miércoles, 23 de octubre de 2019

River volvió a eliminar a Boca y es otra vez finalista de la Copa Libertadores (Interia)




Lo de River Plate es poco común. Vive un momento que sus hinchas recordarán por siempre, porque no es habitual llegar a una tercera final de la Copa Libertadores de América luego de haber ganado las otras dos (2015 y 2018) en un mismo ciclo de cinco años y medio, y que en los tres casos haya eliminado, en distintas instancias, a su clásico rival, Boca Juniors.

Siendo el vigente campeón, luego de ganarle a Boca aquella escandalosa final de 2018 en Madrid, River vuelve a ser finalista, esta vez a partido único y en Santiago de Chile el próximo 23 de noviembre ante el ganador de la otra semifinal que se define hoy entre los brasileños Flamengo y Gremio, tras eliminar otra vez anoche, a su clásico rival y en el estadio de éste, la mítica Bombonera, pese a caer 1-0 y gracias al más amplio 2-0 obtenido en la ida en el Monumental, como local.

En estos cinco años y medio, desde que el ex jugador del club Marcelo Gallardo, que ya ganó la Copa Libertadores en 1996 en aquella otra etapa, River, además de ser campeón en 2015 y 2018, llegó a cuartos de final en 2016, a semifinales en 2017 y  fue campeón de la Copa Sudamericana (una especie de equivalente de la UEFA Europa League) en 2014, cuando también eliminó a Boca.

Las chances de que River se clasificara anoche a la final de esta temporada eran altas, de acuerdo con lo que había ocurrido en la ida, cuando se impuso 2-0. En aquella oportunidad, un Boca de una gran solidez defensiva, que sólo había recibido dos goles en toda la temporada 2019/20, pero se encontró con un polémico penal en contra apenas a los 3 minutos de juego y a instancias del VAR, cuando nadie había reparado en esa acción, y eso descolocó demasiado al equipo que dirige Gustavo Alfaro, que tardó mucho en reponerse y no pudo realizar el partido que vino a buscar.

Si algo se le critica al experimentado entrenador de Boca, que sugestivamente dijo después de la eliminación en la conferencia de prensa que “fue muy bueno haber dirigido a Boca y ahora espero que llegue fin de año para retomar mi vida”, hablando en pasado respecto de su trabajo y de futuro sobre su vida fuera del fútbol, es que desde principios de 2019, cuando fue contratado como entrenador, sus planteos fueron demasiado defensivos para la rica historia del equipo (que ganó seis Copas Libertadores contra cuatro totales de River, siendo el segundo con más trofeos detrás de otro club argentino, Independiente, con siete), y que tampoco acertó con muchos de los fichajes, especialmente los relacionados con el juego ofensivo.

Es cierto que Boca sufrió la sangría de jugadores fundamentales como el centrodelantero Darío Benedetto (Olympique de Marsella) y el volante uruguayo Nahitán Nández (Cagliari), y nunca pudo recuperarse del todo de una importante lesión su lateral izquierdo colombiano Frank Fabra, sumado a que la dirigencia decidió cambiar a buena parte de la plantilla tras la derrota de diciembre de 2018 ante River en Madrid.

Alfaro, entonces, se encontró con un club rico, en condiciones de fichar otra buena cantidad de jugadores, pero pareció contentarse con bastante de lo que había, cuando en verdad era una segunda línea del equipo anterior, con un Carlos Tévez que fue una gran estrella de joven pero que a los casi 36 años y tras una temporada en China, ya no era ni la sombra de lo que fue, y algo parecido, aunque más joven, ocurre con el ex Lazio Mauro Zárate, mientras que el entrenador prefirió a un rústico delantero local, Franco Soldano, en vez de contratar al francés del América de México, André Pierre Gignac, y tampoco le dio demasiado lugar al ex campeón mundial 2006 Daniele De Rossi, porque optó por jugadores jóvenes de la cantera que aún no estaban en condiciones de afrontar compromisos tan importantes.

River, con Gallardo, es todo lo contrario. Acostumbrado a los éxitos, es un equipo muy seguro de lo que quiere, con jugadores acostumbrados a estos partidos decisivos, y especialmente como local, suele desplegar un fútbol muy agresivo, con jugadores muy técnicos en su mayoría, mezclados con algunos jóvenes que pudieron subir al primer equipo sin urgencias gracias a la suma de títulos que fueron llegando, como el lateral derecho Gonzalo Montiel, el defensa central Lucas Martínez Quarta o el volante Exequiel Palacios, todos pretendidos por los principales clubes europeos.

Puede decirse con claridad que esta vez, River obtuvo un altísimo porcentaje de su clasificación en el partido de ida del 8 de octubre como local, porque aquella noche, un nervioso Boca, descolocado por el penal del VAR, no encontró los caminos para el gol (el juvenil Capaldo tuvo una clara y acaso única chance al lado de la portería pero su remate salió muy alto), pero su entrenador Alfaro jamás entendió que en la Copa Libertadores, hasta la instancia semifinal, el gol fuera de casa se computa como doble, y su planteo fue mezquino porque días antes y por la Superliga, el torneo argentino, había sacado un empate 0-0 del mismo escenario casi sin salir de su propio campo. Eso lo confundió para el compromiso de Copa Libertadores, y lo pagó caro.

En el partido de anoche en la Bombonera, en cambio, pudo verse un aceptable Boca, que ganó casi todas los balones divididos, alentado por su público (en la Argentina, por temas de seguridad, no pueden asistir los hinchas visitantes), pero un equipo acostumbrado a jugar con muy pocos delanteros, tuvo que salir a remontar dos goles y le costó demasiado, aunque en una jugada a balón parado convirtió el 1-0 a través del venezolano Jan Hurtado, y estuvo cerca de empatar la serie.

River, en cambio, anoche fue mucho menos de lo que suele ser, porque se retrasó demasiado y le dio más importancia a mantener la diferencia de dos goles. Sufrió mucho el partido, pero se llevó el premio mayor, que es volver a estar en una final por séptima vez en su historia (perdió las dos primeras en 1966 y 1976, las dos justamente en Chile, igual que donde se jugará ahora) y por tercera con Gallardo.

A propósito de Marcelo Gallardo, ya hubo sondeos hacia él de dirigentes del Fútbol Club Barcelona. Sería un buen salto para el entrenador argentino luego de su brillante ciclo en River desde 2014, si es que acepta que su ciclo se haya cumplido cuando lleguen las fiestas de fin de año.


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