sábado, 30 de junio de 2018

No pasa nada




                                                    Desde Moscú



Hace pocos meses concurrimos con mi esposa a un stand-up en el Paseo La Plaza, en el centro de Buenos Aires, en el que actuaba un muchacho italiano que hace años vive en la Argentina. Nos hizo reir mucho contando sus sensaciones de estar rodeado de argentinos y sus características pero hubo una saliente que nos sorprendió: la tendencia a minimizar los riesgos, a creer que nunca puede pasar algo negativo, a arriesgar más de lo necesario confiando en nuestra capacidad “innata” y que “naturalmente” va a aflorar el talento.

La frase que comentó que más se usa en la Argentina es la de “no pasa nada”. Se puede subir a una moto sin casco porque “no pasa nada”, o se puede hacer un asado con un fuego que no es el que corresponde porque “no pasa nada”, o se puede albergar al triple de lo permitido de gente en un boliche porque “no pasa nada”, o se suele jugar en estadios no autorizados porque tampoco “pasa nada”.

La Asociación del Fútbol Argentino (AFA) lleva décadas con este lema del “no pasa nada” (sumada al de "Todo pasa", que no deja de ser similar) pero esto se exacerbó desde la muerte de Julio Grondona a mediados de 2014. Desde entonces, distintos intereses tratan de conseguir el poder que antes era un unicato, y esa puja no era vivida por el fútbol nacional desde mediados de los años setenta, es decir, hace demasiado tiempo. Hubo que adaptarse a la situación.

En ese interín, la selección argentina ya contaba en sus filas con Lionel Messi, el mejor jugador del mundo, autor ahora de más de mil goles, 32 títulos con el Barcelona, pero que no pudo ser aprovechado porque los dirigentes, evidentemente, están en otras cosas y tampoco tienen una mínima capacidad, ya no de ganar campeonatos, sino tampoco de aprovechar como se debe a una estrella de esta magnitud, y de llegada planetaria.

Es que el fútbol argentino no puede ser una isla. Está inmerso en el contexto de un país que tiene todos los recursos para alimentar a cinco veces la cantidad de habitantes que posee, y sin embargo un tercio de ellos tiene dificultades o pasa hambre directamente.

La dilapidación de los recursos es habitual y se debe a una incapacidad dirigencial recurrente y de esos dirigentes también se nutre el fútbol y cada sector que llega, quiere imponer lo suyo, sin importar jamás lo institucional, algo que en la Argentina nunca importó demasiado.

Así es que por momentos, y gracias a ese talento innato de los argentinos, pese al desastre de una AFA que no pudo siquiera organizar una elección presidencial televisada a todo el territorio porque entre 75 votantes, los comicios finalizaron 38-38, la selección argentina llegó a tres finales seguidas y sin embargo no pudo ganar ninguna.

En la mayoría de países europeos, llegar a tres finales habría significado tratar de trabajar en profundizar lo ya conseguido porque pareciera que se está en el camino correcto, pero la Argentina es una trituradora, una máquina resultadista que se frustra ante cualquier traspié, y los dirigentes optan por la más fácil: hacer saltar el fusible más sencillo, porque los jugadores son muchos y el director técnico, uno solo.

La figura del director técnico fue descubierta por los dirigentes argentinos en el Mundial de Suiza 1954, cuando fueron de observadores y entendieron que esa función fue inventada por la misma razón que la del primer ministro: si cae alguien, que no sea el mandamás, si no, quien tenga una responsabilidad inmediatamente inferior, como en este caso sería el presidente, y si antes en las derrotas los hinchas rompían sus carnets y pedían a gritos la renuncia “de toda la comisión”, ahora el fútbol encontró su “primer ministro” en el DT.

Por eso es que para estos dirigentes sin demasiadas ideas en los bolsillos, y ante la presión histórica de clasificarse para el Mundial, lo más fácil fue no darle respaldo a Gerardo Martino cuando llegaron los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 (negándole sus jugadores en un acto egoísta y patético), luego, al “normalizarse” la AFA, decidieron apartar a Edgardo Bauza con la excusa del cambio de mando, y trajeron a Jorge Sampaoli, DT pedido por los jugadores de mayor peso, aunque esto significara tratar de negociar el pago de la primera cláusula impuesta por el Sevilla para su liberación (8 millones de euros en 2016) y se esperó entonces hasta 2017 para bajar esa paga al millón.

Sin embargo, los dirigentes no pensaron en nada más. No hubo nunca un proyecto, no pensaron en cómo resolver la cuestión de la imagen con Messi en su plantel, ni qué estilo de juego pretendían paran el equipo, ni cómo sería la relación, ya quebrada, con una sociedad que miraba a cada jugador de reojo por reacciones “antisociales” como no saludar en cada lugar, mantenerse distantes, sólo hablar con la TV por intereses económicos o, al mismo tiempo, desinterés por todo lo que no sea negocio.

Los dirigentes, entonces, optaron por el “no pasa nada” argentino en tiempos de la dictadura de los jugadores de mayor peso en el equipo nacional, que llevaban una década integrando el equipo, contra un entrenador que llegaba con su cuerpo técnico y que optó por el camino de irse congraciando con los jugadores concediéndoles todo o casi. Aparecieron los asados en casas europeas y el show de mostrar que se trabajaba, como si en casos anteriores de otros cuerpos técnicos eso no hubiese existido, aunque sin necesidad de alharaca alguna.

Como ocurrió con todos los ciclos anteriores desde que terminó el Mundial de Sudáfrica 2010 y llegó Sergio Batista al cargo de entrenador, perdido enseguida por la eliminación de la Copa América de local en 2011, los jugadores se adueñaron de todo. En los tres años de Alejandro Sabella, éste consiguió un respeto reverencial aunque sí tuvo que aceptar la tachadura de Carlos Tévez.

Pero ya más adelante, los hechos comenzaron a complicarse y la eclosión llegó con Sampaoli en 2017. El DT llegó con una idea de un 3-2-2-3 muy interesante e innovadora, con la idea de tener mucho la pelota, jugar por abajo, y con un equipo, por fin, equilibrado. Tres defensores, dos volantes centrales, uno más de marca y el otro, de salida, una línea más adelantada de dos (pensada para Lionel Messi y Paulo Dybala) por detrás de dos extremos y un nueve.

Sin embargo, la idea del DT no sólo se fue modificando en lo táctico, con  los jugadores cantándole reiteradamente “Vamos a ser felices con línea de cuatro”, a tono con la moda, y del 3-2-2-3 el eje se corrió a un extraño 4-4-2 que nada tuvo que ver con el inicio, y con jugadores que no saludan ni hablan con la prensa porque no se les da la gana y “no pasa nada”.

