lunes, 29 de octubre de 2018

River y Boca se juegan el año en Brasil, pero no llegan igual (Jornada)


En apenas 72 horas tendremos el panorama más claro. En Brasil, River Plate y Boca Juniors se juegan el año cuando deban afrontar los durísimos partidos de vuelta de semifinales de Copa Libertadores de América ante Gremio de Porto Alegre y Palmeiras de San Pablo, respectivamente, aunque esto no significa que lleguen en la misma situación.

River necesita revertir el 0-1 de la ida del Monumental del martes pasado, cuando un experimentado Gremio, actual campeón de América, aunque sin dos de sus figuras principales, ambos atacantes, Luan y Everton, lesionados, sorprendió al equipo argentino y lo venció a partir de una jugada de pelota parada (un córner que cabeceó muy bien el volante Michel aunque lo ayudó una muy mala salida de Franco Armani).


Pero mucho más allá del gol de diferencia, en un partido que bien pudo acabar 0-0 porque los brasileños se dedicaron a cortar el juego de River cerrando todos los caminos hacia su muy buen arquero Marcelo Grohe, lo que se notó es que el equipo que dirige Marcelo Gallardo no se encuentra en su mejor momento de forma.

River es un equipo que basa su juego en lo colectivo, en una cierta dinámica e intensidad que suelen ayudar a sus individualidades, y es en el Monumental y en esta clase de partidos definitorios, y mano a mano en series de ida y vuelta, cuando eleva su rendimiento, tal como ocurriera en octavos de final ante Racing Club y en cuartos, ante Independiente.

De hecho, River no estuvo jugando en esta Copa con el valor doble del gol de visitante y Gallardo prefirió, en cambio, apostar a la “media inglesa” (empatar afuera, ganar luego en casa), pero no contaba con el muy pronunciado bajón en el rendimiento de Gonzalo “Pity” Martínez (no debe ser fácil saber que en poco más de un mes, el dinero que percibirá por su muy probable pase al Atlanta de la MLS norteamericana, será sustancialmente mayor), y que Ignacio Fernández, Ignacio Scocco y Lucas Pratto no pasan tampoco por su mejor momento.

Si los atacantes y volantes de apoyo no están bien y el rival cuenta con jugadores de mucha personalidad y forman parte de una maquinaria pensada para resistir, todo se hace más complicado.

¿Puede revertir River la serie en Porto Alegre? No parece nada fácil ante el campeón y en su casa, pero los dirigidos por el excéntrico Renato Portaluppi (ganador de la Copa como jugador, en los años ochenta, y como DT en 2017) pero ya Gallardo lo consiguió en 2015 ante el Cruzeiro, en cuartos de final, al caer también en la ida en el monumental.

Claro que para eso, River requerirá de mucha concentración, enorme mentalidad para superar un clima muy adverso, una defensa sólida ante la posible vuelta de Luan y Everton, y especialmente, una gran efectividad en ataque. Para 2018, éste es su gran objetivo más allá de que a su vuelta lo espera Gimnasia y Esgrima La Plata para la semifinal de la Copa Argentina, anteúltimo paso en busca de llegar a la Copa Libertadores 2019, a la que también podría acceder de ganar la actual edición.

Boca, en cambio, llega con mucho más aire al Arena Parque, el nuevo estadio del Palmeiras en San Pablo, tras el muy buen 2-0 de la ida en la Bombonera del pasado miércoles, aunque no debe engañarse. Su mayor confianza podría residir en una gran solidez demostrada del medio hacia atrás, porque si bien los paulistas no se atrevieron a pasar casi nunca la mitad de la cancha, con un planteo demasiado especulativo, fue claro que cuando lo hicieron, fueron rápidamente neutralizados.

Pero Boca sigue siendo, desde hace años, un equipo espasmódico. Sin ideas de juego, sale cada partido rezando para que sus delanteros resuelvan lo que el esquema no consigue. Ni Cristian Pavón es aquel jugador desequilibrante de los partidos finales del torneo argentino anterior y desde que volvió del Mundial de Rusia no logra superar el “uno contra uno”, ni Mauro Zárate encuentra su lugar como enlace entre volantes y delanteros, ni es reemplazado por otros compañeros, por lo que el equipo aparece partido con tres volantes que luchan y corren (Pablo Pérez, Wilmar Barrios y Nahitán Nández), y tres de adelante que hacen lo que pueden (los citados Pavón y Zárate, más un nueve como Ramón “Wanchope” Ábila, que busca que lo habiliten para poder marcar goles, pero eso casi nunca ocurre.


Así es que como en el Monumental el partido pintaba para un 0-0 clavado y llegó el gol de cabeza de Gremio, en la Bombonera ocurría lo mismo hasta el minuto 81 cuando el director técnico Guillemo Barros Schelotto se jugó la última carta, la de un nueve por otro, e hizo entrar a un Darío Benedetto que llevaba una larga racha de sequía desde que regresó de la lesión (nueve cotejos) por Wanchope, y en esos pocos minutos, pagó con dos goles de gran factura que cambiaron radicalmente la serie pero de ninguna manera la idea táctica.

¿Boca tiene todo definido para la vuelta en San Pablo? En series tan apretadas, un 2-0 en la ida es una diferencia amplia, pero el equipo de Barros Schelotto no tiene un sistema que lo ampare, más allá de que manejó muy bien la vuelta en cuartos ante Cruzeiro en Belo Horizonte tras el mismo resultado en la ida en la Bombonera.

Pero Palmeiras es mucho más que Cruzeiro, tiene mejores jugadores, es el puntero en el Brasileirao, el gran torneo nacional brasileño, y seguramente someterá a Boca a una gran presión, más allá de que en un campo grande y con la chance de contragolpe, el equipo argentino tiene siempre la chance de un gol que dejaría muy maltrechos a los paulistas porque los obliga a meter cuatro.

Si River se juega el año en Porto Alegre, Boca se juega su chance de lanzarse en el plano internacional, después de once años sin ganar la Copa Libertadores. Aquella vez, con Juan Román Riquelme como gran figura, lo consiguió en Porto Alegre y ante Gremio, algo que podría volver a ocurrir, dependiendo de que los brasileños eliminen a los de Gallardo.

domingo, 28 de octubre de 2018

Un duro golpe al Real Madrid (Yahoo)





Si bien habrá que aceptar aquella frase que dice que todo lo que comienza mal, probablemente termine mal, seguramente muy pocos imaginaron que el ciclo de Julen Lopetegui como entrenador del Real Madrid podía llegar a su fin con una derrota tan dura como la que padeció el domingo en el Camp Nou ante el Barcelona en el Clásico.

