viernes, 17 de septiembre de 2021

La FIFA juega con fuego: quiere un Mundial cada dos años (Jornada)


 

El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, parece que quiere jugar con fuego y poner en riesgo lo único que le queda para terminar de matar a la gallina de los huevos de oro. No sólo comenzó hace poco a sugerir la idea de que los Mundiales se jueguen cada dos años en vez de cuatro, como hasta ahora, sino que insiste con la posibilidad de implementarla, lo que puede terminar con lo más preciado del fútbol en todo el planeta.

No hay duda de que los Mundiales son auténticas fiestas planetarias. En los lugares más recónditos se paralizan muchas actividades durante ese mes, cada cuatro años, y los que tuvimos la suerte de haber estado en varios de ellos, en países de todos los continentes, hemos notado el clima de inmensa alegría y convivencia como en pocos hechos ocurre, con calles desbordadas de entusiasmo y un notable consumo debido a la enorme cantidad de turistas, la inmensa mayoría, aficionados al fútbol, aunque también los hay de aquellos que quieren observar este fenómeno único.

Quienes peinan canas seguramente recordarán aquellos torneos de fútbol en la Argentina, cuando se disputaban en formato largo y durante el año, sin seguir como ahora los calendarios europeos por el sólo hecho de tratar de venderles jugadores. Eran treinta y ocho fechas de primera división, con un torneo fuerte, con un campeón cabal y de marzo a noviembre.

Una vez que el campeonato terminaba, se paraba la actividad (como ocurre en Europa desde fines de mayo hasta agosto, cuando acaba la temporada) y cuando se acercaba el momento del regreso, la expectativa era mayúscula para poder volver a ver a su equipo o para conocer a sus nuevas estrellas, ya sea surgidas de las divisiones inferiores o algún pase rimbombante, que por lo general debutaban en los torneos de verano.

Si tras dos meses sin fútbol las expectativas eran máximas, no se necesita mucho para describir lo que ocurre cuando transcurrieron tres años y medio y de a poco va llegando el momento de la disputa de un Mundial, para el que hubo que jugar una larga clasificación, luego llega la posibilidad de conocer la lista definitiva de los veintitrés (antes eran veintidós) jugadores que integrarán la selección nacional, y ya los días previos generan una ansiedad inigualable y luego, el cosquilleo nervioso del debut. De hecho, hay muchísima gente que cuenta episodios de su vida basada en la referencia de los Mundiales.

Todo eso es lo que ahora quiere reducir Infantino, con la FIFA, sólo por intereses económicos, para poder recaudar el doble de dinero a partir de multiplicar los Mundiales, como si esto fuera lo mismo que hasta ahora.

Infantino se basó en el informe del ex entrenador francés Arsene Wenger (muchos lo recordarán dirigiendo al Mónaco o al Arsenal inglés), quien recomendó esta idea, y ahora sostiene que la FIFA realizó dos largas encuestas que dieron como resultado un porcentaje alto de aceptación, algo extraño porque en el canal de YouTube de quien esto escribe, hubo una casi unanimidad en la oposición y algunos pocos tibios casos de aceptación de pasar a tres años el lapso entre los grandes torneos de selecciones.

Un Mundial cada dos años implicaría, además, la modificación absoluta de los calendarios del fútbol internacional justo cuando la puja entre los clubes poderosos europeos y las selecciones nacionales periféricas, en especial las sudamericanas, está haciendo eclosión y hasta no se sabe aún si la Premier League va a permitir que sus jugadores vayan a participar de las tres fechas de clasificación de octubre luego del escándalo entre Brasil y Argentina de días atrás en San Pablo.

Esta modificación del calendario implicaría, por ejemplo, que las clasificaciones a los Mundiales deberían hacerse también cada dos años y de manera diferente a la actual para acortar los tiempos, y casi sin espacio para un respiro, lo cual atentaría contra los torneos continentales, como la Copa América o la Eurocopa, que se superpondrían, generando un absoluto caos y una clara merma en la calidad de los partidos, sumado a las continuas protestas de los clubes ricos europeos por tener que ceder a sus jugadores de manera permanente.

