domingo, 11 de marzo de 2018

El fútbol y los estados de ánimo (Yahoo)





“El fútbol es un estado de ánimo”, suele decir el ex jugador, entrenador y dirigente Jorge Valdano, quien como pocos, ha ocupado casi todos los puestos relevantes en este deporte y por si faltaba alguno, también ha incursionado en los medios de comunicación, al más alto nivel, y ha escrito libros de trascendencia sobre la temática.

Y a Valdano no le falta razón alguna, porque si nos atenemos a lo que ocurre con los tres principales equipos de la Liga Española, esto es más que claro.

El Real Madrid ha tenido una primera mitad de 2017 de euforia. Su resonante éxito en la Champions League, al vencer categóricamente a la Juventus en Cardiff, sumado a la Liga y a las Supercopas de España y Europa, le dieron al conjunto blanco una fuerza y una confianza únicas, pero extrañamente bastó que algunos jugadores cayeran en una lógica irregularidad, porque no se puede mantener siempre en alto la concentración después de resultados semejantes, para que en sus alrededores se comenzara a sentir que todo se desmoronaba.

Curiosamente Zinedine Zidane, que había tenido que apagar el fuego tras el mal comienzo de Rafa Benítez, de quien era ayudante, y cuando casi nadie apostaba nada por su capacidad para llevar adelante una plantilla tan complicada y con tantas estrellas, pasaba a ser discutido y hasta algunos ensayaron la opinión de que debía dejar su lugar a otro entrenador por algunos malos resultados y cierta baja en la producción del equipo.

No alcanzó ni siquiera el haber ganado el Mundial de Clubes (es cierto que sin jugar un gran fútbol) en diciembre. El desempeño del Real Madrid en la fase de grupos de la Champions League no había sido tampoco el esperado, el equipo terminó a fin de año en el segundo lugar por debajo del Tottenham Hotspur, y las horas de Zidane en el banquillo parecían contadas, sin tomarse en cuenta (algo habitual en el mundillo blanco), que era la primera vez que un club ganaba dos veces seguidas “la orejona” y aunque con otro entrenador (Carlo Ancelotti) acababa venciendo en tres de las últimas cuatro.

Apenas un trimestre más tarde, el Real Madrid acaba de pasar los octavos de final en una dura serie ante el PSG, que había invertido fortunas en fichajes para que no se le repitiera el esperpento de aquellos octavos de final de 2017 ante el Barcelona en el Camp Nou, cuando cayó por 6-1 tras haber sacado una ventaja de 4-0 en la ida.

Es cierto que el PSG no pudo contar nada menos que con Neymar para la vuelta en París por una  inoportuna lesión, pero el germen de la clasificación a cuartos ya estaba presente desde la ida en el Santiago Bernabeu cuando en otro partido que no va a quedar en la memoria, el Real Madrid pudo aprovechar uno de los tantos quedos de los franceses y un planteo incorrecto y cambios mal hechos en la segunda parte, para sacar una buena ventaja gracias a la impresionante Copa de Cristiano Ronaldo, que no sólo es el máximo goleador de la historia (102 tantos) sino que ha marcado en los ocho partidos que su equipo ha jugado en esta temporada.

Ya en la vuelta, los ánimos (otra vez los ánimos) no eran los mismos para el PSG. Sin Neymar, y teniendo que ganar por una ventaja de dos goles, que se complicaría si el Madrid marcaba algún tanto, todo parecía muy difícil, y lo fue, al punto de que inesperadamente, la segunda parte estuvo casi demás.

Ya desde los días previos a la serie con el PSG, el ánimo positivo del Real Madrid, ese que aparece cuando se acercan las grandes jornadas, provocó una indudable levantada en la Liga, en la que ya camina sin ninguna preocupación por llegar a la Champions League de la temporada siguiente, pase lo que le pase en la actual, porque se ubica tercero, y si bien se encuentra aún lejos del Atlético Madrid, a siete puntos (aunque todavía deben jugar el derbi), y también es acechado por el cuarto, el Valencia (a un solo punto), también es cierto que lo que importa en cuanto a este objetivo es que el quinto se encuentre lejos y el Sevilla, que ocupa esa posición, lo está (a 12).

Ya nadie habla de Zidane y se olvidó por completo todo aquello que hace poco más de un mes servía para que el francés dejara su cargo, reemplazado por alguien que viniera a renovar las esperanzas. Otra vez sus chistes eran aceptados en las conferencias de prensa y a nadie le importa mucho cuánto sabe de sistemas tácticos y lo prioritario vuelve a ser la forma en que maneja al grupo con mano izquierda y si Isco Alarcón no rinde como antes, será un problema del volante y de ninguna manera del cuerpo técnico.

Así funcionan las cosas en el Real Madrid, mientras que su vecino, el Atlético, continúa su marcha en la segunda colocación en la Liga luego de haber entendido que en el Camp Nou se encontró con un rival que hoy es superior, pero que no le impide continuar en sus objetivos para esta temporada.

En la Europa League se encuentra a un paso de los cuartos de final tras su rotundo triunfo en el Wanda Metropolitano ante el Lokomotiv ruso, y si consigue esta segunda copa europea y el subcampeonato de Liga, los dividendos habrán sido excelentes cuando todo había comenzado muy extraño, al tener que bajar de la Champions luego de una mala fase de grupos.

Pero eso ya parece olvidado. Los estados de ánimo, de los que tanto habla Valdano, jugaron otra vez un rol preponderante, ahora en los rojiblancos.

Así funcionan estas cosas.

jueves, 8 de marzo de 2018

Un mar de dudas, demasiado cerca del Mundial





Si analizamos la lista de convocados por el director técnico de la selección argentina, Jorge Sampaoli, para los dos partidos amistosos del 23 y 27 de m Italia y España respectivamente, y también algunas decisiones, actitudes y movimientos, la conclusión a la que podemos llegar, con apenas tres meses de distancia del inicio del Mundial de Rusia, es que no parece haber un plan claro ni un sistema que pueda respaldar al mejor jugador del mundo, Lionel Messi.

