jueves, 29 de julio de 2021

Por qué en Bangladesh son fanáticos del fútbol argentino (Infobae)


 

Cuando la selección argentina se coronó campeona de la reciente Copa América en el Maracaná hubo quienes festejaron como si fuera su propio equipo aunque estuvieran A 17.000 kilómetros de distancia. Se trata de los bangladesíes, fanáticos del equipo albiceleste desde los tiempos de Diego Maradona, aunque las generaciones más jóvenes tienen como ídolo (cada vez mayor) a Lionel Messi.

El partido del Maracaná ante Brasil finalizó a las ocho de la mañana en Dacca, la capital del país de poco más de 151 millones de habitantes, uno de los más densamente poblados del mundo y que, situado en el delta del río Ganges, limita casi completamente con India y algo con Birmania en una franja del sudeste y sufre inundaciones producto de los vientos monzones y de los ciclones.

Pese a la hora de finalización del partido, debido al fanatismo por Argentina, en Dacca no importó siquiera el lockdown estricto impuesto por el gobierno de la República Popular de Bangladesh (que significa “país de Bengala”, en referencia a la región en la que se encuentra) debido a la pandemia. Pero nada pudo obstaculizar la salida a la calle de miles de personas movilizadas en caravanas de motos (el vehículo más común, con banderas y bengalas para dar rienda suelta a su euforia en medio de un tráfico estresante que incluye automóviles y bicitaxis.

Las autoridades de Dacca se llegaron a preocupar seriamente por lo que podía suceder en la ciudad por un partido jugado a tanta distancia entre Argentina y Brasil, porque también hay muchos que prefieren el juego de la ‘verdeamarelha’ por su ‘jogo bonito’(aunque no en la cantidad de los que siguen a los albicelestes), pero en los pubs a los que acuden ambas hinchadas generalmente no suelen ocurrir disturbios y sólo se festeja y se canta a favor de los suyos, según contó a Infobae Raúl Becerra, goleador argentino del recientemente fundado equipo “Bashundhara Kings”.

Sin embargo, las autoridades de Jessore, ciudad del lado occidental, se llegaron a pronunciar con angustia ante la posible pérdida de nacionalismo al notar el despliegue de tantas banderas extranjeras y hubo hasta algún amague de prohibirlas, pero no tuvo éxito. “No nos importa que la gente use camisetas de sus equipos favoritos o pancartas”, -ya decía en 2014 Mustafizur Rahman, un administrador del gobierno- pero no se ve bien cuando las banderas extranjeras ondean en sus techos. Nos hemos convertido en una Nación de Argentina y Brasil”. Fue cuando al menos tres personas murieron electrocutadas colgando banderas argentinas del precario cableado de la ciudad y la prensa local los calificó como “Mártires de la Copa del Mundo”.

Según el sitio oficial de la AFA, el 23 de agosto de 2012 se formó el grupo de Facebook “Argentina Football Fans Bangladesh” a partir de la iniciativa de un joven llamado Saif Tanvir, y que ya cuenta con casi 350.000 miembros y que sigue todas las actividades de la selección argentina, que juegue donde juegue y en el horario que sea, es seguida con ansiedad.

“Todos los años organizamos eventos, especialmente antes de los torneos y todos juntos rezamos a Alá por Argentina para que pueda ganar”. Le comentó Saif al periodista Nahuel Lanzón, de TN Deportivo.

Si ya existía un total fanatismo por la selección argentina, éste llegó a la locura cuando en septiembre de 2011 el equipo nacional, en ese entonces dirigido por Alejandro Sabella, llegó a sus tierras para jugar un amistoso ante Nigeria en un estadio nacional completo a reventar ante la presencia de Messi, al punto que se instalaron pantallas gigantes en toda la ciudad para que nadie se perdiera el acontecimiento.

Quien esto escribe tiene la experiencia de las coberturas de Mundiales, en las que tras cada entrenamiento de la selección argentina lo suele esperar un grupo de una decena de colegas de Bangladesh para saber hasta la última novedad debido a las dificultades de acceso que tienen por la distancia cultural y el idioma.

El fanatismo por Argentina es tal que hasta miembros de la Unión Europea estuvieron estudiando las características del país para entender por qué no hay una predominancia de la preferencia por las selecciones de ese continente pese a la influencia británica en la cultura. Hace pocos años, cuando Reino Unido aún pertenecía a la UE, se envió un memo que describía que “apenas hay banderas de Inglaterra visibles en las calles”.

Tal vez desde la relación que Bangladesh desarrolló con Inglaterra puede comenzar a entenderse el amor de los hinchas hacia el fútbol argentino.

A fines del siglo XV llegaron a lo que hoy es Bangladesh los comerciantes ingleses y su influencia fue creciendo hasta que la Compañía Británica de las Indias Orientales se quedó con el control de la región de Bengala tras la batalla de Plassey en 1757. Un siglo más tarde, la sangrienta “Rebelión de los Cipayos” en 1857 derivó en que se transfiriera la autoridad a la corona británica, con un virrey que se encargaba de administrar el territorio y durante esta época colonial, las hambrunas atormentaron a los bangladesíes, y en especial, la Gran Hambruna de 1943, que le costó la vida a tres millones de personas durante la Segunda Guerra Mundial, que según muchos analistas es consecuencia de una estrategia militar británica para obstaculizar un posible avance japonés.

Bangladesh se independizó de Pakistán el 16 de diciembre de 1971 pero siguió sufriendo hambrunas, desastres naturales y pobreza generalizada, con algunos golpes militares hasta la restauración de la democracia en 1991, que trajo una relativa calma y cierto progreso económico.

Esta relación de tirantez con la corona británica también hizo seguir de cerca, a los bangladesíes, la Guerra de Malvinas de 1982, aunque el goleador Becerra, que llegó del fútbol qatarí reemplazando al ex internacional Hernán Barcos, cree que “no está tan claro dónde empieza este apoyo a los argentinos en esta zona de dominio inglés de India, Bangladesh, Pakistán. Desde hace muchos años ellos tenían un control desde lo económico y se habla de ese bloqueo que hubo en la Segunda Guerra Mundial. La gente de acá me habla más de las Malvinas, del enfrentamiento con los ingleses, de cómo los marcó Diego Maradona, y la pasión por el fútbol que tenemos en Argentina. Y la aparición de Messi incrementó la pasión que ellos tienen”.

Cuando murió Maradona el pasado 25 de noviembre hubo un minuto de silencio hasta en la liga de cricket, que es el deporte nacional.

Si de Maradona se trata, pocos pueden opinar de él mejor que Mehedi Sujan, el editor de Deportes de uno de los principales diarios en inglés del país, el “New Age” (www.newagebd.net) y un reconocido coleccionista y conocedor de todo lo que produjo el astro argentino recientemente fallecido hasta el mínimo detalle, y agrega ricos elementos para el análisis.

“Si se consulta por qué apoyan a la selección argentina y no a otra a los que hoy tienen de 20 a 38 años, la mayoría diría porque cuenta con Messi y porque ganó el Mundial capitaneada por Maradona”, sostiene Sujan,  pero aclara que “en realidad, el apoyo de Bangladesh a Argentina era limitado hasta 1986 y una razón es que el título mundial de 1978 es un poco borroso para la gente porque fue un evento lejano, en el que se dieron pocos partidos por TV en vivo, igual que en España 1982, que vino grabado, y entonces aquel equipo dorado con Maradona, Kempes y Ardiles es relativamente desconocido para los actuales seguidores de Argentina”-

El periodista cuenta que el cambio se produjo en 1986. “No sería exagerado afirmar que ‘México 86’ convirtió a Maradona en una superestrella. Mirando para atrás, es tremendo el impacto que tuvo en Bangladesh y en asegurar una base de apoyo  a Argentina, que no partía como favorita de ese Mundial y se hablaba de Alemania, Italia o Brasil aunque algunos fanáticos ya hablaban de un desconocido Maradona para  la mayoría. A medida que avanzó el campeonato, la gente comenzó a tomar en serio a Francia cuando eliminó a Brasil, pero cuando llegó el Argentina-Inglaterra, Maradona hipnotizó a los bangladesíes con su habilidad como nunca lo hizo nadie. La Mano de Dios también provocó un feroz debate pero la mayoría decidió pasarlo por alto porque el recuerdo de Malvinas todavía estaba vivo entre nosotros. Y cuando Brasil quedó eliminado, había sólo un equipo para apoyar: Argentina. Una vez que llegó la final, el apoyo fue total y luego, Maradona emergió como nuevo héroe.”.

