miércoles, 27 de mayo de 2020

Necesidad de fe (Un cuento de Marcelo Wío)




Había hecho el esfuerzo sincero de creer. Lo había intentado varias veces, persuadido de que la concentrada y franca repetición de ritos y sus gestos asociados, equivalían a la fe. Incluso, un verano, llegó a concebir la idea de ingresar en el seminario para aprender la capacidad de creer. Al final de ese mismo verano se dio por vencido. Sin lamentarlo mucho, ciertamente. Con esa indiferencia que uno termina por aplicarle a ciertos proyectos fallidos, a ciertos fracasos, para hacer de cuenta que así se desactiva la cuota de aflicción, de descalabro anímico que ello supone. Pero en su caso, fue más o menos sincero ese desapego: un amor breve e intenso vino a ocupar sus preocupaciones emocionales más inmediatas.

Ahora, años después – tantos que ya no vale la pena contarlos; después de todo, lo único que conservan es una dudosa memoria que ha ido perdiendo mucho de su sustancia original y suplantándolo por elementos exóticos -, pensaba que acaso le hubiese venido bien esa conveniente credulidad que columbraba entre consuelo y pragmático artilugio para menoscabar las responsabilidades o la culpa derivada de estas. Ahora pensaba eso y muchas otras cosas. Demasiadas. Es lo que sucede cuando sobreviene lo que, por esperado, no deja de ser trágico, traumático: se realiza el catastro de todo aquello que uno dejó de hacer y todo aquello que, evidentemente, uno hizo y que no debería haber hecho – la cola de la superstición siempre moviéndose en los momentos débiles y tirando algún jarrón atesorado, algún retrato. Lo que sobreviene para auxiliar al arrepentimiento, al abatimiento y a la culpa; para erigir la auto denigración.

Habría sido tan fácil creer. Bastaba con que sus padres tomaran la pueril y corriente decisión – si como tal computan ciertas subordinaciones a la costumbre – de mencionar una fe, de superficialmente evocar unos ritos, o unos dogmas: elementos fundamentales para una credulidad temprana y que difícilmente podrían ser abolidos en su totalidad por el ímpetu intelectual que sobreviene a algunos en esa edad donde la vida parece una meseta con límite tendiendo a infinito.

Y había pronunciado las fórmulas. Pero sólo le salían palomas que se iban derechito a posarse sobre la estatua verdosa de vaya a saber qué desgraciado postergado a cagar sus escépticas insidias corrosivas sobre los grises seres que iban siendo olvido en vida – o eso que ejercían o ejecutaban más como una obligación que como una insólita suerte. Pero sólo en contadísimas ocasiones llegó a recitarlas con sinceridad – o, al menos, con concentración. En general se perdía en las divagaciones más peregrinas. O en pronunciar una palabra o un nombre sin cesar, casi uniendo principio y final, hasta que comenzaban a desprenderse de esa costra de costumbre. Algunas veces sucedía – sucede, porque es una debilidad que sigue practicando– que perdían totalmente su sentido, hasta parecer piezas rotas e inútiles de un proyecto igualmente vano. Otras, en cambio, ganaban una suerte de musicalidad, era posible descubrirles una autenticidad u originalidad que se había hallado oculta debajo de su pronunciación rutinaria y vulgar. 

Quizás esa forma de ceremonia lo mantenía alejado de la otra que adoctrinaba en una obediencia, en una fe. Le faltaba a su ritual, equívoco y volátil, precisamente un objetivo y, claro, una promesa – es decir, una culpa trascendental que expiar; y el pobre tenía culpas de andar por casa.

Pero apenas si incorporó algunas convenciones lacias, algunos actos reflejos de Perogrullo que, como tales, eran inexorablemente superficiales – alguna vez, acaso levemente espiritual (si no un hiperbólico sentimentalismo mal interpretado). Es decir, un conjunto de ademanes sin teología: vacío donde le crecieron varias supercherías que resultaron, por su escepticismo involuntario, igualmente ineficaces. Qué no sacrificaría ahora por un credo, por un sentido de trascendencia – es decir, por un sentido que lo desarraigara de las infamias de las mediocres rutinas telúricas.

Sabía, mientras miraba el fondo de la tacita de café con esa borra que a otros les ofrecía la posibilidad de una mentida adivinación, que ya era tarde para elaborar o incorporar de manera sincera un convencimiento auténtico. Era aquello, pensaba o se resignaba muy laplaceanamente, una hipótesis que no cabía en ninguno de sus muchos y enclenques teoremas espirituales.

Al lado del pocillo vacío, el periódico abierto en la sección deportiva. En la página de la izquierda: “Danilo Scolpito, lesionado”, decía el titular que ocupaba la parte superior de la página. Debajo, destacado: “Estará tres meses de baja; se le complica la temporada a F.C. Forcejeo”.

El gesto contrariado, casi derramado sobre el periódico. Qué formulita, Laplace, qué formulita de mierda me sirve a mí ahora, decía en voz baja, como si el papel basto del diario fuese un interlocutor, una corte o un altar.


martes, 26 de mayo de 2020

La “Bombonera”, el estadio que late, escenario de resonantes éxitos y partidos memorables con Boca como gran protagonista, cumple ochenta años (Infobae)





“No tiembla, late”. La mítica “Bombonera”, escenario de grandes momentos del fútbol argentino y con Boca como principal protagonista, aunque también la selección argentina jugó recordados partidos allí, cumplirá ochenta años el próximo 25 de mayo.
Para Boca, la “Bombonera” ha sido históricamente una fortaleza, fue declarada “de interés deportivo, turístico y cultural” en la Ciudad de Buenos Aires, y también se la conoce como “El Coliseo de la Boca” y hasta por “El Templo de la Boca”, y en 2015 fue distinguido como “el mejor estadio del mundo” por la revista inglesa “Four Foutr Two”.

Pero para llegar a jugar en el actual estadio de la calle Brandsen 805, Boca debió realizar un largo recorrido desde su fundación, el 3 de abril de 1905. Cuando el club se inscribió en la Argentine Football Association, se mudó a  un terreno cercano a las Carboneras Wilson e Hijos, en la Isla Demarchi.. Al ser desalojado en 2012, se trasladaron a un campo de deportes a cien metros, en donde hoy está el Observatorio Nacional, en avenida España al 2000 pero como esta posesión era precaria, los dirigentes decidieron dejarla.

