lunes, 5 de agosto de 2019

¿En manos de quién está el fútbol sudamericano? (Jornada)





En las últimas horas se conoció la sanción de tres meses de suspensión y 50.000 dólares de multa para Lionel Messi por aquellas declaraciones que utilizaban la palabra “corrupción” y que se referían a que la Copa América “estaba organizada para Brasil” tras su expulsión ante Chile por el tercer puesto.

Es, aunque pueda parecer mucho, una sanción muy leve por parte de la Conmebol porque en los próximos tres meses, la selección argentina tiene previsto jugar cuatro amistosos, dos en setiembre ante Chile y México, en los Estados Unidos, y dos en octubre ante Alemania y País Vasco, en Europa. En noviembre hay otros dos posibles amistosos pero ya Messi habrá cumplido su sanción y podrá reincorporarse al equipo nacional y además, esta sanción es apelable y aún existe la chance de que la pena sea inferior.

La cuestión, entonces, no es el alcance, que es bajo por dos posibles razones: que la Conmebol crea que con haber desplazado al presidente de la AFA, Claudio Tapia –que al fin y al cabo, dijo lo mismo que Messi-, del Consejo de la FIFA, ya es suficiente, y que con una leve pena quiera demostrar que no tiene nada contra “el fútbol”, contra el juego y que así parezca que quiere proteger al crack del Barcelona.

Lo más importante de la sanción pasa por lo subyacente, por querer mostrar una autoridad, una superioridad ética que no tiene porque esa punición ni roza al fútbol argentino, ni tampoco lo altera la fecha de la etapa clasificatoria para el Mundial de Qatar 2022 que Messi se perderá (en este caso, igual que el chileno Gary Medel) por la expulsión en el último partido de la pasada Copa América.

La Conmebol, con este fallo, nos dice (o, mejor escrito, nos pretende decir) que no va a pasar por alto frases como las utilizadas por Messi aunque se trate de una figura excepcional y uno de los mejores deportistas de la historia y que le caben las generales de la ley, pero luego, es demasiado leve y casi no tiene fuerza y no lo altera en absoluto. Tampoco los 50.000 dólares, una cifra muy baja dentro de ese contexto de intereses que se manejan en el fútbol mundial.

Lo que queda por ver es lo que ocurrirá en los próximos meses en los terrenos de juego en cuanto a posibles “devoluciones de favores” en la etapa clasificatoria al Mundial 2022 y en la próxima Copa América 2020, que co-organizarán Argentina y Colombia pero en el que, cabe aclarar, no tendrán demasiada incidencia los dirigentes locales porque será la propia Conmebol la que estará a cargo de todo (eso no ocurrió este año en Brasil).

Algo de esto ya comenzó a palparse en algunos partidos de las copas continentales de equipos con el insólito penal sancionado contra Boca y para Atlético Paranaense en Brasil por la Copa Libertadores, y por la insólita demora y las enormes vueltas para cobrar el gol de Martín Benítez, de Independiente, en Quito ante la Universidad Católica ecuatoriana por la Copa Sudamericana.

Sin ir más lejos, la Confederación Brasileña (CBF) sabe bien de lo que nos referimos, al punto de que pocas veces se conoció que para reclamar fallos arbitrales en la Copa Libertadores pasada, la de 2018, la mayoría de los clubes de peso acompañaron reclamos de Cruzeiro (para la quita de la expulsión de Dedé para la revancha ante Boca por los cuartos de final) o de Gremio (por el penal que nadie vio y que cobraron para River en Brasil en la semifinal).

Es que los dirigentes del fútbol brasileño estaban convencidos de que la Conmebol tenía algo contra ellos a partir de que el día anterior al Mundial 2018, en Moscú, la CBF votó por la candidatura de Marruecos para organizar el Mundial 2026 y no la de los norteamericanos Canadá,Estados Unidos y México, como habían quedado los diez miembros de la Conmebol, a partir de necesitar luego el voto de la CONCACAF para una futura votación para que Argentina, Uruguay, Chile y Paraguay sean sede del Mundial 2030.

“No hay peor traición que la de un amigo”, dijo “Chiqui” Tapia días después, en la inauguración de la Casa de la Conmebol en Moscú, para referirse a la CBF, pero esa cercanía argentina a la Conmebol y esa lejanía brasileña duraron hasta diciembre pasado.

¿Qué fue lo que sucedió después? La diplomacia del fútbol brasileño se dio cuenta de que había que cambiar, fue elegido presidente Rogelio Carboclo, y se fue acercando a la sede de la Conmebol en Luque, mientras que la AFA no pudo ser capaz de garantizar la final de la Copa Libertadores entre River y Boca, y los negocios pudieron más y terminó jugándose en Madrid, cruzando el Océano Atlántico.

Nada fue lo mismo, y esta Conmebol que maneja el VAR a discreción y a partir de una extraña alianza con la empresa española Mediapro (la misma que en una ejemplar medida, fue desplazada de la licitación inicial para transmitir la final de la Copa del Rey entre Barcelona y Valencia por parte de la Real Federación Española, argumentando que los que estuvieron ligados al FIFA-Gate no están en las mismas condiciones que los otros competidores), o que le hace juicios a periodistas con largas y limpias trayectorias como la del colega paraguayo Marcos Velázquez, de ABC Color y “Sinfalta.py”-uno de los medios independientes con mayor poder de investigación del fútbol sudamericano-, en cualquier momento nos puede sorprender con algo del estilo de lo que vimos en la pasada Copa América o en la última Copa Libertadores.

¿Cuál es el criterio para el uso del VAR en los partidos oficiales de equipos o selecciones en Sudamérica? ¿Cuánto de independiente es el brasileño Wilson Seneme, titular del Comité Arbitral de la institución? ¿Cuál es el criterio para la determinación del pago de multas en cada uno de los fallos disciplinarios de la institución? ¿Es lógico que el presidente de la Conmebol, el paraguayo Alejandro Domínguez, no haya dado ninguna conferencia de prensa durante la pasada Copa América?

Finalmente, ¿En manos de quiénes estamos en el fútbol sudamericano?


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