“Fue justo cuando el fútbol se convirtió en el deporte principal en los años ochenta –insiste Sujan- y se sumó la locura por Maradona, inspirando a los jugadores bajos de estatura –la media de los habitantes de Bangladesh es de 1,64 metro-. Después, Bangladesh consiguió su propio Maradona en Sabbir bin Walid y en 1987 surgió otra sensación que fue Monu (bajo, robusto y rápido) cuando jugó la Copa de Oro del Presidente para el equipo “Mohammedan”. En esa época la imagen de Maradona era portada de cuadernos, botellas, camisetas y envoltorios de pirulines. El mayor impacto de Maradona fue en jugadores de origen humilde de las villas de Dacca, muchos de los que pasaron a jugar en los mejores clubes o, a través de la perseverancia, a otros clubes intermedios. Usaban el mismo peinado y hasta botines “Puma King” de producción local”.

Pero Sujan también cree en el factor político. “También en el fútbol, los recuerdos del pasado imperial juegan un papel crucial. Los bangladesíes podían relacionarse bien con los latinoamericanos, que enfrentaron las mismas dificultades económicas y la misma explotación por parte de Occidente”.

Ifty Mahmud, redactor del periódico más grande de Bangladesh, el “Prothom Alo”, remarcó al periodista Lanzón que si la selección brasileña “se parece a nosotros. Sólo mira a Pelé, Romario y Neymar y ellos son de piel oscura y de origen humilde y nosotros también”, el apoyo a los argentinos “tiene un carácter anticolonial, porque Maradona venció a los ingleses, mientras que (David) Beckham nunca fue popular aquí. Maradona era un loco ¡y los bangladesíes aman a los locos! La forma en que engañó al poder colonial, porque fue un engaño a la luz del día, tuvo una resonancia simbólica”.

Pese a todo, Becerra -que llegó de jugar en el “Umm Salal” de Qatar en reemplazo de su reconocido compatriota, el delantero Hernán Barcos para defender ahora los colores del “Bashundhara Kings”-, comenta a Infobae que por el hecho de ser argentino “no sentí beneficio o ventaja en el fútbol local aunque fui recibido de la mejor manera, y ellos se brindan en todo lo que necesito”.

Becerra, -un trotamundos que pasó por Huracán de Tres Arroyos, Boca de Río Gallegos, Almagro, Nueva Chicago, Argentinos Juniors, Colón (donde consiguió el ascenso a Primera A), Deportivo Cuenca (Ecuador), y los chilenos  Everton, y Deportes Iquique, con 82 goles en 270 partidos-  separa bien los tantos. “Sí vi en las tribunas hinchas con banderas o camisetas de la selección, pero en la cancha somos todos iguales, brasileños, africanos y asiáticos”.

“En la calle, si ven que sos argentino, enseguida se ve la expresión de emoción, que apoyaron a Maradona o a Messi. Nosotros, los jugadores, estamos siempre agradecidos con estos cracks porque fueron embajadores y nos abrieron las puertas tanto a Barco, o a otro compatriota, Nicolás Del Monte.”, explica Becerra.

“La de Bangladesh es una liga competitiva, en crecimiento, que económicamente no puede competir con otras –describe-.. El cricket es el deporte nacional y atrae mayores inversiones. Yo estoy en un club nuevo y serio. El mes que viene tenemos copa internacional en Maldivas y la idea es ir creciendo y generando mayores condiciones y seguramente llegarán extranjeros con más renombre y también entrenadores de otros países. En mi caso, llegué el año pasado desde Qatar, y por la cercanía. Fue algo bueno venir acá y es una oportunidad para aprovecharla. La vida es tranquila (su familia está en Argentina y está solo). Vivo en un departamento, compro todo lo que necesito en el supermercado - como profesional, no me es tan difícil la alimentación- , miro la TV y estudio. Nos entrenamos todos los días, y están los partidos. Estuve en diferentes países y culturas, y trato de ser respetuoso con eso, y abierto a cualquier experiencia”.

 

 

 


martes, 27 de julio de 2021

La increíble historia de Shinzo Kanakuri, el “desaparecido” maratonista más lento de la historia de los Juegos Olímpicos (Infobae)


 

El japonés Shinzo Kanakuri, considerado el padre del Maratón en su país, fue protagonista de una increíble historia olímpica que comenzó en los Juegos de Estocolmo en 1912 y terminó cincuenta y cinco años más tarde en la misma ciudad, cerrando el círculo de una serie de hechos fantásticos.

Kanakuri, nacido el 28 de agosto de 1891, apareció en el mundo del atletismo en el momento justo y en el lugar adecuado. Fue cuando el educador japonés Jigoro Kano, considerado el “Padre del Movimiento Olímpico” en su país y entonces director de la Escuela Nacional Superior de Tokio (actualmente la Universidad de Tsukuba) desempeñó un papel crucial en la promoción del judo.

En reconocimiento a sus logros en el campo educativo fue que el Barón Pierre de Coubertin, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), le propuso a Kano, en 1909, que fuera el primer miembro asiático del organismo y el nuevo dirigente fundó la Asociación Deportiva Japonesa y organizó una clasificación para los Juegos Olímpicos de Estocolmo 1912, que consiguieron dos atletas, el velocista Yahiko Mishima y el maratonista Shizo Kanaguri. Era la primera vez que una delegación japonesa iba a participar de los Juegos Olímpicos.

Kanaguri era considerado como uno de los grandes favoritos para ganar la competencia olímpica porque llegó el dato de que en esa clasificación de noviembre de 1911 consiguió un tiempo de 2 horas 32 minutos y 45 segundos, que era récord mundial, aunque no hubo una medida oficial y algunos sostenían que su marca había sido sobre 40,23 kilómetros y no sobre los 42,16 necesarios.

Lo cierto es que Kanakuri y Mishima (1886-1954) fuero los dos únicos atletas que representaron a Japón en Estocolmo, y recibieron una considerable presión para cumplir con una buena performance por parte del ambiente deportivo y la prensa.

El viaje a Estocolmo, en aquel tiempo, no fue nada sencillo. Primero tomaron un barco y luego un tren en dos semanas que utilizaron para mantener su forma física haciendo ejercicios donde podían dentro de los transportes e incluso aprovechando cada parada para bajar y correr los minutos que se pudieran.

En ese viaje, Kanakuri también tuvo que asumir otro deber que no estaba previsto cuando Mishima cayó enfermo, mientras continuaba con sus ejercitaciones, siempre, además, con el prurito de no beber demasiado porque se consideraba que la transpiración era sinónimo de cansancio.

En aquel maratón del 14 de julio de 1912 se impuso el sudafricano Kennet McArthur, con una marca de 2 horas 36 minutos y 55 segundos, que fue registrada como nuevo récord olímpico a pesar de que la distancia de la carrera era casi dos kilómetros menor a la de los Juegos de Londres en 1908, y participaron 68 atletas de los que sólo 35 llegaron a la meta, debido a que la temperatura era muy alta, unos 32 grados.

Kanakuri había decidido llevar unas zapatillas de tela japonesa tradicional llamada “Tabi”, e intentó reforzar su calzado con una tela rugosa, pero que fue ineficaz para proteger a sus pies de las piedritas y desechos que se fue encontrando en todo el camino del maratón.

A esto, al atleta japonés se le sumó aquella idea de no beber mientras corría para no transpirar, sumado a que en algunos casos se ingerían pequeñas dosis de estricnina. Se desconoce por cuál de las causas, pero Kanakuri se desvaneció en la mitad de la competencia y terminó asistido en una casa de una familia acaudalada, que le dio de beber y le ofreció ropa.

Al cabo de una hora, ya recuperado, desistió de continuar compitiendo, por lo que abordó el tren y encontró un hotel en el que se hospedó hasta dar con el barco que lo llevó de regreso a su país, desde donde envió a sus huéspedes suecos un pergamino con una extraña escritura japonesa como agradecimiento, algo que la familia guardó por siempre como un tesoro.

Entre los corredores que no llegaron a la meta en esa competencia, hay que contar al portugués Francisco Lázaro, que murió a la mañana siguiente luego de permanecer inconsciente a 8 kilómetros del final y con una temperatura corporal de 42,1 grados con evidentes síntomas de deshidratación, y luego se descubrió que había recubierto todo su cuerpo de cera para luchar contra el golpe de calor,

Kanakuri se sintió avergonzado por haber tenido que renunciar a seguir compitiendo, al punto de que nunca informó a los responsables olímpicos acerca de su abandono ni tampoco comunicó que había regresado a su casa, por lo que su ausencia fue denunciada a la Policía –que hizo un rastrillaje- y desde ese momento figuró como desaparecido.

