viernes, 10 de abril de 2020

Patricio Hernández, aquel “diez” intelectual que siente a Estudiantes como una familia, que toma al fútbol como una escuela de vida, fue dirigido por Bilardo y Menotti, y que ama a la pelota (Infobae)





-         Venis de una casa de intelectuales, algo no muy común en el fútbol. ¿Cómo era tu familia original?
-         Provengo de San Nicolás de los Arroyos. Héctor, mi padre, era abogado y escribano, pero nunca ejerció ninguna de las dos profesiones porque su vocación era ser maestro de escuela. Fue maestro, director y fundó dos o tres escuelas en San Nicolás y entre ellas, la de la cárcel de la ciudad y hasta alguna escuela rural o técnica. Mi mamá también era maestra y de alguna manera, sus siete hijos, cada uno en su profesión o vocación, fue docente. Mi hermano Héctor, abogado, es doctor en filosofía del derecho y tiene escritos más de quince libros sobre filosofía, política, nacionalismo y temas de actualidad. Mi hermana Graciela es psicopedagoga, profesora de inglés y más de diez libros escritos de pedagogía para primaria y secundaria y como Héctor, da también clases en la UCA.  Mi tercer hermano fue Rafael, ya fallecido, sacerdote, que cuando estuvo en la diócesis de San Nicolás tuvo acercamiento con Jorge Bergoglio, el Papa. Luego viene mi hermano Miguel Ángel, profesor de educación física, que es el padre de los chicos que juegan al rugby (Juan Martín y Nicolás) y al hockey, en Las Leonas (María de la Paz), después vengo yo, una hermana ya fallecida que era profesora de francés, y mi hermano Francisco, profesor de educación física.

-         Más allá de que jugaste en muchos equipos, sos un símbolo de Estudiantes. ¿Querías jugar allí por complacer a tu padre, que era hincha del club?
-         Complacer a mi padre, no. Había cosas más importantes que complacerlo, que jugar en Estudiantes, en Boca o en River. La vida nuestra iba por otros valores, por otros significados.  Si bien el “Cabezón” Enrique Omar Sívori me quería llevar a River, como también Boca, Racing, o Rosario Central y Newell’s, que eran los clubes cerquita de San Nicolás, yo elegí Estudiantes de La Plata porque mi papá era hincha pero fundamentalmente porque nosotros teníamos 12-13 años, íbamos siempre a la ruta donde pasaban los equipos para jugar en Rosario o Santa Fe y veíamos a todos cuando paraban en San Nicolás para comprar damajuanas de vino y se portaban mal, hacían ruido, molestaban a las chicas, cuando llegó el plantel de Estudiantes, menos Bilardo, que bajó de remera, todos los demás jugadores estaban de camisa y corbata y cuando se tuvieron que ir, que era el famoso plantel que ganó tres Copas Libertadores y la Intercontinental, se levantó Osvaldo Zubeldía, y todos en silencio agradecían uno por uno a los mozos y la gente que estaba ahí.

-         Solés decir que sos partidario de jugar mucho con la pelota en los años de categorías juveniles pero que entre los 12-14 años, siendo adolescente, no eras tan bueno jugando y que te hiciste crack gracias a andar mucho con la pelota, algo que parece que ahora fue reemplazado por mucho trabajo físico, en la Argentina, hasta hace poco.
-         -Lo escribí en mi libro (“Mi fútbol y yo”). Para llegar hacen falta dos caminos. Primero, la vocación, que no es sinónimo de talento natural o facilidad. Vocación significa cariño y ganas. Tantas ganas que el sentimiento no me permite alejarme ni un día del juego. Tanto cariño que pueda pasar horas y horas haciendo jueguito o divirtiéndome e ir haciendo un futuro profesional. Y segundo, la perseverancia, que es bastante más que practicar cuando todos lo hacen o jugar lo mejor posible los noventa minutos. Es suspeditar cada segundo de mi vida al fútbol y que cada minuto de ella me convoque a mejorar. Significa que estoy dispuesto a transpirar y a sufrir si hiciera falta para llegar a una relación sentimental con la pelota, y transferirle a la gente, con el tiempo, la alegría que entre los dos podemos producir. Yo no era tan hábil pero tenía la vocación de estar las 24 horas queriendo estar en una cancha de fútbol. En cuanto a que se hace trabajo más físico que con pelota, esa no es la escuela de Estudiantes, porque trajo mucha metodología sobre todo del Milan cuando disputó aquellas finales intercontinentales, y Zubeldía y Bilardo habían ido a ver entrenamientos de divisiones inferiores y por eso luego copiaron eso de tener jugadores en pensiones, entrenamientos en doble turno, muchas prácticas con la pelota, y por eso yo tuve una preparación mixta muy buena, tanto física como técnicamente. Era un club que privilegiaba toda la semana hacer trabajos con pelota.

