jueves, 30 de abril de 2015

Boca-River, enemigos íntimos de una rica historia futbolera (Jornada)



¿Qué sería de Boca Juniors sin River Plate, y qué sería de River Plate sin Boca Juniors? Imposible, para un hincha de cualquiera de los dos de estos días, y de casi todo el siglo XX en adelante, poder responderlo. Son tantas cuestiones las que se ponen en juego, es tan grande la rivalidad, que ha trascendido las fronteras argentinas para terminar conformando ambos, juntos, uno de los clásicos más apasionantes del planeta.

Es que Boca y River, que van a enfrentarse desde el próximo domingo por tres veces en doce días, una por el campeonato (al que llegan como punteros e invictos en diez fechas) y dos por la Copa Libertadores de América (los xeneizes como mejores primeros de todos, y los millonarios como los peores segundos), reúnen todas las condiciones, juntan todos los boletos, como para acaparar la atención de todo futbolero que se precie de tal.

Se ha estudiado la rivalidad desde la representación de clases sociales contrapuestas (Boca, como sinónimo de pueblo, del inmigrante, del “cabecita negra”, del oprimido, del villero; River, como el de la clase social acomodada, los ricos, el glamour, la clase dominante, el poder) aunque hoy todo se haya entremezclado, y los de la banda roja atraviesen una crisis económica de la que lentamente van saliendo, y los azul y oro hayan atravesado una década fashion, con muchos títulos en sus vitrinas y una situación más acomodada.

También se los ha estudiado, desde las ciencias sociales, por el proyecto contrapuesto de los puertos de Buenos Aires. El gran investigador Amílcar Romero (mucho menos consultado por la prensa de lo que debiera), analiza que Boca y River reúnen también representaciones, el primero, del proyecto de puerto popular, el del ingeniero Luis Huergo, y el segundo, el del puerto elitista, el del comerciante Eduardo Madero, que es el que finalmente triunfó en la capital argentina.

Pero también hay una historia de lucha por el barrio de la Boca, del que los dos son originarios, y siendo los xeneizes un club que aún estaba en Segunda División (fue fundado en 1905, cuatro años después que los millonarios), y River en Primera, una importante encuesta entre los vecinos determinó que los más pobres eran  más seguidos que los ricos, que entonces emprendieron su retirada hacia zonas más pudientes, por Palermo, Belgrano y Núñez, donde recalaron defintiivamente.

River fue el del paladar negro, el de los grandes cracks, el de las mágicas divisiones inferiores que hasta hace poco nutrieron a las selecciones argentinas.  Boca, la garra, la estirpe, la presencia, aunque no exenta de buen fútbol . En los primeros años, River, junto a Independiente y Racing fue considerado por los historiadores como integrando el grupo de los equipos con técnica, y Boca, junto a San Lorenzo y Huracán, los de fuerza.

Otros tiempos, otras divisiones, hoy todo mucho más mezclado, menos dividido en esas cuestiones, aunque quedan los rasgos de identidad de cada uno, aunque siempre fue igual: se necesitan para ser ellos mismos, con el único hecho que quebró la paridad que existió siempre: el descenso de River en 2011, que marca en ese sentido un antes y un después en la relación. De hecho, Boca es el único equipo que jugó todos los torneos del profesionalismo desde 1931.

Esta antinomia entre Boca y River  fue abordada en 2013 por el gran Rodolfo Braceli en su maravilloso libro “Querido enemigo”.

Braceli sostiene en su libro, que cuando River descendió, por un año las dos hinchadas padecieron el síndrome de la falta del enemigo, desasosiego latente en tantos hinchas de Boca de años recientes, aunque hayan aparecido carteles burlones que decían “Yo te vi en la B” o los que en las tribunas portaban sábanas representando al fantasma tan temido.

¿Boca llega mejor que River a estos partidos? La usanza de la prensa cotidiana indica que sí, que los dirigidos por Rodolfo Arruabarrena no sólo tienen una campaña más sólida en la Copa Libertadores (lo que hizo que la serie se defina en la Bombonera) sino que llevan invictos el 2015. Los de Marcelo Gallardo, que parecían irse recuperando, sorpresivamente cayeron el pasado sábado en San Juan ante Huracán por la Supercopa Argentina.

Sin embargo, bien dice Gallardo que una vez que su equipo pasó “por la ventanita” a los octavos de final, será difícil que lo paren, algo así como que no se puede matar al muerto. El peso, sin dudas, lo lleva Boca, no sólo por los rendimientos comparados, sino por la reciente eliminación a manos de su rival en la Copa Sudamericana de fines de 2014, aunque el último choque importante por la Copa Libertadores, en 2004, cuando se probó por primera vez la experiencia sin hinchadas rivales, fue Boca el que accedió a la final tras dos partidos infartantes, que la semana pasada recreó desde Italia Carlos Tévez, en un gol de la Juventus, con el símbolo de la gallinita en los festejos.

Las hinchadas es otro de los temas. Si durante tantos años se insistió con los Superclásicos, también fue por el color inigualable de los hinchas gritándose de tablón a tablón, de tribuna a tribuna, de canción a canción. La picaresca, los papelitos, el palpitar el partido desde la tercera, reserva y primera, los cambios de ánimo. Todo eso se va esfumando, perdiendo, porque hoy, parece que no pueden convivir en un mismo espacio social, un gran fracaso colectivo.

Por todo aquello que los une, aunque al mismo tiempo los separa, que Boca y River logren mantenernos en vilo por el fútbol, por el juego. Que sigan siendo “queridos enemigos” y que por años, recordemos estos tres partidos, que los podamos disfrutar.
Tanta rica historia lo merece.

domingo, 26 de abril de 2015

Leo vs Pep (Yahoo)



«La llegada de Guardiola se produjo en un momento en el que nosotros veníamos de dos años sin conseguir nada, veníamos mal anímicamente, él encontró un vestuario roto y la manera de trabajar, de ser, de transmitir su mensaje, la confianza que daba, ayudó a que todo cambiara. Tiene una personalidad para enfrentarse a cualquiera cuando tiene sus ideas claras.»

Varios años después de aquel 2008, Lionel Messi pudo recordar así la llegada y la incidencia de Josep Guardiola a su Barcelona y cómo fue transformando al equipo. Tanto, que cuando anunció que se iba, que ya no seguiría siendo el entrenador, en 2012, el genio argentino ni siquiera pudo estar presente en la sala, angustiado y sabiendo que las cámaras fotográficas y de TV se harían un banquete con su rostro.