Cuando ascendió a Primera en 1913, Boca jugaba de local en la cancha de Estudiantes de Buenos Aires, en un predio delimitado hoy por la Avenida del Libertador y Fray Justo Santa María de Oro hasta que los dirigentes decidieron mudarse a Wilde (hoy, en la zona ubicada entre la calle Las Flores y en Acceso Sudeste), abandonando el barrio de La Boca, pero los malos resultados deportivos y la lejanía con el origen derivaron en una notable pérdida de socios, de 1500 a 300 y en 1915, el equipo estuvo a punto de perder la categoría (descendieron los últimos cuatro) por lo que se resolvió regresar al barrio.

Boca comenzó a jugar en 1916 en un predio entre las calles Ministro Brin, Senguel, Caboto y Tunuyán. La cancha se inauguró el 25 de mayo ante Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, que entonces jugaba en Primera, y empataron 2-2. Los goles xeneizes fueron convertidos por Enrique Colla y Pedro Calomino. Sin embargo, años más tarde recibió la orden de desalojo de ese estadio y allí comenzó la búsqueda de un lugar donde asentar su cancha.

Para 1922 fue enmarcado el lugar entre las calles Brandsen, Del Crucero (hoy Del Valle Iberlucea),  Aristóbulo Del Valle,y  las vías del Ferrocarril Sud, cercano a la estación de cargas “Casa Amarilla”. Un terreno de 187 metros por 120 de superficie, donde empezó a construirse un estadio para 25.000 espectadores. Desde ese entonces, a los hinchas de Boca se los comenzó a apodar “bosteros” porque a metros de allí había una fábrica de ladrillos cuya materia prima era la bosta de los caballos.

El estadio se inauguró el 6 de julio de 1924, con un triunfo 2-1 ante Nacional de Montevideo, en un amistoso que contó con la presencia del presidente de la Nación, Marcelo Torcuato de Alvear, la primera dama, y el ministro de Guerra, Agustín P. Justo. Ese día, Boca alineó a Américo Tesoriere; Ludovico Bidoglio y Ramón Mutis; Segundo Médici, Alfredo Garassini y Alfredo Elli; Domingo Tarascone, Antonio Cerrotti, Armando Bergamini, Carmelo Pozzo y Dante Pertini. Tarascone y Pertini anotaron los goles auriazules.

El primer partido oficial en esa cancha se jugó el 3 de agosto de 1924, y Boca venció a Palermo por 5-2, con goles de Tarascone, Cerrotti, Garassino, Pozzo y Elli. Eran los tiempos en los que Boca y Buracán se disputaban los primeros lugares del torneo amateur en el que jugaban.

En 1931, tras finalizar como campeón el último torneo de la era amateur al vencer 4-1 a Atlanta como local y debutar ante Chacarita con un empate 0-0 en el profesionalismo, la comisión directiva decidió comprar los 21.471 metros cuadrados de los alrededores y tras un concurso, bajo la conducción de Camilo Cichero, en 1937 se votó el proyecto para la construcción de un nuevo estadio, a cargo del estudio del arquitecto esloveno Viktor Sulcic, el geómetra Raúl Bes y el ingeniero José Luis Delpini, los mismos que también construyeron el Mercado del Abasto (hoy Abasto Shopping) y el 18 de febrero de 1938 se colocó la Piedra Fundamental, ya con la presencia del presidente Agustín P. Justo, y el 6 de agosto comenzaron las obras.

Meses antes, se había decidido el llamado “voto proporcional” por el que se clasificaba a los clubes en tres grupos para el reparto de los votos, y los únicos que llegaban al máximo de votos, por cantidad de socios, eran los clubes grandes, entre los que estaba Boca. El presidente de la AFA era Eduardo Sánchez Terrero, yerno de Justo y esta cercanía con el primer mandatario consiguió que se votara la ley 12345, por la que River recibió 2.500.000 pesos para la construcción del Monumental y Boca, 1.600.000 para la de la Bombonera.

Así es que Boca hizo socio honorario al ministro de Hacienda y al ya electo presidente argentino, Roberto Marcelino Ortiz y al diputado Reynaldo Elena y había erigido un busto de Justo en la biblioteca del club, y en la inauguración del estadio del 25 de mayo de 1940, el entonces presidente de Boca, Eduardo Sánchez Terrero (antes, mandatario de la AFA), volvió a reconocer al ex presidente Justo, un asiduo concurrente a las canchas para colocar medallas, dar puntapiés iniciales, entregar copas con su nombre y favorecedor de deportistas.

El sobrenombre del estadio nació junto al proyecto de Sulcic y surgió como una anécdota protagonizada por el mismo durante la etapa del diseño, cuando en su cumpleaños recibió como regalo una caja de bombones, que solía llevar a las reuniones con Delpini y otros miembros del proyecto y como su forma era igual  la del estadio que estaba diseñando, desde entonces ya para todos fue “La Bombonera”.

El 25 de mayo de 1940 quedó oficialmente inaugurada la Bombonera con un partido amistoso en el que Boca venció 2-0 a San Lorenzo y el primer gol fue anotado por el delantero Ricardo Alarcón a los 13 minutos y luego aumentó Aníbal Tenorio a los 33 (luego Alarcón también convertiría el primer gol oficial en el estadio, en el partido ante Newell’s Old Boys, que ganó Boca 2-0 el 12 de junio siguiente). Para los xeneizes jugaron Estrada; Ibáñez, Valussi; Viana, Lazzatti, Arcadio López; Tenorio, Alarcón, Sarlanga, Gandulla y Sas (luego ingresaron Angeletti, Gelpi y Carniglia). El director técnico era Enrique Sobral.



Como aún no había luz artificial, se programaron dos tiempos de 35 minutos con las dos bandejas casi completas. Todo había comenzado muy temprano con distintos eventos. A las 9 de la mañana, una caravana de coches partió de la sede social del club en la calle Almirante Brown 967, a las 11, el ex presidente Cichero cortó las cintas celestes y blancas, y a continuación, el cardenal Copello bendijo las instalaciones. 

Finalmente, hubo un desfile de dirigentes y ex jugadores, y otros emblemas del club.
El 16 de noviembre de 1941, se inauguró la segunda bandeja, lo que hoy es la tribuna Natalio Pescia, y en 1951, se inició la construcción de la tercera bandeja y si instaló el sistema de de iluminación artificial, y estas reformas finalizaron en 1953, alcanzando los 60.000 espectadores de capacidad. La inauguración se llevó a cabo el 12 de febrero de ese año, en un partido ante el Hadjuk Split de Croacia (1-1), con la asistencia del entonces presidente Juan Domingo Perón.  Trece años después, el 5 de mayo de 1966, se inauguraron los palcos preferenciales donde antes estaban los viejos palcos amarillos.