-         ¿Es cierto que tu pase al Milan se cayó y que gracias a tu trasferencia al Torino, pudieron comprar varios jugadores y salieron campeones?
-         Yo debuté con Bilardo como DT en 1974 y jugué en Estudiantes hasta 1981 inclusive porque en 1982 no podíamos participar los que íbamos al Mundial de España. En principio me había comprado el Milan pero se detectó que desde años anteriores había participado en el “Calcio Scomessa” (caso de apuestas clandestinas) y le hicieron descender a la Serie B. En ese contrato, yo podía ir a la Verona, a la Sampdoria o al Torino pero elegí Torino porque tenía el sueño de jugar en el estadio en el que estuvo Sívori (que era de San Nicolás como yo), en el Comunale de Turín, y era un club con más historia que los otros. Bilardo me dijo en ese momento “si te querés quedar, quedate pero vamos a sufrir mucho. Si vos te llegás a ir, vamos a poder comprar 5-6 jugadores para intentar estar entre los dos o tres primeros. Tal fue así que compraron 14 jugadores, entre ellos a Marcelo Trobbiai, Alejandro Sabella, Ángel Landucci, Miguel Lemme, Juan Carlos Delménico, y fueron campeones.

-         ¿Qué es Estudiantes para vos? Se habla mucho como familia, mentalidad…porque siendo un club de clase media argentina, tiene 4 Copas Libertadores.
-         Estudiantes es la prolongación de mi familia. Me contuvieron, me quisieron, me hicieron progresar. Bilardo, que era el entrenador mío en la Primera, me firmaba el boletín de calificaciones. Iba a hablar por cualquier problemita mío. Tenía ejemplos en él, en Carlos Pachamé, en Raúl Madero para estudiar, para invertir. Fueron hermanos mayores para mí.

-         Alguna vez hablaste de Estudiantes desde los tipos de inteligencia.
-         Sí, en mis charlas o en los congresos en los que participo, digo que Estudiantes reúne distintos tipos de inteligencia: teórica, intelectual, práctica, social, analítica. Pero hay una inteligencia instrumental en la que se hospedan tres grandes residentes: el orden, la constancia y la voluntad, que es la capacidad para ponerse metas y conseguirlas, aunque cueste. Y en Estudiantes te enseñan eso, que una persona con voluntad, en la vida consigue casi todo. Pero por supuesto que la voluntad necesita de un entrenamiento previo a base de pequeñas batallas.

-         ¿Qué es Carlos Bilardo para vos? ¿Es cierto que se pelearon alguna vez hasta las manos cuando eras jugador?
-         En primer lugar, era un ídolo, cuando jugaba, y yo era hincha de Estudiantes. Después fue mi maestro, mi tutor, y terminó siendo mi amigo. Por lo tanto, es una de las personas que yo considero como un hermano mayor, con el afecto que se le tiene a la gente de la familia y todos los días rezo para que cuando se tenga que ir, se vaya en paz. Tengo miles de anécdotas con Carlos, pero cuento una anécdota de 1975. Yo tenía 19 años, y él me dice en la utilería del club, “van a venir Benito y Reguera, de Vélez”, y yo le pregunté “Pero…¿cuántos años tiene Reguera?” y cuando me dijo 29, le dije “¡es viejo!” y me respondió “sí, pero corre. Zubeldía me dijo que mete, lucha y juega mucho para el equipo”. La charla quedó ahí. En los ochenta él me fue a visitar a Italia, yo ya tenía 28-29 años y me dijo “tengo que llevar a la Selección gente de 22-23 años” y yo le dije “No, Carlos, yo tengo 27-28 y estoy nuevo” y él me dijo “ah, pero una vez en 1975 estábamos en la utilería y te comenté que venían Benito y Reguera y vos me decías que eran viejos, y ahora que vos te acercás a esa edad, decís que sos joven”.

