jueves, 25 de marzo de 2021

La fecha FIFA, la culpa y el cerdo (Dosis Futbolera)


 

Por estas complicadas horas de pandemia en todo el mundo, con el interrogante sobre la segunda ola, la tercera y vaya a saberse si no la cuarta también, depende en qué países, llegarán otras de las llamadas “Fechas FIFA” por la que las selecciones nacionales volverán a enfrentarse.

En principio, estaba previsto que fuera en todo el mundo, pero no será así. En Europa, Asia y en el ámbito de la Concacaf sí se jugará pese a la situación sanitaria descripta, pero no en Oceanía ni en África ni en Sudamérica.

En el caso de la relación entre los dos continentes que hasta hoy albergan a las mayores potencias del mundo, Europa y Sudamérica, se ha producido recientemente un caso que sienta un precedente muy peligroso, porque por primera vez, la Conmebol debió suspender las dos fechas previstas en el calendario porque los clubes poderosos europeos, en los que juegan la mayoría de las estrellas, rechazaron ceder a sus jugadores por temor a contagios, o para no privarse de ellos al tener que confinarse catorce días al regreso de esos partidos.

Podría ser entendible la situación por parte de los clubes ricos europeos. Al fin y al cabo, son ellos los que pagan los salarios y los que disponen de sus jugadores durante la mayor parte del año. Como solemos decir en la Argentina, la culpa nunca es del cerdo, sino de quien le da de comer. Porque sólo con haber continuado la regla de la FIFA por la que los clubes están obligados a ceder a sus jugadores a las selecciones nacionales, bastaba que sólo el presidente Gianni Infantino advirtiera no sólo de posibles sanciones a los incumplidores sino de que, de todos modos, no podrían contar con ellos en sus partidos.

Sin embargo, la FIFA actual, cuyo discurso endulza los oídos de los que pretenden el juego limpio aunque luego sus acciones no tengan demasiada relación con él, aprovechó la pandemia para hacer política y la vista gorda ante los poderosos y aprovechó la ocasión de la excepción sanitaria mundial para agregar un inciso en el reglamento por el que “por ahora” se permite no ceder a los jugadores si las condiciones no son las ideales.

Joseph Blatter, el suizo que precedió a Infantino en la presidencia de la FIFA, llegó a decir que él tenía que “administrar pasiones”, en cuanto al eterno tironeo entre clubes ricos europeos y selecciones nacionales, especialmente de los países que tienen jugadores en los torneos más importantes del mundo (sudamericanos y africanos, aunque ahora se agregan cada vez más estadounidenses y mexicanos).

Con todos los errores y casos de corrupción que rodearon a las gestiones anteriores, es innegable que la idea de la pasión (si es que podemos asociar a ésta con los equipos nacionales) disputó paso a paso a la de la administración o el dinero, pero todo indica que los tiempos cambiaron para Zurich.

Claro que para que esto no pase a mayores se necesita de la colaboración de la contraparte, rol que en este caso cumple la Conmebol, del otro lado del Océano Atlántico. Porque pocas veces se ha visto tanta genuflexión desde la justificación de la pandemia como motivo para que la FIFA no moviera un dedo en el arbitraje cuando la semana pasada, por zoom, los dirigentes sudamericanos le pidieron que actuara para interceder ante los poderosos europeos, pero en Zurich se lavaron las manos, y a otra cosa, mariposa.

Así es que la Conmebol dio a entender que era “lógico” que se suspendieran sus partidos previstos para esta semana correspondientes a la quinta y sexta fecha de la clasificación al Mundial de Qatar, que si bien debe comenzar a fines de 2022, ya no aparecen tantas opciones para que el calendario de los 21 meses que quedan hasta el máximo certamen acepte tan fácilmente los 14 partidos que cada selección nacional debe disputar, y dejar aún libre un mes, por lo menos, para los repechajes, teniendo en cuenta que además, debe haber vacaciones a mitad de cada uno de los dos años, y que aún la Conmebol aspira a jugar “sí o sí” la Copa América entre el 13 de junio y el 10 de julio entre Argentina y Colombia, por más que estos países tengan hoy sus fronteras cerradas, y en cualquier momento esperan la llegada de la segunda y hasta tercera ola del coronavirus.

O sea que la Conmebol, que conoce que la situación en pandemia puede que se repita con respecto a la negativa de los clubes europeos, que no tiene fechas para disputar partidos de selecciones nacionales hasta junio próximo, que sabe que luego hay vacaciones hasta septiembre, pretende jugar a como dé lugar la Copa América (con o sin público, con o sin periodismo, coincidiendo casi en el tiempo con la Eurocopa y posiblemente con la cuarentena obligatoria) y al mismo tiempo, evalúa hasta tres partidos por fecha FIFA desde septiembre, en vez de dos, para paliar su déficit de calendario, pero permitió y no protestó que la FIFA cambiara el reglamento mientras los equipos nacionales europeos juegan sus partidos vivitos y coleando. ¿Los clubes europeos van a ceder a sus jugadores casi por dos semanas? Suena a utopía.

Pensándolo bien, poco se puede esperar de una dirigencia sudamericana que hizo jugar la final de su mejor torneo continental, la Copa Libertadores de América, entre Boca Juniors y River Plate en Madrid, en 2018, cuando si no le parecía bien el estadio de River tenía otros en Buenos Aires, en  otras provincias argentinas, o en cualquier capital del continente, o en cualquier ciudad que ofreciera ser sede si pagara una buena suma por los derechos.

Pero no, se entregó a los negocios con España y su banco auspiciante, generando el traslado oneroso de muchos hinchas y una final a miles de kilómetros de distancia.

El problema de estas fechas FIFA, que se juegan en unos lugares, mientras los otros miran por la TV mientras tratan de pensar una solución que saben muy complicada, sigue pasando por el poder, de los que tienen el dinero y de los que en vez de arbitrar, miran para otro lado.

La culpa, entonces, sigue sin ser del cerdo.


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