Entonces, estos cambios de táctica aún con reiterados viajes a Europa aceptados por un falso-progresismo que ahora olvida todo lo que sostuvo en aquel tiempo de ilusiones y humos de asados lejanos, cuando la selección argentina era “los carasucias de Sampaoli”, fueron llevando a que peligrara gravemente la clasificación al Mundial, conseguida in extremis en la última fecha y ante los suplentes de Ecuador, en Quito, porque los titulares, ya eliminados, no fueron  convocados. Y aún así, tuvo que aparecer Messi con toda su genialidad para salvar una vez más a un equipo desorientado.

No se aprendió la lección. Quedaban meses para el Mundial pero todo siguió igual o peor. En un amistoso de noviembre de 2017, Nigeria metió cuatro goles en 20 minutos…pero “no pasa nada, che…¿no ves que no jugó Messi?”. En marzo de 2018, se le ganó a Italia y eso ya desató cierta euforia nuevamente con el tachín tachín del falso progresismo nacional, pero a los pocos días llegaron otros seis de España en el Wanda Metropolitano…pero “no pasa nada” y ya se iba a revertir cuando Messi se pusiera en condiciones.

Sin embargo, llegó una lista de 23 jugadores con enormes falencias, sin un “cinco” de garantías en la marca y tampoco “pasó nada”, y casi no entra Paulo Dybala, que siendo una estrella en la Juventus y que decidió casi todos los partidos finales de la temporada del equipo italiano, no contó casi nunca para el DT, pero “no pasa nada” porque igual está Mauel Lanzini, y si se lesiona está Maxi Meza.

Y si todos los seleccionados, buenos, regulares y malos jugaron amistosos aquí, allá y en todas partes, el equipo argentino apenas si se movía en Barcelona, sin ocupar las ventanas FIFA cuando era uno de los pocos o acaso el único que había cambiado tres DT en tres años y necesitaba cortar camino, pero lo agrandaba porque igual “no pasa nada” y da lo mismo jugar ante un rival fuerte que entrenarse en soledad.

Bueno…entrenarse, lo que se dice entrenarse….a veces. Pero “no pasa nada” porque los jugadores a esta altura saben lo que hay que hacer cerca de un Mundial. Justamente “Los jugadores”, es el término distante que utilizaba el desesperado DT, que a esa altura ya sólo esperaba que todo pasara lo más rápido posible para acabar con un stress que no le permitía siquiera dormir bien por las noches.

Y si se lesiona Lanzini…bueno, llega Enzo Pérez, con experiencia, más allá de que se encontraba (lógico) de vacaciones en Río de Janeiro, pero al segundo partido del Mundial ya estaba jugando cuando se supone que debería ponerse en el nivel del resto, que se supone que por algo integró la lista definitiva. Pero no, “no pasa nada”, Pérez puede jugar sin tanta puesta a punto.

Tampoco “paspo nada” cuando en la cómoda estadía en Barcelona, la AFA tuvo en un mismo día un contrapunto con El Vaticano, en una confusa desinteligencia acerca de una recepción al plantel del Papa Francisco, y con Israel al cancelar un partido a dos días de jugarlo (¿recibió o no recibió parte del cachet por adelantado?) por presión de algunos grupos pro-palestinos que en una multitudinaria cifra de diez personas, replicadas en las rededs sociales, se acercó con algunas banderas a la puerta del hotel y hasta quemó otras en alguna manifestación. Como respuesta, el presidente de la AFA, Claudio Tapia, asesorado vaya a saberse por quién, sostuvo en una rueda de prensa de cuatro minutos y sin preguntas y sin presencia de prensa internacional que con este acto de no viajar a jugar en Jerusalén, su entidad contribuía “a la paz Mundial”. Pero “no pasa nada”, qué importa lo que hayan dicho “El País”, “Der Spiegel”, “Star”, “France Football”, “Mundo Deportivo” o “Marca”. “No pasa nada”.

Y la suma de los “No pasa nada” terminan en que, lamentablemente sí pasa. Esta eliminación con tan pobre imagen, con una desastrosa preparación, con los jugadores queriendo imponer su propio sistema, alejados del público y de gran parte de la prensa seria (no nos referimos a la del show mediático, otro mundo), y con esta AFA vacía de ideas y contenidos, termina, una vez más, como terminó.

Una pena futbolera. Pero lo lógico desde el sentido común. No es que “no pasa nada”. Pasa….y seguirá pasando, aunque se siga andando en moto sin casco, y los accidentes aumentan, aunque se sigan llegando boliches más de la cuenta y llegan los Cromagnones cotidianos….y aunque se crea que se ganará aunque no haya una base, porque la naturaleza proveerá.

Sí, pasa.

El final de un ciclo: Francia despacha a la selección argentina (Jornada)




                                                   Desde Kazán



Acaso la mejor imagen es la del rostro exultante y esa mirada desafiante de Kylian Mbappé en cada uno de sus goles. Va a cumplir 20 años recién el 20 de diciembre y representa el futuro del fútbol francés. Al mismo tiempo, una generación de futbolistas argentinos que se despide de su selección nacional, luego de haber acariciado por tres veces los títulos más preciados y sin haberlo conseguido, y que hizo lo que pudo hasta octavos de final, y le dio para mucho menos que antes.

Ese enorme contraste pudo percibirse en el partido entre Francia y Argentina. Una selección nacional que dos veces se salvó in extremis del incendio, la primera gracias a que Lionel Messi sacó toda su vasta en Quito ante Ecuador cuando en la última fecha de la clasificación había llegado en sexta posición en una tabla de diez equipos, sin siquiera estar en el repechaje. La segunda, cuando a cinco minutos del final, Marcos Rojo evitó una humillante eliminación en la fase de grupos.

La selección argentina hizo lo que pudo en este Mundial y fue muy poco. Llegó nadando a la orilla de los octavos de final y se ilusionó ante Francia porque venía desde el fondo del mar, pero allí se encontró con la realidad de un equipo que supo esperarla, le cedió la pelota porque sabía que no tendría mucha idea de qué hacer con ella (los hechos lo corroboran, en el primer tiempo tuvo una posesión inútil del 69 por ciento) y mató de contragolpe no sin pasar por una derrota momentánea a principios del segundo tiempo a causa del azar, porque Gabriel Mercado no quiso colocarla allí.

El equipo argentino se va del Mundial con una defensa lentísima y descoordinada, que recibió nueve goles que pudieron ser muchos más, un  mediocampo de tránsito lento, sin cambio de ritmo ni ideas, sin un enlace de peso hasta sus delanteros, con un Lionel Messi inexplicable que desperdició su cuarta oportunidad mundialista, y vaya a saberse si habrá una quinta, ya sin sus amigos generacionales, y tampoco hubo contundencia de un ataque que fue víctima de un cambio permanente de sistemas, como si fuera un laboratorio.