La relación de hoy, mucho más distante, entre dos superstars del fútbol, ya no es lo que era, lo que cuenta el crack en esta entrevista para la TV argentina que recoge en su brillante libro, “Messi” (2014), el periodista Guillem Balagué.

“Ahora vivo en Munich. Allí estaré, si me necesitas”, fue lo que Guardiola le dijo a Balagué, autor también del libro “Pep Guardiola, la otra forma de ganar” (2013), sobre lo que le diría al crack en este tiempo, es decir, quien tal vez conozca mejor que nadie, en el mundo, a los dos personajes que por primera vez en su vida deberán enfrentarse por las semifinales de la Champions League, uno, como siempre, jugando para el Barcelona, y el otro, como entrenador del Bayern Munich, luego de haber convivido por años de gloria azulgrana.

Esta relación implicó una primera etapa compleja, en la que Pep tuvo que recostarse mucho en su ayudante, Manel Estiarte, para comprender la estructura de la personalidad del chico argentino, que no lo saludaba al principio, en los primeros entrenamientos en la pretemporada de Saint Andrews, Escocia.

Estiarte, acaso el Messi del waterpolo en su tiempo, comprendió lo que ocurría: el argentino deseaba ir con su selección a los Juegos Olímpicos de Pekín y el Barcelona le había ganado la pulseada a la AFA. Pero Guardiola ya comenzó a demostrar su flexibilidad y humanismo, y pidió al presidente Joan Laporta que lo liberara. Messi fue a China, ganó la medalla dorada, y entregó todo lo que tenía en años memorables, que el mundo del fútbol atesorará por siempre. Había valido la pena.

En esos cuatro años, Pep y Leo generaron con el Barcelona una sinergia especial, el mejor fútbol posible, y arrasaron con todos los títulos hasta llegar a que tres jugadores del club integraran la terna por el Balón de Oro FIFA World Player.

Sin embargo, Balagué cuenta en su libro que Oyendo hablar a Guardiola “da la impresión de que su época en el Barcelona fue como uno de esos memorables veranos: intensos, fructíferos, que se recuerdan con una profunda melancolía, que crean lazos que parecen indestructibles, pero que al acabar se descubre que las relaciones creadas pertenecen únicamente a ese momento y que, una vez dejadas atrás, son imposibles de recuperar”.

Parece ya lejano aquel glorioso 5-0 al Real Madrid de José Mourinho, y hasta el 4-0 al Bayern Munich, que los encontró juntos, del mismo lado, y con un Messi todavía extremo derecho, antes de que Guardiola lo moldeara y le encontrara una posición de “falso 9”, que daría tremendos resultados pero que generaría una nueva necesidad de comprensión del entrenador sobre que de nada valían fichajes de goleadores que terminaban obstaculizando al crack, como Zlatan Ibrahimovic o David Villa.

Hoy, ya en equipos enfrentados, en semifinales de Champions League, Messi es otro, un falso extremo que arranca mucho más hacia adentro que antes, mucho más dueño del equipo que en tiempos de Guardiola, pero el entrenador también es otro: alguien que habla alemán cada día más fluido, y que fue modelando y cambiando la estructura mental y futbolística de un club que tenía otra tradición y al que tuvo que adaptar a los nuevos tiempos.

Probablemente, Guardiola haya comenzado a irse del Barcelona en buena parte por Messi, aunque de manera indirecta. Fue cuando entendió que entre tantas presiones vividas en ese tiempo, por mantener el nivel y la exigencia, y ante la dificultad por imponer criterios (aún dentro de lo razonable) a un genio que se lo devoraba todo, lo mejor era tomarse un descanso y buscar otros rumbos.

Sin embargo, se siguen admirando mutuamente. No hacen falta declaraciones. Se pudo ver a Guardiola en el palco del Camp Nou disfrutando como un niño ante cada jugada de Messi, en esta misma temporada, y el abrazo que se dieron en el Vicente Calderón en aquella última final de Copa del Rey ante el Athletic de Bilbao, cuando el ciclo que compartieron, se terminaba.

Pep llegará al Camp Nou con un nuevo Bayern, el de la posesión y los cracks de buen pie, que hasta viste muchas veces una camiseta blaugrana, y Messi, con un Barcelona que intenta renovarse, y con un ex compañero de Guardiola en sus tiempos de jugador, Luis Enrique.

Pep sabe, y lo dice, que nunca más tendrá un jugador como Messi en sus filas. Leo sabe, y lo dice, que Pep ha sido el entrenador que más ha influido en su juego.

Que se enfrenten desde el Bayern Munich y el Barcelona es apenas una circunstancia de la vida, aunque abunden los flashes, los micrófonos, y las crónicas.







jueves, 23 de abril de 2015

La penitencia de Abelardo (Un cuento de Marcelo Wío)



Eran las 14.13 del domingo y la señora Antonioni seguía confesándose. El padre Abelardo miraba el reloj calculando lo que tardaría en quitarse los atuendos de misa, llegar a su cuartito, prender la radio, prepararse unos mates y sentarse a escuchar la transmisión de fútbol. El padre Abelardo, además, había dejado de escuchar la perorata de la Antonioni unos diez minutos después de que comenzara (a eso de las 13.03).

La señora Antonioni, a todo esto, no tenía valentía para pecar, pero ésta era suplida por una… corrompida imaginación para inventarse culpas todas las semanas. Era ésta una situación que se repetía fielmente cada domingo desde hacía casi año y medio – desde la llegada del padre Abelardo a la parroquia. El padre Abelardo, en algún momento, malició que su antecesor se había ido por ese motivo: así, lo de su fallecimiento habría sido un ardid de lo más bajo, pero nada censurable…

Esta mujer vive una vida paralela de ilusiones impuras, pensaba el padre, que calculaba que la transmisión ya habría comenzado, y que toda esa ceremonia le estaba siendo hurtada por esa señora que mentía faltas con una grandilocuencia que se oponía a su existencia chata.

