sábado, 10 de julio de 2021

Se rompió el maleficio: Argentina campeón y en el Maracaná (Jornada)


 

Por fin. Se acabó el maleficio. Después de veintiocho años sin títulos en mayores, la selección argentina logró consagrarse campeona de la Copa América en el mejor escenario posible, el legendario estadio Maracaná de Río de Janeiro, y ante el rival soñado, Brasil, que además llegaba invicto a la final  desde su eliminación en los cuartos de final del Mundial de Rusia 2018, hace tres años.

Tuvieron que pasar seis finales (Copa América 2004, Copa Confederaciones 2005, Copa América 2007, Mundial 2014, Copas América 2015 y 2016) y una importante cantidad de frustraciones pese a que los equipos argentinos llegaban a estar al borde de las consagraciones, para que se rompiera la racha con el 1-0 ante apenas 7800 espectadores, en el Maracaná (entre ellos, 2200 argentinos) y con gol de un histórico y también muy discutido, como Ángel Di María.

Este título –con el que la selección argentina alcanza a la uruguaya en el liderazgo histórico con 15 Copas América, contra 9 de Brasil- también termina de coronar a Lionel Messi, considerado desde hace una década y media como el mejor jugador del mundo y uno de los cinco mejores de la historia del fútbol, podio que ocupa junto a sus compatriotas Alfredo Di Stéfano y Diego Maradona, así como con el brasileño Pelé y el neerlandés Johan Cruyff.

Messi, que nunca había podido conseguir un título oficial con la selección absoluta (fue campeón olímpico en Pekín 2008 y mundial sub-20 en Países Bajos en 2005)  y que como capitán recibió el trofeo de manos del presidente de la Conmebol, el paraguayo Alejandro Domínguez, obtuvo también el premio como mejor jugador del torneo y como goleador (el colombiano Luis Díaz y el ítalo-peruano Gianluca Lapadula lo igualaron pero el argentino se impuso por más pases-gol que sus rivales).

También este título consagra a Lionel Scaloni, un entrenador que jamás había estado a cargo de equipo profesional alguno hasta hacerse cargo de la selección argentina una vez que finalizó el Mundial 2018 y decidió encarar una renovación casi total, con muy pocos jugadores que permanecieron desde Rusia 2018, y los cambios todavía fueron más profundos durante esta Copa América por los casos de Covid, por lo que aparecieron figuras notables como el arquero del Aston Villa, Emiliano Martínez, y el marcador central del Atalanta, Cristian Romero, o el nuevo delantero de la Fiorentina (y ex Stuttgart), Nicolás González.

El equipo nacional venció a Brasil en su propio campo, pese a que los dirigidos por Tite no habían perdido ningún partido oficial desde el Mundial de Rusia y sólo habían caído cuatro veces (dos ante Argentina, en amistosos) en el ciclo de cinco años, en el que ganaron todos los partidos de clasificación mundialista (14 entre los dos ciclos) y fueron campeones invictos en la Copa América 2019 y tampoco habían sido vencidos en este torneo hasta la final.

La selección argentina planteó el partido sabiendo que si le entregaba la pelota a su rival, con un juego ofensivo muy potente, podía sufrir, por lo que fue muy importante ahogar en el medio del campo, adormecer el juego, y pasar largo cuando apareciera la ocasión, y así es que llegó el gol a los 21 minutos del primer tiempo cuando Ángel Di María aprovechó un excelente pase de Rodrigo De Paul (al cabo, la figura de la final) y un mal cálculo del lateral izquierdo Renán Lodi, para escaparse y sacar un remate de emboquillada cuando el arquero Ederson dio unos pasos hacia adelante.

Era de esperar que la selección brasileña saliera con todo a buscar el empate pero no encontró demasiadas ocasiones por la presión ejercida en la zona de volantes por De Paul, Leandro Paredes, y Giovani Lo Celso, mientras que Gonzalo Montiel y Marcos Acuña cancelaron sus laterales y con el paso de los minutos, el conjunto local comenzó a desesperarse, siempre en el contexto de un partido lento y trabado, con muchas faltas y discusiones de los dos lados, aunque con un muy buen trabajo del árbitro uruguayo Esteban Ostojich.

Las dos oportunidades que tuvo Brasil, que en el segundo tiempo se llenó de atacantes (Tite hizo ingresar a Roberto Firmino por Fred, a Vinicius Jr por Everton y a Gabigol por Lucas Paquetá), fueron bien bloqueadas por el excelente arquero Martinez –recibió el premio al mejor del certamen- , a los 54 minutos a Richarlison, y ya sobre el final, a los 87 a Gabigol, pero acaso este dato sea una muestra de lo que le costó llegar con peligro a los locales, siempre bien controlados por una férrea y ordenada defensa albiceleste, que se fue retrasando con los ingresos de Gabriel Rodríguez, Nicolás Tagliafico y Exequiel Palacios, mientras que Germán Pezzella tuvo que suplantar al lesionado Romero a los 78 minutos.

A Brasil esta vez no le alcanzó con las gambetas de Neymar (un muy hábil y guapo jugador, que siempre quiere jugar y que lloró desconsoladamente al final) y con el despliegue de su equipo, completamente partido en dos en el segundo tiempo al salir Fred y quedar solo Casemiro en la contención, obligando al arquero Ederson a adelantarse casi como líbero.

Sobre el final, Messi tuvo la chance de coronar la noche con un gol propio cuando De Paul lo dejó solo ante Ederson casi llegando al área chica, pero se le trabó la pelota y se le quedó atrás.

Cuando el árbitro Ostojich pitó el final al quinto minuto de descuento, se desató la euforia en el plantel argentino y en los 2200 aficionados que lo acompañaron desde las tribunas del extrañamente despoblado Maracaná. Argentina era campeón de América, por fin, por primera vez desde 1993., desde aquella Copa que levantó Oscar Ruggeri en Guayaquil, a ésta que alzó Messi, ahora en Río de Janeiro, en el lugar soñado. Una linda manera de terminar una etapa y comenzar otra, ahora sí, esperanzadora.

 


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