miércoles, 30 de agosto de 2017

Una “nueva” selección argentina sale con todo ante Uruguay (Jornada)



                               DESDE MONTEVIDEO


El debut oficial de Jorge Sampaoli como director técnico de la selección argentina no podía tener un escenario más exigente: hoy a las 20 horas la espera nada menos que la uruguaya en el mítico estadio Centenario, colmado con 55 mil personas que ya agotaron las entradas para ver un clásico muy caliente y que puede ser determinante para la clasificación mundialista en el grupo sudamericano.

La selección argentina no ha recibido buenas noticias en las horas pasadas al conocerse el fallo definitivo del Tribunal Arbitral del Deporte (TAS), desde Suiza, que ratificó la decisión de la FIFA de mantener los puntos quitados a Bolivia a favor de Chile por la mala inclusión del jugador Nelson Cabrera, y de esta forma, el equipo de Sampaoli sigue hoy en posición de repechaje, en el quinto lugar, un punto debajo de Chile y Uruguay.

Esto hace que algunos medios hayan tildado casi como dramático al clásico, incluso algunos se han referido al mismo como “la final del mundo” o con frases parecidas y siempre grandilocuentes, pero si bien hay una coincidencia en que se trata de un partido trascendente, no parece que vaya a definir todo, porque incluso si el equipo argentino cayera, en el caso de que Ecuador perdiera en Brasil,  la distancia con el sexto podría mantenerse y el resultado podría obrar más desde lo psicológico que desde lo estrictamente matemático.

Lo reconoció el propio Sampaoli en la conferencia de prensa del martes en Ezeiza: “Si perdemos, se van a generar diferentes estados de ánimo que nos pueden llevar a la desesperación y a la locura. Yo lo siento como un argentino más que va a jugar un partido que va a definir la historia de Argentina en el Mundial”, en una frase que suena exagerada, tal vez acorde al ritmo frenético que impone el entrenador, cuyo libro biográfico lleva el título de “No escucho y sigo”.

De cualquier modo, no puede decirse que Sampaoli haya escabullido el bulto. Todo lo contrario, y tal como hizo en 2015 cuando en esta misma clasificación dirigía a la selección chilena y tuvo que enfrentar a Uruguay en este mismo escenario, y con la celeste sin una de sus estrellas, Luis Suárez, en duda para esta noche, el entrenador de Casilda prefirió optar por un esquema muy ofensivo, pocas veces utilizado por sus antecesores especialmente en compromisos de esta índole.

Y si aquella vez cayó 3-0 con “La Roja”, también es verdad que no contaba con Lionel Messi en su equipo, y se espera que el esquema sea lo suficientemente fuerte como para dominar futbolísticamente a los locales, marcar goles (que es uno de los déficits de esta selección, cosa increíble con los delanteros que tiene) y soportar los embates celestes, especialmente los contragolpes, las llegadas de la dupla atacante –una de las mejores del mundo- con el referido Suárez y con Edinson Cavani, y el juego aéreo con gente muy alta y con mucho oficio.

Todo indica que Sampaoli se juega con un esquema con tres defensores, de los cuales hay certezas de la participación de Gabriel Mercado y Nicolás Otamendi, pero hay dudas sobre si se sumará a ellos como líbero Javier Mascherano, definitivamente fuera de la carrera como volante central, para ganar velocidad por abajo, o si optará por la altura de Federico Fazio.

Delante de ellos, seguramente uno de los volantes centrales para la marca y la salida será Lucas Biglia, ya recuperado de la lesión, pero persiste la duda sobre si el otro será Guido Pizarro o Leandro Paredes, y delante de ellos, en una línea más ofensiva, acaso el punto fuerte del conjunto nacional, con la dupla Lionel Messi y Paulo Dybala.

Como alas, jugará Angel Di María por la izquierda aunque por la derecha permanece la duda mayor, porque podría ingresar Lautaro Acosta, para dar mayor fuerza a la ofensiva, o bien Emiliano Rigoni, para volantear con llegada, o Fabricio Bustos y hasta Marcos Acuña, estos dos últimos para un mayor equilibrio en el retroceso. Y adelante, la otra gran novedad, algo que parecía imposible en ciclos anteriores: la presencia del goleador del Inter, Mauro Icardi, superando las cuestiones extradeportivas sin sentido.

Este equipo argentino, especialmente si contara con Acosta por la derecha, plantea, casi, un propósito de romper el mediocampo para ir decididamente en busca del gol, casi al límite de un 5-5 de tiempos muy pasados, y sólo nos genera dos dudas tácticas: quién será el jugador que maneje el juego, asegurado el primer pase, la definición o los desbordes, porque este esquema obliga casi a Messi o a Dybala a regresar mucho a buscar la pelota, y cómo sería la marca por el lado izquierdo, sin un marcador de punta ni un volante muy recostado hacia allí, y con Di María que no siente la marca.

En cambio, Uruguay, de la mano del veterano entrenador Oscar Tabárez, muy ducho en estas lides, planteará un partido mucho más clásico con su esquema habitual de 4-4-2, con una gran solidez atrás, un mediocampo algo renovado con Matías Vecino y la nueva estrella de Boca Juniors, Nahitán Nández, y con la ahora probable presencia de Suárez acompañando a Cavani.

Seguramente los celestes jugarán con el factor tiempo, con cautela, esperando el momento exacto para el contragolpe y el hueco perfecto para aprovechar las posiciones y jugar al error, con su especialidad en el juego aéreo.

Con todos los condimentos de un gran clásico, lejos de otros tiempos en los que ni se molestaban, necesitados unos de los puntos y no los otros, Uruguay y Argentina recrearán seguramente un partido muy atractivo que puede dejar huella.



martes, 29 de agosto de 2017

El fútbol pregunta por Santiago Maldonado y choca otra vez con el Poder (So-Compa)




No es la primera vez ni será la última. El fútbol, como caja de resonancia sin igual en la sociedad argentina, tampoco quiso quedarse afuera de la exigencia por la aparición con vida de Santiago Maldonado, pero como le ocurrió históricamente en la Argentina, y como sucede en tantas partes del mundo, tiene que chocar con infinidad de obstáculos puestos desde el poder político o deportivo para que todo se embarre.

Todo comenzó el pasado jueves, cuando el presidente de San Lorenzo de Almagro, Matías Lammens -opositor a la conducción de Claudio “Chiqui” Tapia-, y su secretario, Miguel Mastrosimone, enviaron una nota a la AFA para informar que el domingo, por la primera fecha de la Superliga, se mostraría una bandera que preguntaría dónde está Santiago Maldonado, el artesano de 28 años visto por última vez el pasado 1 de agosto en un operativo de Gendarmería Nacional durante una protesta en el asentamiento mapuche Pu Lof, en Cushamen, en la Patagonia.

