martes, 26 de noviembre de 2019

La historia de las finales agónicas de Copa Libertadores y Champions League




El duro golpe recibido por River en Lima ante el Flamengo no es el primero de su historia. En 1966, se fue al descanso ganando 2-0 en el partido decisivo de la Copa Libertadores ante Peñarol de Montevideo, pero los uruguayos lograron empatar para imponerse 4-2 en el alargue, y en 1976, también en Santiago de Chile, cayó ante Cruzeiro por 3-2 en el tercer partido, con un gol de tiro libre a dos minutos del final.

River había llegado a la final de la Copa Libertadores de 1966 como subcampeón argentino (llevaba nueve años sin conseguir un título local) y debía enfrentar a un poderoso Peñarol que en la séptima edición del torneo sudamericano ya iba en búsqueda de su tercer campeonato y le había ganado 2-0 en el partido de ida en el estadio Centenario, y como los argentinos vencieron 3-2 en la revancha del Monumental, hubo que ir a un tercer y decisivo partido en el estadio Nacional de Santiago.

Esta final se jugó el 20 de mayo de 1966 y River se fue al descanso ganando por un cómodo 2-0 con goles de Daniel Onega y Jorge Solari, pero en el segundo tiempo, tras una parada del veterano arquero Amadeo Carrizo con el pecho en vez de usar las manos, los jugadores uruguayos se enardecieron y consiguieron empatarlo con goles del ecuatoriano Alberto Spencer y Julio César Abadie. Hubo que jugar un alargue de 30 minutos, en los que otra vez Spencer y Pedro Virgilio Rocha dieron vuelta el marcador.

Al regresar al torneo local, River tuvo que visitar a Bánfield, cuya hinchada, con ironía por la final perdida, soltó en la cancha una gallina con una franja roja pintada y desde ese momento quedó el mote que adoptaron los propios hinchas “Millonarios”.

Diez años más tarde, en 1976, River tenía que enfrentar a Cruzeiro en otra final de Copa Libertadores. Esa debía ser la coronación de una brillante campaña comenzada en 1975, con Ángel Labruna como director técnico, con el bicampeonato local (Metropolitano y Nacional) tras 18 años sin conseguirlo y en semifinales había logrado eliminar al Independiente campeón por cuatro veces consecutivas (1972 a 1975).

En el partido de ida, en Belo Horizonte, Cruzeiro se impuso por 4-1 y en la revancha, en el Monumental, River ganó 2-1 y como una década atrás, hubo que ir a un tercer partido en el estadio Nacional, al que los argentinos llegaron con muchas bajas entre lesiones y suspensiones.

Ya en el segundo tiempo, Cruzeiro ganaba 2-0 con goles de Nelinho y Eduardo, pero River lo empató en apenas diez minutos con goles de Oscar Más y el defensor Alberto Hugo Urquiza. Sin embargo, los brasileños terminaron imponiéndose a dos minutos del final con un tiro libre de Joaozinho que venció al arquero Luis Landaburu.

La Copa Libertadores, en sus sesenta ediciones, tuvo varias definiciones agónicas. La primera, jugada en 1960, finalizó con el triunfo de Peñarol ante Olimpia de Paraguay con un gol de Luis Cubilla faltando apenas siete minutos. Los uruguayos habían ganado 1-0 en la ida en Montevideo con gol de Spencer y en la vuelta, en el estadio Puerto Sajonia de Asunción, se imponían los “franjeados” por 1-0, igualando la serie, con gol de Hipólito Recalde.

Peñarol se iría convirtiendo en un especialista en triunfos agónicos porque de esta forma consiguió tres de sus cinco Copas.  En 1982, tuvo que definir ante el Cobreloa de Chile, que había perdido la final de 1981 ante Flamengo. Habían empatado en la ida 0-0 en Montevideo y el segundo partido se jugó en el estadio Nacional de Santiago porque la Conmebol no aceptó que Cobreloa lo hiciera en su reducto de Calama. Era el mismo escenario en el que los uruguayos se habían coronado en 1966 ante River pero el partido estaba igualado otra vez 0-0 y ya quedaban segundos  cuando el árbitro argentino Jorge Romero otorgó una falta para Peñarol. Antes de ejecutarla, el goleador Fernando Morena le pidió “terminalo y nos vamos al tercer partido en Buenos Aires”. 

Pero el partido se prolongó unos segundos y en la jugada siguiente, Venancio Ramos desbordó por la derecha, envió un centro, y Morena, de cabeza, le dio el gol y el título a su equipo.

Cinco años más tarde, en 1987, Peñarol, dirigido por Oscar Washington Tabárez, tuvo que definir el título ante el poderoso América de Cali, que llegaba a su tercera final de Copa Libertadores consecutiva (había caído ante Argentinos Juniors en 1985 y ante River en 1986). América habpia ganado 2-0 como local y Peñarol, 2-1 en Montevideo por lo que, otra vez, los uruguayos debían ir a un tercer partido en el mismo estadio Nacional en el que ya se habían coronado agónicamente en 1966y 1982. El empate le daba el título a los colombianos por diferencia de gol y el partido estuvo empatado 0-0 hasta el final, incluso durante todo el alargue de treinta minutos, y en la última jugada, el delantero Diego Aguirre, con un remate cruzado, pudo vencer al arquero argentino Julio César Falcioni.