Aún seguía en el mismo status pese a haber participado, representando a Japón en los Juegos de Amberes 1920 (en los que fue decimosexto con un tiempo de  2 horas 48 minutos 45,4 segundos) y en los de París 1924 (no pudo terminar la competencia) y hasta debió estar también en Berlín 1916, pero este evento fue suspendido por la Primera Guerra Mundial.  Por 50 años, Kanakuri siguió siendo un desaparecido en los archivos suecos.

Tras su regreso de la frustrada experiencia sueca, Kanakuri fue un divisor de aguas. Fue severamente criticado en algunos medios y él mismo llegó a escribir en un diario hasta qué punto sentía vergüenza por lo ocurrido. Sin embargo, recibió elogios de otros sectores por haber sido capaz de correr con los mejores del mundo pese a la mala preparación y los obstáculos del viaje (él tenía en ese entonces 20 años y se preparó un año).

Finalmente, se convirtió en un personaje clave en las carreras de larga distancia en Japón y jugó un papel fundamental en el desarrollo de la carrera de relevos “Ekiden” desde Tokio a “Hakone College”, diseñada para estudiantes a la que se le atribuye la popularización de las competencias de larga distancia en Japón, por lo que a Kanakuri se lo reconoció como “El padre del Maratón”.

Cuando se retiró en 1924, se convirtió en profesor de geografía, pero desconocía que al mismo tiempo, en Suecia, se había convertido en una leyenda urbana, conocido como “el maratonista desaparecido”, hasta que en 1962, un periodista sueco descubrió que aún vivía y se lo comentó a las autoridades del Comité Olímpico Sueco y en 1966, la “Sverige Television” (Televisión Sueca) lo rastreó nuevamente yendo a buscarlo hasta Tamana, en la prefectura de Kumamoto. Tenía entonces 75 años y disfrutaba allí de su retiro.

Cuando el Comité Olímpico descubrió en 1967 que su nombre aparecía en un listado de hombres de negocios que buscaban fondos para enviar a los atletas suecos a los Juegos de México 1968, sus dirigentes idearon un plan: ¿por qué no dejar a Kanakuri terminar de recorrer aquella maratón inconclusa en 1912 delante de los medios del mundo entero y de paso, llamar la atención y buscar sponsors para la causa? Lo invitaron a Suecia con el pretexto de participar en los festejos de conmemoración de los 55 años de los Juegos de 1912. Y el japonés aceptó, pese a la rareza de la propuesta, feliz de regresar a Suecia.

Recién cuando Kanakuri puso los pies en el país, los responsables le informaron de la “trampita” y de lo expandido de su leyenda -incluso se decía en Suecia que seguía corriendo por tantos años por no encontrar la meta, una especie de “Forrest Gump” japonés-.

El 20 de marzo de 1967, a los 76 años y con el estadio repleto, Kanakuri corrió frente a las cámaras e hizo el sprint de los últimos cien metros, bajo una ovación. Al finalizar, los representantes del Comité Olímpico Sueco suministraron el tiempo total de su recorrido, desde los inicios en 1912,a hasta su final en 1967, y se lo entregaron a la prensa: 54 años 8 meses 6 días 5 horas 32 minutos y 20,3 segundos, y lo invitaron por si quería decir unas palabras por haber marcado el récord del maratón más lento de la historia.

Kanakuri pensó un instante, se arrastró como pudo hasta el micrófono debido al cansancio, y dijo: “Fue un largo viaje. En el camino me casé, tuve seis hijos y diez nietos”. Falleció el 13 de noviembre de 1983 a los 92 años y fue uno de los dos atletas que sentaron el precedente para la participación de Japón en los Juegos Olímpicos, en los que ocupa el histórico undécimo lugar en las posiciones, con 439 medallas obtenidas hasta los Juegos de Tokio que se llevan a cabo actualmente.

 

 

 

 


Boca, obligado a jugar con juveniles en la Liga por Covid (Kicker)


 

Boca Juniors debió jugar por el nuevo torneo argentino con un equipo de juveniles entre los 17 y los 21 años ante Bánfield y San Lorenzo, debido a que ni el Estado ni la Liga aceptaron su petición de postergar los dos partidos para poder contar con sus titulares, luego de que éstos debieran aislarse al regresar de Brasil, donde la semana pasada quedaron eliminados de la Copa Libertadores de América ante Atlético Mineiro.

Pese a presentar un certificado con pruebas negativas de todos sus jugadores, el Ministerio de Salud estatal no aceptó que Boca jugara con el plantel que viajó a Brasil debido a que consideró que pudo haber roto la burbuja sanitaria al protagonizar un escándalo en los pasillos del vestuario del estadio Mineirao de Belo Horizonte, luego de que quedara eliminado por penales tras dos empates 0-0 y en los que reclamó por dos goles (uno en cada partido) anulados con polémica por el VAR.

Boca logró empatar 0-0 ante Bánfield como visitante el pasado sábado, y jugaba contra San Lorenzo (cuyo presidente, el showman televisivo Marcelo Tinelli, es también el titular de la Liga) como local el martes por la noche, cuando la tercera fecha del certamen se extiende hasta el jueves y Boca solicitaba jugar desde el miércoles, dado que a partir de ese día, sus jugadores quedaban habilitados. Por el contrario, la Liga advirtió que de no presentarse, el club podría ser sancionado.

“Nunca se vio esto que le está pasando a Boca. Pedimos que nos dejen competir sanamente. Es lo único que queremos. Nuestros chicos, jugando tan seguido, corren el riesgo de lastimarse y tenemos la responsabilidad de cuidarlos”, sostuvo el ex jugador y hoy vicepresidente de Boca, Juan Román Riquelme.

El próximo domingo, contra Talleres en Córdoba y por la cuarta fecha, ya podrán volver los titulares. Los únicos dos convocados ante San Lorenzo fueron los colombianos Frank Fabra y Edwin Cardona, que estuvieron de vacaciones por haber disputado la Copa América de Brasil, pero que todavía no jugaron en la nueva temporada.


lunes, 26 de julio de 2021

El triunfo hollywoodiense en el ciclismo de ruta olímpico de la austríaca Anna Kiesenhofer, la doctora en matemáticas amateur y sin equipo que las grandes candidatas ignoraron (Infobae)


 

A los 30 años, la doctora en matemáticas austríaca Anna Kiesenhofer se considera “vieja” –se supone que para el deporte- y en la tranquila y sonriente conferencia de prensa posterior a su impactante e inesperado triunfo en la competencia de ciclismo de ruta, aconsejó a los más jóvenes que se inician en la actividad “que no confíen en nadie, como hice yo”, acaso en la más cabal definición de espíritu olímpico: sin equipo, sin entrenador, sin percibir dinero, “pero completamente concentrada en ganar”.

La gloria de Anna Kiesenhofer, que se preparó sola, apelando a consultas al más alto nivel de las ciencias aplicadas, y ejercitándose en un sauna para adaptarse al calor, luego de haberse alejado dos veces del ciclismo por lesiones y una depresión, tranquilamente podría llegar a Hollywood en los próximos meses porque su historia de éxito reúne todos los requisitos: nadie la tenía en cuenta en la previa, y nadie la tuvo en cuenta en la llegada, al punto de que quien finalizó segunda, la neerlandesa Annemiek Van Vleuten, festejó como si hubiese ganado, sin pensar en la opción de que alguien la podía haber superado.

Lo que sucedió el domingo en el circuito internacional de Monte Fuji, en Tokio, ingresará entre las grandes historias de los Juegos Olímpicos cuando Kiesenhofer, para la gran mayoría candidata a ser una de las colistas de la prueba en la que participaban 67 competidoras de cuarenta países, ya en el primer kilómetro inició una fuga junto a la sudafricana Oberholzer , la namibia Looser, la polaca Plichta, y la israelí Shapira, aunque todos descontaban que el pelotón las alcanzaría de manera natural.

