domingo, 31 de enero de 2021

Arpad Weisz, el innovador DT que descubrió a Giuuseppe Meazza, condujo al Bolonia a lo más alto de Europa, pero fue víctima del nazismo y terminó asesinado en Auschwitz (Infobae)


 

No fue hasta 2007 que muchos seguidores del fútbol italiano, húngaro y de todo el mundo se enteraron de la existencia de uno de los más grandes directores técnicos de la historia, Arpad Weisz, fallecido en el campo de concentración de Auschwitz el 31 de enero de 1944.

El entonces editor de una de las más reconocidas revistas europeas, la italiana “Guerin Sportivo”, Mateo Marani, hojeaba un viejo calendario de la publicación cuando descubrió la historia de Weisz, que lo deslumbró y generó que escribiera un libro que está agotado y que sigue siendo buscado por los aficionados, “Del Scudetto a Auschwitz”: un director técnico innovador que provocó un cambio definitivo en la manera de ver el fútbol, y que de repente tuvo que dejarlo todo para escapar de los nazis junto con su familia, pero por ser judío lo pagó muy caro, al igual que su esposa y sus dos hijos.

Nació en Solt, Hungría, el 16 de abril de 1896 y desde muy pequeño se lo veía siempre con una pelota en sus pies. A nadie sorprendió entonces cuando comenzó a jugar al fútbol al más alto nivel como extremo izquierdo. Era hábil e inteligente y en esos tiempos, cuando se estaba disolviendo el imperio austro-húngaro, los equipos de la zona del río Danubio deslumbraban por su juego y sus cracks, entre ellos uno austríaco, que era siete años menor que él, Matías Sindelar, luego considerado el mejor del mundo, y también con un final trágico, aunque distinto al suyo.

Debutó siendo muy joven en el Törekvés  húngaro, llegó a jugar para el Makabi Brno en Checoslovaquia, y entre 1922 y 1923 ganó siete títulos internacionales cuando tuvo la posibilidad de jugar en el fútbol español . Participó de un partido con el Barcelona, que en ese entonces entrenaba el húngaro Jesza Poszonyi, y terminó en el UD Gerona por seis meses  

Fue convocado para participar con su selección en los Juegos Olímpicos de París en 1924 y si bien no jugó,  pudo aquilatar una enorme experiencia porque fue dirigido por Hugo Meisl, luego entrenador del “Wunderteam” (Equipo Maravilla) austríaco que marcaría el fútbol de los años Treinta, y el capitán era Bela Gutman, también judío, que pudo sobrevivir a Auschwitz y luego se convirtió en el director técnico del Benfica de Eusebio en los años Sesenta que ganaría dos veces la Copa de Campeones de Europa.

Tras los Juegos Olímpicos fue transferido al Inter, pero se retiró a los dos años, en 1926, por una lesión. Decidió entonces volcar todos los conocimientos aprendidos como jugador, desde sus grandes maestros. Y se convirtió en director técnico y su primera acción fue viajar inmediatamente a Buenos Aires y Montevideo para conocer de cerca los sistemas tácticos que se utilizaban en la zona del Río de la Plata porque el fútbol argentino y uruguayo era considerado del más alto nivel, junto con el austríaco y el húngaro.

También se dedicó a estudiar a los principales entrenadores europeos como el italiano Vittorio Pozzo (luego bicampeón mundial 1934 y 1938), su ex DT Hugo Meisl, y Herbert Champman, que había implementado el sistema táctico “WM” en  el Arsenal inglés y lo readaptó para el fútbol italiano. Enseguida fue designado asistente del DT en el Alessandria y al poco tiempo pasó al Inter de Milán con sólo 30 años.

Ya en el Inter pudo desarrollar toda su capacidad, provocando un cambio total en la cultura del entrenamiento y los cuidados del futbolista. Descubrió a Giuseppe Meazza (hoy el estadio del Inter lleva su nombre), por entonces un joven de 16 años que con el tiempo se convertiría en uno de los mejores jugadores de la historia del Calcio. Notó sus condiciones pero le hizo ganar peso con una alimentación diferente, mejoró su pierna menos hábil con entrenamiento diferenciado con remates reiterados a un frontón, y le inculcó disciplina táctica hasta hacerlo debutar en el primer equipo con apenas 17 años. Meazza ganaría los Mundiales de 1934 y 1938 con la selección italiana de Pozzo –admirador suyo y amigo de Meisl-, que escribió el prólogo de un libro que presentó Weisz por ese tiempo, llamado “El juego del fútbol” y que fue considerado una especie de biblia del juego.

Weisz ganó el scudetto de 1930 con el Inter cuando apenas contaba con 33 años, y hasta hoy es el DT más joven en ganar un título de liga en Italia. Fue justo en la temporada en la que el inter se había fusionado. Supuestamente por motivos económicos, con Unione Sportiva Milanese. Convirtiéndose en Ambrosiana, nombre con el que duraría hasta finalizar la Segunda Guerra Mundial y que muchos relacionan con una necesaria adecuación al régimen fascista de Benito Mussolini, que buscaba italianizar nombres con connotación extranjera. De hecho, Weisz ya enfrentó su primer problema personal con el poder político, cuando debió cambiarse su apellido por Veisz.

También fue mentor de otro crack, Fulvio Bernardini, quien más tarde se convertiría en el primer entrenador italiano en ganar el Scudetto con dos equipos diferentes, Fiorentina y Bologna. Weisz solía llevarlo para observar juntos a la los juveniles de la “Primavera” (divisiones inferiores) del Inter.

Otro cambio fundamental que promovió fue la forma de pararse en cada entrenamiento. Hasta su llegada. Los entrenadores acostumbraban a dirigir desde el centro del campo de juego o desde los costados pero sin moverse y vestidos de traje. Pero él comenzó a llegar con buzo y zapatillas y prefería mezclarse con los jugadores para verlos desde cerca y así entendieran mejor sus conceptos parando las jugadas. No es casual que en su libro hable de “Fútbol Ilustrado” como una manera de aplicar métodos científicos en el juego. Hablaba de la dieta de los jugadores y hasta se preocupaba por el estado del césped mucho antes que lo hicieran Marcelo Bielsa o Marcelo Gallardo. También señalaba la importancia de las concentraciones antes de los partidos.

Un cambio de dueño en el club fue creando fricciones que generaron que Weisz prefiriera salir del Inter apenas un año después del Scudetto, buscando otros destinos.

Dirgió entonces al Bari y al Novara hasta que finalmente llegó al Bologna en 1935 y se estableció allí junto con su familia. Era un lugar ideal para él, por la tranquilidad y porque le permitía, por su pasión, discutir de fútbol en los bares. El club estaba definitivamente en alza luego del éxito que había tenido en la década del Veinte y ahora era adquirido por el empresario Renato Dall’Ara, con quien Weisz hizo inmediata amistad y una fructífera relación laboral, hasta convertir al conjunto con la fuerza suficiente como para desafiar a la Juventus, que había dominado al fútbol italiano en los últimos cinco años.

Ya con la experiencia del Inter. Se prestó especial atención a la dieta de los jugadores y al campo de juego del Littorale, el antiguo estadio del club al punto de que Weisz se encargó de que se reuniera un equipo de jardineros para asegurarse de que la hierba tuviera una longitud adecuada.

Terminó realizando dos campañas sensacionales con los scudettos de 1936 y 1937, aunque el segundo lo compartió con un título europeo que se considera un antecesor de la Copa de Campeones, durante la Exposición Universal de París, en la que se impuso primero al Sochaux, luego al Slavia Praga, y en la final 4-1 al Chelsea, lo que terminó con la idea de imbatibilidad de los equipos ingleses.

Tras ese éxito resonante, la prensa italiana y europea lo elogiaron de tal modo que un medio publicó que había nacido “un equipo que haría temblar al mundo” y la revista semanal “Il Calcio Illustrato” lo declaró “El Mago”.

Sin embargo, pese a llegar a ser considerado el mejor DT de Europa,  todo comenzó a caerse en septiembre de 1938 con la promulgación de las Leyes Raciales de 1938, que imitaban a las de Nüremberg con las que Mussolini quería ponerse a tono con Adolf Hitler. Weisz entró en peligro al punto que ni siquiera el reconocimiento que tenía en el ambiente parecía salvarlo. 
 
