domingo, 29 de julio de 2018

El Mundial no aportó demasiado al mercado español (Yahoo)




Así como en otros Mundiales, el mercado español funcionó de acuerdo con las estrellas emergentes en esos certámenes, el hecho de que en Rusia 2018, las figuras sobresalientes por lo general hayan ratificado su condición y no hayan aparecido demasiadas nuevas pudo haber contribuido a que en buena parte el movimiento sea menor en este verano.

Si bien es difícil establecer absolutamente el motivo, también es cierto que en las ventanas anteriores de los mercados se han pagado cifras siderales que no ayudaron a las economías de los clubes, sumado a que el hecho de que en España exista la llamada cláusula de rescisión, por la que sociedades extranjeras pueden depositar los valores establecidos y llevarse los jugadores, facilita la emigración de muchos de ellos.

De todos modos, de momento no apareció ningún fichaje de los rutilantes y no aparece fácil esta posibilidad, de acuerdo con la situación económica de la mayoría, ahora muy controlada por la Liga de Fútbol Profesional (LFP), que puja para que todos se pongan al día con sus economías y porque salvo grandes ventas al exterior, tampoco disponen de esas cifras que, por ejemplo, generaron las sumas de los pases de Neymar al PSG y el posterior gasto monumental del Barcelona en Philippe Coutinho o de Osmane Dembélé.

La prueba está en que el Barcelona ahora ha generado, por llamarlo de alguna manera, fichajes intermedios, más de apuestas a futuro que cracks ya establecidos. El caso de jugador más consolidado es el del volante brasileño Arthur, quien ya ha comenzado a rendir sus frutos en los torneos de verano, y de características parecidas a Xavi Hernández, por quien el club catalán pagó 31 millones de euros, o el defensor francés del Sevilla Clement Lenglet, por el que abonó casi 36 millones, pero en el caso de Malcom (45), es claramente una idea de futuro, aunque ya ha generado polémica con Dembélé, inquieto porque la nueva contratación se mueve por su mismo sector en el campo.

Tampoco es distinto el caso del Real Madrid. Si bien es cierto que su presidente Florentino Pérez se suele tomar su tiempo para los fichajes y los estelares suelen llegar más cerca del cierre del mercado (31 de agosto), y que muy posiblemente llegue el portero belga Thibaut Courtois, no p0arece fácil que arribe, por ejemplo, un crack ratificado en el pasado Mundial como el también belga y del Chelsea, Eden Hazard, cuyo valor sobrepasa los 200 millones de euros.

Si tras Brasil 2014, el Real Madrid contrató a otro portero, el costarricense Keylor Navas, y al volante creativo colombiano James Rodríguez, con suerte diversa en el club, ahora los blancos están interesados en los belgas y disponen del dinero, pero han apuntado, de momento, al futuro, con la contratación de jóvenes como los brasileños Vinicius Jr. (45 millones), y Rodrygo, un lateral como Alvaro Odriozola, aunque no tendrá fácilmente un lugar entre los titulares, y también un portero como el ruso Lunin.

Se trata de un mercado particular en España porque además, la próxima será una Liga que marcará el inicio de una etapa sin íconos en sus tres equipos principales si tomamos en cuenta los que han animado los torneos en la última década.

El Real Madrid, por ejemplo, se ha quedado sin Cristiano Ronaldo, acaso el jugador más influyente en la historia del club desde la salida de Alfredo Di Stéfano, y que había sido fichado en 2009, quien se marchó de manera rauda a la Juventus, si bien sus declaraciones tras la final de la Champions League de Kiev y sus festejos en el vestuario de aquel día ante el Liverpool sonaron a despedida anticipada.

El Barcelona, por su parte, pierde a otro de los grandes íconos, Andrés Iniesta, despedido con todos los fastos, y quien representaba un modo de jugar de muy difícil reemplazo porque fue quien marcó el estilo de la elegancia y la pausa que caracterizaron el juego azulgrana de los últimos años.

Y en menor medida, dado que su poder de influencia en el equipo había bajado hasta desdibujarse, la salida de Fernando Torres del Atlético Madrid, y en cierta medida, por su condición de capitán y de peso en el vestuario como Gabi, pueden hacerse notar en el futuro próximo en los rojiblancos.

El Atlético Madrid vivirá una temporada especial porque ésta acaba justamente con la final de la Champions en su nuevo estadio, el Wanda Metropolitano, y la creciente economía del club, gracias a los sostenidos premios por sus buenas ubicaciones en las copas europeas y los certámenes locales, le permitieron a su dirigencia fichajes de jugadores más consolidados si observamos el mercado actual: Rodri (Villarreal), Thomas Lemar (Mónaco), Gelson Martins (Sporting Lisboa), Adán (Betis), Nehuén Pérez (Argentinos Juniors), y una apuesta al futuro como Juan Manuel Sanabria (Nacional de Uruguay).

El Valencia, que regresa a la Champions League, también apostó por jugadores consolidados como Geoffrey Kondogbia (Inter), el danés Daniel Wass (Celta), el francés Mouctar Diakhaby (Lyon), o el italiano Cristiano Piccini (Sporting Lisboa).
De todos modos, hay tiempo para más fichajes hasta el 31 de agosto, cuando cierre el mercado, y cientos de culebrones aparecerán hasta entonces por la necesidad de los clubes, y los medios, por generar ilusión en los aficionados.

Otra tendencia que veremos es la creciente argentinización de los entrenadores con el regreso de Eduardo Berizzo, en este caso al Athletic de Bilbao, y de Mauricio Pellegrino al Leganés, quienes se suman a los debutantes (en la Liga) Antonio Mohamed –de gran éxito en México- (Celta) y Leo Franco (en el ascendido Huesca), sumados al ya consagrado Diego Simeone (Atlético Madrid).


martes, 24 de julio de 2018

En la Selección, sin proyecto no hay paraíso (Jornada)





Jorge Almirón siente que está capacitado para dirigir a la selección argentina, y es posible que así sea. Ramón Díaz considera que es su momento tras todos los títulos que consiguió como DT, su capacidad para elegir jugadores y para motivarlos, y no deja de ser verdad. Daniel Angelici, el presidente de Boca Juniors, número 2 de la AFA y verdadero “Hombre Fuerte” del fútbol argentino no deja de lado a Guillermo Barros Schelotto, que pese a que su equipo nunca jugó a gran cosa, también es cierto que lleva dos campeonatos largos seguidos y en un tiempo se solía nombrar a quien era el último entrenador campeón.