Para sorpresa de los dirigentes de San Lorenzo, enseguida recibieron una carta por la que se denegaba ese derecho, aunque intervendría entonces Marcelo Achile, prosecretario de la AFA, presidente de Defensores de Belgrano y subsecretario de deportes y Juventud de la Defensoría de la Ciudad de Buenos Aires, para calmar los ánimos y hasta proponer a Lammens y a Mastrosimone acompañarlos personalmente durante el acto, en el partido ante Racing Club.

Al fútbol, a los hinchas de los equipos, pero también a los de la selección nacional y hasta a los propios jugadores, de acuerdo con las épocas, siempre le costó mucho poder manifestarse pero tarde o temprano siempre lo acabó consiguiendo, y quienes recuerdan los tiempos de la dictadura militar, lo saben bien.

No hace tanto tiempo, el 24 de marzo de 2016, la selección argentina tenía que jugar ante la chilena por la clasificación al Mundial de Rusia, en Santiago, y los jugadores iban a salir a la cancha, nada menos que al Estadio Nacional de la represión pinochetista, con una bandera que decía “Día Nacional de la Memoria, por la Verdad y la Justicia”, pero entonces, una vez más, dirigentes de la FIFA hicieron mención al artículo 60 del Reglamento de Seguridad en los Estadios que dice “se prohíbe terminantemente la promoción o el anuncio por cualquier medio de mensajes políticos o religiosos o cualquier otro acto político o religioso en el estadio o sus  inmediaciones antes, durante y después de los partidos”.

Los jugadores no se amilanaron y de todos modos, acabaron mostrando la bandera en la antesala del vestuario y publicaron la foto en las redes sociales.

Tampoco este pasado fin de semana el tema quedó en la nada, pese a las rápidas respuestas negativas oficiales. Y no sólo una amplia bandera exigiendo la aparición con vida de Maldonado flameó en el Nuevo Gasómetro porque ya el viernes, en la tribuna Eliseo Mouriño de la cancha de Bánfield, apareció otra bandera con la misma exigencia, y el domingo por la noche, y al saltar al césped para jugar ante River Plate, los jugadores de Témperley posaron con una bandera del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba), con la frase “Santiago Maldonado, aparición con vida, ya”.

Y por si esto fuera poco, en la mañana del lunes, cuando el arquero Nahuel Guzmán llegaba a Ezeiza para sumarse a la concentración de la selección argentina para los dos partidos de clasificación mundialista ante Uruguay y Venezuela, lo hizo con una remera que pedía por la aparición con vida de Maldonado.

No es para sorprenderse: Guzmán llegó a atajar en Newell’s Old Boys de Rosario, en cada partido de los campeonatos argentinos, con una camiseta con un pañuelo, en su parte delantera,  que simboliza a las Madres de Plaza de Mayo.

Este cronista vivió una situación particular una mañana en la localidad peruana de Chiclayo. Corría el mes de julio de 2004 y la selección argentina de Marcelo Bielsa jugaba por la primera fase de la Copa América cuando, de repente, el jefe de Prensa, Andrés “Coco” Ventura, pidió a los periodistas que se pusieran en ronda para esperar la salida de los vestuarios del equipo nacional, dispuesto a otro día de entrenamiento corriente.

Al rato, salieron los jugadores y anunciaron que se haría un minuto de silencio en homenaje a las víctimas del atentado contra la AMIA, exactamente a diez años del hecho. Era el 18 de julio.

Pero si hay un tiempo que marcó al fútbol desde los Derechos Humanos, ése fue el de la dictadura cívico-eclesiástico-militar (1976-1983) y desde el mismísimo día del Golpe y por dos vías: el debate interno de las tres fuerzas sobre qué hacer con el Mundial 78 (finalmente ganado por la Marina) y porque justo ese día, la selección argentina jugaba un amistoso en Chorzow, ante Polonia, en plena Cadena Nacional con marchas y proclamas militares, pero se hizo una excepción y el partido pudo verse por Canal 7.

Era claro que el fútbol iba a jugar su gran partido, y que el Mundial serviría para tratar de tapar a lo que se llamó “la campaña anti argentina en el exterior” para la que trabajaron varios medios cómplices que bien señaló la histórica revista “Humor” como “la prensa canalla”.

La revista “El Gráfico” de entonces, enmarcada en la complicidad de Editorial Atlántida con la dictadura, llegó a publicar una carta apócrifa del gran defensor holandés Ruud Krol a su hija en la que decía que los policías disparaban flores por la calle y que la Argentina era una tierra de paz, lo que derivó en un escándalo con la exigencia del embajador de Holanda de que se desmienta públicamente. El jugador llegó a tildar la carta como “indigna, artera y cobarde”.

Renée Salas, de la revista “Gente”, recorría en Francia redacciones como “París Match”, “L’Express”, “Le Point”, “Le Figaro” o “Le Monde” para averiguar las razones por las que esos medios publicaban contra la Argentina.

El EAM 78, el ente autárquico que manejó la organización del Mundial de la mano del hombre fuerte del fútbol de aquel tiempo, el contraalmirante Carlos Lacoste, proveniente de la Marina, aún debe la explicación del asesinato del general Omar Actis, del Ejército y hasta un libro de Eugenio Méndez, que investigó los hechos, cuenta en detalle cómo jamás pudieron ser los Montoneros, como se intentó explicar, bajo el sugestivo título de “Almirante Lacoste, ¿quién mató al general Actis?”.

Un día antes de la final del Mundial,  el 24 de junio de 1978, el canciller argentino Oscar Montes, que también provenía de la Marina, dijo en la séptima Asamblea General de la OEA que en la Argentina “no existen violaciones a los Derechos Humanos”.

Fue parte del intento de la dictadura de tapar lo que ocurría dentro del país hacia el exterior, mostrando, por contrario, un clima de algarabía, ayudado por algunos medios cómplices.

Todo lo contrario ocurrió con parte de la prensa extranjera que llegó al país para cubrir el Mundial. Un renombrado periodista holandés recordó en Amsterdam a este periodista, al borde del llanto lo que le ocurrió con su compañero de revista en Mendoza, donde jugaba su selección en la fase de grupos, cuando se dirigió a enviar el télex con su artículo en la Sala de Prensa y una trabajadora le advirtió de los peligros que corría.  Fue entonces que tanto él como su compañero utilizaron nombres de jugadores para referirse a militares de la dictadura, en tono de clave. Luego, aparecieron sus fotos en la TV como buscados por haber participado un jueves en la marcha de las Madres en Plaza de Mayo.

Pero no todo fue el Mundial 1978. Al año siguiente, para el 22 de mayo, se organizó en Berna la llamada “Revancha de la final” entre las selecciones de Argentina y Holanda, y Canal 7 se encontró con una bandera que decía “Videla asesino”, que intentó tapar por todos los medios con un anuncio, que movía constantemente para que no se lo viera en la Argentina.

Fue en 1979, cuando la selección argentina ganó el Mundial juvenil de Japón, con aquel equipo recordado de Diego Maradona y Ramón Díaz, que José María Muñoz insistía en el “operativo” que había montado con Radio Rivadavia para cruzar al presidente de facto Jorge Rafael Videla con el Diez y con el DT César Luis Menotti.

