domingo, 8 de diciembre de 2019

Alberto J. Armado, el presidente de Boca de los proyectos faraónicos, primer influencer del fúbol argentino y que amaba los coches



Influencer cuando todavía no existía el término, caudillo, un adelantado a su tiempo y autor de proyectos faraónicos relacionados con el fútbol, Alberto José Armando, con cuyo nombre fue bautizada la Bombonera, fue dos veces presidente de Boca Juniors, entre fines de 1953 y 1955, y entre 1960 y 1980, además de tener otra pasión, los automóviles.

Armando nació el 4 de febrero de 1910 en Estación Elisa, “un punto en el mapa del departamento de Las Colonias”, como decía, y también siempre sostuvo que había tenido una infancia feliz con sus padres (Félix, italiano, que tenía un negocio de ramos generales típico de la época) y Lucía Maricano. Sin embargo, en 1924, con apenas 14 años, entre el 7 de octubre y el 14 de noviembre, perdió a sus dos padres. A La madre, por el raspaje en un embarazo, y al padre, por el disgusto que eso le causó, y por problemas económicos,  debido a  un ataque al corazón.

Era el mayor de cuatro hermanos, el único varón, y sintió que tenía que salir a trabajar. Comenzó en un negocio de ramos generales en la vecina Humberto Primo pero luego cumplió el sueño de ser cadete en Ford, incluso cobrando menos, pero al menos ya inmerso en el mundo de los coches, una de sus pasiones. Allí ascendería a gerente general a los 28 años, cuando se trasladó a San Francisco, Córdoba.

En esa ciudad trabó relación con quien sería, años después, uno de los más importantes periodistas deportivos de la Argentina y uno de sus más duros críticos, Dante Panzeri, quien trabajaba aún en “La Voz de San Justo”. Después de comer, Panzeri lo iba a buscar para ir juntos al Café de Ferrasi “que era medio rasposo y por eso en el pueblo le decíamos “La Bolsa de Comercio” y jugaban al tute o al chinchón.

La pasión por Boca nació con aquella gloriosa gira por Europa de 1925 cuyas noticias iban llegando al pueblo de Humberto Primo, y lo iba a ver cada vez que podía viajar a Buenos Aires como gerente de Ford y además, se anotó para correr en tres carreras en Santiago del Estero –gracias a que Panzeri lo ayudó a encontrar apoyos publicitarios- y pudo entremezclarse con Oscar Gálvez, quien luego sería capitán de su escudería, “Los Pumas de Armando”.

Con Panzeri se reencontrarían más adelante en Buenos Aires. Armando se fue a vivir allí en 1943 y el periodista ingresó a trabajar en la redacción de la revista “El Gráfico”, pero la relación se rompíó, según Armando, “porque Panzeri me pidió que ayudara a un jugador, Pedro Rodríguez, pero yo no acostumbré nunca a prestar dinero y él estaba necesitado. Hacer favores, sí, pero dinero, no. Fue el crítico más riguroso que tuve y atacó casi todos mis actos como presidente de Boca, pero yo jamás dudé de su honorabilidad periodística”. 

El propio Armando le dijo a la revista “El Gráfico” en una de sus últimas entrevistas que su punto más alto de desencuentro con Panzeri fue en 1963 “cuando él dijo que al Santos no le convenía venir a Buenos Aires a jugar ante Boca por la final de la Copa Libertadores porque los jugadores quebrarían a Pelé. Yo lo estaba viendo en mi casa, salí corriendo, agarré el coche y sin respetar semáforos llegué hasta Alem y Viamonte, donde estaba el viejo Canal 7 y por el apuro, en la esquina choqué con un taxista, que ya se bajaba con una barra de hierro pero por suerte me reconoció. Cuando Panzeri me vio detrás de cámaras dijo que yo estaba en el estudio y que me invitaba para el próximo programa porque ya no tenía tiempo. Eso me enfureció más, me metí en el estudio, ignoré la mano que me tendía Panzeri y dije algunas cosas fuera de lugar y me costó un serio problema judicial y durante dos años tuve que pedirle permiso al juez para salir del país. Ese día, al lado de Panzeri estaba Ernesto Lazzatti, DT campeón con Boca en 1954, cuando yo era presidente y le dije “usted es un traidor”, algo muy grave y si de algo me arrepiento en mi vida, es de haberle dicho eso porque es un caballero”.