In nomine pa…

Es que hay más padre…

Pero buena mujer, deje algo para la semana que viene… el Señor es comprensivo (¿Lo es? ¿Acaso no me tiene amarrado a este soliloquio? ¿Habré cometido, acaso, una infracción de la que no soy consciente?) y, sobre todo, se maneja mejor con dosis razonables de razonamiento… digamos que las juzga más sinceras…

Una voz cavernosa llegó a oídos del padre: ¿De dónde has sacado eso Abelardo?
El padre creyó que el encierro y el calor que iba ocupando cada espacio del confesionario lo estaba confundiendo en un sopor de alucinaciones.

Pero la voz volvió a manifestarse: No te preocupes, hijo, no es ningún castigo que yo haya decretado…

¿Entonces?, preguntó el padre.
¿Cómo?, cortó el hilo de sus fabulaciones, la señora Antonioni.
Nada, hija, prosiga, dijo el padre.

La voz le respondió a Abelardo, entonces: Todo es libre albedrío. Dejo que esta señora obre sus… seamos benévolos, narraciones. No te preocupes, Abelardo, que llegarás a tiempo para el partido que te interesa.

La señora en tanto, continuaba, en ese tono monocorde y fastidioso: Es que, padre, necesito sacarme este peso… cómo le diría… moral, sí, eso, peso moral, de encima.
Muy bien. Pero vaya al grano, a la flaqueza en sí, no se quede en la nota de color… en definitiva, señora Antonioni, ese… regodeo discursivo no es otra cosa que la vanidad metiendo la cola, y el Señor no tomará en serio la… sinceridad de la confesión.

La voz: Bien ahí, Abelardo, una linda gambeta doctrinal. Pero no te me agrandes.

La señora Antonioni dijo que sí, que era cierto eso que el padre decía, pero prosiguió con su particular sistema expositivo, explayándose en fabricaciones verbales.

Más allá de lo que la voz hubiese asegurado, el padre no podía tranquilizarse. 

Finalmente, sintiendo que le faltaba el aire, tuvo que quitarse el alzacuello. Casi podía oír las voces del relator, de los comentaristas, la conexión con todos los estadios – el sonido de las gradas de fondo – para conocer el ambiente, las formaciones de los equipos, la asistencia de público.

En tanto, la señora Antonioni relataba una lujuria inverosímil que involucraba al dependiente de una zapatería y una secuencia de miraditas, roces y sobreentendidos de lo más ridículos y, según la señora, “incómodos, padre”.

¿Y si la dejaba hablando sola? El Señor lo entendería… Incluso, probablemente lo aprobaría como un castigo a ese… envanecimiento verbal, ese narcisismo…
Ni se te ocurra, tajante, la voz.

La señora ahora refería sobre algo que involucraba a una vecina, un ferretero y un cuñado (¿de quién es cuñado?) y el padre Abelardo cavilaba imaginaba que Fioravanti, en la radio, estaría dando la formación de Deportivo Español, que seguramente alinearía a ese muchacho nuevo… ¿Cómo se llamaba…?
La voz: Bilardo.
Eso, Bilardo, el que había llegado ese año desde San Lorenzo… Y esta mujer hablando de verduleros…
La voz: Ferreteros…
Ferreteros, cuñados  y una red de chismes, seducciones y promiscuidades fraudulentas… Y de ser ciertas, ¿a quién podrían interesarle esas miserias mínimas de barrio? Todo ello, cuando en su cuartito lo esperaba ese momento tan suyo, esa comunión tan trascendente…

La voz: Ojo, Abelardo…
Perdón, padre…
Perdonado estás…

El padre Abelardo comenzó a pensar en la señora Antonioni como en esos niños caprichosos, poco habilidosos, que tienen una pelota y que coaccionan al resto a subordinarse a sus caprichos de mediocridad, de… cierto privilegio. Abelardo, en definitiva, comenzaba a sentir un gusto agrio en la boca: un odio puro, inmaculado, auténtico, prolijo y riguroso. Mientras tanto, la señora Antonioni seguía narrando ficciones que eran como artilugios para crearse una reputación de penitente y arrepentida fervorosa y exhaustiva.

Señora Antonioni, la voy a tener que interrumpir… Me encuentro un poco mal… un bajó de presión, una nadería seguramente…
Ay, padre, y yo aquí con mi catálogo de transgresiones…
No, hija, no se preocupe… Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, del Hijo y del…
¿No me manda ninguna penitencia?
Tres Ave Marías y cinco Padre Nuestros. Yo te absuelvo de tus…
Menos que el domingo pasado… Padre, estas faltas… bueno… ejem… son más… bueno, usted ya sabe…
Está bien. Multiplique por tres lo anterior. Y lo repite cada día; mañana, tarde y noche.
¿No será mucho?
Es lo que hay, señora Antonioni… Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

El padre Abelardo esperó a que la señora Antonioni saliera de la parroquia; no quería arriesgarse a una charla “no profesional”. Cuando escuchó el golpe seco de la puerta exterior, salió disparado del confesionario hacia la sacristía. Si el próximo domingo se volvía a repetir esta situación, iba diciéndose, pediría el cambio de parroquia. Y si no se lo daban – tomó la decisión -, colgaría los hábitos y se iría a trabajar a la carpintería de su hermano… Esto es un sinvivir… perderme sistemáticamente los primeros minutos de los partidos es un sacrificio que Dios no puede exigirme…
La voz: Yo nunca te exigí nada… Yo no te pedí que te hicieras cura…
Abrió la puerta de la sacristía casi repuesto.

Pero allí lo aguardaba Ernesto Laferrere, uno de los monaguillos. Padre Abelardo, quería preguntarle algo.
Abelardo, en tanto, se iba quitando la casulla: Pregunta, Ernesto.
Padre, ¿si no se puede demostrar la existencia de Dios, se puede demostrar su contrario? Y si sólo nos apoyamos en la creencia de lo no comprobado, ¿no estamos creyendo en nuestras propias concepciones, y no en Dios propiamente dicho?
La voz, entre risas: Lo siento, Abelardo, pero no lo pude evitar…

Deportivo Español acababa de ingresar a la cancha. Entre los titulares, Bilardo.


miércoles, 22 de abril de 2015

Fútbol y Violencia, ¿Hasta cuándo?



Recibí el libro "Fútbol y Violencia, ¿Hasta cuándo?", compilado por Carlos Prigollini, del espacio www.futbolysociedad.blogspot.mx, en el que escribí junto al sociólogo Fernando Segura Trejo, el capítulo "Violencia en el fútbol argentino, entre diagnósticos y búsquedas de alternativas", y editado en México DF.