Y fue el propio Muñoz,  el principal promotor para que la gente fuera a la Plaza de Mayo “a demostrar a esos señores de la Comisión que los argentinos somos derechos y humanos”. Se refería a la Comisión Interamericana, que llegaba al país para constatar la lluvia de denuncias ante organismos internacionales.

Jorge Piaggio, que jugaba en Atlanta y formó parte del equipo juvenil argentino, comentaba años más tarde las rarezas de aquel regreso a la Argentina desde Japón, cuando fue trasladado de Ezeiza a la cancha de Villa Crespo, donde esperaban familiares y dos helicópteros trasladaron a los jugadores a la Casa Rosada, para saludar a los dictadores, y luego, a la AFA.

Cuando Piaggio regresó a su pueblo, Conesa, se enteró de que un primo, conscripto en Santo Tomé, estaba secuestrado y su tía había sido reprimida junto a las Madres de Plaza de Mayo en una manifestación.

De los 35 deportistas desaparecidos, cuatro de ellos son del fútbol (Luis Ciancio, Gustavo “Papito” Olmedo, Eduardo “Gallego” Requena y Carlos Alberto Ribada), según consta en el libro “Deporte, desaparecidos y dictadura” del periodista Gustavo Veiga.

Por fin, el 28 de junio de 2008, una manta blanca recorrió el Monumental de Núñez, escenario de la final jugada treinta años antes, pero ahora eran las Madres, las Abuelas, Hijos y Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas los que dieron la vuelta olímpica tan esperada, acompañados por el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, liberado horas antes de aquel partido decisivo, y también por tres integrantes de aquel equipo campeón, Leopoldo Luque, Ricardo Villa y René Houseman.

De fondo, sonaba la inconfundible voz de Daniel Viglietti: “No son sólo memoria, son vida abierta…dicen que no están muertos, escúchenlos…cantan conmigo, conmigo cantan”.

Ese acto se llamó “La Otra Final”.

El fútbol sigue teniendo otra historia que contar, como cuando en 1983 proyectaron el torneo juvenil “Proyección 1986”, con entrada gratuita, y televisado por el Canal 11, entonces estatal, y en cada estadio se escuchaba el clásico “se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar”. Y no había forma de taparlo.


Ahora, tampoco pudieron con Santiago Maldonado y la exigencia de que aparezca con vida.

domingo, 27 de agosto de 2017

Debates internos más allá de los resultados, en Madrid y Barcelona (Yahoo)




La Liga Española ya nos deparó alguna sorpresa. Que en apenas dos jornadas, el Real Madrid y el Atlético Madrid ya hayan perdido dos puntos, no es algo que estuviera en los cálculos de muchos, aunque también es cierto que todo indica que en dos o tres jornadas más, la tabla de posiciones ya tiende a ser, en la vanguardia, muy parecida a la de los últimos tiempos.

Pero más allá de los puntos obtenidos, y de que un Barcelona en estado de crisis haya podido no sólo ganar ambos partidos sino que ya ha sacado dos puntos de ventaja a sus dos principales rivales, lo que aparece en ambas potencias es un estado deliberativo sobre cuál, finalmente, es el mejor equipo que pueden presentar para optimizar sus respectivos rendimientos.

Justamente ahora que se inicia un mini receso por el parón que llega con los partidos de selecciones nacionales en todo el mundo por la clasificación al Mundial de Rusia, y con el cierre del mercado de pases de verano previsto para el próximo 31 de agosto, resulta un buen momento para que ambos entrenadores, Zinedine Zidane y Ernesto Valverde, puedan sacar sus primeras conclusiones del inicio de la nueva temporada 2017/18.

En este punto, en el caso de Zidane, está claro que cuenta con una plantilla de una riqueza que pocas en el mundo pueden tener, pero eso no significa que todo esté en su lugar. Esto pudo evidenciarse ante el Valencia, partido que el Real Madrid bien pudo haber ganado, pero también atravesó por momentos de zozobra debido a que el entrenador tuvo que hacer importantes modificaciones a partir de ausencias notables como las de Cristiano Ronaldo, Sergio Ramos y Rafael Varane.

Salido Pepe del equipo, y sin los dos defensas centrales habitualmente titulares, Zidane tuvo que optar por una zaga improvisada, con Nacho y Casemiro, aunque bien pudo echar mano a Vallejo o a algún jugador de la cantera, pero la decisión final, de retrasar al brasileño, determinó un importante cambio que retrotrajo al Real Madrid, sin pretenderlo, a ciertos momentos de la etapa de Rafa Benítez, cuando Kroos jugaba de mediocentro e Isco (o James en aquel tiempo) acababa siendo el nexo con el ataque.

Quedó claro en aquella oportunidad que no era el lugar en el que Kroos más rendía y con la entrada de Casemiro al medio, el alemán pudo liberarse y desarrollar más su juego y su técnica. De todos modos, se entiende que Zidane respeta la estructura original y que lo del partido ante el Valencia fue por razones de fuerza mayor, aunque creemos que pudo haber optado por otra variante sin desarmar las líneas que sí le funcionaron.

Así como Isco apareció entonces desdibujado, distinto que en otras ocasiones y que Kroos no siente esa posición, también hay otro debate creciente en el ataque, porque Marco Asensio va ganando enteros para la titularidad a pasos agigantados, lo cual va desplazando, al mismo tiempo, a un extremo de los kilates de Gareth Bale, a quien no parece lógico verlo sentado en el banquillo y tal vez por eso no sería de extrañar que pudiera aparecer vistiendo otra camiseta después del 31, excepto que Zidane administre tan bien la situación que consiga un perfecto equilibrio en las rotaciones.

Tampoco parece que haya sido bueno para el Madrid la salida de Alvaro Morata al Chelsea porque Karim Benzema parece haber perdido la competencia directa y con esto, pierde cierto incentivo, más allá de que haya estado varias veces cerca del gol sin haber estado certero.

Por el lado del Barcelona, los dos triunfos en sendos partidos de Liga no parecen cambiar el concepto original de la temporada: no es aquel equipo que deslumbrara, y aunque permanecen algunos destellos, en especial la genialidad de Lionel Messi, la prestancia de Sergio Busquets y la capacidad goleadora de Luis Suárez, es claro que entre la lógica veteranía de Andrés Iniesta, que ya no puede ofrecer lo mismo que en otro tiempo, la salida de Neymar y que Iván Rakitic no es el mismo, el equipo necesitaba un revulsivo.

En cualquier caso, el fichaje de Paulinho no representaba mucho para alterar un juego que no es el mismo de tantos años atrás porque paulatinamente, el Barcelona se transformó en un equipo más vertical, que apuesta más a la definición de los de arriba, y en este punto, la llegada de Dembelé será un aporte para ir olvidando a un Neymar que se pasea y divierte en la Liga Francesa con el PSG.

De cualquier manera, el Barcelona necesita también otro jugador que aporte técnica y se sume a la creación del juego, y todo indica que Philippe Coutinho es el indicado porque reúne características de este tipo que pueden ayudar a tratar de recuperar cierta memoria perdida en el tránsito del balón desde el medio hacia el ataque, especialmente con un Iniesta ya más lento e irregular.