Ya en 1986 la Bombonera pasó a tener un moderno sistema de luz artificial y diez años más tarde, ya con Mauricio Macri como presidente, se demolieron los antiguos palcos que daban a Del Valle Iberlucea, reemplazándolos por otros de estructura metálica. Ese mismo año se tapó el foso que separaba las tribunas del campo de juego, y se amplió la primera bandeja, se cambiaron los asientos de madera y cemento por butacas plásticas azules y amarillas en las tribunas que daban al ferrocarril. Y se encargó la decoración externa a los artistas Rómulo Macció y Pérez Celis.

En el partido de reinauguración, Boca le ganó 3-1 a la Universidad de Chile, pero en el primero oficial con los nuevos palcos, cayó sorpresivamente ante Gimnasia y Esgrima La Plata de Carlos Griguol y con Alberto Márcico y Guillermo Barros Schelotto por 6-0.

En 2008 se instaló el tablero electrónico. En 2012, se habilitaron los palcos vip con luces leds al ras del campo de juego. En 2013, 10 palcos tipo balcón, aunque molestan la visibilidad de algunos espectadores.

Hoy, el estadio alberga 40000 personas sentadas, y 57000, paradas. Tiene forma de rombo, con tres bandejas ligeramente curvas y un cuarto lado vertical y diferente al resto porque el diseño abarcaba el doble del espacio que pudo ser utilizado finalmente. Al edificar en el mismo predio pequeño que el estadio anterior, bandejas muy juntas unas de otras, y las de arriba, en pendiente pronunciada.

La Bombonera albergó once finales de Copa Libertadores. La primera de ellas fue en 1963, cuando Boca fue vencido por el Santos de Pelé (2-1 y un global de 5-3), y luego, 1977, 1978, 1979, 2000, 2001, 2003, 2004, 2007, 2012 y 2018, tres finales de Copa Sudamericana, 2004, 2005 y 2012, cuando Tigre ofició de local ante el San Pablo,y  cuatro finales Intercontinentales (la de 1977, Boca-Borussia Möchengladbach y en 1968, 1969 y 1970, cuando Estudiantes hizo de local ante Manchester United, Milan y Feyenoord, respectivamente-).



Si bien en los nueve torneos sudamericanos en los que fue local, la selección argentina no disputó partidos en la Bombonera (sí lo hizo en el anterior estadio de Brandsen y Del Crucero en 1925 y 1937), sí disputó partidos clasificatorios para los Mundiales como en 1957, 1969 (cuando quedó eliminada ante Perú con los goles de Oswaldo “Cachito” Ramírez), 1973, 1997 y 2017. El equipo nacional jugó allí 25 veces (16 victorias, 7 empates y 2 derrotas). Entre 1977 y 1978, fue sede también de dos series internacionales de preparación para el Mundial del equipo que dirigía César Luis Menotti.

También fue escenario de algunos sonados escándalos como el ocurrido en el partido Estudiantes-Milan en la intercontinental 1969, o el Boca-Sporting Cristal de Perú en la Copa Libertadores 1971, o el Boca-Chivas en los cuartos de final de la Copa Libertadores 2005, cuando el DT boquense, Jorge “Chino” Benítez escupió en la cara al jugador mexicano Adolfo “Bofo” Bautista, de las Chivas de Guadalajara, o el Boca-River de los octavos de final de la Copa de 2015, cuando en el entretiempo, un hincha local, Sebastián “Panadero” Napolitano, arrojó gas pimienta en el vestuario visitante desde atrás y provocó la suspensión del partido y la eliminación posterior de Boca por parte de la Conmebol.



La Bombonera deliró con los boinazos del uruguayo Severino Varela, los potentes remates y la velocidad del “atómico” Mario Boyé, la increíble habilidad de Herminio “Pierino” González, el penal atajado por Antonio Roma al brasileño Delem en el decisivo superclásico de 1962 que le terminó dando un título a Boca, el 2-1 con el que dio vuelta otro partido y le birló el título River a dos fechas del final del campeonato de 1965 con goles de Oscar Pianetti y Norberto Menéndez, las gambetas desde la cintura de Ángel Clemente Rojas, las locuras en el arco de Hugo Orlando Gatti, la noche del 3-0 a River bajo la lluvia con los goles de Diego Maradona y Miguel Brindisi en 1981,  el “Topo Gigio” de Juan Román Riquelme, el gol de Martín Palermo a River tras un año de lesión la noche del 3-0 por la Copa Libertadores, o el último título conseguido a veinte minutos del final.



También vivió momentos inolvidables como los partidos homenaje a Antonio Rattín, Diego Maradona (el día de “la pelota no se mancha”, en 2001)  o Martín Palermo (que se llevó uno de los arcos a su casa), o el regreso de Carlos Tévez desde la Juventus, o al arquero de los años cincuenta, Julio Elías Musimessi, cantando “Dale Boca/viva Boca/el cuadrito/de mi amor”.

Pero la Bombonera es también “El Loco Banderita”, Oscar Laudonio, ex ayudante de la reserva de Boca y hermano del ex boxeador Abel Laudonio, que los días de partido espera la salida de los jugadores agitando desde el césped, a su salida, una bandera gigante, o Carlos Alberto Irrera, que comenzó con la inauguración del estadio en 1940 y murió en plena tarea en 1983, las repletas tribunas de socios, abajo, o el griterío ensordecedor de la multitud, convencida de su capacidad para modificar un resultado. 

De hecho, tiene el récord mundial de asistencia de público para un entrenamiento a puertas abiertas, con cincuenta mil personas el 22 de noviembre de 2018, antes de viajar a Madrid a disputar con River la final de la Copa Libertadores (lo tenía Rayados de Monterrey en 2017 con 31.853).

En el aspecto de los torneos continentales, la Bombonera ha sido siempre una auténtica fortaleza para Boca. Sólo perdió allí trece veces y apenas una de ellas ante un equipo argentino, Independiente, y logró más del 75 por ciento de los puntos en juego. El 11-1 ante Tigre en 1942 fue la mayor goleada, mientras que la peor derrota fue el 6-0 ante Gimnasia en 1996. Riquelme es el que jugó más partidos en ese estadio (206) y Palermo, el que más goles marcó (125).

También fue escenario de recitales de reconocidos artistas como Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Juan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Chayanne, Los Piojos, Lenny Kravietz, Ricardo Arjona, Elton John, o James Blunt, fue habitual ver en los palcos desde Omar Shariff hasta a Juan Manuel del Potro y hasta el ex rey de España Juan Carlos I de Borbón sucumbió a sus encantos y presenció la final de la Copa Libertadores 1978 entre el Boca de Juan Carlos Lorenzo y el Deportico Cali de Carlos Bilardo.

