domingo, 8 de marzo de 2009

¿Cómo explicar esta liga española? (La Jornada)

Este corresponsal da vueltas y vueltas. Hurga en enciclopedias, busca explicaciones a lo que le ocurre al Barcelona, y no consigue, con sinceridad, decir algo racionalmente consistente. Si a cualquier seguidor del fútbol del mundo, alguien le explica que hace escasas tres semanas, el Barcelona llevaba doce puntos de diferencia al Real Madrid, con un promedio de tres goles por partido, con una proyección de casi ciento cincuenta goles en la temporada, con un pie en la final de la Copa del Rey, y con chances de ganar la Champions League europea, seguramente ese mismo simpatizante, diría que estamos locos si ahora le explicamos que la liga no está segura, que la distancia es de sólo cuatro puntos, que si en veintidós jornadas el Barcelona sólo había perdido un partido (el primero de todos, en Santander ante el Racing), ahora lleva tres derrotas, y si a esto le sumamos que el Real Madrid ha encadenado diez triunfos consecutivos y sigue con la moral alta y aún el Barcelona debe ir a jugar al estadio Santiago Bernabeu en el final del torneo, pareciera algo más planificado por Steven Spielberg que por dirigentes del balompié hispánico.
Si tanto se dijo que el fútbol es un estado de ánimo, no hay nada más fácil para corroborarlo que este loco febrero y este inicio de marzo aún más alocado. Veamos si no: un Real Madrid desquiciado hace dos meses, con Bernd Schuster saliendo como entrenador casi por decantación, pero además, con el propio presidente Ramón Calderón eyectado de su cargo al comprobarse fraude en la asamblea más importante, cuando hizo votar a su favor a ultras y amigos, y a enorme distancia del Barcelona, parecía apostar a que esta temporada terminara pronto. La llegada de Juande Ramos, como nuevo técnico, sin embargo, cambió tanto la cara del plantel que hoy todo aquello parece haber ocurrido en otra galaxia y ni siquiera la vecindad de elecciones en la Casa Blanca para mitades de año, cambia el concepto. La única mácula está en la Champions, con la dura derrota en Madrid ante el Liverpool que lo deja mal parado para la revancha en Anfield.
Ni hablar del Atlético Madrid. Desde hacía ya dos años que por lo bajo los jugadores, y a veces una cansada afición, se habían manifestado en contra del sistema de trabajo del mexicano Javier Aguirre como entrenador, hasta que hace tres semanas cayó y fue reemplazado por el ex arquero Abel Resinos, de la escuela de Arrigo Sacchi, otro italiano ex técnico del club, pero más que nada, hacedor del grandioso Milan de finales de los ochenta. ¿Qué significa esto? Que a Abel le gusta adelantar mucho a la defensa, mantenerla lejos del arquero (nuestro compatriota Leo Franco). El gran problema es que ni Pernía, ni Antonio López se parecen a Paolo Maldini, ni Ujfalusi, Pablo o Heitinga tienen alguna semejanza con Franco Baresi. Y el Atlético comenzó la nueva etapa con muchas ganas pero complicado tácticamente, a los tumbos, lejos de las posiciones de las primeras fechas que lo acercaban a las copas europeas de la temporada que viene u por si fuera poco, con un Kun Agüero desganado, molesto, y a punto de ser padre (finalmente lo fue en la semana), tan joven y con tanta presión mediática encima. Y no sólo eso, sino que por los corrillos se afirma que el clan Maradona lo acecha para que cambie de club, en lo posible al Inter italiano.
Ya a mediados de la pasada semana, ese estilo defensivo “a lo Sacchi” comenzó a pagarse caro. El “Aleti” empató a duras penas 2-2 ante el Porto en el Vicente Calderón y ahora en Portugal, por la Chanpions, será muy difícil (aunque no imposible) revertirlo y pasar a cuartos de final. Mientras que el Barcelona pareció algo recuperado al sacar petróleo en su viaje a Lyon al empatar 1-1, máxime que ya perdía antes de los diez minutos por un tremendo tiro libre de Junio Pernambucano, aunque en colaboración con el propio arquero azulgrana Víctor Valdez.
Y sin embargo, y aquí volvemos al inicio y a nuestras dudas sobre cómo explicar lo casi imposible de explicar desde lo racional, el Barcelona, -que sabía que el Real Madrid había ganado en la noche del sábado al Espanyol en Barcelona por 2-0, sin jugar bien pero con la recuperación de Guti, y la eterna presencia de gol de Raúl (una especie de Marín Palermo hispano, por su escasa participación de juego pero su infalibilidad a la hora de marcar tantos, y con carreras casi paralelas)- llega al Vicente Calderón a enfrentar a este Atlético lleno de dudas, y se va con una dura derrota de 4-3, luego de estar arriba por 2-0, y luego por 3-2, con dos goles de Henry y otro de Messi. Sin embargo, nunca, en ningún momento del partido, los catalanes demostraron que lo podían liquidar. Al margen de las excelentes actuaciones de Agüero y Forlán, siempre han dejado un resquicio de duda porque su andar, ya no tiene tanto que ver con aquel equipo que reinaba, que sobraba los partidos, que se paseaba de tanta superioridad hacia cualquier contrario, y que no necesitaba mucho para hacer una gran diferencia en el marcador. Todo aquello fue devorado por factores extrafutbolísticos, como el siempre mal momento elegido por su goleador Samuel Eto’o para decir que no sabe si seguirá en el Barcelona la próxima temporada, o caer en el juego mediático de Madrid para presionar, como bien lo sabe hacer, con operativos de remontadas épicas. El Barcelona quiso responder a la polémica y otra vez pisó el palito y entró en el juego que Madrid mejor juega y que más le gusta, como diría Joan Manuel Serrat. Y los nervios comenzaron, las inseguridades continuaron, los resultados no llegaron, y el Real Madrid, de manera casi de fábula, se acercó tanto que hoy ya nadie se atrevería a firmar que el Barcelona ganará seguro esta liga, como ya pasara hace dos temporadas, cuando Fabio Capello lideró otra arremetida parecida, aunque no tan grotesco lo del Barcelona como lo de esta misma temporada.
Lo que es claro, al menos para quien tanto escribió a favor de este Barcelona, es que si los catalanes no ganan esta liga, será realmente muy difícil poder explicarlo desde el fútbol. Con todo el arte desplegado, y tanta la distancia que establecieron con los otros, que en ningún caso podrá decirse que la liga fue ganada por el Real Madrid, sino que el propio Barcelona fue primero artífice de su glorioso andar, y luego lo habrá sido de su rotundo fracaso, acaso uno de los mayores de la historia.
Aún está a tiempo de rectificar, pero su margen de maniobra se estrecha demasiado peligrosamente.

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