Una vez más, tras las salidas de Alejandro Sabella, Gerardo Martino y Edgardo Bauza desde que la selección argentina perdió la final del pasado Mundial de Brasil ante Alemania, todo sigue siendo caótico y en comparación con la cita de hace cuatro años, puede afirmarse con rotundidad que el equipo albiceleste llega a Rusia con muchísimas menos cosas claras.

No toda la responsabilidad es de Sampaoli, y vale la aclaración, porque el entrenador tomó la conducción en el final del ciclo, marcado por el absoluto caos de la AFA sumida en una tremenda crisis tras el fallecimiento de Julio Grondona ni bien concluyó el Mundial 2014, y las consecuencias fueron nefastas, con la intervención de la FIFA, el 38-38, y el arribo del neogrondonismo al Sillón de Viamonte de la mano de Claudio Tapia, el yerno del presidente de Independiente y poderoso líder de los Camioneros, Hugo Moyano.

Pero sí hay que destacar que el ex entrenador del Sevilla y la selección chilena tampoco encontró el rumbo hasta ahora, aunque parecía prometer lo contrario. La selección argentina se clasificó al Mundial a duras penas, en un partido en Quito ante los juveniles ecuatorianos cuando llegó a la última fecha (de dieciocho) en la sexta posición en la tabla, es decir, incluso fuera del repechaje  y fue ayudada por otros resultados favorables.

Pasada la angustiosa etapa de la clasificación, y gracias –una vez más- a la genialidad de Messi, quien marcó tres goles (alguno de excelente factura) en la altura de Quito, todo parecía entrar en aguas más calmas, pero no fue así. Sampaoli volvió a moverse de manera espasmódica más allá de que sí se mostraba más tranquilo en las escasas conferencias de prensa en las que apareció.

Si en noviembre en el amistoso ante el equipo ruso, la selección argentina mostró una cara aceptable, bastó para que Messi saliera para que sufriera una impensada catarata de goles ante Nigeria (rival de grupo en el Mundial), ante una defensa muy mal parada y un equipo descompensado, que no volvió a aparecer hasta ahora.



Por eso, todo lo que sucediera tras aquellos dos amistosos ante Rusia y Nigeria sería fundamental porque el tiempo escasea y porque cada error puede costar demasiado caro y el margen es demasiado pequeño luego de un ciclo lamentable en lo institucional que derivó también en lo futbolístico.

Y en este sentido, no parece acertado el haber elegido a Italia como primer rival para el amistoso del 23 en Manchester, no sólo porque los azzurros no se clasificaron para el Mundial y su Federación vive momentos de incertidumbre, con varios jugadores y hasta un entrenador de transición que nos indica un equipo inestable, sino que las características del rival tienen demasiado poco que ver con los tres que deberá enfrentar Argentina en Rusia.

Distinto es el caso de España, que puede tener algún parecido a Croacia en la ductilidad de los volantes, el ritmo de juego, la tenencia de la pelota, la habilidad de algunos componentes, y además, el hecho de ser potencia y una de las candidatas a ganar la Copa. Además, asoma como posible rival en cuartos de final de acuerdo con el sorteo de diciembre pasado.

El otro tema fundamental era el de la convocatoria de los jugadores. Se supone que Sampaoli, a esta altura, ya tiene casi todo el plantel en su mente. Él mismo afirmó días pasados, en conferencia de prensa, que tiene “un 85%” de los jugadores decidido, y en Ezeiza, antes de su enésimo viaje a ver partidos en Europa, agregó que en verdad ya tiene “el 100 %” de los jugadores decidido y que quiere darlos a conocer “lo antes posible”  pero se lo guarda ante la eventualidad de alguna lesión o novedad de último momento.

Si analizamos la lista de convocados, no será fácil entender la falta de una coherencia que al menos responda a una cierta mínima trayectoria del entrenador desde que asumió la dirección técnica, con varios que no juegan en sus equipos (en algunos casos, desde hace meses o años), otros, que nunca han sido convocados en estos cuatro años en el equipo nacional, la falta de componentes para determinados puestos (como el lateral derecho o el de volante central de marca) y, por si fuera poco, el caso de Javier Mascherano, para estudiarlo detenidamente porque nos permite un diagnóstico preciso.

Sampaoli, desde que asumió, dio a entender que Mascherano es, para él, marcador central en la selección argentina, en cierta forma lógico, tomando en cuenta que en el Barcelona últimamente se desempeñaba allí ante la imposibilidad de tener una continuidad como volante central por la presencia de Sergio Busquets, uno de los mejores del mundo en esa posición.

Sin chances de titularidad ante el ahora también buen rendimiento atrás de Samuel Umtiti, y con una suculenta oferta del Hebei Fortune chino, Mascherano optó por irse a una liga menor (la que determinó el final del ciclo albiceleste de Ezequiel Lavezzi o Carlos Tévez, por ejemplo) y “decidió” volver a jugar en el medio.



Extrañamente, Sampaoli no parece haber tomado nota de este cambio, y no sólo mantuvo a Mascherano en el equipo sino que parece haber aceptado sin titubeos, la “decisión” del veterano jugador. Incluso, si uno lee con sutileza el orden en el que Sampoli dio a conocer la lista de convocados, Mascherano aparece ya considerado como volante, y todo este movimiento (y sin haber jugado nunca en esa posición en estos meses con la albiceleste) a menos de 100 días del Mundial.

Si tomamos los tres arqueros, sólo uno tiene continuidad como Nahuel Guzmán, que por otra parte, es quien mejor utiliza los pies. En todo caso, Willy Caballero llega con justicia a la convocatoria luego de haber estado ya con Martino, porque aunque no juega tanto, ha tenido muy buenas actuaciones cuando le tocó atajar en el Chelsea, especialmente en la FA Cup. Sergio Romero sigue siendo un misterio porque no ataja en el Manchester United salvo en la FA Cup y su continuidad en la selección tiene más relación con su pasado que con su presente, es decir, por el hecho de no haber respondido mal cuando fue convocado.