Efectivamente, el pelotón absorbió primero a Oberholzer y a Looser, pero no reparó en que faltando 41,4 kilómetros para la meta, Kiesenhofer se separó de Plichta y de Shapira para lanzarse decididamente al triunfo, es decir que cuando fueron alcanzadas la polaca y la israelí, las neerlandesas, potencias de esta especialidad, interpretaron que era el momento de ganar sin reparar en la matemática austríaca, que terminó festejando a las 3 horas 52 minutos y 45 segundos de carrera con los brazos elevados, incrédula, acaso esperando que el pelotón la alcanzara en algún momento, aunque nunca ocurrió.

La historia todavía reservaba más capítulos increíbles, porque un minuto y quince segundos más tarde cruzó la meta la neerlandesa van Vleuten, una de las estrellas del equipo Movistar y considerada una de las grandes candidatas, y también festejó como si hubiera ganado, aunque al rato fue embargada por la decepción cuando se enteró de que había sido superada por una rival a la que ni tuvo en cuenta ni se imaginó que estaba fuera del pelotón porque en el ciclismo olímpico está prohibida la comunicación a un pinganillo en el oído de las competidoras, y por eso todas pensaron que era ella la que había vencido, como era de esperar.

“Estoy destrozada –dijo una agotada van Vleuten, tirada en el suelo-. Ninguna de nosotras –Países Bajos tuvo las últimas dos medallas doradas olímpicas, con Marianne Vos en 2012 y Anna van der Breggen en 2016- sabía si todo el mundo estaba en el pelotón. Es un ejemplo de lo que ocurre si se corre una carrera importante como ésta sin comunicación”. Para ella no era una competencia más porque cinco años atrás, en los Juegos de Río de Janeiro, lideraba la prueba cuando faltando diez kilómetros se cayó y perdió su chance. “No conocíamos a Kiesenhofer –admitió- pero no podíamos subestimar a alguien que no conocíamos. Cuando neutralizamos a la polaca y a la israelí, pensábamos que íbamos por el oro”.

Kiesenhofer, de 1,65 metro, completamente amateur y sin equipo desde 2017, obtuvo así la primera medalla dorada en ciclismo para Austria desde la reinstauración de los Juegos Olímpicos en 1896, y la primera dorada en todas las disciplinas para su país desde Atenas 2004.

Nació en Viena el 14 de febrero de 1991, estudió matemáticas en la Universidad Técnica de Viena y en 2012 obtuvo un Máster en Cambridge, para luego irse a vivir a Cataluña para inscribirse en el programa de doctorado en Matemática Aplicada de la Universidad Politécnica, para posteriormente comenzar a dar clase en Lausana mientras comenzó a cursar un post-doctorado.

Su carrera ciclística no fue nada fácil. Comenzó siendo especialista en triatlón y biatlón, pero en 2014 debió abandonar todo por una serie de lesiones. Sin embargo, la pasión por el deporte era tal que se volcó al ciclismo, como nueva actividad cuando ya estaba afincada en la localidad de Arenys de Mar, a pocos kilómetros de Barcelona, y pudo ingresar como amateur en el equipo Frigoríficos Costa Brava-Naturalium, con sede en Sant Feliú de Guxols y se entrenaba con la selección catalana mientras cursaba el doctorado. Fue en esta época que ganó la Copa Nacional de España en 2016 –la primera extranjera en conseguirlo-, aunque sin ganar una sola prueba y donde su compañera de equipo Lorena Llamas (la otra gran revelación de la temporada en España) fue sexta.

Se anotó entonces en el campeonato austríaco de Contrarreloj y terminó segunda y ocupó la misma posición en el Tour Internacional de L’Ardeche, y eso generó el interés del equipo “Lotto Souldal Ladies”. Todo indicaba que volvería al terreno del profesionalismo, pero volvieron a cruzarse los problemas físicos con una dolencia que afectaba su columna vertebral, sumado a una amenorrea y una ostoporosis, que derivaron en una depresión que la alejó del ciclismo y que tuviera que tomarse 2018 como año sabático.

No se quedó y decidió seguir, aunque ya en forma amateur y de manera autónoma y así ganó el campeonato austríaco de Conatrarreloj entre 2019 y 2021 y el campeonato nacional de ruta 2019, y a los Juegos Olímpicos de Tokio llegó sin ningún equipo que la sostuviera y entrenándose en saunas para acostumbrar su cuerpo al calor (el 3 de julio, en su cuenta de Twitter, publicó los detalles de sus entrenamientos), con permanentes consultas en sus redes sociales a los más eminentes expertos en temáticas como aclimatación o aerodinamia.

No es casual entonces que uno de los saludos, ni bien obtuvo la medalla dorada en Tokio, haya provenido del medio científico, como el de Sheila Heymans, directora ejecutiva del “European Marine Board”, por Twitter. “Bien hecho. Tu victoria de hoy demuestra que si pones tu mente y la ciencia en ello, todo es posible, y que ser un profesional es un estado de ánimo, ya sean matemáticas o ciclismo”.

“Quería ganar, claro, pero honestamente, ni pensaba estar en esta situación –admitió tímidamente una sonriente Kiesenhofer en una entrevista con CNN-. Cuando corro, no tengo oxígeno en mi sangre para pensar en algo matemático. Sí me preparo pensando cómo aplicarlo a distintos tramos, pero una vez en competencia no puedo. Sí puedo visualizar a mi familia, a mi madre, viéndome correr por la TV o a mis amigos, pero muchos de mis alumnos no saben que soy ciclista porque el que no googlea a sus profesores, ni se entera. Algunos me han deseado suerte alguna vez para alguna competencia”.

Cuando se esperaba que una serena y contenta ciclista dialogara sobre su éxito en la conferencia de prensa posterior a aganar la medalla dorada, la pregunta acerca de qué consejo le daría a los jóvenes que se inician en el deporte, apareció una respuesta firma, contundente e inesperada. “No confíes demasiado en la autoridad –advirtió, acaso encarnando como pocas veces en este tiempo un encarnizado espíritu amateur-. Yo manejo todo por mi cuenta, soy autodidacta y mi plan de acción para Tokio, desde la nutrición, el equipamiento, hasta los entrenamientos ya las tácticas, son de mi autoría”. Y dio un drástico ejemplo: “ni siquiera creí en el tablero de la competencia que mostraba las brechas de tiempo entre las competidoras. No estaba segura de que podía confiar en él”.

Kiesenfofer se mostró entonces tal cual era, aún con timidez. Una autodidacta. Sin equipo, sin compañeros, sin federación, viniendo de abajo, enfrentando a equipos poderosos, profesionales y experimentados, pero no se amilanó y sentó su posición. “No soy el tipo de ciclista que sólo empuja los pedales. También soy la mente maestra detrás de mi actuación y estoy orgullosa de eso”.

La campeona austríaca, entonces, desplegó todos sus sentimientos sobre lo que le tocó vivir y lo que es hoy como resultado de aquellas vivencias. “Siempre existe el peligro y yo misma fui víctima de él. Que eres joven, que no sabes demasiado…luego tienes un entrenador o alguien que dice ‘yo sé de esto y tienes que hacer esto y eso’ o ‘trabajaré para ti’. Yo estaba en ese lugar y le creía a la gente. Ahora soy vieja, tengo treinta años –describió- y comencé a darme cuenta de que todas las personas que dicen saber, en realidad no saben, porque los que saben, muchas veces dicen que no saben”.

“Empecé a darme cuenta –siguió, ante una sala en silencio sepulcral- de que no hay atajos, no hay milagros. Así que ese es realmente mi consejo para los jóvenes: no necesariamente creer en tu entrenador. Quiero decir: necesitas confiar en algunas personas, necesitas gente a tu alrededor y no puedes hacer todo por tu cuenta, pero debes tener mucho cuidado en quién confías y para mí, esa gente ahora es mi familia y amigos cercanos porque muchos amigos no son amigos de verdad y luego hablan mal de ti por atrás”.

Acaso cuando le preguntaron cómo se definiría deportivamente, pudo sintetizar como nunca el ideario olímpico como opuesto a la gran mayoría de los atletas de la actualidad, envueltos en equipos poderosos, profesionales, y con ganancias suculentas.

“En los papeles, soy amateur. No gano dinero…quiero decir que no mucho. Mis ingresos provienen de un trabajo normal, pero el ciclismo ocupa un  espacio enorme en mi vida. Durante el último año y medio estuve completamente concentrada en lo que debía hacer hoy. Y gané”, finalizó.