-         Tuviste como DT a Bilardo y a César Luis Menotti y tenés muy buena relación con los dos. ¿Qué te dejaron cada uno de ellos?
-         Siempre digo que no hubo mejor entrenador para mí que Bilardo en mi etapa formativa ni mejor, en mi etapa profesional, que César Luis Menotti, un sabio del fútbol. De Carlos rescato la contracción al trabajo, la perseverancia y de esos tres huéspedes que se alojan: orden, constancia, voluntad, sentido táctico, y que para llegar, hay que transpirar. De César rescato que se puede ser muy feliz jugando al fútbol. Cuando en 1979 tuve la primera convocatoria a la Selección, él hizo que todos mis sueños se pudieran realizar. Yo le debo mucho porque desde que lo tuve a él, pude disfrutar del fútbol como un motivo artístico, sublime. Él enalteció mi fútbol. Y eso no tiene precio.

-         Dijiste que no fuiste feliz en tu paso por River en 1986 porque no era tan artesanal…
-         Lo que yo dije de River es que no fue un fruto del trabajo semanal. River es un capítulo muy importante en mi carrera porque me regaló la convivencia con un plantel formidable, integrado además por seres humanos excelentes que reuniendo las dos cualidades ganó la Copa Libertadores y la intercontinental en 1986. Nunca me divertí tanto y lo pasé tan bien en un plantel como aquella vez. Aún hoy continuamos siendo amigos. En River, desde el momento en que firmás el contrato, te miman de una manera extraordinaria, Te hacen sentir que sos el mejor del mundo. Después tuve la posibilidad de estar con el “Tolo” Américo Gallego, como parte del cuerpo técnico y trabajás siempre en un ambiente muy distendido, muy profesional, te cubren todos los pequeños detalles y te hacen vivir en armonía, feliz. 1986 fue el año de mayor felicidad mía como profesional.

-         ¿Qué te dejó el paso por Argentinos Juniors y otros equipos que pasaste en el final de tu carrera?
-         Viniendo de Italia y de River, no podía creer que en La Paternal, la cancha era dura como la de basquetbol, muy chiquitita. Y veía al “Checho” Sergio Batista,  a José Luis Pavoni y a todo ese equipo que venía de salir campeón de América y después los “pibes” como Fernando Redondo o Fernando Cáceres, lo bien que jugaban a la pelota. Era el potrero en su máxima expresión. En Argentinos Juniors se respira fútbol en cada uno de sus pasillos y tablones y mientras se conserve esa esencia, es imposible que el fútbol muera. Argentinos es el potrero profesionalizado.

-         ¿Qué fue para vos jugar en el Calcio, en el Torino y en el Áscoli?
-         Al Torino lo llevo en mi corazón porque llegué de Estudiantes y la Selección y me encontré con una estructura súper profesional que me permitió dedicarme las 24 horas al fútbol y pensar solamente en el fútbol. Era un viejo sueño mío jugar en la tierra de Don Bosco porque yo me crié en un colegio salesiano y además, jugaba en la tierra en la que Sívori fue un monstruo sagrado. Ahí nació mi primera hija. Fue una cosa maravillosa y años inolvidables.