En la línea defensiva, sólo aparece como lateral derecho un Gabriel Mercado que desde que llegó al Sevilla juega como central (llevado por Sampaoli), y la alternativa del chico Fabricio Bustos de Independiente parece sólo existir si no llega físicamente Eduardo Salvio, que es más un carrilero pero desde su condición de volante que de marcador. Si Nicolás Otamendi no ofrece dudas y es hoy el mejor defensor argentino, Federico Fazio aparece como la mayor alternativa para acompañarlo y en la izquierda puede jugar Nicolás Tagliafico, más marcador, o Marcos Acuña, un poco más volante retrasado. Los casos de Marcos Rojo y Ramiro Funes Mori son especiales: el primero nunca jugó en esta etapa aunque puede hacerlo bien como lateral y como central, y el otro no participa desde hace meses en el Everton por una larga lesión.



Es decir que sólo un arquero de tres ataja en su club, los dos centrales titulares lo hacen, no hay un “cuatro” puro, uno de los “tres”no jugó nunca en esta etapa, y otro central no juega desde hace meses por lesión.

Ya en el medio, la incógnita pasa por el momento de Mascherano, que “decidió” jugar de “cinco”, cuando la única certeza la da Lucas Biglia, de buen presente en el Milan y acaso Leandro Paredes, en el Zenit, aunque pareciera que perdió posiciones en la consideración de Sampaoli a manos de Giovanni Lo Celso, quien no estuvo a la altura en el PSG ante Real Madrid en el Santiago Bernabeu y fue excluido de la revancha por la Champions League, aunque necesita tiempo y tiene calidad.

Si Ever Banega no genera tranquilidad con buen toque pero cierta indolencia y poco peso en las áreas aunque puede ser salida clara (en el Sevilla-Atlético Madrid, al menos un gol vino cuando le presionaron el primer movimiento cerca de su arco), Manuel Lanzini, de buen presente en el West Ham, no parece para nada más que Paulo Dybala, pero éste cometió el grave error de decir con sinceridad que no se siente cómodo al lado de Messi, y eso parece fundamental, más allá de que tras una lesión, volvió y marcó en los dos últimos partidos clave de la Juventus tanto en Serie A como en la Champions. Pero parece que el cordobés la deberá pelear de atrás.

A todo esto, Sampaoli confía en Eduardo Salvio para “hacer la banda” (término horrible si los hay), pero el ex Lanús, que nunca redondeó un partido para ser seleccionado, se encuentra lesionado y no hay certezas de que llegue para los amistosos. No se sabe qué ocurrirá con Enzo Pérez, de mal momento, que parecía un fijo entre los 23 y en cambio, todo indica que a la gira irá Pablo Pérez, muy buen jugador, aunque con el peligro de su vehemencia, y que justo ahora está volviendo de una lesión.Y entre tantos mediocampistas no hay uno solo que cumpla la función más defensiva. Acaso para que Mascherano tenga el camino allanado. ¿No hubiese sido interesante probar a Matías Kranevitter o incluso a Claudio Yacob, que hace años juega en la Premier League y ocupa ese lugar?

El ataque, en cambio, aparece como el lugar menos problemático por la cantidad de figuras y todas ellas en buen momento, especialmente en el caso de los goleadores Sergio Agüero y Gonzalo Higuaín, mientras que por afuera parece haber alternativas con Angel Di María (por cualquiera de las dos puntas, si bien en el PSG ante Real Madrid no acertó ninguna), Diego Perotti y el sobrevalorado Cristian Pavón (que se equivoca en el 90 por ciento de las decisiones en el campo porque lo suyo es la velocidad pero no la pausa y mucho menos la inteligencia). Por si faltara poco, la aparición de Lautaro Martínez permite un excelente recambio para el gol.



En síntesis, el equipo argentino, con algunas estrellas en algunos puestos, y el mejor jugador del mundo, se acerca al Mundial con enorme cantidad de interrogantes, un caos que no parece tener demasiado plan táctico, un vacío en algunas posiciones y la sensación de que incluso aquella selección de Alemania 1974, en el caos de una AFA inmersa en la Argentina de la muerte del general Juan Perón y con tres entrenadores juntos en el banco, era mucho menos improvisada que ésta.

Que Dios (para los que creen), el azar, Messi, o las circunstancias ayuden, porque si es por lo que hay en lo colectivo, todo pinta muy difícil.


Pep Guardiola, el pibe de Santpedor que cambió el fútbol (Infobae)





Pep Guardiola duda de todo. En su año sabático en Nueva York en la temporada 2012/13, luego del tremendo desgaste de cuatro años en el Barcelona y tras los catorce títulos conseguidos en ese lapso, y gracias a su amigo economista Xavier Sala i Martí, pudo conocer al genial ajedrecista Garri Kasparov,  y cenar varias veces con él.
Se quedó impresionado con algo que el armenio le contó:  que no podría vencer al noruego Magnus Carlsen, que, vaticinó, sería campeón mundial próximamente y lo fue en noviembre de 2013, apenas meses más tarde

Pep quería saber por qué y lo preguntó varias veces, pero por toda respuesta, Kasparov insistía en que era “imposible” aunque reconoció que “tengo las habilidades para ganarle”. Guardiola insistió varias veces con su pregunta sobre “por qué no podría, si tiene las capacidades”. Manel Estiarte, uno de sus mejores amigos, ayudante de campo y ex Maradona del waterpolo, sostiene que la mente de Guardiola es como la del ajedrecista, por su concentración, y habla de la “ley de los 32 minutos”, porque por más que se lo lleve para desconectar, eso dura 32 minutos como máximo y ya regresa al fútbol.

“Los ojos se le van al techo, dice que sí con la cabeza, que te escucha, pero ya no te mira, ya está pensando otra vez en el lateral izquierdo del equipo contrario, en las coberturas del mediocentro, en los apoyos al extremo”.

Pep Guardiola no puede quedarse sin esa respuesta y no será la primera ni la última vez que le ocurra, es parte de su vida.