El otro punto fundamental del Barcelona pasa por la plantilla global. En este momento, la sensación que transmite es que no tiene el recambio tan rico que posee el Real Madrid, y los fichajes de Semedo, Paulinho y Dembelé suman pero no alcanzan a contribuir a la seguridad de que en todos los puestos hay jugadores que puedan suplir con igual calidad a los titulares.


En este caso, es el entrenador Ernesto Valverde quien tendrá que encontrar un ecosistema para que el Barcelona no se desmadre ni pierda el tren en esta temporada y optimizar como nunca los recursos, especialmente para no desgastar a Messi, indiscutido líder futbolístico del equipo.

jueves, 24 de agosto de 2017

Fabrizio Cazzano, paradigma (Un cuento de Marcelo Wío)




Desde allí arriba el mar parecía intacto. Como si los hombres no lo hubiesen atiborrado de porquerías y ansias y tráficos. Pero no había subido a esa colina calva para valerme del engaño poco sutil de aumentar la escala para hacer de cuenta que todo era como debía ser y sentirse uno de esa misma manera. Había subido buscando una tumba. O, más bien, un montón de tierra que desentonara con las dóciles erosiones. 

Estaba al borde de un risco de piedra blancuzca y frágil. El viento ya la había disimulado mucho. De hecho, unas pocas piedras de las que habían colocado encima tanto tiempo atrás me ayudaron a localizar el sitio en el que, dicen, está enterrado Fabrizio Cazzone. Más que sepultado, Fabrizio fue apartado. Fue escondido, censurado, encerrado en ese terreno estéril – ni un arbusto raquítico para desmentir la aridez.

A los pies de la colina sobrevive Rivoli. Un caserío sin seña de identidad. Lo único que allí tienen, aparte de las obligaciones de la subsistencia, es el fútbol. O más bien, los jugadores. De una habilidad inverosímil. Nada más. La tierra es incapaz de dar sustento a vida alguna.  Es más, según los lugareños, mata cualquier cosa que se le plante y hambrea a cualquier animal que pretenda alimentarse de ella y de los engaños vegetales que a veces, incrementado por una malicia de dioptrías y fijaciones.

Fabrizio Cazone era un rapaz como tantos de ese pueblo: indiferenciados, con esas estaturas mezquinas (deficiencias alimenticias: ya se sabe, escasez de minerales, vitaminas y esas cuestiones), esos rostros curtiditos de sal y polvo y, sobre todo, esa obsesión por el fútbol – tabla de salvación hacia un futuro lejos de allí. Pero sólo en eso se parecía, y por muy poco tiempo. Enseguida fue fácil distinguirlo del resto, jugando en esas calles de tierra endurecida: era de una torpeza sin parangón. Jamás vista, no ya sólo en el caserío, sino en la región.

Un inútil, corrobora Massimo Valente, quien, afirma, tenía cinco años cuando aquello.
¿Pero qué dices, Massimo?, si eso fue hace como ciento diez años, y tú tienes setenta y pocos – la voz de su mujer, Elena, desde dentro de la casa.

En el patio de su casita – un rectángulo mezquino encalado, una breve terraza de suelo de piedras, desparejo; con un precario techo de hojas secas de palmera, suficiente para una sombra humanitaria -, Massimo y Benito me refieren la historia.

Unos dicen que se lo llevaron una mañana temprano, antes de que salieran los botes hacia el mar. Otros, que fue una noche de invierno. La verdad es siempre más prosaica: les pidieron a los padres que se fueran. Y obedecieron. Quizás porque se lo solicitaron con esas normas del protocolo y ceremonial que anuncian una sustancial pateadura en caso de no plegarse a tan amable requerimiento – refirió Benito.

Y se fueron. Pero no muy lejos. En definitiva, mientras no se dejaran ver por el caserío, que anduvieran por donde quisieran – acotó Massimo.

De hecho, se cuenta que cada mañana el padre esperaba en la playa que hay del otro lado de la colina, donde lo recogía alguno de los botes para ir a faenar – añadió Benito. Eran brutos, pero no tenían malicia.

La tumba es más reciente. Unos… ¿Cuántos, Elena? – inquiere Massimo estirando el cuello hacia la casa, como si este gesto fuese imprescindible para dirigir la voz hacia su mujer.
¿Cuánto qué? – la voz de Elena desde dentro.
Cuánto hace de la tumba. Cuánto lleva allí arriba.
Qué sé yo… Unos veintitantos, treinta años…
Pues eso, una nadería – redondea Benito. 

Algunos dicen que Frabrizio, ya mayor, intentó volver al poblado. Y que lo mataron y lo llevaron allí arriba, lejos del pueblo, para evitar la contaminación de los jóvenes, para evitar que se dañaran sus habilidades – relató Massimo.

En fin, leyendas para asustar a los críos que juegan mal. El objetivo era que los malos dejaran el fútbol. De esa manera, consideraron, se mantendría idea de que del poblado sólo salían buenos jugadores. Pero, claro, cuando los malos dejaban de jugar para disimular el estigma, no hacían más que resaltarlo: aquí no hay chico que no juegue o se desespere por hacerlo; así que ver a tanto niño por las calles, mirando con esas miradas de anhelo y resentimiento, era toda una negación de aquello que se pretendía hacer creer – comentó Benito.

No sea exagerado. Si había dos o tres niños de esos, era mucho. Y aquí, como ha visto, la natalidad es un pasatiempo muy visitado. Por otra parte, lo cuenta como si hubiese sido una invención confabulada, una fabricación consciente; y no fue así, al menos no del todo; en aquel entonces la gente creía aún en espíritus y destinos y designios y maldiciones; en todo el lote – Massimo, con tono reprensivo.

Como quiera; pero la cuestión es que se instaló un mito – intencionado o no, a esta altura, a fin de cuentas, da lo mismo -; es decir, un método, que terminó por construir experiencia; es decir, la realidad. Porque lo que empezó como ritual, como simbólico, devino normativo, si se quiere. Y si no se quiere, también. Porque, si comenzó como advertencia o amenaza, terminó por postularse como dogma. Y ya se sabe: las creencias se enquistan en un lugar y no dan lugar a disensos. El que no se amolda, en este caso, no juega… Es lo que sucede cuando la vida está tan destartalada, que se acepta cualquier mitigación, atenuante, excusa o misericordia que uno sea capaz de ofrecerse. Y esto fue lo mejor que pudimos ofrecernos…

Si es por desconfiar de verosimilitudes y honestidades en todo este asunto, no creo ni que haya habido ese Frabrizio, mire lo que le digo… Era cuestión de crear una vergüenza individual, una figura, para crear un imaginario colectivo, un orgullo colectivo - la voz de Elena, con rastros de cocido aromatizado con romero, doblando hacia el patio desde la cocina.

Pero aquí el caballero buscaba más bien una confirmación, ¿no es así? – preguntó Massimo, mirándome con lástima.