Es cierto que hace dos temporadas, sucedió algo parecido con Rafa Benítez, que también terminó yéndose con un rotundo 0-4 y en el Santiago Bernabeu (y casualmente, con Lionel Messi ausente en gran parte de aquel partido, porque provenía de una lesión e ingresó al final, cuando ya todo estaba acabado), pero no daba la impresión de que la diferencia podía ser tan amplia y no sólo en el marcador.

Porque si el Barcelona ganó por 5-1 y sin Messi, también hay que señalar que se le contabilizaron trece llegadas claras a la portería de Thibaut Courtois y la diferencia pudo haber sido mayor, como es cierto también que si fuera por los primeros veinticinco minutos de la segunda parte, el Real Madrid hasta pudo haber empatado a dos en ese tiempo, de no ser por el remate de Luka Modric que terminó con el balón rebotando en el palo izquierdo de un Marc Ter Stegen ya vencido, para luego salir por el otro costado.

El ciclo de Lopetegui ha sido muy malo para el Real Madrid pero mucho más que en los resultados, porque se lo nota como un equipo que ha perdido aquella confianza ciega que demostraba en los tiempos de Zinedine Zidane como entrenador, y con Cristiano Ronaldo como goleador, como si hubiera perdido la magia que le entregaban estos dos protagonistas legendarios del club.

Como si se hubiera convertido, en pocos meses, en un equipo llano, raso, uno más entre tantos que compiten con jugadores de calidad, pero sin ese toque de distinción que comenzó cuando Carlo Ancelotti procedió a limpiar aquella nefasta imagen planetaria dejada en los tiempos de José Mourinho.

El fino trabajo de Ancelotti por recuperar el vestuario, ir lentamente derivando en un equipo que tratara bien al balón y confiara en sus capacidades, decayó por pocos meses con Benítez pero tomó envión definitivo con Zidane, pero la final de la Champions League de mayo en Kiev ante el Liverpool, que desató la euforia por la Decimotercera, escondía para el vestuario, la toma de consciencia de que se acercaba el final del ciclo para un Cristiano Ronaldo que comunicaba su salida, y a los pocos días, la del entrenador, que dejaba sin margen de maniobra al club, en el inicio del receso veraniego y con el Mundial de Rusia demasiado cerca.

Allí fue que se fraguó en el club y en el presidente Florentino Pérez la extraña idea de la contratación de Lopetegui, anunciada de manera extraña a horas del debut mundialista de la selección española, con el estremecimiento que eso provocó y el final conocido, pero sumado a que Real Madrid no supo reaccionar a la salida de Cristiano Ronaldo a la Juventus y nunca le encontró reemplazo, como asimismo se dio el lujo de poner en duda a su portero costarricense Keylor Navas, gran figura de las pasadas temporadas, para traerle una alta competencia como la de Courtois, para lo que lo privó de jugar en la Liga.

El desbarranque del vestuario blanco es evidente porque sigue teniendo jugadores de gran calidad, pero que no lograron aislarse del contexto y como bien definió de manera clara tras el Clásico el muy buen volante brasileño Casemiro (quien fue elevado como titular por Zidane), la temporada, hasta ahora, ha sido “desastrosa” y muy probablemente el italiano Antonio Conte, con otra línea completamente distinta, llegará en los próximos días para reemplazar a Lopetegui.

Lo del Barcelona es muy distinto. Simplemente, y aún sin Messi, y cuando alternaba muy buenos partidos con otros no tanto, se encontró con facilidades blancas que no esperaba y con una buena ventaja al terminar la primera parte, con una soberbia actuación de Jordi Alba por el lateral izquierdo, y un Arthur que viniendo desde el fútbol brasileño sin una escala europea, se adaptó de manera inmediata a un sistema de juego que por lo general se genera desde muchos años antes.

Tras los veinticinco minutos de la segunda parte en los que lo pasó mal por el dominio blanco, el Barcelona aprovechó el 3-1 gracias al instinto y el oportunismo de un gran goleador como el uruguayo Luis Suárez y a partir de allí, con un Real Madrid con escasa capacidad de lucha, una línea de tres con un Sergio Ramos más errático que de costumbre, Nacho y Casemiro (como líbero entre los dos) ya no pudo parar a un rival con el ímpetu para llevárselo por delante, como terminó ocurriendo.

El Barcelona puede tener tardes como la del 5-1 en el Camp Nou, que desatan la euforia de sus simpatizantes, o noches como la de Wembley ante el Tottenham por Champions, en la que brilló el genio de Messi, ausente en este Clásico.

Pero el Real Madrid no puede seguir repitiendo lo que hizo durante gran parte del Clásico, cuando parece estar ausente, sin fuerzas, sin espíritu, y desplegando en el césped grandes nombres sin el mayor compromiso detrás (a excepción de Marcelo, que lleva tres partidos consecutivos marcando pese a ser lateral izquierdo).

Habrá que ver si con el relevo en el banquillo las cosas cambian para que abandone este noveno puesto en Liga y una mediocre producción en la fase de grupo de Champions, pero especialmente, para que recupere la memoria de lo que podía generar escasos meses atrás.

jueves, 25 de octubre de 2018

River y Boca, suerte diversa ante planteos rivales parecidos




A una semana de definirse la situación de cada uno de los dos clubes más grandes de la Argentina, unos miran la definición de la semifinal de Copa Libertadores con optimismo (Boca Juniors) y el otro, con mucha preocupación (River Plate), debido a los distintos resultados obtenidos como locales en la semana que pasó, aunque eso no se condiga con el juego desplegado por cada uno.

River debe enfrentarse a una situación similar a la de los cuartos de final de la Copa Libertadores de 2015, que acabó ganando, cuando tras caer como local ante Cruzeiro, pudo remontar la serie con un gran 0-3 en Belo Horizonte, aunque ahora se ciernen algunas nubes en el equipo “millonario” y no todas están relacionadas a la fortaleza del rival, nada menos que el vigente campeón, Gremio de Porto Alegre.




Este River de Marcelo Gallardo, que ha sido muy sólido en estos años, especialmente en los mano a mano, no tuvo una buena semana. Más allá de la derrota ante Colón de Santa Fe por la Superliga, que le hizo perder un largo invicto que batió su propio récord histórico, al equipo se lo ve sin aquella dinámica que lo caracterizó en los compromisos importantes (especialmente como local), y algunos jugadores aparecieron con bajos rendimientos, como Gonzalo “Pity” Martínez, cuyo inminente pase a la MLS pudo haberle alterado un poco la concentración o bien no terminó de recuperarse de la lesión que lo mantuvo varios días fuera de las canchas, y lo mismo ocurrió con Ignacio Scocco, a su vez reemplazante de un Lucas Pratto que pese a la fuerte suma pagada por su transferencia, no termina de conformar a los hinchas.

