Hubo un tiempo
en el que Carlos Tévez fue Carlos Alberto Martínez, o “El Manchado” (por la
enorme cicatriz que tiene en su cuello desde los diez meses de vida), hasta que
en 1997, a sus trece años, pasó de All Boys a Boca Juniors.
Aunque no lo
mencione mucho, a Tévez lo descubrió, antes que nadie, el “Tano” Propatto,
quien trabajaba con los juveniles de All Boys y fue quien se tomaba el trabajo
de ir con una Estanciera modelo 1975 a buscar chicos que pudiera llevar al club
y para eso, solía meterse en los barrios más difíciles, como siempre fue el
“Ejército de los Andes”, más conocido como “Fuerte Apache”.
Carlos Norberto
Propatto tenía entonces 43 años y ganaba un buen sueldo en All Boys, entre 2500
y 3000 pesos/dólares aún en la época de la Convertibilidad. Wing derecho
truncado por una lesión, e hincha de Argentinos Juniors, también había sido
bombero de la Policía Federal, repartidor de vinos finos, y a los 35 años
comenzó a dirigir a chicos en el Círculo Penacho Azul de Villa Urquiza, para
pasar por Reconquista, Brisas del Plata y All Boys. Luego, su carrera seguiría
en El Alba, Racing, Sportivo Buenos Aires, comunicaciones, Independiente,
América del Sud, Arg Jrs y Jorge Newbery.
Aquel día que se
metió en el Nudo 1, su idea era ingresar a la canchita pero sin apagar el motor
pudo divisar a un chico morrudito, que parecía tener menos edad de los que
jugaban, y que pateaba, descalzo, una piedra a un costado. Creyó que vio “algo”
en ese pibe y se acercó para preguntarle cómo se llamaba, pero Carlos,
temeroso, no quiso hablarle, aunque pidió que le dieran una pelota (“jugaba
bien en serio”, recordó) y gracias a los datos aportados por otros chicos (“no
sabés cómo juega el pendejito”, le insistían), fue hasta la casa en el primer
piso del Nudo 1, pero el padre no estaba y la madre, sin abrirle del todo la
puerta, le dijo que regresara cuando volviera su marido.
Lo cierto es que
Tévez tenía allí cinco años, aunque jugaba con chicos de catorce, y Propatto se
llevó ese día de Fuerte Apache al “Chueco” Almada, al paraguayo Brizuela y a
“Cabañas” Coronel.
Tras dos
intentos fallidos, al tercero lo atendió Segundo Tévez, albañil, quien se hizo
cargo de la crianza de Carlos junto a su esposa Adriana (hermana de la madre
natural, Fabiana), quien le dijo que no se lo podía mandar porque no tenía
zapatillas, a lo que el ojeador y entrenador
le dijo que le podía conseguir algunas prestadas. “Dejámelo llevar, yo
vengo todos los días a buscar a los chicos para llevarlos a All Boys, y te lo
vuelvo a traer”, le pidió. Lo único que no le gustaba para nada a Segundo es
eso de las zapatillas. Se sentía herido en su orgullo porque las quería comprar
él, con su trabajo.
“No fue fácil. Tuve que convencerlo. Pero finalmente me lo
dio. De todos modos, con quien más trato tuve fue con Adriana, su mamá.
Generamos una buena relación. El Gordo (Segundo) era introvertido, no daba
mucha bola. Pese a eso, nos respetábamos mucho”, cuenta Propatto en “Tévez, la
verdadera historia”, el libro de Diego “Chavo” Fucks.
Hasta ese
momento, Carlos Martínez, que así se llamaba, utilizando el apellido de su tía,
jugaba en el Santa Clara los domingos y
la mayoría de sus conocidos jugaba los sábados en el Villa Real (club en el que
también se inició Carlos Bianchi) pero él allí jugó unos pocos partidos no
oficiales. Los sábados eran los días indicados para jugar en All Boys, en el
caso de que aceptara jugar allí.
El Santa Clara
es un club que se había fundado con la Iglesia del Fuerte Apache y una radio
comunitaria. En ese equipo, que era imbatible, jugaba también su amigo Darío
“Cabañas” Coronel, de trágico y prematuro final.