Es cierto… Quién quiere oír aquello que en las ciudades se tienen aprendido como un catecismo redactado con unas palabras mucho más nuevas, más hinchadas; no tiene mucho sentido… - convino Benito.

Yo tenía cinco o seis años - empezó Massimo. Aquí no se molestaban mucho por acordarse de esas precisiones; para qué: uno estaba, y eso era suficiente. Lo oí gritar. Con esa voz que andaba a saltos entre la infancia y la adolescencia (así que debía tener unos trece o catorce años; incluso, unos quince – aquí los desarrollos van más lentos; cuestión de dieta). Sus gritos y unas voces secretistas de hombre se fueron apagando hacia la colina…

Unos días después, varios niños subimos con intención de encontrar aclaraciones, claves, a esa trayectoria que se nos hacía definitiva. Y allí estaba la tumba. Un cúmulo de tierra y piedras encima… - continuó Benito, lanzándome un guiño cómplice o caritativo. Quizás ambos. Era difícil leer los gestos dificultados por las arrugas y las asperezas.   






miércoles, 23 de agosto de 2017

El doping financiero y los clubes-Estado (So-Compa)




Este mercado de verano europeo que llegará a su fin el próximo 31 de agosto trajo como consecuencia la popularización de dos nuevos términos para el léxico futbolero: los de “doping financiero” y “clubes-Estado”, especialmente con el fichaje del brasileño Neymar por parte del PSG al Fútbol Club Barcelona en 222 millones de euros, aunque el costo total de la operación trepó hasta los 500 de esa moneda.

Quien se deschavó como nunca para poder explicar ambos términos es un tal Akbar Al Baker, el titular de la empresa Qatar Airways, quien sostuvo en la presentación del patrocinio del aeropuerto de Doha, Hamad, en la camiseta del Bayern Munich para las próximas seis temporadas desde la primera fecha de la nueva Bundesliga que se inicia este fin de semana, que estos hechos “colocan a Qatar como líder mundial del deporte”.

Nada de esto tiene de casual.  Se comenzó a llamar a ciertas entidades deportivas europeas como “clubes-Estado”, como los casos del PSG, Chelsea o Manchester City, porque reciben millones de euros por fuera del sistema, mediante ingresos colaterales, provenientes de fondos estatales o paraestatales a fin de burlar lo que se dio en llamar el Fair Play Financiero que hace años impuso la Unión Europea de Fútbol (UEFA), cuando el ex futbolista francés Michel Platini fue su presidente.

Este “Fair Play Financiero”, que de manera desordenada y sin mucha credibilidad trata ahora de imponer en Argentina la nueva Superliga con cierta imagen y semejanza de la de la UEFA, consiste en un exhaustivo control de los clubes participantes tanto de ingresos como de egresos anuales (por temporada, es decir, de agosto a agosto en Europa) para que no haya desequilibrio en la competencia y para que no haya balances en rojo total con gastos obscenos que luego dejaba a las entidades en bancarrota.

Desde entonces, los clubes se vieron obligados a justificar contrataciones de jugadores o a vender otros pases para equilibrar sus finanzas, pero en los últimos dos años, todo volvió a explotar desde que Platini, que era firme candidato a quedarse con la FIFA tras la última gestión de Joseph Blatter, saltó por los aires por un caso de corrupción que también involucró a quien manejó la casa madre del fútbol mundial desde 1998 hasta 2015.

El vacío dirigencial en la FIFA derivó en la elección del ítalo-suizo Gianni Infantino, ex secretario general de Platini en la UEFA, en febrero de 2016, y bajo influencias de éste llegó a la UEFA el esloveno Aleksander Ceferin (abogado de 48 años), con un discurso moralista que no parece condecirse con lo que ocurre en la realidad.

Tanto como su valedor Infantino en la FIFA, y de una misma generación dirigencial, Ceferin llegó con la aparente idea de transparentar las acciones y de hecho, no provenía del Comité Ejecutivo de la UEFA. Ni bien asumió, al vencer claramente en las elecciones a su contrincante holandés Michel Van Praag (42-13), sostuvo que no cedería al “chantaje” de una llamada Superliga (¿les suena?) de los principales clubes europeos, que en los últimos años presionaron con apartarse de la Champions League y armar un torneo entre ellos si no obtenían más plazas y distinto reparto de los derechos de TV.

“Nunca cederemos a la presión de algunas ligas que creen que pueden manipular a las más pequeñas o dictar sus leyes a las federaciones porque se sienten poderosas gracias a los ingresos astronómicos que generan. Simplemente, el dinero no hace la ley y hay una pirámide del fútbol que respetar”, llegó a decir Ceferin, en lo que parecía una declaración de guerra.

Sin embargo, igual que con Infantino en la FIFA, a los pocos meses de asumir, esos tambores no sólo se fueron acallando sino que misteriosamente, la Asociación de Clubes Europeos (ECA), que representa a los poderosos, decidió cajonear su viejo proyecto de Superliga y aceptar seguir en la Champions League.

La explicación es clara: desde la temporada 2018/19, es decir, la del año que viene, las cuatro ligas que más puntos saquen en Europa de acuerdo a un índice pre elaborado, tendrán cada una cuatro plazas en la próxima Champìons.

Claro que entonces la que ahora manifiesta preocupación es la Asociación de Ligas Europeas de Fútbol (EPFL), que nuclea a los equipos sin tantos poder (la mayoría), liderados por Lars-Christer Olsson.

Es en esta nueva y extraña labilidad en la que aparecen los nuevos conceptos citados en este artículo.

De repente, el París Saint Germain (PSG) que ya incluía a grandes figuras, decidió tirar la casa por la ventana y depositar la cláusula del pase de Neymar, al Barcelona, en 222 millones de euros, que desataron una guerra contra la propia Liga Española de Fútbol (LPF), y ahora va por la gran estrella del futuro, el delantero de su rival Mónaco, Kylian Mbappe, de 18 años, con otra inversión de 180 millones de euros, todo esto sin contar los 30 millones para Neymar y los 15 para Mbappé por los respectivos contratos.

¿Cómo hace el PSG para eludir el Fair Play Financiero de la UEFA? Muy fácil: a partir de la simulación en patrocinios provenientes de los petrodólares qataríes porque el propietario de sus acciones es el jeque Nasser Al Khelaiffi, también titular de la cadena informativa Al Jazeera Sports y del la cadena internacional BeInSports.

Entonces ocurre que el PSG puede demostrar ingresos extras por 150 millones de euros a través de patrocinios como de aerolíneas estatales o marcas asociadas vinculadas al Instituto de Turismo o a una entidad financiera y esto mismo ocurre con el Manchester City (también de capitales qataríes y ligedo a Etihad) y aunque desde otro lugar y desde hace más tiempo, con el Chelsea y Rusia, con su multimillonario CEO Román Abramovich.