Gremio, por su parte, hizo su trabajo. Se paró bien atrás, a sabiendas de que no contaría con sus dos mejores jugadores en ataque (Luan y Everton, una enorme ventaja para su rival), y cortó todas las vías de llegada de River, y con muy pocas infracciones, y sus dos marcadores centrales, Pedro Geromel y el argentino Walter Kanemann, respondieron con firmeza igual que el gran trabajo de despliegue de su mediocampo, y luego supo aprovechar una de las pocas oportunidades que tuvo para marcar cuando Michel cabeceó en un córner desde la izquierda tras una enorme duda de Franco Armani para salir (no es la primera vez que le ocurre).

River puso haberse quedado con diez jugadores porque Leonardo Ponzio debió ser expulsado por doble amarilla, pero el volante de River goza de una impunidad única, con reiterados casos similares, en muchos de los cuales Gallardo lo protegió a tiempo, reemplazándolo de inmediato, como el pasado martes por la noche.

River puede levantar la serie en el Mineirao, pero todo indica que la remontada ante el campeón de América en su casa parece muy complicada, sumada a la vuelta casi segura de Luan y Everton ante su propio público y con la ventaja del triunfo con gol de visitante.

Boca tuvo más suerte ante el Palmeiras y ésta no es sólo una frase. El equipo de Guillermo Barrros Schelotto sigue sin convencer. No tiene una línea determinada de fútbol y cuando el partido se encaminaba en la Bombonera a un 0-0 clavado, el director técnico probó haciendo ingresar a nueve minutos del final a Darío Benedetto por Ramón “Wanchope” Ábila, es decir, nueve por nueve, con la idea de que el azar tuerza lo que la táctica no pudo.

Y efectivamente, luego de nueve partidos sin marcar, Benedetto no sólo desniveló sino que en pocos minutos, en una ráfaga de talento, hizo dos goles con los que ahora Boca llega de otra manera a San Pablo, muy parecido a lo que ocurrió ante Cruzeiro en cuartos de final,. Con el mismo marcador en la ida, en Buenos Aires.


Pero Boca no puede engañarse. Sacó un resultado casi ideal y sin embargo, juega bastante menos que este River que ahora debe remontar la cuesta en Belo Horizonte.
River sabe a qué juega. Tiene un patrón y a veces puede ocurrir que no le salga lo planeado, o que una circunstancia, o más de una, determine un resultado negativo. Boca, en cambio, es un equipo espasmódico. Le puede pasar que gane sin merecerlo y porque algunos de sus cracks definan por sí mismos, como Benedetto en la noche del miércoles, pero especialmente desde el medio para arriba, no hay una construcción colectiva.

Boca tiene, sí, solidez del medio hacia atrás, aunque tampoco fue exigido por Palmeiras en la Bombonera, con demasiado temor a la historia ante un equipo sin ideas ni conceptos generales. Pero no se entiende el sistema de Barros Schelotto porque si el mediocampo está compuesto por luchadores como Pablo Pérez, Wilbar Barrios y Nahitán Nández, y en el ataque está conformado por Cristian Pavón y Wanchope, éstos necesitan un enlace que conecte las líneas, y Mauro Zárate, el tercero en cuestión en ofensiva, no siente esa función porque es un segunda punta que acompaña al goleador y no un “diez” que pueda generar juego. Boca tiene dos. En el plantel, para esa función: Bebelo Reynoso y Edwin Cardona, pero misteriosamente, Barros Schelotto prescindió de ambos como local, cuando más necesitaba sacar una diferencia.

La terminó sacando, porque le salió bien y la perinola cayó de su lado cuando hizo ingresar a Benedetto, como pudo no haberle salido. Pero endilgarle al DT de Boca conocimientos tácticos por esta azarosa elección, suena a muy exagerado, más allá de que Boca tiene jugadores capaces de llevar al equipo a la final.

martes, 23 de octubre de 2018

Gremio de Porto Alegre, de aquel inicio racista a esta actualidad de títulos internacionales (Infobae)





Aquel 15 de setiembre de 1903 parece mucho más lejos de lo que fue aún, si se toma en cuenta que después de la fundación de Gremio de Porto Alegre por parte de las colonias inmigrantes de alemanes e ingleses en Río Grande del Sur, hubo impedimentos raciales para ingresar y representar al club hasta entrada la década de 1950, y que desde los años ochenta se convirtió en una de las entidades más populares de Brasil y es el actual campeón de la Copa Libertadores y rival de River Plate en la semifinal de esta edición.

Gremio bien podría llamarse Club Atlético de Porto Alegre o Asociación de Porto Alegre, porque su nombre nada tiene que ver con cuestiones sindicales. Y aunque el mismo día también se fundó otra entidad deportiva por parte de la colonia alemana, el Fussball Club Porto Alegre, el Tricolor (negro, azul y blanco) o “Rey de Copas”, como se lo reconoce en Brasil, es el que genera más pasiones en la región gaúcha.

Ocho días antes de la fundación de Gremio, había pasado por Porto Alegre el Sport Club Río Grande, el primer club de Brasil, para jugar un partido de exhibición y esto generó tal entusiasmo, que el empresario Cándido Días, de Sorocaba, se reunió con otras treinta y un personas con la idea de representar a las colonias alemana e inglesa, en especial la primera, conformada por inmigrantes de mediados del siglo XIX y descendientes de éstos. De esta forma, mantenían la comunicación en idioma alemán, tanto de forma oral como en comunicados oficiales.

Sin embargo, el club era demasiado elitista y xenófobo y no permitía el acceso de otros miembros como socios hasta que todo se rompió en los años cincuenta cuando se decidió el fichaje de Tesourinha (Osmar Fortes Barcellos), un destacado jugador negro en el Sudamericano.

Gremio fue el primer equipo que no pertenecía al Estado de Río de Janeiro en jugar en el Maracaná cuando en 1950 derrotó al Flamengo 3-1 y se convirtió en el primer extranjero que venció a Boca en la Bombonera (4-1), el 15 de febrero de 1959. En tanto, el argentino Néstor Scotta marcó un gol histórico para el Tricolor, cuando en 1971 hizo el primer tanto de la historia de la Liga Brasileña Nacional unificada. Fue en el estadio Morumbí y ante el San Pablo, y Gremio se impuso 1-0.

