“El 4 de
noviembre es mi segundo cumpleaños”, suele decir Juan Carlos Cárdenas, más
conocido en el mundo del fútbol como “El Chango”, en referencia a uno de los
goles más emblemáticos de la historia del fútbol argentino, el zurdazo desde
treinta y cinco metros que, en Montevideo, le dio al club de sus amores,
Racing, y ante el Celtic de Glasgow, el primer título intercontinental para un
equipo nacional.
Cárdenas nació
en Santiago del estero el 25 de julio de 1945. “Éramos una familia muy humilde
y un día fui a ver al verdulero, Zambrano, para pedirle trabajo, y me dijo que
me lo podía dar pero que para eso me tenía que hacer de Racing. Era el único
hincha de Racing del barrio Triángulo y no lo dudé. A los pocos días apareció
con la camiseta y yo estaba como loco”, recordó en una entrevista.
Por ese
entonces, su madre le protestaba. “Estos bolsillos no soportan tanta porquería,
Polaco”, en referencia a que en sus pantalones podía encontrar “una hondera,
doce chapitas, bolitas, una pelota hecha con medias y las figuritas de los
futbolistas, especialmente las de (Orestes Corbatta y Mario Boyé”. El “Chango”
se había hecho hincha de Racing desde los 13 años.
Apenas un año
después, en 1959, llegó Racing a Santiago del Estero como parte de una gira. El equipo había ganado el reciente título de
1958 y los chicos buscaban el saludo o la firma de sus cracks como Corbatta,
Pedro Manfredini, Juan José Pizzuti, Rubén Sosa o Raúl Belén, sus cinco
delanteros que se recitaban de memoria. Entre esos “changuitos” que buscaban
acercarse a los futbolistas estaba Cárdenas.
Por fin, en 1962
tuvo la posibilidad de una prueba en Racing, con apenas 16 años. Le presentaron
al director técnico (y ex gloria del club) Saúl Ongaro, que le dijo al verlo
“pero este es un nene, tiene que venir a la tarde”. Cuando se fue a cambiar al
vestuario, “me senté en las banquetas. Había un canasto con camisetas, vendas,
medias. ¡Yo nunca había visto tanta ropa junta! De repente, empezaron a llegar
los jugadores, esos que yo tenía en las figuritas. Entró Federico Sacchi, alto,
una pinta…¡Parecía John Wayne! Corbatta caminaba medio chaplinesco, me mira y
me dice…’nene, ¿vos de dónde sos?’ y al responderle que era santiagueño y que
venía a probarme, , me dijo ‘vos sos el Chango, porque a todos los santiagueños
les dicen así’ y a partir de allí fui “El Chango para siempre”.
Cárdenas era un
centrodelantero moderno para la época. Muy dinámico, con mucho desmarque hacia
los costados, potencia para atravesar defensas rivales, velocidad en los piques cortos y gran justeza
en los remates. Había comenzado su carrera jugando para Unión de Santiago del
Estero en 1960 cuando en 1962, por fin, le llegó la chance de debutar en la
Primera de Racing con apenas 16 años, el 25 de febrero de 1962, en un partido
por la Copa Libertadores ante Nacional de Montevideo que finalizó 2-2.
Decidieron prestarlo por un año a Nueva Chicago en primera B para regresar de
manera definitiva en 1964. Y luego de pasar momentos difíciles en los últimos
puestos en 1965, a poco del final de la temporada llegó a la dirección técnica
Juan José Pizzuti,
“En 1965. Racing
tenía cuarenta profesionales. Una locura. Al tener tantos, se solía poner una
vez a uno, otra vez a otro para verlos jugar, y los técnicos se volvían locos.
Cuando vino Pizzuti, agarró justo a mitad de año y en los últimos siete u ocho
partidos, hacia fin de año, armó un equipo en el que jugábamos siempre los
mismos. De ahí en más, él tenía el hándicap de que había trabajado con nosotros
unos meses y eso le hizo bien. Después, tuvo la visión de armar el equipo.