Fue destituido como DT del Bologna y a los pocos días huyó de Italia con su mujer Elena y sus hijos Roberto y Clara hacia París (tenía 45 años), pero no estaban cómodos y volvieron a mudarse hacia Dordrecht, Holanda, más amigable para los judíos. Le ofrecieron trabajo como DT y se convirtió en ídolo salvando al equipo del descenso en la primera temporada y llegó al quinto puesto en la siguiente. 
 
Pero en mayo de 1940, los nazis invadieron los Países Bajos y prohibieron el acceso de los judíos a las escuelas, las tiendas, los bares y el transporte público. Los Weisz fueron sobreviviendo gracias a la ayuda del presidente del Dordrecht hasta que en agosto de 1942 fueron capturados por la Gestapo tras un soplo de un colaborador holandés. El primer destino fue el campo de concentración de Westerbork, el mismo de Anna Frank. Luego fueron trasladados a Posel (Polonia) aunque sólo quedó Arpad, que pudo pasar el corte por su contextura física para trabajar pero su mujer y sus hijos fueron subidos a otro tren y ya no supo más de ellos. Los tres fallecieron el 5 de octubre de 1942 en la cámara de gas en el campo de Auschwitz II-Birkenau, a donde el DT llegaría meses más tarde luego de atravesar el infierno de Cosel. 
 
En Auschwitz ya habían sido asesinados más de un millon de judíos antes que él, y murió de hambre y frio, en muy malas condiciones, el 31 de enero de 1944, justo un año antes de que los soviéticos liberaran el campo de concentración.
La historia de Weisz había quedado prácticamente desaparecida con la renovación de aficionados. Nadie quería recordarlo, ni siquiera en el ambiente del fútbol hasta que lo redescubrió el periodista Mateo Marani en 2007 con su libro “Del Scudetto a Auschwitz” y fue a partir de allí que el Bologna decidió dedicarle una placa en su estadio Renato Dall’Ara, que lleva el nombre de aquel dirigente amigo de Weisz, mientras que el Inter descubrió otra placa en San Siro, y hay otra en el estadio de Novara y en el de Bari, donde también hay una calle con su nombre cerca de la cancha.
Inter y Bologna llegaron a vestir en varias ocasiones unas camisetas conmemorativas y ya se plantearon que en cada pretemporada, los dos equipos se enfrenten por un trofeo “Arpad Weisz”.
En enero de 2020, el Chelsea construyó un mural diseñado por Solomon Souza en la zona oeste de su estadio de Stamford Bridge. Con la inscripción “Dile no al antisemitismo”, una campaña financiada por el presidente del club, Román Abramovich. En ese mural aparecen las menciones de futbolistas como Weisz y Julius Hirsch, asesinados en campos de concentración. Y de Ron Jones, prisionero de guerra conocido como “El arquero de Auschwitz”.
Por su buena práctica contra el antisemitismo, el Bologna fue seleccionado para colaborar en el proyecto “Changing the Chants” de la Unión Europea y en el que participan la Casa de Anna Frank. “Fare Network” y los clubes Borussia Dortmund y Feyenoord con la idea de sensibilizar a los hinchas acerca de los cánticos en el fútbol con métodos educativos para prevenir el razismo y el antisemitismo.

 

 

 
 
 

 

 

 

 

 


sábado, 30 de enero de 2021

Los secretos del Maracaná, uno de los grandes templos del fútbol mundial (Infobae)


 

“Sólo tres personas logramos silenciar el Maracaná: El Papa Juan Pablo II, Frank Sinatra y yo”, solía ironizar Alcides Edgardo Chiggia, autor del legendario gol que por años pareció echar una maldición a uno de los considerados como grandes templos del fútbol mundial y que será sede de la tercera final a partido único de Copa Libertadores y con la particularidad de que será entre dos equipos paulistas en tierras cariocas, Santos y Palmeiras.

Chiggia se refería al que para muchos es el acontecimiento más asombroso de la historia del fútbol, el llamado “Maracanazo” del 16 de julio de 1950, cuando tras el empate de Juan Alberto Schiaffino a los 21 minutos del segundo tiempo, trece minutos después anotó el gol con el que la selección uruguaya pudo dar vuelta el resultado (ganaba Brasil 1-0 con tanto de Friaꞔa) y consagrarse campeona del mundo por segunda vez, cuando al conjunto local le bastaba con un empate para ganar el Cuadrangular final y además, era el claro candidato a quedarse con la Copa (al punto que el presidente de la FIFA, Jules Rimet, sólo tenía preparado su discurso en portugués).

El estadio Maracaná, que primero se llamó oficialmente “Municipal” y que desde 1966 tomó el nombre del periodista de “Jornal Dos Esportes” Mario Filho  una vez que éste falleció de un ataque cardíaco a los 58 años, por el empuje que éste dio a la construcción de la mole y hasta llevó a cabo una encuesta popular desde su medio después de que la idea surgiera del prefecto de Río de Janeiro de la época, Mendes de Morais, a partir de conocerse que se le había otorgado a Brasil la organización de la Copa del Mundo de 1950.

Angelo Mendes de Morais pensaba que lo conveniente para la construcción era llevarla a cabo en la zona del Río Maracaná, en Tijuca, en los terrenos del antiguo Derby Club, que había sido sede para la práctica de turf, y que habían sido adquiridos con ese fin en 1885, pero que luego fueron abandonados y se utilizaban como depósito para coches del Ejército. Todavía no existía el Barrio Maracaná, que circunda el estadio, y que sólo comenzó a tener vida en 1981. Fue tal el empuje de Mario Filho que uno de los grandes cronistas históricos de Brasil, Nelson Rodrigues, lo llamó “Creador de Multitudes”.

“Maracaná” es un nombre indígena que es por el ave Maracaná-Guazú, de la zona (pájaro verde, guacamayo) y se usó para bautizar al río de esa zona. “La primera obligación era levantar el estadio. Pues bien. Aquí lo tienen. Yo he cumplido. La segunda obligación es obtener el título para Brasil. Ahora  les corresponde cumplir a ustedes”, dijo entonces el alcalde Mendes de Morais el día de la inauguración, el 16 de junio de 1950, cuando la selección paulista venció 3-1 a la carioca aunque el primer gol de la historia del estadio fue convertido por Didí, entonces jugador del Fluminense (años más tarde sería DT de River).  La piedra fundamental había sido colocada el 2 de agosto de 1948.

Ocho días más tarde, Brasil inició oficialmente en el Mundial lo que parecía un camino seguro a su primer título, al debutar con una goleada de 4-0 ante México. Sin embargo, todo se derrumbaría el 16 de julio en la última fecha del cuadrangular final ante Uruguay para enorme tristeza de su pueblo, que llenó como nunca el Maracaná con 199.854 espectadores, aunque se calcula que terminó albergando a 220.000 personas porque ante tanta presión para ingresar, se abrieron las puertas. Ese día, en el estadio estuvo cerca del diez por ciento de su población.

Aquella derrota contra Uruguay dejó heridas que recién comenzaron a cicatrizarse con la obtención de la primera Copa del Mundo en Suecia 1958. “Recuerdo la tristeza de mi padre y le prometí que yo ganaría un Mundial para compensarlo”, contó años más tarde Pelé, que en aquel momento tenía apenas nueve años. La selección brasileña, que acostumbraba jugar de blanco, comenzó a usar el verde-amarillo en el siguiente Mundial de Suiza 1954. mientras que el arquero Moacir Barbosa Nascimento, al que Uruguay le marcó los dos goles, no era bien recibido en las concentraciones de equipos nacionales porque se decía que portaba mala suerte.

El Maracaná albergó campeonatos sudamericanos (el último fue el de 2019, cuando se consagró campeón ante la selección peruana de Ricardo Gareca), un Mundial de Clubes, partidos de Copa Libertadores, la final de los Juegos Olímpicos de 2016, Juegos Panamericanos de 2007. La Copa Confederaciones 2013, y dos Mundiales, el de 1950 y el de 2014, además de innumerables partidos de torneos Carioca y Brasileirao. Está administrado por Flamengo y Fluminense. Antes, también por el Botafogo, pero ahora tiene su estadio propio.

El Maracaná tuvo varias transformaciones. La mayoría de ellas por sugerencias de la FIFA,  para pasar de los casi 200.000 espectadores originales a los 78.838 de la actualidad, tras la última remodelación para el Mundial 2014, cuando fue llamado “Nuevo Maracaná”, en ocasión de la organización del Mundial de Clubes de 2000, que fue ganado por Corinthians  (venció a Vasco Da Gama por penales). En 1999 redujo su capacidad a 140.000 personas. En 2005, con miras a los Panamericanos de 2007, bajó a 103.000.