Gremio es uno de los equipos brasileños con mayor palmarés. Comparte el podio de Copas Libertadores (tres, 1983, 1996 y 2017) con su rival Internacional de Porto Alegre, Santos y San Pablo, además de haber ganado una Intercontinental (1983), dos Supercopas sudamericanas (1996 y 2018, ambas ganadas a Independiente, con el que perdió la final de la Copa Libertadores de 1984) y suma dos Brasileiraos, cinco Copas de Brasil y una Supercopa brasileña.

Sin embargo, la gran mayoría de conquistas, especialmente las internacionales, comenzaron a llegar en la década de 1980, cuando su popularidad creció mucho más en la región.

Recién en 1981 consiguió su primer título brasileño, al derrotar en la final al San Pablo y en 1983 ganó su primera Copa Libertadores al vencer a Peñarol (es recordado el partido de semifinal cuando Estudiantes, con siete jugadores, le empató 3-3 en La Plata tras ir perdiendo 3-1)  y ese mismo año ganó la Intercontinental cuando se impuso 2-1 al Hamburgo, precisamente un equipo alemán, que contaba con jugadores como Félix Magath o Manfred Kaltz. El director técnico en ese tiempo era Valdir Espinosa.

En 1989 fue el primer ganador de la Copa de Brasil pero dos años más tarde descendió a la Serie B para ascender al año siguiente (1992) y en 1994 volvió a ganar la Copa de Brasil al vencer al Ceará en la final.

La segunda Copa Libertadores la ganó en 1995 con el ex seleccionador nacional Luiz Felipe Scolari (actualmente en el Palmeiras) ante el Atlético Nacional de Colombia, pero fue derrotado por penales ante el Ajax de Van Gaal en Japón. Sus jugadores más destacados eran los atacantes Paulo Nunes y el espigado goleador Mario Jardel.

Tras varios títulos, en 2004 volvió a descender a la B y en 2005 volvió a ascender en un recordado partido ante el Náutico de Recife, con 4 jugadores menos (por expulsiones) y dos penales en contra, pero de todos modos ganó 1-0, con gol del volante Anderson (luego fue al Manchester United), en lo que se llamó “La Batalla de los Aflitos” (por el nombre del estadio) y resultó el equipo con más venta de entradas de todas las divisiones.

Dos años más tarde llegó a la final contra el Boca Juniors de Juan Román Riquelme, y contaba con Sebastián Saja en el arco y con Rolando Schiavi en la defensa, pero perdió por un global de 5-0.

Con 115.300 socios activos, hace seis años que cambió de estadio, al pasar del tradicional Olímpico Monumental, inaugurado en 1954 (con capacidad para 54.081 espectadores),  al actual Arena de Gremio (60.540 espectadores), inaugurado el 8 de diciembre de 2012. 

El Arena do Gremio se encuentra emplazado en la autopista BR-290 que une Porto Alegre con los municipios de Osorio y El Dorado del Sur y forma parte de un complejo de esparcimiento que incluye un hotel, un centro comercial, un centro empresarial y un complejo habitacional de 67.600 metros cuadrados. Y también el museo Herminio Bittencourt desde diciembre de 2015, de arquitectura moderna, en el que se puede recorrer toda la historia del club.

Su gran rival es el Internacional, también de Porto Alegre (camiseta roja) que también es muy poderoso, con su gran estadio Beira-Río, tres Copas Libertadores, dos Supercopas sudamericanas, una Copa Sudamericana, una Copa Intercontinental y un Mundial de Clubes, además de seis campeonatos brasileños y una Copa de Brasil. El enfrentamiento entre ambos clubes gaúchos es uno de los mayores de todo Brasil, especialmente desde que ambos tuvieron un enorme crecimiento en los años ochenta, y hasta tiene nombre propio: “Grenal”.

El himno  del club se refiere al “crack inmortal tricolor” en referencia a Eurico Lara, su arquero de los primeros años, entre 1920 y 1930 y han vestido la camiseta tricolor jugadores históricos como Jugadores como Douglas Costa (ahora en la Juventus), Felipe Melo (Palmeiras), Ronaldinho (debutó allí y jugó entre 1998 y 2000), Alejandro Sabella (1986/86), Sebastián Abreu (1998), el paraguayo Francisco “Chiqui” Arce (1994-97), Schiavi (2006-07), Batista, Eder, Edinho, Everaldo, Mario Sergio, Mazaropi, Paulo Isidoro, Paulo Nunes, Jardel y su actual director técnico, Renato Portaluppi.

Tras haber tenido entrenadores de la talla de Scolari, DT como Tité, Cuca, Hugo De León, Mano Menezes, Sebastiao Lazaroni, o Emerson Leao, el club fue a buscar a Renato Portaluppi por tercera vez en 2016, cuando no había ganado títulos en los dos ciclos anteriores y descansaba en las playas cariocas, pero su carrera dio un viraje en esta última oportunidad.

Renato ganó la Copa Libertadores como jugador en 1983 y marcó los dos goles que le dieron a Gremio la Intercontinental ante el Hamburgo. Tiene una estatua en el club y suele posar con su busto (con anteojos oscuros) en las conferencias de prensa y parece muy arrogante, pero es muy querido por sus jugadores, que se ríen cuando cuenta sus enormes farras con Romario o Edmundo en sus tiempos de esplendor.

Muy mujeriego, lo pagó caro quedando afuera del Mundial de México 1986 por una noche de fiesta en la que no volvió a la concentración. Pasó sin mucha lumbre por la Roma y fue ídolo del Flamengo y el Fluminense pero como DT del segundo perdió la gran oportunidad histórica de ganar la Copa Libertadores ante Liga de Quito de Edgardo Bauza en 2008.

Más bien de códigos antiguos y lejos de la jerga tacticista, Renato cobra multas a sus jugadores cuando llegan tarde, la llamada “Caixinha”. Últimamente agregó un dron para espiar a los adversarios porque “el mundo es de los astutos”.

En 2017 ganó su tercera Copa Libertadores en la recordada final ante el Lanús de Jorge Almirón con un equipo del que queda poco más de la mitad de sus titulares (su gran arquero Marcelo Grohe, gran figura en el torneo, el experimentado zaguero Pedro Geromel, el argentino Walter Kannemann y el lateral Bruno Cortez, el volante Jailson, y los delanteros Luan y Ramiro) pero sufrió muchas bajas como principamente la de Arthur al Barcelona, Edilson al Cruzeiro, Fernandinho (ex Manchester City) al fútbol chino, Pedro Rocha al Spartak y hasta el veterano Lucas Barrios a Argentinos Juniors, pero cuenta con nuevas figuras como Maicon, Everton, Alisson o Michel.