Por esos meses, sir Alex Ferguson, el legendario entrenador escocés del Manchester United, sintió otra vez la frustración por no haber podido contratar a Guardiola para sucederlo en el cargo. Le ganó por muy poco Karl Heinz Rummenigge, quien se lo llevó por tres años al Bayern Munich. A Ferguson ya le había ocurrido lo mismo cuando quiso contratarlo en sus tiempos de jugador.

“Lo que Guardiola consiguió en sus cuatro años a cargo del primer equipo del Barça supera cualquier hazaña de los anteriores entrenadores en el Camp Nou y eso que ha habido grandes figuras en el banco: Van Gaal, Rikjaard y Cruyff, por nombrar a algunos, pero Guardiola ha llegado a un determinado nivel –como en la presión para recuperar la pelota- y el estilo disciplinado y la ética de trabajo se han convertido en un sello distintivo de su liderazgo”.

Otro que intentó seducirlo fue Román Abramovich, el multimillonario que llegó a proponer un DT para el Chelsea que estuviera un año de transición para que cuando Guardiola terminara su descanso, para 2013/14, asumiera. Quiso ir a buscarlo con un helicóptero para conversar en Mónaco pero Pep dijo que no “porque sería capaz de convencerme”.

Más allá de los éxitos deportivos, innegables, como director técnico, ¿qué es lo que genera Guardiola? ¿Por qué los principales clubes del mundo, con filosofías de juego diferentes, revolotean como moscas a su alrededor? Acaso Guillem Balagué, el gran periodista español que lo conoce al dedillo, lo defina mejor que nadie: sostiene que a su llegada “había empezado a enterrar unos poderosos mandamientos sobreentendidos pero imperantes en el mundo del fútbol: sobre la importancia de ganar por encima de todo, sobre la imposibilidad de conciliar el principio de alcanzar las más altas cotas con el buen juego, o esa idea tan extendida que consideraba obsoletos los valores esenciales de la deportividad y el respeto…Pep decidió ir a contracorriente porque todo ello atentaba contra sus creencias”.

Pocos han aprendido tanto de las adversidades, como Guardiola. Empezó en el Barça B en 2007 y se fue en 2012 con 14 títulos. Tenía 37 años cuando se hizo cargo del plantel profesional y se fue exhausto luego de que sus éxitos y su filosofía lo catapultaran como modelo social en un país necesitado de ellos y sosteniendo una dura batalla contra el Real Madrid en el campo de juego y fuera de él.


Pep es el que no pudo decir nada al grupo cuando lo reunió en noviembre de 2011 para que los médicos le explicaran que su ayudante  en el Barcelona y amigo, Tito Vilanova, debía ser sometido a una operación de urgencia para extirparle la glándula parótida y que por eso, no viajaría a Italia con el plantel. Ese día, se la pasó bebiendo de su inseparable botella de agua mirando al suelo, y temblaba. Luego se aisló, siguió melancólico en todo el viaje, por más que el Barça le ganara 2-3 al Milan en San Siro por la Champions.



Una temporada antes, lo vivió cuando se enteró de que Eric Abidal tenía un tumor en el hígado. Acaso lo duro de los golpes de Abidal y Vilanova hayan tenido relación con que Guardiola no podía manejar una situación de ese calibre: imprevista e incontrolable para alguien tan meticuloso que siempre tenía un Plan B para cualquier problema que se presentara.

Guardiola es de Sampedor, un pueblo catalán en el que destaca la sierra de Montserrat, a 70 kilómetros de Barcelona, de apenas7500 habitantes. Su casa de niño (moderna, de tres pisos, justo al lado de la carretera principal) fue construida por su padre Valentí, albañil de oficio.

Pep fue un niño espigado, siempre con la pelota bajo el brazo, piernas muy flacas y los vecinos lo llamaban “Guardi”. Como todos los de su pandilla lo reconocían como el mejor y era líder. El Polideportivo Municipal lleva su nombre y su foto aparece en varios bares del pueblo.

El cineasta y gran amigo suyo David Trueba dice que cuando se juzga a Guardiola “hay que recordar que debajo del traje elegante, el pullover de Cachemir y la corbata, está el hijo de un albañil. Que dentro de los caros zapatos italianos, hay un corazón en alpargatas”.

En su infancia feliz, aparece en su habitación un solitario poster de Platini, aunque Pep nunca lo había visto jugar pero oyó de él a su padre y su abuelo. Lo descubrieron en un partido en el Colegio La Salle dos ojeadores del Gimnástic de Manresa (una localidad catalana) y empezó a entrenarse allí dos veces por semana.

Un diario deportivo publicó por entonces un formulario que ofrecía la oportunidad de presentarse a una prueba de selección. Ese formulario lo rellenó su abuelo, sin que él lo supiera. Tras dos pruebas fallidas,  lo ficharon a la tercera, cuando jugó de volante central, su puesto, pero Valentí rechazó la oferta del club porque lo veían demasiado joven para ir a La Masía, demasiado ingenuo, y no preparado para tanta presión.

Guardiola siguió jugando en el Gimnástic.  Era ya el capitán del equipo y el Barça ya parecía olvidado, pero al año siguiente, lo volvieron a llamar. Justo estaba toda la familia en la mesa. Sus padres (Dolors y Valentí) y sus hermanos (Pere, Olga y Francesca). Estaban cenando y dio lugar para que Valentí le explicara la situación y que el estudio debía seguir siendo la prioridad, y Pep decidió ir al Barcelona.

Eso significó alejarse de sus amigos con sólo 13 años, y retornar a Santpedor solamente los fines de semana. Por la noche, usaba el teléfono de pago para comunicarse con su familia. Así fue como maduró y creció rápidamente. Valentí recuerda que Pep lloraba cada vez que los llamaba. La TV se apagaba a las 23 porque tenía un temporizador automático y entonces Pep y sus compañeros se asomaban a la ventana a espiar a las prostitutas que desarrollaban su oficio en las calles cercanas.