Si el PSG muy probablemente gastará 402 millones de euros en dos fichajes (y seguramente se desprenderá de algunos jugadores menos influyentes para dibujar menores egresos en el balance), el Manchester City no se quedará atrás y el equipo que por segunda temporada consecutiva dirige Josep Guardiola acaba de fichar lateral Mendy (58 millones) y al volante Bernardo Silva (50) del Mónaco, al también lateral del Real Madrid, Danilo (28,50), al arquero Ederson del Benfica (40), al lateral del Tottenham Walker (51,50) y al brasileño Douglas Luiz (por la “módica” suma de 12 millones), para un total de 240 millones, y vendió jugadores por 77.

El Chelsea no se queda atrás, y Abramovich quiso contentar a su DT campeón de la Premier League pasada, Antonio Conte, fichando al alemán Rudiger (39 millones) a la Roma, al delantero Alvaro Morata del Real Madrid (80) y a Bakayoko del Mónaco (44,75) y aún prepara la chequera para gastarse otros 130 millones antes de que se cierre el mercado, el próximo 31, debido al mal inicio de la temporada con apenas dos partidos jugados.

Así es que lo que antes era un andar seguro de los poderosos clubes europeos de la ECA, que regresan al “redil” de la UEFA sin pensar más en la Superliga, hoy es una manifiesta preocupación por una instancia que los supera financieramente, la de la llegada de capitales estatales disimulados que “dopan” a nuevos clubes protagonistas, con más capacidad de gastos que ellos mismos.

¿Quién imaginaba que la ECA llegaría a plantearse, en el próximo congreso de Mónaco, la posibilidad de acudir a la Unión Europea (UE) por una especie de competencia desleal de los “clubes-Estado”, parecido al reclamo que algunas líneas aéreas llegaron a realizar ante la misma UE y por el mismo tipo de competencia por parte de Fly Emirates, Etihad o Emirates Qatar Airlines, que iban quedándose con una torta cada vez mayor del mercado de viajes, en desmedro de las líneas tradicionales, a partir de apoyos de patrocinios estatales?

Así como Fly Emirates lleva años auspiciando en el coqueto estadio del Arsenal, desde 2016, Qatar Airlines lo hace en el Allianz Arena del Bayern Munich, pero unos y otros saben que son migajas al lado del dinero que entra, por los costados, en el Manchester City, el PSG o el Chelsea.


Ha llegado al fútbol la era del doping financiero. ¿Habrá manera de controlarlo y pararlo?

martes, 22 de agosto de 2017

Superliga para mini fútbol




Mientras Instituto de Córdoba rebuscaba de donde no hay para ampliar su plantel de apenas doce jugadores para encarar una nueva temporada en el Nacional B, este River Plate contento porque la AFA amplió el cupo a cinco extranjeros no aceptó cambiar el partido del domingo pasado ante los cordobeses “porque los calendarios hay que cumplirlos” y porque aduce no tener otras fechas en adelante, por estar participando en la Copa Libertadores de América.

River no aceptó que Instituto quisiera posponer el partido, del que se enteró hace pocos días, tras eliminar de la Copa Argentina al campeón del Nacional B, Argentinos Juniors, aduciendo una seriedad extraña, porque el club de Buenos Aires no quiso jugar este mismo torneo en los primeros siete meses, sin una causa demasiado clara, pero no parecía muy interesado, dado que este campeonato de malentendido federalismo, clasifica para la Copa Libertadores cuando ese objetivo, para 2018, ya fue conseguido.

Esta enorme diferencia de peso entre los clubes grandes y especialmente los del interior (que ni aparecen mencionados en la fastuosa fiesta de Fox y Turner en la que se anunció la pomposa “Superliga”, que comienza el próximo viernes 25 de agosto) también pudo palparse en que Racing Club provocó dos veces la suspensión de su partido ante Mitre se Santiago del Estero, mientras que Independiente encontró eco en su rival, Atlético Tucumán, en este caso porque los norteños deben medirse con los rojos también  por la Copa Sudamericana y a doble partido, y el interés era mutuo.

Sin embargo, a Deportivo Morón le ocurrió lo mismo que a Instituto. Se enteró apenas días atrás que debía jugar con San Lorenzo de Almagro, que eliminó por penales a Atlético Cipoletti, el anterior fin de semana, y sin tiempo para terminar la pretemporada y para cerrar su plantel que regresará, luego de muchos años, al Nacional B luego de haber ganado el torneo de Primera B Metropolitana.

Lo cierto es que salvo el caso de Boca Juniors, que accedió a posponer el partido que tenía que jugar ante Brown de Puerto Madryn (y que la entidad patagónica resaltó como un gesto), el resto de los clubes grandes hicieron claros movimientos de poder en su favor, aunque lo de River es ya de una evidencia absoluta de tratar de aprovechar hasta el más mínimo resquicio sin importar las condiciones del rival.

Lo cierto es que el fútbol argentino es cada vez más centralista, más dominado por los clubes grandes, que tomaron el poder desde el mismísimo día siguiente a la muerte de Julio Grondona, quien congeló la lucha entre los poderosos y los chicos durante 35 años, pero que todo volvió a fojas cero en 2014.

A tal punto esto es así, que el continuador de Grondona, Luis Segura, tuvo que reunirse con los presidentes de los cinco poderosos para pedirles apoyo para continuar el mandato hasta su finalización.

En el medio, ya sabemos lo que pasó. Negación de los jugadores a la selección argentina, descuido de los juveniles, cambios permanentes de fechas y horas, partidos sin hinchas visitantes, decenas de muertos en luchas entre facciones de barras bravas y lo peor: endeudamientos crecientes debiendo fortunas a jugadores y adquiriendo los pases de otros nuevos, en un explícito Viva la Pepa.

¿Es en este contexto en el que se pretende que de buenas a primeras el fútbol argentino pueda organizar un torneo que pueda llevar como pretensión imitar a las ligas europeas de primer nivel?

Ya de por sí es sorprendente que se haya suministrado una grilla con horarios de las doce primeras fechas completas, con sus horarios, y el tiempo dirá si ese desafío se cumple, aunque la pugna por intereses de cada uno de los clubes no invita al optimismo, y tampoco el pasado de los clubes, que más bien los condena.

Que Newell’s Old Boys esté a punto de no comenzar el torneo por deudas cercanas a los 24 millones de pesos con su plantel, cuando ha fichado a ocho jugadores, aunque más no sea en condición de préstamo, ya nos indica que hay ruido en la línea, y no sólo porque su rival de turno no tiene por qué pagar estos desatinos de los rosarinos, sino que si se quiere llevar adelante un real “Fair Play Financiero”, los clubes no pueden deber a nadie, o debe haber un techo para esas deudas, y no por sector.

El postergar el partido “por esta vez” no es otra cosa que mirar para el costado en vez de tomar, por fin y para empezar alguna vez –si no es ahora, ¿cuándo?- el toro por las astas y como sostuvo el propio Sergio Marchi, el otrora cuestionado -¿en qué quedó lo de la Fundación El Futbolista y su relación con Grondona y el Fútbol Para Todos?- no es justo que por ejemplo Atlético Rafaela, sin deudas, deba jugar en el Nacional B y muchos, con enormes deudas, participan en la división superior.