El 27 de diciembre de 2000, el entonces presidente Macri decidió cambiar el nombre del estadio, reemplazando el de Camilo Cichero por el de Alberto J. Armando, ex titular del club entre 1954 y 1980 y en 2001, en sus instalaciones, se inauguró el Museo de la Pasión Boquense, el primero de esta temática en la Argentina.

“No tiembla, late” fue uno de los dichos más usuales para describir a la Bombonera. Los equipos ganadores de Juan Carlos Lorenzo y Carlos Bianchi acostumbraban a salir mucho más tarde que sus rivales para hacerles sentir el griterío y la presión de los hinchas mientras realizaban en el campo de juego los ejercicios de preparación.

En 1991, ante la visita del Flamengo por la semifinal de la Copa Libertadores, este periodista dialogó con el experimentado y ex mundialista volante Junior sobre que el mito decía que la Bombonera se movía. “Son habladurías, yo ya soy grande”, respondió el brasileño. Tras el partido, ganado por Boca 3-0 con claridad, y en el reencuentro en el vestuario visitante, Junior reconoció, asombrado, “te juro que se movía, jamás vi algo así”.

domingo, 24 de mayo de 2020

Una propuesta innovadora para una AFA sin ideas (Jornada)




En medio del descalabro institucional hacia el que marcha la AFA sin escalas, y con una pax que se asemeja a la calma que precede a la tormenta, apareció una especie de oasis, algo diferente e innovador que ya parece bastante en tiempos en los que sólo se debaten lugares de poder y poco sobre lo institucional, sobre el futuro, sobre los distintos aspectos que rodean a la cultura y al negocio como tal del fútbol argentino.

Se puede estar de acuerdo o no, incluso tal vez haya zonas grises en las que haya algunos puntos más aceptables, otros menos y hasta algunos otros sin tratar, pero el documento presentado por Talleres de Córdoba, al que tuvo acceso “Jornada”, es el primero que circula en muchos años, y que se la juega en un tema que pocos han tratado a lo largo de 89 años de historia del fútbol profesional y que va contra la corriente actual de seguir sumando equipos para el máximo torneo de Primera División, que pasará a llamarse ahora Liga de Fútbol Profesional (LFP): el hecho de que cuantos más equipos, menos calidad.

Quienes investigaron para este documento lleno de datos presentado por Talleres, se animaron a hurgar en archivos y webs, a investigar con datos de otras ligas americanas y europeas, para no seguir con el viejo adagio de basarse en la imaginación o la teoría e involucrarse, por fin, en lo empírico, algo que, como bien dice el club, ni siquiera lo llevó a cabo la universidad, como sería de esperar en un país con tantos científicos que desarrollan su tarea en otros ámbitos, ni tampoco otros organismos públicos o privados, como si el fútbol argentino no formara parte importantísima de nuestra cultura popular y cuando estudios de 2013 ya indicaban que aporta el 0.3 % del PBI en forma directa y el 0,9% del PBI de manera indirecta, y sin contar otras externalidades no monetizables, y sin ingresar en el terreno de los empleos que su industria genera.
Según datos de 2019, los clubes obtienen el 30% de sus recursos con venta de jugadores, 19% de cuotas sociales, 15% de la TV, y 13% del marketing y la comercialización, y un total de 30.000 millones de pesos entre los 24 equipos, siendo que el que más factura lo hace 17 veces más que el último, lo cual demuestra tres aspectos a destacar: 1) La enorme dependencia de los clubes del mercado externo, 2) Una enorme inequidad entre los participantes, lo cual va en desmedro de la calidad y las expectativas, 3) El sorpresivamente escaso aporte económico de la TV en tiempos en los que en todo el mundo resulta fundamental.

A su vez, más de tres cuartas partes de los recursos se utilizan para el pago de los planteles profesionales, lo cual (esto no lo dice taxativamente el documento) implica que hay un enorme desequilibrio y seguramente pagos extras y enormes premios que en muchos casos no son votados por los socios (tratándose, en su gran mayoría, de asociaciones civiles sin fines de lucro).

El estudio llevado a cabo por Talleres sólo tiene un precedente conocido desde lo público: el que investigó el interventor de la AFA entre el 11 de julio de 1968 y el 4 de julio de 1969, Armando Ramos Ruiz, más enfocado en la calidad de los espectáculos que en lo meramente económico. Este dirigente llegó a la misma conclusión que Talleres, 51 años atrás: cuantos más equipos en un torneo, menos calidad. Ramos Ruiz llegó a proponer que a la Copa Libertadores fueran sólo los campeones de cada país (algo que parece lógico aunque vaya contra corriente) y ni siquiera el subcampeón (como se acostumbraba antes de que se llegara a que el sexto de una liga pudiera ser el mejor equipo del continente, como ahora).

Acaso se podría agregar a este estudio de Talleres que enriquece muchísimo el debate (y justo cuando el fútbol cordobés, sugestivamente, quedó fuera de la representación en un extraño Comité Ejecutivo de la AFA con demasiados clubes del AMBA y pocos del resto del país) algunos otros aspectos como el dinero negro de la caja de los clubes para la violencia sistemática, la relación entre los clubes y las fuerzas del orden, el control de la ética de las empresas televisivas licitantes (especialmente tras el resonante FIFA Gate), la escasa participación de público en los estadios, sin presencia visitante ante la imposibilidad cultural de compartir un espacio social, el tratar de mantener a las principales figuras salvo razón de fuerza mayor de mercados con monedas más duras, el descuido de la liga local por más de una decena de clubes que priorizan los torneos internacionales, o la apuesta por un sistema de juego identificado con la tradición argentina.

El documento sostiene que el fútbol argentino está frente a “una decisión histórica”, que “aún con nuestras diferencias señaladas oportunamente”, la unidad “es una nueva oportunidad” y que “no hay urgencias para resolver cuestiones que tendrán consecuencias en nuestros clubes durante muchos años, que impactarán en nuestros modos de gestión y en las reales posibilidades de construir clubes fuertes para hacer crecer el fútbol argentino”.

Propone generar “de manera urgente” un espacio de participación y debate, no tomar decisiones respecto de descensos, formatos de torneos y cesión de derechos de TV más allá de la temporada 2021, y comparte el análisis de ingresos por clubes con escenarios comparativos de torneos de 30 a 20 equipos entre julio de 2020 y diciembre de 2026, según las decisiones que se tomen, al señalar que lo que está en juego “son los ingresos que puedan asegurar la existencia de nuestras instituciones, la función social en nuestras comunidades, las posibilidades de ser competitivas, y el futuro del fútbol argentino”.