En 2018 lleva como segunda equipación  la camiseta “Charrúa”, de color celeste, en homenaje  a la selección uruguaya. “Divididos por una frontera, el país vecino tiene una pasión que golpea el mismo compás ritmado del corazón de quien lleva consigo raza, determinación y perseverancia en cada juego. La referencia de la camiseta celeste establece un registro de afinidades culturales y deportivas históricas con el fútbol uruguayo, sea por los valores de garra, voluntad y espíritu copero o sea en el rescate del recuerdo de grandes atletas uruguayos que a lo largo de la historia vistieron nuestro manto y contribuyeron a grandes conquistas”, dice Beto Carvalho, el ejecutivo de marketing del club, con especial referencia a uno de los grandes líderes de la defensa tricolor, Hugo De León, también figura de la selección uruguaya en los años ochenta y campeón de América e intercontinental en aquel equipo en el que también jugaba Renato, su actual DT.





La Argentina, otra vez en la FIFA (pero que nadie se entere) (Jornada)





Mientras Mauricio Pochettino dice que es “inviable” ir a la selección argentina, con un contrato renovado por cinco años con el Tottenham, Diego Simeone recibe una oferta del Atlético Madrid para extender su contrato que finaliza en 2020 aunque él ya prometió a Javier Zanetti ir al Inter aunque sea dos años, y Marcelo Gallardo sostuvo esta semana que sólo piensa “en River”, los medios dieron cuenta, en estas horas, que el presidente de la AFA, Claudio “Chiqui” Tapia, asumió interinamente uno de los puestos de representación de la Conmebol ante la FIFA.

La AFA tuvo un enorme peso en la FIFA desde la década de los ochenta, cuando Julio Grondona, que se preciaba de no hablar idiomas “porque el fútbol es un lenguaje universal”, fue escalando posiciones durante la presidencia del brasileño Joao Havelange (1974-1998), hasta llegar a ser el vicepresidente senior, el número dos del organismo internacional con sede en Zurich, o, como él mismo dijo, “el vicepresidente del mundo”.

“Ustedes me tienen envidia porque ningún argentino llegó tan lejos como yo”, sostuvo ante este periodista, en 2010, en Zurich, a los pocos minutos de que el suizo Joseph Blatter fuera reelecto una vez más como presidente de la FIFA.

Cuando Blatter fue electo presidente por primera vez, durante el Congreso Internacional de la FIFA que finalizó un día antes de comenzar el Mundial de Francia 1998, venciendo en la votación al camerunés Issa Hayatou –que en aquel tiempo lo acusó de corrupción para luego llegar a reemplazarlo en 2015 de manera interina cuando el suizo salió por la ventana, justamente por hechos de corrupción-, quien le levantó la mano como si fuera un boxeador que acaba de ganar su título mundial, fue Grondona.

Ya el entonces veterano dirigente argentino era acusado por los medios ingleses de toda laya de ser el responsable de la gran caja de los cheques de la FIFA y quien, con un guiño de un ojo, era capaz de incidir en las decisiones de Blatter. “Me bastaba una mirada de Julio para entenderlo”, llegó a confesar más tarde el suizo. Grondona iba al baño siempre antes de los congresos importantes porque sabía que luego sería imposible moverse de la silla. No había que perderse nada.

Sin embargo, Grondona llegó a los cargos más altos de la FIFA por una casualidad, casi de contragolpe, aprovechando un error adversario.  Cuando en 1985 estaba por terminar su mandato como presidente de la Conmebol el peruano Teófilo Salinas, quien llegó a ocupar el sillón principal durante exactos veinte años, un Grondona ya en ascenso se había ilusionado para ocupar algún cargo dejado por éste, o al menos, tener la posibilidad de incidir en algún puesto para aumentar su poder en el fútbol sudamericano.

El fallecido dirigente argentino se comunicó entonces con Havelange, a Río de Janeiro, y el brasileño le aconsejó que visitara personalmente a Salinas en Lima, cosa que Grondona aceptó y de hecho, regresó ilusionado de su charla con el peruano. Sin embargo, a los pocos días recibió una pésima noticia: Salinas le informaba que quien ascendería al cargo de vicepresidente de la FIFA sería el uruguayo Eduardo Rocca Couture, de amistad personal con Havelange.

Grondona enfureció tanto, que en el congreso siguiente de la Conmebol, en 1985, en Chile, cuando se dio a conocer la designación de Rocca Couture, lanzó junto a su amigo Eduardo Deluca (que provenía del ascenso, igual que él) durísimas diatribas contra Havelange, que hoy sorprenderían a más de uno visto el derrotero que siguieron juntos años más tarde.

Pero esta furia duraría muy poco. Rocca Couture y un Salinas en retirada cometerían un grave error cuando aceptaron que por la penetración de la Coca Cola en la URSS, la dirigencia chilena aceptara que el Mundial sub-20 cambiara de manos hacia otro continente, y de esta forma, Havelange llamaría a Grondona para que se reunieran a solas en México DF en diciembre de 1985 durante el sorteo del Mundial.

Allí, cuando Grondona menos se lo hubiera imaginado, la perinola caería de su lado y se encontraba con la posibilidad de reinsertarse en la FIFA, al punto de acceder meses después a la vicepresidencia, mientras que en la Conmebol asumía el paraguayo Nicolás Leoz, y como secretario general, su amigo Deluca.

Con la muerte de Grondona, fue su sucesor interino en la AFA, Luis Segura, quien ocupó una de las representaciones de la Conmebol ante la FIFA aunque ya la fuerza argentina se había desmoronado, especialmente cuando un año más tarde, en 2015, explotó el FIFA-Gate y cayó toda la plana mayor de la entidad sudamericana con sede en Paraguay.

Argentina cayó definitivamente en desgracia y mucho peor aún luego del vergonzoso 38-38 de diciembre de 2015 para elegir presidente de la AFA. Wilmar Valdez, el entonces presidente de la Asociación Uruguaya (AUF) tomaba entonces el lugar dejado por Argentina, que se había quedado sin representación importante en Zurich, más allá de algunas pocas comisiones de segundo orden, sin peso general en las decisiones.