En una edición del diario “El Día” de La Plata de diciembre de 1963, Panzeri se descargó contra Cassius Clay porque en un incidente de tránsito alardeó que ganaba 50 millones de dólares al año ante un policía. “”Creo que la versión más parecida que tenemos en la Argentina de Cassius Clay es Alberto J. Armando, cuyas ganancias supongo mayores a las de Clay. Los dos son títeres de sus respectivas lenguas. Los dos,  más que pensar en voz alta, parecieran pensar de la lengua para afuera. Y aquel desplante de Clay en la carretera…tiene entre nosotros un parangón más absoluto, también por mérito de la repercusión de lo deportivo en la sociedad, en el presidente de Boca que se rige por la misma norma de derecho que Clay: “yo soy campeón y tengo plata” y si no es campeón…pues a secas: “yo tengo plata”, cuenta Matías Bauso en su libro “Dirigencia, decencia y wines”.

De tantas veces que iba a ver a Boca y ya instalado en Buenos Aires, su amigo Antonio Llach le ofreció ir como tesorero de la lista que se presentó en las elecciones de 1949, pero perdieron ante Daniel Gil. “Me dije en aquel momento que no volvería a la política del club pero en1953, al volver de un viaje a Suecia. Me estaban esperando con banderas de Boca y era para proponerme como candidato y los promotores eran tres glorias del club como Ludovico Bidoglio, Segundo Médice y Ramón Mutis”, recordó Armando. Otra vez iban a competir contra Gil “pero decían que lo respaldaba Perón y yo no quería problemas con el presidente. Lo llamé a Luis Elías Sojit, productor publicitario de mi escudería y como él tenía llegada a gente influyente, le pedí que averiguara y me dijo “el general no se mete en la interna de Boca”. Acepté y ganamos por escándalo, diez mil votos de diferencia.

Sojit fue el creador, junto a Pedro Fiore, del nombre de la escudería “Los Pumas de Armando” en la que corrieron Oscar Gálvez, los hermanos Emiliozzi, Victor García, Daimo Bojanich y Saenz Valiente, entre otros. El jingle de campaña fue el tango “Boca Juniors”, de Rodolfo Sciamarella interpretado por Miguel Caló y su orquesta. Cuando Armando asumió la presidencia en diciembre de 1953, Boca estaba en uno de los peores momentos de la historia. No salía campeón desde 1944 y se había salvado del descenso, en 1949, en la última fecha. Sólo llegaron Miguel Baiocco, de Estudiantes de La Plata e Iseo Fausto Roselló, de Nacional de Montevideo, con una ex gloria como jugador del club, Ernesto Lazzatti, como DT, y con el regreso del delantero “Pepino” Borello, que estaba a préstamo en Chacarita, aunque Armando tuvo su primer intento por relanzar el equipo tratando de convencer al “Nene” Héctor Rial, que jugaba en el Real Madrid, para que retornara, aunque sin éxito.  

Boca fue campeón en 1954 y en 1955 (con la llegada de Ernesto “Tito” Cuchiaroni, de Tigre, y de Juan José Pizzuti) estaba primero cuando llegó el golpe de Estado de la llamada “Revolución Libertadora”, en septiembre. “Me tuve que hacer a un lado por la investigación a mi empresa. Nunca fui peronista pero me identificaron con Perón y por eso perdimos el título de 1955, “lo digo sin falsa modestia”.

Como no podía ser de otra manera, y sin ser peronista, Armando supo convivir con Perón. Ya en 1952, antes de llegar a la presidencia de Boca, y gracias a puentes que fue tendiendo con personas con influencias en el poder, Armando consiguió venderle a la Policía Federal 681 coches Falcon cuando la institución ya tenía todo arreglado con Mercedes Benz a cinco mil dólares por unidad. “Yo ofrecí los Falcon por dos mil dólares más un departamento de repuestos incluido en el precio final. Por esa operación, me tenían que haber premiado pero cuando cayó Perón, estuve 49 días en la cárcel, con la empresa intervenida, pero no pudieron constatarme ninguna irregularidad”. Ya antes había acompañado informalmente a una delegación gubernamental, del peronismo para visitar las tres grandes firmas automotrices de Detroit (Ford, Chevrolet y Chrysler).