Para esta comparación se toman en cuenta los ingresos de TV nacionales ajustados por el IPC actual y por renegociación de contrato, tomando como base la tabla de los ingresos nacionales por TV de la temporada 2019/20.

La conclusión a la que se llega en el trabajo es que un formato de 30 equipos para los torneos disminuye la calidad de la competencia y no mejora la economía de los clubes y que no es casual que sólo 3 ligas en todo el mundo (Asia y África) tienen esta cantidad de equipos en sus torneos y que las ligas más importantes del mundo tienen entre 18 y 22 equipos.

El documento se pregunta por qué el fútbol argentino actual tiene tanta diferencia de ingresos de TV no sólo con  los países de fútbol más fuerte sino incluso con los de Latinoamérica, y se responde que es porque no hay un formato de competencia sostenible y previsible en el tiempo (en 8 años hubo 6 formatos distintos con 20, 22, 24 y hasta 30 equipos en Primera), porque hay que mejorar la imagen nacional e internacional (no se respetan los formatos ni los reglamentos, no hay fair play financiero), porque no se realizan inversiones (mejoras en los estadios, predios, campos de juego y ciudades deportivas), porque los recursos del fútbol no llegan a los clubes, que en los últimos 3 años transfirieron a la AFA 2800 millones de pesos (porque del pago que se realiza por derechos de TV la AFA se queda con un 18% y recibe otros 14 millones más para el pago a los árbitros, control antidoping, Tribunal de Disciplina y gastos, lo que da un estimado de 100 millones de pesos menos por cada club y que esto de que los clubes, a través de sus ligas,  subvencionen a su federación no ocurre “en ninguna parte del mundo” y que por el contrario, las federaciones redistribuyen entre los clubes el superávit), y porque hay una “inadecuada gestión de los derechos internacionales de TV” (que no se licitan y no se aprovecha ni se capitaliza todo su potencial, con el ejemplo de que en 2019 sólo ingresaron 6 millones de dólares y no se licitó la Copa Argentina, cuyos derechos están cedidos a precios muy bajos hasta 2030).



El documento demuestra cómo el fútbol argentino, con un formato actual de 24 equipos, y con derechos obtenidos por Fox y Turner hasta junio de 2022 y con opción de extensión hasta 2027,  generó 93 millones de dólares cuando el chileno, con 17, consiguió 103,50 millones; Brasil, con 20, generó 539, México, con 18,  317; y ya, saltando a Europa, Alemania obtuvo 1160 con 18 equipos; Inglaterra, 3730 millones con 20; Italia, 1094 con 20; Francia, 1330 con 20; y España, 3430 con 20.

El escrito advierte que estos derechos necesitan ser incrementados “sustancialmente” en un 30% al 40% más ajustes inflacionarios y recomienda a la AFA solicitar uno o dos partidos liberados por fecha para el sistema de TV pública gratuita y “ampliar el servicio a la audiencia”, y que frente a la posibilidad de jugar hasta fin de año sin público por la pandemia, que el partido sólo pueda ser visto en la ciudad sede por el sistema “pay per view” (para que los clubes puedan recibir ese ingreso, seguramente interpretando que eso podría reemplazar lo que hubiera sido una venta posible de entradas en otro tiempo, aunque se obligaría a todos los habitantes de esa ciudad a erogar cuando el porcentaje que lo habría hecho sería muy inferior).

Yendo a los números, el documento demuestra que en las últimas tres temporadas, desde 2017/18, los ingresos para la TV fueron de 31.900 millones de pesos, mientras que en el mismo lapso, los ingresos netos para los clubes fueron de apenas 9.485 millones, es decir que los clubes se quedan finalmente con el 30% de lo generado en el negocio.

Talleres de Córdoba, entonces, propone: 1) una reorganización de los formatos del torneo para llevarlo hacia los 20 equipos, al revés que la última medida tomada por la AFA de regresar hacia los 28 en dos temporadas, 2) renegociar el contrato con Fox-Turner con un aumento del 30% al 40% anual más adecuación del IPC anual, 3) generar un nuevo formato de comercialización para llegar a 11-12 millones de abonados, 4) licitar los derechos internacionales para llegar a 120 países, 5) renegociar los derechos de TV de la Copa Argentina, 6) gestionar el sponsoreo del nombre de la nueva Liga de Fútbol Profesional, la pelota oficial y los patrocinantes, 7) estructurar un Manual de Gestión de la Liga Profesional tomando en cuenta la normativa de las ligas europeas, 8) jugar torneos de verano en Asia/África, 9) crear una imagen de Liga con 20 stándares internacionales desarrollando una señal propia como Brasil, España, Alemania, la NBA o la Fórmula Uno, 10) Vender los derechos internacionales, y por licitación, con una base de 25 millones de dólares para llegar a los 50 millones en 2026 (cuando sin licitación, y para 24 a 30 equipos, nunca pasaría los 24 millones en 2026).
En concreto, el documento elaborado por Talleres llega al cálculo final que con el actual formato, se recaudarían hasta 2026 101.948.199,01 pesos, y con el formato de 20 equipos y con el nuevo formato, 169.714.447.702,91 pesos, lo que redunda en una diferencia de mil millones de dólares.

Yendo al ejemplo por equipos, si Godoy Cruz facturó con este formato $123.906.955,96  de ingresos brutos en 2020 y con los descuentos para AFA, $86.734.869,17 netos, con el formato de 30 equipos para 2026, totalizaría, a valores de hoy, $758.897.697,71 brutos y $ 531,228.388.40 netos, en tanto con el nuevo formato, de 20 equipos para 2026, facturaría $ 1.798.572.661,32 brutos y $ 1.259.000.862,93 netos, lo que da una diferencia a favor del formato propuesto de 727.772.474,53 pesos, un equivalente, hoy, a casi 11 millones de dólares a favor del “Tomba” de aquí a seis años.

Talleres finaliza su bienvenido estudio proponiendo independizar los tribunales de disciplina. Independencia y autarquía de la Liga y coordinación entre ésta y la selección nacional, licitación bajo cánones, criterio y valores internacionales, promoción del desarrollo de divisiones inferiores, incentivación de infraestructura para el alto rendimiento deportivo, desarrollo de amplios programas de responsabilidad social y seguir recomendaciones de estándares de la ONU y de la normativa de calidad ISO.