Su primer cartel indicador, para el Mundial de 1950, era manual, en 1960, electrónico, y más tarde, digital, y para los Panamericanos de 2007 también fue remodelado el “Maracanazinho” anexo, un gimnasio con público para la práctica de deportes como voleibol o básquetbol. Al complejo se le agregan el Parque Acuático “Julio Delamare” y el estadio de atletismo “Célio de Barros”

Uno de los momentos más duros que atravesó el estadio en cuanto a su construcción fue cuando el 12 de julio de 1972, durante una final del Campeonato Brasileño entre Flamengo y Botafogo, se desplomaron algunas gradas desde ocho metros de altura y cayó al vacío más de un centenar de personas, de las que tres perdieron la vida. Aquella vez asistieron 150 mil personas. Después de esa tragedia, el Maracaná estuvo cerrado por siete meses y reabrió con algunos cambios en las butacas.

La mayor asistencia de público para un partido entre dos equipos del fútbol brasileño en el Maracaná se produjo en la final del torneo carioca de 1963 entre Flamengo y Fluminense, con 194.000 espectadores. Ese mismo año, Santos, que tenía a Pelé en su plantel, se consagró bicampeón intercontinental ante el Milan (ya en 1962 había vencido al Benfica), tras obtener también por segunda vez la Copa Libertadores ante Boca, al que venció en la ida 3-2 en Río de Janeiro y luego volvió a repetir en Buenos Aires (2-1).

Recién al año siguiente, en 1964, el Santos fue eliminado de la Copa Libertadores al caer frente a Independiente 3-2 por las semifinales en el Maracaná, en lo que fue el primer triunfo de un equipo de clubes en este estadio. Ocurrió el 15 de julio y los goles rojos fueron marcados por Mario Rodríguez, Raúl Bernao y Luis Suárez. En aquella oportunidad no jugó Pelé. En la revancha en Avellaneda. Independiente se impuso por 2-1 y accedió a la final, para luego obtener su primer título continental.

Muy pocos equipos argentinos se dieron el lujo de ganar en este legendario estadio. El 5 de agosto de 1985, Argentinos Juniors, luego campeón de esa edición de Copa Libertadores, se impuso 1-0 al Fluminense con gol de Miguel Ángel Lemme, y los “Bichos Colorados” repitieron el 3 de octubre de 1989 al vencer a Flamengo por 1-0, con gol de Silvio Rudman, por la Supercopa.-

Boca consiguió ganar una sola vez, el 2 de septiembre de 1998 a Flamengo por 2-0 por la Copa Mercosur con un mix entre titulares y suplentes que armó el entonces director técnico Carlos Bianchi. Los goles los marcaron Emiliano Rey y Aníbal Matellán, mientras que River se impuso dos veces y en ambas ante el mismo rival y por el mismo torneo aunque en 2000. El 22 de agosto, por la fase de grupos, venció 2-1 con goles de Pedro Sarabia y Martín Cardetti, y por los cuartos de final, el 31 de octubre, por el mismo marcador (tantos de Ariel Ortega y Javier Saviola).

Independiente consiguió ser campeón dos veces en el Maracaná, en 1995 de la Supercopa y en 2017 de la Copa Sudamericana, aunque en ninguna de las dos ocasiones fue con triunfos sino con una derrota de 1-0 en la primera, y un empate 1-1 en la segunda.

Y tampoco a la selección argentina le resultó fácil ganar allí. Sólo lo hizo tres veces. La primera de ellas no es contada oficialmente por las organizaciones brasileñas debido a que sostienen que en verdad se trató de un representativo paulista. Fue el 5 de diciembre de 1956 y el conjunto nacional se impuso 2-1 (José Sanfillippo y Antonio Garabal, Indio para Brasil) pero un año más tarde, el 7 de julio de 1957, consiguió volver a ganar en el mismo escenario por la Copa Roca y otra vez 2-1 (Ángel Labruna y Miguel Antonio Juárez, y Pelé para Brasil). Recién 41 años más tarde, el 29 de abril de 1998, el equipo argentino volvió a ganar 1-0 con gol de Claudio López  en un amistoso previo al Mundial de Francia.

Hubo otros hechos que marcaron la historia futbolística del Maracaná, como los festejos del gol mil de Pelé el 19 de noviembre de 1969 en la victoria del Santos sobre Vasco da Gama 2-1, al marcar un penal ante el arquero argentino Edgardo “Gato” Andrada. El partido estuvo suspendido varios minutos, cuando el astro brasileño fue levantado en andas y ante una nube de micrófonos pidió que se acuerden de los niños. Ya desde hacía ocho años que había en el estadio una placa recordando a Pelé por un gol que le había concretado al Fluminense luego de eludir a medio equipo. Sin embargo, el máximo anotador de la historia de esa cancha es Zico, con 333 goles. Pelé ganó allí tres títulos brasileños.

En 1971, también en esta sede, el Atlético Mineiro de “Dadá Maravilha” obtuvo el primer Campeonato Nacional al vencer 1-0 a Botafogo. Recién tres años más tarde, el Vasco da Gama se convirtió en el primer campeón nacional carioca al vencer a Cruzeiro 2-1. Dos años más tarde, el 5 de diciembre de 1976, se produjo lo que se dio en llamar “La Invasión Corinthiana”, cuando una multitud de 70.000 hinchas copó la ruta San Pablo-Río de Janeiro para ir a apoyar a su equipo contra Fluminense por la semifinal. El partido terminó 1-1 y los paulistas se clasificaron para la final, que terminaron perdiendo ante el Inter de Porto Alegre.

Queda en el recuerdo el velatorio de Garrincha, que había muerto en la miseria, ante una multitud y envuelto en la bandera de Botafogo el 20 de enero de 1983, el gol  de Renato Gaúcho con la barriga, que le dio el título al Fluminense ante Flamengo en 1995, la vuelta de Roberto “Dinamite” con sus cinco goles ante el Corinthians por el torneo Brasileño de 1980, la “Goleada de la Venganza” del 6-0 de Flamengo a Botafogo en 1981 con Zico como protagonista, el primer Mundial de Clubes ganado ó el tiro libre de Petkovic que le dio el título carioca al Flamengo en 2001.

Si en el histórico 5-0 de Flamengo a Gremio por los cuartos de final de la Copa Libertadores de 2019 el árbitro fue el argentino Patricio Loustau, su padre, Juan Carlos, dirigió otro partido recordado, el del 3 de septiembre de 1989, cuando Brasil y Chile definían la clasificación al Mundial de Italia 1990 y comenzaron a caer petardos y elementos explosivos desde la tribuna que estaba detrás del arco de Roberto “Cóndor” Rojas.  A los 67 minutos, el arquero chileno fingió que había sido alcanzado por una bengala pero luego se supo que utilizó un bisturí para realizarse un corte en la cabeza. Los jugadores chilenos abandonaron el partido, que luego se les dio por perdido y Rojas, expulsado de por vida.

Están los que tienen grabadas a fuego dos grandes producciones de Romario ante Uruguay, en 1989, por la final de la Copa América con un gol suyo que le dio el título a Brasil, y cuatro años más tarde, sus dos tantos para un 2-0 por la clasificación para el Mundial de estados Unidos 1994 que para muchos (incluso para él mismo) fue la mejor actuación de “O Baixinho” en su carrera, justo cuando volvía al equipo nacional después de muchas presiones por no ser tenido en cuenta por el entrenador Carlos Alberto Parreira.

Otros recuerdan cuando el 26 de julio de 1983 se llevó a cabo “El Desafío del Voley” con 95.887 espectadores que presenciaron el triunfo de Brasil ante la Unión Soviética por 3-1 bajo una intensa lluvia, y fue tanta la expectativa que se reemplazó al gimnasio “Maracanazinho” por el gran estadio de fútbol. Y más cercanos están la final del Mundial 2014 en la que Alemania se impuso 1-0 a la Argentina con gol de Mario Götze en el alargue, cuando la organización de ese torneo tuvo que sufrir por el atraso previo en las obras, las presiones de la FIFA, un paro de funcionarios por reclamos salariales, y los efectos de una lluvia torrencial que arruinó parte de la remodelación. Dos años más tarde, también en el Maracaná, por fin la selección brasileña pudo ganar la medalla dorada olímpica al vencer por penales a Alemania en la final tras empatar 1-1.  Tras esa competencia, el estadio fue casi desterrado al olvido, hasta que se recuperó para marzo de 2017.