Para 1959, Armando decidió regresar a la presidencia de Boca, aunque ahora ya sin su amigo Llach, retirado. Ganó las elecciones y comenzó entonces una nueva era, en la que el dirigente aparecería en todo su esplendor. Para 1960 contrató a Roma y Marzolini de Ferro, en una carrera que contaría con presencias de estrellas internacionales con el objetivo de impulsar el llamado “Fútbol Espectáculo”, junto al entonces presidente de River Plate, Antonio Vespucio Liberti. De hecho, fue el primero en entender en la Argentina la importancia de ganar la Copa Libertadores y consiguió llegar a la final en 1963, cuando cayó ante el Santos de Pelé.

Fue a buscar a jugadores brasileños como Orlando, Valentim, Dino Sani o al uruguayo Pepe Sasía. Al entrenador Vicente Feola, campeón mundial con Brasil en Suecia 1958, lo fue a contratar personalmente, pero primero pasó por las oficinas del entonces presidente de la Confederación Brasileña, Joao Havelange. “Le pedí permiso para hacer las gestiones, pero Havelange, un caballero, me dijo que no me molestara, lo llamó él mismo y organizó el encuentro. Feola prácticamente armó el equipo de Boca que José D’Amico llevó al título en 1962, en una década muy fructífera para Boca en el ámbito local aunque no pudo coronarlo en el plano internacional.

También por ese tiempo, Armando quiso traer de River a Norberto Menéndez, pero Liberti se lo negó: “A cualquiera menos a Boca”. “Entonces, lo fui a ver a Luis Seijo, que era presidente de Huracán y le dije que me hiciera de puente. Menéndez jugó entonces en Huracán y al año siguiente, 1964, llegó a Boca”.

Los años Sesenta serían los de la acentuación del cinismo y el caudillismo y la Copa Libertadores, el escenario ideal para ambos. Si Boca ganó seis títulos locales en la década (1962, 1964, 1965,  los Nacionales 1969 y 1970 y la Copa Argentina 1969), el torneo sudamericano se le resistiría hasta pasada la mitad de los Setenta.

Con los años, Armando dijo que si admiraba a José Amalfitani “porque de la nada, hizo lo que hizo con Vélez Sársfield”, y también le tenía una gran consideración al entonces presidente de Independiente, Herminio Sande, por ser “más pillo que el resto”, en relación con un episodio relacionado con la Copa Libertadores de 1965.

Tras caer en la final de 1963 ante el Santos, Boca volvió a clasificarse para la semifinal de la Copa Libertadores en 1965 ante Independiente, que como campeón de 1964, llegó directamente a esa instancia. Se decidió que ambos partidos se jugaran en el Monumental y en la ida, ganaron los rojos 2-0 y los xeneizes, 1-0 en la vuelta. Fueron a un tercer partido que finalizó 0-0 e Independiente fue a la final por la diferencia de gol.

Pero luego, la dirigencia de Boca averiguó que dos jugadores de los rojos habían sido inscriptos después de término (Ricardo Elbio Pavoni y Roque Avallay) y protestó ante la Confederación Sudamericana (CSF), pero ésta le dio la razón a Independiente por los votos del tesorero, el peruano Teófilo Salinas Fuller (luego presidente) y del secretario Daniel Piscicelli, radical e hincha de Racing,  que fue declarado luego por Boca “persona no grata”. A favor de Boca votó el presidente de la AFA, Raul H Colombo.

Lo que circuló es que en un jueves de Semana Santa, a la madrugada, entraron en la AFA el tesorero de Independiente, José Epelboim y el dirigente Victor López, y adulteraron todo. Salinas dejó su voto en un sobre firmado justo antes de salir de Ezeiza hacia Lima. “Fue lo más canallesco que me hicieron en el fútbol. Cuando me enteré, salí corriendo pero llegué tarde y el avión ya estaba carreteando, cosa que celebro porque hubiera hecho un gran escándalo pero esa enemistad mía con Salinas fue trágica para Boca porque nos perjudicó en la Copa Libertadores”, comentó más adelante Armando, quien tenía una manera especial de ver las cosas, como cuando le envió a un emblemático jugador suyo, Antonio Rattín, un telegrama a Londres cuando se enteró que varios jugadores argentinos se estaban rebelando contra el DT Juan Carlos Lorenzo a poco de jugarse el Mundial de 1966. En ese telegrama le decía que si no aceptaba directivas, no jugará más en Boca. “Nos pueden eliminar en primera ronda pero tiene que haber orden, organización y disciplina”, le dijo en una entrevista a su primo, el popular conductor de TV, Nicolás Mancera.