Además, él era un hombre ganador, protagonista. Trajo al “Bocha” (Humberto)
Maschio, a (Miguel) Mori, que era de Independiente, a (Roberto) Perfumo lo vio
en las divisiones inferiores y se dio cuenta de que ya estaba para Primera. En
esos siete partidos demostramos que el equipo podía andar bien”, detalló
Cárdenas.
Así fue que para
el torneo de 1966 apareció “El Equipo de José” que obtuvo el título argentino
de ese año y un invicto de 39 partidos recién batido por el Boca de Carlos
Bianchi en 1999. “Teníamos jugadores terribles como el “Coco” (Juan Carlos)
Rulli, que a veces no se lo nombra mucho pero que eran jugadores que trabajaban
muy bien en el mediocampo. Maschio te la dejaba para que hagas el gol. A veces
el partido lo dominábamos porque cuando la agarraban los medios nuestros,
hacíamos buen fútbol con Mori y hasta (Alfio Basile) que aunque jugaba con el
seis en la espalda, se paraba en el medio y marcábamos con tres defensores.
Racing transformó el fútbol argentino. Hacíamos relevos, tampoco éramos tontos.
Ese equipo dio el golpe porque fue audaz. En mi caso, dejé de ser el nueve de
punta para ser un delantero de toda la cancha y como no tenía problemas de
perfil, lo hacíamos con facilidad. Ese fue nuestro secreto”, describió.
Para 1967, ese
equipo de Racing se proyectó a la Copa Libertadores de América, en tiempos de
durísimas batallas. “Se jugaban demasiados partidos porque participábamos en
paralelo al torneo local, pero nosotros pudimos ganar todo y puedo decir que
ese equipo era uno de los mejores de la historia del fútbol argentino. Ese año
entró también River, por Argentina, pero los eliminamos en el grupo y
terminamos jugando la final contra Nacional de Montevideo, que fue muy difícil
y tuvimos que ir a un tercer partido en Chile. Los uruguayos eran bravos y en
ese tiempo, el reglamento del fútbol era distinto”, recordó. “El referí tuvo
muchos problemas porque no se usaban las tarjetas amarilla y roja y le
gritábamos “¿qué cobrás?” y por ahí no sabía quién era. Nos amontonábamos todos
y se daban patadas y patadas”.
“Con los
uruguayos habíamos empatado 0-0 y uno de ellos nos dijo ‘Ahora les toca venir
acá y los quiero ver’. Y saltaron dos o tres que le dijeron ‘Te vamos a jugar
igual, y te vamos a dar patadas en todos lados, en Uruguay o acá, Mirá que
todavía no ganaron’. Fuimos al tercer partido y ese fue el mejor jugado porque
el de Uruguay fue…patadas. Era terrible. Algunos jugadores llegaron hasta a
usar alfileres”, detalló, y reflexionó que “a veces no hace falta jugar bien
para ganar la Copa pero son partidos muy difíciles porque son los mejores
equipos de cada país y además, tuvimos que disputar veinte partidos en ese
torneo hasta coronarnos (hoy son 13)”.
Tras obtener la
Copa Libertadores en 1967, llegó la chance de enfrentar al Celtic de Glasgow,
campeón de Europa, por la Copa Intercontinental y tras caer derrotado por 1-0
en el Hampden Park, en Escocia, Racing se impuso 2-1 en la revancha en
Avellaneda y ese resultado obligó a un tercer partido de desempate en el
estadio Centenario de Montevideo.
“Yo jugué 16
años al fútbol, pero a veces pareciera que jugué uno solo e hice un solo gol pero
hice uno muy importante que fue el segundo al Celtic en Avellaneda que nos dio
el pase a la definición en Montevideo.
Aquel tercer y
definitivo partido ante el Celtic del 4 de noviembre de 1967 representa un
antes y un después en la vida de Cárdenas, por la obtención del preciado título
(el primero que consiguió un equipo argentino) sino por su impresionante gol
con un zurdazo desde 35 metros que venció la gran estirada del arquero John
Fallon, en lo que se conoció como “La Batalla de Montevideo”, con cinco
expulsados en un tiempo sin tarjetas.