-         Alguna vez dijiste que como entrenador no tuviste la suerte que tuviste como jugador. ¿Por qué razón? Porque fuiste un jugador fino, racional, que trabajó en varios grupos distintos, jugaste en México, en Italia.
-         Creo que al no haber tenido las mismas posibilidades de triunfo que como jugador se debe a una falta de adaptación mía hacia el dirigente argentino. Me pasé muchísimas décadas, ya sea como jugador en mis vacaciones, o como entrenador, tratando de perfeccionarme en Alemania, Francia, España, Italia viendo el fútbol profesional en su máxima expresión y tal vez querer imponer muchas veces esos criterios en un fútbol semi profesional como el argentino, resulta chocante para quien paga, tener una persona que generalmente lo incomoda. No obstante eso, tengo mis logros personales que me han hecho feliz, como tener jugadores a los que le di la posibilidad de expresarse en el fútbol profesional y que de alguna manera he sido su maestro. Tuve satisfacciones como la de Bánfield en 1997, que fue la única posibilidad que tuve de elegir todos los jugadores pero desgraciadamente se cortó el contrato porque no le pagaban a los jugadores por más de un año, pero ese equipo le llegó a sacar 13-14 puntos al segundo en el Nacional B. En Estudiantes hubo que recomponer las bases de la tradición histórica porque venía de muchísimos caos institucionales, por lo tanto es muy difícil para mí trabajar en el fútbol argentino por mi manera de ser, porque soy demasiado pretencioso con los ideales del fútbol.  En definitiva, creo que soy un romántico.

-         Solés decir que Estudiantes tuvo tres fundaciones como club. ¿Por qué?
-         La primera es que Estudiantes nace y se va de Gimnasia y Esgrima para jugar pura y exclusivamente al fútbol. Eso lo hace ya un club de fútbol al 101 por ciento. A ese club le pusieron Estudiantes porque eran estudiantes de todo el país que venían a La Plata y jugaban al fútbol por eso se desarrolló lo fundacional acerca de la familia del club. Como venían del interior, la gente de La Plata la llevaba a comer o a dormir, que fue una tradición que se mantuvo y que se fomentó mucho en los años Treinta con aquellos “Profesores”. Eso hizo que Estudiantes tuviera esa familiaridad histórica. La segunda fundación fue la de Zubeldía. Porque a esa familiaridad le dio trabajo, éxito, ganar títulos y a partir de ahí, el club completa un ADN como marca registrada: un club de hermanos, de amigos, pero que busca el triunfo. Y la tercera es la de Juan Sebastián Verón porque pudiendo ganar millones de euros en el exterior, elige Estudiantes, provoca una revolución, sale campeón argentino y de América, es presidente. Y de esta manera, Estudiantes vuelve a tener un arraigo en el fútbol argentino.

-         Fuiste muy amigo del “Tata” José Luis Brown. ¿Alguna anécdota que puedas contarnos?
-         Cuando se cumplían once años del Mundial 1986, nosotros justo estábamos de gira por México con Bánfield. Entonces yo hablé allí con una gente de DF y pedí entrar a la cancha del estadio Azteca. Y le dije al Tata Brown, que estaba conmigo, que por favor me acompañara que tenía que ir a ver a alguien. Ya cuando tomamos por la avenida que desembocaba en el estadio, el Tata se dio cuenta de que estábamos cerca y se empezó a poner tan nervioso que empezó a lagrimear. Le dije que se quedara tranquilo que estábamos yendo al estadio. Estábamos con el utilero (Pocho Mazzina) que él y yo llevamos luego a Estudiantes. Abrieron las puertas del Azteca y él nos hizo revivir el gol que hizo en la final. Dónde fue el centro de Burruchaga, para dónde salió gritando el gol. Fue un día de muchísimas emociones y después los llevé a un restaurante para homenajearlo por el aniversario de un título extraordinario que volvió a poner a Estudiantes en el tapete, en la cima del mundo por Bilardo, Pachamé, el doctor Raúl Madero, que era el médico del plantel, y el profesor Ricardo Echeverría, una persona genial.

