miércoles, 2 de marzo de 2016

Un modelo agotado




El Real Madrid, otra vez en crisis. Algo recurrente ya, en este siglo XXI de muchos más sinsabores que de éxitos. Dos Champions Leagues (una, en el lejano 2002 y hasta una anterior, en 2000, a finales de Siglo XX), alguna que otra Copa del Rey, muy pocas Ligas, y, enfrente, un Barcelona ganador como nunca pero lo que es mucho más fuerte, una referencia global a partir de su juego, aunque éste haya variado desde el eje en un deslumbrante mediocampo hasta la contundencia de hoy en el ataque más preciso. Como bien dijo en estas horas Arda Turán, “Todos juegan a una cosa y el Barça, a otra”.

Pero saliendo del Barcelona, que ahonda aún más la crisis del Real Madrid, el problema pasa por los blancos y por un modelo que lleva mucho tiempo agotado y que sus dirigentes, y en especial su presidente Florentino Pérez, insisten en continuar.
Y se trata de un modelo que para definirlo en forma general, piensa más al club blanco como empresa que como institución deportiva y social. Importa más la imagen, los negocios e impresionar con fichajes rimbombantes, que en una filosofía de juego que pueda aprehenderse desde muy pequeña edad y que esos valores se mantengan en el fútbol profesional.

Cuando el problema de los entrenadores es recurrente, cuando ha pasado el portugués José Mourinho que ha desquiciado la imagen del club hasta llevarlo a la idea global de antipatía, o cuando se contrata a Rafa Benítez para administrar una plantilla rica en cracks que podría deslumbrar con un juego espectacular, o cuando antes se hizo lo propio con Fabio Capello, y se puede saltar  a Carlo Ancelotti o desde Vicente del Bosque a Carlos Queirós aún cuando el anterior hubiese ganado la liga y mantuviera al vestuario unido aún con tantas estrellas, la responsabilidad no parece estar al borde de los campos de juego, sino en el palco.

Con Florentino Pérez, el Real Madrid nunca tuvo una línea clara de acción. Se pasó de una primera idea de “Zidanes y Pavones”, de “Galácticos” que no siempre lo fueron por su rendimiento deportivo (varios sí, alguno no), a otra que por fin pareció merodear la cantera, para regresar a otra etapa en la que parecía que se confiaba en jugadores a futuro, con fichajes jóvenes (así llegaron Marcelo, Gonzalo Higuaín o Fernando Gago en diciembre de 2006), mientras los juveniles importaron poco y cada tanto llegó alguno por goteo.

Pérez tiene una idea de la administración deportiva como si fuera su empresa, y no lo es. Su distancia con los jugadores, su respaldo sólo en escasos momentos de conveniencia (jugadores como Raúl, Casillas, Redondo, Guti, no han tenido homenajes), su escaso interés concreto por la cantera, y sus vínculos estrechos con la política (si es de derechas, tanto mejor) han acabado por dar una imagen de un Real Madrid revuelto, con jugadores desganados o que acaban haciendo lo que quieren.

Si el símbolo de estos años en el campo de juego sin dudas es Cristiano Ronaldo, un delantero descomunal que sólo fue opacado por Lionel Messi y su genialidad), también el portugués lo es fuera de él, con declaraciones individualistas o gestos poco convenientes en función de equipo durante algunos tramos de los partidos.

Apoyado por un clima que muchas veces los medios cercanos han puesto a su servicio (como cuando una editorial sugirió antes de un clásico en el Bernabeu que a Messi hay que pararlo “por lo civil o por lo criminal”), el Real Madrid se fue tragando la galletita de que todo estaba bien, cuando pocas veces lo estuvo y hasta la Champions 2014 fue ganada in extremis por un cabezazo de Sergio Ramos ante el Atlético Madrid que le permitió empatar en los noventa para ganarlo ya psicológicamente en el alargue.

Mientras el Real Madrid no entienda que todo pasa mucho más por trabajar en el fútbol mismo y no tanto alrededor de él, y que, en el fondo, se sigue tratando de una sociedad sin fines de lucro con miles de simpatizantes en todo el mundo y que lo que estos mayormente buscan es un gran espectáculo, acorde con el que fue calificado por la FIFA como mejor equipo del Siglo XX, la crisis no sólo no parará, sino que con este Barcelona y con otros equipos en alza, corre el riesgo de seguir sumergido en lo mismo o peor.

Hoy, a poco de asumir, el Real Madrid se está tragando a una de sus figuras más emblemáticas del siglo, Zinedine Zidane, al que puso en el banquillo sólo porque erró en la elección de Benítez, defenestrado por la plantilla, al igual que antes muchos hicieron con Mourinho.

Pérez es el mismo del tantas veces cacareado “Never, never, never”, que no terminó significando otra cosa que “Ever, ever, ever”.

Seguramente en estos días volveremos a enterarnos de sanciones, promesas de cambios totales para la temporada que viene, limpieza absoluta, y muchos enfocando a que tal o cual no corren, o perengano conduce con exceso o bebe demasiado. Ya conocemos estas historias blancas sin fumata.

El tema no es ese y en el Real Madrid lo van sabiendo. A no engañarse. Es el modelo el que está agotado. Si Gianni Infantino dice que el fútbol debe volver a la FIFA, cuánto más al Real Madrid.

Ya es hora, si no quieren vivir de crisis en crisis, hasta que la gente se harte y el Bernabeu comience a sumar huecos sin público, como de a poco sucede.

Que no se engañen ni con la Champions. El tema es mucho más serio que la Undécima.



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