En 1962 Boca llegó a un acuerdo para adquirir Arsenal de Lavallol, fundado en 1948 y creado para participar en los Torneos Evita, y que se afilió a la AFA en 1952. En 1964, en medio del convenio, ascendió a Primera C y dejó de usar la camiseta amarilla y marrón para usar directamente la de Boca. El director era Adolfo Pedernera. En ese equipo llegaron a jugar Ángel Clemente Rojas, “Rojitas” y Rubén Magdalena. En 1967 llegó a jugar la Reclasificación para ascender a Primera B, y se disolvió en 1968.
En 1963 compró un predio de 50.173 metros cuadrados, en 13 millones de pesos, que hizo llamar “La Candela” (se dejó de usar en 1991 y fue vendida en 2005) y que sirvió para entrenamientos y concentración del plantel y no tuvo problemas en contratar a ex jugadores de River como DT, como Adolfo Pedernera o Alfredo Di Stéfano. Ambos fueron campeones.

Uno de los hechos más importantes de la gestión de Armando en su segundo período de veinte años al frente de Boca (1960-1980)  fue el de la Ciudad Deportiva, obra faraónica comenzada el 3 de septiembre de 1965, en la costanera sur. La idea eran seis islas comunicadas por puentes y se construyeron hasta 30 hectáreas que comprendían un anfiteatro para 1200 personas, confitería, restaurante, autocine, canchas de fútbol, tenis y básquet, dos piletas de natación, un sector para pesca, y ser llegaron a colocar los pilotes para un nuevo estadio que se iba a inaugurar el 25 de mayo de 1975 “a las 11 de la mañana” pero la crisis económica de ese tiempo (el Rodrigazo) devoró el intento y con los años, esas tierras fueron vendidas.

Ese estadio estaba pensado para ser sede del Mundial 1978 y para “100.000 espectadores sentados”. ¿Y qué pasa si llueve?”, lo acicateó un periodista. “No pasa nada. Un gigantesco techo corredizo, de material plástico, se activará y permitirá que el partido se juegue”. “En el partido inaugural, Boca tiene el triunfo asegurado porque jugarán la Primera contra la Tercera, así que no podemos perder”.

La Ciudad Deportiva y el estadio ya estaban pensados desde 1954, a partir de la expansión de la clase media. Lo había pensado para la Casa Amarilla, pero la Municipalidad de Buenos Aires se la adjudicó a una cooperativa para construir viviendas. Pero Armando no se dio por vencido e hizo un relevamiento de toda la ciudad para encontrar un lugar hasta que cerca del monumento a Lola Mora, el ingeniero José Luis Delpini, que iba con él en el coche, dijo “¡éste es el lugar!”. “Pensé que estaba loco –le dijo Armando a El Gráfico en 1965- yo sólo veía agua, pero me explicó que la planta de SEGBA que estaba frente a nosotros también había sido construida sobre pilotes, ganándole terreno al río”

Movía toda clase de influencias empresariales y políticas. Su amistad con Carlos Perette, xeneize declarado, radical y vicepresidente argentino de Arturo Ilia, ayudaba mucho y consiguió que el Congreso Nacional le otorgara a Boca ese sector del río de 500 metros de frente por 1300 de fondo en la Costanera sur y el 28/12/1964 se promulgó la ley 16575 y Boca se comprometía a llevar a cabo sus promesas en diez años.

Para ayudar a financiar las obras, el gobierno de Ilia sacó el decreto 1025 que permitía a Boca emitir una rifa, “La Cruzada de las Estrellas”, en tres series de 400.000 números cada una, a 27.700 pesos, y además el club emitió bonos patrimoniales que funcionarían como acciones cotizadas en bolsa y se adelantaron ventas de abonos a palcos, plateas por 25 años y por si fuera poco, Armando rifaba un camión (Ford, Dodge o Chevrolet) y un juego de cubiertas, entre los camioneros que donaban tierra.

El primer pilote del nuevo estadio se colocó el 25 de mayo de 1972 con la asistencia del presidente de facto Alejandro Agustín Lanusse y allí el arquitecto Carlos Costa contó detalles: además de las 100.000 personas, se podía ampliar a las 118.000, estacionamiento para 10.000 autos, helicóptero, y embarcadero para lanchas, 1200 puestos para el periodismo, 30 cabinas de radio y 10 para TV y todo adaptado para TV color. Y hasta creó una escudería de motonáutica, la Azul y Oro,  organizaba tours en un Ford Falcon descapotable, e hizo posar para fotos al plantel con llamativos trajes amarillos frente a la pileta cubierta.