Pero, como en 1985, Tapia tuvo la suerte necesaria, más allá de todos los lobbies que pudo haber hecho ante Gianni Infantino, presidente de la FIFA desde 2016. Porque por más asados y reuniones que le haya armado en sus visitas a Buenos Aires y de arrancarle una promesa de vuelta a los primeros planos en cuanto algún hueco se produjera, durante el Mundial de Rusia, se produjo de la manera más inesperada.

Valdez estaba a días de ser reelecto para otro período en la AUF cuando aparecieron unas escuchas telefónicas que lo involucraron en negociados con dinero para sistema de iluminación de estadios en Uruguay y entonces decidió no volver a presentarse, desatando un huracán en su país que terminó con un extraño pedido de la Conmebol para que la FIFA interviniera la AUF (así será hasta febrero de 2019), que suena mucho a bloquear desde el organismo sudamericano cualquier intento del empresario uruguayo Francisco “Paco” Casal de acceder a los derechos de TV de las copas internacionales.

Y al renunciar Valdez, su lugar como representante de Conmebol ante la FIFA quedó vacante y fue tomado, interinamente ahora, por Tapia. Lo llamativo es que la entidad sudamericana nunca comunicara si se trataba formalmente de un congreso, asamblea, o lo que fuere. Todo allí se hace a puertas cerradas y apenas, luego, aparece un escueto comunicado, como si hubiera mucho que esconder.

Lo cierto es que Tapia, el yerno del poderoso sindicalista Hugo Moyano (presidente de Independiente, acusado por un fiscal de defraudar al club por 30 millones de dólares), hincha de Boca, y presidente de Barracas Central, ahora llega a la FIFA cuando sigue sin poder definir quién será el DT de la selección argentina…pero que nadie se entere, por las dudas.


domingo, 21 de octubre de 2018

Sin Messi ni Cristiano, el Clásico entra en una nueva era (Yahoo)




Fue en el lejano 23 de diciembre de 2007, en el Camp Nou, cuando se jugó, hace casi once años, el último Clásico sin Lionel Messi y Cristiano Ronaldo. Aquella vez se impuso el Real Madrid por 0-1 con gol de “La Bestia”, el brasileño Julio Baptista. El próximo fin de semana, en el mismo escenario, volverá a ocurrir que ninguna de las dos grandes estrellas de la década en el fútbol mundial estarán en el césped, lo que acaso vaya marcando una tendencia.

Esta vez, como aquella de 2007, Messi está lesionado, y tal como en aquella oportunidad, Cristiano Ronaldo no forma parte de la plantilla del Real Madrid. Si hace once años integraba el equipo del Manchester United, ahora forma parte de la Juventus.

La gran pregunta es cuál de los dos equipos se perjudica más y todo indica que el Barcelona, por la sencilla razón de que el Real Madrid no tiene posibilidades de modificar la ausencia de su gran goleador durante todas las temporadas pasadas. 

Cristiano Ronaldo se marchó tras la tercera final de Champions League ganada consecutivamente, y tras esa decisión dada a conocer a sus compañeros tras el triunfo ante el Liverpool en Kiev, también acabó yéndose nada menos que el entrenador Zinedine Zidane, generando un cataclismo en el club.

De hecho, a Florentino Pérez le costó mucho digerir ambas salidas y no les encontró grandes soluciones y el problema está a la vista: una pérdida total de confianza en la plantilla, rendimientos muy por debajo del nivel de los últimos años (Sergio Ramos muy lento, Raphael Varane que parece que sigue viviendo las mieles del título mundial, Isco Alarcón irregular. Luka Modric, tratando de concentrarse tras su fracasado intento de marcharse al Inter, Keylor Navas, resignado a la inexplicable llegada de Thibaut Courtois luego de ganar tres Copas de Europa consecutivas siendo gran figura en la última, Mariano que no está teniendo suerte con el gol, llegado a último momento como retorno desde el fútbol francés).

Y por si fuera poco, la muy complicada situación del entrenador Julen Lopetegui, quien no comenzó de la mejor manera, desde aquella desafiante presentación ante los medios de Florentino Pérez a dos días de comenzar la participación española en el Mundial de Rusia, lo que descalibró completamente a La Roja, y que ahora pende de un hilo tras el desastroso inicio de Liga y tampoco demasiado buen pie en la Champions, y con los rumores instalados de que podría ser reemplazado en cualquier momento por Santiago Solari, el entrenador argentino de los juveniles del club, más identificado con la línea de juego y de pensamiento de Zidane.

Pero pierde más el Barcelona, señalamos, porque Messi no sólo sigue en la plantilla y en activo, sino que se lo ve con la nueva motivación post-mundialista en la búsqueda de la quinta Champions de su carrera y de estos años, y la sexta para el club, y justo cuando venía encontrando su ritmo perfecto, con siete goles en los nueve partidos, y con algunas notables producciones como las del pasado fin de semana en el Camp Nou ante el Sevilla, o la de Wembley ante el Tottenham por la Champions, le ocurrió esta lesión que lo marginará, por lo menos, por tres semanas de las canchas.

¿Cómo puede el Barcelona reemplazar a Messi justo cuando en partidos tan importantes como los que se juega en esta semana? No parece una pregunta fácil. Sustituir al genio resulta imposible, en ese nivel, porque ningún jugador llega a esa producción pero sí se puede buscar algún rumbo, como el entrenador Ernesto Valverde hizo cuando supo que ya no contaría con Andrés Iniesta para esta temporada y el único posible organizador real, además por la lesión de Carles Aleñá, el otro que podía cumplir esta función.

Valverde optó entonces por quitar un delantero y reforzar el mediocampo y rodearlo más a Messi. Se las arregló muchas veces con Luis Suárez en el ataque, ayudado por Ousmane Dembélé en algunas ocasiones, pero privilegió a Philippe Coutinho, mucho más mediapunta, manteniendo la estructura del medio con Sergio Busquets e Iván Rakitic, y en los últimos partidos, el brasileño Arthur fue desplazando a Sergi Roberto.

Pero con la salida de Messi, durante estas tres semanas, acaso haya lugar para Malcom o para la continuidad de Dembélé en el ataque, junto a Suárez, y lo más probable es que la función creativa quede en Coutinho, siempre reforzado por los tres volantes mencionados.

La situación del Real Madrid aparece mucho más complicada desde la posición en la tabla y desde la crisis mediática por la falta de gol y de resultados inmediatos, que desde la realidad. La temporada aún no llegó siquiera a la mitad y la distancia que hoy existe con el Barcelona, líder en solitario de la Liga, es de cuatro puntos, por lo que ganando y dando un golpe de autoridad en el Camp Nou, ya lo colocaría muy cerca.

