lunes, 5 de febrero de 2018

Dybala es víctima de la irregularidad y de la sinceridad (WSK, Japón)



Le pasó a Lionel Messi, que al minuto de su debut oficial en la selección argentina, en un amistoso ante Bulgaria en Sofía, fue expulsado por un codazo a un rival en 2005. Y le pasó a Paulo Dybala once años más tarde, cuando el 1 de setiembre de 2016 fue expulsado en su debut como titular, y en este caso en un partido por la clasificación al Mundial de Rusia, por doble amarilla en el primer tiempo ante Uruguay, como local.

Hasta en eso, todo indicaba que Dybala se parecía a Messi. Hasta en el infortunio de un debut con expulsión en la selección argentina. Para muchos, desde que emigró muy joven a Italia desde su Instituto de Córdoba original para brillar en el Palermo, asomaba como el sucesor del crack del Barcelona y hubo quienes ya aventuraron una sociedad perfecta entre ellos y una frase de sus primeros años en Europa: “Al Barcelona iría aunque fuese nadando”.

Claro que todo eso  se fue esfumando cuando Dybala se convirtió en una notable estrella del fútbol mundial cuando llegó a la Juventus para reemplazar nada menos que a su compatriota Carlos Tévez, que había formado parte de aquel equipo que ganó todo y que sólo se quedó en la puerta de la Champions League, postergado por el Barcelona de Messi en 2014/15.

Desde ese momento. Dybala se puso la camiseta 21 con el dorsal de Andrea Pirlo y anteriormente de Alessandro Del Piero. No era cualquier número y él lo entendió como un depósito de confianza del club y se fue convirtiendo en un jugador-modelo que desfila por las pasarelas presentando colecciones de “menswear” en la Semana de la Moda de Milán, o posando para revistas de primer orden como “Vanity Fair”, “Vogue” o “GQ”.

Entonces, en los últimos tiempos Dybala ya no quería más ser comparado con Messi. Había construido su propio camino que lo iba a depositar, en un futuro cercano, en el estrellato mundial y por eso insistía en remarcar en cada entrevista que “yo soy Dybala y él es Messi, y quiero disfrutarlo mucho en la selección argentina pero quiero hacer mi propia carrera”.

Sin embargo, y pese a que buscó la compañía de los jugadores mayores, especialmente la de Gianluiggi Buffon en la Juventus, Dybala sigue teniendo dos cuentas pendientes: trascender en los partidos importantes (clasificaciones a fases finales o directamente la final de una Champions League) y mostrar las mismas condiciones que los argentinos le ven por televisión en el equipo italiano en la selección de su país, en la que aún no ha podido rendir, y él es el primero en reconocerlo.

El 22 de enero pasado, Dybala y su compañero y compatriota Gonzalo Higuaín recibieron en Turín la visita de Jorge Sampaoli, el entrenador de la selección argentina, de gira por Europa para contactar a la mayoría de los jugadores que tienen chances de ser convocados para los dos últimos amistosos, de marzo (ante España en Madrid y ante Italia en Manchester) antes de dar la lista definitiva de 23 jugadores para el Mundial de Rusia.

Y Dybala pudo saber por primera vez desde que fue citado para la selección argentina por Gerardo Martino en 2015 para jugar ante Paraguay, que sus posibilidades de ir al Mundial están en duda a partir de dos elementos fundamentales: su irregularidad con la camiseta albiceleste (jugó muy pocos partidos por sus constantes lesiones) y una frase suya acerca de que no se siente cómodo en la posición que le asignó el entrenador actual, Jorge Sampaoli, que le trajo muchos problemas posteriores.

Debido a diferentes problemas físicos, Dybala sólo pudo ser citado en un partido cuando Gerardo Martino fue entrenador (2015), luego Edgardo Bauza lo convocó ante Uruguay pero fue expulsado (2016) justo cuando su función era reemplazar a Messi, desgarrado. Fue suplente ante Paraguay como local, y ya una lesión muscular lo alejó de los partidos ante Brasil y Colombia a fines de 2016 y tampoco pudo estar ante Chile en marzo de 2017 y fue suplente ante Bolivia en la altura de La Paz.

