

Justamente el Real Madrid, como en cada receso, pareció dar indicios de nuevas contrataciones pero de momento sólo ha regresado Alvaro Morata luego de su exitoso paso por la Juventus y sus buenas actuaciones en la selección española, pero también aparecen cada vez con más fuerza como recambios en el ataque tanto Marco Asensio como Lucas Vázquez y de hecho, estos tres atacantes enfrentaron al Sevilla por la Supercopa de Europa jugando a muy buen nivel pese a que como es sabido, continuará la BBC (Bale, Benzema y Cristiano Ronaldo) en la titularidad, aunque no ha habido espacio para Jesé Rodríguez,  quien emigró al PSG.

El gran desafío para Zinedine Zidane, casualmente el único entrenador de la Primera  División que no es español o sudamericano, será tratar de consolidar una idea futbolística que determine no depender solamente del talento de sus jugadores o del goce de un buen clima en el vestuario, algo que sin dudas el galo ha conseguido desde que llegó en la temporada pasada para reemplazar en el banquillo a Rafa Benítez.

El actual campeón de la Liga, el Fútbol Club Barcelona, comienza una nueva temporada con algunos cambios importantes en su plantilla. La salida de Daniel Alves, en mayor medida, y de Adriano, marcan el fin de una etapa y el lento recambio, especialmente con la llegada de algunos jugadores jóvenes como Denis Suárez, Lucas Digné y Samuel Umtiti, a quienes se suma André Gómez.

El propio entrenador Luis Enrique Martínez ha admitido públicamente que es una de las plantillas más completas que le ha tocado dirigir y sin dudas, la mejor que ha tenido en el Barcelona. La recuperación del nivel en Arda Turán y la renovación del contrato de Javier Mascherano también parecen buenas noticias.

En cambio, subsisten dudas sobre lo que puede acontecer con la temporada de equipos que han estado generalmente entre las posiciones de vanguardia en tiempos cercanos como el Valencia, que seguirá dirigido por Pako Ayestarán y que contará en sus filas con Martín Montoya y el portugués Nani, y el Villarreal, que ha cambiado de entrenador a último momento (Fran Escribá reemplazó a Marcelino García Toral, por desacuerdos de éste con la comisión directiva del club) y que tendrá en sus filas al brasileño Pato y al colombiano Santos Borré.

Esta Liga tendrá la particularidad de contar con cinco entrenadores sudamericanos, cuando de ellos argentinos (los ya citados Simeone y Sampaoli, además de Eduardo Berizzo en el Celta y de Mauricio pellegrino en el Alavés) y uno uruguayo (Gustavo Poyet, en el Betis), y el secto extranjero será Zidane.

En cuanto al calendario, la Liga contará pronto con el enfrentamiento entre el Barcelona y el Atlético Madrid en el Camp Nou en la quinta jornada, mientras que recién en la 12 jugarán el derbi madrileño Atlético y Real, y en la 14, en el Camp Nou, Barcelona y Real Madrid, por lo que los blancos tendrán en la segunda rueda, la chance de definir en casa si necesitan del average.

Sin dudas, una Liga para ilusionarse y para apostar, una vez más, a que los espectáculos sean buenos y que no se corten pronto los l´çideres para que el torneo sea lo más competitivo posible.




viernes, 12 de agosto de 2016

Me cago en Avelino (Por Marcelo Wío)




Avelino Oporto se consideraba un muy mal jugador. Y era cierto. Y falso.

A ver. Avelino Oporto, cuando no jugaba por los puntos, cuando no competía (cuando se ponía a jugar con amigos), mostraba  los trazos de la habilidad que había desplegado en San Cupertino, su pueblo natal.

Pero el peso de jugar profesionalmente, con tanto público, de estar tan lejos del pueblo, de tener que contentar a la gente; las rencillas dentro del vestuario, el lujo repentino; todo ello, le anudaron la soltura, el ingenio, la mañana y el arrojo, y lo enrolaron para el bando de los pataduras.