La Champions de los ricos (Jornada)




Si no hay sorpresas, tendremos unas semifinales de Champions League con el Barcelona, el Bayern Munich (ya clasificados), Real Madrid o Atlético Madrid, y la Juventus de Italia. Más o menos, los mismos de siempre, exceptuando esta vez a los equipos de la Premier League inglesa, eliminados todos demasiado pronto.

De hecho, cuando restan dos partidos de cuartos de final que se jugarán esta noche a las 20,45 (15,45 de la Argentina), entre Mónaco-Juventus y Real Madrid-Atlético Madrid, ya hay una certeza: los seis posibles campeones de Europa de esta temporada ya lo han sido en cuatro casos y los otros dos, al menos, ya han jugado alguna vez una final.

Parece demasiado lejana aquella época en la que nos podíamos encontrar con algún equipo sorpresa entre los “Top Four”, como alguna vez lo fueron el Brujas, el Malmoe de Suecia, el Olympique de Marsella de los tiempos locos del socialista de los misiles y de las tres tiras, Bernard Tapie, el Bayer Leverkusen de la primaverita de los Bernd Schneider y Michael Ballack, o la Sampdoria de Gianluca Vialli.

Como bien dice Mario Sconcerti en su gran libro “Il calcio dei richi” (“El fútbol de los ricos”), todo ha quedado reducido a una élite de clubes poderosos porque la riqueza vale sólo por la posibilidad de endeudarse. “No hay un gran club sin un gran déficit”, dice Sconcerti, antiguo director del “Corriere dello Sport”.

Sconcerti anuncia cuatro postulados del fútbol europeo: 1) Si se quiere vencer, lo más importante es el dinero. No alcanza con jugar bien, ni con una buena estructura. Gana el que gasta mucho. 2) El dinero es condición necesaria para ganar, pero no garantiza el triunfo. 3) La grandeza de  un club pasa por cómo gasta el dinero, no por cómo evita gastarlo, 4) A menudo, quien no tiene que ganar en el fútbol, gana igualmente (gracias al dinero de los derechos de la TV).

No es casualidad que en años bajos para el fútbol italiano, con flojas recaudaciones y un país en crisis económica, no haya tenido un representante en la final desde el Milan de 2007, o que gracias a la enorme diferencia de los cobros por los derechos de TV, Real Madrid y Barcelona, que ganan más que todos los equipos de la Premier League inglesa, se hayan encaramado casi siempre en las definiciones europeas.

Sconcerti habla de “la dictadura de la desigualdad” en el fútbol europeo, gracias a la televisión y a la llegada de los potentados, ya sea árabes, rusos o asiáticos, y su pregunta central es si se podrá ganar sin tener que gastarse un tesoro. No parece nada fácil. Hasta el Atlético Madrid ha recibido la ayuda del chino Wang Janlin, que compró el 20 por ciento del paquete accionario, quien es el cuarto hombre más rico de su país, dueño de la empresa Wanda Group, con 15.600 millones de euros en sus arcas.

Ni hablar entonces de cómo llegó el Mónaco hasta los ocho mejores de esta Champions League, de la mano del magnate ruso Dmitri Rybolovlev, quien compró la sociedad en 2011 y fue criticado porque saca ventaja en la Liga Francesa al no tener que pagar impuestos en su país sede.

Si bien no conservó a muchos de los cracks iniciales como Radamel Falcao o James Rodríguez, sigue teniendo un plantel más que aceptable y lo mejor, una apuesta por el buen trato de pelota y cierta estética que se agradece, y con la que eliminó sorpresivamente al Arsenal de Arsene Wenger en octavos de final y complicó muchísimo a la Juventus de Carlos Tévez, Andrea Pirtlo y Paul Pogba en la ida en Turín (apenas perdió 1-0).

Claro que poco pudo hacer el Porto ante la bestial maquinaria del poderosísimo Bayern Munich de Josep Guardiola, que se dio el lujo de no contar con sus dos extremos Frank Ribéry y Arje Robben, lesionados. Da un poco lo mismo: siguen Xabi Alonso, Mario Götze, el polaco Robert Lewandowski, el arquero Manuel Neuer o Phillip Lahm, y aunque perdió 3-1 en la ida ante el Porto, en la vuelta le propinó un rotundo 6-1 aunque a mediados del primer tiempo, todo estaba concluido y se fueron al descanso con un 5-0 que lo dice todo.

Por eso, el gran mérito del “Cholo” Diego Simeone, el director técnico del Atlético. Porque las diferencias de presupuesto y de plantel siguen siendo grandes y aún así, el 0-0 de la ida en el Vicente Calderón, no da muestras claras de que los blancos, esta tarde-noche en el Santiago Bernabeu, vayan a sacar seguras diferencias.

Ya al Real Madrid le había costado mucho aquella final del año pasado en Oporto, cuando aquél cabezazo sensacional de Sergio Ramos, en el descuento, permitió un empate que luego fue goleada en el alargue, pero en esta temporada ya se enfrentaron siete veces, y los de Carlo Ancelotti nunca pudieron ganar a los albirrojos y hasta perdieron por la Liga 4-0 en su visita al Calderón.

Pero hasta pasando el Atlético se reafirma que más o menos son siempre los mismos los que llegan a las finales, por aquello de Sconcerti. En este tiempo, no hay triunfo sin dinero atrás.

Al cabo, si el francés Thomas Piketty se ha hecho famoso y uno de los personajes más influyentes del mundo hablando del problema de la desigualdad en “El Capital del siglo XXI”, Sconcerti lo hace con el fútbol europeo, y acaso mundial.


Es que el fútbol no es más que un pequeño recorte, una fotografía, de la vida misma.

lunes, 20 de abril de 2015

La locura de los tres Superclásicos argentinos (Yahoo)




Pocas veces en el fútbol argentino ocurrió algo igual. Tal como ocurre en España con el Real Madrid y el Barcelona, en el país sudamericano, Boca Juniors y River Plate se reparten las preferencias entre los seguidores del fútbol.