Es decir que son demasiado pocos partidos oficiales como para hacer un análisis profundo de sus rendimientos, y apenas si participó en cuatro amistosos de este ciclo. Los dos primeros, cuando arrancaba Sampaoli, ante Brasil en Melbourne y ante Singapur, y los dos últimos de finales de 2017 en Rusia ante el local y Nigeria.

En todos ellos se vio siempre a un Dybala confundido, que pagó caro lo que es el principal problema general de la selección argentina: los constantes cambios tácticos y de jugadores. Con cuatro entrenadores desde el Mundial de Brasil (Alejandro Sabella, Martino, Bauza y Sampaoli), muchos jugadores, especialmente los volantes y delanteros, tuvieron que adaptarse a diferentes esquemas. Por ejemplo, Sergio Agüero jugó como extremo izquierdo con Sabella, para Martino era centrodelantero, para Bauza podía jugar detrás del nueve y ahora Sampaoli lo vuelve a considerar como nueve.

En ese mismo sentido, Dybala paga por estos mismos cambios, pero con el problema de que, a diferencia de Agüero, Messi, Di María y tantos otros. el no haber formado parte de la base estructural del equipo en tantos años hace que su adaptación a los distintos esquemas sea mucho más compleja hasta perderse en la confusión y no acabar aportando lo que sabe.

Si Martino, por ejemplo, pretendía un juego clásico con un 4-3-3, en el que Dybala (sin tener un lugar entre los titulares) aparecía como sustituto de Messi, y lo mismo en el más conservador 4-4-2 de Bauza, con la llegada de Sampaoli todo cambió (una vez más aunque de manera más rotunda) y al apostar al 3-2-2-3, por fin le tenía reservado un lugar en el primer equipo.

Sampaoli, que llegó justo cuando la selección argentina se debatía dramáticamente sobre su clasificación o no al Mundial de Rusia, quiso cambiar todos los esquemas en muy poco tiempo y apostar por un cambio general de jugadores, acabando con la “vieja guardia” que perdió las tres finales consecutivas (Mundial de Brasil 2014, y Copas América 2015 y 2016) y para eso, Dybala aparecía como emergente de la nueva generación.

Pese a muchas críticas, el nuevo entrenador decidió jugar sin marcadores laterales, con una línea defensiva de tres, dos volantes laterales más ofensivos que defensivos, y en el medio, un cuadrado conformado por una primera línea de salida con vos volantes con buena técnica (Ever Banega y Lucas Biglia) y dos más cerca del ataque, Messi, (que con otros entrenadores era más delantero por la derecha) y Dybala a su lado, para abastecer al centrodelantero (Agüero) y a los extremos.

La idea de Sampaoli era que Dybala y Messi generaran todo el juego a partir de su gran talento y que el jugador de la Juventus se sintiera libre para repetir aquellas producciones del Calcio llegando desde tres cuartos para rematar o abastecer a sus compañeros, o hacerse dueño del balón cuando Messi apareciera muy bloqueado por los rivales, una especie de “segundo Messi” y de su principal compañero de línea en ofensiva.

Pero Dybala no se sintió cómodo ni se adaptó nunca a este papel. Y seguramente por su habitual sinceridad, lo manifestó con claridad justo el día antes del Barcelona-Juventus por la pasada Champions League: “Es una suerte tener a Messi a mi lado. Eso me ayudará mucho en el futuro. Es difícil jugar con él porque solemos jugar en la misma posición pero en todo caso, me tengo que adaptar yo a él y lo tengo que hacer sentir cómodo”.

Esta frase generó una gran preocupación en el cuerpo técnico de Sampaoli porque la situación no podía ser más evidente: la presencia de un genio como Messi obligaba a Dybala a colocarse a su lado y cambiar el perfil, además que desde el punto de vista psicológico la situación no era la de la Juventus porque con Argentina, todo giraba alrededor de Messi, no de él y no había encontrado la forma de colocarse y sentirse cómodo dentro de una estructura manejada por otro y los compañeros acostumbrados a jugar con ese otro, no con él.