 

 

 

 

 


viernes, 23 de julio de 2021

Boca, víctima y responsable al mismo tiempo (Jornada)


Pocas veces en el fútbol se pudo ver dos robos en una semana, a un equipo de peso, como le ocurrió a Boca Juniors en los octavos de final de la Copa Libertadores ante el Atlético Mineiro, al que venció ambas veces 1-0, pero en las dos ocasiones le anularon goles válidos en los que el VAR tardó varios minutos en encontrar una falla, una aguja en un pajar, que permitiera a los brasileños avanzar a la fase siguiente del torneo.

Hay una coincidencia generalizada sobre estos hechos, que vuelven a colocar a la Conmebol, entidad organizadora del certamen –y a la que nos hemos referido de manera sostenida en esta columna- en el ojo de la tormenta debido a su pérdida galopante de mínima credibilidad, especialmente con su favoritismo a equipos brasileños o amigos de muchos años.

El hecho de que un ex árbitro brasileño como Wilson Seneme esté a cargo del Comité Arbitral de la Conmebol y que tanto la selección brasileña en la Copa América, y equipos como Atlético Mineiro, Fluminense y Palmeiras hayan sido favorecidos de una manera tan evidente, le quita seriedad al contexto y va generando condiciones de escándalo.

Sin embargo, aclarado este punto, en el que Boca resultó una de las víctimas junto con Cerro Porteño y Universidad Católica (aunque el equipo argentino en mucha mayor medida, por duplicado), el club xeneize también tiene sus responsabilidades, que no se pueden soslayar.

Se suele decir que el gran tema no es lo que pasa sino qué se hace con lo que pasa, y es allí donde Boca comienza a fallar. Desde que esta dirigencia que preside Jorge Amor Ameal se hizo cargo del club en diciembre de 2019, creyó en los peces de colores, o en los Reyes Magos, ilusionada en que debía acortar las distancias con la conducción de la Conmebol a sabiendas del enfrentamiento de su antecesor Daniel Angelici desde que en 2016 iniciara una campaña junto a varios otros clubes del continente para configurar una entidad sudamericana paralela, que no dio resultado, a partir de los recordados hechos del gas pimienta en la Bombonera por los octavos de final de la Copa Libertadores 2015, que derivó en la suspensión del partido cuando restaban 45 minutos, y el triunfo para River en los escritorios.

Pero por más que Juan Román Riquelme, vicepresidente a cargo del fútbol de Boca, viajara a Asunción a distintos actos, y se abrazara con el paraguayo Alejandro Domínguez Wilson, presidente de la Conmebol, las cosas no cambiaron desde 2019. Sorteos que dieron como resultado siempre llaves complicadas (sumado al inexplicable cambio de la organización por el que se elimina el mérito de la primera fase salvo para la localía), y arbitrajes sospechosos, contribuyen a abonar la idea de que a la entidad sudamericana, nada le importó, incluso cuando la dirigencia xeneize persistió en no reclamar de manera tajante tras la ida ante el Atlético Mineiro en la Bombonera para no molestar y generar empatía para la vuelta. La respuesta fue la misma.

Pero la actual dirigencia de Boca volvió a equivocarse. Si bien es cierto que caer por penales (habiendo comenzado en ventaja incluso en ellos) luego de ser robada dos veces genera una lógica irritación, y también posiblemente que el presidente del Atlético Mineiro se haya acercado al vestuario a arrojar agua, la reacción de los jugadores, cuerpo técnico y hasta miembros del departamento de Fútbol como los ex jugadores Jorge Bermúdez y Alfredo Cascini, fue absolutamente desmedida y no sólo eso, sino que esa reacción generó que se rompiera la burbuja sanitaria y terminó condicionando al equipo para el regreso al torneo local, tanto en lo político como en lo deportivo.

Es decir que aquella reacción en Brasil, en la que nadie osó poner paños fríos, ya sea de parte de un experimentado cuerpo técnico o de los dirigentes, que se supone que deben tener una mira más lejana que los alterados jugadores que tienen las pulsaciones más aceleradas, provocó un efecto dominó, que trajo como consecuencia un intento desesperado por conseguir la validación del Estado, desde el Ministerio de Salud (justo en tiempos electorales y cuando el tema de la pandemia es uno de los principales de la campaña) y desde la Liga de Fútbol Profesional (LPF), manejada por uno de los principales adversarios del club como el presidente de San Lorenzo, Marcelo Tinelli.

Un Boca doblemente enfrentado a Tinelli (Ameal vino sosteniendo desde que asumió que no es necesario en el fútbol argentino el “Doble Comando”, es decir, la convivencia de la AFA con la LPF, y además, justo en los días en los que los xeneizes quieren llevarse a Juan Ramírez, generando molestias en el club de Boedo) terminó, por culpa de sus propias reacciones en Brasil, pretendiendo que uno de sus más fuertes adversarios (y contra el que tiene que jugar el próximo martes, en plena cuarentena obligatoria de los jugadores auriazules), propiciara el permiso para que le hicieran una excepción para poder utilizar los titulares ante Bánfield, anoche, y ante San Lorenzo, el martes. Decididamente, era ingresar en la boca del león. Por supuesto que el pedido fue denegado por ambas entidades.

Y así es que Boca se encontró con una nueva disyuntiva, la de no presentarse a estos dos partidos (con la amplia posibilidad de perder seis puntos más por descuentos al finalizar el torneo) o la de apelar a la Reserva, a la que de todos modos hizo jugar el viernes a sabiendas de que el sábado podría necesitarla y estaría condicionando físicamente a esos inexpertos jugadores. Y no sólo eso, sino que tampoco quiso contar con el único jugador profesional que estaba en condiciones de hacerlo, el colombiano Edwin Cardona, al que lo castigó, acaso con razón, por no haber vuelto a la disciplina del equipo tras participar de la Copa América con la selección colombiana.

Todo esto se vio reflejado en el final del partido en Bánfield, por la segunda fecha del torneo de Primera División, cuando la mayoría de los jóvenes no podían con su cuerpo por los calambres debido a la exigencia de haber jugado dos veces en menos de 48 horas, aunque la noche lluviosa del Gran Buenos Aires, por fin, trajo una gran noticia: este equipo que dirige Sebastián Battaglia juega realmente bien, fue superior a los locales, mereció ganar, aunque empató 0-0 y aparecieron varias estrellas futuras, de enorme proyección, como el arquero Lastra, los defensores Barco y Mancuso, los volantes Fernández y Escalante, y especialmente un habilidoso como Taborda.

Sin embargo, nuevamente surge la pregunta-madre, qué se hace con lo que ocurre, y no resulta entendible que en cada mercado de pases, y con distintas dirigencias, Boca se lance a gastar fortunas en jugadores foráneos cuando tiene el futuro en casa (incluso en la dirección técnica).

La gran pregunta final, entonces es si más allá de haber sido una clara víctima inicial, esta dirigencia está a la altura analizando o que hizo con lo que tuvo, y si no había otros caminos para tomar, como tener una actitud más dura y decidida hacia la Conmebol (¿qué más se puede perder?), o una política de acceso de los jóvenes a la Primera sin que eternamente estén tapados por nombres sin seguro de rendimiento.

Víctima clara del VAR de la Conmebol, Boca no puede engañarse con todo lo demás, si quiere reencauzarse hacia el futuro.

 

 

lunes, 19 de julio de 2021

Katie Ledecky, la nadadora leyenda y posicóloga que deberá sortear inesperados obstáculos en los Juegos de Tokio, entre ellos a la argentina Delfina Pigniatello (Infobae)


 

A sus 24 años, la estadounidense Katie Ledecky, considerada una leyenda de la natación comparable a Michael Phelps y a Janet Evans –a quien le quebró varios récords- volvió a imponerse sin problemas en el torneo clasificatorio para llegar a los Juegos Olímpicos de Tokio, los terceros de su brillante carrera que incluye cinco medallas doradas en estas competencias, nueve títulos mundiales, y veinte oros y una plata entre las dos máximas competiciones con trece récords mundiales y veintitrés nacionales.

Sin embargo, para los Juegos de Tokio, Ledecky puede llegar a tener el título olímpico amenazado por la australiana Ariarne Timus, que ya la venció en el pasado Mundial de Gwangju (Corea del Sur) en 2019 y hasta aparece en las mismas competencias la argentina Delfina Pignatiello, bicampeona mundial juvenil en 800 y 1500 metros libres y plata en 400 metros libres en Indianápolis 2017, y medalla dorada en los Juegos Panamericanos de Lima 2019 en 400, 800 y 1500 metros libres, varias de las especialidades de la estadounidense.