-         ¿Cómo es el presente de Patricio Hernández?
-         Mi actualidad es seguir aggiornándome de lo que pasa en el fútbol y doy charlas en donde me convoquen, como en distintas provincias argentinas, México, Uruguay y Estados Unidos. Me preparo didácticamente para tratar de que el mensaje de todos los maestros que tuve y lo que aprendí, poder regalársela a entrenadores y preparadores físicos jóvenes. Me dedico a eso y a actividades agropecuarias.

-         ¿En qué momento está el fútbol argentino actual?
-         Hubo un liderazgo muy fuerte de uno de los mejores dirigentes de la historia, Julio Grondona, y hay una acefalía momentánea, o están en un aprendizaje que hace que el actual fútbol argentino sea parecido al de los años Setenta, donde hay mucha confusión, mucho cambio de entrenadores en la Selección y se pasa de una tendencia a la otra intentando buscar soluciones mágicas. En esos años setenta no fuimos al Mundial de México porque no le pudimos ganar a Perú y Bolivia.

-         ¿Cómo ves lo que pasa con la AFA y como se trabaja en las divisiones inferiores?
-         Creo que se trabaja en un diez por ciento de la capacidad de los chicos y del hombre argentino. Los entrenadores no estamos preparados ni metidos para la difícil problemática que tienen hoy los jóvenes pero no les podemos transmitir la pasión y vocación para que sean mejores futbolistas. Nos falta pedagogía, trabajo, dedicación. Los equipos, hoy, aún los de élite, tienen problemas para que sus jugadores coman, viajen, estudien.  Sin ninguna duda se avanzó pero estamos lejos del mundo porque faltan maestros de calidad. Y la Selección no está ajena a eso y estamos esperando que alguien nos salve o un jugador, en este caso Messi, nos salve y no se resfríe. El haber cambiado tanta cantidad de entrenadores en los últimos tiempos (siete u ocho cuando en Alemania hubo sólo uno) hace que esa incongruencia se refleje en los resultados. Se tiene que hacer un proyecto a mediano y largo plazo, respetarlo, como se hizo en 1974 con David Bracutto, Menotti y Alfredo Cantilo, a cuatro y a ocho años y allí podríamos enderezar el barco.

-         Al venir de una familia intelectual, ¿no fue un choque encontrarte con un ambiente como el del fútbol tan distinto y más humilde y ligado a otra cultura?
-         Yo creo que a los jugadores de fútbol nos une la pasión. Entonces yo tengo en Bilardo, Brown, el “Tolo” Gallego, muchísimos jugadores de River de 1986, “Miguelito Russo”,  gente que tuvimos la misma vocación, las mismas ganas de triunfar y el fútbol nos unió, no nos desunió.  Por supuesto que podés ser independiente, basta que en la cancha o en el entrenamiento convivas sanamente. Para mí no hubo un choque entre el intelectual y gente más simple. En ese sentido el fútbol opera como un gran igualador social. Nos equipara mucho con el mismo uniforme las mismas canilleras, el mismo sueño, el escuchar a un entrenador que nos da una orden. El fútbol me dio una educación para perseverar en la vida. Es una gran escuela de vida aunque no reniego de un hogar hermoso que yo tuve en San Nicolás.

-         Estuviste en un Mundial, el de España 1982, y con muchos jugadores que ya eran campeones del mundo, y al que se le sumaron estrellas como Diego Mardona. ¿Qué rescatás de esa experiencia?
-         Me tocó estar cuatro años en la Selección de Menotti y convivir con un plantel maravilloso y que nunca te hacía creer que ellos eran campeones del mundo. Eran chicos muy simples, muy humildes, a los que les daba vergüenza firmar autógrafos, caso Kempes, Olguín, Fillol. Por lo tanto, fue muy enriquecedor para mí. Yo estaba un poco desahuciado, un poco infeliz con el fútbol. Bilardo se había ido de Estudiantes en 1976, también Pachamé, empezaron a venir muchos entrenadores, en el club había una gran confusión y yo pensaba que el fútbol se estaba transformando en algo que me iba a alejar rápidamente. Y cuando me convocó Menotti y vi la alegría con la que trabajaba este grupo con tanto eco en la gente, tratando de hacer felices a los argentinos, yo me dije “el sueño se hace realidad”. Así como ese plantel no hizo alarde de campeonato, me quedó una cosa extraordinaria cuando terminó el Mundial 1982 y aunque pasaron décadas, nadie le echa la culpa al otro y conviven en silencio. Tuvieron una moral muy decente y muy noble y no vigilantearon a nadie en la derrota. Eso me dejó una enseñanza: en lo bueno y en lo malo hay que ser equilibrado.