Como alcanza-pelotas, algo que hacían los chicos de La Masía, le tocó estar en un Barcelona-Juventus y se llevó una birome y un papel para pedirle un autógrafo a su ídolo Platini, pero éste no salió a practicar antes del partido. De pronto, fue cambiando su idolatría por Guillermo Amor, 4 años mayor que él y ya en la Primera del Barcelona. Comenzó a imitarlo. Iba a los entrenamientos y se fijaba en su actitud, como lo refleja en el libro “Mi gente, mi fútbol” escrito luego por el volante. Con el tiempo, se transformó en un hermano mayor para él.



En La Masía aprendió las bases de lo que se enseña: posesión, combinación, superioridad en todo el campo, respeto máximo a la técnica y talento, con compromiso colectivo. Transmitía a todos los jóvenes un fuerte sentimiento de identidad. El periodista Martí Perarnau dice que la mejor “materia prima” de La Masía “es un factor diferencial, una bandera institucional, una inversión estructural” que en 2010 llevó a tres jugadores suyos a la terna por el Balón de Oro: Messi, Iniesta y Xavi.

“Los mejores años de mi vida los pasé en La Masía”, dice Pep, que superó sus carencias físicas con inteligencia; trabajó el pase y así llegó a buscarlo Cruyff cuando necesitó un 4 (nuestro 5) y así, en 1989, otra vez Pep tuvo que dejarlo todo, incluso una chica con la que comenzaba a salir, para ir a un amistoso en Banyoles, y debutó a los 18 años, pero otra vez no le fue muy bien. “¡Has jugado más lento que mi abuela!”, le dijo Johan, pero con el tiempo Pep descubrió que era una estrategia del holandés para bajar los humos aunque era capaz de elogiar de la misma forma en público.

Lo cierto es que tuvieron que pasar 18 meses para que Pep volviera a ser convocado por Cruyff. Volvió al Barça B y se tuvo que lesionar el holandés Ronald Koeman para que el DT buscara un reemplazante. Era 1990 y surgió el nombre de Guardiola. Cruyff apenas si se acordaba de aquel decepcionante debut pero lo fue a ver al filial y justo ese día no jugó, estaba en el banco. El DT estaba indignado. Pero el del Barça B prefería a jugadores de gran porte, al contrario de lo que opinaba el holandés, acerca de que un buen jugador no necesita de un físico imponente.

Cruyff, entonces, lo llamó igual y de él aprendió más que de nadie, de sus métodos y su sabiduría, durante seis años, y lo considera su maestro. Como sabía lo de su físico le decía “No luches por el balón, esperá el rechazo y anticipate a las jugada”. Debutó en el Camp Nou el 16 de diciembre de 1990 ante el Cádiz. Si bien llegó a vomitar de los nervios antes de muchos partidos importantes, no fue el caso en éste.



Siete meses más tarde ya era líder absoluto con 20 años de un equipo histórico del Barcelona, ganador de cuatro ligas consecutivas (1991 a 1994) y que llegó a dos finales de Champions y ganó una, con el recordado tiro libre de Koeman a la Sampdoria en Wembley, en 1992. Antes de entrar a la final, Cruyff les dijo “salid y distrutad”, algo que muchos denostaron por considerarlo un simplicidad pero que es toda una declaración de principios. Para Pep, “esa noche fue el mejor recuerdo de mi vida”.

Pep también ganó por esos años la medalla dorada olímpica en los Juegos de Barcelona, aunque sus recuerdos se tiñen cuando se refiere a su comportamiento en la concentración de la selección española. “Reconozco que me comporté como un verdadero idiota por estar totalmente ajeno al grupo, marcando distancia con ellos, sin ningún interés por integrarme aunque mis compañeros  se mostraron amigables conmigo. Debían de pensar que era un engreído, un pobre idiota pero cuando desperté de mi letargo acabé disfrutando de participar en un equipo de excelentes jugadores y con muchos de ellos tengo una fuerte y larga amistad hasta hoy”.



Tras la salida de Cruyff –en una gran pelea con el presidente José Luis Nuñez- llegó sir Bobby Robson, ya muy veterano y que perdió rápidamente el vestuario. No hablaba español y su traductor, un tal José Mourinho, hacía garabatos de más y agregaba cuestiones tácticas con las que Guardiola sintonizó enseguida, con una figura cada vez más fuerte.

El club no tardó en reemplazarlo por otro holandés, Louis Van Gaal, quien vio en Guardiola a ese jugador especial que puede hablar con él de táctica y por esa razón, decidió alterar una norma del club: que el capitán fuera el jugador con más partidos. Le correspondía a Amor o Nadal. Por ese tiempo, Pep estaba lesionado y como Van Gaal arrastraba problemas con los medios y tampoco se llevaba bien con Cruyff, algunos especularon con que no quería jugar pero no era verdad.

Para la temporada 1999/2000 hubo un hecho que lo fue llevando a la salida del Barça, la aparición de Xavi Hernández. “Es duro para un jugador aceptar que trabajamos pensando en la temporada que viene, en el futuro. Si uno ve que un jugador pierde la forma y aparece otro, hay que avanzar, progresar”.

Esa etapa fue muy difícil para Pep. Tuvo problemas en su negociación contractual y lo distanció de la comisión directiva del club. No se había recuperado de la lesión y Núñez pidió un informe sobre su estado físico y al ser positivo, consultó: “Pero…¿y mentalmente? ¿cómo está Pep mentalmente?¿No está un poco mal de la cabeza?”. 

Todo eso generó rumores de todo tipo en la calle sobre las “misteriosas” lesiones de Pep y hasta algunos lo llegaron a vincular con el virus del SIDA. Pep, según cuenta Guillem Balagué en su gran libro “Pep Guardiola, la otra forma de ganar”, tiene sospechas sobre el origen de estos rumores y no cree que hayan salido ni del plantel, ni de periodistas ni de hinchas rivales, y tampoco el club lo respaldó.