Tampoco hay que dejar de lado, ni mucho menos, el asunto de las transmisiones televisivas. Una Superliga que parte con una empresa, Torneos, en la producción de partidos por parte de ambas cadenas poseedoras de los derechos, y que está tan ligada a la corrupción por el FIFA-Gate, tampoco implica un buen comienzo.

La AFA, y una estructura dirigencial seria como pretende ser la de la Superliga, no pueden aceptar desde una mínima condición ética, que una empresa ligada a la corrupción a tan alto nivel pueda formar parte desde el inicio de sus transmisiones televisivas, especialmente cuando ya fue probado el delito.

Sin embargo, todo sigue pasando…como si Grondona siguiera vivo, o comi si quienes lo sucedieran no pudieran conseguir, de fondo, una idea superadora que al menos de indicios de que de verdad, alguna vez algo cambiará en el fútbol argentino.

En la historia hubo decenas de nombres pomposos y de frases al estilo del “ahora sí”. Entonces, ¿qué es lo que hace que creamos que ahora las cosas van a cambiar?
¿Hay condiciones dadas para que vuelvan los hinchas visitantes, por ejemplo? ¿Interesa la gente cuando los socios de cada club se pierden de ver la mitad de los partidos en casa porque se juega sin revanchas y cuando tampoco pueden acceder de visitantes? ¿Se descuenta, acaso, a los abonados a palcos y plateas teniendo en cuenta de que se perderán tantos partidos por año? ¿Se acabará con las barras bravas y su impunidad? ¿Las canchas estarán en mejores condiciones para albergar público cuando en este momento no hay ninguna que esté habilitada oficialmente?

Las preguntas podrían aumentar en forma ilimitada, como para que tengamos en claro que todo sigue igual y que esta pomposa Superliga representa otro desafío para ganar algo de tanta credibilidad perdida.

Hace años que vienen matando a la gallina de los huevos de oro. Los dirigentes creen que esto es eterno, pero deben pensar que no lo es y que, por ejemplo, el pagar por el fútbol será complicado, por ejemplo, por el cambio cultural que implicó el Fútbol Para Todos y porque el torneo local, en determinados horarios, tendrá competencia del fútbol europeo, al que no hay que pagar extra para ver. ¿Alguien pensó en eso? ¿O tampoco interesa?

En fin, el tiempo dirá.


domingo, 20 de agosto de 2017

Real Madrid, un favorito novedoso (Yahoo)




Por primera vez en una década, y basado en su gran presente, el Real Madrid aparece como el gran favorito para ganar la próxima Liga Española de fútbol y de esta manera, retener el título conseguido en la temporada pasada, en la que dominó todo el año, contra las previsiones de una gran paridad.

Real Madrid tuvo que luchar siempre desde abajo, tratando de remontar la enorme diferencia que le había sacado el Barcelona en el juego a partir de que los catalanes se apoyaron en la vieja escuela de toque y posesión de balón que salvo algunos pocos momentos de excepción, fue lo que heredaron desde los primeros tiempos del holandés Johan Cruyff primero como jugador en los años setenta y más tarde como entrenador en los noventa.

En los años pasados, y sumido en una enorme confusión que llevó a la desesperada contratación de José Mourinho como entrenador y una enorme cantidad de fichajes carísimos para poder hacer frente al dominio de su rival, el Real Madrid fue perdiendo identidad en su sistema de juego, hasta que tras la rápida salida de Rafa Benítez, tomó la responsabilidad del banquillo Zinedine Zidane y éste consiguió por fin que el equipo se serenara, recuperara el buen fútbol, y tomara confianza con la llegada de los merecidos títulos.

Tras los siete que consiguió el Real Madrid con Zidane, el último la semana pasada tras vencer con total justicia al Barcelona en los dos partidos por la Supercopa de España, y con escasos minutos de Cristiano Ronaldo en la cancha, quedó claro que si bien siguen siendo las dos mejores plantillas de la Liga, hoy los blancos son netamente superiores al Barcelona y se encuentran un par de escalones arriba.

El Real Madrid no sólo gana, sino que convence y tiene en el banquillo soluciones para cualquier problema. Tanto es así que el propio Gerard Piqué, a quien nadie puede tildar como madridista, sostuvo tras caer por 3-1 en el Santiago Bernabeu en la revancha por la Supercopa de España que “es la primera vez en la década que no hay nada que decir porque nos superaron”.

En el verano que está llegando a su fin, el Real Madrid le ganó claramente la Supercopa de Europa al Manchester United y luego, ganó la Supercopa de España al Barcelona, mientras que lleva 69 partidos consecutivos marcando goles, y si tomamos en cuenta que es el campeón actual de España, Europa y mundial y que en diciembre volverá a jugar el Mundialito de clubes, está claro que hoy es el principal candidato.

Es tanta la seguridad de la plantilla y de Zidane, que el Real Madrid ha fichado poco porque no tuvo necesidad de ningún refuerzo entre los titulares sino sólo para el banquillo (Dani Ceballos y Theo Hernández entre ellos), mientras que el Barcelona, aún con 222 millones de euros en su cuenta, se ha descapitalizado deportivamente al perder una de sus patas más importantes del Tridente sudamericano, al brasileño Neymar, que ya brilla en el PSG.

El Barcelona pudo fichar al lateral Nelson Semedo, al defensor colombiano Yerry Mina, pudo conseguir el regreso del canterano Gerard Deulofeu, y pugnar por los pases de Philippe Coutinho, Dembelé o Jean Michel Seré, pero la sensación es que el equipo está sumido en una cierta depresión que va mucho más allá de haberle ganado bien al Betis en el Camp Nou.

Hoy, este Barcelona depende más que nunca del genio de Lionel Messi, porque la creatividad en el medio comienza a resignarse a la irregularidad y veteranía de Andrés Iniesta, a la espera de que Ivan Rakitic reencuentre su nivel, y será difícil que aparezca un reemplazante ideal para Neymar.

Pero al margen de los nombres, el Barcelona fue perdiendo el hilo conductor a un juego que pasaba más por la horizontalidad y el cambio de ritmo y el corte justo hacia el área rival y cada año que pasa va perdiendo fuelle y se va desinflando en la medida de que varios de sus grandes cracks van envejeciendo o se van retirando y ya no es tan firme la apuesta a la vieja filosofía, como es el caso del fichaje de Paulinho.

Si esto es así con el Barcelona, qué decir de un Atlético Madrid que estuvo impedido de fichar en este mercado y que tiene como punto de mira para el invierno a Vitolo, a quien ha cedido a Las Palmas, y al goleador Diego Costa, pero que por ahora deberá conformarse con lo que hay.