Si a esto le sumamos los problemas estructurales de una AFA siempre en crisis, la pésima preparación, sin partidos amistosos y con jugadores sin muchos entrenamientos y demasiadas cosas que ocultar en un lamentable ciclo de cuatro años desde que se perdió la final de Brasil 2014, no podía haber mejor final que éste. Como nos anticipó Jorge Valdano cuando le consultamos qué pasaría de ganarle a Nigeria y llegar a octavos. “Sería la prolongación de la agonía”, nos respondió el inteligente ex campeón mundial en 1986. Y no le faltó razón.

Es el final de un ciclo. Lo que habría que hacer es repensar todo. Darlo vuelta como una media, entender que sin una base de juveniles, sin una idea acerca de qué se quiere hacer, a qué se quiere jugar, no se puede llegar muy lejos.

La Copa América de Brasil 2019 está demasiado cerca. Pero ideas, y dirigencia, no sobran. Y entonces será como el perro que se muerde la cola. Otra vez sopa.

¿Quién soportará mejor la nueva prueba de laboratorio de Sampaoli? (Jornadaonline)




                                                  Desde Kazán



Hace tiempo que en los Mundiales no se observan revoluciones tácticas. La última, acaso, haya sido la de La Naranja Mecánica de 1974 y han pasado 44 años ya de aquel sistema que cambió muchas cosas del fútbol de la mano de Marinus “Rinus” Michel, con Johan Cruyff y Wim Van Hanegem como estandartes. A la selección argentina le tocó sufrir a aquella Holanda.

De allí en más hubo, efectivamente, variantes en los esquemas, modificaciones posicionales que hicieron historia. La salida de Graziani generó, acaso, la explosión en las finales de Paolo Rossi en España 1982, el líbero, los dos stoppers y los cinco volantes, con Jorge Valdano de punta, llegaron luego de varios partidos sin un rumbo tan definido de la selección argentina de Carlos Bilardo, Zinedine Zidane apareció en la final de 1998 ante Brasil con dos cabezazos, y la selección española marcó muy pocos goles pese a tener ocho jugadores del Barcelona en su plantel campeón mundial 2010.

Siempre hay tiempo, en los Mundiales, para encontrar una fórmula ganadora y no tiene por qué ser desde el inicio, y a eso apuntamos cuando nos referimos a la creciente posibilidad de que Lionel Messi juegue ante Francia como “falso nueve” para lo cual el director técnico Jorge Sampaoli deberá quitar del equipo a su otro goleador, a Gonzalo Higuaín, una vez que Sergio Agüero fue perdiendo su espacio.

La gran pregunta ya no es sólo si la selección francesa podrá soportar a Messi como en su momento no supo hacer aquel Real Madrid de 2009 que por la Liga terminó cayendo 2-6 ante el Barcelona por la Liga Española, sino si lo podrá sostener la selección argentina, ya demasiado víctima del laboratorio de su entrenador, que sigue experimentando al punto de llegar ya a una situación límite.

El equipo argentino logró jugar el mejor tiempo de los seis cuando en el primero le iba ganando a Nigeria hasta que el penal en el segundo tiempo cambió el partido y hubo que salir a buscar el resultado, pero cada encuentro parece ser un campo experimental en el que se puede pasar de ser Albert Einstein a tener quemado todo el cuerpo por un incendio.

Todo indica que más allá de que Messi pueda rendir o no ante dos centrales altos y rápidos como Raphael Varane y Samuel Umtiti, quienes deberán definir quién sale a romper y quién se queda, habrá que ver si el conjunto de Sampaoli es capaz de mantener la pelota lejos del arco propio y cerca del de Hugo LLoris con un  mediocampo de poco fútbol y de pases erráticos más allá de su característica combativa, para frenar a jugadores de muy buena técnica como Matuidi o Pogba, bien sustentados por Kanté en la marca.

Sin dudas, Francia tiene más posibilidades de crear a partir de un trabajo más lejano en el tiempo y a través de una recuperación de credibilidad con Didier Deschamps como entrenador –el eslabón con la Copa del Mundo ganada en 1998- pero pese a atacantes como Kylian Mbappé, Antoine Griezmann u Olivier Giroud, no logró hasta ahora jugar un buen Mundial y no sólo eso, sino que en el último partido de preparación, apenas si le pudo empatar de local, sobre el final, a Estados Unidos, que ni logró la clasificación al torneo.

¡Qué busca Sampaoli con la probable inclusión de Cristian Pavón por la derecha, manteniendo a Ángel Di María por la izquierda? Posiblemente tener a los dos laterales franceses distraídos, pero asimismo, más ataque por las bandas, abrir más el juego, si bien este esquema está lejos., una vez más, del 3-2-2-3 inicial de 2017.
Este equipo que saldría ante Francia con arquero y defensa lentamente consolidados, mantiene a Ever Banega como enlace de Messi, en lo que podría parecerse en algo al de 2017, aunque el soporte de los delanteros estaba pensado originalmente para Paulo Dybala, que sigue sin contar demasiado para el DT.

Tanto para Argentina como para Francia es el Día D, en el que uno seguirá para entrar ya en la élite de los ocho mejores, y el otro deberá volver a casa y pensar en grandes replanteos.



viernes, 29 de junio de 2018

Francia es el escollo que debe atravesar una selección argentina aliviada (Jornada)




                                                      Desde Kazán



El alivio habría venido mejor de haber habido más tiempo, pero el Mundial no sólo no lo permite, sino que la selección argentina debe jugar en el primero de los cuatro días de octavos de final y ante un rival de los más complicados: nada menos que Francia, uno de los equipos que más creció en los últimos años en Europa.

Francia, finalista de su propia Eurocopa hace dos años, y derrotada por Portugal aún sin Cristiano Ronaldo, lesionado durante la definición, se fue recuperando de duros goles desde que fuera campeona del mundo en 1998, en su propio torneo, cuando el himno del aliento era nada menos que La Marsellesa, y se conjugaban las palabras mágicas: “Blanc, Noire, Beure” (Blancos, negros, y árabes), la Francia multirraciual que hab{ia armado con paciencia Aimée Jacquet y en la que terminó destacándose Zinedine Zidane en la final ante Brasil luego de un torneo en el que no aparecía como se esperaba, siendo muy joven.

En cambio, sí fueron más regulares Emmanuel Petit, y un volante bajito pero con mucha personalidad y que era el capitán de un equipo en el que atrás pesaba Laurent Blanc y cuyo arquero, Fabien Barthez, era capaz de cualquier cosa. La base de ese equipo repitió (y jugando mucho mejor) en la Eurocopa de 2000 y la sensación era de una superioridad tal, que para 2001 la “France Football” publicó una portada extraordinaria en la que se mostraba el festejo multiarracial en un gol en un amistoso, y el título decía algo así como que mientras los vecinos ingleses penaban por llegar al Mundial 2002, Francia paseaba sus figuras por el planeta.