El debate está abierto y ya nadie puede decir que no hay propuestas. ¿Habrá alguien que se quiera sumar o seguirán todos prefiriendo navegar por el gris de la mediocridad que invade al fútbol argentino desde hace décadas?

miércoles, 20 de mayo de 2020

Más que AFA, una barra de amigos




No pasaron siquiera cuatro años. El 28 de septiembre de 2015, el presidente de River Plate, Rodolfo D’Onofrio, cuyo padre. Raúl, fue interventor de la institución entre el 7 de junio de 1971 y el 16 de enero de 1973, dijo en una charla en una universidad que a la AFA “hay que ponerle una bomba”. Pero ya está. Ya fue.

Hace unos meses, Daniel Angelici, entonces presidente de Boca y Hombre Fuerte del macrismo en el fútbol, era una de las principales patas que sostenían en la presidencia de la AFA a Claudio “Chiqui” Tapia, aunque la condición de un gobierno enfrentado a su suegro Hugo Moyano (presidente de Independiente) era el armado de la Superliga para luego, como plan, tratar de imponer la entrada de las sociedades anónimas. Pero ya fue. Tanto Mauricio Macri como Angelici perdieron sus respectivas elecciones y chau Superliga. A otra cosa.

Allá por 2017, hace poco más de tres años, Nicolás Russo, el presidente de Lanús, pululaba por los medios amigos que lo llaman “Nicola”, como Di Bari, para defender con ahinco la necesidad de la conformación de la Superliga. En 2020 iba por los mismos medios pero, cual José Roberto Dromi del fútbol para contar las bondades de disolver la Superliga para volver al redil de la AFA.

En diciembre de 2015, Marcelo Tinelli, entonces vicepresidente de San Lorenzo, decía enfrentarse a la vieja conducción de la AFA, encabezada entonces por el presidente de transición Luis Segura (en una agrupación en la que ya Tapia formaba parte con la agrupación “Ascenso Unido”), con la idea de ir hacia un fútbol más moderno y transparente, pero ambas partes no fueron capaces de contar 75 votos, las elecciones terminaron 38-38 porque hubo una boleta doble, y se terminó de abrir una grieta. Pero en la foto actual, Tinelli, antes amigo de Macri, con quien apareció haciéndole morisquetas a un espejo deformador de rostros, aparece no sólo cerca de Tapia, sino que, presidente de San Lorenzo y miembro de la comisión estatal de la lucha contra el hambre, será uno de los nuevos seis vicepresidentes y tendrá a su cargo la Liga de Fútbol Profesional que reemplazará a la Superliga en la que él mismo tuvo incidencia a la hora de elegir a quienes la presidieron en 2017.



Son sólo ejemplos del panquequismo irremediable del fútbol argentino, que tal vez pueda venderle a los más desprevenidos su originalidad, pero que lamentamos afirmar que no la tiene ni en un ápice. Prácticamente todo lo que ocurre en la AFA, ya sucedió alguna vez o, peor, repetidas veces.

Desde hace rato, aunque exacerbado en los tiempos de Julio Grondona (1979-2014), la AFA es una especie de barra de amigos a los que no les importa nada si el ruido molesta a los vecinos, o si hay que molestar a alguno por algo, o utilizar métodos poco santos si es necesario, ofreciendo arreglos a cualquier precio por una razón fundamental: es un institución que maneja una caja importantísima y no tiene control de ninguna especie porque el fútbol en la Argentina cobró tal dimensión que a ningún político se le ocurriría enfrentársele. Todo lo contrario: los funcionarios y los que aspiran a serlo saben bien que tener una pata allí adentro es básico para sus más altas aspiraciones.

Como nunca, y con la habilidad de un dirigente hecho en la calle, desde su primer puesto de barrendero y luego en su ascenso hasta llegar a vicepresidente del CEAMSE, en el que aprendió del negocio de la recolección de basura (e intentó ayudar a dirigentes amigos del ascenso con cargos en la entidad estatal) desde que se casó con la hija del poderoso dirigente del gremio de Camioneros Hugo Moyano, Tapia reconstituyó su poder tendiendo puentes con el otro sector de la grieta, pero básicamente fue ayudado por algunas circunstancias, como la derrota del macrismo en el país y en Boca y el consecuente alineamiento dirigencial del fútbol desde un gobierno peronista de alianzas que incluyó al albertismo moderado, el kirchnerismo y el massismo. Prácticamente todos los dirigentes, con escasísimas excepciones, quedaron del mismo lado y es por eso que pagaron unos pocos, excluídos de la Lista única de la barra de amigos e Tapia: San Martín de Tucumán, presidido por un amigo de Angelici y también hombre de la industria de los juegos de azar, Roberto Sagra, y Talleres de Córdoba, cuyo titular, Andrés Fassi, se mantuvo siempre defendiendo el ingreso de las SA en el fútbol, siendo él mismo dirigente del Pachuca mexicano, que aporta capitales a los cordobeses.

Resumiendo, esta nueva vieja AFA es, de fondo, una institución que será manejada, como mínimo hasta 2025 (cuando termine Tapia su segundo mandato consecutivo, aunque tiene –por ahora-derecho a un tercero hasta 2029) por la barra de amigos de “Ascenso Unido”, lo cual implica que el poder real estará en manos de clubes en su mayoría del conurbano bonaerense más tres o cuatro dirigentes neogrondonistas del interior (Olimpo de Bahía Blanca, Sarmiento de Junín, San Martín de San Juan), junto a ligas sin mucho pero pero, de fondo, con dirigentes de amistad personal con Tapia, como Pablo Toviggino (santiagueño que manejará la caja como tesorero y quien escribiera la incendiaria carta de protesta durante la pasada Copa América que le costó a Tapia la separación d su cargo como representante de la Conmebol ante la FIFA) o Guillermo Raed (de Mitre de Santiago del Estero, pero quien auspicia la mayoría de las camisetas con su empresa “Secco” por lo que muchos le deben favores).



En otras palabras, clubes que juntos suman muy pocos hinchas tienen mucho más poder que otros, de todo el país y de la mayoría de las provincias, con mayor tradición, que pueden reventar estadios per se, y que cuentan, muchas veces, con apoyos de los gobiernos provinciales y son capaces de generar muchos mejores negocios que los del ascenso. Ni Belgrano de Córdoba, ni Gimnasia de Jujuy, ni Atlético Cipolletti de Río Negro, ni Guaraní Antonio Franco de Misiones, ni Chaco For Ever están en el Comité Ejecutivo, pero sí están muchos de los clubes del conurbano. Se trata de una AFA unitaria a todas luces, pero sin chistar por parte de los perjudicados.