Pero no sólo fue escenario de hechos deportivos. El Maracaná recibió también shows de artistas de renombre internacional como Tina Turner, Frank Sinatra. Madonna, Backstreet Boys, The Police, Rolligs Stones, Kiss o Paul Mc Cartney, que ingresó en el libro Guiness por el récord de 180.000 personas en un recital como solista, mientras que uno de los mayores festivales del mundo de la música fue la segunda edición de “Rock in Río” de 1991, que alcanzó a llevar 700.000 personas.

También recibió la ceremonia religiosa del Papa Juan Pablo II, que reunió a más de cien mil personas tanto en su primera visita (1980) como en la segunda (1997).

Tras las obras para el Mundial 2014, el estadio ahora cuenta con un Salón de la Fama con las huellas de los pies de los más grandes cracks de la historia que pasaron por allí. Otros salones dedicados a los equipos cariocas, o a las camisetas de las distintas selecciones brasileñas según el paso del tiempo, un lugar especial dedicado a Pelé, otro en el que aparecen, con la misma estatura, Ronaldinho y Marta, la gran estrella del fútbol femenino varias veces elegida mejor del mundo por la FIFA y hasta otro espacio en homenaje a la selección alemana campeona del mundo en 2014, que venció en semifinales a la brasileña por el recordado 7-1 (aunque en el Mineirao de Belo Horizonte). O se puede encontrar la pelota que fue utilizada por pelé en su gol mil.

Con 231 baños, 60 bares y 20.000 lámparas LED, este Maracaná que será sede de la final de la Copa Libertadores entre Palmeiras y Santos ya no muestra ciertas particularidades como un teléfono público a metros del campo de juego, y hoy, más atento a la pandemia del coronavirus, tiene construido en su parte externa un hospital de campaña con 400 camas para atender pacientes en estado grave.

En cambio, persisten brillantes anotaciones como en las paredes del túnel que conduce a los jugadores del amplísimo vestuario al césped. Como la del gran Belson Rodrigues: “En el pase, el hombre se reconoce como ser social”.

 

 

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Gol agónico en pobrísima final de un fútbol sudamericano en crisis (Jornada)


 

Por segundo año consecutivo, un equipo brasileño se consagra campeón de la Copa Libertadores de América con un gol sobre la hora (Breno Lopes, para Palmeiras en el Maracaná, en la edición anterior Gabriel Barbosa, “Gabigol”, en Lima), con un director técnico portugués (ahora Abel Moreira Ferreira, antes Jorge Jesús), y en ambos casos, sin que hayan comenzado sentados en el banco de suplentes desde el inicio de la temporada, sino ingresando al cargo una vez que terminó la fase de grupos y por una racha de malos resultados de sus predecesores.

Puede que todos estos datos nos acerquen un poco al frío análisis que podemos hacer a la distancia, con la idea rondando sobre muchas cabezas luego de haber observado una final tan insípida, tan incolora, tan falta de gracia (pensar que fue en la misma Río de Janeiro, sede de esta definición, donde el gran Vinicius de Moraes se inspiró para describir justamente lo contrario de aquella “Garota de Ipanema”) de que en ese mismo Maracaná en la que festejó el Palmeiras con su único tiro al arco en más de noventa minutos pudieron estar tanto Boca como River, apenas con haber tenido partidos más o menos aceptables en semifinales.

Lo cierto es que Palmeiras y Santos, (los dos paulistas que llegaron como intrusos a tierras cariocas aunque la Conmebol se alegrara con esta rara casualidad de definición de Copa Libertadores en Brasil con brasileños y de Copa Sudamericana en Argentina con argentinos), ofrecieron un horrible espectáculo que alcanzó coherencia total con la inmensidad de un Maracaná vacío, con apenas cuatro mil invitados repartidos en partes iguales.

Con sinceridad, tampoco estos equipos generaban grandes expectativas si se toma en cuenta el juego desplegado por ambos durante toda  la fase final de la Copa Libertadores, aunque bien se podía pretender que al menos salieran un poco a buscar el resultado favorable. Tal vez se podía esperar algo de Santos, con un poco más de manejo de pelota desde Marinho. Diego Pituca o el venezolano Soteldo,( aunque haya una distancia sideral cuando uno se imagina a Pelé vistiendo la misma camiseta y el mismo número en el pasado). Pero cada vez nos conformamos con menos.

La gran pregunta es cómo hemos llegado a esto. Cómo puede ser que la Copa Libertadores de América, un torneo con tanto prestigio en 61 ediciones desde 1960, pueda darnos una final así, sin un remate al arco menos el gol y algún tiro libre aislado, sin que poco más de una veintena de jugadores brasileños haya intentado una gambeta, un caño, una cortina, tres pases seguidos. ¿A qué fútbol se juega de este lado del Océano Atlántico? Al final, vamos a terminar creyendo esa publicidad auspiciante del torneo que dice que “esto no es Football”. Al menos, no es el fútbol que hemos visto en un pasado cada vez más remoto.

Si hay que buscar una explicación a lo que ocurre, creemos que el fútbol brasileño ha hecho dos milagros al revés, porque con tanta población es más que difícil llegar a este presente sin grandes cracks en el torneo local, y con necesidad de contratar a entrenadores extranjeros para llegar al éxito, o en muchos casos, jugadores argentinos de segundo orden, sin demasiado mérito deportivo, y que sin embargo logran destacarse allí.

Uno de esos milagros pasa primero por un fútbol argentino que creyó, erróneamente, que había que copiar la táctica y la disciplina europeas para progresar luego de la dura derrota ante Checoslovaquia en el Mundial 1958, sin pensar que al fin de cuentas, el campeón había sido un vecino, Brasil, desplegando un gran fútbol, y que al conjunto nacional le había faltado media docena de estrellas de la talla de Enrique Omar Sívori o Alfredo Di Stéfano.

El modelo que se importó entonces fue el del negocio. Un combo completo que incluyó entrenadores a los que se agigantó en importancia (¿cuánto importa instalar un cronista a su lado para que en las transmisiones cuente que se alegró en los goles de su equipo o se entristeció en los de sus rivales?). y que impusieron sistemas conservadores con cada vez mayor marcaje y dependencia de sus decisiones para generar jugadores en serie que fueran obedientes y menos creativos. Y de a poco fueron matando la gallina de los huevos de oro hasta que la manera de jugar terminó derivando en mera copia que, obviamente, fue sucumbiendo contra el original.

Mientras esto ocurría con el llamado “Fútbol Espectáculo”, que trataron de imponer primero en los años Sesenta los presidentes de Boca y River. Alberto J. Armando y Antonio V. Liberti, Brasil mantuvo su idiosincrasia, su manera brillante de jugar, en tiempos de oro del “Rey” Pelé y otros cracks que nos emocionaron especialmente en la cereza de la torta que fue el Mundial de México en 1970, de lo que se vanagloriaban hasta los artistas con aquello de “La Copa del Mundo es nuestra” hasta en aquellos inolvidables recitales de “La Fusa” con el maestro Vinicius. Toquinho, María Creuza y María Betanha.

Pero tras quedarse con la Copa Jules Rimet y el retiro de Pelé. aquel fútbol tan bonito, único, incomparable, del que tanto gustábamos, fue comenzando a creer que había que copiar el modelo argentino sólo porque hubo una racha entre 1978 y 1990, de tres finales en cuatro mundiales, creyendo que ese era el camino, cuando ya el albiceleste iba por el rumbo equivocado, aunque  un lapso de una cierta coherencia haya ralentizado la caída.

Sumado a esto, la apertura de los mercados europeos, el creciente capitalismo del fútbol basado en la contratación de futbolistas cada vez más jóvenes y la necesidad de “producir” (los mapas de calor, los kilómetros recorridos por partido, los medidores de esfuerzo, los GPS) hizo olvidar definitivamente lo que nos dio identidad y hasta hubo que aclararle al presidente de la AFA. Julio Grondona, que una publicidad de una marca de indumentaria deportiva era a favor y no en contra cuando el slogan decía “Más animal que o zagueiro argentino”, con la imagen de Roberto Ayala.

Para ganar títulos, de repente, había que recurrir a la garra argentina; meter, morder. “avivarse”, adquirir nuestras mañas en cada situación de juego. Se juramentaron que ya nuestros equipos no los “pasarían más” en los detalles. Había que importar futbolistas de estas tierras para que enseñaran el modus operandi, directores técnicos “adelantados” que pusieran a Brasil “en el futuro”, hasta que un día, en esos torneos cada vez más vaciados, el especialista de los ritos libres, aquellos que antes pateaban esos cracks que tanto nos encantaban como Pelé. Rivelino, Dirceu, Gerson o Zico, ahora era el serbio Dejan Petkovic, con la camiseta del Flamengo.