Aquel gol que
duró exactamente siete segundos desde que partió el remate hasta que la pelota
se incrustó en la red fue relatado por un joven José María Muñoz como “gooool
argentinoooo” y fue por años, acaso hasta el de Diego Maradona a Inglaterra en
el Mundial de México 1986, el gol emblemático argentino, que emitió infinidad
de veces la televisión.
A los 10 minutos
del segundo tiempo, Cárdenas, con 22 años, levantó la cabeza y vio adelantado a
Fallon –un arquero que no usaba guantes y que jugó porque el titular, Ronnie
Simpson, quedó lesionado porque en Avellaneda le habían roto la cabeza con un
proyectil- y sacó un tremendo zurdazo que se le coló en el ángulo derecho pese
a su vuelo inútil. “Ese gol es como una película que pasa todos los días por mi
mente”, sostiene Cárdenas, quien detalla que pese a la factura del gol, “yo no
le pegaba fuerte, sino con precisión”.
“Fue un gol
único porque se dio todo. Justo la barra de Racing. Unas veinte mil personas,
estaba detrás del arco donde entró la pelota. Salí gritando, vino Pizzuti a
abrazarme, también el “Coco” Basile, que lo habían expulsado. Todos estaban de
traje y corbata porque antes se viajaba así. Fue un fabuloso grito de gol. Y
todo ese marco tan lindo, que a veces no es fácil expresarlo. El momento que
viví es único. Por ahí los primeros dos, tres años, no te das cuenta, pero
cuando va pasando el tiempo te lo recuerdan, te preguntan detalles y más con
las cosas que después le pasaron a Racing”, relató, emocionado.
Cárdenas cree
que en ese partido “se equivocó el Celtic. Era un muy buen equipo, jugaba bien.
En Racing nos hicieron un gol de entrada. Se equivocó porque ellos se dejaron
llevar por los gritos de los uruguayos, que no sé cuántos eran pero estaban a
favor de ellos. Empezaron a jugar fuerte en vez de jugar al fútbol, como venían
haciendo. Ellos eliminaron al Inter de Helenio Herrera en la final de la Copa
de Europa. Y cuando nosotros nos pusimos en ventaja, buscábamos el foul,
inventábamos algún golpe, todas esas cosas que pasaban en esa época. Pero
nosotros jugamos bien”.
También aclara
una de las leyendas de aquel día. “Maschio nunca me gritó, como se dijo, que le
pegara al arco, en la jugada del gol. Sí me la pidió como hacemos todos
‘Dámela’, ‘cuidado atrás’, lo que se habla adentro de la cancha, pero la decisión
de patear fue propia. Primero decidí seguir jugando, y cuando vi que tenía un
espacio y estaba muy lejos del arco y que no me salía ninguno de ellos ni se
ponían delante mío para que les rebote la pelota, me quedó todo el arco y
estábamos preparados para apuntar a algún lugar. Por ahí salía o por ahí no.”.
“Aquel equipo
hizo una historia muy rica porque no es fácil salir campeón de Argentina,
América y del mundo. Y como Argentina nunca había tenido un campeón
intercontinental, la gente se volcó mucho con nosotros”, señaló.
El partido había
sido tan duro, con cinco expulsados, que el diario “Crónica” hizo referencia
con un chiste publicado por Basurto en el que se mostraba a un jugador del
Celtic diciéndole a un periodista “Nosotros creíamos que en caso de empate se
definía por ‘patada average’. El mismo diario hizo un detalle de faltas por
minuto y lo tituló “Crónica de una guerrilla”.