Nombres, en el fútbol nacional, siempre hay muchos porque hay DT variados y capaces, y la prueba fue el reciente Mundial de Rusia, en el que hubo cinco argentinos en distintas selecciones: Jorge Sampaoli en Argentina, Héctor Cúper en Egipto, Juan Antonio Pizzi en Arabia Saudita, José Pekerman en Colombia y Ricardo Gareca en Perú.

A todos ellos, hay que sumarles los ya consagrados en Europa como Diego Simeone, Mauricio Pochettino, Marcelo Bielsa, Eduardo Berizzo o en menor medida Antonio Mohamed y Matías Almeyda, y gente con gran trayectoria en la Argentina como Marcelo Gallardo o Gustavo Alfaro.

Tampoco nadie podría oponerse a que pueden cumplir funciones de managers el propio Pekerman, Carlos Bianchi, quien nunca tuvo la oportunidad de sentarse en el banco del equipo nacional pese a haber ganado cuatro Copas Libertadores y tres Intercontinentales (una aberración que nadie entiende en el mundo), y ahora que por suerte parece reestablecido de su problema de salud, Alejandro Sabella.

Insistimos en que no es una cuestión de nombres. El problema sigue siendo que no hay dirigencia con capacidad en la conducción de la AFA porque sin saber a qué se quiere jugar, sin tener una idea de lo que se pretende, cuando el fútbol de todo el mundo avanza en lo técnico y lo táctico, y se va convirtiendo en un negocio cada vez más rentable, da prácticamente lo mismo quién sea el elegido.

Desde 1982 (que pudo ser desde 1978), la AFA tuvo cuatro Mundiales con Diego Maradona y otros cuatro con Lionel Messi, y ganó uno solo de esos ocho. Tuvo cuatro Copas América con la chance de que jugara Maradona (1979, 1983, 1987, 1989) y no ganó ninguna, y luego tuvo cuatro Copas América con Messi (2007, 2011, 2015 y 2016) y tampoco ganó ninguna.

Es decir, el problema sigue sin ser el jugador. No es cierto que luego de esta generación, que llegó muy alto aunque no haya podido coronar, no haya más nada. Lo desmienten rotundamente los Mauro Icardi, Paulo Dybala, Facundo Colidio, Lautaro Martínez, Ezequiel Barco, Marcos Senesi, Ángel Correa, Cristian Pavón, Exequiel Palacios, Lucas Martínez Quarta, Giovani Lo Celso y tantos más.

El problema es que el fútbol argentino no se sincera y no busca estudiar, de verdad, la causa de su caída, y aunque hay agoreros que ya lo comparan con lo que pudo ser Hungría después de los años Cincuenta y no lo fue, podría ir por ese camino si no hay autocrítica feroz, si no se entiende que se viene siguiendo una lógica puramente de mercado desde que al regresar del Mundial de Suecia de 1958, los cráneos de entonces optaron por copiar el modelo físico y táctico europeo porque Checoslovaquia goleó 6-1 a la Selección en vez de entender que la fiesta y el gran juego provenía del vecino Brasil, brillante campeón con el joven Pelé y compañía.

Tras Suiza 1954 (al que la selección argentina no asistió), y Suecia 1958, los dirigentes enviados a esos Mundiales regresaron con la ilusión del gran negocio del marketing, la compra-venta de jugadores y la implementación de la figura del DT, una suerte de primer ministro europeo que hiciera de fusible en vez de que saltara el presidente del club en tiempos de crisis.

Así es que hoy, por venderles a los europeos por un puñado de euros (luego, con bastante certeza, mal gastados o que entrarán en bolsillos inexplicables), el fútbol argentino no tiene arqueros que embolsen remates ni sepan sacar con los pies, marcadores centrales tiempistas y que metan miedo, marcadores de punta con oficio que se sepan tirar a los pies, “cincos” elegantes que toquen con criterio y sean los dueños de su zona, “ochos” que lleguen a posición de gol (tal vez el último haya sido Lucho González en 2006), “diez”, que manejen a los equipos, wines que desborden y gambeteen, y “nueves” que sepan bajar para buscar la pelota, descargar para volver al área rival y definir.

Nada de todo esto es casual. Fue un proceso de seis décadas en las que paulatinamente todo se fue degradando. Y tiene su lógica: ¿para qué fabricar números diez si en Europa se juega sin ellos y son los que compran? ¿Para qué queremos formar wines si en “La Meca” no los quieren? Si hay hasta periodistas que para referirse al fútbol argentino utilizan el término “mercado local” y nadie se pone colorado.

Este es el fútbol argentino que los dirigentes de los últimos años supieron conseguir. Y acá seguimos discutiendo si Pérez, López o González…

Y sin proyecto, y serio, que profundice en nuestras raíces y en el juego, no habrá paraíso. Las dos veces que el fútbol argentino lo tuvo (1974, con César Menotti y 1995 con José Pekerman) terminó siendo campeón mundial. ¿Se podrá retomar esa senda con esta dirigencia?

domingo, 22 de julio de 2018

Luis Enrique no despeja las dudas sobre el futuro de la selección española (Yahoo)





Ahora que el Mundial ya es historia, la selección española entró rápidamente en una nueva dinámica, con la clara idea de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) y su nuevo presidente, Luis Rubiales, de mostrar acción y de dar un nuevo golpe de autoridad tras el desastre de Rusia, y entonces la designación como entrenador de Luis Enrique Martínez abre una gran incógnita sobre el futuro y el sistema de juego por utilizar.

Luis Enrique no necesariamente obedece a un sistema táctico tan ligado a lo que fueron los últimos doce años, desde Luis Aragonés, pasando luego por Vicente Del Bosque y finalmente, por el accidentado final de ciclo de Julen Lopetegui, que podría ser calificado como de posesión infinita de balón, juego al ras del suelo, superpoblación de volantes, juego horizontal, llegada a la portería rival desde atrás y en toques cortos o cambios de frente, y no necesariamente más de un punta de referencia, más como distractor de rivales que como definidor.

Si esta selección española que dominó el continente europeo y el mundo entre 2008 y 2012, con los tres títulos consecutivos (Eurocopa, Mundial y Eurocopa) tuvo algún déficit, éste fue que acabó la mayoría de los partidos con una distancia sobre sus rivales muy inferior a lo que fue su dominio de balón y sus llegadas a la portería adversaria, pero casi siempre chocó con su falta de definición.

Así fue que comenzó perdiendo en el propio Mundial 2010 que acabó ganando, cuando Suiza la derrotó pese a tener mucho menos tiempo el balón y fueron precisamente los mismos helvéticos los que le volvieron a sacar un empate en un amistoso previo a 2018, acaso anunciándole lo que iba a venir en Rusia 2018.