Según la mayoría de las encuestas, Boca (que entre 2000 y 2007 jugó cuatro veces la final en Japón para buscar el título mundial de clubes) acapara un 44 por ciento de los hinchas argentinos y River, un 32 por ciento.  Entre ambos, tres cuartas partes del país.
Boca le había sacado a River una gran ventaja en la primera década de este siglo porque su máximo adversario atravesó una notable crisis económica, por varios hechos de corrupción de sus dirigentes, que lo obligaron a malvender a muchas de sus figuras, hasta acabar descendiendo de categoría a Segunda (torneo nacional B) en 2011 por única vez en su larga historia (fue fundado en 1901, en tanto que Boca comenzó en 1905).

Pero al poco tiempo de regresar a la máxima categoría en 2012,  River volvió a crecer y no sólo renovó su dirigencia, sino que en 2014 conquistó el Torneo Final a mediados de año, y con el ex jugador Marcelo Gallardo estuvo cerca de ganar el campeonato siguiente, en diciembre (lo perdió en el final a manos de Racing Club) y se impuso en la Copa Sudamericana (una especie de Europa League sudamericana), y la Recopa Sudamericana, al vencer a doble partido a San Lorenzo, el campeón de la Copa Libertadores de América.

Tanto River como Boca se clasificaron para la actual Copa Libertadores, en la que acaba de finalizar la fase de grupos, con la participación de treinta y dos equipos sudamericanos y mexicanos, divididos en ocho zonas de cuatro equipos cada una, de las que los dos primeros pasaban a los octavos de final.

Boca no sólo logró tempranamente el pase a octavos, sino que se impuso en los seis partidos jugados, con los 18 puntos en disputa, pero River, en un grupo muy accesible (Tigres de México –líder-, San José de Bolivia y Juan Aurich de Perú), no sólo tuvo que batallar demasiado para conseguir un angustioso pase a octavos en la última jornada, a sólo 20 minutos de terminar el partido y gracias a resultados ajenos.

Por el sistema de disputa de la Copa Libertadores, que para definir las parejas de los octavos de final se toma en cuenta la tabla general de los dieciséis equipos clasificados, Boca acabó siendo el mejor de todos los que han jugado, pero lo extraño es que con su mediocre campaña (un triunfo, cuatro empates y una derrota), River acabó siendo el peor de los segundos clasificados y eso hace que deban enfrentarse ahora a doble partido para definir el pase de uno de ellos a cuartos de final.

Serán dos partidos durísimos no sólo por el histórico enfrentamiento entre los dos equipos, los dos más ganadores del fútbol argentino y con una tremenda rivalidad, sino que presentará la posibilidad de volverse a ver las caras luego de otros durísimos enfrentamientos a fines de 2014, cuando debieron jugar por las semifinales de la Copa Sudamericana.

En aquella ocasión, empataron 0-0 en la Bombonera (el estadio de Boca Juniors) y River venció 1-0 en el Monumental, con un gol de media distancia de su volante Leonardo Pisculichi, aunque Boca había tenido una inmejorable chance de vencer (el gol de visitante vale doble) al tener un penalti al minuto de iniciado el partido, que el portero Marcelo Barovero contuvo al delantero Emanuel Gigliotti.

Luego, River acabaría ganando la Copa a doble final ante Nacional de Colombia,  aunque en los dos partidos de preparación en el pasado verano de 2015, Boca venció en ambos, y en uno de ellos, por un humillante 5-0, que se tomó con cierto aire de revancha, aunque no fue oficial.

River mantuvo su plantel desde 2014, con algunas figuras claves como el mencionado portero Barovero, una defensa muy firme en la que se destaca el ex Boca Jonathan Maidana, el experimentado mediocentro Leonardo Ponzio, el volante uruguayo Carlos Sánchez, los delanteros Rodrigo Mora y el colombiano Teo Gutiérrez y la reciente incorporación, el talentoso Gonzalo “Pity” Martínez.

Boca, en cambio, se ha reforzado mucho, en la búsqueda de un título que no consigue desde 2012, cuando ganó la Copa Argentina (similar en su formato a la Copa del Rey) y al portero Agustín Orión  y al mediocentro Fernando Gago (mundialistas en Brasil 2014), y al experimentado Daniel “Cata” Díaz (ex Alético Madrid) se le sumaron jugadores claves como Marco Torsiglieri (llegado del fútbol europeo),  el uruguayo Nicolás Lodeiro (desde el Corinthians) y el goleador de la selección italiana Daniel Osvaldo, mientras hay rumores insistentes acerca de que regresaría desde el 1 de julio nada menos que Carlos Tévez, gran figura de la Juventus, quien podría ser incorporado para las semifinales de la Copa, si es que Boca continua en el certamen, porque éste se parará durante la Copa América de Chile entre el 11 de junio y el 4 de julio.

Pero no todo termina allí sino que paralelamente a la Copa Libertadores, Boca y River pelean por el título argentino, en un nuevo formato de torneo de treinta equipos que durará hasta fin de año, y la casualidad hizo que deban enfrentarse en la Bombonera el 3 de mayo, mientras que los dos partidos de Copa serán el 7 de mayo (en el Monumental) y el 14 de mayo (Bombonera).

Es decir que los argentinos tendrán tres “Superclásicos” en once días, que se vivirán con la tensión y la pasión con las que los argentinos sienten el fútbol.

¿Quién tiene más chance de pasar en la Copa? Esta vez, Boca llega con algo de ventaja, aunque mínima. Tiene un equipo más sólido que en 2014 aunque no ha terminado de jugar a gran nivel, aunque el hecho de que se defina el pase en su estadio, juega a su favor.

River suele tener un juego más atildado que Boca, aunque ha tenido un mal comienzo de año, y recién ahora, que a duras penas ha logrado pasar de grupo, se notó ante Bánfield, por el torneo local, un gran alivio, y siendo el peor clasificado en la fase anterior, tiene poco que perder.

Queda poco para dilucidar quién acabará más contento o más triste, pero el fútbol argentino se paralizará dentro de pocos días.


viernes, 17 de abril de 2015

Los superclásicos que nos esperan



Con los resultados de la semana, tendremos tres superclásicos argentinos que seguramente generarán una altísima tensión. Dos de ellos por los octavos de final de la Copa Libertadores de América y uno, por el Torneo argentino.