El clima en el Barcelona ya no era el mejor. Sumado a todo lo que le ocurría, la salida de Figo al Real Madrid en 2000 agrandó la polémica especialmente cuando Figo vino por primera vez al Camp Nou con la camiseta blanca, siendo el padrino de uno de sus hijos. Pep decidió marcharse en el verano de 2001, un año antes de finalizar su contrato. 379 partidos, 10 goles y 16 títulos.



Acabó en el Brescia, donde volvió a tocarle sufrir por dar dos veces positivo el control antidoping, y en ambos casos, por nandrolona –un esteroide anabólico con propiedades parecidas a la testosterona, que mejoran la fortaleza y resistencia). Uno ante Piacenza y el otro ante Lazio.

“Vi que Carletto Mazzone (el entrenador) hablaba con el médico del equipo durante un entrenamiento, y esa conversación cambió mi vida. Cuando vi en mi teléfono celular las llamadas perdidas, supe que el mundo ya me había juzgado”. Llamó entonces a su amigo Manel Estiarte  para preguntarle por un abogado. Y fue Estiarte quien lo llamó más adelante, excitado al enterarse de que la Comisión Mundial Antidopaje había descubierto que en los casos positivos, si el nivel de nandrolona era inferior a dos nanogramos por mililitro en la orina, podía considerarse insuficiente para catalogarse como dopaje.

Más que nunca, Pep dijo a la prensa italiana que ganaría el caso. En 2005 fue condenado a pagar 2000 euros de multa y a 7 meses de prisión por el Tribunal de Brescia aunque al no tener antecedentes, no se hizo efectiva. Recién en octubre de 2007 el Tribunal de Apelaciones de Brescia lo absolvió de toda culpa. En ese entonces ya entrenaba al Barça B aunque la Federación Italiana no aceptó el fallo hasta mayo de 2009, cuando ya era un exitoso entrenador del primer equipo del Barça.

Pasó en 2002 por la Roma de Capello aunque sin muchos minutos, si bien experimentó el rigor defensivo, algo que le interesaba, y volvió al Brescia en 2003, donde coincidió con Roberto Baggio y Luca Toni.

El próximo paso fue el Al Ahli de Qatar, aunque en el medio, vivió otra rara experiencia, el haber sido propuesto como director deportivo del Barcelona por el publicista LLuis Bassat para las elecciones presidenciales del club en 2003. Quería llevar a Ronald Koeman o a su amigo Juanma Lillo como entrenadores, pero acabó perdiendo ante la lista de Joan Laporta, que prometía el fichaje de David Beckham y después de que Bassat sufriera el desprestigio de una campaña mediática apuntada a su judaísmo.

En Al Ahly, además de los 4 millones de dólares que cobró y donde jugó 18 partidos, compartió el complejo urbanístico donde vivía con Gabriel Batistuta, Claudio Caniggia y se la pasó tratando de obtener información sobre el Brasil de Pelé ante su entrenador Pepe Macías (ex DT y extremo del Santos).

Tras un breve paso por los Dorados de Sinaloa en México, que dirigía su amigo Juanma Lillo, decidió poner fin a su carrera de jugador y ser entrenador. Había sacado el carnet en Madrid pero sentía que era tiempo de aprender y viajó a la Argentina, acompañado por su amigo David Trueba. Allí pudo conversar largamente con Ricardo La Volpe, Marcelo Bielsa y César Luis Menotti. Allí fue que Bielsa le preguntó: “Por qué usted, que conoce toda la basura que rodea al mundo del fútbol, incluido el alto nivel de deshonestidad de algunos individuos, aún quiere volver ahí y meterse, además, a entrenar? ¿Tanto le gusta la sangre?, a lo que Pep respondió” Necesito esa sangre”.

Guardiola fue construyendo su ideario: “La pelota es más veloz que cualquier persona. Por consiguiente, que corra la pelota”. “Tus compañeros necesitan saber que estás siempre disponible”, “Antes de recibir la pelota, debes saber qué harás con ella. Si no lo sabés, mejor quedátela o dásela a tu arquero pero nunca al rival”.

Txiki Begiristain, ex compañero suyo en el Dream Team de Cruyff, le había ofrecido ser el director general de la cantera del Barcelona pero a Pep le parecía mucho para comenzar. Prefería un equipo de la cantera y Begiristain no lo podía creer cuando aceptó dirigir al Barcelona B, que acababa de descender a Tercera (cuarta división).  Era muy poco para un icono del club como él. Pero Pep dijo que él sabía lo que había que hacer.

David Trueba dice que Pep “siempre había tenido claro que la vida consiste en asumir riesgos, cometer errores pero que sean tus propios errores los que te hagan sufrir, no los de los demás”.

El paso de Pep por el Barça B es muy recordado. Por consejo de Cruyff, se deshizo de los dos líderes del equipo que le ocasionaban problemas fuera del campo, y emergieron figuras como Sergio Busquets o Pedro, futuros campeones del mundo. Pasó de un 4-3-3 tradicional hasta un 3-4-3 muy osado. También probó con un falso nueve y con Busquets por delante de tres mediapuntas. Ya se hablaba de Guardiola como líder con enorme futuro y el equipo fue campeón de Liga y pasó a jugar los play offs por un ascenso a Segunda B.

Por entonces, el descontento con el DT de Primera, Frank Rikjaard era grande. El equipo era un caos y la directiva había decidido reemplazarlo. Era Mourinho o Guardiola. Optaron por Pep, pero no contaba con el total apoyo de la afición del Barcelona y los medios desconfiaban por su inexperiencia para un reto semejante. Sin embargo, mostró firmeza de entrada al decidir que no podían seguir Ronaldinho, Deco y Eto’o. Los dos primeros fueron transferidos, al Milan y al Chelsea.

También tomó otras decisiones drásticas: al estilo de Bielsa, no hablaría más con medios en forma privada sino sólo en conferencias de prensa, y tampoco el equipo se concentraría en un hotel antes de los partidos. “Nadie se concentra antes de ir a trabajar”, dijo Pep.