Lo que sucede en el Real Madrid es que tanto tiempo sin marcar un gol y que lo haga Marcelo, finalmente, en el contexto de una derrota ante el Levante en el Santiago Bernabeu, no parece muy alentador, y más aún si se agrega que la séptima colocación en la tabla coloca a los blancos, hoy, fuera de Europa para 2019/20.

Pero todo esto no es más que una fotografía en una larga película, en la que quedan demasiados capítulos como para dramatizar tanto en octubre, a siete meses del veredicto. En el medio, aún quedan las campanadas, las uvas y el receso invernal, y mucho recorrido en Copa del Rey, Liga y Champions.

De cualquier modo, el Clásico sin Messi y Cristiano, nunca será lo mismo que con ellos. Se los extrañará pase lo que pase.

sábado, 20 de octubre de 2018

Uruguay piensa en un Mundialito como Plan B por si se cae la candidatura para el Mundial 2030 (Infobae)





Desde el gobierno uruguayo ya se piensa en un Plan B en el caso de que pueda caerse en los próximos meses la candidatura para organizar el Mundial 2030 junto con Argentina y Paraguay, más allá de que el gobierno de Mauricio Macri le haya confirmado al de Tabaré Vázquez, en los últimos días, su deseo de seguir con el objetivo.

Infobae pudo saber que en Uruguay ya se viene pensando en un plan alternativo para 2030, teniendo en cuenta que se trata de una fecha emblemática porque en ese año se cumplirá el centenario del Mundial de 1930, que fue el primero que organizó la FIFA, y además, será el bicentenario de la independencia del país.

Por esta razón, viene ganando posiciones la idea de que en el caso de que por alguna razón la candidatura tripartita sudamericana no pueda llevar a cabo su objetivo, en Uruguay se dispute entonces una especie de Mundialito de más corta duración y que sólo se dispute en territorio uruguayo, tal como ocurriera en 1980, al cumplirse cincuenta años del primer Mundial.

En aquella oportunidad, entre los días finales de 1980 y los primeros días de 1981 se llevó a cabo el Mundialito, que incluyo a todos los campeones del mundo, divididos en dos zonas, aunque al no poder estar presente Inglaterra, fue reemplazada por Holanda, en aquél tiempo, dos veces subcampeona (1974 y 1978).

Aquél campeonato lo ganó Uruguay, en una final ante Brasil. Argentina integró la zona de Alemania y Brasil, mientras que Uruguay jugó contra Italia y Holanda.

En esta oportunidad, se estudia la chance de invitar a las otras siete selecciones campeonas (se sumarían en ese caso Inglaterra, Francia y España) o la posibilidad de realizar un torneo más corto, que no dure más de una semana o diez días.-
Los peligros mayores para la candidatura tripartita sudamericana, según estiman funcionarios uruguayos del gobierno pasan por la situación económica de la Argentina, que ya rechazó organizar el Mundial de basquetbol junto a Uruguay cuando ya la FIBA realizaba inspecciones en los dos países, la crisis que vive el fútbol uruguayo, intervenido por la FIFA hasta febrero de 2019, y aún superando estas dificultades, no pasar el corte en la competencia contra otros postulantes.

En cuanto a la situación económica argentina, días atrás circularon versiones sobre una posible baja de la candidatura por parte del gobierno de Macri, pero esto no sólo fue desmentido sino que los secretarios de Deportes, en ese momento, Carlos Mc Allister y Fernando Cáceres, mantuvieron una primera comunicación que luego se amplió a los presidentes Macri y Vázquez, en la que desde la Argentina se intentó transmitir tranquilidad a Uruguay acerca de que todo sigue siendo igual que antes y que se mantiene el interés en organizar el Mundial 2030.

Sin embargo, Uruguay enfrenta otro problema propio y es que la actual crisis por la intervención de la FIFA a la AUF podría agravarse a principios de diciembre cuando se lleve a cabo allí el Mundial femenino sub-17 y los máximos dirigentes de la FIFA se encuentren in situ justo cuando vence el plazo (el 2 de diciembre) para que se apruebe el estatuto nuevo con los cambios que propone la entidad madre de Zurich.

Hasta el momento, la FIFA –que intervino la AUF a pedido de la Conmebol que preside el paraguayo Alejandro Dominguez sin que haya quedado demasiado claro el motivo, teniendo en cuenta situaciones éticas más graves como las de la Federación Peruana o la Australiana- encontró fuertes resistencias en una decena de clubes uruguayos, que se niegan a votar el nuevo estatuto y que se oponen a la intervención y han recurrido a la máxima instancia deportiva mundial, el TAS.

El problema mayor que encontraron estos clubes es que el TAS ya informó que se tomará el tiempo necesario para resolver si corresponde o no que la AUF haya sido intervenida (el titular es Juan Pedro Bordaberry, senador del Partido Colorado e hijo del dictador uruguayo entre 1973 y 1976, Juan María), y entonces con mucha probabilidad, el fallo del tribunal sería posterior a la finalización de la citada intervención, lo que dejaría sólo con efecto retroactivo cualquier medida tomada.

Uno de los ejes de la discordia pasa por los cambios que propone el nuevo estatuto que propicia la FIFA, que integra a los votantes a los actores alternativos como el fútbol sala, el fútbol femenino, los árbitros o los directores técnicos, pero también al fútbol del interior.

Asimismo, en estas horas los clubes, en una Asamblea, estudiaban el caso de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP) de Chile, que resolvió la situación otorgando más votos a los clubes de primera división sobre el resto de los integrantes, pero eso quedaría sujeto a una aprobación final de la FIFA en diciembre, y en caso de no aceptación, el fútbol uruguayo podría quedar en una situación de rebeldía y ser suspendido para competencias internacionales.

En este caso, las chances de que una candidatura que tuviera a Uruguay como miembro, serían casi nulas.

El tercer obstáculo, ya externo, es que la candidatura tripartita sudamericana no ganara la organización del Mundial tomando en cuenta la calidad de sus posibles competidores, especialmente tres: Inglaterra, China y España-Portugal, a los que podría sumarse Marruecos, si bien este país africano podría integrarse a otra candidatura del Magreb junto con Argelia, Túnez, Mauritania y Libia, y también las dos Coreas están analizando presentarse.

En el caso de Inglaterra, el presidente de la Federación (FA), Greg Clarke, afirmó que la entidad se tomará todo 2018 para analizar el contexto antes de tomar la decisión de presentarse, y el vicepresidente, David Gill, dijo que estudiarán “si todo el proceso es correcto”, a partir de la desconfianza que generó en Inglaterra la forma en que quedó eliminada en la carrera para 2018 finalmente ganada por Rusia, en la votación de 2010 en la FIFA.