Lo extraño es la forma en que ambos llegan a los dos partidos de Copa, recreando demasiado pronto aquellos enfrentamientos del último cuatrimestre de 2014 por las semifinales de la Copa Sudamericana, un certamen de nivel bastante menor al de mucho mayor tradición y jerarquía de la Libertadores, pero que implicó en su momento un enorme despliegue, idas y vueltas, y dos partidos muy tensos en los que acabó imponiéndose River por una mínima ventaja de un gol de Leonardo Pisculichi desde fuera del área, luego de que Emanuel Gigliotti perdieras un penal en el inicio, contenido por Marcelo Barovero, que diera lugar a todo tipo de comentarios folklóricos y que implicó una subida del arquero y la pronta salida del delantero, postergado, hacia el fútbol chino.

Es que  si los superclásicos determinan cosas, mucho más, una serie clasificatoria a dos partidos en un torneo tan importante, de hecho el más importante, del continente sudamericano.

Por estas horas le preguntaron al director técnico de Boca Juniors, Rodolfo Arruabarrena, si esta serie puede considerarse revancha de la de la Copa Sudamericana y respondió que aquello “ya pasó” y que esto es “otra cosa”. Y lo es, pero consideramos que no en el sentido de lo que manifiesta el Vasco, sino porque aquella no tiene el nivel de ésta, y porque cada contexto es importante resaltarlo.

Caso contrario, Boca podría argumentar que la eliminación de aquella Copa Sudamericana de 2014 bien pudo empardarse con el durísimo 5-0 del verano, pero tampoco significa lo mismo. Fue un amistoso en el que había en juego más la tradición y el eterno enfrentamiento, que algo oficial de mucho valor.

Acaso para River, y especialmente para Marcelo Gallardo, su director técnico, esta serie a doble partido, pueda tener, tal vez, cierto sabor a revancha histórica porque once años atrás, pero por las semifinales de la Copa Libertadores, Boca había eliminado a River en dos partidos para el infarto, con un último penal que convirtió José Villarreal después de que Roberto Abbondanzieri le contuviera el suyo a Maxi López, en un Monumental lleno sólo con hinchas locales, que en aquel momento era una experiencia inédita y hoy, una triste costumbre del fútbol argentino.

En aquellos dos partidos, pero en especial en el primero en la Bombonera, sólo con el público de Boca, Gallardo fue triste protagonista cuando arañó al arquero de Boca, que no podía responder porque estaba sujetado por otros jugadores, en un contexto muy violento, que en la revancha se trastocó por permanentes cambios en el resultado, expulsiones y todo tipo de aditamentos, como aquel festejo “de la gallina” de Carlos Tévez, hoy próximo a regresar al club de sus amores y que hasta podría, tal vez, disputar las semifinales y la final en el caso de que Boca avanzara a esas instancias.

Lo extraño de esta serie es cómo llegan los dos equipos, de la manera tan opuesta que la coincidencia es notable. Boca llega con un notable récord en puntos, porque acumuló los 18 en juego de la fase de grupos, consolidado como primero de los treinta y dos equipos participantes en el torneo, lo que le da la gran chance, en el caso de progresar en las fases, de definir siempre de local hasta la propia final. River llega como peor de todos los segundos, después de una campaña mediocre, con una sola victoria, en el último partido, en un grupo que más allá del buen equipo mexicano de Tigres, contaba con San José de Oruro y Juan Aurich.

Así es que “el mejor de los mejores” (Boca) debe cruzarse con “el peor de los peores” clasificados (River) y aún así, cosas del fútbol y de la historia, nadie puede asegurar que los primeros sean amplios favoritos, como en cambio sí se podría decir de muchos otros partidos de octavos de final, en los que la distancia entre equipos, de acuerdo con la fase de grupos, es menor.

¿Boca llega mejor que River a los dos partidos de la serie, y al del torneo nacional? Nos animamos a decir que no tanto. River ha tenido tropezones en la Libertadores y no ha tenido un buen rendimiento, pero sí ha jugado mejor en los últimos partidos del torneo local, si bien sin consolidar un once, con muchas rotaciones y varios jugadores que no encontraron el nivel de 2014 (Pisculichi, Funes Mori, Kranevitter, Teo Gutiérrez), pero fue mejorando su juego, y ha hecho una muy buena inversión con Gonzalo “Pity” Martínez, un jugador desequilibrante por estos tiempos.

Aún jugando por debajo de su nivel, River siempre conservó su identidad de juego. Presión alta (aunque sin la constancia de otros tiempos), juego colectivo, desequilibrio individual y afecto por el buen toque de pelota, con cierta endeblez defensiva como novedad, aunque con un grandísimo momento de Barovero en el arco.

Boca, en cambio, es mucho más una incógnita. Porque por más intento que Arruabarrena haya tenido por mejorar el sistema de juego, sigue siendo, en casi todos los momentos, una suma de voluntades, algunos pocos que tratan de bajar la pelota y pensar (Fernando Gago, Nicolás Lodeiro, el chico Cubas, a veces Pablo Pérez, Daniel Osvaldo –cuando es abastecido-) pero la mayoría sigue confundiendo correr y chocar con jugar y hasta hay quienes se pasan de largo en ese afán (Marcelo Meli, Federico Carrizo, Cristian Erbes-ahora lesionado- , Andrés Chávez).

Boca sí se ha consolidado atrás, lo que le da gran respaldo, con dos arqueros de categoría como Agustín Orión y Guillermo Sara, y una muy buena dupla central con Daniel “Cata” Díaz y Marco Torsiglieri,  y un buen complemento de Nicolás Colazo por el lateral izquierdo, aunque no tanto por la derecha.

Pero este Boca juega menos que River. Las dos grandes diferencias a favor de Boca pasan por las individualidades, que si funcionan bien pueden tener un peso decisivo, y por la condición de local en el partido de vuelta, en el que en caso de empate, debe definirse todo en la Bombonera y ante el público local.

¿Puede ganar River? Visto desde dónde vienen, parece una empresa más difícil que en la Sudamericana, pero el equipo de Gallardo viene en levantada y juega mejor que su adversario a lo largo del tiempo, pero deberá sacar un muy buen resultado en la ida en el Monumental y deberá mejorar mucho en la marca y conseguir hacerse del control de pelota en el medio.

¿Puede ganar Boca? Tiene elementos a favor en el calendario y en algunos cracks, pero si juega como ante Nueva Chicago o Palestino, se tiene que preparar para sufrir.
¿Puede condicionarlos el partido del campeonato local, que se juega antes? Parece difícil. Allí sí, cada torneo puede ser diferente. Los jugadores están muy acostumbrados a cambiar de chip.