Uno de los equipos que mayor apuesta económica ha hecho para esta temporada ha sido el Sevilla, con la idea de subir aún más escalones en el intento por acercarse a la lucha por meterse entre los líderes. El argentino Eduardo Berizzo, de buen suceso en el Celta, reemplazó como entrenador a su compatriota Jorge Sampaoli, que se marchó a su selección nacional, mientras que los andaluces llevan gastados 61,50 millones de euros en fichajes como Simon Kjaer, Banega, Navas, Pizarro, Muriel y Nolito.

También el Villarreal ha fichado al delantero colombiano Carlos Bacca, procedente del Milan, y el Valencia ha hecho lo propio con el portero Neto,  o el defensor Gabriel Paulista, con Marcelino en el banquillo.

De cualquier modo, es claro que si los gastos de los primeros equivale al del resto del lote de los equipos de Primera (algunos como el recién ascendido Girona, han gastado apenas 4,50 millones, o el Málaga 4,70 o el Espanyol 5,10) es evidente que la diferencia entre ricos y pobres se ha agrandado en vez de achicarse.


Sin dudas, éste sigue siendo uno de los principales problemas de la Liga si quiere pelear el primer lugar con la Premier League inglesa, donde la brecha entre el primero y el último es mucho menor, y eso garantiza una mayor paridad y no tanta distancia como en el fútbol español.

miércoles, 16 de agosto de 2017

Que los fichajes no tapen el bosque



Pocas veces una derrota del Barcelona ante el Real Madrid en esta década fue tan inexorable, tan justa, tan amplia. La pérdida de la Supercopa de España ante un Real Madrid inmensamente superior, que por momentos se floreó en el Santiago Bernabeu, va mucho más allá de un trofeo de verano que podría ser una miga de pan en el espacio de una larga temporada.

El andar de este Barcelona de inicios de la temporada 2017/18, aunque recién comience, es la consecuencia de años de desidia, de falta de proyecto, de malas decisiones dirigenciales, de envejecimiento de la plantilla y desde el punto de vista psicológico. Por la salida de Neymar al PSG, que aún nadie terminó de digerir porque es una herida aún abierta, demasiado cercana en el tiempo.

Los dirigentes, que dejaron pasar los mejores años de varios de los jugadores de la plantilla y en especial de un genio irrepetible como Lionel Messi, ahora quieren tapar lo que ocurre con fichajes a la apurada a partir de quemarles en la caja los 222 millones de euros que ingresaron por Neymar, pero que los evidencia en el sinsentido de no saber cómo utilizarlos.

Hay que recordar que en el inicio del receso, allá por mayo, el Barcelona apuntaba a Marco Verratti pero se quedó en el camino por falta de ideas y de convencimiento, y arrastraba ya un equipo descompensado entre una buena cantidad de titulares de mucho valor (aunque en algunos casos, en baja por cuestiones del inexorable paso del tiempo) y un banquillo que no estuvo nunca a la altura de lo que el club necesita.

Lo hemos escrito reiteradas veces: excepto Cillessen, Javier Mascherano y Arda Turan, el resto de los componentes del banquilo (con Aleñá como única opción entre los canteranos) tranquilamente podría ser reemplazado porque las cotizaciones de estos suplentes es demasiado elevada para lo que efectivamente pueden rendir.

En el Barcelona se vendió mucho humo en muy poco redituables fichajes como los de André Gomes, Paco Alcácer, Digné, Denis Suárez y tantos otros que ya emigraron, como también en hacernos creer que algunos de sus canteranos estaba para grandes cosas, como Rafinha, que compró hasta una cierta parte de la prensa catalana.

Lo cierto es que como siempre ocurre en el fútbol, sin el verso (que nunca nos hemos tragado) de los entrenadores, todo depende de los jugadores. Si Josep Guardiola tuvo un mérito principal, éste no es otro que el de haberse decidido a apostar por la cantera y respetar el estilo de toque y posesión del Barcelona, porque nos preguntamos cuánto podría modificar el de Santpedor la situación en baja actual, más allá de cierta capacidad de motivación y algunos movimientos tácticos.

Seguramente poco, porque ya no está Xavi, porque Andrés Iniesta ronda los 34 años y ya no es el mismo ni tiene la misma participación ni mucho menos despliegue, porque al Tridente se le perdió una pieza y porque no encontró nunca un reemplazo para Daniel Alves para que se sume como lo hacía por la punta derecha.

A Xavi lo pudo reemplazar Thiago Alcántara, pero la dirigencia lo dejó ir al Bayern Munich. A Alves, tal vez Montoya, pero acabaron yéndose los dos, y de la cantera no salió nunca un jugador de los quilates de los que compusieron el mediocampo de los años dorados, que generaron que en una temporada, tres jugadores del club integraran la terna por el Balón de Oro.

Este Barcelona ya no tiene esos jugadores, salvo los que aún persisten por edad, como Messi, Busquets o Piqué, más un gran goleador como Luis Suárez, ahora más solo en el ataque, y un buen lateral como Alba así como un aceptable comodín en Sergi Roberto y hasta un arquero que puede responder como Ter Stegen aunque no sea ni Buffon ni De Gea ni siquiera Courtois.

Entonces, ¿puede afirmarse que dos o tres fichajes, que lleguen espasmódicamente a menos de una semana de comenzar la Luiga, puedan cambiar años de decadencia? ¿Puede Paulinho, que viene del fútbol chino, y cuyo pase fue desaconsejado por la propia CBF al Barça, mejorar el sistema de elaboración de juego? ¿Puede Philippe Coutinho aportar lo de Neymar o su juego en todo caso es distinto? ¿Alcanzará con el aporte de Dembelé, si es que llega?

El problema del Barcelona es muchísimo más grande, y es que su dirigencia tardó demasiado tiempo en darse cuenta de que el plantel que tuvo momentos gloriosos no sólo para el club sino para el fútbol mundial y para la gran historia de este deporte, también necesitaba una renovación, como cualquier grupo humano relacionado a la actividad deportiva por el lógico paso del tiempo.

Pero además, lo importante era conseguir esa renovación desde la misma cantera que dio tantos cracks, manteniendo ese estilo que hizo que el Barça hiciera fanáticos en todo el planeta.

Hoy, ni los fichajes ofrecen certezas. Hay demasiadas dudas, demasiados problemas, demasiados cuestionamientos, demasiadas preguntas sin responder por parte de la dirigencia.

Y mientras tanto, las agujas del reloj siguen corriendo, pero con la sensación de que se tratara de un reloj de arena, que se va vaciando hasta acabarse.

Y al mismo tiempo, como en todo ciclo inexorable., el Real Madrid, tan antipático en tiempos que hoy parecen lejanos pero que no lo son, cuando José Mourinho dirigía al equipo, de a poco va encontrando su mejor rendimiento, va ganando en confianza a partir de los títulos conseguidos y de un entrenador como Zinedine Zidane, de bajo perfil, pero que ya lleva siete títulos y varios de ellos, de mucha importancia.
Los fichajes que puedan venir, no deberían tapar el bosque de las ideas en el Barcelona, aunque parece que no abundan.


Y los ciclos, como en cualquier manifestación, como todo en la vida, un día se terminan. Y este tan brillante del Barcelona, va tocando lentamente su fin.