Un hecho poco común es que una división política interna de Peñarol determinó que unos dirigentes reivindicaran más la final de 1982 (Washington Cataldi, el presidente de esa época), mientras que otros resaltaran más la de 1987 (José Pedro Damiani, el mandatario de aquel momento, de complicadas relaciones con su antecesor).

En 2018, en el estadio Santiago Bernabeu de Madrid, River se imponía a Boca 2-1 en el alargue de treinta minutos luego de que el partido finalizara 1-1 en los noventa (2-2 en la ida en la Bombonera), cuando un remate del lateral Leonardo Jara, desde fuera del área, terminó con la pelota dando en el palo derecho, con el arquero de River, Franco Armani, ya vencido, a segundos del final. Con el guardameta de Boca, Esteban Andrada, ya jugado al ataque, Gonzalo “Pity” Martínez se fue solo y con pelota dominada desde su propio campo, y sin obstáculos, cerró la final empujando la pelota a la red para el 3-1.

También la Champions League, en Europa, tuvo definiciones dramáticas. En 1974, cuando aún era la Copa de Campeones de Europa, un Atlético Madrid repleto de argentinos (Iselín Ovejero, Ramón Heredia, Rubén Ayala, Rubén Díaz, José Garate) y dirigido por Juan Carlos Lorenzo, alcanzó la final ante el poderoso Bayern Munich, base de la selección alemana que un mes más tarde ganaría el Mundial como local.

El partido se jugó en el estadio Heysel, en Bélgica y tras un empate sin goles en los noventa minutos, hubo que ir a un alargue de treinta. A sólo seis minutos para el final, Luis Aragonés marcó un gol de tiro libre que parecía decisivo, pero en la última jugada, y desde media distancia, Hans Georg Schwarzenbeck sorprendió al arquero Miguel Reina (el padre de Pepe, el arquero español campeón mundial en 2010) y empató 1-1 y obligó a un segundo partido en el mismo escenario pero dos días más tarde, en el que ya los germanos se impusieron por un inapelable 4-0 (dos goles de Uli Hoeness y dos de Gerd Müller).

Este gol de Schwartznbeck marcó a fuego a generaciones de hinchas del Atlético Madrid, al que comenzaron a emparentar con la mala suerte (en España lo llamaron por años “el pupas”) y hasta se le atribuyó a Reina responsabilidades en el gol alemán porque estaba tan distendido que segundos antes se distrajo firmando autógrafos a los alcanza pelotas cercanos a su arco.

Lorenzo, ya fallecido, llegó a contarle a este cronista que en las horas siguientes al primer partido, “buscaba a Reina por todas partes pero no lo podía encontrar, se escapó”. El Bayern comenzaría un reinado de tres años seguidos en Europa, liderado por el “káiser” Franz Beckenbauer, aunque no quiso disputar la Copa Intercontinental, que el Atlético le ganó a Independiente.

Un cuarto de siglo más tarde, en la final de la Champions League de 1999 en el Camp Nou del Barcelona (se jugó allí porque fue el año del Centenario del club catalán), el Bayern Munich comenzó ganándole al Manchester United con un gol tempranero de Mario Bassler y dominó por completo a los ingleses. El partido estuvo 1-0 para los alemanes hasta el final y cuando restaban pocos minutos, el escocés sir Alex Ferguson, DT del Manchester United, hizo entrar al veterano Teddy Sheringham y al noruego Oleg Gunnar Solskjaer (actual entrenador de los “Diablos Rojos”).

Sheringham desvió un defectuoso remate de Ryan Giggs para empatar el partido en el minuto 89 y Solskjaer, tras un córner desde la derecha de David Beckham, pudo establecer el 2-1 final en el minuto 91.

No fue la única final agónica que sufrió el Bayern. Hubo otra casi peor. Fue en la temporada 2011/12 y como local, en el Allianz Arena, ante un Chelsea remendado, dirigido por el italiano Roberto Di Matteo.  Fue una final cerrada por la actitud defensiva de los ingleses hasta que por fin, a ocho minutos del final, pudo marcar Thomas Müller ante el delirio de los hinchas alemanes, pero cuando nada lo preveía, a dos minutos del cierre empató el marfileño Didier Drogba, y obligó al alargue y los penales y allí se impuso el Chelsea y justamente Drogba fue el autor de la ejecución definitiva.

Siempre dirigido por Jupp Heynckes, el Bayern se vengaría al año siguiente al vencer en la final al Borussia Dortmund.

En 2014, en Lisboa, exactamente cuarenta años después de aquella increíble derrota ante el Bayern, el Atlético Madrid, ahora dirigido por el argentino Diego Simeone, llegó a la final de la Champions ante su rival de la ciudad, el Real Madrid. Ganaban los albirrojos con un gol de Diego Godín y ya se desataba la fiesta cuando a los 2 minutos y 48 segundos de descuento, el defensor “merengue” Sergio Ramos, empató con un cabezazo y forzó el alargue de treinta minutos y tal como en 1974, los “colchoneros” se desinflaron y ganaron los blancos 4-1.









1 comentario:

Luis Muriel dijo...

Esta final se jugó el 20 de mayo de 1966 y River se fue al descanso ganando por un cómodo 2-0 con goles de Daniel Onega y Jorge Solari, pero en el segundo tiempo, tras una parada del veterano arquero Amadeo Carrizo con el pecho en vez de usar las manos, los jugadores uruguayos se enardecieron y consiguieron empatarlo con goles del ecuatoriano Alberto Spencer y Julio César Abadie. Esto es muy divertido.