Así, después de una práctica, en la que Avelino - enfadado con todos, pero sobre todo consigo mismo - había estado especialmente enemistado con el balón, con su cadera y con la geometría y la física que dictan los trazados de los disparos; Dadivoso Gutiérrez, el entrenador, lo llamó a un costado de la cancha.

-A ver, Avelino... ¿Usted me considera un buen entrenador?

-Claro, Don Dadivoso, usted es “El estratega”, un matemático del fútbol, un exégeta de las líneas de cal, un alquimista de...

-Bueno, Avelino, no se embale. La pregunta  no buscaba la adulación... La cuestión es que ese técnico le dice que usted es un gran jugador.

-Claro... pero... yo, que soy un muy mal jugador, le está diciendo a usted que es un gran entrenador... Con lo cual, usted bien podría ser un entrenador más bien mediocrón que le está diciendo a un pésimo futbolista que es lo opuesto, con lo cual, estamos en las mismas...

Dadivoso pensó en mandarlo a la mierda. Pero Avelino podía salirle con cualquier disparate dialéctico, así que se limitó a decir: Mire, si fuese la mitad de futbolista de lo que aparentemente cree ser como pensador... Madre mía.

-¿No ve?, lo que yo de decía, Don Dadivoso... – y se fue caminando hacia los vestuarios.

Dadivoso se quedó allí parado, pensando que nunca terminaría de comprender aquel deporte – aquella sociología, más bien – al que, a esa edad, había creído llegar a desentrañar.

Luego de esa meditación breve e improductiva, y mientras cruzaba el campo de fútbol y se dirigía hacia los vestuarios, una inquietud, como una astilla pequeña – pero de esas que pueden producir unas infecciones de la gran siete -, se le incrustó en la cabeza: entonces, ¿cuál era el verdadero significado de la respuesta de Avelino a su pregunta sobre su calidad como entrenador?


Me cago en Avelino, dijo en voz alta, en el medio de la soledad del campo de juego ya enchastrado de sombras, mientras le daba un patadón a un balón. Me cago en Avelino, volvió a repetir; esta vez más como un murmullo, como el inicio del piolín que conducía a una pregunta intestina que no buscaba respuestas, sino objetar prestigios, certidumbres.

jueves, 11 de agosto de 2016

El fútbol que supieron conseguir




Cuando el Vasco Julio Olarticoehea fue presentado como nuevo director técnico de la selección argentina olímpica, solamente acompañado por el dirigente Claudio Tapia y por su preparador físico Pablo Calderón, lo primero que dijo fue que no habría excusas y que se tenía confianza para que el equipo nacional tuviera un rendimiento positivo en los Juegos de Río de Janeiro.

En aquel momento sostuvimos –y lo ratificamos con el diario del jueves, un día después de la eliminación en la fase de grupos- que Olarticoechea había sido muy noble y había decidido cargar en sus espaldas con una responsabilidad en la que, en todo caso, tiene en un bajísimo porcentaje.

Olarticoechea pasó de dirigir a la selección femenina al sub-20 y en un breve lapso, con la renuncia lógica de Gerardo Martino luego de que todos le negaran los jugadores por las eternas peleas internas, saltó directamente al equipo olímpico que ya no tendría a las figuras con las que su antecesor soñaba cuando proyectaba su plantel para Río de Janeiro.

En apenas diez días, sin dinero, sin jugadores, sin apoyo institucional salvo alguno que otro dirigente que decidió dar la cara (aunque también sin ideas), y sin proyecto alguno más que zafar como se pudiera en Río de Janeiro, y hasta con un robo mediante en las habitaciones del hotel en el amistoso de preparación en México DF, el director técnico se las arregló para conformar un equipo que si bien no pasó de grupo y que no cumplió con los requisitos por los antecedentes y la riqueza de su fútbol, tampoco puede decirse que fue superado tácticamente, y hasta cuesta hablar de táctica cuando no hubo siquiera una chance de tener un equipo que se conociera mínimamente dentro de la cancha.