En la clasificación para Tokio, Ledecky consiguió el boleto para participar  en los 200, 400, 800 y 1500 metros libres –primera vez que se habilitará esta especialidad en la natación olímpica de mujeres- aunque no fue la única protagonista porque Katie Grimes, de sólo 15 años, llegó casi seis segundos después y también consiguió un lugar en los próximos Juegos Olímpicos.

Fue entonces que Ledecky, la mujer más ganadora de la historia de los trials de natación de los Estados Unidos, con nada menos que ocho títulos (Phelps es el único que la supera, con 16), abrazó a Grimes en el agua. “El otro día, cuando vi que quedó tercera en los 1500 le dije que ella era el futuro, pero en esta oportunidad le dije que ya era el ahora. Tendremos un equipo muy joven en Tokio”, manifestó.

Ledecky no suele ser polémica ni tiene historias complicadas con sus competidoras, y recordó que justamente hace nueve años, era ella quien con apenas 15 sorprendía al mundo cuando reinaba Kate Ziegler, que tenía 24. “Realmente se cierra el círculo. Hace nueve años éramos Katie y Kate, y ahora somos Katie y Kate otra vez. No sé qué tienen las Kates y el estilo libre de la natación”, comentó Ledecky, que junto con la gimnasta Simone Biles será una de las caras de la cobertura de la emisora NBC. “”Quién sabe si quizá dentro de nueve años sea como ella y aparezca otra Kate de quince”, bromeó Grimes –que para la categoría de su edad quedó tercera en la historia detrás de dos leyendas como su compañera y Janet Evans-, en la conferencia de prensa, sentada al lado de su ídola.

Pero Ledecky no sólo es una gran campeona, sino que es un ejemplo del esfuerzo, porque también consiguió licenciarse en psicología por la Universidad de Stanford, gracias a que durante el inicio de la pandemia de coronavirus en 2020 aceleró sus estudios hasta terminarlos, y ya anunció que en el futuro pretende iniciar otra carrera, posiblemente la de derecho.

Kathleen Genevieve Ledecky nació en  Washington DC el 17 de marzo de 1997, es nadadora de estilo libre y fue campeona olímpica de los 200, 400 y 800 metros y 4 x 200 en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016, campeona mundial de los 400.800, 1500, 4 x 100 y 4 x 200 metros libres en Budapest 2017 y tiene récords mundiales en 400, 800 y 1500 metros libres,

“Janet Evans –gran nadadora de los ochenta y noventa-  es mi inspiración. Estoy intentando seguir sus pasos y hacerlo bien”, suele decir Ledecky, criada en Washington, de familia multimillonaria y católica que estudió en un colegio de monjas, de aspecto pálido, sin un desarrollo muscular relevante, no muy alta ni con pies largos, casi una imagen civil muy poco ligada al deporte, y sin embargo considerada la verdadera sucesora de Phelps.

“A la hora de escoger pruebas, prefiero pecar por exceso que por defecto”, sostiene Ledecky, de 1,80 metro de estatura y 70 kilos, como una declaración de intenciones, y se sincera: “No me veo como a una nadadora de fondo sino de estilo libre”.

Katie vivió toda su vida en Betthesda, Maryland, de donde proviene su padre, David. Los mayores antecedentes en la natación son de su madre, Mary Gen Hagan, que representó a la Universidad estatal de Nuevo México y ya a los seis años nadaba en una piscina siguiendo los pasos de Michael, su hermano mayor. “Mi mamá quería que nos sintiéramos cómodos en el agua y nos enseñó a nadar por lo que ella fue mi primera maestra y modelo a seguir en el deporte”, suele decir.

Comenzó a entrenarse en el verano de 2012, con sólo 15 años, en el “Nation´s Capital Swim Club” (NCAP), primero con Yuri Suguiyama y luego, con Bruce Gemmell. “Es seria como un asesino”, afirmó Gemmell cuando fue consultado sobre ella acerca de su timidez. “Cuando está en forma  es un metrónomo y desde el borde de la piscina podés escucharlo. Cuando va bien, su patada en el agua, sus brazadas. Producen un sonido especial, un ritmo, una cadencia, que indica que está a full”, insistió.

Ese mismo año comenzó a competir en los trials olímpicos de los Estados Unidos en Omaha, Nebraska y su primer golpe fue cuando se impuso en la competencia de los 800 metros libres, sacándole dos segundos de ventaja a Kate Ziegler, nueve años mayor que ella, aunque tras los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 se había retirado momentáneamente de la natación y luego retomó la actividad.

En los 400 metros libres fue tercera detrás de Alisson Schmitt y Chloe Sutton aunque de todos modos, fue récord nacional para la categoría de 15 a 16 años, superando nada menos que a Janet Evans-, aunque fue novena en 200. “Es irreal, es imposible”, decía, con una sonrisa de oreja a oreja. Su hermano Michael, que estaba a punto de entrar como estudiante a Harvard, no pudo evitar saltar y golpear el puño en los festejos agarrándose la cabeza con incredulidad. Otro que estaba emocionado era Yuri Suguyama, su primer entrenador.

“Estás hablando de una dama de 15 años que viene a la pileta todos los días con una sonrisa en su rostro y una ética de trabajo increíble. Estoy orgulloso y feliz por ella. Ella se lo ganó”, dijo el entrenador.

Sin embargo, pese a la resonante victoria sobre Ziegler –dos veces campeona del mundo en 800 y 1500 libres-, la familia de Ledecky fue recatada. Su madre abrazó a la derrotada, que antes de salir del agua manifestó que le encantaría tener la oportunidad de ser la mentora de la joven para ayudarla a desempeñarse de la mejor manera posible en sus primeros Juegos Olímpicos para los que consiguió la clasificación, los de Londres 2012.

En el momento de competir en esos Juegos, Ledecky estaba ingresando al segundo año del colegio “Stone Ridge” y logró llegar a la final con el tercer registro en las eliminatorias. Y ya en la definición, dio un gran espectáculo y se quedó con la medalla dorada con 8’14’’63, la segunda mejor marca de todos los tiempos sólo superada por el récord mundial de Rebecca Adington (8’14’’10) de 2008 y también batió el récord nacional que tenía Janet Evans (8’ 16’’ 22) desde 1989. Fue la primera medalla dorada en esa competencia para Estados Unidos desde 2000

Sólo tenía 15 años, 4 meses y 10 días, siendo la participante más joven de toda la delegación de su país en Londres. Terminó ganando ese año el “Golden Award” a la mejor performance femenina, y el premio a la revelación del año.

Para los Juegos Nacionales de 2013, se clasificó para las pruebas individuales y relevo de 4 x 200 libres para representar a su país en el Mundial de ese año en Barcelona, aunque luego desistió de competir en los 200 libres –pese a haber salido segunda en Estados Unidos-, mientras que ganó las pruebas de 400, 800 y 1500 y se llevó las cuatro medallas doradas en el Mundial (400. 800, 1500 y 4 x 200- donde tuvo de compañeras a Shannon Vreeland, Karlee Bispo y Missy Franklin-).

Al final, Ledecky fue la nadadora que sumó más puntos y ganó el premio FINA a la mejor nadadora del torneo, y a fin de año, la revista “Swimming World Magazine” la nombró como la mejor nadadora del mundo del año.

Sin embargo, no se detuvo y siguió progresando y en 2015, en  el “Woodlands Swim Team Senior Invitational” pudo conseguir otros dos récords mundiales en 800 y 1500 y participó del Campeonato Nacional de USA donde consiguió clasificarse para el torneo Pan-Pacific de ese año - obtuvo cinco medallas doradas (200, 400, 800, 1500 y 4 x 200) y logró otros dos records mundiales en 400 y 1500-.

En ese año se disputó el Mundial de Kazán (Rusia) y primera mujer en la historia que gana cinco medallas de oro en un mismo torneo (200, 400, 800, 1500 y 4 x 200) y además, tres nuevos récords mundiales, 800 y dos veces en 1500.

Al año siguiente, participó de sus segundos Juegos Olímpicos en Río de Janeiro y fue medalla dorada en 200 y 400 y 4 x 200 libres y plateada en 4 x 100 libres, aunque lo más impresionante ocurrió en los 800 metros libres en los que logró otro récord mundial con el que se superó a sí misma y le sacó más de 12 metros de distancia a su principal competidora.

