lunes, 12 de agosto de 2019

No es oro todo lo que reluce, pero es un paso adelante (Jornada)





El sexto lugar conseguido por la Argentina en el medallero panamericano de Lima puede ser considerado como un gran paso adelante en cuanto a las representaciones deportivas nacionales en su máxima posición histórica fuera del país, pero ni las autoridades nacionales ni el pueblo deberían engañarse y sin una política pública clara, todo quedará en meros datos estadísticos.

Observando el cuadro final de medallas, la delegación argentina terminó apenas a un paso de Cuba (que pese a sus innumerables problemas de bloqueo por parte de los Estados Unidos sigue milagrosamente entre las potencias americanas), y por encima de Colombia, por un margen algo mayor que el del que el país socialista estableció con el albiceleste, y sin embargo, hay que ponderar la política deportiva de los cafeteros, que consiguió acercarse en los resultados al cuarto y al quinto en las posiciones finales.

La gran pregunta es cuánto de política deportiva argentina hay en estos resultados, en algunos casos magníficos, obtenidos por la delegación argentina, con 101 medallas (32 doradas, 35 plateadas y 34 de bronce. Y más allá de algunos casos por trabajos en el contexto del ENARD, muchos otros obedecen más a esfuerzos personales o de equipos o de federaciones nacionales que a cuestiones estatales.

Hay que recordar que justamente en los últimos meses, la política deportiva nacional se rigió por los mismos preceptos que en otros órdenes, una tendencia a achicar los gastos del Estado para que los números cerraran, que no se condice con la idea de expansión sino, al contrario, con un presupuesto menor para el futuro, que acaso repercuta en los resultados en los Juegos Olímpicos de Tokio en 2020, más allá de que allí se sumarán a la competencia los países asiáticos, los europeos, y las potencias americanas que en muchas disciplinas no le dieron a estos Panamericanos el lugar que merecían, en pos de buscar otros objetivos.

Lo que cabe afirmar es que más allá de cierta euforia, lógica, desde estos impensados resultados positivos de la delegación nacional en Lima, lo que se requiere es una política deportiva concreta, que apunte hacia algunos ejes que el estado debería definir, como responderse, por fin, cómo interpreta la función del deporte. ¿Es formación o resultado? Ya en 1974, en el maravilloso libro “Burguesía y Gangsterismo en el Deporte”, el periodista Dante Panzeri ya se preguntaba en qué área debe ubicarse al Deporte en las políticas públicas, si en la de Salud o Acción Social (resultado) o en la de Educación (formación).

Por el momento, el deporte escolar y el que se practica posteriormente o incluso el de alto rendimiento, siguen siendo compartimentos estancos y hay poca o nula relación entre las partes en vez de trabajar en una conexión.

Desde otro punto de vista, sería interesante definir desde el Estado qué es prioritario en la pirámide, si ensanchar la base de quienes practican deportes en el país, o si interesan más las medallas y la figuración de los representativos, el vértice. O si se puede trabajar con los dos al mismo tiempo, asignando para ello un presupuesto acorde.

En Cataluña, por ejemplo, aunque sea con la excusa de los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992, los cientistas sociales (que en la Argentina no suelen ser considerados por la política deportiva), el Estado se puso a investigar cómo hacer que los adultos mayores comenzaran a practicar deportes. Buscaron integrarlos por todos los medios, y ante los escasos resultados, decidieron irlos a buscar casa por casa, hasta conseguir réditos. Pero más allá de todo, hubo una clara política deportiva.

Y el no tener una política deportiva clara es, también, una política, que es la de no tener política porque el deporte, cuando se busca reducir los gastos del Estado, no parece ser prioritario en plena crisis general. Y acaso eso explica que de alguna chance de haber podido saltar de Secretaría a Ministerio, haya terminado en Agencia con un presupuesto cada vez más reducido.

Por todo esto, y aún con tan buenas noticias desde Lima (siempre poniendo todo en su contexto), no todo es oro lo que reluce en el deporte argentino, que sigue esperando políticas públicas serias y con continuidad en el tiempo. Cuando eso ocurra, los buenos resultados llegarán como consecuencia lógica y no como producto, en muchísimos casos, de esfuerzos personales o de grupos de personas asociadas para un fin, luchando contra insólitas adversidades y en muchos casos, contra mafias internas que sólo les ponen obstáculos.

Argentina es el quinto país en el medallero panamericano, muchas veces, reponiéndose a mil problemas propios, lo que demuestra, también, el enorme talento de nuestros atletas, ganen o no.





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