Claro que jamás se puede llegar al poder del fútbol argentino sin la anuencia de los clubes grandes. Lo sabe bien el último antecesor de Tapia, Segura, que al quedar a cargo de la AFA tras la muerte de Grondona, lo primero que hizo para garantizarse su continuidad fue llevarse al bar de la esquina a los cinco presidentes de los más grandes de aquel tiempo, D’Onofrio, Angelici, Víctor Blanco, Moyano y Matías Lammens, para consultarles si lo apoyaban, como condición sine qua non para continuar).

Por eso, Tapia supo de entrada que tenía que contar con ellos, y les otorgó cuatro de las seis vicepresidencias (son tantas que al final, puede que se terminen anulando entre sí, aunque es claro que al ser D’Onofrio el primero en el orden, se le está retribuyendo por su silenciosa vuelta al redil luego de tres años de ausencia por abiertos desacuerdos, ahora misteriosamente saldados y no explicitado en los medios que solía frecuentar).

Con los grandes en cuatro vicepresidencias y con Racing (el más inteligente, porque se asegura un cargo más ejecutivo y además, que por reglamento tiene que acompañar siempre a Tapia a donde vaya, con lo cual aumenta a futuro su poder de influencia) en la secretaría general, Tapia se asegura la doble pata para sostenerse: sus amigos en los puestos clave, y los grandes como aliados. Eso sí: esos grandes, siempre tulelados por sus amigos, no vaya a ser que se quieran cortar solos porque ya lo sabemos con ejemplos que abundan: en el fútbol argentino, es hoy una promesa, y acaso esta misma noche, una traición.

Es por eso que si River, Boca, San Lorenzo e Independiente ocupan cuatro vicepresidencias, dos quedan para los amigos Marcelo Achile (Defensores de Belgrano) y Guillermo Raed, quienes manejan la caja son Toviggino y Horacio Martignoni (Sarmiento de Junín), par que no haya ninguna duda, y si Lanús maneja la secretaría ejecutiva con Russo (massismo), como prosecretario aparece Maximiliano Levy (Almirante Brown) como para que nada se escape.

Y cuando escribimos “Nada” es, efectivamente, nada. Al punto tal de que la misma AFA que intentó en la temporada pasada aumentar los ascensos en pleno desarrollo para favorecer a los amigos, ahora vuelve  la carga utilizando un criterio distinto al de la Copa de la Superliga (ver http://sergiol-nimasnimenos.blogspot.com/2020/05/en-la-afa-de-aquellos-lodos-vienen.html) para que sus amigos lo vuelvan a intentar desde un torneo reducido, aunque eso perjudique a dos de los clubes del Nacional B, que lideraban la tabla de sus grupos hasta el inicio de la pandemia, Atlanta y San Martín de Tucumán.

Sin embargo, los dos perjudicados optaron por agachar la cabeza y sumarse al voto unánime por Tapia. En el caso del club de Villa Crespo, con mirar que su presidente Gabriel Greco ocupa el noveno lugar como vocal suplente del nuevo Comité Ejecutivo, podría entenderse aquello de su mano levantada, aunque nunca justificarse. Pero hay que sumarle un antecedente: este mismo dirigente ya tiene un cargo rentado en la Conmebol, que no es poco argumento para tratar de encontrar una explicación de su accionar.

Distinto es el caso de Roberto Sagra, presidente de San Mrtín de Tucumán, que se quejó en cuanto medio pudo acerca de la decisión de la AFA de no congelar el torneo Nacional B y perjudicar a su club, y si bien votó ayer a favor de Tapia en una medida sólo comprensible en su posible miedo a vendettas futuras, ya arbitró las medidas para acudir al TAS, con lo cual ya abre una brecha con la máxima entidad del fútbol nacional.

Pero no sólo se trata de una AFA unitaria sino también, con raros exponentes, en una clara demostración de su poco interés por conservar las buenas formas: un sola mujer en el Comité Ejecutivo (la presidente de Bánfield, Lucía Barbuto, extrañamente como primer vocal suplente) cuando la FIFA exige taxativamente una mayor participación femenina en las asociaciones miembro, dos dirigentes ligados a las barras bravas (Luciano Nakis, de Deportivo Armenio, prosecretario general, y especialmente Maximiliano Levy, de Almirante Brown, prosecretario ejecutivo, ex número dos de la opositora a Rafa Di Zeo en “La Doce” de Boca y 88 días preso por una causa relacionada con esto), y por si fuera poco, un involucrado en el c aso de abuso de menores en Independiente, Javier Marín (Acassuso), también vocal suplente.



Esta es la AFA que el fútbol argentino supo conseguir. Una entidad con muchos dirigentes con más prontuario que prestigio, y otros que representan las escasas excepciones de dignidad que siempre existen. Pero también, una entidad manejada por una barra de amigos que, como si se adueñaran del bar de la esquina, y con la Policía durmiendo, hacen lo que quieren en una eterna noche de copas y descontrol, y de los que cualquier cosa se puede esperar en el futuro.

Si ya lo hicieron en el pasado, ¿por qué ahora será diferente? Ya Grondona me lo decía hace años, “ustedes me critican, pero no se imaginan lo que me van a extrañar”. Y lo peor es que tenía razón. Prepárense para lo peor.


lunes, 18 de mayo de 2020

¿Con qué Messi se encontrará el fútbol tras la pandemia? (Jornada)




La pandemia del Coronavirus cambió nuestra manera de vivir y, como no podía ser de otra manera, también nos dejó muchas preguntas sobre el fútbol que vendrá, que acaso comencemos a respondernos tras este fin de semana, cuando haya retornado una de las más importantes ligas del mundo, la alemana.

Pero además de cómo se jugará desde ahora, bajo qué condiciones, cómo será la reacción de jugadores e hinchas, cómo será esto de resignarse a ver el fútbol a tanta distancia, muchos se preguntan qué será de los grandes cracks y si, ya dentro de lo estrictamente técnico, seguirán brillando los mismos de antes o si ya vamos camino a una transición hacia nuevas estrellas, otros ídolos.

Por ejemplo, podemos preguntarnos cuánto pudo influir este largo parate, que todo indica que en Europa finalizará –al menos en modo pandemia- en los más importantes jugadores del mundo que van camino a una admitida veteranía, como es el caso de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, cuando entre los dos acapararon nueve de los diez Balones de Oro de la pasada década pero que van a cumplir 33 y 36 años, respectivamente.