Lo cierto es que esta selección olímpica, más allá incluso del propio resultado final, necesitó apenas tres partidos oficiales, más los pocos de preparación, para reunir la mayoría de los problemas que hoy tiene el fútbol argentino, como consecuencia de años sin proyectos, sin política y sin filosofía de juego.
Nos hemos cansado de escribirlo pero lo diremos una vez más: sin una idea madre, sin saber a qué se quiere jugar, es muy difícil progresar. Se puede, si es que, como en el tan mentado Mundial de 1986 o como en Brasil 2014, o en las Copas América de los últimos años, se dispone de un genio en el equipo. Pero esto, hay que tenerlo muy en cuenta, no es lo habitual.
Esto que ocurrió con Diego Maradona o lo que ocurrió hasta ahora con Lionel Messi, son afortunadas excepciones a la regla.
Pero el fútbol argentino, desde que regresó la selección del desastre del Mundial de Suecia 1958, cuando los dirigentes se equivocaron duramente en el diagnóstico y apostaron por europeizar el juego, darle prioridad al estado físico y al verso de los resultados (como si a los líricos no les interesara), viene descendiendo de manera alarmante en su técnica simplemente porque ésta no interesa demasiado, en aras del negocio.

Digámoslo una vez más con todas las letras: desde fines de los años ochenta, con la globalización, el fútbol argentino se convirtió en un mercado de paso, aunque el puente casi obligatorio (o al menos el mayor acelerador) para que los jugadores sudamericanos emigren a Europa, y entonces hay que producir jugadores para lo que se necesita en el mercado central del mundo.

Con este esquema, no sólo los torneos adaptan ya su calendario sin miramientos para poder venderle jugadores a Europa sino que ya en las divisiones inferiores se plantean los esquemas como se juega allí, y se adaptan posiciones de jugadores como los que necesitan cruzando el océano.

Entonces, de nada vale reclamar a Jonathan Calleri porque no puede convertir de frente al arco y sin el arquero, o a Angel Correa por su enorme mochila a la hora de ejecutar un penal decisivo ante Honduras, o al pibe Lautaro Gianetti por desequilibrarse ante un mal resultado.

Los futbolistas argentinos hacen lo que pueden ante una absoluta falta de estructura institucional, con un director técnico noble pero improvisado, y su carencia de técnica por el apuro por venderlos sin haber madurado, porque el mercado así lo necesita, y sumado a todo este cóctel, el pánico a perder con toda la parafernalia que espera al regreso, lo cual genera esquemas conservadores, jamás demasiado arriesgados aunque la propia clasificación esté en juego.

En el fútbol argentino ya no quedan muchos maestros. Un buena parte, porque se va extinguiendo la última generación de los que vieron aunque sea un fútbol en cuentagotas y van ocupando esos lugares los que ya vivieron la etapa post-1958, con entrenamientos sin pelota, con la TV mostrando los kilómetros recorridos o midiendo la potencia de los remates, o repitiendo como situaciones de gol jugadas en las que la pelota murió en las manos del arquero, por no decir los halagos desmedidos al guardameta por tapar un remate mal colocado y con dirección a donde se encontraban.
El fútbol se fue tergiversando porque desde hace más de sesenta años que el negocio le gana al juego, y si siguen saliendo jugadores (aunque cada vez menos), ocurre por la enorme tradición futbolera que tiene este país, pero como todo, esto alguna vez también se terminará.

Cuando José Pekerman renunció como director técnico de la selección argentina tras el Mundial de Alemania 2006, advirtió que “abajo no hay nada” pero a nadie le interesó, porque las divisiones inferiores no venden.

Hoy, ya no es que se trabaja mal, sino que no hay un director técnico de juveniles, hubo que renunciar a participar de un prestigioso torneo como el de Toulon, y se viajó al de “L’Alcudia sólo con el preparador físico.

Mientras no se sepa a qué se juega, qué se pretende del fútbol, o no se tenga una filosofía propia, como alguna vez se tuvo y generó admiración en todo el mundo, al punto tal de que si hoy Argentina exporta es mucho como consecuencia de la fama adquirida en aquel tiempo, cada vez todo irá a peor.

Lo dijimos y lo volvemos a repetir, aunque somos una gota en el océano. Mientras esto escribimos y publicamos, la mayoría de los medios hablan de “papelón” y cosas por el estilo.