Un término que utiliza Guillem Balagué para describir el trabajo de Guardiola en el Barcelona es “Evolución” en lugar de “Revolución” porque si bien Guardiola utiliza una metodología innovadora, suele cuidarse de no destruir lo que había a su llegada.

Pero como suele pasar en su vida deportiva, el Barcelona comenzó la temporada 2008/09 perdiendo y ante un equipo candidato a pelear por no descender, el Numancia en Los Pajaritos, 1-0. Luego, Racing de Santander rescató un punto del Camp Nou (1-1) y las dudas comenzaron fuera del equipo, aunque no en él. Cruyff dijo que había sido el mejor Barcelona que había visto en mucho tiempo. El Barcelona estaba entre los tres últimos de la tabla con 1 punto sobre 6, pero en la fecha siguiente se impuso 1-6 al recién ascendido Sporting Gijón en El Molinón, con una exhibición.

Luego llegaron los hitos conocidos, el 2-6 en el Bernabeu al Real Madrid, los seis títulos en 2009 (Liga, Copa del Rey, Supercopas de España y Europa, Champions y Mundial de Clubes).

Tuvo que lidiar con Zlatan Ibrahimovic (“Tanto Messi como yo rendiríamos más con un poco de apoyo por parte del resto del plantel, pero no tengo la impresión de que quieran ayudarme en el campo. Necesito que Xavi e Iniesta me pasen el balón pero es como si sólo vieran a Messi…¡y eso que yo mido el doble que él!”, relató en su autobiografía “Yo soy Zlatan”). El sueco iniciaba cada vez más seguido discusiones tácticas y la tensión fue en aumento.



La admiración de Pep por Messi es total. “Messi no compite para aparecer en revistas, atraer a chicas o salir en anuncios. Compite contra el rival, contra Cristiano Ronaldo, contra el Madrid, contra Mourinho. Llueva o brille el sol, tanto si cometen una falta contra él o no, básicamente compite contra sí mismo para demostrar que es el mejor. No le interesa nada más. Nuestra obligación es darle la pelota en las mejores condiciones y luego sentarnos a ver qué pasa”. Parece casi imposible, pero Pep ayudó a mejorar tácticamente a Messi al colocarlo como “falso 9”.



La relación con Messi no pudo comenzar peor. En el primer día de la pretemporada en Saint Andrews, Guardiola notó que el chico argentino se iba de los entrenamientos sin saludarlo, de muy mala gana. Preocupado, como casi siempre, le preguntó a Estiarte qué podía ocurrir.  Como ex crack de waterpolo que fue, su amigo le respondió que Messi quería ir a los Juegos Olímpicos de Pekín con la selección argentina pero el Barcelona se oponía y le había ganado a la AFA un juicio que llegó al TAS, la máxima instancia deportiva.

Entonces Guardiola se reunió con la comisión directiva y pidió que pese a todo, lo dejaran ir, aunque el Barcelona tuviera que jugar la previa de la Champions sin él. Messi volvió con la medalla dorada y ya nada fue lo mismo entre ellos.



Con Mourinho todo se alimentó de lo que ocurrió ante Chelsea en 2006, cuando aún estaba Rikjaard y el portugués se quejó de que Messi había sobreactuado tras un patadón de Del Horno por la Champions. En 2009 se enfrentaron el Barcelona y el Inter por la fase de grupos de la Champions tras un 0-0 en Milán y el Barcelona ganó 2-0 y las 98.000 personas corearon a Mou “vete al teatro” y él puso la mano en la oreja, como que no le importaba que siguieran gritándole. Luego vinieron dos enfrentamientos otra vez en semifinales en los que primero ganó el Inter 3-1 y en el Camp Nou se defendió todo el partido perdiendo 1-0 y la excusa fue la expulsión de Thiago Motta. Mou festejó como nunca, haciendo gestos al Camp Nou.



Balagué dice que cuando Pep habla de Mou “súbitamente aparece un muro invisible entre él y su interlocutor. Se le tensan los músculos del cuello, se le hunden los hombros y deja de mirar a los ojos. No se siente cómodo con la conversación y quiere cambiar de tema”.

El día que estalló todo fue justamente antes de la primera semifinal de Champions de 2011 en el Bernabeu. Mou ni siquiera bajó los decibeles tras la paliza del 5-0 que recibió su equipo en el Camp Nou, por la Liga, en una lección de fútbol. Real Madrid venía de ganarle la final de la Copa del Rey en Valencia y habían empatado 1-1 por la Liga cuatro días antes, en abril. Mou habló de su relación con los árbitros y Pep salió, por primera vez, a responderle.



“No sé cuál es la cámara del señor José. Deben ser todas esas. En esta sala él es el puto jefe, el puto amo, el que más sabe del mundo y yo no quiero competir ni un instante. Mañana saldremos a las ocho cuarenta y cinco a este campo a jugar al fútbol lo mejor posible. Fuera del campo él ya ha ganado. Ha ganado durante todo el año, durante toda la temporada y en el futuro. Le regalo su Champions particular fuera del campo, que se la lleva a casa y la disfrute como todas las otras”.

Al día siguiente no sólo el Barcelona ganó 0-2 y luego se clasificó a la final y la ganó, sino que en Barcelona se vendían en los kioscos camisetas con la inscripción “El puto amo” y al regresar al vestuario del Bernabeu, Guardiola fue recibido con aplausos por sus jugadores, enterados de lo que había dicho.



Cuando decidió marcharse del Barcelona, no daba más, estaba agotado. No estaba bien con la comisión directiva, que había cambiado (Sandro Rosell había reemplazado a Joan Laporta), Messi había crecido demasiado y notó que en algunos debates tenía más razón que él, y los enfrentamientos con Mourinho y el Real Madrid lo habían desgastado por completo.