¿Alcanzará la preparación física de un mes para regresar en un gran nivel a las canchas y recuperar el tiempo perdido? Así como en la Argentina ya se habla de jugadores que podrían retirarse por verse afectado por tantos meses sin jugar (caso José Sand, de Lanús, que lo admitió sin tapujos), habrá que comprobar en qué condiciones regresan Messi y Cristiano Ronaldo.

Messi acaba de declarar a un medio deportivo catalán que nunca dejó de prepararse durante la cuarentena y esta semana que ya lleva entrenándose con el Barcelona apareció sereno y sin muchas dudas respecto de su futuro rendimiento desde lo físico, pero fue claro en cuanto a lo futbolístico, al volver a cruzar a su entrenador Quique Setién cuando aclaró una vez más que lo que quiso decir como capitán del equipo aquella vez que fue entrevistado sobre el juego es que así como estaban rindiendo antes del receso obligado, no estaban para ganar la Copa de Campeones de Europa (Champions League), algo que se les niega desde hace cinco temporadas.

Es que desde hace por lo menos un año, este Messi ya no es aquel que fue por mucho tiempo, en cuanto a su carácter. La salida de Andrés Iniesta, camino de lo que acaso sea su última etapa como futbolista en Japón, promovió que el argentino alcanzara la cinta de capitán, cargo que también tiene aunque ya desde antes en la selección argentina, y eso le otorgó una responsabilidad que parece haber asumido con agrado.




Entonces, aquel Messi tímido, timorato, muchas veces de cabeza para abajo, o que no cantaba el himno argentino (porque no tenía ganas y era también aceptable), se fue transformando en un jugador más rebelde, de mucha más voz en los partidos o en los micrófonos, sin temor a manifestar lo que siente, respaldado, además, por su inmensa trayectoria.

Si con la selección argentina ocurrió un hecho paralelo al del Barcelona - cuando acabó el Mundial de Rusia con el fin de casi toda una generación y Messi pasó de aquellos tiempos en los que era uno de los benjamines del equipo nacional, a ser uno de los más veteranos y la voz cantante del plantel, y fue así que hasta terminó sancionado por la Conmebol por sus durísimas declaraciones contra el arbitraje tras el Brasil-Argentina de las semifinales de la Copa América pasada-, con el Barcelona tampoco viene callándose nada.

Cuando el Barcelona echó al anterior entrenador, Ernesto Valverde, tras caer en aquella semifinal de la Supercopa de España en Arabia Saudita ante el Atlético Madrid de Diego Simeone, Messi salió a respaldarlo, y cuando justo antes de la pandemia, el nuevo DT, Quique Setién, quiso matizar aquello que dijo el rosarino sobre que así como están no podían ganar la Champíons y sostuvo que él creía que sí, ahora Messi volvió a decir que no y que “yo jugué la Champions todos estos años”, lo cual puede interpretarse sin lugar a muchas confusiones que le otorga a quien ahora ocupa el banquillo del Barcelona poco sustento para estar en desacuerdo.

Pero eso no es todo: Messi tampoco apoyó, aunque utilizó palabras moderadas, a su ex compañero francés Eric Abidal, hoy director de Fútbol del club, cuando éste dio a entender en una entrevista que había jugadores del plantel que no daban todo de sí, y le exigió que mencione los nombres de los aludidos, mientras que si bien aceptó que los líderes del equipo escucharon las explicaciones del presidente Josep María Bartomeu, quien se acercó para eso a los entrenamientos, no significa que estén de su lado luego de que trascendiera que una empresa de marketing contratadas por el club, se manejaba con redes sociales que hostigaban a algunos cracks azulgranas como el propio Messi o Gerard Piqué, muy enfrentado a la Comisión Directiva.

De hecho, muchos temen que si el Barcelona no gana la próxima Champions League, sea cuando sea que vuelva a jugarse (y cuanto más tarde, peor, porque su contrato vence el 30 de junio de 2021), Messi acabe, por fin yéndose. Muy probablemente no lo haga a otra liga europea, porque su forma de ser, su apego al Barcelona desde el enorme afecto que le brindan sus hinchas y socios, generaría su intención de no dañarlos ni fastidiarlos, pero sí aparecen chances concretas de jugar unos meses en Newell’s Old Boys, uno de sus sueños, aunque complicado por el complicado momento que vive Rosario, e incluso, pasar por el fútbol de los Estados Unidos, más precisamente el Inter de Miami, de David Beckham, que desde hace rato intenta convencerlo, en busca de la quimera de juntarlo en el taque, por fin, con Cristiano Ronaldo.

Otros suman a las posibilidades futuras al fútbol chino, al que no hay que descartarlo aunque suena complicado por una cuestión cultural, toda vez que Messi acumuló una fortuna.

Pero es claro que si siguen pasando los meses y no aparece el deseo de conversar con el Barcelona para renovar su contrato, a partir del 1 de enero próximo, es decir, seis meses antes de que expire, ya tiene reglamentariamente la chance de iniciar conversaciones con otros clubes, lo que generaría un cimbronazo en Cataluña, aunque lentamente todos van aceptando que tarde o temprano, esto deberá ocurrir y el Barcelona deberá ir renovando su plantel, algo que tarda demasiado y que es otro factor que molesta a Messi, y sobremanera.

Lo cierto es que un economía complicada por la pandemia generó que para reforzar el plantel, el Barcelona acepte ahora desprenderse de jugadores como el chileno Arturo Vidal, el croata Iván Rakitic, el portugués Nelson Semedo, el francés Samuel Umtiti, el lateral Junior Firpo y el volante Rafinha, para cederlos como parte de pago en el intento de satisfacer a Messi básicamente en dos operaciones: los fichajes de su compatriota del Inter, Lautaro Martínez, como reemplazante futuro del uruguayo Luis Suárez, y el regreso de Neymar, al que los directivos no quieren por cómo se marchó al PSG francés pero que sienten que no hay más remedio.

Sin algunas de estas contrataciones de fuste, y aún peor si el Barcelona no ganara la Champions (no alcanzarán ni la Liga ni la Copa del Rey), la suerte estará casi echada, y sólo un milagro mantendrá a Messi vestido de azulgrana.

Por el lado de la selección argentina, la gran pregunta es cómo se las arreglará este Messi de voz cantante, con 33 años, para liderar al equipo en una ardua clasificación para el Mundial de Qatar, cuando ya se sufrió tanto para llegar a Rusia, si llegará en las mejores condiciones para la Copa América de 2021, cada vez más veterano, y aún peor, si se llegara a postergar el Mundial para diciembre de 2023, cuando llegaría a la competencia con 36 años y medio.

Pero son todos interrogantes que sólo el tiempo se encargará de responder.