Si los jugadores no aprenden a controlar el balón y a dar un pase preciso al compañero mejor ubicado, si se juega sin wines, sin un nueve técnico, sin un diez con mucho talento, con un ocho híbrido, una defensa que no sabe salir jugando, y además no hay tiempo de adquirir un funcionamiento colectivo, difícil que salga bien. Y no salió bien, ni es lógico que vaya a salir bien, especialmente cuando Messi no juegue más con la albiceleste.


miércoles, 10 de agosto de 2016

Argentina-Brasil, una rivalidad futbolizada




13 de julio de 2014 por la noche. Con el colega uruguayo Javier de León buscamos una mesa en cualquier restaurante de la costa en Río de Janeiro, entre una multitud. Por fin damos con una mesa, afortunados, porque se levantan los comensales. A un lado, cuatro hinchas de Belgrano de Córdoba. Al otro, tres parejas brasileñas, todos rubios, uno de ellos con la camiseta de Alemania. De repente, uno de los tres muchachos pone a todo volumen una tableta con el sonido tomado evidentemente horas antes en la final del Maracaná: “Mil goles, mil goles/mil goles, mil goles mil goles/sólo Pelé, sólo Pelé/Maradona drogadicto”. Ellos acompañan con gritos desde la mesa, y desde otras, les responden. Inmediatamente surge la respuesta con el “Brasil, decime qué se siente” y todos comienzan a pararse. Desde otra mesa, un grupo que parece adherir a los locales canta con ellos, pero repentinamente hacen el número siete con los dedos. Los hinchas del Belgrano se levantan para ir a pegarle a las tres parejas y los calmamos. Llegó la comida y las parejas se dedicaron a comer y todo se fue calmando.

Este hecho ocurrido a pocas horas de la final del Mundial 2014 y en el que fuimos testigos directos, parece repetirse otra vez ahora en los Juegos Olímpicos, llevando la situación a la preocupación de autoridades deportivas y diplomáticas.

¿Qué es lo que ocurre? Los argentinos conocemos bien de ironías, provocaciones y prepotencias. Basta con acercarse a una fila para subir a un avión hacia el país para poder advertir inmediatamente que ese vuelo es de argentinos: por actitud, por desorden, por los gritos,  por el poco apego a la reglamentación. Lo mismo sucede cuando distintos grupos de diferentes edades salen del país y especialmente forman parte de algún acontecimiento deportivo y más aún, en el ámbito de las tribunas.

La rivalidad con Brasil viene de un largo proceso, que algunos relacionan con lo histórico pero creemos que tiene mucho más relación con los códigos estrictamente futboleros.

Si bien hubo hechos aislados en épocas pasadas (como la grave lesión de José Salomón, o la expulsión de Pelé en la Copa de las Naciones de 1964 con aquel codazo a Mesiano o la batalla campal en la final del Mundial sub-20 en México 1983, por citar algunos casos), la rivalidad comenzó a recorrer un camino más complejo cuando ambas sociedades se futbolizaron culturalmente, esto es, cuando ambas, con enormes frustraciones producto de años tenebrosos en los que fueron relegadas y devastadas en sus derechos, depositaron en el fútbol todo tipo de valores hasta agendarlo de manera exagerada, buscando respuestas de éxito en una actividad que desde hace tiempo y en todo el mundo dejó de ser sólo un deporte.

Los que siguen este blog y además viven en la Argentina, ya conocen nuestra idea acerca de lo que viene ocurriendo en el país. La industria de la violencia y la necesidad de éxito a cualquier costo generaron esto que se vive hoy, con más de trescientos muertos por violencia del fútbol como fenómeno,  han derivado en una futbolización completa, presente a cada minuto en cualquier ámbito, sin necesidad de los partidos como contexto.

En el caso de Brasil, todo indica que además de los hechos sociales como contexto que ya hemos delineado, hubo un cambio tras el retiro de Pelé y el final de los tiempos dorados con su generación y la siguiente tras el Mundial de España 1982 y que dejó algunos últimos destellos hasta principios de los noventa con el San pablo de Telé Santana y los supercracks hasta fines de siglo XX como Romario, Ronaldo, Ronaldinho, Rivaldo, Roberto Carlos, Cafú.