Es tiempo de descansar en Nueva York y fueron finalmente las dos esposas, Cristina Serra (la suya) y Daria (la de Kasparov) las que dieron con el enigma. “Quizà sea un problema de concentración”, dijo Cristina. “Si fuera una sola partida y de 2 horas, Garri podría vencer a Carlsen, pero no es así, la partida se extendería y Garri ya no quería pasar otra vez por el sufrimiento de estar tantas horas seguidas con el cerebro a toda máquina, calculando posibilidades sin descanso. En cambio, Calsen es joven y no es consciente de ese desgaste”.

Esa noche, Pep durmió poco, pensó mucho y dudó más. Pero como le dijo a Bielsa, él “necesita esta sangre” y siguió su carrera en el Bayern y luego en el Manchester City, siempre cambiando lo que ya estaba dado, evolucionando, primero cambiando la filosofía de juego de un equipo enmarcado en un fútbol más físico y veloz como el alemán, luego haciéndolo en otro sin pausa como la Premier League.


Con el Bayern –al que llegó hablando un alemán que sorprendió a todos-, aunque no ganó la Champions, obtuvo siete títulos. Con el Manchester City, tuvo su primera temporada en blanco desde que dirige, pero ya ganó la Copa de la Liga, y ganará esta Premier League por escándalo y le lleva 16 puntos, a falta de diez fechas,..al Manchester United…de Mourinho, y aún le queda la Champions.















domingo, 4 de marzo de 2018

El Barça no deja dudas en su camino al título de Liga (Yahoo)





Desde los números, sería muy fácil determinar lo que puede ocurrir en la Liga Española. A sólo once jornadas del final, el Barcelona venció al Atlético Madrid y le sacó ocho puntos de ventaja que ya parecen indescontables. Sin embargo, la diferencia en el juego, durante los noventa minutos, deja aún menos dudas sobre el destino del torneo.

Desde el punto de vista de la estadística, podría decirse que ambos equipo pudieron irse el domingo del Camp Nou con una cierta conformidad. Desde el Barcelona, el triunfo basado en el dominio durante todo el partido, y su situación en la Liga, son evidentes. Desde el Atlético, su entrenador, Diego Simeone, podría argumentar que finalmente, su equipo perdió apenas por un gol de libre directo y proveniente de un genio como Lionel Messi, que marcó por tercera vez consecutiva con esa fórmula.

Sin embargo, hubo una situación diferenciadora: si el Barcelona jugó como casi siempre, con el estilo acostumbrado y con su entrenador, Ernesto Valverde, colocando al mejor equipo posible, con Philippe Coutinho como cuarto volante, acompañando en el ataque a Messi y a Luis Suárez, el Atlético estuvo muy lejos del nivel alcanzado en los últimos tiempos, y apenas si pudo atravesar la mitad del campo y mucho menos, llegar a posición de gol aunque cuente con una poderosa dupla ofensiva compuesta por Diego Costa y Antoine Griezmann.

Quedó muy claro en este partido del Camp Nou, para el Atlético Madrid, que una cosa son la mayoría de los rivales de Liga con los que se enfrentó hasta el momento (especialmente los últimos, a los que les ganó con mucha claridad), e incluso,  los de la Europa League, y otra cosa distinta es enfrentar al Barcelona en el Camp Nou, algo que también, en esta temporada le ocurrió en la Champions League, en la que no pudo pasar la fase de grupos.

Esto no quita los elogios al nivel que el equipo de Simeone había alcanzado justo antes de llegar al Camp Nou, con las expectativas muy altas gracias a que a mitad de semana había logrado quedar a cinco puntos y entonces un triunfo ante el Barcelona lo colocaba definitivamente en la lucha por la Liga.

Sin embargo, tal como ocurriera en la fase de grupos de la Champions, el Atlético no ha encontrado las respuestas justas cuando el listón estuvo mucho más alto, cuando debió enfrentarse a equipos de mayor fuste.

En cambio, el Barcelona muestra un presente de mayor regularidad, aún cuando a Valverde le está costando contar con el once titular que se pueda repetir porque en el partido del pasado domingo ante el Atlético volvió a salir Andrés Iniesta, lesionado, reemplazado por el portugués André Gomes, que evidentemente no acaba de sintonizar el lenguaje del equipo.

El Barcelona no realizó tampoco un partido inolvidable, y no puede decirse que haya tenido muchas situaciones de gol y de hecho, como ya se dijo, el tanto llegó a través de un libre directo y no de una jugada en movimiento, pero fue claramente superior a su rival en todo el campo, en todas las posiciones.

No parece casualidad que el Atlético (si bien apenas un gol menos que el Barcelona) sea el equipo menos vencido del torneo porque aún siendo superior y teniendo mucho más el balón, al Barcelona le costó mucho profundizar (muy bien controlado Suátez por sus compatriotas uruguayos Diego Godín y José María Giménez).

Pero la diferencia en la administración del balón fue notable a favor de los blaugranas, que pudieron  dominar ampliamente, sin que el Atlético les generara ningún peligro.

De todos modos, y aún encaminándose al título de Liga, el Barcelona continúa con falencias importantes en el ataque. Es evidente que le falta un delantero más porque si bien Messi hace la diferencia con su capacidad y su precisión (ante el Atlético llegó a su gol oficial 600 en su carrera), necesita que Suárez tenga un compañero en su misma línea porque de lo contrario, es una suma de volantes y laterales que llegan, pero no tiene cubiertos los extremos (especialmente con Ousmane Dembélé, cuya transferencia ha costado muchísimo dinero).

Al retrasarse Messi a buscar el balón desde el medio del campo, y con Coutinho desde ese sector hasta tres cuartos, finalmente queda Suárez como único punta, lo que acaba generando la idea de que el Barcelona convierte demasiados pocos goles en proporción al porcentaje de posesión de balón por partido.

En cuanto al Atlético, si bien va completando otro torneo con fuerte protagonismo, necesita un mayor toque de audacia en compromisos de esta categoría ante rivales tan fuertes, especialmente ahora que el club ha hecho una gran inversión en jugadores y su defensa sigue ofreciendo garantías.

Acaso lo del Camp Nou sea una lección para Simeone para ir en busca, en la próxima temporada, de nuevos desafíos cada vez más altos.