Pero a Francia le suele pasar que esa arrogancia le juega malas pasadas. En Japón-Corea 2002, cuando llegó como campeona del mundo, no pudo pasar de la fase de grupos (algo parecido a lo de ahora de Alemania), y ni siquiera pudo marcar goles, en un fracaso rotundo, que volvió a disimular Zidane en sus últimas horas como futbolista cando, ya más veterano, condujo al equipo de Raymond Doménech a la final ante Italia y el famoso cabezazo a Marco Materazzi.

Pero Francia tiene estas cosas. Puede saltar de un desastre como haber quedado fuera del Mundial 1994 de los Estados Unidos tras caer como local 2-3 ante Israel (ganaba 2-0) justo cuando era el Mundial anterior al propio, o no marcar goles como campeón mundial vigente en 2002, o que se arme un tremendo escándalo alrededor de su plantel como en Sudáfrica 2010, que dio lugar a todo tipo de versiones, con el lateral Patrick Evra como protagonista y la versión de que Robert Pires no era citado para disputar la máxima cita por haber nacido en noviembre y ser capricorniano…porque así lo consideraba un entrenador esotérico como Doménech.

Francia pudo recuperarse con el tiempo y la aparición de una muy buena generación, pero otra vez se encontró con el affaire sexual que involucró a Karim Benzema como supuesto victimario, lo que le costó el puesto tras molestar a Mathieu Valbuena.
Todo esto tuvo que trabajar en su momento Didier Deschamps, ahora como eslabón de aquel título conseguido hace veinte años, y con el otro, Zidane, haciéndole sombra desde su intempestiva salida del Real Madrid en mayo, plantándole cara nada menos que a su presidente Florentino Pérez.

Deschamps tuvo como eje de la pasada Eurocopa a un jugador robusto y talentoso como Dimitri Payet, pero se apoya también en otro más alto y flaco, Paul Pogba, elegido el mejor jugador del Mundial sub-20 ganado por los “Blue” en 2013, y un plantel de renombre con estrellas en las principales ligas del mundo, aunque el propio Championnat no logra enderezarse pese al poderío económico del PSG.

Contra esta Francia jugará la selección argentina que viene del fondo del mar, a punto de ahogarse, fue salvada in extremis, y apenas respiraba pero ahora parece ya haberse recuperado y parte de cero como todos, y con Lionel Messi en sus filas, y una historia pesada en títulos y protagonismo, todo puede ocurrir.

Y si Francia es, junto con Brasil, una de las dos selecciones que tiene todos los títulos posibles en todas las categorías, las dos veces que se enfrentaron en la historia fueron victorias celestes y blancas: 1-0 en el Mundial de 1930, con gol de Luis Monti a 9 minutos del final, y el más reciente 2-1 del Monumental, con goles de Daniel Passarella de penal y Leopoldo Luque, cuando enfrente jugó un tal Michel Platini.

Argentina-Francia, uno de los mejores partidos posibles para esta época, comienza a las 17 (11 de la mañana de Argentina) y puede ser la plataforma de lanzamiento para el que gane.

Según la FIFA, un arbitraje “casi perfecto” en la primera fase (Infobae)





                                                     Desde Moscú




El 95 por ciento de los fallos de toda la primera fase del Mundial fueron correctos, sin siquiera utilizar la tecnología, y con el uso del VAR, los aciertos se elevaron al 99,3 por ciento, lo cual significa un arbitraje “casi perfecto”, según indicó la FIFA hoy, en una conferencia de prensa llevada a cabo en el estadio Luzhniki.

Massimo Busacca, el ex árbitro suizo a cargo de la Comisión Arbitral de la FIFA, acompañado por el italiano Pierluiggi Collina y su compatriota Roberto Rosetti, también destacó que hubo 162 amonestaciones, lo que otorga un promedio de 3,4 por partido, y apenas hubo tres expulsiones, una sola en forma directa y dos por la llamada “segunda amarilla”.

También los miembros de la Comisión Arbitral de la FIFA destacó que si en Brasil 2014 hubo 10 penales, y lo mismo ocurrió en Sudáfrica 2010, ahora ya la cifra se elevó mucho, a 24, de los cuales 7 fueron otorgados a partir del uso del VAR, mientras que se desestimaron otros 7 por la misma causa.

Collina indicó que la Comisión Arbitral se siente “satisfecha” con los resultados generales de la primera fase del Mundial, aunque también sitúan como principal autocrítica que deben dar más información y explicación a los jugadores, y tomaron el caso de la queja del nigeriano John Obi Mikel ante Argentina, cuando dijo que cuando consultó al árbitro sobre por qué no cobró penal en una jugada y le respondió “no sé”. 

“Ningún árbitro puede decir que no sabe a un jugador a esta altura”, dijo Collina, pero en referencia a Marcos Rojo y la mano que reclamaban los jugadores nigerianos, “todo el mundo vio, con toda claridad, que la pelota le pega en la cabeza y luego en la mano, y eso no es penal”.

También hubo una referencia al momento en el que Javier Mascherano siguió jugando ante Nigeria con sangre en su rostro, y en este punto, Massimo Busacca afirmó que “es sutil determinar si es reglamentario o no seguir en la cancha porque el árbitro no vio que manaba sangre sino que podía estar seca de unos minutos antes, y si no mana sangre, el jugador puede seguir”.

Tanto Busacca como Collina se refirieron también al tiempo neto de juego en la fase de grupos del Mundial, que aumentó levemente respecto de Brasil 2014 y si allí fue de 55 minutos y 24 segundos de media por partido, en Rusia 2018, el promedio fue de 56 minutos y 45 segundos por partido, lo cual muestra que se trata de un déficit por corregir en el futuro, mientras que Collina aceptó que podría debatirse, una vez que finalice este Mundial, que se pueda escuchar lo que se indica desde los asistentes del VAR y sus diálogos con el árbitro principal del partido, como también la chance de que cada equipo pueda tener la posibilidad de pedir el VAR un par de veces por partido sin depender de que surja por los asistentes o el árbitro.

Siguiendo con el VAR, en los 48 partidos jugados en la primera fase hubo 335 incidentes, que representan un promedio de 6,9 por partido, y 17 revisiones reales por parte del VAR, de las cuales 14 fueron hechas en el campo de juego y apenas tres desde el Internatonal Broadcasting Center (IBC) y hubo 14 decisiones modificadas por el VAR.

La FIFA dio a conocer que la media de tiempo perdido por partido es de 39 minutos y 50 segundos, de los cuales 7 minutos y 42 segundos suelen ser por saques laterales, en tanto que el tiempo medio de uso del VAR rondó los 80 segundos promedio.
Collina también reivindicó a los jueces de línea, hoy llamados asistentes 1 y 2, “porque la orden para el Mundial fue que tardaran en levantar sus banderines para que no se anule la jugada y dar tiempo, si cabe, al uso del VAR, y lo han cumplido a la perfección”.