Se había producido el milagro al revés y de a poco, el gran talento que conocimos se fue apagando. Como el argentino, no fue algo de un año o dos, sino un largo ciclo una vez que se terminó la generación de los Ronaldinho, Ronaldo, Romario. Cafú. Rivaldo o Roberto Carlos, hasta llegar a este esperpento que vimos en el Maracaná, empaquetado y vendido por el marketing como “Final de la Copa Libertadores de América”.

Nada de esto, como se ve, es casualidad, sino el resultado de un ciclo, de pésimas decisiones, en este caso con doble responsabilidad dirigencial, porque antes de tomarlas, bien pudieron estudiar cuál fue su efecto primero en sus vecinos y hoy, paradójicamente, tantos años después, el fútbol brasileño decidió apartarse de aquello que le dio orgullo para copiar lo que ya nosotros conocemos desde 1958 y de o que, por suerte, según parece, ya muchos intuyen que es de lo que hay que escaparse cuanto antes.

Y no se trata de que no surjan cracks porque Brasil, en tanta población, potencialmente los tiene y en cantidad. El problema es el mismo que el argentino: un sistema productivista, resultadista, de negocios, que no sólo atenta contra el espectáculo sino, al final, contra sí mismo.

Cuando Flamengo ganó el título, a duras penas y con dos goles en el final ante River, en 2019, su director técnico en la fase de grupos era Abel Braga (ahora en Inter de Porto Alegre), echado por una mala racha y reemplazado por el portugués Jorge Jesús. Ahora, el Palmeiras fue el equipo de mejor desempeño en la fase de grupos, pero con Wanderlei Luxemburgo en el banco, luego echado por otra mala racha, reemplazado por otro portugués, Moreira Ferreira, y accedió a la final luego de penar en San Pablo contra River luego de un 3-0 a favor en la ida. Demasiados parecidos. Ciclos que no son tales, goles sobre la hora. Así se gana hoy, con poca consistencia y sin dejar casi nada para el recuerdo.

Algunos dirán que sólo importa ganar, que nadie se acordará del segundo y frases ya por todos nosotros conocidas. Y sólo estarán repitiendo aquello que generó el sistema que va terminando con el orgullo y la identidad en una manera de jugar, hasta que los estadios queden vacíos y no por una pandemia, precisamente.

Acaso éste haya sido otro ensayo general. Una final entre dos equipos con escaso talento, mucho miedo a perder y un par de tiros al arco. Es lo que hay. Esta película ya la vimos y sabemos cómo termina. Que después no digan que no les avisamos.  Es por su bien.

domingo, 24 de enero de 2021

Hay brotes verdes en el fútbol argentino (Jornada)


 

Desde hace un buen tiempo a esta parte, pero en especial desde el segundo semestre de 2020, se hace cada vez más interesante sentarse a observar los partidos del fútbol argentino. De cada cinco partidos, por lo menos tres resultan agradables, con alternativas, buen ritmo, e intenciones de tratar bien la pelota por varios de los equipos de Primera División, incluso en algunos casos, por delante de otras ligas más poderosas en lo económico, y mejor organizadas (algo que, conociendo a los dirigentes de la AFA, es de esperar).

Hay dos factores que resultan fundamentales en esta buena noticia para los seguidores del fútbol argentino que no se basan sólo en los resultados. Uno de ellos es temporal. El hecho de que hayan pasado muchos años desde aquella división del ambiente (en buena parte, motorizado por la prensa aunque también por algunos actores que se beneficiaron de esto) entre los partidarios de César Luis Menotti y Carlos salvador Bilardo, determinó que fueran apareciendo otras escuelas y se fuera diluyendo este debate que llegó a extremos innecesarios, con nuevos entrenadores que tienen distintas ideas y sistemas diversos, pero siempre sin renunciar a tratar bien la pelota.

La otra causa importante está basada en un hecho coyuntural e inesperado. El pasado 30 de junio expiraron muchísimos contratos de jugadores que estaban a préstamo en sus clubes, y como la AFA suspendió los descensos por dos temporadas, esto facilitó la posibilidad de dejarlos libres para que las entidades, en eternas crisis por sus pésimas administraciones (aunque disfrazadas siempre con la excusa de que la Argentina se encuentra en crisis cuando la industria del fútbol exporta en euros o dólares y vive en pesos), pudieran liberarse de uno de sus mayores problemas presupuestarios.

De hecho, esta suspensión de descensos y esta consecuencia de la libertad de acción de tantos jugadores, motivó buen porcentaje de la reelección de Claudio Tapia como presidente de la AFA por cuatro años más.

La cuestión es que con la libertad de acción de tantos jugadores y sin la presión de pelear por no descender, muchos clubes se volcaron hacia las divisiones inferiores o a colocar a valores jóvenes en el equipo de Primera División y no podía ser mejor idea (y tampoco se entiende por qué no se hizo antes, dado que es lo más sano y económico, y hasta cuando el Barcelona lo hizo fue ejemplo mundial de aprovechamiento de los jugadores propios, que llegaron en 2012 a ser la terna de candidatos al Balón de Oro de la FIFA).

Tal vez el mejor ejemplo de todos sea el de Defensa y Justicia, que acaba de consagrarse campeón de la Copa Sudamericana por primera vez en su historia al vencer de manera rotunda a Lanús en la final por 3-0 con una mezcla de jóvenes de sus divisiones inferiores y otros provenientes de equipos que prestaron a los suyos para darles fogueo. Es decir que el equipo del “Halcón” de Florencio Varela no se gastó un dineral en el armado de su plantel, sino que siguió una línea estética desde hace tiempo, y ya había estado a punto de ser campeón argentino en 2018/19, cuando quedó cerca de Racing, y hasta participó en la actual Copa Libertadores, de la que quedó eliminado en la fase de grupos sobre la hora del último partido y con una excelente actuación, ante el Santos y en Brasil (lo que le valió pasar al torneo que terminó ganando).

Defensa y Justicia es dirigido por Hernán Crespo, quien prefirió dejar la comodidad de su vida en Italia luego de una larga y exitosa carrera como futbolista, para dirigir en la Argentina comenzando desde abajo y siempre tratando de que sus equipos practiquen buen fútbol, algo que ya se pudo observar en Bánfield, con la misma línea.

Precisamente Bánfield, dirigido por Javier Sanguinetti, y apelando también a los jóvenes, es otro de los equipos a tener en cuenta. Ya fue protagonista de la Copa Diego Maradona, en la que llegó a la final de San Juan en la que terminó siendo derrotado por Boca en los penales, pero que dejó una gran imagen a partir de su juego y de sus nuevos valores.

Lo mismo puede decirse de Talleres de Córdoba, con la dirección técnica de Alexander “Cacique” Medina. Que pudo armar un equipo aceitado, que practica un fútbol prolijo y ofensivo, pero también de Vélez Sársfield, que se impuso en la final de la Fase Complementación a Rosario Central (que también tiene nombres para seguir) y que fue protagonista de la Copa Sudamericana, en la que fue derrotado por Lanús en semifinales, con sus cuatro defensores surgidos en sus divisiones inferiores, y muchos otros jóvenes del club, y dirigido por un ex jugador, surgido en la casa, Mauricio Pellegrino. Hasta Independiente, que se desprendió de trece jugadores en el último mercado de pases, y aunque no terminó realizando una gran campaña, especialmente en la Fase Campeonato, aparece ahora con jugadores que ilusionan, encabezados por Alan Velasco, aunque habrá que ver qué sucede desde 2021 con la llegada como director técnico de Julio César Falcioni.

Para 2021, entonces, el panorama es ilusionante si tomamos en cuenta la realidad de los casi siete años de trabajo de Marcelo Gallardo en River y su probada calidad y eficacia, el protagonismo de Defensa y Justicia, Bánfield, Lanús, Vélez y Talleres de Córdoba, las apuestas de Independiente, Rosario Central y Arsenal, que respeta siempre el trato de la pelota con la dirección técnica de Sergio Rondina, y la expectativa que puede generar la llegada de Gabriel Milito a Argentinos Juniors, que peleó su pase a la final de la Copa Maradona ante Boca hasta el último minuto de la fecha final de la Zona Campeonato.