“Las grandes obras son patrimonio de los soñadores y de los locos”, le dijo Armando al periodista Bernardo Neustadt una vez en “Tiempo Nuevo”. “Me parece que usted sueña más de lo que debería”, le respondió el periodista. Apenas un año  después, en mayo de 1973, la empresa constructora del estadio, Christiani y Nielsen, informó a los 40 obreros que ya no había más plata para pagarles y que se suspendían las obras hasta nuevo aviso.

Ese domingo 25 de mayo de 1975 hubo fútbol y Boca empató 0-0 con Newell’s, aunque la noticia más importante fue que la selección argentina ganaba el título en Toulon con gol de Valdano. Armando se defendió diciendo que Boca no podía hacerse responsable de una inflación del 996,89% entre 1965 y 1974).

En 1979, Armando no pudo resistir las presiones oficiales de la dictadura y todo pasó a manos de la Municipalidad. “Yo cometí un error en la Ciudad Deportiva. Un tremendo error: haber anunciado que el 25 de mayo de 1975 a las 11 de la mañana Boca iba a inaugurar su estadio en una de las islas. Quedé enganchado con esa frase. Pero tengo atenuantes. Primero, la gran inflación que produjo el Rodrigazo, en plena tarea de construcción. DSe pronto, una bolsa de cemento pasó a costar más que el precio total en que habíamos vendido una platea”, admitió.

Armando tuvo que ver también con la organización de los Torneos de Verano desde que en 1968 cuando consiguió de las autoridades marplatenses la concesión del viejo estadio “General San Martín”. Lo arrendó para Boca por diez temporadas tras negociaciones a las que asistió acompañado por Di Stéfano como asesor.

Ya entrados los años Setenta, Boca entró en una importante sequía de títulos, que aumentó en importancia cuando, por fin, River había conseguido en 1975 quebrar la racha de 18 años sin ganar nada, logrando los dos campeonatos del año, Metropolitano y Nacional, lo que lo proyectó a tratar de ganar su primera Copa Libertadores en 1976. Armando necesitaba entonces un cambio. Había apostado al ex arquero del Real Madrid Rogelio Domínguez como DT, con el que Boca daba grandes espectáculos pero caía siempre en el final y entonces, el presidente de Boca se dio cuenta de que había que cambiar, e hizo un notable golpe de timón al apostar por Juan Carlos Lorenzo para 1976, de gran campaña con Unión de Santa Fe un año antes. Boca se convirtió en un equipo mucho más pragmático, con jugadores con mucha experiencia y no sólo consiguió lo mismo que River al ganar los dos torneos de 1976 sino que el título del Nacional fue ante el clásico rival en el Cilindro de Avellaneda, pero además, también pudo ganar la Copa Libertadores, anteriormente tan distante, y ante el mismo rival que le ganó la final anterior a River, el Cruzeiro de Brasil, y en 1978 repetiría ante Deportivo Cali. También ganaría la Copa Intercontinental al Borussia Möchengladbach.

Los festejos de los títulos eran impresionantes. En uno de ellos, el arquero Hugo Gatti jugó como centrodelantero y Armando se dio el lujo de patearle penales ante el exultante público xeneize en las tribunas. Armando solía regalar coches de su concesionaria a los jugadores, muchas veces con los ojos cerrados, como cuando le pagó dos veces a Carlos Salinas, quien le dijo que le habían robado el dinero recibido la primera vez.

El ciclo de Lorenzo como DT en Boca duró cuatro años, aunque en 1979 entró lentamente en declive. Así como en 1978 Boca estuvo muy cerca de lograr la hazaña de ganar la Copa Libertadores y el Metropolitano, perdido ante Quilmes en la última fecha, en 1979 cayó en la final de la Copa Libertadores ante Olimpia cuando ya parecía que al eliminar a Independiente en tres partidos semifinales, la gloria volvía a acercarse. Esa derrota fue un golpe mortal y dio final a un gran ciclo, y Lorenzo anunció su salida a Racing Club.

En 1980, el plantel de Boca vivió las secuelas del derrumbe del imperio, con derrotas por goleadas, ahora con el ex caudillo Antonio Rattín en el banco. Armando estuvo todo ese año de licencia para no enfrentarse al contraalmirante Lacoste, hombre fuerte del fútbol en la última dictadura, y muy ligado a River. Para diciembre estaban previstas las elecciones en el club y si vienen dos listas había dirigentes de la extracción de Armando (Pedro Orgambide y Luis Conde), Armando decidió no presentarse y apoyar al hacendado amigo Miguel de Riglos, pero éste sacó sólo el 16,41 por ciento de los votos. Terminó imponiéndose Martín Noel y comenzaba otra etapa en Boca, con la llegada de Diego Maradona, algo que Armando había advertido que sucedería muchos años atrás.

