domingo, 10 de noviembre de 2019

Sólo Messi sostiene a este Barcelona (Interia)




“No hay que confundir Messi-dependencia con Messi-soledad”, advierte el columnista Ernest Folch en el diario “Mundo Deportivo” de Barcelona acerca del momento de incertidumbre y escaso juego colectivo que vive el Fútbol Club Barcelona y que se va acentuando conforme pasa el tiempo.

La comisión directiva del club, que encabeza Josep María Bartomeu, es consciente ahora de que no tomó las medidas necesarias en el momento justo, que era cuando acabó la temporada pasada y tras la ruidosa caída ante el Liverpool en Anfield (4-0) por la semifinal de la Champions League y enseguida, a causa del estado anímico producto de esa derrota, el equipo volvió a perder en la final de la Copa del Rey ante el Valencia en Sevilla.

Era el momento ideal para sustituir al timorato (aunque buen llevador de las relaciones personales en los vestuarios) Ernesto Valverde, quien pese a contar con una muy buena plantilla, muy mejorada respecto a temporadas anteriores en lo que para muchos es el inicio del recambio apuntando a lo que ya para Bartomeu es la idea de la “Era Post-Messi”, no logra darle una identidad al equipo y no se ve la luz en el fondo del túnel y no se trata de partidos en los que no hay funcionamiento, sino que en general, no aparece y es el genio de Lionel Messi el que termina salvándolo.

Un buen ejemplo es el último partido del Barcelona en el Camp Nou ante un aceptable Celta de Vigo (ahora dirigido por un ex jugador salido de la escuela del club catalán, Oscar García). Si no fuera por los tres goles de Messi (todos desde jugadas a balón parado, un penalti y dos libres directos), tal vez el resultado bien pudo ser otro.

Un dato estremecedor, que pone las cosas en su lugar, está relacionado con los remates de faltas. Si tomamos las estadísticas de las últimas ocho temporadas en las cinco ligas top de Europa, Messi marcó 29 goles de libres directos, mientras que toda la Juventus, en el mismo lapso, marcó 27, Real Madrid, 23, Roma y Olympique de Lyon, 21 y PSG,20.

Tal vez esto pueda mostrar la enorme diferencia que establece Messi cuando sale al campo en condiciones aceptables (muchas veces juega arrastrando pequeñas lesiones o molestias para no dejar huérfano al equipo) pero se trata de un Barcelona que no encuentra un sistema aceitado y que no aprovecha lo que tiene, que no es poco.

Algunos ejemplos: está cada vez más claro que en el medio del campo, el holandés Frankie De Jong, sin dudas un gran refuerzo con la idea de futuro, no puede coincidir con Sergio Busquets porque se chocan, ocupan los mismos espacios. Más dinámico el primero, mejor ubicación para el segundo, pero sólo uno de los dos puede ser titular. Al jugar juntos, pagan con su salida al banquillo un histórico como Iván Rakitic, que ya el Barcelona quiso transferir al finalizar la pasada temporada, y el chileno Arturo Vidal.

Además, con un mediocampo con Busquets, De Jong y Arthur, ninguno de ellos tiene la posición de enlace entre líneas como antes era Andrés Iniesta, y la desconexión con el ataque es evidente y termina todo dependiendo de la proyección de los laterales y de lo que haga, una vez más, Messi.

Justamente tal vez Messi pudo ser el Iniesta de este tiempo. Cuando el manchego estaba a punto de salir del Barcelona para ir a terminar su carrera a Japón, Messi admitió en una entrevista que él, encantado, podría pasar a jugar como organizador, para que haya tres puntas delante de él, dos extremos y un centrodelantero, a los que facilitar el juego.

Sin embargo, Valverde no aprovechó esta situación, y Messi sigue jugando libre por cualquier sector del campo, con sólo dos puntas como Luis Suárez y Antoine Griezmann, que no acaba de adaptarse a un sistema que no lo favorece y que juega mucho menos frontal que el Atlético Madrid, su club anterior, que practica un fútbol mucho más lógico para él.

Sumado a todo esto la intermitencia de Jordi Alba, fundamental para pasar al ataque por la banda izquierda y gran socio de Messi por allí, el Barcelona se fue quedando con pocos ejecutantes y un sistema muy poco aceitado, que termina dependiendo en exceso del genio.

¿Puede llegar lejos este Barcelona? No parece fácil jugando así. Tal vez pueda sacar una diferencia importante en el Camp Nou y teniendo a Messi en sus filas, no hay nada imposible, pero necesita mucho más un entrenador acorde y decidido, que muchos más jugadores, acaso sí un organizador, o que Messi baje unos metros y que el joven Ansu Fati se sume a Suárez, pero tampoco parecen compatibles así el uruguayo con el francés Griezmann y si no hay cambios en el juego, es éste último el que acaso lo pague con su salida.

En este momento, el Barcelona tiene un entrenador que es más un administrador que un diseñador, y si la comisión directiva no toma la decisión de un cambio, seguirá por el imperdonable camino de haber desaprovechado por años los mejores años del genio, que va a cumplir 33 años en junio, y que se plantea si seguir o no, cuando a mediados de 2021 se acabará su contrato.

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