lunes, 9 de diciembre de 2019

Riquelme, uno de los mayores ídolos de Boca, llega a la conducción del club cuatro años después de retirarse (Interia)




Juan Román Riquelme es tan hábil haciendo declaraciones como lo fue jugando al fútbol, y su peso en un club tan popular en la Argentina como Boca Juniors, donde ganó tres Copas Libertadores y una Copa Intercontinental, fue tal que apenas cuatro años después de su retiro, regresa ahora como vicepresidente segundo del club al ser el personaje clave para que su agrupación ganara las elecciones por cuatro años, hasta 2023.

La figura futbolística de Riquelme es tan importante, que en Boca llegó a opacar a Diego Maradona (éste jugó con la camiseta azul y amarilla dos veces, entre 1981 y 1982, cuando era muy joven y fue transferido al Barcelona, y entre 1995 y 1997, cuando se retiró), porque consiguió muchos más títulos y con mayor continuidad y además, en uno de los mejores momentos del club en su historia, algo que el campeón mundial de México 1986 no se lo perdonó nunca: que Riquelme le haya ganado en idolatría.

Pero lo de Riquelme no termina en lo que hizo dentro de la cancha. Durante la final de la Copa Intercontinental de 2000 ante el Real Madrid de “Los Galácticos” de Vicente Del Bosque, en Tokio, al terminar la primera parte, alguien desde atrás tocó mi hombro, seguramente habiendo escuchado mi acento argentino, y en un español distinto me dijo “oye, ése chaval con el número diez es hoy, para mí, el mejor jugador del mundo”. Me lo decía Miguel González, “Michel”, ex jugador de lo que se llamó “La Quinta del Buitre” en los años Noventa, un fabuloso ataque de los blancos que hizo historia, junto con Emilio Butragueño, Miguel Pardeza y el gran goleador mexicano Hugo Sánchez.

Aquel Riquelme, muy joven (tenía 22 años) brilló ante el Real Madrid y desde ese momento, 29 de noviembre de 2000, estuvo en la mira de un dirigente del Barcelona, que terminó fichándolo un año más tarde, Jaume LLauradó, pero se encontró con un entrenador como el holandés Louis Van Gaal, que no contaba con un jugador de sus características, de mucha posesión de balón y que jugara suelto. Riquelme siempre agradeció el gesto pero se dio cuenta de que tenía que irse a donde pudiera desarrollar su juego y en el Villarreal encontró su lugar ideal en Europa y de hecho, fue el artífice de todo, desde la llegada de este club humilde a la semifinal de la Champions League ante el Arsenal en 2006, hasta del penalti fallado sobre el último minuto que le daba el pase a la final de París ante el Barcelona de su compatriota Lionel Messi.

Si se consultara al goleador uruguayo Diego Forlán, considerado como mejor jugador del Mundial 2010, éste atribuirá gran parte de su éxito como máximo goleador de la Liga Española, a Riquelme y es el día de hoy cuando un gran atacante como fue el francés Robert Pirés, compañero suyo en el Villarreal, insiste en que hubiera ido a jugar a Boca sólo por Riquelme.

Pero Riquelme no tiene una personalidad fácil. En 2007, su situación con el entrenador chileno Manuel Pellegrini (hoy en el West Ham) era insostenible y volvió a Boca e inmediatamente fue campeón de la Copa Libertadores de ese mismo año con unas actuaciones monumentales, especialmente la de la final ante Gremio de Porto Alegre, aunque por cuestiones estatutarias, la FIFA no lo dejó participar del Mundial de Clubes ante el Milan de Kaká.

Al poco tiempo, comenzaron los problemas en Boca. Riquelme hacía jugar a todo el equipo dentro de la cancha, pero generaba polémicas afuera. Justo cuando el ingeniero Mauricio Macri dejaba la conducción de Boca para pasar a ser alcalde de Buenos Aires, un medio difundió la nómina de lo que el futbolista cobraba mensualmente y él lo atribuyó al político, con el que ya habían tenido problemas en la etapa anterior cuando en 2001, tras algunas discusiones, y tras un gol a River en el gran clásico, Riquelme se acercó a festejarlo a la altura del palco presidencial, y le mostró sus orejas al estilo “Topo Gigio” como queriendo mostrarle por quién gritaba la gente en la mítica Bombonera.

Ya años más tarde, a los treinta años y más asentado, por su carácter comenzó a liderar a las plantillas de Boca hasta que en las elecciones de 2011 se puso en juego su continuidad. El candidato a presidente de Boca Daniel Angelici, alineado con Macri, ya alcalde de Buenos Aires otra vez votado por cuatro años más, ganó las elecciones del club con la idea de que renovarle el contrato por cuatro años a alguien de 33, era demasiado, pero Angelici ganó y tuvieron que convivir hasta 2015 (Boca perdió una final de Copa Libertadores ante el Corinthians de Brasil en 2012 en el final de la temporada y con Riquelme anunciando un retiro que luego no cumplió) y Angelici terminó su primer mandato, en 2015, coincidiendo con su amigo Macri ganando las elecciones para preside te argentino y con Riquelme, espantado, yéndose por seis meses a Argentinos Juniors (club en el que nació Maradona) para lograr su ascenso a la Primera División y allí sí, comunicar su retiro.

Cuatro años más tarde, cuando ya Angelici no podía volver a participar en la elección, Riquelme apoyó a una lista opositora, la de Jorge Ameal y el ex conductor radial y televisivo Mario Pergolini (autor del formato “Caiga Quien Caiga”, CQC, exportado a todo el mundo), y no sólo se impuso en las elecciones justo cuando Macri era derrotado en el país y terminando con 24 años de macrismo en Boca.

Promete volver con sus amigos, varios ex jugadores que consiguieron títulos inolvidables para el club entre 1998 y 2005, pero Riquelme ya no juega. Incluso, antes de las elecciones en Boca, ya preparaba su partido homenaje que tuvo que postergar para llegar al poder político.

Ahora, a los 41 años, Riquelme deberá demostrar que no sólo era un excelso jugador de fútbol sino que puede ayudar a gobernar a uno de los clubes más populares y difíciles, que perdió una final de Copa Libertadores ante su máximo rival, River Plate, hace un año, y que fue eliminado por este equipo cinco veces desde 2014.


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