Federico Polak, ex interventor de Boca en los años Ochenta, y autor del libro “Armando a Macri”, define a Armando como “un influencer del fútbol espectáculo desde mucho antes que efectivamente existiera en la realidad” y afirma que “su timonel  durante 22 años y su estilo personalista –no admite pares ni trabaja en equipo- deja como herencia institucional una dirigencia vacía, incapaz de sucederlo, cuatro años de su retiro”.

“En un equipo de fútbol –llegó a decir Armando- el que manda es el técnico, pero el presidente del club debe tener una gran influencia sobre los jugadores. Todos los jueves al mediodía yo armaba una mesa para treinta personas en La Cabaña- Venían los jugadores y alternaban con dirigentes políticos y empresarios que se peleaban para tener un lugar en esa comida. Los sábados al mediodía invitaba a un jugador a mi casa, con su señora, la novia o la mamá. Y nos íbamos a comer al Veracruz. Después lo llevaba en mi coche hasta su casa. Así los comprometía a la causa de Boca y el equipo”.

“El fútbol –insistía Armando-  tiene muchas sorpresas, y el gusto de los técnicos es muy discutible. Cuando fui a buscar a Callá, la gente de Vélez Sarsfield me lo vendió con la condición de incluir a Carmelo “Cholo” Simeone en la operación. Nuestro técnico, José D’Amico, puso el grito en el cielo: «No lo quiero, no lo voy a poner». Lo mismo me pasó cuando Adolfo Pedernera pidió a Pardo. En Gimnasia y Esgrima La Plata estaba Rogel, con una enorme mancha de tinta sobre su conducta, y lo tuve que traer contra la opinión de Adolfo. Años más tarde Juan Carlos Lorenzo me dijo que necesitaba a Salas, un wing de Newell’s y se lo conseguí agregando a Zanabria en el pase. Le traje la noticia a Lorenzo y no le gustó: «Usted haga lo que quiera, pero yo a Zanabria no lo preciso». La historia dice que los que hicieron grandes campañas en Boca fueron Simeone, Rogel y Zanabria”.

También Armando pudo describir su forma de dirigir un club, en una entrevista con la revista “El Gráfico”: “Mi estilo de conducción fue diferente, yo marcaba la autoridad presidencial. En las reuniones de Comisión Directiva escuchaba a todos, pero nunca acepté estirar las exposiciones hasta la madrugada: en tres o en cinco minutos se puede decir lo mismo. Una hora de sesión termina en algo productivo, cuando se habla cinco o seis horas predomina la confusión. Se me acusó de manejo dictatorial, y yo digo que soy un hombre democrático, afiliado a la Unión de Centro Democrático y conservador de toda la vida.

Aunque estuvo siempre alrededor del poder político y económico, Armando llegó a decir que por Boca “perdí tres fortunas ganadas con los autos. La primera fue por dedicarle doce horas por día a la ciudad deportiva creyendo que todo andaba bien en mi concesionaria pero hubo gente desleal y tras 46 años tuve que dejar la Ford y empezar de nuevo con un préstamo de un millón de dólares de la Chrysler para que me pasara a Dodge. La segunda fue en 1977, cuando me dediqué a ganar la Copa Libertadores y tuve un gran disgusto con mi primera esposa porque malvendí un piso en Avenida del Libertador para poner la plata en el club. Y la tercera fue en los ochenta, un poco por Boca y otro poco por la Tablita de Martínez de Hoz”.

Armando estuvo casado primero con Ester Borra, de la que se separó, y volvió a casarse con María Mercedes Crespo. Y tuvo una hija, aunque de una tercera pareja. Muchos llegaron a pensar que la “Jota” de su segundo nombre era Jacinto, pero en verdad se trata de un dirigente de Huracán que se llamaba Jacinto Armando.

Murió el 27 de diciembre de 1988 y doce años más tarde, en 2000, la Bombonera, que antes se llamaba Camilo Cichero, fue rebautizada con su nombre por decisión del entonces presidente de Boca Mauricio Macri, quien lo conocía bien porque había sido socio de su padre Franco en el negocio automotor.


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