Podría entonces establecerse un paralelo entre lo que le ocurre a la selección española, ahora con la llegada de Luis Enrique al banquillo, con lo que sucedió con el Barcelona desde la temporada 2014/15, cuando fue designado entrenador reemplazando al argentino Gerardo Martino.

El Barcelona venía de una gran etapa inicial con Josep Guardiola entre 2008 y 2012, jugando un  fútbol maravilloso que cautivó el planeta, y a la salida de éste y el fallecimiento de su sucesor, Tito Vilanova, lentamente el equipo fue perdiendo esa frescura, esa creatividad, esa presión muy alta originales para ir decayendo en sus convicciones y si bien siguió conservando cierta estética, en especial en sus grandes figuras, ya no fue tan firme en defender el toque, el juego asociado por abajo, y ya comenzó a cimentar algunas variantes.

Entre ellas, apareció más el balón largo, algunas jugadas de pelota parada, los centros aéreos en determinadas definiciones y hasta ciertos contragolpes si la situación lo ameritaba.

Tanto fue así que Luis Enrique llegó a una situación extrema en aquel partido ante la Real Sociedad en Anoeta, cuando los jugadores de mayor peso le comenzaron a exigir otras fórmulas, y no sólo relacionadas con el juego, sino también grupales.

Fue acaso en ese momento, durante la primera temporada de las tres que dirigió al Barcelona, que Luis Enrique dio el paso más importante: el haber aceptado algunos retoques, cambios en el estilo, en la relación con su plantel, y lo que era tenso se fue aflojando hasta culminar en un ciclo exitoso.

La gran incógnita, entonces, es si Luis Enrique mantendrá la misma filosofía de sus antecesores Aragonés, Del Bosque y Lopetegui, o si tal como ocurriera en el Barcelona, modificará de a poco ciertas cuestiones que o bien ayuden a modernizar el juego de la selección española, o bien le cambien completamente la fórmula de allí en adelante.

Otro de los grandes interrogantes es si Luis Enrique podrá mantener la mejor relación con los jugadores del Real Madrid, conocido como es su estrecho vínculo con el Barcelona, que podría traducirse en un cambio en las convocatorias, sumando también el cambio generacional en ciernes con las salidas anunciadas de dos históricos como Gerard Piqué y Andrés Iniesta, dos ex campeones del mundo que de esta manera ya dejan a “La Roja” casi sin referentes del campeón mundial de Sudáfrica 2010.

La salida de Iniesta, en especial, le quitará el jugador que en los últimos años ha sido el gran termómetro del medio hacia adelante, en tanto Piqué, discutido desde la política de la siempre latente posibilidad de la independencia catalana, ha sido siempre símbolo del carácter y la casta españoles.

Lo nuevo pasa entonces por una generación que posiblemente incluya nombres como Saúl Ñíguez, Marco Asensio, Lucas Vázquez, Marcos Alonso, Héctor Bellerin y tantos nuevos valores que se van abriendo paso hacia un fútbol algo menos horizontal y en cambio, más vertical.

Seguramente la nueva Copa de las Naciones, junto con la clasificación para la Eurocopa 2020, le darán a Luis Enrique una pauta más clara de la marcha del equipo hacia otros horizontes y a un nuevo modelo de relación entre entrenador y jugadores.

Otro punto que aparece como foco de atención es la relación entre Luis Enrique con el nuevo presidente de la RFEF, Rubiales, que no dudó en echar a Lopetegui a apenas dos días de iniciarse el Mundial, y con los clubes de Madrid, conociéndose su identificación desde hace años con el Barcelona.

Sin dudas, la nueva selección española plantea grandes interrogantes en el futuro próximo.

Plan divino (Un cuento de Marcelo Wío)




Aciaga convergencia. Así lo definió Eleodoro Ponitini. Calambur mayúsculo, según Tristano López. ¿Pero vos sabés lo que significa “calambur”?, el vasco Urrubeitia. ¿Y vos?, retrucando, esquivo, Tristano.

Los tres estaban apoyados contra el lateral del automóvil del vasco, en medio de la ruta 3. Hacía más de cuatro horas que se había muerto el motor después de unos estertores de vapor y una agonía de pedorreos en el caño de escape.

Hacía más de cuatro horas que no pasaba nadie por esa cinta de asfalto insultantemente recta. Porque, quién iba a transitar por allí un domingo, a esa hora perenne de siesta y cigarras, con el clásico entre Cambalache FC de Villa Ernestina y el Atlético Zapadores de Santa Ifigenia – ciudades a las que, precisamente, une la ruta 3 – en juego.

-Estaba escrito que nosotros no teníamos que asistir al partido… - el vasco, masticando un palillo de dientes o una resignación.
-Si no era el auto, hubiese sido otra cosa – Tristano.
-Todo está determinado por una única condición inicial… Poco importa lo que suceda en el medio. Apenas es una apariencia; quizás, una benevolencia… – Eleodoro compungiéndose.
-Si los tres hubiésemos ido a ver el clásico aquel día… - dejó flotar el vasco.

El partido al que se refería el vasco había tenido lugar unos diez años antes; en ese encuentro, Cambalache le había ganado a Zapadores después de diecisiete años sin poder hacerlo.
-Pero no fuimos…- el vasco, constatando lo evidente.
-Yo tenía a mi mujer y al nene con gastritis… Imposible dejarlos solos – Eleodoro.
-Mi nena nació esa mañana… Bajo ningún concepto… - el vasco Urrubeitia.
-Estaba en el velorio del padre del tano Spadafucille… Un tipo al que mi padre y yo le debemos que la ferretería siga en pie – Tristano.

Y año tras año, desde entonces, una u otra contingencia tripartita les había impedido ver el clásico. Y año tras año, Zapadores, como mucho, arañaba un empate lastimero, indigno. Y año tras año, desobedeciendo la obviedad del destino, los tres intentaban acudir al encuentro.

-Carambola de casualidades… - el vasco.
-Una malapata de campeonato – Eleodoro.
-Un calambur de la gran siete – Tristano.
-¡Y dale con eso, che! – el vasco.
-En serio, Tristano, qué ganas de romper la bolas de calambur – Eleodoro.
-Y bueno, che; la escuché el otro día y me gustó. Lo cierto es que no sé si viene a cuento o no – Tristano.
-No sé si hay palabra que encaje en esta circunstancia, la verdad – el vasco.

Los hinchas de fútbol, antes o después, terminan por creer, o, al menos, fantasear conque sus acciones influyen en el resultado de los partidos - y, dando un paso más, en que el mismísimo Dios es de su equipo -. Un poco, como todo creyente. De ahí, que los tres pensaran que Zapadores volvería a ganar el clásico una vez que ellos volvieran a presenciarlo en la cancha.