Ya cuando la selección argentina, clasificada para el Mundial, volvió a encontrarse en noviembre pasado en una situación más tranquila, sabiéndose clasificada para el Mundial, Dybala intentó hablar de esto con Messi en la concentración, en Rusia, antes de los dos amistosos ante el local y ante Nigeria. “Le dije “Leo” y él se empezó a reir (como ya sabiendo de qué quería hablarle) y me dijo que me quedara tranquilo, que no pasaba nada. Yo quise decir algo para sumar al grupo y se malinterpretó”, señaló.

En realidad, no es que su frase acerca de la incomodidad de jugar al lado de Messi se haya tomado a mal en el cuerpo técnico ni en la prensa porque lo conocen como un chico nada conflictivo. Lo que sí pareció haber quedado claro es que Dybala no estaba cómodo con ese esquema y por la falta de tiempo para el Mundial, la gran duda era si valía la pena un cambio muy grande de sistema o si entonces todo pasaba porque fuera Dybala quien saliera de la titularidad, y fue lo que comenzó a ocurrir.

No parece nada casual que hace pocos días, Angel Di María haya manifestado que Messi “no me inhibe nada, me encanta jugar con él. Lo mejor que le puede pasar a un jugador es jugar con los mejores y con los extraterrestres. Cuando él no está, todos queremos asumir ese rol pero es difícil luego de jugar tanto tiempo a su lado”.

El problema, a partir de allí, fue encontrar una función para Dybala en el equipo, pero su entrenador de la Juventus, Massimiliano Allegri, lo tiene claro: “Paulo no puede ser nueve en un equipo grande. Sus mejores rendimientos y goles aparecieron cuando jugó arrancando de atrás. En el Palermo podía jugar de nueve por integrar un equipo que jugaba a 50 metros de la portería rival pero en la Juve, a 20 metros del área adversaria, eso no se puede”.

Lo que dice Allegri puede ser trasladado, de la misma forma, a la selección argentina, en la que Dybala es ahora visto claramente como creativo, pero que además, no lleva meses de mucha regularidad ni en su equipo por recurrentes lesiones (como la reciente muscular de “grado leve” ante el Cagliari que lo alejó un mes de los campos), algunos malos entendidos con el propio Allegri, y hasta la aparición de algunos hechos que le hicieron perder el foco de la atención única a la producción futbolística, como la separación de su agente italiano Pier Paolo Triulzi para ser representado ahora por su hermano Gustavo.

Si de momento Dybala no encuentra un lugar en el equipo y Sampaoli logró la clasificación al Mundial con otros esquemas, con un sistema 3-4-2-1, en el que Eduardo Salvio y Marcos Acuña jugaron como volantes externos, y Messi y Di María lo hicieron por detrás del centrodelantero, y en la Juventus tampoco tiene la regularidad de otras temporadas (ha convertido 16 goles en 25 partidos, con 3 asistencias), sus chances de estar en Rusia 2018 peligran por primera vez.

Más aún, con la aparición de un gran delantero como el joven Lautaro Martínez, de Racing Club, que ya tiene todo acordado para jugar desde 2019 en el Atlético Madrid, que con 20 años está siendo considerado como una de esas apariciones fulgurantes que marcan una época, y que amenaza con quedarse con una plaza de las 23 definitivas.
Si sumamos a la aparición de Martínez que Sampaoli ya sabe que cuenta con buenos carrileros como volantes y que Banega, Biglia y hasta Enzo Pérez lo han conformado como volantes de salida, la situación de Dybala no es demasiado tranquila a la hora de la decisión final del entrenador.

Para Dybala, estos cuatro meses hasta que Sampaoli entregue la lista definitiva de jugadores de la selección argentina para el Mundial, serán decisivos, y deberá conseguir altos rendimientos, regularidad pero especialmente tendrá que encontrar muy pronto un lugar en el esquema táctico albiceleste si no quiere perder una gran oportunidad de trascender en un Mundial.


Nadie duda de sus condiciones. Nunca eso estuvo en juego, pero no se llega a un Mundial sólo por ser un gran jugador. Y Dybala deberá enfocarse en comprenderlo y acelerar si no quiere lamentarlo en junio próximo.

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