La sociedad
argentina, en su gran mayoría loca por el fútbol,- que a decir de Jorge Valdano,
el ex jugador del Real Madrid, es “lo más importante de lo menos importante”-,
ya palpita lo que puede llegar a ser un septiembre para el infarto, porque los
dos clubes más poderosos del país, y encarnizados rivales, Boca Juniors y River
Plate, pueden enfrentarse hasta en tres oportunidades tras nueve meses sin
verse las caras.
River y Boca no
se enfrentan desde el 9 de diciembre pasado en el estadio Santiago Bernabeu del
Real Madrid y aunque parezca inverosímil, por la Copa Libertadores de América
(la Champions League sudamericana) en lo que se denominó como “la final más
larga de la historia”, a partir de los continuos escándalos que derivaron en
que un partido que debía jugarse en Buenos Aires terminara disputándose en
Madrid por decisión de la Confederación Sudamericana (Conmebol).
Hasta 2018, y
tradicionalmente desde su primera edición en 1960, la final de la Copa
Libertadores consistía en una serie de dos partidos, con ida y vuelta en las
localías, y aunque inicialmente en caso de igualdad podían definir todo en un
tercer partido en estadio neutral, en los últimos años se definía por penaltis
en el partido revancha.
La final de 2018
tuvo el inédito partido entre los dos poderosos de la Argentina. La ida debía
jugarse en el mítico estadio de Boca, “La Bombonera” (por su forma cuadrada, y
con tribunas acantiladas y una tremenda acústica de los cánticos), y allí
empataron 2-2 al día siguiente de la fecha prevista porque la intensa lluvia
obligó a suspender el partido.
La vuelta se
jugaba una semana más tarde en el Monumental, y al empatar 2-2 y no contar los
goles de visitante como dobles, todo se definía allí, y sólo con los hinchas de
River porque desde 2013, por razones de violencia, en el fútbol argentino se
prohíbe el ingreso de hinchas visitantes y aunque esto no rige en la Copa
Libertadores sino en la Superliga local, los dirigentes de ambos clubes
decidieron continuar con la misma política en el torneo sudamericano.
Sin embargo,
tampoco se pudo jugar en el estadio de River en la fecha prevista porque a
pocos metros de llegar, el autocar de los jugadores de Boca recibió una apedreada
de hinchas locales, que destrozó algunas ventanas y produjo daños oculares en
algunos de los futuros protagonistas del partido, que debieron ser atendidos en
un hospital, fuera del estadio.
Tras varias
horas de incertidumbre, los dirigentes de River y Boca decidieron jugarlo al
día siguiente, aunque primero Boca pretendía que se suspendiera y que la
Conmebol le diera por ganada la Copa Libertadores pero el organismo sudamericano
para que todo se dirimiera en el campo de juego.
Sin embargo, en
esa misma noche, en el hotel de concentración de Boca, cientos de hinchas
presionaron desde los alrededores a sus propios dirigentes para que no se
jugara el partido al otro día, y que se insistiera en que la Conmebol le diera
por ganado el partido a partir de la agresión sufrida por los jugadores.
No fue
casualidad lo de la insistencia de los dirigentes de Boca. En 2015, debieron
enfrentarse con River por los octavos de final de la Copa Libertadores. River
había ganado 1-0 en la ida y empataban 0-0 al finalizar la primera parte en la
“Bombonera” cuando un conocido hincha y socio de Boca roció el vestuario de los
jugadores de River con gas pimienta y el partido se suspendió y luego la Conmebol
se lo dio por ganado al visitante, que acabó siendo campeón del torneo. Boca,
ahora, pretendía el mismo trato ante otra agresión a sus jugadores.
Finalmente, al
notar que el ambiente no era propicio para jugar el partido, la Conmebol
decidió postergar la segunda final, citó a los presidentes de los dos clubes a
su sede de la ciudad de Luque, en Paraguay, y decidió trasladar ese partido a
Madrid para mayor seguridad, aunque nunca quedó claro por qué no se pudo jugar
en otra ciudad argentina o, en su defecto, en alguna importante ciudad de
Sudamérica, tratándose de un torneo continental. Como si la UEFA decidiera
jugar una final de Champions entre Real Madrid y Barcelona, en Río de Janeiro.
River le ganó
3-1 a Boca la final de Madrid, sin ningún problema de violencia el pasado 9 de
diciembre, aunque Boca recurrió al máximo tribunal deportivo mundial, el TAS,
con sede en Lausana, Suiza, y aún no se sabe la decisión final sobre la Copa
Libertadores 2018, pese a lo cual, tanto Boca como River ya se encuentran en
cuartos de final de la edición 2019 y si ambos pasan sus llaves, esta vez
deberán enfrentarse el 24 de setiembre y el 1 de octubre, en semifinales (esta
vez primero en el Monumental, y luego en la Bombonera).
En la actual
edición, River eliminó al Cruzeiro de Brasil en los octavos de final, aunque
sufriendo bastante, tras dos empates 0-0 y gracias a que su portero Franco
Armani (mundialista con la selección argentina) pudo parar dos penaltis en la
definición, mientras que Boca logró sacar una buena ventaja en Brasil ante el
Atlético Paranaense (0-1) para rematar la faena en casa (2-0).
Por los cuartos
de final, River deberá enfrentar al Cerro Porteño (Paraguay), primero como
local y luego en Asunción, mientras que Boca deberá viajar a la altura de Quito
para jugar la ida ante Liga de Ecuador, y tiene la opción de resolver la llave
en casa.
Si ambos equipos
argentinos pasan los cuartos, deberán enfrentarse entonces apenas tres semanas
después de que lo harán por la Superliga argentina que acaba de comenzar (sólo
se jugó una jornada) y en el estadio de River, por la quinta jornada, y hasta
podrían volver a verse en un cuarto partido por la Copa Argentina, en
semifinales, aunque River está recién en octavos de final y a Boca le resta
jugar su partido para llegar a esa instancia (ante el Almagro, de la Segunda
División, el 13 de agosto).
Por si fuera
poco, y con las energías que generan las elecciones presidenciales, previstas
para el 27 de octubre, y con las primarias el próximo 11 de agosto, la
aparición de esta posibilidad de los “Superclásicos” argentinos de semifinal de
Copa Libertadores, cuando ni siquiera está del todo resuelta la final de 2018,
el fútbol argentino (y buena parte del sudamericano, que lo suele seguir de muy
cerca) tendría una alta dosis de adrenalina y ya comienza a especularse con
esta posibilidad en los medios, y en los cánticos de las tribunas de los
hinchas de ambos clubes.
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