Lo que ningún hincha sabe, ni sabrá, es que Dios es, efectivamente, hincha de Cambalache (algunos ángeles han referido, en el más estricto anonimato, que Dios creó el mundo sólo para que un grupo de hombres fundara, precisamente, Cambalache FC); pero el diablo, de contrera nomás – porque ni siquiera le gusta el fútbol -, le cuela yetas o gafes en sus tribunas. Cuando Dios los descubre, hace lo imposible por mantenerlos alejados de la cancha – sin que se percate su injerencia, ni que se menoscabe el bienestar de los implicados.

-¿Tanta mala pata tendremos? – el vasco.
-Y… - Eliodoro, con una preposiciónque abría un interrogante o pretendía sacarle punta a una certidumbre; o que era nada más que un sonido.
El sol incidía con inusitada inquina. Sobre el pavimento se levantaban, como espectros o extrañas bailarinas, evidencias ondulantes de calor e intemperie. El partido debía estar por terminar, sino es que no lo había hecho ya.
-Probá a ver si enciende – Eleodoro.
El vasco se subió al coche, giró la llave de contacto; el motor tosió y arrancó. Los otros se subieron sin pensarlo dos veces.
-Espero que no nos deje tirados en el camino de regreso – Eleodoro.
-Crucemos los dedos – Tristano.
-Creo que nosotros necesitamos más que esa superchería mínima – el vasco, con un dejo de frustración acostumbrada, consuetudinaria.
-Una macumba – dijo riendo Eleodoro.
-Un buen baño en agua bendita – Tristano.
-Un remojo de varios días en agua bendita, diría – acotó el vasco.
-O aficionarnos al origami y dejarnos de joder con el fútbol – Eleodoro.

Tristano, que iba en el asiento del acompañante, encendió la radio, no sólo para enterarse del resultado (Cambalache había ganado 4 a 1 de visitante), sino para encubrir el silencio al que se abocarían, como cada vez que la fortuna les impedía ver el clásico.

Dios, en tanto, asintió para sí, pensando que no era mala la idea de un pasatiempo alternativo. Era una solución pragmática y funcional. ¿Cómo no se le había ocurrido? 

Es que el hincha no ve más que el limitado espectro de su apasionamiento.



miércoles, 18 de julio de 2018

Jugador frustrado (Un cuento de Marcelo Wio)





Nunca pude ser jugador de fútbol. Y nunca pude dejar de serlo en mi cabeza. Esa fue mi desgracia. Esa, y haber aprendido de mi padre el recurso fácil y truculento del vino.

No pude ser jugador debido a mis importantes limitaciones técnicas. Tantas, que no tenía atributo técnico alguno. Pero sí tenía una increíble habilidad – acaso, un destino tan tajantemente fijado – en dar en pasar por la casa de algún amigo o pariente en el momento en que se disponían a comer un asadito (excusa para abrir un par de damajuanas de tinto); o por un bar en el instante en que un grupo de amigos se entrega arte de la conversación etílica.

De a poco, fui cediendo a mi sino. A fin de cuentas, ser algo implica un esfuerzo desmesurado; amén de que conlleva la inevitable cancelación de muchas otras posibilidades (que, además, probablemente no precisaran tales bríos, o que se ajustaran mejor al sistema que uno es). De tal guisa, fui aceptando mi realidad, buscando, ya más activamente, esas reuniones donde sabía que el tinto se ofrecía como un abrazo o una complicidad.

Eso sí, siempre retuve al jugador. En cuanto se descorchaba una botella o una damajuana, siempre exigía que se me pasara el corcho, y, de una volea, marcaba un gol detrás de la barra del bar, del otro lado de la mesa, o contra el árbol de la esquina de turno. 

Nunca me abandonó esa necesidad de pegarle de primera, sin esperar a que botara, como me decía don Bibiano, el entrenador de infantiles, con esa mirada suya como de reclutar lástimas: No dejes que bote, Abundio, coño, que le das tiempo al defensor a cerrar. Nunca dejo que bote. A veces, y muy de vez en cuando, si ya es el tercer o cuarto corcho, le pifio. Pero no está don Bibiano para abroncarme. 

Balance del Mundial (SBS, Audio de Radio)

https://www.sbs.com.au/yourlanguage/spanish/es/audiotrack/rusia-brillo-en-un-mundial-lleno-de-sorpresas

lunes, 16 de julio de 2018

El secreto de esta Francia campeona del mundo (Jornada)




                                                   Desde Moscú



Karim Benzema, Mathieu Valbuena, Frank Ribéry, Samir Nasri. Cuatro nombres rutilantes que bien podrían integrar la selección francesa pero que no fueron tenidos en cuenta para encarar esta Copa del Mundo y no es casualidad. Son parte de una estructura que quedó atrás cuando el equipo del gallo fue parte de un escándalo mayúsculo en Sudáfrica 2010, cuando no sólo no pudo pasar la fase de grupos sino que los jugadores acabaron enfrentados al extravagante director técnico Raymond Doménech.

Ese plantel, que para algunos medios fue considerado como “traidor a la patria” al regresar a París, fue diezmado y entonces el fútbol generó un replanteo que el brillante doctor en Sociología Fernando Segura Trejo definió como un “Estado General del fútbol” parecido al “Estado General” de 17989, con la Revolución, aunque esta vez fue sólo para temas atinentes a la pelota.

Tanto la Federación Francesa (FFF) como el Ministerio de Deportes y el fútbol juvenil dejaron en claro que lo que buscaban era otra cosa: otra disciplina, otra idea del juego colectivo, y, en lo posible, una mayor integración luego de que el emblemático himno del país, La Marsellesa, fuera silbada por casi todo el estadio en un amistoso ante Argelia.

Muchos se dieron cuenta allí que el fútbol no sólo podía obrar como disciplinador de una generación joven de chicos que en muchos casos venían de incendiar coches en la Banlieu (periferia) sino que también los podía integrar para un proyecto, aunque más no sea, de la pelota.

Así es que primero se decidió que como entrenador de la selección fuera Laurent Blanc, aquel defensor campeón mundial en 1998, que aunque no obtuvo buenos resultados, le dejó el camino expedito desde la Eurocopa 2012 a Didier Deschamps para que desarrollara su trabajo, mientras ya en 2013, la selección sub-20 le ganaba la final del Mundial sub-20 a Uruguay con la destacada figura de Paul Pogba.

Deschamps es un DT extraño para Francia. Había levantado la Copa del Mundo como capitán en 1998 pero, de fondo, es un hijo de la Juventus, con todo lo que eso significa: defender a la italiana, regularidad ante todo, aprovechamiento de cada ataque y practicidad, pero con muy buenos jugadores.