Como incógnita quedan planteados los casos de tres equipos que estrenan director técnico: qué sucederá con un Racing que fue híbrido con Sebastián Beccacese, a quien le gustan las largas posesiones de pelota pero que no pudo mantener una regularidad, ahora reemplazado por Juan Manuel Pizzi, o con San Lorenzo, que pasará de Mariano Soso a Diego Dabove, de mucho éxito en Argentinos Juniors, al punto de colocarlo en la próxima edición de la Copa Libertadores también con muchos jugadores de la casa. Será interesante, también, el debut como entrenador de Fernando Gago, un exquisito volante que sufrió innumerables lesiones que acortaron su carrera y que sostiene que su referencia es el español Luis Enrique, en su primera experiencia como DT de Aldosivi.

Después de muchos años de partidos infumables, pelotas todo el tiempo fuera de los límites de los campos de juego, relatores pidiendo que los defensores “revienten” la pelota al revoleo y futbolistas haciendo tiempo cuando iban ganando, comienza a escucharse desde el banco el consejo de “juegue, juegue” o el gesto de ir para adelante en vez de retroceder. Cada uno con su idea pero parece que, por fin, la tendencia es a comprender que el fútbol es un juego, y que la meta principal es el gol en el arco contrario, no preservar el cero en el propio. Y que la elaboración también es importante.

Hay brotes verdes en el fútbol argentino, y es para alegrarse.

 


domingo, 17 de enero de 2021

La otra final del profesionalismo que disputó Bánfield ante Racing, uno de los partidos más politizados de la historia del fútbol argentino (Infobae)


 

Bánfield ya disputó otra final en el Profesionalismo. Fue el 5 de diciembre de 1951, en plena efervescencia política días después de la reelección presidencial de Juan Domingo Perón, y cayó derrotado ante Racing, que de esta manera obtuvo el primer tricampeonato consecutivo, en una definición envuelta en una gran politización, con funcionarios ligados a los dos equipos y  rumores de sobornos y escándalos.

Si se llegó a vincular a Ramón Cereijo, entonces ministro de Hacienda, como valedor de Racing, al punto que irónicamente se lo llegó a llamar “Sportivo Cereijo”, otros legaron a relacionar a la primera Dama, Eva Perón, y al presidente de la AFA, Valentín Suárez, con Bánfield, en una disputa que incluyó la presión de los medios y la participación de otros equipos rivales involucrados, mientras que prácticamente ningún hincha del resto de los equipos fue ajeno a la definición de ese torneo.

Al llegar igualados en puntos tras la última fecha, y al no contar la diferencia de gol que habría clasificado campeón a Bánfield (+30 contra +23 de Racing) tuvieron que ir a una final del 1 de diciembre de 1951 que al terminar empatada 0-0 obligó a una segunda, en la que se impuso Racing por 1-0 con un gol de Mario Boyé al minuto de iniciarse el segundo tiempo. Las dos se jugaron en el estadio del Viejo Gasómetro de San Lorenzo, en Avenida La Plata.

Ese torneo de 1951 tuvo una gran paridad entre varios equipos, entre ellos el recién ascendido Lanús, que decayó en la segunda rueda al transferir a su goleador José Florio –segundo en la tabla con 21 tantos detrás de Santiago Vernazza de River con 22- al Torino de Italia, pero que de todos modos terminó en la quinta colocación. Ese hecho y la gran campaña de Bánfield, que llegó a la final, fue tomado por el diario “El Mundo”, ligado al gobierno, para unir este éxito de los dos conjuntos del sur con la preocupación del peronismo por los sectores de más bajos recursos económicos. “Este año, también en fútbol puede decirse que los privilegiados son los chicos”,

Las últimas fechas se llegaron a jugar en un “Estado de Guerra interno” a partir del intento de golpe de Estado del 28/9 por parte del general retirado Benjamín Menéndez y con la sociedad dividida entre peronistas y antiperonistas.  Bánfield lideró gran parte del torneo, y Racing venía de ganar los dos anteriores y había estado a punto de ganar también el de 1948 cuando la recordada huelga de futbolistas se lo impidió al jugar los equipos con juveniles y el título quedó en manos de Independiente.

Faltando apenas tres fechas, a Bánfield, que llevaba un punto de ventaja a Racing –que debía visitar a San Lorenzo- le tocaba ir a San Martín p0ara enfrentar a Chacarita, luego quedaría libre, y en la última jornada, recibiría a Independiente.

Contra Chacarita salió todo al revés de lo imaginado y acabó perdiendo 2-1 por el mismo resultado con el que Racing le ganó a San Lorenzo en Boedo y la Academia quedó entonces con un punto más en la tabla y dos partidos por jugar, mientras que a Bánfield le quedaba uno solo. River, el tercero en discordia, había quedado fuera de toda chance al empatar 1-1 ante Vélez en el Monumental.

Pero el partido de Bánfield ante Chacarita estuvo plagado de irregularidades, como cuenta Alejandro Fabbri en su libro “Historias Negras del Fútbol Argentino”. Los jugadores visitantes fueron recibidos con una violencia injustificable, con piedras al micro e insultos a la delegación, y casi no pudieron salir a la cancha por los proyectiles que entraban por la ventana del vestuario.

Adolfo Mogilevsky, entonces preparador físico de Bánfield, explicó a Fabbri que “la técnica para derrotar a Bánfield, que era un equipo que demostraba tener solvencia física en la cancha era tirar la pelota afuera, parar el juego, no empezar, poner nerviosos a los jugadores. La pelota se iba afuera, y cuando la iban a sacar, el DT Mario Fortunato decía a sus jugadores ‘¡pará, pará, todavía no la saques!’”

En ese partido hubo dos situaciones polémicas según consigna el diario “El Mundo” como cuando el juez inglés Harry Dickes anuló un gol de Sánchez Lage, que cobró posición adelantada en medio de una rechifla y airadas protestas visitantes y enseguida, tampoco otorgó un penal para Bánfield tras un remate de Miguel Converti que fue desviado con la mano por Esquide (otros medios dicen que fue Espinosa.).

José María Sánchez Lage contó su gol anulado a Víctor Raffo en su libro “Bánfield, campeón moral 1951” (1996).: “Fue una pelota que recibí en mi campo. Empecé a correr, gambeteé a Montero, y desde cuarenta metros, como vi que Isaac López estaba adelantado, le pateo y sigo corriendo, pega en el travesaño y como venía me tiro y la meto de cabeza, un golazo impresionante, el mejor de mi vida”

Raffo cuenta que Dickes –que sólo dirigió a Bánfield en ese partido en todo el año- convalidó el gol pero Fortunato, el DT de Chacarita y estaba detrás del campo, corrió al árbitro, lo tomó de los hombros y lo sacudió, y el árbitro dio marcha atrás en su resolución. “Todos festejando arriba mío, casi me ahogan y cuando me levanto, me dicen “te lo anuló”. ¿Cómo? Me quise morir. Salí corriendo al referee, me puse como no te imaginás. Si me dejaban agarrarlo, lo mataba”.

El diario sureño “Regional” escribió: “Cuando Mr Dickes, a solas con su consciencia, recuerde que él malogró los esfuerzos de toda una temporada y los anhelos de miles de aficionados, estamos seguros de que se arrepentirá de su triste actuación de ayer y le vendrán ganas de irse para su tierra natal y recién entonces estará tranquilo, pues aunque no obtenga el perdón se habrá ganado e olvido”.

Tras ese partido, Bánfield tuvo que esperar bastante tiempo sin jugar porque el domingo siguiente se suspendió el campeonato por las elecciones presidenciales en las que fue reelecto Perón y fue la primera en la que las mujeres fueron habilitadas a sufragar por ley.

El 18 de noviembre, con Bánfield libre. Racing tuvo la gran ocasión de visitar a Atlanta y de ganar, quedar como único líder con un punto de ventaja y poder luego definir como local ante Lanús, pero Atlanta peleaba por no descender contra Quilmes y Gimnasia. Se jugó como si fuera una final y terminó 1-1, por lo que Racing y Bánfield quedaron iguales en la punta para la última fecha. Ese mismo día, San Lorenzo y River animaron en Boedo el primer partido televisado de la historia del fútbol argentino.

