domingo, 8 de septiembre de 2019

Sólo el carisma y la idolatría de Maradona pueden generar una revolución semejante en la situación de Gimnasia (Jornada)




Con un punto sobre quince en juego en la Superliga, a once puntos del equipo por alcanzar en la lucha de los promedios por no descender a falta de apenas dieciocho fechas, y con la salida del anterior director técnico, identificado con Gimnasia y Esgrima La Plata, como era el caso del “Indio” Hernán Ortiz, sólo el carisma y la idolatría que genera Diego Maradona podían generar en el club algún indicio de que esta situación puede modificarse y de que cualquier milagro es posible.

Parece imposible de creer que un ser humano de casi 59 años, que atravesó tantas dificultades en su vida, desde una larga adicción hasta operaciones físicas de toda índole (viene de una de su rodilla derecha que le impide desplazarse bien, además de un prominente abdomen pese a intentar reducirlo hace años con otra intervención) y al que le cuesta expresarse, pueda generar una revolución como la de Maradona en La Plata, con apenas tres días desde que firmó su contrato.

Para que se entienda mejor: en apenas 72 horas, muchos hinchas de Gimnasia creen que se podrá salvar del descenso, sienten orgullo de que uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol mundial forme parte de su plantel, el club tiene 2000 socios nuevos y esto va a mucho más, con gente que se informa desde el exterior a través del sitio web oficial, asistieron 25.000 personas a un entrenamiento abierto, como si fuera una clínica de Roger Federer o un recital de Paul Mc Cartney, con la diferencia de que Maradona no juega más, sólo estuvo presente, y se agotaron las 500 camisetas que lo más rápido posible, Gimnasia puso a la venta con el número 10 y la imagen del ex genio campeón mundial en 1986 con la selección argentina.

Maradona es capaz de todo. Tiene, además, el llanto fácil, como una novedad de estos tiempos de abuelazgo e hijos reconocidos hasta llegar a un equipo entero, incluso otorgando el changüí de la cargada vía memes de los hinchas de Estudiantes: “Diego, no te preocupes que Gimnasia es hijo nuestro”. Y siguiendo con los “Pincharratas”, ya el “diez” hizo lo que tantas veces en su vida: trazó una fuerte raya roja al medio, y buscó enemigos que lo fortalecieran y en este caso, lo tuvo fácil, a mano: nada menos que el presidente de los rivales platenses, Juan Sebastián Verón, con quien se enemistó en el Mundial de Sudáfrica 2010, cuando lo dirigió y terminó sacándolo de los dos partidos finales del equipo nacional, para después tomar distancia y hasta discutir en Italia en un partido benéfico.

Pero no termina allí: Maradona cree, y es algo que repitió durante todos estos días desde que fue contratado por un desesperado Gimnasia, que estuvo prohibido todos estos años por la AFA, que no podía dirigir en la Argentina porque así lo había dispuesto el fallecido Julio Grondona, aunque también está convencido de que Verón y su padre Juan Ramón, otro ídolo de Estudiantes, operaron en su contra, y es por eso que, como nadie lo hace en un ambiente en el que la mayoría mide sus palabras, se permitió cantar con la gente “el que no salta es un inglés” hasta dando esos brincos que, se supone, no debe dar para cuidar su rodilla.

Maradona llegó a tal status de ídolo nacional que ya no importa que juegue, ni lo que diga, y acaso por eso la prensa, que trajo casi mil acreditados a la conferencia de presentación, no se preocupó siquiera aunque casi ninguna de las preguntas fuera respondida y que por cada una, los temas abordados hayan sido a voluntad y apuntando claramente a un objetivo preciso.

Si hasta Cristina Fernández de Kirchner tuvo que hacer referencia a la llegada de Maradona al club de su recientemente fallecida madre, Ofelia Wilhelm, fanática “tripera” y su hermana, al terminar la conferencia de prensa, se acercó, emocionada, para hacerle firmar una camiseta. El propio candidato presidencial Alberto Fernández, hincha de Argentinos Juniors, club en el que Maradona se formó, terminó aceptando que se hiciera cargo del “Lobo”.

¿Quién más puede generar que en un entrenamiento del último de la tabla y de los promedios, sin haber ganado un solo partido y sin jugar, las decenas de cámaras de TV tomen su imagen en primer plano casi en cadena nacional, y que su ayudante de campo, Sebastián Méndez, le pidiera un autógrafo para una camiseta yendo en carrito hacia la mitad de la cancha antes de que el Diez bajara para saludar al público?

¿Cómo explicar que un jugador internacional como Nacho Fernández, de River, pero identificado con Gimnasia, se perdiera en la tribuna entre los hinchas sólo para verlo?
Este cronista imagina que en una tribuna de un alto porcentaje de hinchas menores de 30 años, casi nadie lo vio jugar en plenitud. Los que tienen menos de 22, imposible porque su último partido formal fue en 1997, y los que tienen un poco más, tenían apenas ocho cuando se retiró, y no suele haber mucho criterio para observar los partidos con cierto análisis a esas edades.

Y enseguida llegó aquella imagen de cuando Juan Domingo Perón volvió a la Argentina tras 17 años en el exilio, en 1972, y purretes de 16 a 18 años se trepaban a las copas de los árboles para ver al general en la quinta de Gaspar Campos.

Son muy pocos los que reúnen tanto carisma y los que transmiten la sensación de que, aunque diminutos físicamente, incluso con problemas de todo tipo, son capaces de todo. Pocos motivadores hay en el mundo del deporte, como Maradona.

La gran pregunta es si alcanzará con esto en Gimnasia, si no terminará siendo una apuesta de marketing, porque muchos están esperando a Maradona a la vuelta de la esquina.

Por lo pronto, Racing aparece en el horizonte del próximo domingo como primer desafío, luego Talleres en Córdoba, y luego River. Boca, paradójicamente, lo espera en la Bombonera en la última fecha.

Muchos se preguntan si Maradona está preparado para tantas exigencias y con tantos compromisos (presidente de un club en Bielorrusia, viajes a Venezuela, la cercanía de las elecciones presidenciales cuando él tomó ya una clara posición política, sus problemas personales, de tanto revuelo en la prensa rosa) pero acaso la respuesta provenga de una frase de alguien que lo conoce muy bien, César Luis Menotti: “No hay nada que haga más feliz a Maradona que la pelota de fútbol y su trayectoria sólo genera una palabra, respeto”.



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