Boca-River, River-Boca, tres partidos para que la Argentina futbolera se paralice, para recrear uno de los enfrentamientos más ricos del mundo. Diez días de gran tensión y para quedar en la historia.

miércoles, 15 de abril de 2015

Mendigos del buen fútbol (Jornada)



Pasó la primera de las dos jornadas de la ida de los cuartos de final de la Champions League: Atlético Madrid y Real Madrid empataron 0-0 en un partido duro, intenso, hablado hasta por los codos y con tres buenas atajadas del arquero esloveno rojiblanco Jan Oblak. Juventus, como local, le ganó 1-0 al Mónaco con un penal muy discutido al español Alvaro Morata, que acabó convirtiendo el chileno Arturo Vidal. Y alguna que otra llegada más.

En ese partido, en Turín, jugó Carlos Tévez, de quien trascendieron declaraciones al diario “La Repubblica” de Italia, en las que no sólo dijo que quería regresar a Boca para jugar y luego intentar ser presidente del club, sino que reconoció, cuando le consultaron si el actual es su mejor momento en el fútbol, que no es así y que “en Boca volaba”.

Es decir, Tévez no dijo que su mejor momento fue en Manchester United, donde fue campeón de liga, europeo y mundial en 2008, ni en Manchester City, en el que también fue campeón de la Premier League, ni siquiera en el West Ham, al que salvó del descenso en pocos partidos jugados, en los que  metió goles a todos los grandes de Inglaterra.

Tévez se refirió a su paso por Boca entre 2002 y 2004, cuando se dio el lujo de hilvanar jugadas memorables. Tévez juega y es absoluta figura de una Juventus que no llega a una final de Champions League desde 2003, y a punto de consagrarse campeón de la Serie A por cuarto año consecutivo,  en la que cuatro de los cinco goleadores del certamen son él mismo, Mauro Icardi, Gonzalo Higuaín y Paulo Dybala, entre los que apenas si se meten el francés Jérémy Ménez y el local, Luca Toni.

Es que, como diría el recientemente fallecido gran escritor uruguayo Eduardo Galeano,  el mismo de “Su majestad, el fútbol” y “Fútbol, a sol y a sombra”, somos “mendigos del buen fútbol” y éste, quieran que no, viene muchas veces de la mano de los argentinos, o para abrir el abanico, de los sudamericanos.

Galeano,  quien con su pluma excepcional caracterizó como pocos a Latinoamérica con sus notables pinceladas, tuvo al buen fútbol, a ese que muchos se olvidan de su existencia para llevarlo a una mesa con tablas de calcular o pretenden compararlo con las matemáticas cual si fuera una ciencia exacta, como mito y estandarte, y como parte de sus más nobles aspiraciones, una vez que entendió que no podía jugarlo él mismo más que en su imaginación.

“Si hay una certeza en la vida, a los 35 años, es que no seremos ya el número nueve de Boca”, suele decir, con un enorme grado de acierto, otro gran pensador del fútbol como Alejandro Dolina. Y Galeano se permitió escribir páginas hermosas para contarnos historias, emociones.

Como aquella, cierta o no, ya no importa, sobre el gran capitán de la selección uruguaya campeona del mundo en Brasil en 1950, que al terminar el histórico partido aquél del Maracaná con la victoria celeste 2-1, enojado con sus dirigentes de la Asociación Uruguaya por lo ocurrido en el túnel antes de saltar al césped (aquella historia que tan bien canta el también oriental Jaime Roos, “los de afuera son de palo”, como el corpulento Varela arengó a sus compañeros para que no hagan caso a los conformistas de la derrota), prefirió salir solo por las calles de Río de Janeiro, en donde se impregnó de la tristeza popular hasta terminar abrazado a algunos de los cariocas, perdido entre los bares.

No importa si esa historia fue cierta o no. Vale la imaginación de Galeano, porque como decía otro célebre escritor ya fallecido, el colombiano Gabriel García Márquez, somos selectivos cuando narramos y siempre aparece nuestra subjetividad y nuestro deseo de que algo haya ocurrido.

Y en esas historias de lo que tal vez pudo ocurrir, este cronista se dio el gran placer de participar junto a Galeano, Víctor Hugo Morales, Osvaldo Bayer, Jorge Valdano y Gary Lineker, entre otros, de la película “El Mundial olvidado”, de los italianos Lorenzo Garzella y Filippo Macelloni, basada en “El hijo de Buch Cassidy”, el cuento de otro grande, Osvaldo Soriano, sobre un supuesto Mundial de 1942 en la Patagonia, en cuya final se habrían enfrentado alemanes nazis e indios mapuches.

Galeano escribió para los de abajo, para los humildes. Pensó en ellos y en darle entidad a un continente latinoamericano perdido entre las luces de los Estados Unidos. Y lo hizo con un gran talento, especialmente en los textos cortos, donde más se destacó.

Por suerte para todos nosotros, el fútbol también ocupó parte de su obra desde la fina sensibilidad, y desde aquella exigencia que sólo puede nacer en un sudamericano para que el resultado no pueda opacar al placer, para resaltar la finta, la gambeta, el amague, la cortina, eso que hoy parece en extinción en buena parte del planeta, en estos tiempos de los ceroacero justificados desde el desdén tacticista por el espectáculo y a favor del negocio de unos pocos en desmedro de una mayoría resignada.

Y hoy juega el Barcelona en Francia ante el PSG. El genio de Lionel Messi, al que Galeano también describió como pocos, así como al genio rebelde de Diego Maradona, enfrentando a otro supercrack como el sueco Zlatan Ibrahimovic, y tendremos, tal vez en el mismo partido, a Andrés Iniesta, y a Xavi Hernández (si el director técnico Luis Enrique acaba con su fobia contra el gran organizador culé), y acaso vivamos una fiesta que vivimos postergando esperando que aparezcan esos instantes mágicos que el fútbol nos puede brindar.

Y lo esperamos como el agua, porque en esta travesía por el desierto del posibilismo, no abunda. Somos, al cabo, mendigos del buen fútbol. Galeano no se equivocaba. Tampoco cuando ante los grandes acontecimientos de la pelota, escribía (y pensaba) “Cerrado por fútbol”.