La última fecha se jugó el 25 de noviembre, y los dos ganaron sus partidos. Racing ante Lanús (5-3) y Bánfield a Independiente (5-0) en un contexto en el que las dos hinchadas se unieron para alentar a los del “Taladro” en la ya imaginada final con Racing de días más tarde, mientras el árbitro Wilbraham se equivocó dando por terminado el cotejo 5 minutos antes y hubo una tremenda invasión de cancha, y cuando se reanudó, tres jugadores se quedaron en el vestuario por no tener camisetas (Cecconato y Lacasia, de Independiente y Sánchez Lage de Bánfield).

El diario “Clarín” sostuvo entonces que “Cualquiera sea el resultado de la final, Bánfield ya es campeón. No por compartido su primer puesto es menos legítimo y autenticador de una campaña incuestionable”, mientras que “Crítica” sostuvo que Bánfield “es un símbolo de una nueva época en el fútbol donde no todo puede ser primacía de unos privilegiados cuya potencialidad económica les permitió atraer hacia sí las figuras más cotizadas y así copar entre ellos las definiciones de los torneos de primera división”. Por su parte, el periodista de “El Gráfico” Félix Daniel Frascara, la campaña de Bánfield “habría que enmarcarla como un hecho realmente excepcional. Es el Colón del fútbol. Descubrió que un equipo chico puede ser campeón. Un Racing vencedor no es novedad, es algo común ya”.

Una vez que se supo que Racing y Bánfield jugarían la final para decidir el campeón, el país futbolístico se dividió en dos, los hinchas de la Academia y el resto, mientras los medios de comunicación los separaban entre los poderosos y los humildes, y la situación se politizó al extremo. Allí aparecieron los que sostenían que Cereijo, ministro de Hacienda, presionaba para que ganara Racing mientras que Eva Perón hacía lo propio por Bánfield.

El diario “La Época” reflejó lo que ocurría. “Es verdad. La voz de toda la República es una sola: ¡Ojalá que Bánfield salga campeón! ¡Qué suerte! El billete del Gordo cayó todo entre gente humilde. El pueblo siempre está con los más humildes y desea que un pobre también tenga el orgullo de lograr un campeonato”.

El mismo día en el que Bánfield goleaba a Independiente 5-0 y quedaba primero en la tabla final, junto a Racing, el club del sur emitía un comunicado en el que expresaba que el primer lugar “no hace más que ratificar –una vez más- que la era de la Justicia pregonada y aplicada por el presidente de los argentinos, el general Perón, se manifiesta en todas las actividades de la vida nacional y por ello, Bánfield quiere dedicar fervorosamente su día de gloria, el día de una modesta y humilde institución a la que ha consagrado su vida y sus afane al apoyo de los humildes: Eva Perón. Y con esta dedicatoria, formula el más ferviente anhelo por su restablecimiento, para que pronto pueda continuar su obra de amor y de fe”.

Si el periodista e historiador Pablo Ramírez llegó a decir en 1988 que “casi todos los integrantes del plantel campeón se convirtieron en felices poseedores de un automóvil Chevrolet modelo 1951”, el sociólogo Juan josé Sebreli sostuvo que “cinco jugadores de Bánfield fueron sobornados para ir a menos” en aquella final, cosa que desmiente terminantemente el ex delantero del “Taladro” Gustavo Albella a Germán Ferrari en su excelente artículo “Las finales de 1951 entre Racing y Bánfield, cuando Sportivo Cereijo venció al equipo de la Nueva Argentina de Perón y Evita”: “por más que hyayan dicho que algunos nos pudimos haber vendido, no había plata que nos pudiera dar otro club para igualar lo que habríamos ganado nosotros si salíamos campeones”. En 1967, Albella había sido consultado por “El Gráfico” sobre aquella final: “Honestamente, no merecimos perder. Jugamos como leones, pero nos mataron los nervios…y otras cosas”.

Mario Boyé, el goleador de la final, se atrevió a dar alguna pista más, aunque sin precisiones a la revista “Sport” en mayo de 1967. “Ciertas situaciones políticas habían creado un clima adverso contra nosotros. Y lo más lindo es que esa acusación era falsa porque ellos tenían más respaldo oficial que Racing. A nosotros se nos acusaba de acomodo pero la verdad es que teníamos un cuadrazo y ellos también. No llegamos a la final de carambola sino porque lo merecíamos. Quiero dejar en claro que ganamos por mejores y no por ayuditas externas”.

Boyé insiste en que “todos estaban contra nosotros y Cereijo se acercó a decirnos que, como Evita era la abanderada de los humildes, quería que el campeón fuera Bánfield, un equipo chico. Nos dijo que hiciéramos lo que quisiéramos. Le respondimos que de ninguna manera íbamos a dar la más mínima ventaja. Y él nos terminó ofreciendo la recaudación de los dos partidos. En el entretiempo del segundo partido vinieron al vestuario Cereijo y el mayor Aloé –a cargo del grupo de la editorial Haynes, que publicaba el diario “El Mundo”- y me recriminaron mi actuación. Les dije que antes del minuto 7 iba a tener un gol y listo. Lo hice al minuto, desde afuera del área. Fue el gol más impopular de mi carrera, pero nos significó 18000 pesos a cada uno. Y era mucha plata”.

El diputado nacional Adolfo Bianchi Silvestre, peronista, era del círculo íntimo de Evita y estaba a cargo del diario “Regional” que se editaba en Lomas de Zamora. Un año antes, había sido clausurado el diario “La Unión” y Bianchi Silvestre se comprometió a salvarlo, por sugerencia de la primera Dama, y entonces, junto al presidente de la AFA, Valentín Suárez, y el brigadier Claudio Mejía, le hablaron sobre Bánfield a la “Abanderada de los Humildes” sobre esa final. Le dijeron que al equipo del sur “lo iban a agarrar a patadas, de guapo, que Racing era el caballo del comisario. Y eso no era justo”, según le contó Bianchi a Víctor Raffo en 2005.

No tuvieron una respuesta concreta pero “conociéndola como la conocí puedo decir, tal vez me equivoque, que Evita quería que ganara Bánfield. En el fondo, pero políticamente, a Evita le convenía no decir eso. Racing era un cuadro extraordinario y movía media afición del fútbol. Evita no podía ponerse contra Bánfield ni contra Racing, pero los corazoncitos están siempre por algún lado”.  Además, “Regional” sacó una cruzada pro-campeonato para recaudar fondos para entregárselos al equipo si salía campeón.

Una de las preguntas que más circularon es si existió alguna reunión entre Evita y Cereijo. “Yo no sé si conversaron en privado, pero en general, entre varias personas, conversaron varias veces. Valentín Suárez y yo estuvimos presentes y defendíamos a Bánfield”, llegó a admitir Bianchi Silvestre. El periodista Roberto Di Sandro, en cambio, aseguró que al menos hubo una conversación entre Cereijo y Evita. “Don Ramón –lo quería mucho porque era el administrador de la Fundación Eva Perón- podemos hacer que gane Bánfield el campeonato”. “No, sería interesante, pero no se olvide que no podemos hacer ese tipo de cosas porque es un campeonato donde están jugando una final”. “Está bien, está bien, le dijo Evita. Esta fue una conversación entre ellos que con el tiempo uno la conoció. Porque ella quería que saliera campeón un equipo chico, humilde. Fue una especie de humor de Evita, una ironía de Evita, no para entregar el partido, sino para ver si podía hacer algo por un humilde”, relató a Germán Ferrari en una entrevista personal realizada en noviembre de 2004.

Otro periodista, Eduardo Rafael, ratificó el interés de la primera Dama por Bánfield. Tenía la Fundación Eva perón donde hoy está la Legislatura de Buenos Aires y le preguntó al comentarista radial Enzo Ardigó “Vos que sabés de fúrbol. ¿qué pasa que los empleados hace una semana que no trabajan? Se la pasan discutiendo de fútbol”. Cuando el periodista le explicó que se estaba por jugar la final entre Racing y Bánfield, Evita le preguntó “¿y cuál es el más humilde de los dos?” y Ardigó le respondió “Bánfield, el más pobre de los dos es Bánfield”. “Bueno, yo quiero que hagas que gane Bánfield”, le dijo, según se cita en “Evita Capitana”, una cinta cinematográfica de Nicolás Malowicki.

 “Debo ser sincero y decir que un par de días antes del partido, el plantel comió con Cereijo en el restaurante “El Sorrentino”. No nos dio una orden. Ni siquiera una sugerencia, pero nos dijo que Evita prefería que el campeón fuera Bánfield. Lo tomamos con naturalidad y salimos a ganar el partido”, confesó el delantero de Racing Ezra Sued a “Clarín” en 2001, al cumplirse los 50 años de aquella final.