Inglaterra piensa en tratar de descalificar la candidatura tripartirá sudamericana al considerar que ya América organizará el Mundial 2026 (candidatura conjunta de Canadá, estados Unidos y México votada durante el Congreso de la FIFA en Rusia 2018) y no puede, entonces, ser anfitriona en dos torneos consecutivos, pero para la FIFA, CONCACAF (Confederación del Norte, Centro y del Caribe) y Conmebol (Confederación Sudamericana) son completamente distintas.

Por esta misma razón que esgrime (erróneamente) Inglaterra, Conmebol vetaría a China para 2030, teniendo en cuenta que otro país asiático, Catar, organizará el Mundial 2022, por lo que sería demasiado pronto para que un país asiático pudiera acceder a albergar un Mundial, según indicó en Rusia el presidente de la Conmebol, Domínguez, a Infobae.



martes, 16 de octubre de 2018

Mucho más amistoso para Argentina que para Brasil (Jornada)




Se trata, éste de Argentina y Brasil, en Jeddah, de un clásico raro. Más extraño aún que aquel “Superclásico de las Américas” en el que se cortó la luz y se tuvo que suspender, como ocurrió hace poco más de seis años en el Chaco. Porque la selección brasileña, aunque el país está envuelto en cruciales elecciones presidenciales en pocos días, toma muy en serio este partido, con jugadores claves y desequilibrantes que, además, forman parte de un ciclo que lleva más tiempo liderado por Tité desde 2016, y porque, al contrario, el equipo argentino sigue siendo manejado interinamente por Lionel Scaloni y no se ve la luz al final de un extenso túnel.

El único problema que puede tener Brasil es la mente desviada hacia las elecciones que determinarán si Jair Bolsonaro o Fernando Haddad será el próximo presidente, pero una derrota ante Argentina en un amistoso, por más dura que pueda llegar a ser, en nada impedirá el camino que trazó Tité hace más de dos años. Sabe a qué juega y qué pretende, y a lo sumo estará buscando algunos nuevos intérpretes para enriquecer lo que ya posee.

Brasil hizo un aceptable Mundial y si no llegó a semifinales es porque en cuartos fue eliminado por una gran Bélgica en el mejor partido del torneo.

Lo de Argentina es totalmente distinto. Y no porque tenga un director técnico de transición porque eso podría entenderse y pocos dirían algo si Scaloni permaneciera en el banco hasta finales de 2018.

El problema de la selección argentina comienza en una AFA que no determina cuál es su prioridad, cuál es su idea de juego. A qué apunta y con qué estructura, e incluso, no tiene claro quién manda y cuáles son los valores que se persiguen.

Si para el presidente de la AFA, Claudio Tapia, es lo mismo Josep Guardiola (a quien dice que llamó aunque el DT insista que no) que Marcelo Gallardo, Gerardo Martino, Diego Simeone o Mauricio Pochettino, significa que como tantas otras veces, lo que se busca es un nombre y no una idea madre de la que partir. Y esto mismo va generando espanto en los que puedan o ya fueron (porque nunca se sabe con claridad) convocados para este menester.

Si ya se intentó hablar con un DT que arregló con otra selección, y en su momento se le dijo que por encima suyo habría un manager (¿José Pekerman?), razón  por la cual ese DT no quiso aceptar, y ahora ya no se menciona este otro cargo, ¿significa que ya no corre o que no se sabe si el manager determina la estructura o si lo que determina va por fuera del fútbol profesional?

Pero aún hay algo menos entendible, y es que si la AFA llegó a cancelar en un mismo fatídico día para su historia, a principios de junio pasado, una cita con el Papa en El Vaticano y un viaje a Israel para jugar un amistoso ante la selección local porque, se argumentó, podía generar problemas políticos el ir a Jerusalén, sede del partido. ¿cómo puede participar, en absoluto silencio, de un clásico ante Brasil en territorio de Arabia Saudita, donde no sólo no se respetan elementales derechos humanos, sino que el país es cuestionado por todos los frentes de la diplomacia internacional por la sospechosa muerte del periodista Jamal Kashoggi en su embajada en Estambul, a la que concurrió para un trámite?


Este descuido es llamativo, al igual que un enorme silencio por parte de la mayoría de los medios de comunicación que siguen las andanzas de la AFA y la selección argentina, cuando fueron testigos de aquella bochornosa conferencia de prensa de Tapia en Barcelona, cuando sostuvo, sin que los músculos de su cara se le ablandasen mínimamente, que la ausencia de la selección argentina en Jerusalén era “una contribución a la paz mundial”.

Cabe recordar que el pasado 24 de agosto, la FIFA suspendió por un año y le impuso una multa de veinte mil francos suizos al presidente de la Federación Palestina de fútbol, Jibril Rajoub “por incitar al odio y a la violencia” por su llamamiento a quemar camisetas argentinas de Lionel Messi si la selección argentina decidía jugar en Jerusalén ante Israel, partido que fue suspendido apenas dos días antes de jugarse y que aún no tiene fecha de realización.

En este sentido, el ex futbolista e ícono del Manchester United, el francés Eric Cantona, fue muy duro en un Tweet, con el hashtag #Elenäo apuntando más al fútbol brasileño que al argentino: “cuando veo que la selección brasileña va a jugar un amistoso ante Arabia Saudita- por mucho dinero, estoy seguro-, consigo entender por qué una gran parte de la población de este país va a votar por Bolsonaro cuando Arabia Saudita es un constante violador de los derechos humanos”.

En verdad, y hablando de dinero, AFA y CBF todavía deben explicaciones oficiales por aquél partido entre Argentina y Brasil jugado en Qatar a fines de 2010 y definido con un gol de Messi en los segundos finales, muy pocos días después de que sus presidentes votaran a este país como sede del Mundial 2022. Para este Clásico, las dos entidades sudamericanas cobraron un cachet mucho mayor al tradicional.



En este contexto, que Lionel Messi no sólo no juegue sino que tampoco aclara por qué no lo hace, es casi una obviedad. Nadie sabe a qué se quiere apuntar en la selección argentina y entonces, un triunfo, un empate o una derrota ante Brasil, en estas circunstancias, apenas puede quedar en la anécdota si no puede ser considerado un eslabón en un ciclo con objetivos básicos y con dirigentes con una mínima capacidad para llevarlo a cabo.