En Brasil 2014 no pudo con Alemania y se quedó en los cuartos de final (también dirigido por Néstor Pitana), y dos años más tarde, en la Eurocopa como local, que era el verdadero objetivo al que apuntaba todo el fútbol del país, se le escapó la final ante Portugal, luego de que, esta vez, había eliminado bien a Alemania en semifinales. Es decir que este título es consecuencia de un proyecto claro, de un trabajo de muchos años, y de un notable crecimiento.

Más allá de que hay un eslabón entre aquella otra selección campeona del mundo, que sin dudas es Deschamps, hay que afirmar que a diferencia de aquella con el liderazgo de Zinedine Zidane como imagen y que ésta intenta hacer lo propio con Antoine Griezmann, aquella era más brillante y ésta, más colectiva.

Nadie escatimó esfuerzos y si Ngolo Kanté se comió el mediocampo en todos los partidos, contó con la ayuda inestimable de un Pogba que resignó  su lucimiento personal para colaborar en la marca, al igual que Steven Nzonzi,  un volante más distributivo que se cerró en el “doble cinco” cuando el equipo necesitó mantener el resultado en el final, y con un Olivier Giroud que, al igual que Guivarch en 1998, prefirió abrir espacios y pivotear de espaldas al arco rival antes que meter sus goles en una competencia individual.

Si aquella Francia de 1998 fue armada por Aiméé Jacquet en lo que se dio enj llamar “Blanc. Noir y Beure” (blancos, negros y árabes) que luego dio lugar a un intento de aprovechamiento desde distintos sectores políticos, esta es una Francia multicolor, de integración al punto de que muchos jugadores provienen de colonias francesas en el exterior, pero sumados a una disciplina y a un objetivo final.

Esta Francia mitad italiana mitad francesa, supo jugar al error del rival, y en especial ante Croacia, en la final, aprovechó la enorme diferencia física ante un equipo que había participado en tres alargues y que tuvo un día menos de descanso por haber jugado un día más tarde la semifinal.

Y entonces decidió esperarlo todavía más atrás, regalarle tres cuartos de cancha para matarlo a la contra con un tremendo delantero veloz como Mbappé. Y si la distancia en goles no fue mayor es por el increíble blooper final de Hugo Lloris y porque Pogba perdió un gol increíble frente a Subasic. Si no, posiblemente estaríamos ahora escribiendo sobre una goleada estrepitosa.

El clic de Francia fue ante Argentina. Estuvo 1-2 abajo en el segundo tiempo y el gol de Benjamin Pavard fue clave, porque no sólo empató sino que proyectó a Francia hacia una enorme diferencia física, técnica, pero en especial, táctica. Parece mentira pero Argentina la tuvo casi knocaut, y no supo aprovecharla, sumida en aquella idea del Messi “falso nueve” que recordaremos por siempre.

Esta Francia no es campeona por casualidad sino como consecuencia, acaso pronta, porque es un equipo muy joven, de trabajo y de objetivos claros. Para aplaudir y para aprender.

El Mundial que parecía para España pero fue para Francia (Yahoo)




                                              Desde Moscú



Se apagan las luces del Mundial de Rusia y el título es para Francia, aunque todo indicaba que sería para España, o a lo sumo Brasil. En lo impredecible está la riqueza de este hermoso deporte, aunque muchos miran de costado al campeón, pensando que bien podrían haber sido ellos.

Es el caso de España, que se quedó sin entrenador justo antes de comenzar el Mundial, cuando el nuevo presidente de la Federación, Luis Rubiales, quiso dar un golpe de autoridad sobre la mesa, y a 48 horas del inicio del certamen echó al entrenador Julen Lopetegui, con el que el equipo trabajó los cuatro años y aparecía como principal candidato, después de pasearse por la clasificación europea y mostrarse superior en todos los amistosos.

Ya antes de terminar el Mundial, España tenía nuevo entrenador, y si Lopetegui acabó dirigiendo al Real Madrid, el que llega para suceder al interino Fernando Hierro, que hizo lo que pudo durante el Mundial, y eso fue muy poco para las pretensiones originales, es alguien vinculado al Barcelona como Luis Enrique Martínez, por lo que se verá cómo es la reacción del nuevo plantel ante tan impactante cambio.

Para España ya nada será lo mismo. No sólo por la gran oportunidad perdida cuando todo indicaba que era el momento para dar el salto hacia otro título tras el conseguido en 2010, sino porque ahora ya muchos jugadores de aquellos años de cosechas posiblemente no continúen, como Gerard Piqué, o definitivamente, Andrés Iniesta.

Es una España que tal como cuando Luis Enrique llegó al Barcelona tras los años de Pep Guardiola y Tito Vilanova y el interinato de Gerardo Martino, necesita de algunos retoques tácticos importantes luego de espiar por la mirilla cómo Francia minimizó el “tiki-taka” para no darle ningún lugar a la posesión de pelota (la propia final la ganó con un 39 por ciento) y apostó por tratar de aprovechar el error de los rivales para salir con todo a buscar el gol.

De hecho, Francia pudo marcar 14 goles en 7 partidos del Mundial jugando al contragolpe, contra 7 de España en 4 partidos y en dos de ellos, ante rivales de menos jerarquía, aunque lo más duro, la peor imagen, fue justamente ante los locales, Rusia, cuando dio la sensación de que podían haber estado tocando todo el día el balón y que no iban a poder convertir.

En cierto modo, hay dos enseñanzas básicas que España podría tomar de su vecina Francia: una, más institucional, acerca de que antes está la selección que cualquier equipo francés. De hecho, del once titular de los galos sólo hay uno que milita en su país, Kylian Mbappé (PSG). En cambio, el Real Madrid privilegió anunciar a su próximo DT aunque estuviera a punto de iniciar un Mundial con su selección y parecía que éste era su objetivo principal.

El otro, es más deportivo y pasa por entender que al fútbol se gana con goles y que la posesión es útil si eso redunda en gol pero no tiene el menor sentido si eso significa hacer rodar el balón de un lado al otro pero en ningún momento se encuentra cierta profundidad.

Esta España de los cinco volantes y un solo delantero (Diego Costa) seguramente deberá entender que la posesión en sí misma no tiene valor, lo cual no quiere decir que haya que comenzar a jugar a lo francés, porque si el equipo de Didier Deschamps obtuvo el título en Rusia fue también por la técnica depurada de algunos de sus jugadores como Mbappé, Antoine Griezmann o Paul Pogba, y porque atrás tuvo un estilo más italiano en la marca, mientras que la selección española cometió errores poco frecuentes en la defensa, que aprovecharon muy bien sus rivales de turno.