“A nosotros, nadie nos regaló nada. Decían que corríamos con el caballo del comisario pero la única verdad es que fue un equipazo, con jugadores de gran jerarquía”, resaltó el delantero Manuel Blanco.

El ex jugador de Bánfield Héctor D’Ángelo recordó “un mensaje de la compañera Evita que nos deseaba suerte” y la promesa de Raúl Apold –que manejaba el área de Comunicación del peronismo- de que si salíamos campeones teníamos un coche para cada uno. Era un buen regalo, pero políticamente también era muy bueno que saliéramos campeones”. Su compañero Albella admitió que el funcionario los visitó a la concentración en Ezeuiza y les ofreció “cuatro o cinco” Mercedes Benz “para que los vendiéramos, nos los quedásemos nosotros o hiciéramos lo que quisiéramos, siempre y cuando le ganáramos a Racing porque Evita estaba cansada de que el ministro Cereijo hiciera mandar tanto en Racing (sic) y que nos ganen de prepo”, según cuenta en el mismo trabajo de Malowicki, de 2000.

En cambio, para Sued, de Racing, el mensaje de Evita, vía Cereijo, “era moralmente inconcebibled. Consideraban que la consciencia individual era como una pelota de fútbol que se podía jugar con ella” y contó que ante la negativa de ellos, Cereijo les vaticinó “Yo me voy a jugar el puesto”.

Horas antes de la final, los jugadores de Bánfield abandonaron la concentración del country Allá en el Sur, en Ezeiza, y pasaron por la sede social del club para almorzar luego en “La Guillermina”, un conocido bar de la zona, ya desaparecido. De acuerdo con loi que señala Raffo, en medio del almuerzo entró el socio Salvador Signorelli, que era funcionario del edificio Alas, donde se manejaba la prensa del Gobierno, se acercó al escribano y prosecretario del club, Jaime Streger, y le presentó a Raúl Apold,  secretario de Prensa y Difusión de la Presidencia y éste se sentó en la cabecera de la mesa del plantel y dijo “vengo por expreso pedido de la señora Eva Perón para brindarle todo el apoyo moral a Bánfield y desearle éxito”.

Uno de los hechos más comentados fue el del arquero de Racing Antonio Rodríguez, que dejó de jugar a cuatro partidos de terminar el torneo porque se presentó como candidato a intendente de Vicente López en las elecciones del 11 de noviembre en las que también fue reelecto Perón. Rodríguez fue consultado por Bernardo Neustadt, entonces en la revista “Racing” –que llegó a tirar 150.000 ejemplares en ese mes de diciembre de 1951- sobre si iba a dejar el fútbol, a lo que respondió afirmativamente a cinco días de terminar el año.

Racing lo reemplazó en 1952 con Manuel Graneros, justamente arquero de Bánfield, que había llegado a cambio de Héctor Grisetti, conocido como “El arquero suicida” por la forma en arrojarse al cuerpo de los atacantes rivales, y que reemplazó a Rodríguez en los partidos finales.

Se llegó a decir que Rodríguez no atajó en las finales por pedido de Evita. Los carteles de su campaña a intendente de Vicente López decían “Rodríguez-Perón-Aloé” por lo que el humorista Aejandro Del Prado, “Calé”, ironizó en “El Gráfico”: “Pensar que antes jugaba con Higinio García y García Pérez” (en referencia a los dos zagueros de Racing). Rodríguez adujo una lesión incomprobable y tras las finales, confesó que no quiso jugar para no enfrentarse al deseo de Evita de que ganara Bánfield ya que aspiraba a un cargo político. Finalmente, resultó electo.

Tras el partido, “El Mundo” consideró que “en el concepto del hincha este campeonato ha dejado dos campeones” y explicó que no se trataba “de subestimar la calidad indiscutida de campeón auténtico que tiene Racing sino de ver en Bánfield a otro campeón, campeón moral, recogiendo esta expresión a que es tan afecto el hombre de la tribuna cuando quiere otorgar ese título en la medida que todos conocemos”.

Ese concepto de “campeón moral” para Bánfield se iría extendiendo en la prensa oficialista como antes había ocurrido un año antes cuando Juan Manuel Fangio obtuvo el segundo puesto en el certamen de Fórmula Uno detrás del italiano Giuseppe Farina. “El Mundo”, en ese mismo número, publicó un póster central con imágenes del partido y de las alineaciones de los equipos y a junto a la de los albiverdes, se leía “Campeón moral”.

Desde el diario “Regional” hasta el noticiero cinematográfico “Sucesos argentinos” – que señalaba que “Banfield, el chico sobrealimentado con vitamina atómica, fue el campeón moral desde su poderoso segundo puesto”. Aquella distinción simbólica fue recogida tiempo después por la dirigencia de Banfield para bautizar a una de las tribunas cabeceras del estadio, una denominación que perduró hasta comienzos de la década de 1990-   usaron el eslogan para referirse al subcampeón.

 “¡Racing campeón! ¿La contra? Que en paz descanse”. Con este título, la revista “Racing” graficaba en su tapa la politización de las finales del torneo de ese año. La utilización del término contra remite a la división establecida desde el peronismo de aquella época entre los “contreras”, es decir, los opositores, y los seguidores de Perón y Evita. En términos futbolísticos aludía, por un lado, a Banfield y el resto de las parcialidades ‒“la contra”‒; y, por otro, a los fieles de la Academia. El titular de “Racing” estaba acompañado por una fotografía del arquero Grisetti, tirado sobre el área de la cancha de San Lorenzo, durante el incidente producido antes de comenzar la segunda final. Como epígrafe, el siguiente texto: “Adrede hemos elegido esta escena para que ilustre nuestra portada en este momento culminante de la vida de Racing. La agresión cobarde, vil, de que fue objeto Héctor Grisetti, a quien con una honda le arrojaron un bulón de hierro, remache de diez centímetros de largo, que le dio en el hueso cervical y que de haberlo golpeado en la nuca habría podido tener consecuencias fatales. Este atentado traduce con toda elocuencia el clima que le creó a Racing la propaganda aviesa. Grisetti, abatido en el piso, es la pintura más fiel de cómo se ganó el campeonato, “contra todos”. Por eso la elegimos. Nada más que por eso”.

 

El primer partido, dirigido por Wilbraham, aburrido y 0-0, con Grisetti “el arquero suicida” en Racing y Graneros, ex Racing, en Bánfield (habían.  cambiado los arqueros al comenzar la temporada). Bert Cross dirigió el segundo, 1-0. Juan José Pizzutti también pasó a Racing ese año. En 1950, Racing pudo dar la vuelta en Bánfield y perdió 3-0 ese día.

La primera de las dos finales, que terminó 0-0, fue dirigida por Wilbraham, y la segunda, ganada por Racing 1-0, por orto inglés, Bert Cross, y se recaudaron 187 877 pesos.

Racing disputó ese partido con Héctor Grisetti; Higinio García, José García Pérez; Juan Giménez, Alberto Rastelli, Ernesto Gutiérrez; Boyé, Manuel Ameal, Rubén Bravo, Llamil Simes y Ezra Sued.

Banfield alineó a Manuel Graneros; Osvaldo Ferretti, Luis Bagnato; Domingo Capparelli, Eliseo Mouriño, Héctor D’Angelo; Miguel Converti, José Sánchez, Albella, Nicolás Moreno y Raúl Tolosa.

Al día siguiente de la final, “Mundo Deportivo” destacó en una fotografía que al terminar el partido, el arquero Graneros y el presidente Florencio Solá se acercaron “hidalgamente” “a saludar a los vencedores y compañeros de siempre”.

Y hasta Evita había querido ver esa definición por la flamante pantalla de LR3 Radio Belgrano TV Canal 7, mientras se reponía en la residencia presidencial de avenida Alvear tras la operación que había sufrido un mes antes. “Es cierto, es cierto. Vio la final. No le puedo decir si sufrió o no, me da la impresión de que debió haber sufrido, pero la quiso ver. Pero como era ella tan sensible a la humildad, debió haber sufrido”, apuntó el periodista Roberto Di Sandro, acreditado desde 1947 en la Casa de Gobierno a Germán Ferrari en su artículo dentro de la magnífica obra  “El deporte en el primer peronismo”  de Ranaán Rein y Claudio Panella.

La primera dama había sido internada el 3 de noviembre en el Policlínico Presidente Perón de Avellaneda, y operada tres días después. El 11 de noviembre había votado desde la cama del hospital.