domingo, 18 de mayo de 2014

El Atlético de Simeone quedará en la historia (Yahoo)



Este Atlético Madrid campeón de la Liga Española quedará entre los mejores equipos de la historia, no sólo por el brillante campeonato realizado, sino porque resultaba casi imposible aventurarlo cuando comenzaba la temporada, con un presupuesto muchísimo menor que los dos monstruos de la competición, el Real Madrid y el Barcelona, y por su regularidad.

Este ciclo comenzado en diciembre de 2011, cuando el Atlético Madrid atravesaba otro momento mediocre dirigido por Gregorio Manzano, apeló a uno de sus ídolos en sus dos etapas como jugador, el argentino Diego Simeone, que partía con las espaldas anchas por contar desde el inicio con el afecto de la ruidosa afición del estadio Vicente Calderón.

Pero Simeone es mucho más que un ídolo de los tiempos futbolísticos. Si es tan reconocido, al punto de aparecer en el himno moderno del club compuesto por el popular cantautor Joaquín Sabina, es porque entendió siempre como pocos lo que significa el Atlético, que tuvo que atravesar duros momentos de zozobra institucional con los descalabros de la familia Gil y Gil (con coletazos que permanecen), y en especial, un descenso a Segunda, con dos temporadas hasta su definitivo regreso a la máxima categoría.

Simeone dotó a este equipo de su propio temperamento y personalidad, más allá de irlo solidificando en nombres y resultados, hasta llegar a un equipo consolidado, que ya comienza a acostumbrarse a ser protagonista y pelear por todos los títulos.

Si algo faltaba, luego de haberle ganado la Europa League al Athletic de Bilbao de Marcelo Bielsa sin atenuantes, o la Supercopa de Europa al Chelsea, también por goleada, o la Copa del Rey al Real Madrid en el Santiago Bernabeu, era ahora conseguir una Liga luego de 18 años (cuando Simeone consiguió el gol del título), en un estadio tan difícil como el Camp Nou, y cuando el Barcelona necesitaba una simple victoria para quitarle la posibilidad.

En esos últimos noventa minutos, el Atlético Madrid demostró todo, en una síntesis perfecta de lo que son estos años para este equipo. Porque no sólo se encontró perdiendo por primera vez en seis partidos de la temporada ante este mismo rival, lo que lo obligaba a remontar, sino que sufrió el doble golpe de sus mejores jugadores lesionados casi desde el inicio (Diego Costa y Arda Turán), obligando a dos cambios demasiado rápidos.

Nada amedrentó al Atlético Madrid. Ni siquiera eso. Salió a la segunda parte a llevarse por delante al Barcelona, ante su gente y en el Camp Nou, y en seis minutos ya había rematado un tiro al palo y el gran defensor uruguayo Diego Godín había logrado el ansiado empate con un cabezazo.

Ese fue un enorme golpe de autoridad para los rojiblancos, que ya no dejaron escapar esta hermosa chance de ser campeones y al finalizar el partido, recibieron los hidalgos aplausos del público local, que entendió la gesta de los madrileños.

Atlético Madrid no permitió ninguna derrota ante el Barcelona en seis partidos de la temporada, con cinco empates y una victoria, lo que de otra manera demuestra cabalmente que muchas veces la planificación, el trabajo y la concepción de equipo puede llevar los éxitos demasiado lejos, cuando no prima el conformismo.

Simeone es un joven entrenador, que tuvo un extraño comienzo, porque había regresado a su país para terminar su carrera en el equipo de sus amores (Racing Club) pero una de las sucesivas crisis en este club (al cabo, lo más parecido al Atlético Madrid del otro lado del Océano Atlántico) le generó la chance de pasar de ser jugador a entrenador sin tiempo de pensarlo.

Su campaña en Racing fue aceptable, y al poco tiempo saltó a Estudiantes de La Plata en 2006, y a tres jornadas del final del Torneo Apertura se encontraba segundo, a seis puntos (sobre nueve en disputa) de un Boca Juniors que era bicampeón argentino e iba por el tricampeonato.

Simeone no se detuvo a pensar en esto. Siguió presionando, para quedar a cuatro puntos a falta de dos jornadas, a tres a falta de uno, y consiguió llegar a forzar una final al igualar en puntos. Allí, en esa final, perdía 1-0, pero acabó ganando 2-1 para consagrarse campeón.

Fue a un River Plate que llevaba cuatro años sin títulos, y consiguió terminar allí con esa sequía en 2008 (aunque luego no le fue bien en la temporada siguiente, en su peor etapa como entrenador, dejando último al equipo a poco del final del torneo), y tras un paso por San Lorenzo eligió comenzar su etapa europea en un club pequeño como el italiano Catania, al que salvó de descender a segunda.

Fue allí cuando le llegó la chance de un Atlético que no podía despegar y que hoy, dos años y medio más tarde, parece ir edificando un imperio que puede prolongarse en pocos días, si el próximo 24 de mayo, en Lisboa, llega a ganarle la Champions League a su vecino Real Madrid, el que siempre lo miró de arriba hacia abajo y al que no podía ganarle un solo partido en más de diez años.

Eso es hoy el Atlético Madrid: un equipo que no conoce de límites. Que aceptó la salida de Sergio Agüero, pero vino Radamel Falcao. Que aceptó la salida del colombiano para erigir a Diego Costa, y que seguramente venderá a Diego Costa para levantar  a un nuevo delantero y convertirlo en figura.

Con jugadores inteligentes y de rendimientos extraordinarios como el arquero belga Thibaut Courtois, consagrado ya como uno de los mejores del mundo, una impecable zaga central con Godín y el brasileño Joao Miranda, con un volante como Jorge Resurrección “Koke”, y el talento de Arda Turan, y con un gran lateral izquierdo como el brasileño Filipe Luis.

Simeone supo motivar siempre a los suyos, les hizo entender que no había imposibles ni en Madrid, ni en Barcelona ni en Londres, y acabaron todos por creer que se podía.
Este Atlético Madrid se sacó de encima, por fin, el sayo de equipo de mala suerte (tras aquella nefasta final de Copa de Europa perdida sobre la hora ante el Bayern Munich en 1974, justo hace 40 años), o de perdedor, y no importaron ni el dinero, ni los lesionados, ni las transferencias, ni las condiciones de local o visitante, ni Lionel Messi ni Cristiano Ronaldo.


Para eso, hay que ser muy fuerte y estar muy seguro. Y Simeone y el “Aleti”, lo son.

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