Si bien Collina afirmó que no hubo “una sola queja” de las treinta y dos federaciones participantes en la primera fase, un periodista brasileño replicó que la Confederación de su país presentó una ante la Comisión Arbitral, que no tuvo respuesta, en tanto que otro, marroquí, indicó que su federación inició un expediente de reclamo con seis puntos, también sin resultados hasta el momento.

Collina sostuvo también que la Comisión Arbitral buscó que sean prolijas las designaciones, buscando que los árbitros no pertenezcan a ninguna de las dos confederaciones de los equipos que juegan un partido, pero no pudo explicar entonces por qué, por ejemplo, el polaco Szymon Marciniak (UEFA) fue designado para dirigir el primer partido de la selección argentina (Conmebol) ante Islandia (UEFA).

Finalmente, Busacca afirmó que en sus tiempos de árbitro “tuve suerte porque en ese tiempo, si me equivocaba, no tenía respaldo” pero que ahora, con el VAR, “tenemos otra oportunidad y la tecnología juega a nuestro favor”.

jueves, 28 de junio de 2018

La descompresión y el camino latino a la final (Jornada)




                                             Desde Moscú



No será como la canción de “Los Beatles” con su clásico “Back in URSS” pero a esta altura de los acontecimientos, Moscú no deja de ser nuestro hogar-dulce-hogar una vez que comenzó esta dura etapa de viajes en tren por todo el país, que por momentos nos hace sentir como pequeños Miguel Strogoffs, aquel correo secreto del Zar que inmortalizara Julio Verne, incluso por las peripecias que debemos atravesar.

Y si para nosotros, la clasificación a octavos de final de la selección argentina representó regresar a Moscú ayer a las 14 tras haber subido al tren desde San Petersburgo a las 3,20 de la madrugada, la escala en nuestra base de operaciones será de apenas dos días porque en la madrugada del sábado estaremos partiendo, ahora por 14 horas, hacia Kazán, la zona musulmana de Rusia, para estar presentes en el partido ante Francia por los octavos de final.

Si para nosotros comienza una dura etapa de viajes, más claro lo tiene la selección argentina, que no va en tren sino en avión y parece no necesitar nadie alrededor pero no es del todo así porque jugadores como Marcos Rojo, motivado por su gol in extremis ante Nigeria, o Gonzalo Higuaín, respaldado por 45 mil personas en San Petersburgo, ya no son los mismos que horas atrás.

El equipo argentino, pero también la mayoría de los hinchas y los periodistas que deambulan por Rusia, siente que se le ha salido de la espalda una mochila de veinte kilos y que la que tiene puesta ahora no pasa de los tres y que en todo caso, perder contra Francia en octavos, jamás podría significar lo mismo que no ganarle a Nigeria en la fase de grupos y volverse a casa mucho antes de la cuenta.

Y eso no significa que el equipo argentino piense en perder. Lo dijo Jorge Sampaoli en la última conferencia de prensa: restan cuatro finales, y la primera es Francia, con todo su potencial, con jugadores de primera clase en todas sus líneas, desde Samuel Umtiti, compañero de Lionel Messi en el Barcelona, en la defensa, o Paul Pogba como creativo en el medio, como Antoine Griezmann o Kylian Mbappé en el ataque.

Pero también es cierto que para la selección francesa no es lo mismo pensar, como ocurrió hasta el minuto 85 del martes pasado, que debía enfrentar a Nigeria en Kazán por los octavos de final que tener que hacerlo con una camiseta mucho más pesada enfrente como la argentina, con estrellas en los principales equipos del mundo y con Messi, el mejor jugador del planeta, pateando en contra.

Otras certezas que tiene la selección argentina, que venció a la francesa las dos veces que se enfrentaron en Mundiales (1-0 en 1930 con un gol de Luis Monti a 9 minutos del final, y 2-1 en 1978, con goles de Leopoldo Luque y Daniel Passarella de penal), es que si pasa a Francia, la esperaría el ganador del partido entre Uruguay y Portugal, y en Nizhny Novgorod, que entonces podría ser escenario del soñado enfrentamiento entre Messi y Cristiano Ronaldo, o bien el del Clásico del Río de la Plata.

También sabe ya la selección argentina que no podrá haber una final ante Brasil, porque de enfrentarse sería una instancia antes, en semifinales y en San Petersburgo. Y que tampoco podrá definir la Copa del Mundo ni ante Alemania (eliminada ayer), ni ante Italia (que no se clasificó para el Mundial) y que entonces sólo podría tener dos campeones del mundo enfrente: España o Inglaterra.

Es decir que el camino argentino a la final es un camino esencialmente latino, porque así lo indica una llave que trae a Francia, luego a Uruguay o Portugal, y más tarde posiblemente a Brasil y hasta aparece la alternativa de México.

Con estas certezas, la duda pasa ahora por saber si Sampaoli va a continuar con el mismo once que salió a enfrentar a Nigeria o si hará cambios. Parece claro que Ángel Di María no está en su mejor nivel en este Mundial pero Marcos Acuña no parece su reemplazante natural y tal vez podría ser cuestión de que probara con Cristian Pavón por la izquierda para recostar a Messi en la derecha con Higuaín o Sergio Agüero por el medio, y que Paulo Dybala, al fin, tuviera su oportunidad en este torneo jugando detrás de Higuaín, con quien se entiende por jugar juntos en la Juventus, y de paso, ser un Plan B para Messi si éste se encuentra muy marcado.

La defensa y Franco Armani se mantendrían tal cual y el otro interrogante pasa por el medio, acerca de quién es el encargado lógico de ayudar a Javier Mascherano en la contención.

El resto, es ponerse a tono, recomponerse lo suficiente desde lo físico, no apelar a excentricidades tácticas, tomar los recaudos necesarios y honrar una camiseta tan prestigiosa como la argentina.

Alemania se fue muy temprano y Brasil gana pero no asusta (Jornada)




                                              Desde Moscú



Acaso la noticia que más interesa para los argentinos sea que ya no habrá posibilidad de que la Selección juegue, en Rusia, una final ni contra Alemania (ya eliminada), ni contra Brasil, porque vienen por la misma llave y deberán eliminarse, en el caso de que ambas lleguen, en semifinales, y como tampoco podrá enfrentar a Italia, que ni siquiera participa, ya la definición clásica quedaría para Inglaterra o España.

A primera hora de la tarde de ayer llegó la primera situación ilógica, que se suma a tantas rarezas de este Mundial, por ahora, exótico. Fue cuando la selección alemana quedó sorpresivamente eliminada en primera fase del Mundial tras haber sido campeona en 2014 en la recordada final ante Argentina en el Maracaná.

Alemania no podía vencer a Corea del Sur pese a haberle ganado sobre la hora a Suecia y con todo a favor para pasar: rival accesible, depender de sí misma, el empuje anímico por aquel gol sobre la hora de Toni Kroos en la segunda fecha ante los rubios nórdicos.