¿Tan lejos está la selección española de la francesa? No parece que sea así, sino que como suele ocurrir en la historia, un Mundial es un momento. Es un mes en el que hay que llegar bien en todos los órdenes, concentrado en ese objetivo, y que no haya situaciones que distraigan del fin. Y España no pudo llegar en las mejores condiciones porque hubo un hecho externo que la perjudicó (aunque es la propia responsable final por no haberlo sabido llevar) y porque abusó de un buen sistema de administrar el balón al punto de no llegar a la portería rival.

Justamente para España comienza ahora una nueva etapa en todos los sentidos. Con un nuevo entrenador y con una Liga extraña, ya sin Cristiano Ronaldo, una de sus figuras emblemáticas, que acaba de aterrizar en la Juventus, por lo que seguramente otras estrellas brillarán en el firmamento de la Liga.

Y por el lado de Francia, su vecina que ahora festeja su segundo título mundial, el gran momento de sentir que hubo un trabajo iniciado en 2010, luego del desastre de Sudáfrica, cuando los jugadores se rebelaron al entrenador Raymoind Doménech, dio sus frutos y que ni siquiera importa que en este equipo hayan faltado Ribéry, Benzema o Valbuena.

Fue un equipo, con todo lo bueno que eso significa. Justamente España ganó ese Mundial de 2010 pero luego no pudo mantener aquel juego que enamoró a tanta gente y ahora debe remontar la cuesta y encontrarle un sentido a este Mundial que abandonó muy pronto, de manera impensable.


domingo, 15 de julio de 2018

Francia, un campeón mundial justo y “a la italiana” (Jornada)




                                                    Desde Moscú



Cuando el árbitro argentino Néstor Pitana indicó el final, todos lo estaban esperando. Al cabo, la selección francesa se coronó como nueva campeona del mundo tras vencer de manera inapelable por 4-2 ante Croacia de la misma manera que lo hizo durante todo el torneo, aguantando atrás, y siendo tremendamente contundente en ataque.

Francia, con el eslabón de su director técnico Didier Deschamps como eslabón entre aquel primer campeón de 1998, cuando como jugador levantó la Copa como capitán, fue un equipo italiano cuando defendió, siguiendo con el esquema aprendido en la Juventus de su entrenador, donde fue campeón de Europa y del mundo en 1996, pero fue auténticamente francés cuando atacó, y ese mix terminó siendo letal para sus rivales.

Lo supo la selección argentina cuando el 2-1 del segundo tiempo le duró muy poco, y también hoy Croacia, que soñó por un momento cuando Iván Perisic logró el empate parcial luego de que su compañero Mario Mandzukic, con un gol en contra, abriera el marcador para los galos.

La gran diferencia que hubo entre los dos era futbolística en lo colectivo, más que en algunos casos individuales (no por nada, Luka Modric, fue elegido mejor jugador del torneo y no extrañaría que acabara llevándose a fin de año el Balón de Oro y el premio The Best al mejor jugador del mundo), pero terminó siendo también física.

Francia llevaba una enorme diferencia de preparación porque Croacia había jugado tres tiempos extras en octavos, cuartos y semifinal, y además, los galos habían disputado su semifinal un día antes, por lo que llevaban una jornada entera más de descanso (algo que en el futuro la FIFA deberá cambiar porque no puede haber ventajas de este tipo para favorecer el negocio).

Esto fue perfectamente aprovechado por el equipo de Deschamps, que ha demostrado en todo el torneo haber sido práctico e inteligente, y entonces le cedió completamente el control de la pelota a Croacia (su posesión fue de 61 por ciento contra apenas el 39 del campeón), para que se desgastara en el tiempo.

Tal vez el púnico error de los franceses fue haberse colocado esta vez demasiados metros atrás, aunque al mismo tiempo eso generaba que Croacia recorriera esos metros, hasta que, como en todo el Mundial, sólo necesitó dos toques para llegar al arco rival. Así aprovechó un excelente tiro libre desde el costado de Antoine Griezmann que peinó al revés Mandzukic, luego el penal que convirtió Griezmann y ya en el segundo tiempo, cuando Croacia tuvo que redoblar el esfuerzo para empatar, cada contragolpe fue una puñalada para los de Dalic, y así llegaron los otros dos goles de Pogba (muy defensivo en todo el Mundial, ayudando a los volantes aunque eso le quitara lucimiento personal) y Giroud (otro que privilegió el pivoteo y la generación es espacios a sus propios goles).

El partido estaba 4-1 promediando el segundo tiempo y pintaba para más, cuando el arquero Hugo Lloris, de impecable torneo, cometió uno de esos errores que cada tanto le vemos en el Tottenham y que lo hacen indescifrable, y así Mandzukic pudo descontar y, por breves lapsos, generar una ilusión de una remontada épica que ante un conjunto tan amalgamado y sistematizado atrás como el francés, se antojaba imposible.

Francia fue el campeón de la regularidad (Samuel Umtiti hoy jugó un magnífico partido aunque se equivocó en el empate de Croacia al amagar ir a buscarla pero quedarse), la solidez, la contundencia y la practicidad, y de ninguna manera iba a permitir que Croacia volviera a llegar y hasta Pogba perdió una enorme posibilidad de estirar la ventaja sobre el final.

Ni siquiera la extraña salida de Ngolo Kanté, un relojito que ayudó a ganar las ligas a Leicester y al Chelsea dos años seguidos, en 2016 y 2017, reemplazado por Steven Nzonzi, de otra característica, menos defensiva y más distributiva, alteró el orden francés.

En todo caso, como en todo el Mundial, Pobga multiplicó sus zancadas, Griezmann no tuvo empacho en bajar a colaborar, Giroud siguió fabricando espacios y los defensores achicaron hacia adelante. Porque Francia es mucho más equipo que la suma de sus individualidades, y no es casual que tras ganar el Mundial sub-20 en 2013, y ser finalista en la Eurocopa 2016, ahora se lleve la Copa del Mundo, incluso aunque no haya sido acompañada casi de sus compatriotas, que no llegaban a tres centenares.

La Copa del Mundo está en buenas manos.


"Lo bueno, lo malo y lo feo" (SBS, Australia, audio de radio)

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sábado, 14 de julio de 2018

Gustavo Alfaro: "El único imprescindible en la Selección es Maradona, y no juega más" (Infobae)




                                                    Desde Moscú



-         ¿Cuál es el balance de esta semifinal entre Francia y Bélgica?
-         Yo creo que se trata de dos equipos que no sólo llegaban por mérito propio sino que iban por la conquista del Mundial. Son dos equipos que a lo largo de un proceso siguieron caminos y expectativas diferentes, y demostraron por qué estaban en esta situación. El de Bélgica, con un equipo más maduro, más afianzado y Francia, con más futuro que presente si se quiere, porque es una selección joven que se está formando, con la continuidad de Deschamps más allá de que se lo había puesto en duda, pero en un Mundial, los equipos a veces se van formando sobre la marcha y empiezan a encontrar el equilibrio justo porque Francia modificaba su mediocampo de acuerdo al rival y si a veces jugaba 4-3-3, si un equipo se le cerraba colocaba a Giroud en punta.

