miércoles, 4 de diciembre de 2019

Messi sólo compite contra el propio Messi (Interia)



                                                 Desde Barcelona



Hace un tiempo, Jorge Valdano, nacido en la misma ciudad (Rosario, a 300 kilómetros de la capital argentina, Buenos Aires), y emparentado con el Real Madrid, del que fuera jugador, entrenador y director deportivo, sostuvo que en el ranking mundial de futbolistas, primero siempre va Lionel Messi, y segundo, Lionel Messi pero lesionado y jugando en una sola pierna.

Acaso esta definición sea muy exagerada, pero lo cierto es que Messi se llevó el sexto Balón de Oro que otorga la prestigiosa revista “France Football” al mejor jugador del mundo de 2019, y si no consiguió una decena o más es porque tenemos la inmensa fortuna de ser contemporáneos de otro fenómeno como el portugués Cristiano Ronaldo, que se llevó otros cinco premios y relegó al argentino al segundo lugar.

Messi ganó este año, además del Balón de Oro, el FIFA World Player que otorga la máxima entidad del fútbol mundial, y el Botín de Oro como máximo goleador del planeta, los tres galardones más preciados y aún así, y sosteniendo rápidamente que todo es muy merecido, no estamos ante su mejor momento y de hecho, está muy lejos de aquellos tiempos en los que llegó a marcar 91 goles en un mismo año (2012).

¿Eso de que no es el mismo que hace siete u ocho años atrás lo hace perder merecimientos para ser considerado el mejor del mundo? De ninguna manera, y por dos cuestiones. La primera es que en su pico de rendimiento, que es el de cualquier jugador de mediana edad en el fútbol, la distancia entre Messi y el resto era sideral y se podía aplicar, exagerando, aquella definición que contamos más arriba, de Valdano. 

Pero eso no significa, de ningún modo, que porque Messi haya bajado unos cuantos escalones en algunos sentidos, no siga siendo el mejor y la prueba fue este pasado fin de semana, cuando nos tocó verlo en el estadio Wanda Metropolitano del Atlético Madrid ante los locales y definió el partido de modo exquisito con un pase a la red, mucho más que con un remate (que le haya convertido el gol número 30 de su carrera al Atlético, en este caso, aunque son cifras increíbles, en Messi es apenas una anécdota).

El segundo punto es que la votación para el Balón de Oro, así como para el FIFA World Player, es individual, esto significa que se basa en lo que realizó el jugador en el año, no su equipo, o al menos es lo que en teoría, debería ser pero no siempre se toma el mismo parámetro.

En el caso de Messi, está claro que se trata de un premio individual porque si es por los logros colectivos, con el Barcelona sólo ganó la Liga pero no la Champions League y ni siquiera la Copa del Rey, pero tampoco la Copa América de Brasil con la selección argentina.

Sin embargo, hay otros casos como el del portero brasileño del Liverpool, Alisson Becker, en los que no está claro si el voto está relacionado con sus actuaciones o con las de sus equipos, porque no nos parece que haya lucido tanto (al menos, menos que el alemán del Barcelona Marc Ter Stegen o que el esloveno del Atlético Madrid, Jan Oblak) y ha ganado títulos con su club y con la selección brasileña.

Volviendo a Messi, la gran pregunta es si este gran crack del fútbol mundial puede seguir ganando títulos como éste (él mismo hizo referencia en la gala al inexorable paso del tiempo y a disfrutar lo que le queda de jugador, a sus casi 33 años que los cumplirá el 24 de junio) y en todo caso, cuál será su posición en las canchas. ¿Qué Messi veremos cuando sea más veterano?

Después de la final del Mundial 2014, cuando perdió ante Alemania con la selección argentina, Messi dio a entender que a sus 27-28 años llegaba el tiempo de jugar algo más atrasado en el campo, pero eso ocurrió sólo a medias porque se fue convirtiendo en un “todocampista” que aparece por sorpresa y en cualquier lugar, aunque es claro que le encanta partir por la banda derecha para irse hacia el centro.

Cuando faltaban semanas para la salida de Andrés Iniesta  del Barcelona, Messi concedió una entrevista en la que admitió que vería con buenos ojos ser él quien tomara el lugar del anterior capitán en el campo de juego. En otras palabras, ser el nuevo Iniesta que haga jugar al equipo y que el club encuentre un tercer delantero y que él se sumara al ataque desde atrás, pero el Barcelona, especialmente con Ernesto Valverde de entrenador, prefirió restar un atacante para pasar a un 4-3-1-2 y a veces, un 4-2-3-1, con Luis Suárez como única punta.

La diferencia entre aquel Messi de los tiempos muy jóvenes a éste de ahora es que su evolución de juego colectivo fue tal que fue supliendo aquellos “slaloms” por toques cortos o pases perfectos, leyendo cada vez mejor los partidos, sin necesidad de correr demasiado.

Por esta misma razón, es muy posible que con el paso de los años, Messi siga retrasándose en el campo, y no sería de extrañar que apareciera a los 37-38 años partiendo de mediocentro para proyectarse al área en determinadas ocasiones.

Lo que es claro es que Messi sólo puede ser comparable con Messi mismo. Una etapa, con otra. Pero no hay comparación posible con otros jugadores. Rompió todos los moldes y va camino a romper muchos más todavía.

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