El histórico gol
de Cárdenas tiene otras historias colaterales. “Crónica” llegó a publicar que
“Acusa canal 7 que canales privados le sabotearon la transmisión, y citaba al
entonces jefe de deportes de la emisora, Horacio Aiello, que relató que a las
16, hora del inicio del partido, de 66 televisores encendidos, 57 sintonizaban
el canal estatal, mientras que los otros cuatro, el 2, el 9, el 11 y el 13,
tenían una audiencia menor, pero que la transmisión tuvo problemas. El diario
señaló que el primer tiempo no se pudo ver “por razones técnicas” y después del
segundo, que sí se vio, Aiello afirmó que se trató de un “sabotaje” y
acusó al resto de los canales. “Alguien
no comprende que cualquiera sea el canal que transmita un espectáculo como éste
está sirviendo al pueblo”.
Si el gol de Cárdenas
se convirtió en uno de los más icónicos del fútbol argentino de todos los
tiempos también fue por camarógrafos como Héctor López, enviado a Montevideo
por Canal 11 para tomar imágenes para el noticiero. “El canal nos envió a dos
reporteros, uno era Rey –ya fallecido- y el otro era yo, y tenía que filmar
para Inglaterra y para Argentina. Yo tenía que despachar a Londres y en el
momento del gol vi que nadie lo tenía. Fue mucha suerte. Sólo tenía tres rollos
de tres minutos cada uno, de 16 milímetros, en blanco y negro y con eso, me las
tenía que rebuscar para todo. Como el Chango pateó desde tan lejos, los otros
reporteros no llegaron a tomarlo. Yo fui el único”.
Al terminar el
partido, López se fue al aeropuerto de Carrasco con los rollos para enviar las
cintas a Londres pero antes llamó al director del canal, Luis Clur y le
advirtió que era el único que tenía el gol,
y Clur le dijo que primero lo enviara a Buenos Aires, que ellos luego lo
reenviaban a Londres y de esta forma, se pudo conservar en el archivo.
López también
relató que años más tarde se reencontró con Cárdenas en México –jugaba en el
Veracruz- y que el ex delantero de Racing se puso tan contento al enterarse de
que él había sido quien logró que la imagen no se perdiera, que le prestó su
coche para que pudiera viajar hacia el Distrito Federal.
Cárdenas también
recordó lo que ocurrió en el siguiente clásico de Avellaneda ante
Independiente. “Fue en la última fecha del Nacional. Nosotros habíamos sido
campeones del mundo y ellos podían ser campeones aquella tarde -15 de diciembre
de 1967- y fue increíble. Hicieron como una especie de arco uniendo palmeras.
Habría unas diez filas de palmeras y pasamos por ahí y nos dieron una cinta,
como la presidencial, como la que les dan a los boxeadores. Nos dieron un
recuerdo con letras de oro. En ese tiempo se usaban mucho esas cosas. Cuando le
ganamos a Nacional en Chile por la final de la Copa Libertadores, estábamos
cenando y vimos venir a unos tres jugadores uruguayos, “Cococho” Álvarez,
Ubiñas y Sosa. Era para felicitarnos y decirnos que éramos un equipo de hombres
y grandes jugadores y que teníamos que
ganar la Copa Intercontinental. Ahora no ocurre nada de eso”.
En 2019, a 52
años de aquel gol al Celtic, Cárdenas se reencontró también con la camiseta que
utilizó, al visitar la sede porteña de los museólogos argentinos de “Legends”,
firma que se dedica a salvaguardar el patrimonio del fútbol, que cuenta con
centenares de camisetas emblemáticas y que acostumbra a homenajear a glorias
del fútbol mundial (ya lo había hecho
antes con Claudio Caniggia, Ricardo Bochini y Jorge Burruchaga).
Cárdenas había
cambiado su camiseta con Tommy Gemmell y afirmó que cuando pudo ver otra vez su
camiseta tuvo “una emoción muy profunda”. “Gemmell era un gran jugador. Jugó
con alma y vida los tres partidos que disputamos y al final, como buenos
caballeros, cambiamos las camisetas y me felicitó por nuestro triunfo. Tres
años atrás, le conté a la gente de “Legends” quién tenía mi camiseta y ellos,
en un gesto de pasión por salvaguardar reliquias del fútbol argentino, se
contactaron un mes después con Gemmell, fueron a Escocia y la repatriaron.