Pero hay una evidente argentinización del fútbol brasileño en todos los aspectos hasta llevarlo a una situación demasiado parecida a la de la Argentina, y creemos que hay un elemento fundamental en este análisis: el inicio de las transmisiones de las copas sudamericanas por la TV cable a fines de los años ochenta, cuando no sólo se exportó una forma de jugar, sino un modo de comportarse, de gritar, y hasta de ser violento.

No es casual que, además de los hechos sociales que enumeramos, haya cada vez más víctimas de la violencia en los estadios y su contexto de ultras, al modo argentino, que el fútbol brasileño se desangre en sus ligas locales por venta de sus jugadores al exterior (una costumbre que no existía casi hasta los años ochenta, cuando los cracks se quedaban en el país y generaban una liga muy fuerte), y tampoco lo es que se contrate a futbolistas argentinos para reemplazar a los que se van, o a los directores técnicos argentinos, o que en Porto Alegre se canten en la tribuna los cánticos de las canchas argentinas, o que se busque sistemas tácticos como los argentinos.

Esa argentinización del fútbol de Brasil está, en parte, basada en el negocio de los empresarios, el efecto de la TV y una admiración exagerada hacia una forma de ganar que los propios brasileños lo han sufrido duramente en la competencia como con el episodio nefasto del bidón de los octavos de final del Mundial de Italia 1990 en Turín.
“Más animal que o zagueiro argentino”, rezaba la publicidad que mostraba a Roberto Ayala por TV con la camiseta argentina y que la AFA entendió como un agravio cuando en Brasil, “animal” tiene un sentido positivo, laudatorio.

Fernando Segura Trejo,  doctor en Sociología por la Escuela de Altos Estudios de París, y quien reside desde hace años en Brasil, nos comentaba días pasados por el alarmante crecimiento de un sentimiento anti-argentino fabricado artificialmente también desde algunos medios como la TV Globo, el veterano relator Galvao Bueno, más que nada en la búsqueda de la construcción de un enemigo que acabe supliendo los años siguientes a la frustración de 1950, cuando Uruguay ocupaba ese lógico lugar, aunque mucho más futbolístico.

Segura Trejo nos cuenta que desde algunos medios particulares como los señalados se ha generado una idea del deporte argentino como tramposo, sucio, de malos comportamientos, que no parece condecirse con lo individual, que sigue siendo admirado y con intenciones de contar incluso con él, como con jugadores y directores técnicos.

Desde la Argentina no se necesitó mucho para exacerbar la rivalidad con el fútbol brasileño, luego trasladado a otros órdenes. El doctor Eduardo Val, abogado argentino que reside en Río de Janeiro desde hace un cuarto de siglo, relataba hace poco tiempo que el empresariado y la diplomacia brasileña observan que desde la Argentina “todo se lo toma como competencia futbolera, aunque estemos más para asociarnos que para rivalizar”.

En los años noventa, cuando la selección brasileña llegaba a la Argentina para jugar un partido ante la selección local, el diario deportivo “Olé” llegó a titular con que “vienen los macacos”, generando hasta algún problema diplomático, pero “Lance!”, el diario deportivo brasileño, también llegó a decir, con tono menos exagerado, en la mañana de la final de 2014, que “somos hinchas de Alemania desde chiquitos”, mientras una encuesta de TV Globo sostenía que el 65% de los entrevistados brasileños quería que ganara Alemania y sólo un 35%, Argentina.

¿Es de extrañar entonces que uno de los tres muchachos del restaurante de la cena post-final del Maracaná llevara una camiseta alemana, a tres días de haber perdido 7-1 con su propia selección?

Qué lejos parece haber quedado aquella mezcla de admiración y pica con tantos periodistas y grandes amigos de Brasil con los que pasamos horas recordando grandes jugadores de ambos países, con una enorme tradición de fútbol con técnicas diferentes, las dos maravillosas.

Por lo demás, Brasil se nos aparece a los argentinos como una bendición: un país vecino con casi doscientos millones de habitantes, es decir, un enorme mercado, pero mucho más que eso, la posibilidad de conocer su gente, sus playas, su cultura, su música, su historia.