Pero a este equipo germano le faltó precisión y algo más de creatividad. Los nervios jugaron su partido, no podía llegar el primer gol y cerca del final, en cambio, Corea pudo marcar dos, a través de Son Heungmin y Kim Younggwon, con el arquero alemán Manuel Neuer, tal su característica, adelantado hasta casi la mitad de la cancha buscando marcar la diferencia.

Se trató de un pobre equipo alemán, con jugadores muy lejos de su nivel (como Tomas Müller) y la notable e inentendible ausencia de su delantero más hábil, Leroy Sané, luego de una excelente fase de clasificación y siendo una de las grandes potencias del momento, si bien en el sorteo del Mundial, en diciembre, el director técnico argentino Jorge Sampaoli había manifestado que no le gustaba como jugaba Alemania y su cr{itica fue tomada casi a broma.

México, que cayó por un abultado 3-0 ante Suecia, será el rival de Brasil en Samara, el 2 de julio, por los octavos de final, mientras que Suecia se medirá con Suiza, por la otra llave, el 3 de julio en el Zenit Arena de San Petersburgo.

En el segundo turno, Brasil, otra vez sin deslumbrar pero con mucha superioridad, se impuso 2-0 a Serbia en el estadio del Spartak de Moscú con goles de Paulinho en el primer tiempo y de Thiago Silva, de cabeza, en el segundo, y esto le alcanzó para mantener el liderazgo del Gripo E y en el otro partido, en Nizhny Novgorod, Suiza apenas si pudo empatar 2-2 contra Costa Rica, y de esta manera, alcanzó el segundo lugar y tal como en Brasil 2014, consiguió pasar a los octavos de final con una buena generación de futbolistas.


miércoles, 27 de junio de 2018

La selección sufrió pero se sacó la mochila y ahora espera Francia (Jornada)




                                                   Desde San Petersburgo



Por suerte, el fútbol ofrece tantas veces la posibilidad de redimirse. Y la selección argentina aprovechó muy bien su oportunidad, aunque sufriendo y demasiado cerca del final del partido, pero ganó bien porque fue el equipo que más lo buscó, y ahora, ya sin la pesada mochila de la necesidad de no irse en medio del escándalo y en primera fase, las cosas pueden ser muy distintas cuando el próximo sábado enfrente a Francia en Kazán.

El equipo argentino siguió teniendo lagunas, pases mal dados, algunos fallos graves en algunos ataques nigerianos (especialmente en el segundo tiempo) pero lo que nadie puede negar es que la actitud para jugar un partido decisivo fue la correcta y de hecho, el primer tiempo fue lo mejor del Mundial.

La selección argentina salió al campo a devorarse a Nigeria, a aprovechar la única bala de plata que tenía para aspirar a clasificarse para octavos metiendo mucha presión en campo contrario, y sorprendió que aunque efectivamente el director técnico alemán de los africanos, Gernot Rohr, colocara otra vez dos puntas, casi no tuvieron incidencia porque la pelota jamás les llegaba y en todo caso, si el partido no tenía goles era solamente por la incapacidad albiceleste de concretar ese dominio en la red adversaria.

De todos modos, el gol llegó relativamente pronto a través de Messi y todo parecía controlado, tanto que hasta en el otro partido, también Croacia empataba con Islandia y entonces reinaba la tranquilidad.

Sin embargo, al comenzar el segundo tiempo, el penal que le otorgó el árbitro turco Cacir a Nigeria, por un innecesario empujón de Javier Mascherano, determinó la angustia de los minutos siguientes y dio la impresión de que esta generación iba a quedarse sin nada demasiado pronto.

Otra vez parecía que los cambios llegaban alocadamente y producto de la urgencia. El de Cristian Pavón era cantado, pero no tanto que lo fuera por Enzo Pérez porque eso rompió el mediocampo y ya determinó un partido de peligrosa ida y vuelta ante una Nigeria con delanteros veloces que, de hecho, perdieron un par de goles imposibles.

Se entendió menos el cambio de Maxi Meza por Ángel Di María, porque creemos que Paulo Dybala le hubiera dado otra variante al ataque y más creatividad, y además, porque en ese lugar, el jugador de Independiente entró en un barullo poco habitual en él, y ya en el final, Sampaoli hizo entrar a Sergio Agüero por Nicolás Tagliafico y en esos minutos de desesperación, en los que el equipo argentino fue metiendo contra su arco al nigeriano, ya el sistema era con 4-1-1-4, con Mascherano como púnico volante de marca, Banega como asistidor, y Messi, Higuaín, Agüero y Meza como delanteros.

Cuando apenas faltaban cinco minutos, llegó el gol desde el jugador menos esperado, Marcos Rojo, muy discutido por el público por su baja actuación en el debut ante Islandia, y el desahogo fue total y la clasificación, aunque tardía, apareció justo antes de que se bajara la cortina para una generación extraña, que siempre estuvo cerca de los títulos pero que ahora se iba por la puerta de atrás.

Ahora espera Francia, el sábado en Kazán, pero la situación ya es otra. Un equipo argentino recompuesto anímicamente, ante un rival muy complicado, pero potencia al fin, y por los octavos de final, ya suena a un lugar que por historia, a la selección argentina le siente más cómoda, más lógica.

Con algunas certezas, como la solidez de Franco Armani, quien tapó la única que tenía que tapar, con Rojo seguramente crecido, con Messi habiendo anotado un gol y con su familia ya en Rusia, y con una victoria sufrida pero en el momento justo, tal vez pueda generar que las cosas sean distintas de aquí en más.

No hay demasiado tiempo porque todo es muy vertiginoso, pero al menos, la selección argentina, como diría el libro sobre su director técnico, Jorge Sampaoli, no para y sigue. El show debe continuar.



Lo bueno, lo malo y lo feo del Mundial de Rusia (Audio de SBS, Australia)

https://www.sbs.com.au/yourlanguage/spanish/es/audiotrack/messi-y-rojo-grandes-pero-maradona-se-robo-el-show

martes, 26 de junio de 2018

Quién es Balogun, el alemán que juega en Nigeria y enfrentará a la Argentina (Infobae)




                                              Desde San Peterburgo



León Aderemi Balogun va a cumplir 30 años el próximo 28 de junio, el mismo día que su entrenador y compatriota Gernut Rohr llegará a los 65. Pero siendo los dos alemanes, forman parte de la selección nigeriana.

Balogun, segundo marcador central, también forma parte de la última línea de tres defensores, de acuerdo con el sistema táctico que quiera imponer su entrenador, quien vio la oportunidad de convocarlo en 2016, al estudiar que salvo en la etapa de juveniles, cuando vistió la camiseta alemana, no lo había hecho desde que se hizo profesional.

