domingo, 1 de septiembre de 2019

Un gris y olvidable 0-0 en el Superclásico “PASO” de la Superliga (Jornada)




Si en la Argentina se aceleraron los tiempos políticos tras los resultados de las PASO, aunque el veredicto saldrá en octubre, con el Superclásico nacional, entre River y Boca ocurre prácticamente lo mismo y el gris empate de ayer 0-0 en el Monumental operó sólo como prueba de lo que viene, el plato fuerte, que son los dos partidos de semifinales de Copa Libertadores dentro de un mes y de hecho, el segundo y definitivo será en los días previos al comicio presidencial-.

Ni bien finalizó el flojo partido de la Superliga en Núñez con los hinchas de River cantándole “Equipo chico” a Boca por su actitud excesivamente conservadora, que le permitió irse con una sonrisa después de evitar que le convirtieran sin importarle demasiado casi no llegar al arco contrario, el director técnico xeneize, Gustavo Alfaro, admitió que la estrategia diseñada le permitió testear el clima para lo que viene, el partido de ida de la Copa Libertadores del 1 de octubre, otra vez con su adversario como local en el partido de ida.

Para lo que hizo Boca en el partido, aún con la atenuante de no contar con varios de sus jugadores clave del medio hacia arriba (Mauro Zárate, Eduardo Salvio y Ramón “Wanchope” Ábila), no tiene demasiadas justificaciones porque desde que se hizo cargo del plantel, a principios de 2019, Alfaro viene planteando muchas veces esta clase de estrategias, bastante lejos de lo que históricamente fueron los equipos de este club.

Es indudable que desde las matemáticas, desde el estricto análisis de los datos, sin importar el espectáculo (como si quienes asisten no pagaran religiosamente su entrada, como si los tele espectadores no pagaran para ver, como si los derechos internacionales no fueran importantes de vender), los resultados le responden bastante bien a Boca (en semifinales de la Copa Libertadores, en una posición expectante en la Superliga, con un solo gol en contra en los diez partidos de la temporada), pero con  uno de los presupuestos más altos del continente, el listón de la exigencia tiene, necesariamente, que subir.

Y Boca no sólo no contribuye en casi nada al espectáculo (sólo en los últimos veinticinco minutos, con un River ya algo desgastado, Alfaro hizo ingresar a “Bebelo” Reynoso, al colombiano Sebastián Villa y a Carlos Tévez, cuyo tiro libre desde el costado izquierdo fue, al cabo, la jugada más peligrosa del partido y obligó a un esfuerzo del arquero Franco Armani para desviarla al córner), sino que puede llegar a confundirse si da por bueno este empate como punto de partida para lo que viene en Copa Libertadores.

Porque sin marcar goles de visitante, Boca puede creer saborear unas mieles que acaso acaben siendo amargas teniendo en cuenta que si River marcara un gol en la Bombonera, le obligaría a meter dos como mínimo para llegar a la final de Santiago de Chile, y los “Millonarios”, además de tener una mentalidad copera en estos tiempos del “Muñeco” Marcelo Gallardo, llevan dos años sin caer como visitantes en los torneos internacionales.

Por eso, que en Boca se tome este resultado como ideal como la marca de un camino para octubre, puede terminar siendo un error imperdonable. Tiene plantel para que seamos más exigentes, si bien Alfaro sigue sin demostrar por qué optó por algunos chicos de divisiones inferiores que al menos hasta ahora, no han demostrado ser superiores a los que suplantan, que tienen más trayectoria que ellos, si se equipararan las condiciones técnicas. Y sumado a eso, los refuerzos en el ataque, por ahora, no han aparecido cuando se los requirió, si bien es cierto que reciben muy poco juego limpio.

Por el lado de River, tampoco puede haber autoengaño. El haber tenido mucho más tiempo la pelota ante un rival que no se la discutió hasta los tres cuartos, no significa demasiado. River es un equipo con mucho más tiempo de trabajo que su adversario, y sin embargo, pese a haberlo intentado con sus cuatro delanteros principales, porque Gallardo optó primero por Lucas Oratto y Santos Borré, y luego con Matías Suárez y con Ignacio Scocco, no llegó ni una sola vez con peligro al arco del muy seguro (y tranquilo) Esteban Andrada, que en el Monumental batió el récord histórico de imbatibilidad  en Boca que llevaba desde los años sesenta el fallecido Antonio Roma.

River tiene un muy aceitado andar hasta los tres cuartos. Si fuera que los partidos se definieran por puntos como en el boxeo, probablemente River ganaría muchos más, pero en fútbol, hay que meter la pelota en el arco rival y allí radica el problema “millonario” cuando se le cierran los rivales. Mo pudo marcarle tampoco, en el Monumental, a Talleres de Córdoba la semana pasada, tampoco a Cruzeiro por los octavos de final de la Copa Libertadores, y en los cuartos, ante Cerro Porteño, lo venció con dos penales.

Lo que no tiene River, y lo extraña, es un jugador como Juanfer Quinteros, quien parece empezar a recuperarse de su larga lesión, o en menor medida, aunque también, como el transferido Gonzalo “Pity” Martínez, ese talento que pueda conectar a los muy buenos volantes con los potentes delanteros, y que al mismo tiempo marque los tiempos de los partidos.

Mientras ese jugador no aparezca (o no regrese, según el caso), River seguirá dependiendo de algún error ajeno, o de algún ataque aislado, o algún tiro libre, penal, o llegada desde atrás porque plantel rico, tiene en casi todas sus líneas.

Sea como fuere, tanta gente futbolera y que viene sufriendo los duros avatares del país, se merecía una fiesta diferente en el Superclásico. Un equipo menos mezquino, otro que pudiera superar los obstáculos, y también, que se acabe la farsa de ser más papista que el Papa desde los organismos de Seguridad, porque una cosa es que no puedan ingresar los hinchas visitantes, que ya de por sí representa un enorme fracaso social (que dos grupos de personas que aman colores distintos no puedan convivir en un espacio), y otra, que ya no puedan mostrar un cartel, o una sábana con una “B”, porque ya esto significa que no permitimos ni el folklore por temor a la violencia.

Sea como fuere, este Superclásico sin goles ni llegadas de peligro en noventa minutos,  por una quinta fecha de una Superliga de veintitrés, no termina siendo más que un aperitivo, una PASO del plato fuerte que vendrá en octubre, tal como ocurre con el país.

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