¿Cómo rivalizar con gente como Rogerio Andrade, quien gentilmente nos llevó con su coche al estadio y nos vino a buscar a varios partidos en Belo Horizonte, y nos invitó a su casa a desgustar una inolvidable picanha, mientras se acordaba de tantas canciones latinoamericanas, muchas de ellas argentinas? ¿cómo rivalizar con la gran Rosilene Fernandes, amiga desde que nos alojó en su casa durante el Mundial en la misma Belo Horizonte, y nos ayudó en todo lo que pudo, con una enorme calidez?

Pensemos por un instante cómo reaccionaríamos si cada día, durante semanas, a cada instante, nos cantaran, por ejemplo, “Argentina, decime qué se siente, tener en casa a tu papá, seguro que en todos estos años, nunca nos vamos a olvidar/que Adriano te vacunó y Zico te gambeteó, estás llorando desde España hasta hoy/ Neymar ya vas a ver/La copa nos va a traer/Ya sabés, Brasil es Pentacampeón”.

¿Lo aceptaría esta sociedad que produjo trescientos muertos en el fútbol con una sonrisa socarrona?


El fútbol sigue acaparando todo. Tal vez sea un buen momento para parar la pelota y reflexionar cuánto de positivo es tener a Brasil de vecino y honestamente pensar qué se siente cuando tenemos la suerte de visitar un país tan hermoso, y que la número cinco no nos tape el bosque.

domingo, 7 de agosto de 2016

El decisivo viaje de Bauza a Cataluña (Yahoo)




En pocos días, los argentinos, y también en buena medida los seguidores del Fútbol Club Barcelona en todo el mundo, podrán saber si finalmente Lionel Messi regresa a la selección argentina para los dos próximos partidos por jugarse en setiembre por la clasificación al Mundial de Rusia 2018, o si se mantiene con la idea original dada a conocer a principios de julio acerca de que no volverá a vestir la camiseta albiceleste.

Pasados unos días de aquella final perdida por penales por la selección argentina ante la chilena, por segunda vez consecutiva, por una nueva Copa América, en este caso en los Estados Unidos, pareció que con sus vacaciones y un cambio de clima, rodeado de sus afectos y con los deseos de volver a jugar al fútbol, Messi podía cambiar de opinión.

Más aún, el pedido de su regreso de buena parte de una sociedad argentina que antes lo criticaba y hasta un sector sostenía que le importaba más el Barcelona que la selección nacional, tal vez puedan obrar sobre Messi, quien no volvió a pronunciarse en ningún momento, tal como suele ocurrir debido a que no es alguien que guste mucho de hacer declaraciones a la prensa.

El mayor problema para Messi, aunque pudo parecer que se trató de la enorme frustración por no haber podido conseguir un título con la selección argentina absoluta desde que debutó en 2005 con este equipo, no pasa por las derrotas que se pudieron haber acumulado, sino en la sensación de que no hay un respaldo institucional por parte de la muy caótica federación de su país, la AFA.

El enojo de Messi con la AFA tiene distintas aristas y no es sólo de este último tiempo. Desde hace tiempo ya que tanto él como muchos otros jugadores de peso, como Javier Mascherano, sienten que no hay un proyecto claro para las selecciones nacionales y que los dirigentes no tienen el nivel necesario para acompañarlos.

Un buen ejemplo es el propio sistema de juego. Desde que Messi juega en la selección argentina pasó de un esquema más ofensivo con Alfio Basile, quien utilizaba a Juan Román Riquelme como eje, a otro muy distinto con Diego Maradona hasta el Mundial de Sudáfrica. Luego llegó Sergio Batista con la idea de emular el 4-3-3 del Barcelona pero la mala campaña en la Copa América de Argentina en 2011 lo dejó en el camino y fue reemplazado por Alejandro Sabella, quien en cambio jugaba con presión alta y a la espera del error del rival y tras el Mundial de Brasil todo volvió a cambiar con Gerardo Martino, quien prefiere jugar con la tenencia de la pelota y apostó por Javier Pastore o Ever Banega para esa función.