Nacido en Berlín occidental en 1988, Balogun debutó en 2007 en la Bundesliga y pasó por equipos como Hannover 96, Werder Bremen, Fortuna Dusseldorf y el Mainz 05 y justamente en este verano, cuando acabe el Mundial, pasará al Brighton de la Premier League inglesa.

El propio Balogun cuenta una interesante anécdota de sus tiempos juveniles en Alemania. Dice que la madre de la mejor amiga de su hermana tenía una amiga bruja a la que él fue a consultarle porque era muy propenso a lesionarse cuando pretendía ser profesional.

La bruja era una mujer rusa, de mediana edad, que no parecía bruja. “Su primer diagnóstico, cuando concurrí a consultarla acompañado de mi hermana, es que tenía un agujero en el aura, del lado derecho”, pero lo asombroso es que “ella no sabía que justo donde me señaló, yo tenía una lesión en el hombro derecho, pero ella no podía verla porque la tapaba mi camisa. Al rato, acertó cuando me dijo que había perdido a un familiar que me había marcado mucho pero que yo no conocía y me quedé helado porque era mi abuela nigeriana, con la que hablábamos cada semana por teléfono y mi padre, su hijo que emigró a Europa en 1966, nos traducía del yoruba”.

Balogun cuenta cómo lloró a solas cuando regresó de la visita a la “bruja” y se fue acercando cada vez más, y el gran golpe se produjo cuando integraba el seleccionado sub-16 alemán, en 2003, y pudo marcar y anular en un entrenamiento a un delantero estrella, que al finalizar, en represalia, le dio un pelotazo en la cara y lo insultó con términos racistas.

“No le quise agrandar el tema a mi padre pero él, que se esforzó trabajando desde que llegó de Nigeria a Alemania, no quiso dejarlo así y me dijo que teníamos que esperar que saliera la familia del agresor en el coche, y allí, en vez de agredirlos, les dijo que tiene que haber amor y respeto entre las personas”, relató Balagun.

El defensor cuenta que desde ese momento “ya no quise jugar para equipos alemanes porque me parecían arrogantes, ni hinché por Alemania en el Mundial 2006 que organizó, y cuenta que tras años en la Bundesliga, en 2014, cuando había terminado su contrato con el Fortuna Düsseldorf, recibió un llamado y era Stephen Keshi, el manager de la selección nigeriana para invitarlo a jugar en Nigeria.

“Esas palabras significaron mucho para mí. Era volver a mis raíces, volver a Nigeria. Estaba emocionado, pero mi padre me hizo escuchar varias veces en youtube la voz de Keshi, porque me dijo que podían haberme estafado, pero por suerte, comprobé que era, efectivamente, él el de la voz en el teléfono”, continuó Balagun.

“Cuando llegué por primera vez a Nigeria, la impresión fue extraña. Me sentía como un alemán. Hacía demasiado calor, pero todos sabían quién era yo y pensé que si en Alemania era visto siempre como negro, aquí sería visto siempre como blanco en viaje de negocios, aunque notaba que ellos eran felices con mi presencia y entonces empecé a pensar que tal vez estaba ya destinado a ser nigeriano”, siguió.

“Aterrizamos en Abuja, la capital, y nos fuimos al entrenamiento y sonaba en mis audífonos la canción “Nobody Knows” de August Alsina, que me gusta porque habla de lo iguales que somos, justo cuando por la ventana vi a un chico con una patineta, por la calle, y era discapacitado, y tenía que usar las manos para moverse, algo que jamás nadie vería en Alemania, porque no existe esa pobreza. Y empecé a llorar y a pensar en la suerte que tuve yo de criarme en un país sin esos problemas, porque al lado de los problemas de este chico, los míos se convirtieron en intrascendentes”.

Balogun recuerda el día que Nigeria se clasificó para el Mundial de Rusia. “Fue en octubre de 2017 cuando vencimos a Zambia y recuerdo a nuestro estadio de Uyo en erupción. Caí de rodillas entre lágrimas y el capitán, John  Obi Mikel se me acercó y me dijo “no puedes llorar, vamos a Rusia! Y cada vez que escuche el himno nacional, me estaré acordando de mi padre y de mi abuela”.






Dar la cara es salir a ganar el partido (Jornada)




                                                 Desde San Petersburgo



Es tal la confusión reinante alrededor de la selección argentina que ahora nos quieren hacer creer que el conflicto (más allá del alcance real que tenga y de las exageraciones y venta de humo que hubo) puede comenzar a solucionarse esta noche (tarde de la Argentina) ante Nigeria por el mero hecho de que estarán presentes como titulares la mayoría de los jugadores “históricos”.

En verdad, y más allá de la cualidad técnica que en la mayoría de los casos no se discute, porque por algo juegan en la élite de clubes europeos, no parece ser éste el momento para una prueba de carácter o para demostrar nada, sino que la prioridad es conseguir el objetivo básico, que es la clasificación a los octavos de final, y no otra cosa.

Y para conseguir ese objetivo, hay que ganarle a Nigeria porque no sirve ni el empate, y para eso es necesario que entren a la cancha los que mejor estén en ese momento, y si Franco Armani merece una oportunidad (máxime ahora, tras el fallo garrafal de Wilfredo Caballero ante Croacia), también creemos que Paulo Dybala no pudo haber venido a Rusia de paseo, y que sería muy interesante que se aclarara lo ocurrido con Giovani Lo Celso o Federico Fazio durante este Mundial, tras haber estado en todo el ciclo de preparación integrando el once inicial.

Que tranquilamente se informe en la mayoría de los medios que el equipo que sale a jugar esta noche ante Nigeria fue armado consensuadamente entre el director técnico, Jorge Sampaoli, y un jugador de campo, aunque más no sea el “jefecito” Javier Mascherano, con mucha experiencia pero que sigue siendo (hasta donde sabemos, al menos) jugador del plantel, es de una inusitada gravedad, pero que va a tono con aquella declaración del entrenador antes de comenzar el torneo cuando manifestó que éste no es su equipo sino “el de Lionel Messi”.

Messi puede llegar a ser el mejor jugador de la historia (materia opinable), o para Sampaoli puede llegar a ser el mejor jugador que dirigió en su vida, o, por lejos, el mejor jugador de todos en el equipo nacional, pero quien toma las decisiones, quien traza los objetivos, quien determina la línea quien, en términos estrictamente futboleros, “manda”, es, sin dudas, el director técnico.

Y si ahora la desmentida sobre que Mascherano forma parte del armado del equipo no es taxativa, determinante, se abre la puerta, una vez más, a toda clase de especulaciones, como la de que los jugadores participan de manera exagerada en una función que no les corresponde y al mismo tiempo, están dando a entender que todo va contra natura, desde principio a fin.

