martes, 19 de noviembre de 2019

Pese al empate final ante Uruguay, un paso atrás de la selección argentina justo cuando se acabaron las pruebas (Jornada)




                                                        Desde Tel Aviv



La estrafalaria voz del coqueto y moderno estadio Bloomfield se volvía loca para entonar a los gritos el nombre de “Leo Messi”, que por la pronunciación casi parecía decir “Diego”, cuando, por fin, el genial jugador argentino, máximo goleador histórico de la Selección –llegó a los setenta, catorce más que su seguidor, Gabriel Batistuta-, estableció el empate 2-2, de penal, en el extraño Clásico del Río de la Plata llevado a cabo en Israel.

Sin embargo, la trabajosa paridad conseguida in extremis por el equipo nacional no debería ser festejada en exceso. Pese al invicto mantenido en esta ventana de amistosos ante Brasil en Ryad (1-0) y anoche en Tel Aviv ante Uruguay, quedan demasiados interrogantes con miras al inicio de la clasificación mundialista de marzo próximo, porque se acabaron las pruebas y desde ahora, ya sin otros compromisos que los oficiales, el entrenador Lionel Scaloni deberá sacar conclusiones para tratar de encontrar, ahora sí, el mejor once posible.

Más allá de los resultados ante los dos clásicos rivales sudamericanos, hay varios elementos que quedan para el análisis. Antes que cualquier otra consideración hay que decir que este equipo argentino es claramente liderado por Messi, pero que éste no va a poder jugar la primera fecha de la clasificación hacia Qatar 2022 por arrastrar una suspensión por parte de la Conmebol. Justamente por eso, sorprende que Scaloni no haya probado al menos un tiempo en Tel Aviv sin la estrella del Barcelona, a menos que el contrato del partido exigiera lo contrario.

El gran interrogante es si este equipo argentino puede ser fuerte, o temible, sin Messi. Acaso lo sea, porque cuando él juega la dependencia para que la pelota pase por sus pies es total y eso genera que muchos jugadores toquen para mover al rival hasta que, por fin, el mejor jugador del mundo pueda ponerse en contacto con el balón y decidir el mejor camino para él.

Pero como Messi es un “todocampista” pese a lo cual parte desde la derecha, cuesta encontrar la fórmula para ayudarlo con más delanteros. Si en la pasada Copa América de Brasil (a nuestro juicio, lo mejor del ciclo Scaloni en los dos últimos partidos ante los locales y Chile), Messi jugó acompañado por Sergio Agüero y Lautaro Martínez, con Leandro Paredes y Giovani Lo Celso por detrás, en este ciclo de dos partidos utilizó sólo a Paredes (junto a Rodrigo De Paul y Marcos Acuña) y a Paulo Dybala, como volante, y apenas con Agüero a su lado. Pareció muy poco.

Por la falta de algunos jugadores, como los de River Plate (Franco Armani, Gonzalo Montiel, Lucas Martínez Quarta, Exequiel Palacios) o Walter Kannemann, puede sostenerse que en las áreas no está el problema, sino, justamente, fuera de ellas, en la amplia zona de la gestación.

El equipo argentino genera muy poco fútbol porque después de la Copa América, Scaloni fue optando por un jugador muy útil y de enorme despliegue como Acuña, pero por la banda izquierda éste inutiliza en un alto porcentaje a un lateral con mucha proyección como Nicolás Tagliafico. Por la otra banda, el aporte de Paulo Dybala sigue siendo escaso, tal como hasta el momento es su historia en la selección nacional y entonces Messi queda rodeado, para los ataques, sólo con el punta y los esforzados laterales, muy poco para procurar llegar al arco de enfrente y entonces se depende de una pelota parada, un error rival, o una jugada magistral del crack del Barcelona.

Acaso Scaloni pueda concluir, en estos cuatro meses de receso del equipo, porque ya no le quedan compromisos de preparación, que necesita más acompañantes para Messi, y especialmente un Plan B para cuando el crack esté marcado o rodeado de rivales, como sucedió anoche. Esa mayor compañía podría surgir, tal vez, de quitar a uno de los dos jugadores por la banda izquierda y de romper con el exasperante “doble cinco” y allí encontraría dos posiciones ofensivas e incluso, por qué no, ocupar las puntas con especialistas y no con obreros.

Párrafo aparte para el puesto de volante central, que desde hace meses parece ocupar, como dueño, Leandro Paredes. Sus características lo acercan a las de Fernando Gago aunque, todo indica, varios escalones abajo. Uno de los problemas es que da demasiadas vueltas hasta encontrar el destinatario justo y a veces se entretiene mucho con la pelota, pero además, sus espaldas suelen traerle complicaciones defensivas.

El mayor inconveniente es que el fútbol argentino ya no pudo producir más jugadores al estilo de Javier Mascherano, y acaso Santiago Ascacíbar y Claudio Yacob (éste, más retrasado, casi pegado a los marcadores centrales) son hoy los únicos exponentes.
Al llegar al final de 2019, la selección argentina es una gran incógnita. Sigue teniendo algunos (no todos) jugadores de gran nivel. El gran proyecto es que, por fin, pueda convertirse en una estructura colectiva en la que Messi encaje, y no que Messi determine el funcionamiento de todos.

Para ello, se requiere de una orfebrería y una visión del juego nada sencilla. Pero hay que reconocer que anoche tuvo, enfrente, a un equipo que es, aunque cercano en geografía, muy distinto en la filosofía: se trata de una estructura de enorme continuidad (días pasados, el Maestro Oscar Tabárez, entrenador “celeste”, recibió el premio Guiness a la permanencia en el cargo), que logró renovar su mediocampo luego de que se retiraran algunos de sus principales exponentes, y en el que los delanteros son una garantía de gol y su defensa, de una enorme solidez.

Este equipo argentino, en el que sus jugadores casi no hablan con la prensa y si pudieran, se escaparían todos por una puerta colateral, tratará de buscar respuestas desde el césped, cuando ya el reloj de arena comienza a darse vuelta y se acerca la hora de la verdad. En cuatro meses, comenzaremos a tener las primeras respuestas.

1 comentario:

guille dijo...

Admirado Sergio,
Esta vez debo discrepar en que no haya equipo. En estos 2 últimos volvió Messi, pero ya viene mostrando un estilo de volantes que tienen despliegue y juego. Es más, sacando los resultados y los accidentes defensivos ( mira que Uruguay tuvo 2 goles en 3 ataques) la Argentina de Scaloni apuesta a jugar, a atacar pero ya no le llegan fácil. Hoy con una competencia tan igualada a nivel Latinoamericano este equipo está listo. Faltan los arreglos que sólo pudo aportar el extrañado y nefasto Julio Grondona. Sin los cuales, hoy no ganas nada. Si no, pregúntale a Gallardo...
Abrazo enorme.