lunes, 25 de noviembre de 2019

La pancarta de Bale, la Copa Davis de Piqué y la defensa del capitalismo en el fútbol




El diario deportivo “As” de Madrid hizo el cálculo científico. Cuando Gareth Bale ingresó como suplente ante la Real Sociedad en el estadio Santiago Bernabeu, el pasado domingo, la sonora silbatina marcó exactamente 87 decibeles y aún así, el potente delantero, protagonista de varias finales para el Real Madrid, cumplió, jugó un buen partido, y su entrenador, Zinedine Zidane, no le cayó encima como tampoco la comisión directiva.

En su último partido con su selección, y como modo de provocar a un club y a una prensa que viene persiguiéndolo por una supuesta actitud indolente hacia la entidad blanca de la capital española, Bale apareció con una pancarta que decía “Gales, Golf, Madrid, en ese orden”, una forma de colocar al club en una tercera prioridad, a sabiendas de que eso le traería problemas.

Acaso, Bale ya se vea fuera del Real Madrid en 2020 o acaso ni le interese lo que le vaya a pasar y su mensaje está queriendo decir que además de jugar al fútbol, el tipo nació en Gales, ama su lugar de origen, y le encanta jugar al golf, y cuando tiene que realizar su trabajo profesional, el de jugador de fútbol, va y lo hace. Y vaya si lo hace, porque es un auténtico jugadorazo que no admite. En lo técnico, demasiada discusión.

Paralelamente a Bale, el extraordinario defensor del Fútbol Club Barcelona, Gerard Piqué, atraviesa una situación distinta de forma pero muy parecida de fondo, aunque es más cuestionado por los medios que por los aficionados blaugranas por estar dedicado a full, en estos días, a la nueva Copa Davis en Madrid, organizada por su exitosa empresa Kosmos.

Los propios medios que lo critican, admiten al mismo tiempo que Piqué, y así es, tiene una capacidad intelectual (y de negocios) muy superior a la media, y mientras otros, en sus ratos libres, permanecen con sus seres queridos, o salen, o viajan, o duermen o ven la tele, Piqúe es multifacético y siendo aún jugador, ya se codea con los grandes nombres del mundo del deporte y de otros quehaceres. ¿Y cuál es el problema?

Un diario deportivo de Barcelona llegó a discutirle al defensor (al que alguna vez llamaron “Piquembauer”) que no es como él dice, y que viajar seguido desde Barcelona a Madrid insume tres horas y no “lo que un viaje en coche a las afueras”, como si en el día libre fuera importante si una hora, dos o tres. ¿No debería importar el rendimiento en el campo de juego, y no lo que sucede afuera?

Sosteníamos más arriba que los casos de Bale y de Piqué son distintos de forma pero parecidos en el fondo, porque siendo dos jugadores de perfiles completamente diferentes (Bale, más distante y poco locuaz, Piqué, muy cercano en el afecto del Barcelona y de posiciones frontales y permanentes), ambos, cada uno por su actividad fuera de la cancha, es reclamado por la prensa deportiva local por no estar “24/7” metidos en lo suyo, como si no hubiera vida privada o como si el club estuviera por encima de todo en tanto “pagante del sueldo”.

A su manera, Bale y Piqué vienen a decir que mal que les pese a estos medios, que se fueron convirtiendo en voceros de sus clubes en ocasiones como éstas, hay vida más allá del fútbol y no sólo más allá. Porque dentro del fútbol, el sentimiento por una selección nacional supera en un altísimo porcentaje, el de los clubes pagantes, a los que van por prestigio, poderío o dinero, no hay que olvidarlo.

Desde hace tiempo que el fútbol mundial sufre un tironeo entre los clubes poderosos europeos (ejemplificados en la ECA) y las selecciones nacionales. Ya hace unos años, el ex presidente de la FIFA, el suizo Joseph Blatter, llegó a decir que a él, en ese cargo, le tocaba “administrar pasiones”. No hay mayor contradicción que esa. “Administrar” va reñido de “Pasión”  pero hoy el fútbol atraviesa este duelo, en el que el poderoso caballero “Don Dinero” de los clubes europeos comienza a ganarle por goleada a la pasión de las selecciones nacionales, una vez que la vieja dirigencia (aún corrupta en los manejos de los fondos) dejó su lugar a los que ya responden por completo a los mandatos del gran capital.

No es casual, por ejemplo, la aparición de la Liga de las Naciones de Europa. No es otra cosa que la metida de mano de los clubes poderosos para cerrar a las selecciones europeas a lo que llaman “Virus FIFA”, esto de que sus jugadores tengan que viajar muy lejos entresemana para luego regresar exhaustos de “partidillos” de sus selecciones nacionales y no rendir ante el capitalista que es, al fin y al cabo, el que lo mantiene. Esa es la mentalidad. Y entonces, con esta Liga, al menos se garantizan de que los europeos seleccionados no salgan del continente, aunque nos priven a todos de partidos como Alemania-Brasil, España-Argentina u Holanda-Uruguay, salvo huecos en fechas excepcionales. Todo sea por el gran capital.

Entonces, que a Bale le guste jugar al golf en su tiempo libre, o se sienta más cómodo con la camiseta de Gales que con la del Real Madrid, cuando tras ganar mil partidos lo tildan de indolente, tiene toda la lógica del mundo. Y que Piqué, en vez de mirar la tele o comprarse ropa, tenga éxito organizando la Copa Davis con un nuevo formato, y en Madrid, también la tiene.

Guste o no, hay vida fuera del fútbol profesional, y aún los jugadores pueden elegir, por ahora, qué hacer con ella, aunque mañana nunca se sabe.

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