La selección argentina ha vivido otros episodios complicados en la historia de los mundiales, y por lo tanto ni siquiera esto es original. Por ejemplo, se repitió hasta el hartazgo que en Inglaterra 1966, el dirigente Valentín Suárez le armaba el equipo al director técnico de entonces, Juan Carlos Lorenzo, y en Alemania 1974, un trío conformado por Vladislao Cap, José Varacka y Víctor Rodríguez ocupaba el banco y cada uno daba indicaciones contrarias al mismo jugador.

Sin embargo, desde que finalizó ese Mundial y César Luis Menotti se hizo cargo de la selección nacional, se ingresó en una especie de círculo virtuoso que parecía encadenar, más allá de los nombres que ocuparon los cargos, cierta coherencia, pero en los últimos años, se fue perdiendo hasta desembocar en estos años de dislates continuados, que parecen hechos a propósito para perder en lo deportivo y en el prestigio.

Ahora, parece que “dar la cara” es más importante que elegir a los mejores para enfrentar a Nigeria en un partido crucial. Tampoco se entiende la ausencia de Sergio Agüero a no ser por aquella dura réplica del delantero del Manchester City a un periodista de TV que formuló una “fake question” porque utilizó una frase que supuestamente había manifestado minutos antes Sampaoli en la conferencia de prensa posterior a la derrota con Croacia, y que finalmente era inexacto.

Todo puede ser en este equipo argentino que es una caja de sorpresas, como que ahora varios jugadores (por supuesto que no los históricos sino tipos con consciencia como Nahuel Guzmán) bajaran al lobby del hotel para saludar a la gente, que vino a verlos desde muy lejos, desde los lugares más recónditos del planeta.

Tal vez allí nos gustaría que los “históricos” dieran la cara, y no tanto el salir a jugar de titulares acaso para un nuevo “deja vu” y para que todo siga igual o parecido. Por supuesto que si salen a la cancha vestidos con la camiseta argentina, se espera que rindan lo mejor que puedan, pero nos habría gustado que apareciera por San Petersburgo el mejor once que Argentina pudiera disponer y no la “mesa chica” de siempre en la última década.

La duda parece estar entre Eduardo Salvio o Marcos Rojo, de acuerdo a lo posicional de la defensa porque Gabriel Mercado (no entendemos por qué, si puede jugar en funciones distintas) parece tener asegurada una plaza, por lo que entonces depende de si Sampaoli (¿con o sin Mascherano?) se inclina por Marcos Rojo como segundo central al lado de Nicolás Otamendi, en cuyo caso Mercado iría de lateral derecho, o si se inclina por Salvio de lateral, y en ese caso Mercado iría de central.

Preocupa que a esta altura no parezca estar claro para Sampaoli el armado de la defensa ante un equipo nigeriano que podría atacar con dos extremos muy rápidos y peligrosos.

Tampoco se entiende un mediocampo con triple cinco, con Mascherano, Enzo Pérez y Ever Banega, que poca conexión parece tener con el ataque de Lionel Messi, Gonzalo Higuaín y Ángel Di María.

Ya no hay tiempo para más. Las cartas se verán sobre la mesa. Y más que “poner la cara”, es tiempo de ganarle a Nigeria para no volver a casa. ¿Se podrá?


lunes, 25 de junio de 2018

Del dicho al hecho, en la Selección, hay años luz (Jornada)




                                                          Desde Moscú



En el Bronnitsy Trainning Centre, a una hora y media de esta ciudad, iban a hablar ayer, como rutina (que en realidad debería serlo y no lo es tal porque muchas veces nadie toma el micrófono entre los jugadores) Lucas Biglia y Giovani Lo Celso, pero sorpresivamente aparecieron sentados ante la prensa nada menos que Javier Mascherano, con toda la fuerza que esto genera, y el presidente de la AFA, Claudio “Chiqui” Tapia.

Ya nos hemos referido a las consideraciones de ambos, pero yendo al terreno del fútbol mismo, del juego, hubo un par de frases de Mascherano que resultaron muy llamativas y con enorme sinceridad: la que se refiere a que el equipo “se descompuso” en los últimos minutos del partido pasado ante Croacia en Nizhny Novgorod, y que se cambia demasiado de sistema táctico con pocos días para asimilarlo en un Mundial.

Las dos frases son razonables y a lo que hay que sumar otras menos relacionadas con el juego, como que no se puede controlar lo incontrolable y que los rumores infundados suelen hacer un ruido molesto en el plantel.

En cuanto a los cambios de esquemas tácticos con pocos días de diferencia, hemos visto muy pocos casos como éste porque si bien cada equipo suele tener unos dos o tres sistemas, lo importante no es esto sino si ya fueron  trabajados, si pudieron practicarlo en algunos partidos amistosos ante rivales que valgan la pena para poder extraer buenas conclusiones.

Si tomamos el caso del próximo rival del martes en San Petersburgo, Nigeria, su director técnico, el alemán Gernot Rohr, suele tener al menos dos sistemas que varían de acuerdo al rival o las circunstancias: por ejemplo, ante Croacia en el primer partido, utilizó un 4-5-1, mientas que ante Islandia, corrigió el sistema para llevarlo a un 3-5-2, y eso no representa un  problema nacional.

Lo que cambia con respecto a la Argentina es esa sensación de improvisación, de atar todo con alambre, y no porque se trate de otro sistema distinto al inicial. Mucho menos grave sería, todavía, si se supiera a qué se juega.

Un  segundo punto interesante para analizar es el factor arquero. ¿Franco Armani atajará, si es que lo hace, porque Jorge Sampaoli lo quiere como titular, por los errores de Wilfredo Caballero, en especial el que determinó el primer gol croata de Ante Rebic, o porque hay una exigencia popular a partir de una enorme promoción que cierta prensa le hizo durante todo el semestre, más allá de que en el torneo argentino hizo su parte?

Y para finalizar, el hecho de que muy probablemente jueguen los “históricos” ante Nigeria, algo así como que hay una necesidad de que ellos “pongan la cara” en el partido decisivo o sean los capaces de cerrar una etapa de manera formal si es que el equipo queda eliminado.

¿Realmente hay necesidad de que alguien tenga que “poner la cara” aunque eso pueda significar una derrota dura y hasta una eliminación  por el solo hecho de colocar gente con experiencia pero que demostró a todas luces que no está para esos trotes?
¿No sería más lógico anteponer cuestiones como “dar la cara”, u “orgullo”, para dar pie a jugar mejor, a administrar la pelota y a pensar un poco más, con jugadores que por ahora casi no tuvieron chance, como Paulo Dybala y Giovani Lo Celso, u otro veloz, rápido y hábil como Cristian Pavón?

¿Ni siquiera cuando se acerca el tiro del final, la bala de plata, primará el sentido común? ¿O seguirán pesando los mismos de siempre?

Mientras todo esto pasa, Tapia, desde su pupitre, aconseja sobre lo que hay que publicar o no, y de qué forma. Así, es difícil andar por el camino corrfecto.