En 1992, Santa
Clara debía enfrentar en la final al poderoso Parque, que era dirigido por el
prestigioso detector de talentos Ramón Maddoni, pero el temor de los padres de
los chicos era el de una goleada y le pidieron a los dirigentes no jugar para
no bajonear a los chicos. El DT era Roger “Didi” (sobrenombre que le pusieron
en referencia al brasileño Valdir Pereira, campeón mundial en 1958 y 1962, que
luego dirigió a River a principios de los Setenta) Ruiz. “Nosotros no tenemos
miedo, Didi. Le vamos a jugar igual”, le dijo Martínez, con apenas ocho años. A
ese partido lo vieron cerca de 600 personas, y ganó Santa Clara 6-4 y Carlitos
no sólo fue la figura, sino que ese partido lo elevó a la categoría de muy
buscado por All Boys porque le veían cosas que pocos tenían.
No se trataba
sólo de talento, de cuestiones técnicas, sino cómo protegía la pelota, cómo
poner el cuerpo, su enjundia, su fuerza mental, su carácter ganador. La
categoría 1984 de All Boys se había convertido en sensación por cómo jugaba. Propatto
traía y llevaba a todos los pibes casa por casa con su camioneta llevaba a todo
el plantel, cuerpo técnico y algunos padres, y dejaba para el final a los que
vivían en Fuerte Apache. Sabía que estos chicos no comían bien así que solía parar la
camioneta sobre un almacén de la avenida Lope de Vega y Lescano y compraba pan,
salchichón, queso, y se metía en el Fuerte.
Al poco tiempo
que Carlos jugó en All Boys ya empezó a ser tanteado por el poderoso Parque (en
la serie se ve cómo Diego Pérez, que hace de Maddoni, se sienta en la tribuna
al lado de Carlitos y de Alberto Ajaka (Segundo) para ir tomando contacto con ellos,
de manera informal primero., pero el chico, decidido, le dice que sólo quiere jugar en Boca).
Pese a las ofertas,
Martínez se mantuvo dos años en All Boys y llegó a debutar ante Almagro en
cancha de once, con la categoría 1983, aunque ya lo hacía desde los siete años
en categorías más recreativas que competitivas (“Todos me preguntaban “¿de
dónde sacaste a este pibe?, porque era un disparate lo que jugaba”, le contó
Propatto a Diego “Chavo” Fucks en su libro). Ese partido tiene algunas copias
de VHS y se ve a un joven de gran carácter, que se pone el equipo al hombro pero
al mismo tiempo, un diez sacrificado, que se tira atrás cuando es necesario.
All Boys ganó 6-2 con dos goles suyos, ambos desde fuera del área. Era común que
jugara con gente mayor que él, y a veces
se ponía mal porque lo dejaban en el banco pero cuando los partidos parecían
imposibles de remontar, el DT le decía “entrá y salvanos”.
Fue en ese
tiempo, cuando jugaba en All Boys y ya experimentaba en cancha de once, que
tuvo una ocurrencia poco común. Sebastián Varela del Río cuenta en su libro
“Tévez, corazón apache” lo que aconteció tras el domingo 7 de octubre de 1995,
el día de la vuelta de Diego Maradona a Boca tras casi catorce años en Europa
con la victoria 1-0 ante Colón con el gol de Darío Scotto.
Un Maradona con
el mechón rubio por su rabia contra la decisión de Daniel Passarella de que los
jugadores de la selección argentina se cortaran el pelo, había discutido muy
fuerte con su entonces rival (Luego compañero dos años más tarde) Julio César
Toresani, a quien citó a su casa: “Segurola y Habana 4310 séptimo piso. Y vamos
a ver si me dura 30 segundos”. Al día siguiente, alguien en el entrenamiento de
All Boys repitió esa dirección, que vio por la TV o escuchó por la radio, y a
Carlos se le ocurrió irle a tocar el timbre a la casa.
Era un fanático
de los autógrafos y le solía pedir a su tío Segundo que lo llevara a los
entrenamientos para pedirlos. Así fue que junto con Leo, El Rulo y el Colorado
se subieron al colectivo 85 y se fueron al barrio de Villa Devoto, caminaron
seis cuadras, tocaron el portero y ante la voz de Claudia Villafañe, Carlos
dijo tímidamente “¿Está Maradona? Queremos hablar con Maradona”. Claudia los
amenazó con llamar a la Policía por lo que Carlos optó por decir la verdad, que
eran chicos que jugaban en All Boys, que lo tienen como ídolo. Pero Claudia les
dijo que no estaba, que se había ido a la casa de un amigo. Esta frustrada pero
decidida visita tendría sus frutos muchos años más tarde.