Gemmell, en su momento, me envió un video muy emotivo y accedió a entregar mi
camiseta”, destacó “El Chango”, quien aseguró que a su vez, él donó a “Legends”
la suya del Celtic.
“Esas tres
finales son el recuerdo más lindo que me dio el fútbol. Volver a tocar mi
camiseta es teletransportarme a ese momento de inmensa felicidad”, afirmó.
Pero toda esta
historia pudo no haber tenido un final tan feliz porque el 27 de marzo de 1967.
Casi se estrella el avión que llevaba al plantel de Racing desde Medellín a
Bogotá para disputar un partido de Copa Libertadores. “Justo antes habíamos
estado en un monumento que conmemoraba a Carlos Gardel y el “Yaya” (Juan José)
Rodríguez dijo ‘a ver si dentro de poco nos ponen a nosotros acá’. Y no estuvo
tan lejos porque aquel día, el DC-4 de la empresa SAM se encontró en medio de
una tormenta “y el avión se empezó a mover como un papel para todos lados. Hubo
uno que no quiso ajustarse el cinturón y cuando se quiso acordar, se estaba
dando la cabeza contra el techo y yo arranqué el apoya brazos. El viaje duraba
una hora y en un momento, empezamos a descender a toda velocidad y Maschio
gritó “¡Nos matamos!” y el piloto logró enderezar la nave a 500 metros de la
tierra”. Llegamos hechos mierda y el piloto nos dijo que no nos matamos porque
no se rompió el radar que lo llevó por el río Magdalena porque si no,
chocábamos contra una montaña. Al llegar, Pizzuti pidió whisky para todos. Al
otro día, ganamos”.
Cárdenas aceptó
que con el plantel solía viajar algún ex boxeador cuando iba al exterior
“porque en aquella época, la Copa era otra cosa. Se ponía picante. Hay cosas
que no se pueden contar, pero en ese momento se lo hacía pasar como un
masajista o miembro del cuerpo técnico pero era el guardaespaldas. Otros
tiempos. En aquella época los periodistas entraban al vestuario y no contaban
nada. Había otros códigos”.
Siguiendo con el
boxeo, Cárdenas fue un seguidor de este deporte desde muy chico. “Es parte de
mi cultura”, le dijo al periodista Hernán O’Donnell en una entrevista para la
revista “Ring Side” de mayo de 2011. Yo tenía un tío que se llamaba Distinguido
Barraza, que era un enamorado del boxeo. Lo practicaba y entrenaba a jóvenes.
Yo vivía a una cuadra de su casa, que era como muchas de aquel Santiago del
Estero, de 40 metros por 10, y en el fondo hizo un ring. Y ya a los nueve o
diez años. Él me enseñaba a practicar con guantes y todo. Claro que a mis
padres no les gustaba, pero yo me entusiasmé”.
Cárdenas contó
en aquella entrevista que cuando llegó a Racing en 1962 “mi anhelo era conocer
el Luna Park y entonces fui a ver cómo entrenaban. Conocí a Tito Lectoure, que
era muy joven, y a algunos boxeadores. Tuve el honor de hablar con Pascual
Pérez, aunque ya no peleaba, y también conocí a Horacio Accavallo. Que era
especial por ser hincha de Racing y cuando fue campeón mundial, tenía un
escudito del club en la bata y luego lo homenajearon en la cancha de Racing
allá por 1967”.
“Una vez
estábamos de gira por Brasil con el plantel de Racing, y en una escala en el
aeropuerto de San Pablo coincidimos con Nicolino Locche. Lo abrazamos y yo le
pregunté cómo estaba para la pelea y me dijo ‘estoy espectacular pero ahora que
los veo a ustedes no tengo dudas. Voy a ser campeón del mundo. Si ustedes
fueron campeones y me los encontré acá, es premonitorio. Siguió viaje a Japón y
consiguió el título”.