-         ¿Y ver a Maradona de cerca?
-         Fuimos muchos años compañeros de habitación. Teníamos en común la vocación, las ganas de triunfar y formar una familia y de entrenarnos todos los días. Era igual o más que yo acerca d que quería estar siempre con una pelota de fútbol. Era maravilloso ver que lo que para mí era imposible imaginarme tantas cosas con una pelota, con él eran posibles de hacer. Me perfeccionaba para imitarlo y eso me hizo crecer como jugador. No tengo muchas vivencias de haber jugado juntos porque casualmente yo era suplente de él y el otro diez que estaba en el equipo era Kempes, que venía de ser figura en el otro Mundial, así que yo jugué muy poquito pero rescato esa vivencia.

-         Hay una foto en tu whatsapp pero no es con ningún jugador conocido ni con tu familia. ¿con quién estás?
-         Con Hugo Leonardo Neveleff, ex jugador de Estudiantes, que es donde lo conocí. Él jugaba en la mutual del club y me llevaba siempre con su familia porque yo venía de San Nicolás y no tenía a la mía. También jugó en Quilmes y en San Lorenzo con Sanfilippo y él renegaba mucho del “Nene” justamente porque él venía de Estudiantes donde todo era en familia y todos se ayudaban y él era muy egoísta, aunque destaca que era un jugador fantástico.

-         ¿Qué libros te marcaron?
-         El primer libro que leí fue el de Osvaldo Zubeldía y Argentino Geronazzo, “Táctica y Estrategia del Fútbol” y después, mi bibliografía técnica proviene del Centro Técnico de Covercciano, que tienen la traducción de los mejores DT del mundo y ha sido siempre una guía para mí. Otro libro muy interesante es “El Fútbol” de David Sixton, muy bien escrito, acerca del contraataque de los ingleses. Una síntesis de cómo generaron una táctica para entretener después de la Segunda Guerra Mundial. Y el que me leí en una noche, y son quinientas páginas, es “Gracias, Vieja”, las memorias de Alfredo Di Stéfano.

-         Jugaste en una época de grandes “diez” como Maradona, Kempes, Alonso, Bochini. ¿Qué podés decirme de ellos?
-         Con Bochini nunca jugué pero fue un genio inigualable, por cómo manejaba los espacios reducidos,  por la velocidad con la pelota y siempre recto hacia el arco, por los goles memorables aunque por ser zurdo, yo me inspiraba más en Alonso, Bábington, Carlos López, Roberto Rivelino, Wolfgang Overath. Alonso es un caso emblemático del fútbol argentino. Sin ninguna duda, si hubiera nacido en Estudiantes, habría sido un fenómeno a la altura de Cruyff, Beckenbauer, de esa segunda escala mundial porque era un genio en habilidad, talento, destreza, cabezazo, el temperamento. Pero jugó al veinte por ciento de sus posibilidades reales. Cuando fui compañero de él nos hicimos muy amigos, lo somos, y era impresionante ver en su pierna la cantidad de desgarros y eso en una carrera deportiva significaba estar parado medio año por temporada. Kempes reunía el ADN histórico del fútbol argentino, la sencillez de las tierras cordobesas y en un físico europeo, que hizo eclosión en pleno Mundial 78.  Es el ejemplo de una humildad asombrosa.  Tomabas café o mate con él y no podías ni imaginarte lo que era en el mundo del fútbol.

