viernes, 21 de junio de 2019

El “milagro al revés” de la selección argentina en Brasil (Interia)




                                                            Desde Brasil



A pocas horas de jugarse el tercer y último partido de la fase de grupos de la Copa América de Brasil, parece insólito pero es real que alrededor de la selección argentina, que tiene a Lionel Messi en sus filas, se hacen cálculos sobre sus escasas chances de clasificarse a los cuartos de final, y probablemente, si no vence a Qatar el domingo por la tarde, quedará última entre cuatro equipos, lo que debería desembocar en una crisis sin precedentes.

En esta Copa América, compuesta por tres grupos de cuatro equipos, se clasifican a los cuartos de final los dos mejores de cada uno, y los dos mejores terceros, es decir que sólo cuatro selecciones nacionales sobre las doce participantes, quedan eliminadas en primera ronda, y Argentina, segunda ganadora de títulos de este torneo en la historia (14 sobre 15 de Uruguay), podría ser una de las cuatro que se vuelven a casa desde el inicio.

La gran pregunta que podrían formularse los lectores es cómo, con Messi en sus filas, se ha llegado a tanto. ¿Cómo se pudo caer tan bajo, con jugadores como Sergio Agüero, Ángel Di María, Nicolás Otamendi o Paulo Dybala? El equipo argentino, de momento, jugó dos de los tres partidos en su grupo y perdió en su debut ante Colombia (2-0) y empató (gracias a un penalti otorgado por el VAR) ante Paraguay (1-1) y sólo le resta jugar ante Qatar, pero ya no puede ser primera (Colombia ganó el grupo) y si Paraguay gana su partido, tampoco segunda, por lo que lo máximo que podría aspirar sería a un mísero lugar como uno de los dos “mejores terceros”.

La respuesta a la insólita situación de la selección argentina es que todo comienza muy arriba, en la propia conducción de la federación nacional (AFA), que va sin rumbo y con muchísimos problemas que no resuelve y que vienen de lejos, desde la estructuración centralista de los torneos locales (que tienen demasiados equipos de Buenos Aires y no del resto de las ciudades, en un país muy extenso pero muy concentrado), la permanente exportación de jugadores y con ello, la pérdida de nivel de los torneos, y especialmente, el desorden en el que entró la selección argentina desde que renunciara José Pekerman en 2006, luego del Mundial de Alemania, donde Argentina fue eliminada en cuartos de final por los locales, desde los penaltis.

Para tener una mayor precisión, desde 1974 hasta 2006, la selección argentina había tenido seis entrenadores (Menotti, Bilardo, Basile, Passarella, Bielsa y Pekerman), y desde 2006 hasta hoy, ocho entrenadores (Basile otra vez, Maradona, Batista, Sabella, Martino, Bauza, Sampaoli y Scaloni), con la gran chance de que una vez que transcurra la Copa América y el equipo regrese a casa, la AFA elegirá un noveno.

Es decir que en 32 años, la selección argentina tuvo seis entrenadores, y en los últimos13 años, tuvo ocho. Un ejemplo puede ser contundente: Sergio Agüero, del Manchester City, era centrodelantero para Batista, extremo izquierdo para Sabella, nuevamente centrodelantero para Martino, jugaba de segundo delantero con Bauza, variaba entre delantero y jugando de segunda punta con Sampaoli. Un mismo jugador, cambiando de tres hasta cuatro posiciones en un lapso de cinco años.

A la falta de continuidad y de línea de juego (los entrenadores que pasaron no obedecían a la misma filosofía, por lo que la selección argentina fue variando desde un intento por jugar más ofensivo, con 4-3-3, a otro más conservador, con 4-4-2), hay que sumarle también un hecho más estructural, y es que por razones económicas, el fútbol argentino fue dejando de producir jugadores en funciones claves, porque para poder vender a Europa hacía falta generar las funciones que el mercado europeo requiere.

En el fútbol argentino, siempre fue un clásico la función del “diez”, un número mítico que utilizaron desde Maradona o Ricardo Bochini (un extraordinario jugador de los años setenta y ochenta) o Juan Román Riquelme y, por supuesto, Messi, pero como ahora en Europa no se utiliza, ya entonces tampoco aparecieron más, al no tener a quien vendérselo. Así podemos sumar a los extremos, que siempre fueron otra característica de los albicelestes. Una tercera posición es la de mediocentro. El fútbol argentino siempre tuvo jugadores altos y de muy buena presencia allí, muy elegantes, y ahora necesita a dos para que hagan lo que antes podía realizar uno solo.

La consecuencia es lo que hay. Una selección argentina con tanta historia, a punto de quedar eliminada pronto de una Copa América, sin que se entienda a qué quiere jugar, con sus jugadores derrumbados anímicamente, y con un entrenador que no estaba en condiciones de dirigir a este equipo.

Bebiendo de su propio veneno, la selección argentina corre el riesgo de encaminarse a ser en el siglo XXI lo que fue Hungría en la segunda mitad del siglo XX (aunque en ese caso, la causa fue la guerra): una selección que vive del recuerdo de lo que fue, y que nunca pudo recuperar aquellos años de brillo.

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