jueves, 6 de diciembre de 2018

Una final soñada por los argentinos, pero el negocio lo hicieron los españoles (Jornada)




Era la gran final, la más esperada, la que nunca se había podido conseguir en 59 ediciones de Copa Libertadores de América. Por fin, Boca Juniors y River Plate disputarían la serie decisiva con la que los dos clubes, y millones de hinchas se frotaban las manos. Era, además, el negocio perfecto, una ocasión para una gran fiesta del fútbol nacional.

Sin embargo, como un sino fatal para la sociedad argentina, un episodio de violencia de los que tantos hay durante todo el año en los torneos locales, pero magnificado por el alcance internacional y por la presencia de los principales dirigentes del fútbol mundial, sumado a los eternos tironeos dirigenciales para obtener el mayor beneficio posible, derivó en una enorme derrota cultural.

Al cabo, en una medida extraña y exagerada, la Conmebol, más que nunca en el ojo de la tormenta por parte de los hinchas y protagonistas de los dos equipos, tomó la decisión de jugarlo en el estadio Santiago Bernabeu del Real Madrid, que es lo mismo que si el equipo blanco de la capital española y el Barcelona tuvieran que definir una Champions League en Buenos Aires.

Si se analiza con seriedad, el problema no parece ser la sede Argentina. El partido de ida se jugó en la Bombonera y no hubo reclamos importantes y tampoco, medidas de seguridad extremas. Por si faltara poco, aparecieron opciones como la de Mendoza, que no sólo se había ofrecido como sede sino que ya lo había sido en marzo, con público de los dos equipos, en mayores dificultades, y también por una final, la de la Supercopa Argentina.

Si se pudiera considerar que no era lo más aconsejable el territorio argentino, la lógica siguiente habría sido jugar la final en alguna ciudad sudamericana y opciones no faltaron: se llegaron a ofrecer Medellín, Santiago (sede de la primera final a partido único para la Copa Libertadores de 2019) y San Pablo, pero tampoco.

¿Por qué tanto empecinamiento en jugarlo en España y más precisamente en Madrid? Hay que apuntar a los sponsors, especialmente un banco de los más fuertes del mundo que insiste en que “nosotros no jugamos football, jugamos fútbol”, aunque parece que esta publicidad se esfumó en los últimos días, si es que se quiso señalar que Sudamérica es distinta. O también a Mediapro, una empresa muy poderosa que tendrá un tramo de los derechos de TV de la Copa Libertadores siguiente, que también suministra las imágenes para el VAR y que confesó en su momento su cercanía al FIFA-Gate. Y también hay que recordar la estrecha ligazón entre la Superliga argentina y la Liga de Fútbol Profesional española, a cargo de Javier Tebas Medrano.

Tebas, quien está en litigio con el nuevo presidente de la Real Federación Española (RFEF), Luis Rubiales, porque pretende “vender” un partido de la Liga Española, el Girona-Barcelona, en Miami, Estados Unidos (el “Chiqui” Tapia español le dice, como corresponde, que hay gente que ya pagó un abono anual y que no poder ver este partido sería algo así como una estafa para hacer negocios), tuvo enorme incidencia en la creación de la Superliga argentina, tras varias conferencias enseñando las bondades de la LFP española, aunque son realidades totalmente distintas, y si lo pudo hacer, fue porque Julio Grondona había fallecido y el amigo de “Don Julio”, Ángel Villar, por 29 años presidente de la RFEF, estuvo en prisión por corrupción y se alejó luego por completo. Con ellos dos, Tebas no tenía forma de acceder a la dirigencia del fútbol argentino.

Cuando se concretó la idea de la Superliga argentina, el único que alzó su voz para oponerse fue el presidente de la Liga Rosarina, Mario Giammaría, quien señaló que los dirigentes que firmaron ese documento “no sabían lo que hacían”, algo muy parecido a lo que ocurrió cuando a principios de los años noventa, otros dirigentes firmaron un contrato a todas luces leonino con la empresa de los torneos sin competencia.

Por eso, no resulta para nada casual que la fiesta argentina la usufructúen los españoles, y no otros. A tal punto es así, que lo ocurrido con los violentos que arrojaron piedras al micro de los jugadores de Boca camino al Monumental fue la excusa perfecta para matar dos pájaros de un tiro: llevarse el gran negocio para el otro lado del Océano Atlántico y para “demostrar” que los clubes argentinos no saben manejar ni siquiera su gran fiesta y que entonces, necesitan abrir sus puertas a la “racionalidad” de la empresa privada, algo que se viene elucubrando desde las altas esferas gubernamentales. Y de paso, también, ante la “falta de organización” del fútbol argentino, éste pierde muchos puntos en su afán de ser sede del Mundial 2030 junto con Uruguay y Paraguay, cuando uno de los países que tiene resuelto presentarse es…España.

Si agregamos que la organización del partido en Madrid pidió policías y gendarmes a la Argentina para cuidar de los violentos que puedan venir, así parece muy fácil.
Si la Copa Libertadores aparece en los memes con las orejas más grandes como si fuera la Champions, y si muchos llaman ahora a la Copa como “Conquistadores de América”, no hay que olvidar que llevan siglos intentando cambiarnos oro por baratijas.

Ahora se llevaron el Superclásico. Pero no cualquiera. Nada menos que el de la final de la Copa Libertadores.

Acaso sea el momento de repensar cuáles son las responsabilidades internas y si vale la pena, por sostener el negocio barrabrava entre el fútbol y los organismos de seguridad, perder tanto prestigio.

Por lo pronto, la hinchada de River ya insultó en el Monumental a “los Borrachos del Tablón”. Ya era hora de dejar de aplaudirlos a su llegada y de cantar sus canciones de violencia. Que dure y que otros la imiten.

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