Fue la atleta mujer más condecorada de los Juegos de Río de Janeiro y la segunda en ganar en los mismos Juegos las competencias de 200, 400 y 800 metros, luego de que lo consiguiera Debbie Meyer en 1968.

Ya con 18 años, se incorporó al equipo de la Universidad de Stamford y compitió en dos temporadas en la NCAA (2016/17 y 2017/18), hasta que en 2018 anunció su pase al profesionalismo. En diciembre de 2020 se licenció en Literatura por la Universidad de Stamford.

Con el entrenador Greg Meehan, Ledecky se convirtió en integrante de un equipo (junto a Lia Neal, Simone Manuel y otras nadadoras de gran nivel) que ganó tres campeonatos consecutivos de la NCAA y ya en la primera temporada 2016/17 estableció doce récords de la competencia y nueve nacionales, al tiempo que se convirtió en la primera estudiante de primer año, en 35 temporadas, en recibir la Copa Honda, un premio que se le otorga a la mejor atleta universitaria del país.

Mientras estudiaba en Stamford, se presentó también en el Mundial de Budapest en 2017, y ganó el oro en 400, 700 y 1500 metros libres y en el 4 x 100 y 4 x200, y la plata en los 200 metros libres. No era muy común contar en la NCAA con una estrella mundial que ya era bicampeona olímpica.

Sin embargo, tras sus inicios en el profesionalismo a partir de 2018, las cosas ya no fueron tan fáciles y en el Mundial de 2019 en Gwangju, se encontró con la sorpresa de que en los 400 metros libres fue superada por la australiana de entonces de 18 años, Ariarne Titmus, y en los últimos 50 metros, en los que la estadounidense tuvo una sensible caída en su rendimiento. Comenzó el último giro con 62 centésimas de ventaja y terminó a 1,21 segundos de la ganadora, para ser la más lenta de las ocho competidoras en el sprint final. “Al llegar al último giro sentí como si me tensara y mis piernas estaban muertas”, reconoció.

Ledecky no entendió del todo los motivos de aquella caída. “Mi preparación física para ese campeonato había sido muy buena y esperaba ser mucho más rápida, aunque sabía que iba a ser una carrera dura y estaba nerviosa”, confesó. Acaso tuvo relación con que si bien ya había batido a Titmus en los 400 metros libres el año anterior en el torneo Pan Pacific de Tokio, le sacó apenas 1,16 segundos que fue la menor ventaja de todas sus victorias en los grandes torneos.

“Es bastante notable para ella seguir haciendo lo que hace, sabiendo que fue campeona olímpica a los 15 años y todavía es posiblemente la mejor nadadora del mundo”, destacó su entrenador Meehan.

Incluso, 2020 fue un año particular para ella porque no pudo entrenarse como pretendía, debido a la pandemia. Con las instalaciones cerradas. Consiguió una pileta para practicar, de la manera que pudo y junto a su compañera de equipo Simone Manuel,, en el partió trasero de una casa en california de sólo dos carriles. “Y me pude arreglar bastante gracias a una familia muy amable que nos permitió entrenarnos allí”, le dijo Ledecky, siempre con una sonrisa, a CNN Sports.

La nadadora hasta consiguió un grupo de nuevos fanáticos en la medida que los entrenamientos se intensificaron. “De hecho, fue un poco divertido porque la familia propietaria de esa casa tiene algunos nietos pequeños que venían a jugar en el patio trasero porque no había otros lugares y estos niños lindos llegaban al final de nuestras prácticas y nos alentaban y nos hacían sonreir. Mantuvimos nuestra distancia, hicimos todo correctamente y lo manejamos todo muy bien y creo que tendré ese aliento resonando en mis oídos y lo recordaré en Tokio”. Dijo, emocionada, Ledecky.

Ya considerada gran estrella, en 2020 “The Washington Post” escribió que Ledecky “no pudo obtener medallas olímpicas este año pero en cambio consiguió su título”. Es que, aprovechando la situación de falta de competencia por la pandemia, volvió a inscribirse en clases para mantenerse ocupada todo el año, y al terminar se licenció en psicología.

“Fue un desafío pero me dio algo que hacer y en qué concentrarme –le dijo al Post-“. Terminó su licenciatura en psicología en poco más de cuatro años. “Si los Juegos de Tokio no se postergaban, acaso me hubiera graduado en 2021 o aún más tarde, y recordó cuando se había tomado un año sin estudiar cuando al egresar de la escuela Stone Ridge de Bethesda en 2015 para prepararse para los Juegos Olímpicos de 2016.

Mientras completaba su título, también tomó un curso llamado “Cambio global y enfermedades infecciosas emergentes”. “No hubo mejor momento para tomar esas clases”, reflexionó. Suele hablar a menudo de la importancia de la educación para ella y su familia y recientemente lanzó iniciativas para alentar a los jóvenes a seguir los campos STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas).

También afirmó que su educación formal continuará más allá de su licenciatura, ya sea en alguna escuela de negocios o en derecho, y en un futuro cercano. “No sé exactamente en qué área quiero entrar pero quiero explorar algunos de estos intereses que he desarrollado durante los últimos años”, comentó.

Ledecky dio una larga entrevista en la que señaló que para llegar a ser una gran estrella “es mucho trabajo durante muchos años. No se trata de aparecer cada cuatro años un par de días. Es, literalmente, todos os días dentro de esos cuatro años y todos los años que conducen a ese momento. Pasé muchos de mis días en la escuela secundaria levantándome a las cuatro de la mañana para hacer ejercicio, luego ir a la escuela y luego, a otro entrenamiento, luego a hacer mi tarea y repetir todo lo mismo al día siguiente. En la universidad, las horas son un poco más manejables, pero seguí haciendo mis prácticas, pesas y todo eso y no puedo recordar cuándo fue la última vez que mi entrenador me dijo que me tomara libre el día siguiente. Hay que tratar de estar concentrado en esto”, explicó.

En cuanto a su parecido en títulos a Phelps, Ledecky recuerda que “crecí en Maryland y hay toda una historia de nadadores de allí además de Michael y de mí. Me encantaba ver natación y mientras crecía pude ver de cerca a compañeras olímpicas como Katie Hoff y Kate Ziegler, o la triatleta Melissa Stockwell, o Christina von  Saltza Olmstead, una nadadora de la década de los sesenta de la que me hice amiga y que fue medallista dorada en 400 metros libres, así que tenemos eso en común, y también Debbie Meyer, que ganó en 200, 400 y 800 metros libres. Conocer a estas mujeres fue muy bueno para mí”.

En 2016 se convirtió en la persona más joven en aparecer en la lista de las cien personas más influyentes del mundo para la revista “Time” y está involucrada en el programa católico de caridad “Shepherd’s Table”, en el proyecto ciclístico “Bikes for the World” y el programa de asistencia de soldados heridos del Centro Médico Naval “Walter Reed Bethesda”. Cuando fue recibida por el ex presidente Barack Obama en la Casa Blanca y éste le preguntó qué haría si tuviera la posibilidad de gobernar, respondió que “algo para honrar a la gente de este país. Sé lo que es representar al país, pero eso no es nada comparado con lo que la gente ha hecho y se ha sacrificado por este país”.

Hace pocos meses participó de una promoción para no desperdiciar leche, para lo que se colocó un vaso lleno, con cacao, sobre su cabeza y nadó un largo sin que se le derramara ni una sola gota, y tomó un trago al llegar

“Quiero representar bien al equipo de los Estados Unidos tanto dentro como fuera del agua, a mi familia, a mis entrenadores, a mis compañeros de equipo y a todos los que han trabajado duro para que yo llegara a este punto”, señaló.

“Ella lo está haciendo posible. Está desafiando su imaginación y es increíble lo que consiguió”, afirmó sobre Ledecky nada menos que Phelps, el más grande nadador de todos los tiempos.

 

 
 

 

domingo, 18 de julio de 2021

La Conmebol está tocando fondo (Jornada)


 

Los groseros errores del VAR en la pasada jornada de partidos de ida de los octavos de final de la Copa Libertadores de América, con fallos siempre favorables a los equipos brasileños ante adversarios extranjeros, vuelven a colocar a la Conmebol en una más que incómoda situación, que profundiza la crisis de credibilidad que ya venía arrastrando la cuestionada entidad futbolística sudamericana.