Cárdenas también
recuerda cuando fue junto a otros compañeros de Racing a ver a Carlos Monzón
cuando derrotó a Jorge Fernández por el título argentino. “El día anterior
estábamos concentrados en el Hotel Savoy y vimos entrar a un flaquito y
enseguida lo saludamos. “¡Hola Carlitos!” y nos reconoció enseguida. “Uh, la
banda de Racing, ¿cómo están?” y enseguida se armó una ronda de café. Con él
nos hicimos amigos e íbamos a comer y se armó un grupo de jugadores que nos
juntábamos a ver boxeo, como Basile, Carlos Babington, el “Bambino” (Héctor)
Veira, Daniel Willington, Carlos “Toti”
Veglio o Pedro González y venía también Oscar “Ringo” Bonavena, que era amigo
del “Bambino”. Era una linda época porque también nos encontrábamos con
artistas como el “Gordo” Porcel, Alberto Olmedo. Nos sentábamos en una mesa y
hablábamos de todo, de fútbol boxeo. Había mucho respeto”.
Ya en su paso
por el fútbol mexicano, Cárdenas siguió ligado al boxeo. “Es parte de su
cultura, es natural para el mexicano. Tuve la
suerte de ver la pelea de “Mantequilla” Nápoles y mi amigo la “Pantera”
Saldaño. Fue brava, Mantequilla fue uno de los grandes boxeadores que yo vi;
estilista, con una claridad de movimientos…Fue un orgullo haberlo conocido. Yo
vivía en Puebla y cuando íbamos a jugar al Distrito Federal, me juntaba con
“Mantequilla”, que ya se había nacionalizado mexicano, a tomar un café”.
Cárdenas también tiene grandes
recuerdos de Tita Mattiussi, uno de los símbolos de Racing. “Para nosotros era
una hermana. Era ir sí o sí a lo de Tita. A tomar un café, una bebida, en su
departamento, debajo de la casa. Ella iba temprano a buscar las facturas, ahora
no te dejan comerlas. Era un gusto estar con ella. Era simpática, cariñosa y
sabía de fútbol. Podía decirte ‘hoy erraste algunos goles, no anduviste bien,
pero en la próxima vas a ver que vas a andar bien, quedate tranquilo’. Te
levantaba el ánimo. No era lo mismo que te hablara ella que cualquier otro”.
“Cuando le hice el segundo gol al Celtic
en Avellaneda, Tita estaba allá”. Cárdenas señaló al ángulo de córner que da a
la puerta 12 del Cilindro como para graficar la acción.
En los diez años que vistió la
camiseta de Racing, jugó 297 partidos y marcó 89 goles, hasta que en 1972
emigró a México para jugar
en Los Camoteros de Puebla (1972-75) y luego, en los Tiburones Rojos de
Veracruz (1975-76). En 1976 volvió para retirarse en Racing, ya en otra
situación del club, que desde 1967 estuvo treinta y cuatro años sin ganar un
título hasta conseguirlo a fines de 2001.
Se dedicó luego,
además de ser director técnico, a desarrollar una marca de indumentaria
deportiva que lleva su nombre, “Chango Cárdenas”, que auspició a Justo José de
Urquiza cuando en la temporada 1994/95 ascendió de Primera D a Primera C.
El “Celeste” de
Caseros, ganador del Apertura 1994 empató la primera final contra Victoriano
Arenas, ganador del Clausura 1995, 0-0 en la ida, y venció 2-0 en la vuelta,
justo en el Cilindro de Racing.
En 2014 fue
nombrado Personalidad Destacada de la Legislatura Porteña. Con su mujer Beatriz
tiene tres hijos (Bárbara, Brenda y Juan Carlos) y varios nietos.
“La gente me
suele decir ‘gracias por todo lo que nos diste’ y yo le agrego ‘si supieras lo
que Racing me dio a mí’. Yo no tengo palabras. Un día vino un pibe y me pidió
que le firmara el pecho. Al tiempo me lo crucé y me mostró mi firma tatuada.
Racing es todo para mí”, concluyó.