Carlos Martínez
llevaba dos años en All Boys, que parecen poco pero eran demasiados en ese
contexto. Propatto (tal como se muestra en la serie de Netflix) buscaba
retenerlo por todos los medios posibles, pero sabía que la historia tendría un
final muy corto.
“Honestamente, pensé que Carlos se iba a ir más rápido de lo
que se fue. Aunque nuestro equipo era invencible, Carlos no era para All Boys.
Siempre estuvo claro que estaba para algo mucho más grande”, admitió más tarde
el entrenador.
Ramón Maddoni
insistía en llevarse a Tévez ante la negativa de éste, pero las cosas cambiaron
cuando se supo que Mauricio Macri, entonces presidente de Boca, había comprado
Parque, que estaba ligado a Argentinos Juniors, y ya se conocía que Boca se
había llevado a Juan Román Riquelme y a Cesar La Paglia un año antes, pero al
prestigioso ojeador le había resultado difícil convencerlo y hasta fue
ninguneado más de una vez.
Incluso desde
All Boys le decían a Carlos que no se dejara engañar, que cuando necesitó
zapatillas, fue este club el que se las dio, y tantas otras cosas. Algo que
pudo haber terminado con todo fue cuando All Boys enfrentó a Boca y en los
festejos de los goles, Tévez imitó a un perro que orinaba el banco de suplentes
xeneize. Pero con el tiempo, Maddoni terminó convenciéndolos a él y su familia
(hinchas de Boca desde siempre), y ante la rotunda negativa de los de Floresta,
Boca sugirió cambiarle el apellido para la ficha nueva, para que no hubiera
problemas, y pasó a llamarse Carlos Tévez, utilizando el apellido de su tío
Segundo. En 1997, cuando Tévez llegó a Boca, contaba con 13 años y fue entonces
que Propatto perdió su contacto.
Jorge Bernardo
Griffa, que coordinaba las divisiones inferiores de Boca, definió de esta forma
al Tévez adolescente: “Me dijeron que había un pibe que jugaba como Maradona,
que lo fuera a ver. Pero era mentira, cuando fui y lo vi, ese chico era mejor
que Maradona”, y Maddoni dio más precisiones sobre cómo jugaba: “Lo más
llamativo era su técnica y la agresividad que le agregaba a esa técnica. Era
único en eso”.
All Boys lo
terminó dejando libre porque de todos modos, Boca amagaba con usar los derechos
por la Patria Potestad y al club de Floresta le quedaron al final diez mil
dólares por derechos federativos. Era eso, o nada.
“Cuando llegamos
a Boca no teníamos para morfar. Una vez, mi viejo volvió con huevos e hizo
huevo duro para todos. Eso me quedó grabado”, dijo Tévez en 2003, en una
declaración al programa “El Sello”, de TyC Sports. Ayudaba a Segundo con los
ladrillos al sol en los veranos, cuando no se entrenaba. Ya en Séptima, Bianchi
lo llevó con la Primera en 2001, aunque alcanzó a jugar en Reserva.
Boca le alquiló
a Tévez una casa en Versalles y así comenzó a cambiar su vida. La mudanza de
barrio había sido una experiencia complicada. Tanto, que dijo que no se iría a
vivir al exterior, en 2004, por miedo a que sus padres se deprimieran.
Su debut en la
Reserva fue ante Unión en Santa Fe en agosto de 2001, Boca ganó 4-0 y Tévez
jugó de entrada y fue reemplazado por ArielCarreño
en el ST. Dos meses más tarde ya se entrenaba con la Primera y el Sunderland
había hecho una oferta que fue desestimada. En ese Apertura 2001, Bianchi dio
las últimas indicaciones antes de jugar ante Rosario Central. Tévez se dirigía,
tímido, al mingitorio en el vestuario y el Virrey se puso a su lado: “Mirá que
el domingo que viene jugás vos”. Debutó en el Chateau Carreras el 21 de octubre
en el Chateau Carreras (hoy estadio Mario Kempes) de Córdoba ante Talleres,
Boca perdió 1-0 y coincidencias de la vida, volvió a ser reemplazado por
Carreño a los 16 minutos del segundo tiempo.
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