En una de nuestras columnas habíamos señalado que el
PSG significaba un límite preciso en la actual temporada para el Real Madrid.
Eliminado muy temprano de la Copa del Rey y sin chances en la Liga casi desde
el inicio, lo único que le quedaba era la Champions League y ante un rival
complicado, sumado al hecho de que debe definir en París.
Entre la enorme inversión del PSG en un jugador de
la talla de Neymar (a quien ahora los crecientes rumores visten de blanco desde
la próxima temporada) y el paso demoledor de los franceses en su liga y su muy
buena performance en la fase de grupos, algo que no ocurrió con el Real Madrid,
colocaba a los parisinos como amplios candidatos a pasar a cuartos de final, y
eso mismo se vio reflejado en las apuestas.
Sin embargo, otra vez, por si hiciera falta, quedó
claro que los blancos juegan mejor en estas situaciones al borde del colapso y
en el torneo que más les gusta, la Champions League y no sólo sacaron adelante
un partido complicado en el Bernabeu, que estuvieron perdiendo y luego
empatando en gran parte del transcurso, sino que dieron otra prueba de carácter
que, en verdad, empezó a gestarse en los días previos.
Lo que sucedía es que el Madrid deambulaba por la
Liga sin mucho sentido. Los blancos no están acostumbrados a que faltando más
de una rueda sólo puedan pelear por un lugar en las copas europeas de la
temporada siguiente porque es demasiado pobre (e incluso, de nada serviría si
ganaran esta tercera Champions consecutiva), pero a pocos días de tener el
partido decisivo ante el PSG se activaron todos los mecanismos y rápidamente
apareció el equipo depredador que conocimos hasta finales de mayo pasado, el
que destruyó a una sólida Juventus en la final de Cardiff.
El Real Madrid que ya jugó por la Liga en la previa
de la Champions ante la Real Sociedad en el Bernabeu (5-2) poco se pareció al
de los últimos meses. Ya Luka Modric y Toni Kroos manejaban el medio del campo
sin alternativas, y adelante ya aparecía la potencia de siempre de cualquiera
de sus atacantes y Cristiano Ronaldo fue recuperando su capacidad de gol que
sólo parecía estar en el torneo europeo. ¿La motivación? No es difícil
determinarlo: se acercaba el día esperado, el que serviría para refocalizarse
en el principal objetivo de la temporada.
Así es que sin jugar un partido perfecto ante el
PSG, al menos el Real Madrid sí recuperó la concentración, el equilibrio en el
medio y la voracidad ofensiva de las dos ediciones anteriores de la Champions,
aunque hay que puntualizar que también fue ayudado, como el Barcelona en el
memorable 6-1 de la temporada pasada, por una actitud entre mezquina y errática
de los franceses, con algunos inentendibles movimientos de su extraño
entrenador español, Unai Emery.
Si Emery no recurrió entre los titulares a un Angel
Di María en estado de gracia y además, a sabiendas de la motivación especial
que sería para él ingresar en el Bernabeu a jugar contra su ex equipo, quitó
del campo a su goleador Edinson Cavani para reemplazarlo por un híbrido Thomas
Meunier, sin ningún peso en el momento decisivo, cuando los franceses quedaron
en desventaja 3-1 y un gol más los hubiera acercado en la serie, que ahora
parece ya muy complicada por los dos goles de diferencia en contra ante el
bicampeón vigente.
En cambio, puede afirmarse que al menos desde los
banquillos, Zinedine Zidane ha sido la contracara de Emery porque con aciertos
o errores, al menos tuvo una virtud que es la misma que apareció en estas dos
semanas de Liga, tras el nuevo triunfo también ante el Betis en el Benito
Villamarín (3-5): en los momentos importantes, cuando hay que salir a ganar, se
la juega por cambios ofensivos en lo que al menos significa una señal
importante de cara a la afición: cree absolutamente en sus jugadores en otra clara
demostración de ello, como cuando en el reciente mercado de invierno decidió
que no necesitaba ningún fichaje y pidió a la dirigencia del club que tampoco
dejara ir a nadie.
No es para nada casual que en una sola semana, entre
los dos partidos de Liga y el de la Champions, el Real Madrid haya convertido
13 goles. Y eso no es sólo mérito de la enorme capacidad de su ataque, sino en
buena parte por la tranquilidad, el equilibrio y la valentía de Zidane, quien
fue jugador y sí entiende perfectamente lo que se juega su equipo y la
tradición del mismo.
Y bastó que se jugara con más ataque, sin especular, sin
miedo, para que el Real Madrid ya sacara seis puntos de ventaja al Sevilla (y
con un partido menos), su inmediato perseguidor en la Liga en la competencia
por la última plaza para ingresar en la Champions siguiente, sino que ahora
sacó dos goles de ventaja al PSG con la mira en la clasificación para los
cuartos de final en la búsqueda de la decimotercera Orejona, la tercera
consecutiva.
Días atrás, y en ocasión a la cercanía con el
partido ante el PSG, Pedja Mijatovic recordaba una situación parecida en la
temporada 1997/98m cuando el Real Madrid había sido eliminado muy pronto en la
Copa del Rey, estaba lejos del Barcelona en la Liga y sólo le quedaba la
Champions, que no ganaba desde hacía 32 años.
Mijatovic recordó entonces que aquellos jugadores
que acabaron ganando “La Séptima” tuvieron “hambre” y “necesidad” de ganar
aquel título, pero fue sincero con la plantilla actual, al reconocer que “no
está como nosotros. Ellos ganaron todo y llevan dos Champions seguidas y van
por la tercera. Lo de ellos es vigencia y capacidad de motivarse siempre ante
retos como estos”.
De eso se trata y de allí lo loable de este Real
Madrid. No estaba jugando bien. No era un gran momento en la temporada, pero su
plantilla y su entrenador supieron entender que era todo o nada y prefirieron
ser “toreros” que “toros” en esa situación.
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