Durante la pasada semana, Atlético Mineiro se vio favorecido ante Boca Juniors con un insólito cambio de parecer del árbitro colombiano Andrés Rojas, quien primero cobró gol tras un cabezazo de Diego “Pulpo” González y lo ratificó ante las airadas protestas de los jugadores brasileños, en especial de su capitán, el argentino y ex River Ignacio “Nacho” Fernández, quien al igual que varios de sus compañeros, se negó a sacar del medio tras el 1-0 e insistió en que la jugada fuera chequeada por el VAR.

Se conoció luego, emitido por la Conmebol, el diálogo que sostuvieron Rojas y el VAR (mientras el juez colombiano era seguido a escasos centímetros de distancia por varios jugadores de ambos equipos, que continuaban tratando de presionarlo cuando observaba la jugada en la pantalla desde el campo de juego) y en el que luego de darle vueltas a la imagen en varias oportunidades, decidieron que hubo una falta indetectable de Norberto Briasco, que motivó la anulación del tanto, y el empate final 0-0 complicó a Boca, que ahora debe viajar a Brasil para la revancha.

La Conmebol intentó un lavado de cara con la suspensión por tiempo indeterminado tanto de Rojas como de quien estuvo a cargo del VAR, el paraguayo Derlis López, que no es otro que quien estuvo en el mismo puesto la noche de la semifinal de la Copa América pasada, cuando no llamó de oficio al árbitro para chequear un posible (para nosotros, indudable) penal para Perú por mano de Thiago Silva, defensor brasileño, dentro de su área, cuando ante un remate que iba camino al arco, desvió la pelota sacando el codo.

Tanto en el Brasil-Perú de semifinales de Copa América como en el Boca-Atlético Mineiro de la Copa Libertadores, a lo que hay que sumar un increíble gol anulado al argentino Mauro Boselli para Cerro Porteño ante Fluminense en Asunción, también por la Copa Libertadores, cuando le cobraron fuera de juego descuidando que lo habilitaba largamente un defensor del conjunto tricolor carioca (Samuel Xavier), que se encontraba del otro lado de la jugada (el árbitro fue el argentino Facundo Tello), los beneficiados fueron siempre los equipos brasileños..

Por si fuera poco, en la misma semana, el árbitro uruguayo Andrés Matonte cobró un más que discutible penal para Palmeiras (otro equipo brasileño) en Santiago de Chile ante la Universidad Católica, luego de que un remate del delantero Deyverson rebotara primero en el cuerpo y luego en el brazo del defensor argentino Germán Lanaro, que además estaba de espaldas a la jugada y por lo tanto –por sentido común- no podía observar la trayectoria de la pelota como para tener una mínima voluntad de desviarla.

Tal como en Boca-Atlético Mineiro, el VAR estuvo a cargo de un paraguayo, Carlos Benítez, y el conjunto paulista se impuso con el gol producto de este penal, que convirtió Raphael Veiga.

Si el veterano entrenador de Boca, Miguel Russo, afirmó que “nunca en la vida” vio algo parecido a lo ocurrido en el gol primero cobrado y ratificado (el árbitro Rojhas dijo “gol confirmado” tocándose el auricular ante las protestas de los jugadores de Atlético Mineiro) y al rato anulado, el entrenador de Cerro Porteño, Francisco “Chiqui” Arce, calificó lo ocurrido con su equipo ante Fluminense como “robo a mano armada”.

“Se invierte tanto, nos invitan a participar de charlas y seminarios, pero nos robaron a mano armada en nuestra propia casa”, dijo Arce tras el partido, en referencia a la ciudad de Asunción, vecina de la sede de la Conmebol en la ciudad de Luque.

Más sarcástico fue el uruguayo Gustavo Poyet, director técnico de la Universidad Católica, cuando recordó tras el partido ante Palmeiras que “pasó en la Bombonera y en Asunción, donde se beneficiaron los dos equipos brasileños, y también acá”.

¿Será casualidad que tanto en el Brasil-.Perú de Copa América, y en tres de los partidos disputados por equipos brasileños en la Copa Libertadores, y los tres en condición de visitantes, hayan sido beneficiados y en todos los casos, con jugadas de fallos netamente opuestos a los tomados, y con tiempo y tecnología para repetir las acciones, y siempre favoreciendo a ,los equipos brasileños, cuando el presidente de la Comisión de Árbitros de la Conmebol es el brasileño Wilson Luiz Seneme –por cierto, primo por parte de madre del goleador portugués Cristiano Ronaldo-?

Seneme ya fue duramente discutido por Lionel Messi en la anterior Copa América de 2019, cuando la selección argentina fue derrotada 2-0 por Brasil en la semifinales el estadio Mineirao en la que hubo dos claras jugadas de posible penal para Argentina, que ni siquiera fueron chequeadas por el VAR ni el árbitro fue convocado de oficio, aunque sea para que con la ayuda de la tecnología, se pusiera aventar cualquier duda.

La Conmebol está tocando fondo. Va perdiendo toda credibilidad ya desde hace tiempo, como cuando hizo jugar los torneos sudamericanos de clubes de 2020 en plena etapa dura de la pandemia sin importarle nada de los casos de Covid, negociando con cada gobierno nacional de loa países participantes una eximición de leyes de entrada y salida con la presentación de una “burbuja sanitaria” pese a lo que casi todos los equipos tuvieron casos y jugadores que se perdieron de participar en varios partidos.

Asimismo, hubo esperpentos como los vividos por River (obligado a participar con un jugador de campo en el arco –Enzo Pérez- ante la falta de arqueros), o Independiente (una buena parte de su plantel quedó varado en el aeropuerto de Bahía porque no dejaban pasar a sus jugadores, que durmieron en colchones traídos desde el hotel por los compañeros que sí fueron habilitados a ingresar al país) o Flamengo (que a cuatro horas de jugar en Guayaquil ante Barcelona, no sabía si volar o no desde Río de Janeiro porque la alcaldía suspendió el partido pero la Conmebol insistió en que se jugara, cosa que finalmente ocurrió).

Y por si fuera poco, la frutilla del postre que fue la previa de la Copa América, suspendida in extremis por el gobierno colombiano y retirada la sede de Argentina al enterarse la conducción del dirigente paraguayo Alejandro Domínguez que Alberto Fernández iba a anunciar la renuncia del país a organizar la parte que le tocaba. Se recostó entonces en Jair Bolsonaro, y en cuestión de horas se decidió jugar en cuatro sedes, con estadios que no tenían el césped en condiciones, porque varias ciudades (en un Estado federal) no quisieron ser sedes.

No alcanzó siquiera con el anuncio de que la Conmebol recuperó desde Suiza 1,7 millones de dólares (de los 4 millones totales) que se encontraban en dos cuentas bancarias del ex dirigente argentino Eduardo Deluca, como parte del FIFA-Gate (sistema de sobornos de las más grandes empresas mediáticas latinoamericanas a los anteriores dirigentes de la entidad futbolística sudamericana para obtener a bajo costo los derechos de transmisión de los principales torneos organizados por la entidad hasta la próxima Copa América de Ecuador 2024).

A Deluca –suspendido de por vida como dirigente para cualquier actividad ligada al fútbol y con una causa por lavado de dinero- se le encontró dinero en varias cuentas en el banco privado “Pictet & Cie” con sede en Ginebra y en la institución financiera “Ticino BSI”,, ahora cerrada, según informó el medio suizo “Blick”.

Sin embargo, el presidente de la Conmebol, Alejandro Domínguez, fue tesorero del ex presidente de la entidad, su compatriota José Ángel Napout –condenado a nueve años de prisión por fraude y asociación ilícita por el FIFA-Gate-, cuando era titular de la Asociación Paraguaya de Fútbol, como recordó el ex arquero paraguayo José Luis Chilavert, un duro opositor a la actual conducción del fútbol sudamericano.

“Convengamos en que la anterior Conmebol era conocida por las malas prácticas. Era como un secreto a voces. Todos sabíamos que las cosas que se hacían acá eran de malas prácticas, pero nadie tenía el poder ni tenía la forma de transformar esto”, reconoció Domínguez en 2020 a Radio “La Red”.

“Yo llego aquí (la presidencia de la Conmebol) como una cuestión casi fortuita, porque la verdad, llegó en un momento en que todos estaban presos (por el caso FIFA-Gate) y había una oportunidad, porque no había más de dos candidatos. Era yo y otro”, siguió el dirigente, que parece no reparar en que su entidad cruje y que necesita, con urgencia, recuperar la credibilidad perdida en estos año y que de nada sirve fingir que hoy las cosas son diferentes, cuando todo sigue igual o peor.