Con la salida de Martino tras la reciente Copa América Extra de los Estados Unidos, Messi y Mascherano prefirieron el silencio para no interferir en la elección de un nuevo entrenador para la selección argentina, creemos que con acierto, porque no es función de los jugadores sino de los dirigentes y porque saben bien que cualquier mal resultado a futuro los tendría en el centro del debate.

Luego de un largo tiempo y de haber sufrido una intervención de la FIFA por los enormes problemas de corrupción que arrastró en estos años, la AFA por fin se decidió por Edgardo Bauza como nuevo entrenador nacional, aunque su preferencia pasaba por Jorge Sampaoli, Diego Simeone o Marcelo Bielsa, pero no consiguió a ninguno de los tres. El primero, porque significaba pagar una alta cláusula de rescisión al Sevilla, su nuevo club, el segundo prefirió seguir su ciclo en el Atlético Madrid, y el tercero directamente sintió que no era el momento.

En estas condiciones surgió la posibilidad de que el nuevo interventor, Armando Pérez, evaluara dialogar con varios entrenadores como Ramón Díaz, Carlos Bianchi (que decidió retirarse de la competencia) y Miguel Russo, hasta decidirse por Bauza, con quien se reunió primero.

Bauza, ex defensa central que ha llegado a ser el cuarto goleador de la historia del fútbol mundial en su posición, es reconocido tanto por su carácter ganador como por su fuerte personalidad, que le permitió obtener dos Copas Libertadores en sus quince años de carrera, una con Liga Deportiva de Quito en 2008,  que es la única que ha ganado hasta hoy un equipo ecuatoriano en las 57 ediciones, y la otra con San Lorenzo en 2014, que también es la única que ganó este club en toda su historia.

Bauza, que tuvo cortas experiencias en clubes del fútbol argentino, ya había dirigido en Perú, Ecuador y actualmente lo hacía en el San Pablo de Brasil y ni bien se le informó que había sido el elegido, manifestó que su intención es viajar a Barcelona para dialogar “de fútbol” con Messi sin una intención de convencerlo para regresar al equipo argentino aunque al mismo tiempo sostiene que no se imagina un equipo argentino sin el mejor jugador del mundo.

Habrá que ver si Messi acepta regresar pronto para jugar ante Uruguay y Venezuela, el 1 y 6 de setiembre próximos, por la clasificación para Rusia 2018 o si prefiere tomarse más tiempo para pensarlo y observar cómo será el nuevo esquema táctico de Bauza, un entrenador que suele hablar de “equilibrio” y que no tiene problemas en señalar que si sus equipos se ponen en ventaja, prefiere retrasarlo unos metros para mantenerla.

Bauza debe dar la lista de convocados antes del próximo 15 de agosto y aunque ya anticipó que en esta primera etapa no habrá cambios sustanciales respecto de los jugadores que participaron con Martino, parece fundamental la reunión con Messi de los próximos días.


sábado, 6 de agosto de 2016

Historia legal del penal (Un cuento de Marcelo Wío)



En fútbol, en lo que a reglamentación se refiere, tuvo mucho de prueba y error. Por algún motivo – negligencia, desidia, o vaya a saber cuál otro -, muchas historias relacionadas directa o indirectamente con estos inicios de tanteos, pifias y carambolas, han sido ninguneadas hasta el olvido.

Pues bien, tuve la suerte de oír una de esas historias, en una estación de tren en Holanda, donde se me acercó un hombre mayor que me escuchó hablando por teléfono en español. Sos argetino, me dijo, indicando un lugar a su lado, en el banco.

Cesáreo Cattaneo, se presentó. Me fui de la Patagonia en un barco pesquero holandés y ya no volví más. Hace más de cuarenta años. Una breve reseña de andanzas o derroteros que los iban llevando, indefectiblemente, a un destierro fortuito. Pero no abundó las memorias que lo involucraban a él. Cesáreo quería contar otra cosa; como quien está desesperado por pasar una clave por temor a que se muera con uno.