El acortamiento de los plazos de los Mundiales a dos años se parecería, de alguna forma, a lo que ocurrió en la Argentina con aquella idea de Julio Grondona del torneo de treinta equipos en primera división, que todavía hoy sigue pagando la AFA, y que significó una caída en picada en calidad y credibilidad, y todo para sumar partidos por fecha para recaudar más por la televisión.

Desde ya que si Infantino persiste con esta idea, tiene mucha relación con el mal momento de relación que atraviesan la FIFA y la UEFA, que se sigue cerrando al resto del mundo con sus propios torneos, como la Liga de las Naciones, que se juega paralelamente a la Eurocopa pero de manera continua durante el año, con un sistema de ascensos y descensos, y que no es otra cosa que la idea de evitar que sus selecciones tengan fechas libres para partidos amistosos con otras de Sudamérica, África o Asia para así evitar lo que el periodismo deportivo del Viejo Continente denomina “Virus FIFA”, aquellos jugadores que deben viajar miles de kilómetros en la semana para volver agotados, o incluso lesionados a sus equipos, perdiéndose compromisos por algunas de estas razones cuando al fin y al cabo, son estas instituciones las que les pagan los salarios.

Por más que Infantino (europeo, al fin y al cabo) haya sido débil ante la UEFA en su tensión con la Conmebol por la actual clasificación mundialista, su enfrentamiento con el presidente de la entidad del Viejo Continente, el esloveno Alexander Ceferín, es evidente, y esto arrastró también a la Conmebol, que viene copiando los métodos del otro lado del Océano Atlántico, con la idea de irse acercando para hacer negocios juntos, ya sea incrementando torneos (Mundiales de Clubes de más equipos, regreso a la Copa Intercontinental, buscar un emparejamiento entre los campeones de la Copa Sudamericana y la Europa League, jugar una final púnica del torneo continental de equipos a la usanza europea, etc) o llevando una final de Copa Libertadores a Madrid, como la de River y Boca en 2018.

También desde esta cuestión política de la tensión entre la FIFA y la UEFA hay que leer el conflicto, así como en un intento desde Zurich de mostrarse “moderno” aunque no siempre con ideas coherentes, como por ejemplo, haber terminado con la Copa de las Confederaciones, que se jugaban un año antes de cada Mundial y en la misma sede y en el mismo mes, como para probar todo lo relativo a organización, clima, turismo y funcionamiento general, además de reunir a las selecciones campeonas de cada continente (de haberse continuado, Argentina habría jugado la de Catar de noviembre de este año como campeona de la Copa América).

Sin embargo, la Copa de las Confederaciones busca ser reemplazada por un Mundial de 24 clubes (se ve que a la FIFA le gusta el gigantismo porque ya se anunció que desde el Mundial de 2026 habrá 48 selecciones, sin importar mucho la calidad de las mismas), entre ellos, los últimos cuatro campeones de la Copa Sudamericana y de la Europa League sin que ninguno de los cráneos que asesoran hayan reparado en que estos dos torneos continentales los juegan equipos que en sus ligas no lograron superar el cuarto o quinto puesto (depende del país) y que de ninguna manera esa performance debería permitirles llegar a un torneo planetario porque no habrían hecho el mérito deportivo suficiente.

Pero está claro que a esta FIFA, lo deportivo parece interesarle muy poco y que lo que prima son las ideas de negocios, las movidas de modernidad, y el marketing de la sonrisa amable y eterna, hasta que un día, pasados los primeros mundiales, se den cuenta tardíamente que se fueron esfumando las expectativas, aquella alegría desbordante, por ser una ocasión especial, y aquella picazón del debut, al repetirse tantas veces en nuestras vidas.

Habrá que ver si con sus movimientos de pinzas, la FIFA consigue llevar a cabo este proyecto. Si es por los votos, y como parece que serán positivos, (entre las confederaciones asiática y africana reúnen cien y si se suma la CONCACAF, treinta y cinco), llegaría a 135, contra los 65 de la UEFA y la Conmebol, podría conseguirlo. En ese caso, será el camino para terminar de matar a la gallina de los huevos de oro.


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