-         Si tuviera que explicar por qué ganó Francia, ¿qué diría?
-         Francia es un equipo más de individualidades que de expresión colectiva. Bélgica es un equipo más colectivo y más estratrega porque a veces jugaba con línea de 3, o ante Brasil con 4, pero en la semifinal vinieron a controlarse mutuamente, Fellaini se marcaba mutuamente con Pogba y a mi criterio Bélgica quedó muy aislada porque Hazard quedó por un lado y De Bruyne por otro, y cuando se juntaron por adentro le hicieron un lío bárbaro a Fernandino en el partido contra Brasil. Los dos equipos se encontraron cuando atacaron con los dos mejores arqueros de este Mundial hasta que en una pelota parada se resolvió un resultado aunque desde el final del primer tiempo, Francia se había acomodado al partido mejor que Bélgica. Después le cerró el camino y encontró espacios cuando los belgas tuvieron que hacer cambios para salir a buscar el empate. Francia fue justo ganador.

-         ¿Huele a campeón Francia?
-         Una final es un partido distinto a cualquier otro más allá de que son todas finales porque desde octavos se define mano a mano, pero una final tiene una carga emotiva de tensión porque todos los focos del mundo están allí. Croacia puede llegar a pagar el desgaste físico y el alto promedio de edad, pero es un equipo con mucho oficio. Francia le saca un día de ventaja y no jugó nunca un alargue y eso puede ser decisivo.

-         Dijo algo muy interesante, sobre que en los mundiales, los equipos se forman y encuentran sobre la marcha y da la sensación de que eso podría ser porque las ligas europeas, que son las que aportan la mayoría de los jugadores, los entregan tarde, vienen muy desgastados luego entran en unas cortas vacaciones y cuesta remontar el alto nivel…
-         Así es., y es justo el único momento en el que el seleccionador puede ser entrenador porque es cuando tiene mayor tiempo disponible y es justo cuando los jugadores pueden acusar una serie de lesiones, porque es la previa del inicio de un campeonato sumado al final del otro, cuando no hay un proceso de recuperación para un esfuerzo tan grande y hay que dosificar las necesidades con las responsabilidades porque se termina sobrecargando a los jugadores sin posibilidades de recuperación porque cuando ya se recuperan, termina el Mundial.

-         ¿Y eso cómo se puede solucionar? Parece un problema de calendario.
-         Así es. Por ejemplo, eso no va a pasar en Qatar 2022 porque en noviembre, va a tomar a Europa en la mitad de una competencia y los jugadores estarán en su plenitud de rendimiento físico y como se va a jugar en estadios con aire acondicionado, sí tendrá mucho más rendimiento físico ese Mundial que éste de Rusia. Para que haya otra condición física en los jugadores, el Mundial debería realizarse en otra época del año pero ahora los agarra en un final de temporada. Lo ideal es en noviembre o diciembre que es en el receso de invierno europeo, cuando los jugadores todavía están en la plenitud física.

-         ¿Hay algún jugador de este Mundial que le haya gustado especialmente?
-         Obviamente, las imágenes se las lleva Mbappé por la frescura que tiene a los 19 años y la humildad que tiene, porque a otro jugador, a esta altura. Se lo devora el personaje y uno ve que tuvo tres contragolpes y en lugar de definir él, le pasó la pelota a un compañero entones eso hace pensar que hay un pensamiento de equipo y lo ve en actitudes, cuando abraza al DT o a sus compañeros y marca su pauta de que está muy bien plantado en ese aspecto. Pero yo me quedo con Hazard, un jugador extraordinario, porque es uno de los enganches de antes, que ahora parecen determinados a morir en la banda izquierda y me parece que es uno de esos estrategas que no abundan en los equipos y de sus pies y de su cabeza nacieron los mejores momentos de Bélgica.

-         Se dijo mucho que este Mundial probó que no hay que tener tanto la pelota y que murió el tiki taka…¿cuánto de cierto hay?
-         Lo que pasa es que en el fútbol no hay verdades absolutas. Son tan cortitas las verdades en el fútbol que nosotros le ganamos en marzo a Italia en Italia y no era importante si jugaba Messi, y a los 3 días nos goleó España y resulta que no había equipo si no jugaba Messi. Lo que pasa es que hoy en vista de los resultados, te da esa sensación pero España sufrió un cimbronazo enorme con la salida de Lopetegui 48 horas antes de empezar el Mundial y yo creo que España llegaba muy bien y también,  yo la vi acá en Rusia a Alemania el año pasado en la Copa Confederaciones y venia de hacer un proceso muy bueno pero desde marzo no tuvo recambio, se quedó en una meseta y no pudo salir de un a medianía y se va como España en Brasil 2014 en la primera ronda.

-         ¿Y los equipos sudamericanos?
-         Yo creo que tendrían que hacer un replanteo. Yo creo que con el talento lo necesitás, y por ejemplo, nadie puede discutir a Cristiano Ronaldo, pero si no tenés a alguien que lo acompañe, no alcanza y es extensivo para los sudamericanos, sea para Neymar, Messi o James, yo creo que las de Sudamérica son las eliminatorias más parejas y más difíciles pero si hay una demostración más cabal en esta Copa del Mundo es que con el talento solo no te alcanza. Si no hay disciplina táctica y la fortaleza física de la disciplina europea, no alcanza. Si vinieron siempre a buscar jugadores sudamericanos es porque tuvieron la maleabilidad suficiente para transformarse en jugadores europeos de disciplina con talento sudamericano y ahora hemos perdido esa disciplina europea y nos hemos quedado con el talento. Sin eso, Sudamérica va a estar lejos.

-         Yendo para el lado de Argentina, ¿qué cree que debería pasar con tantas recetas y de frustración en frustración?
-         No es una cuestión de nombres. Digo siempre que estoy cansado de que me expliquen fracasos. Quiero soluciones y quiero responsabilidades, y con esto no es que evado nada pero creo que hay hechos que se van  repitiendo. Hay responsabilidades que son del entrenador pero hay hechos comunes que se van repitiendo, y cada vez que se va un DT, los jugadores siguen siendo los mismos y no escucho ninguna voz de un jugador que se haga cargo de alguna responsabilidad.