-         Con Alonso te pasó algo raro en 1973…
-         Sí, yo estaba con los chicos del interior que jugaban en Estudiantes viendo el amistoso entre Alemania y Argentina, que en ese momento dirigía Sívori, en Gelsenkirchen. Alonso le hizo un gol de tiro libre a Sepp Maier. Ese equipo alemán después fue campeón mundial como local en 1974. Argentina le ganó 3-2. Ese día, yo rompí un vidrio de la utilería, robé tres pelotas y me fui a practicar tiros libres. Quería meterla al ángulo. Después de muchos meses, cuando logré concretarlo, me hacía lío porque me faltaba la barrera, hasta que armé una barrera. Después hice muchísimos goles de tiro libre, y fue una especialidad mía. Y yo le digo siempre al Beto Alonso que mi gran inspiración fue ese golazo impresionante (él nunca practicaba los tiros libres) con un talento y una magia que hizo que yo me obsesionara con esa jugada (https://www.youtube.com/watch?v=SE6g8bt8rgI)

-         También jugaste en Estudiantes con Miguel Russo.
-         Sí, es como un hermano, como el Tata Brown. Nos criamos en Estudiantes, somos amigos, nos fuimos conociendo en sexta, séptima división. Nuestras novias eran amigas, se hicieron señoras, conocí a sus hijos, soy el padrino y mi señora es la madrina de su hija Natalia. Es alguien como Bilardo o Brown, hermanos de la vida. Diez días antes de agarrar el plantel de Boca, ahora, dimos una charla en Junín, donde nació Zubeldía y estuvimos tres días de convivencia, algo que no pasaba desde 1981 y charlamos, conversando sobre todo lo que nos había pasado en la vida. Fue una charla hermosa. Sin ninguna duda está entre los mejores entrenadores de la historia del fútbol. Comenzó en 1989 en Lanús, cuando ascendió a Primera, y tiene una gran trayectoria, sobre todo la continuidad en el trabajo, y termina siendo un entrenador con mucha capacidad, disciplina y que se supo adaptar no sólo al dirigente argentino sino al cambio de época porque se lleva de maravillas con la juventud de hoy, algo nada fácil.

-         ¿Qué cambió en el futbolista argentino de antes al de ahora?
-         El jugador argentino está deseoso de trabajar y de aprender. Lo que está faltando son buenos formadores, buenos educadores, buenos maestros para que los chicos tengan una referencia que les va a servir para la vida. Y hay un gran temor hacia el periodista porque hoy tomó un protagonismo al que el jugador no se quiere exponer gratuitamente en un terreno que no le corresponde y conoce mucho menos. Entonces la fama la tiene de la misma manera, el dinero lo tiene asegurado cuando prácticamente llega a Primera División, porque ya no se habla de temas económicos en los últimos diez años, cuando si no jugabas en River o en Boca o en la Selección no te vendían al exterior y ahora todo eso no pasa y el jugador está en un lugar cómodo, sereno, y no quiere involucrarse en temas periodísticos en los que puede salir perjudicado. Es una estrategia que ellos hacen para no tener problemas ni con el representante ni con los compañeros ni con el club.

-         Cuando jugabas estabas mucho en la utilería de Estudiantes. ¿Por qué?
-         Para mí fue muy importante. Al tener edad de sexta, séptima división, no conocés nada del fútbol profesional y ya estar todo el día con los botines, las medias, las vendas, los pantalones, las camisetas, los buzos si hace frío, te va dando los requisitos del jugador profesional.  Cómo a un jugador le gustaba determinado cordón, por ejemplo. El largo de los pantalones. Todas cosas que el utilero te va contando, o entre mate y mate, te va contando la final contra Palmeiras, o la del Milan, cómo trajeron las camisetas del Milan que eran inglesas y a través del utilero vas conociendo la historia del club.  A través de él yo conocí a Bilardo, Pachamé, Togneri, Pezzano, Pagnanini. Es un rito que en Estudiantes todavía sigue existiendo. Cuando la delegación llegaba a cualquier ciudad en el exterior, el primero que agarraba una bolsa de utilería para ayudar, era Bilardo, o Pachamé. Me sirvió de mucho y me hice muy amigo del utilero de entonces, Ricardo Cayero, que era de San Nicolás, como yo.

No hay comentarios: