sábado, 24 de julio de 2010

Riquelme, Boca y la política



En este mundo de hipocresía en el que se ha transformado desde hace ya mucho tiempo el fútbol, pero muchísimo más aún el argentino, se hace hincapìé con justicia en el intrincado rol de Diego Maradona en el conflicto entre Colombia y Venezuela, al lado del presidente de este país, Hugo Chávez, pero poco hay escrito sobre uno de los principales motivos por el que acaso uno de los dos mejores jugadores de la liga nacional en la actualidad, Juan Román Riquelme, no termina nunca de arreglar su contrato con Boca Juniors en un culebrón que ya aburre: la intromisión en las negociaciones del propio alcalde de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Mauricio Macri.
Si se ha criticado duramente al actual dubitativo presidente de Boca (muchos lo comparan con Fernando de la Rúa), Jorge Amor Ameal, por llevar a la deriva a un Fórmula Uno como es en este momento el club de la Ribera, que vende todos sus activos en millones de euros y que posee sin dudas el mejor plantel del país, no se ha dicho demasiado el principal de sus puntos flojos desde que hace un año y medio heredó el cargo debido a la muerte del anterior presidente, Pedro Pompilio. Y es que en la comisión directiva de Boca conviven dirigentes deportivos planos, que no responden a una ideología concreta, con otros más cercanos al actual Gobierno nacional, y con otros decididamente ligados a Macri, especialmente cuatro de ellos (uno de licencia, coincidente o no con la crisis de la renovación de contrato de Riquelme).
No es en absoluto casual que en este momento, Riquelme se encuentre con trabas para renovar su contrato cuando el sospechado alcalde porteño (la Justicia dictaminó que tiene relación con las escuchas telefónicas ilegales) viene manifestando que él no le renovaría si fuera aún presidente del club, pese a que el crack tuvo más que destacada participación en los últimos títulos locales e internacionales del club, que no por nada está dispuesto a desembolsar en un mercado como el argentino la suma de cinco millones de dólares, y aún debe mucho dinero al Villarreal por la compra definitiva de su pase en 2007 por 13 millones de euros.
Uno de los problemas que genera esta traba (que no pasa por lo económico sino por lo político) puesta por el sector macrista de la comisión directiva de Boca es que allí, en ese tironeo con el jugador, que no suele ser políticamente correcto y con acidez suele decir más verdades que mentiras, es que es en esos momentos en los que suelen aparecer en escena aquellos que desde los medios juegan su partido para un lado o para el otro, y cuando se habla de Boca y todos los intereses que hay a su alrededor, también recrudece la interna que viene desde hace años entre Riquelme y el otro ídolo del club, Martín Palermo, que a su regreso del Mundial arregló su contrato con demasiada facilidad (que él mismo se encargó de contar a los medios).
Esto no significa que Riquelme sea una persona fácil ni accesible. Es conocido su carácter difícil en cada uno de los equipos que integró, si bien su aporte futbolístico es, a esta altura, innegable.
Lo que se pretende decir aquí es que quienes argumentan desde lo económico puramente el conflicto entre Boca y Riquelme, están omitiendo el aspecto más importante de todos: la voluntad política de parte de una dirigencia indomable, que puede derivar en que esta conducción pierda las elecciones en 2011 luego de 15 años de control de los movimientos de Boca, por falta de coherencia en el proyecto.
Porque de lo contrario, se trata de preguntas sin respuestas: Si Riquelme se dice hincha de Boca y hasta sostiene que llegó a jugar "gratis" en la temporada pasada, la CD le ofrece ahora los cuatro años de contrato que reclamó y con un pago de cinco millones de dólares, y el entrenador Claudio Borghi viene diciendo que su proyecto necesita obligadamente de Riquelme, no deberían existir trabas, al menos que en las sombras haya alguien (o algunos) que no quiera (n) que la negociación avance.
Si Riquelme termina yéndose de Boca, será el inicio del final de una época futbolística, pero es posible que el alcance sea mucho mayor y la propia institución entre en la deriva hasta que 2011 clarifique las aguas. Porque los hinchas y los socios ya dieron su veredicto incluso el día que Diego Maradona regresó a su palco en la Bombonera, cuando citó a Palermo para tratar de reconciliarse con el club tras la renuncia de Riquelme a la selección. Ese día, hasta al mejor jugador de todos los tiempos le quedó claro quién es quién en la historia de Boca. Y no parece que esta vez "La 12" pueda tapar, por orden de "arriba" los gritos que van a llegar desde plateas y populares.

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