-         ¿Le sorprendió la eliminación en octavos de final?
-         Este fue un proceso muy tumultuoso de Argentina. Llego con más dudas que certezas a este Mundial. Las dudas del 6-1 contra España la metió en el barro donde todo fue discutible y creo que fue un final previsible, doloroso, pero nada sorprendente y ahora estamos en el dilema en el que todo se pone en duda.

-         Ahora se busca la salida de Sampaoli…
-         Lo que no resisto que empezamos en una campaña de desgaste de Sampaoli para forzarlo a que renuncie, porque no quieren pagar una clausula rescisión de contrato que es muy alta, entonces me pregunto quién formo esa cláusula de contrato o quién la pagó cuando lo trajeron del Sevilla. Si nosotros creemos que la solución del problema es sacarlo a Sampaoli, estamos mirando una parte sola del problema. Y para mí, desde el 38-38 para acá hubo muchos desaciertos a nivel dirigencial que después terminaron evidenciándose en cuestiones deportivas.

-         ¿Y en qué lugar queda Sampaoli, entonces?
-         El primero que tiene que hacerse autocritica es el entrenador, porque el entrenador porque a veces es difícil volver de determinados lugares a donde uno va. Si yo hago una declaración y la contradigo, es difícil volver de eso, pero creo que todas las partes tienen que hacer una autocrítica. Si se cree que a Sampaoli hay que quemarlo en una plaza pública para expiar sus culpas, vamos a seguir los mismos caminos porque pasamos del Tata Martino al que le debían  7 meses de sueldo y recuerdo que le dije después del partido con Venezuela en la Copa América extra en USA que me había encantado la defensa porque creo que estaba por buen camino y él me hablaba de sus expectativas para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro pero se fue porque cuando quiso juntar los jugadores no se los daban porque no le dieron prioridad a la selección por más que decían otra cosa y se acabó yendo, y luego lo echaron a Bauza de la misma manera porque los que llegaron dijeron que tenían derecho a elegir y luego los que llegaron con Sampaoli dijeron lo mismo.

-         ¿Y cómo se sale de esta maraña?
-         Vivimos en contradicciones permanentes y entonces el fútbol  argentino necesita un replanteo serio para adentro pero diciéndose las cosas en la cara. Los que  asumimos las responsabilidades somos solamente los entrenadores porque somos los que nos vamos. Los jugadores siguen estando, salvo que renuncien y los dirigentes siguen estando y en ese aspecto, a mí me gustaría que si bien las responsabilidades le caen a los DT cuando las cosas van mal, haya autocrítica en dirigentes y jugadores, pero no las escuché.

-         ¿Tiene plafond Sampaoi en una situación tan  dura como esta? Porque parece que lo dejaron solo…
-         Está bien, pero si vos lo metres en una olla de agua hirviendo, lo más probable es que se queme. Y si vos crees que es la solución, respaldalo y dale los medios. Eso no invalida, y lo digo con el mayor de los respetos porque es un colega, que Sampaoli se equivocó en algunas cosas.

-         ¿Por ejemplo?
-         Yo voy a trabajar a distintos clubes, y cada lugar tiene su propia idiosincrasia y Argentina no toleraba muchas cosas que él hizo en Chile, de cambiar 4 a 5 sistemas, cambiar de partido a partido. El jugador argentino está acostumbrado a jugar de determinada manera y con él había cambios permanentes. Cuando él dijo “tengo 4 o 5 formas de jugar” me dije “va por el camino equivocado”, aunque eso no invalida de que de pronto si las cosas te salieron mal en un momento, las puedas corregir en el tiempo. porque lamentablemente nosotros somos una sociedad más exitista que exitosa, y ese exitismo nos lleva hoy a buscar un responsable, pero éxito tiene de “exitere”, salida, y eso se mude al final  y si tuviste fracaso en algún momento, eso no significa que no puedas terminar con un éxito y eso implicara en una evaluación concreta . No tengo dudas de que Sampaoli tiene capacidad, tiene sobrada capacidad, ahora si el contexto no lo ayuda…porque a veces uno no puede cambiar las cosas, uno llega a un club con una determinada dinámica que uno solo no las puede cambiar y te termina llevando por delante y hay que ver si esa dinámica no se termina llevando por delante a Sampaoli o si Sampaoli tiene el sustento para parar esa bola de nieve.

-         Y con estos dirigentes, ¿es posible pensar algo serio?
-         Yo creo que todos aprendemos. Yo tengo 25 años en el futbol y sigo aprendiendo permanentemente pero el que creo que el que lo sabe todo, estamos en problemas porque tiene los pecados de vanidad o soberbia y los dos son peligrosos para el fútbol.  Los dirigentes deben tomar notas de cosas que se han hecho bien y mal, y bajar una línea de prioridades. Para mí, la selección es una bandera que está por encima de los hombres y de los nombres y de los que se la pongan

-         ¿Hacia dónde apunta?
-         Si estás dispuesto a venir a la Selección, estás dispuesto a todo. Cuando yo veo que los jugadores piden días libres cuando vienen a la Selección para una concentración de 30 días por la gloria y no pueden hacerlo…la gloria no tiene precio y hay que estar dispuesto a cualquier sacrificio. Hay un día en el que el DT es el dueño del equipo y es el día que va a dar la lista. Antes de dar la lista tiene que decirle a cada jugador “estas son las condiciones. Si querés, bien y si no, no vengas”. Para mí, somos todos necesarios pero no hay nadie imprescindible. El imprescindible no juega más y es Maradona y los demás, son todos mortales, Messi incluido. Que levante la mano el que va invicto. Ese juega siempre.

-         ¿Messi incluído?
-         Messi incluído.

-         ¿No hay en el fútbol argentino un problema que empieza en los juveniles?
-         Los Juveniles son una parte al todo. Mejoramos cuando Menotti dio prioridad a la Selección, que fue poner como intransferibles a los principales jugadores y luego, el equipo encerrado en Jose C Paz para el Mundial 1978, y cuando vino Pekerman a los juveniles y fueron un derrame a las divisiones inferiores de los clubes y le dimos prioridad por convicción y no por necesidad, entonces hoy las divisiones juveniles están en manos de intereses y hay que refundarlas porque ahí esta nuestro futuro. Miremos lo que hizo Inglaterra ganando los mundiales sub-17 y sub-20 el año pasado, porque nunca pasamos la primera ronda. Necesitamos un replanteo profundo de formación de base para tener profesionales de primer nivel.

-         ¿Después de esta generación no hay nada?
-         No, después de Maradona no había nada. El futbol argentino genera jugadores permanentemente. Por ahí nos costara algunas generaciones más que otras pero nosotros dimos muestra de que somos generadores de jugadores permanentemente así como fuimos el granero del mundo.