Los inglese eran bastante chambones. Eran tipos con suerte, pero chambones. Cada vez que crearon algo, lo hicieron para el traste, y otros tuvieron que ir a arreglar el desaguisado (aunque ellos se colgaban los laureles). Y en el fútbol no hubo excepción. Cuando se pensaron los penales, se olvidaron, ni más ni menos, reglamentar que el pateador debía hacer efectivo el disparo a la orden del árbitro.

Dirás que es una macana menor. No, querido. De menor, nada. En el pueblo de Barda Alta, en la meseta patagónica, en un partido que definía la liga regional entre Forajidos del Sur y Atlético Esperanza, se dio una situación que grafica la omisión normativa en toda su dimensión.

El pateador se plantó ante el balón, y se esperó un leve movimiento del portero que delatara un ladeo, una inclinación hacia un costado, para aprovechar esa ventaja mínima y clavarla el lado opuesto. Le amagaba sutilmente con la mirada, con la intención de provocar ese desplazamiento suficiente para provocar el llamado “a contra pierna”. El portero estaba estático, conociendo ese juego de engatuzamientos, de amagues. Los dos firmes, no dando a torcer ni un céntimetro de intención.

A los dos o tres minutos, el árbitro le ordenó al pateador que ejecutara el penal. Pero no había ninguna regla en ese sentido: es decir, el árbitro sólo podía sugerir que se pateara, pero no tenía autoridad legal para ordenar que así se hiciera. En términos legales, la opinión del juez no era vinculante; y se encontraban ante un vacío legal preocupante.

De hecho, se pusieron a discutir como se hacía antes (con respeto, prestándose la palabra, tratándose de usted) sobre el asunto. Elpidio Vega (así se llamaba el pateador) dijo – en lo que acaso fue más bien una argumentación más cercana a la filosofía del derecho que al mero reglamento deportivo – que de hecho, ni siquiera estaba contemplado que se tuviera que patear dentro del tiempo reglamentario.

Es más, estuvo de acuerdo el portero, Aníbal Echagüe (mostrando una integridad moral que más de uno ahora quisiera tener para sí), el penal es el único evento que puede ocurrir una vez concluyó el tiempo reglamentario – y tampoco, en este caso, se indica un periódo máximo de tiempo para ejecutar la pena; con lo cual podría diferirse in aeternum (sí, muchacho, los futbolistas antes también sabían expresarse... No te das una idea cómo ha cambiado todo).

A todo esto, el árbitro era poco dado a la silogística, y aquellos dos se habían entusiasmado y ergotizaban el asunto que mamma mía.

Te hago corto lo que no es prolongado. El tiempo terminó, Vega y Echagüe seguían ahí plantados – ahora, más que nada, como una declaración de principios. El árbitro era de otro pueblo y no quería que se le hiciera tarde, así que suspendió el partido y dijo que la próxima semana ya si acaso se resolvía el asunto. De más está decir que no volvió a la semana siguiente, ni a la siguiente, ni nunca.

Y Elpidio y Aníbal siguieron allí, firmes, midiéndose, ora de pie, o sentados, ao currucados en un sueño liviano; al principio por un orgullo zonzo, y luego ya aceptando que el destino era esa misma espera de un hecho que no tendrá lugar, y no el disparo de un penal – un tiempo después de que Cattaneo me refieriera el asunto, indagué un poco más (sobre todo, con afán de verificación), y me encontré con algunos testimonios que afirmaban que de joven Samuel Beckett había andado por la Patagonia, y que había conocido la historia y la había adaptado a una obra de teatro)

Elpidio y Aníbal, pues, quedaron allí, en el predio, esperando lo inacontecible, por llamarlo de alguna manera, unidos por un balón que era una suerte de indeterminación, de algo que no podía intervenir en el devenir de las cosas; es decir, ser profanado con una patada final.

Mientras los dos hombres perserveraban allá, los yuyos y las areniscas iban reclamando potestad sobre el territorio y sus adyacencias.

Meses después, me enteré en Londres,  la noticia del suceso llegó a Buenos Aires y, de allí, rápidamente a Inglaterra, donde se decidió que el árbitro daría la orden de lanzamiento de la pena máxima; y había que patear y punto.