Hoy es uno de esos días. Que el homenaje a Galeano no sea un minuto de silencio. Que sea un caño, una finta, una gambeta, un tiro libre de los que Messi es capaz, una cortina.

@sergiole en Twitter




domingo, 12 de abril de 2015

¿Cuánto influirá la Liga en los choques de Champions? (Yahoo)



El ex jugador, entrenador y director deportivo Jorge Valdano, alguien que tiene la capacidad de analizar el fenómeno a cierta distancia, suele repetir que el fútbol “es un estado de ánimo”. Aunque esto no debería ser llevado siempre como única consigna, también es cierto que la influencia de lo que pasa por el cabeza termina influyendo cada vez más en los rendimientos y éstos son los que suelen generar los resultados finales.

Esta semana, los tres equipos más importantes de la Liga Española, el Barcelona, el Real Madrid y el Atlético Madrid, tienen choques muy importantes por el inicio de los esperados cuartos de final de la Champions League, y vienen de distintos momentos anímicos, especialmente por lo ocurrido en el fin de semana.

El Barcelona tuvo que trabajar muy duro para poder revertir lo que parecía una liga perdida a manos del Real Madrid y un triunfo no muy convincente en el Camp Nou ante su clásico rival, lo alejó a cuatro puntos a falta de diez jornadas, pero los dirigidos por Luis Enrique se encargaron ya de mostrar que no hay nada dicho aún y cuando dominaron claramente la primera parte al Sevilla en el Sánchez Pizjuán con una incuestionable distancia de 0-2, el arquero Claudio Bravo calculó mal el remate de Ever Banega, el entrenador azulgrana se equivocó (una vez más) al quitar a un delantero que estaba en una buena noche, como Neymar, para conservar el resultado colocando a Xavi Hernández, y Kevin Gameiro aprovechó un error en una salida de Gerard Piqué para empatar.

Más allá de las circunstancias del partido en tierras andaluzas, lo cierto es que el Barcelona no termina de tener un buen andar porque no es un equipo. Consigue una serie de pases coordinados en una ráfaga de minutos, cierta solidez defensiva por otros momentos, y se recuesta en su poderoso ataque, aunque también irregular. Pero no mantiene aquella filosofía de los tiempos de Pep Guardiola y Tito Vilanova, y por eso es que Luis Enrique no tiene problemas en tratar de defender un resultado, arriesgando perder la pelota, en vez de seguir apostando a un juego de posesión.

Habrá que ver cómo influye esta pérdida de dos puntos clave ante el Sevilla en su próxima visita a París para jugar contra un PSG en alza, tanto en la Liga, como en la Copa de Francia, que acaba de ganar con una goleada de 4-0.

Puede decirse, por antecedentes, peso en Europa y plantillas, que el Barcelona a priori es favorito en esta serie (además de definir en Camp Nou en la revancha) pero si saca un mal resultado en Francia puede llegar a complicarse.

El derbi madrileño, en cambio, tiene mucho más difícil pronóstico. Sin dudas el Real Madrid llega mejor anímicamente porque acaba de encenderse su esperanza, muy baja hasta hace días, en la Liga, a la que dominó en gran parte de su trayecto.

Parecía todo acabado con la derrota en Camp Nou ante el Barcelona, pero ya se veía cierto cambio de la mano de un perspicaz entrenador Carlo Ancelotti, que buscaba afinar el trabajo para llegar a este tramo final de temporada con el plantel a punto en lo físico y en lo futbolístico, con un Luka Modric nuevamente aceitado, con el regreso de James Rodríguez y Jesé, y ahora, aunque tras una pequeña lesión, también con un recuperado Gareth Bale y por si fuera poco con un Cristiano Ronaldo que ha vuelto a su senda goleadora, y Sergio Ramos también aparece sin problemas, dándole otra firmeza a la defensa.

La seriedad con que el Real Madrid salió a jugar los partidos ante los débiles Granada  y Eibar y ante un Rayo Vallecano que gusta de la posesión y tiene argumentos para eso, es una buena muestra del grado de concentración blanca para lo que viene.

Pero Ancelotti y sus jugadores saben que el martes en el Vicente Calderón tendrán enfrente a uno de los equipos más duros a los que tuvieron que enfrentar en los últimos tiempos, y aunque acabaron venciendo en la final de la Champions pasada, sufrieron hasta el último minuto para empatarlo, y ya luego de esa definición, no pudieron ante los “colchoneros” que incluso los golearon sin piedad 4-0 en el mismo escenario, semanas atrás, por la Liga.

El Atlético Madrid no tiene secretos. Es un equipo hecho a la medida de su entrenador argentino Diego Simeone, uno de los grandes ídolos de la historia del club. 

No pretende ningún lujo. Juega vertical, tratando de marcar y evitar que le marquen, aunque pueda elegir vías diferentes, aunque contrariamente al Barcelona, sí tiene claro lo que pretende en cada partido.

El Atlético sigue siendo un equipo aguerrido, que trata de tapar agujeros de ventas importantes como lo fueron Diego Costa, Thibaut Courtois o Filipe Luis, que ha traído lo que ha podido (especialmente fue festejado, más allá de su irregular rendimiento hasta ahora, el retorno de Fernando Torres), y que suple con los movimientos y el esfuerzo colectivo, cierta pérduda de técnica en la elaboración, que suele quedar en los pies de Koke o especialmente de Arda Turan.

En Liga, el Atlético no pudo seguir esta temporada con la continuidad de la anterior, pero aún así, mantiene el tercer lugar, en una disputa palmo a palmo contra el muy crecido Valencia, lo cual sigue siendo un mérito si comparamos su presupuesto con el de los dos primeros, muy alejados en lo económico.

El derbi de Madrid tiene muy difícil pronóstico por todo lo que hay en juego, por la doble rivalidad que existe entre ambos clubes desde siempre y en estos tiempos de títulos nacionales e internacionales de los dos.


jueves, 9 de abril de 2015

Jugador velado (Un cuento de Marcelo Wío)



Llegó al Botafogo como cualquier otro; hurtado al ignorado y anónimo interior del continente por un ojeador (u oteador) con astucia, con visión de las habilidades que atesoran ciertas piernas escurridas de polvo y mísera alimentación. Pero, para ser sinceros, no hubo ninguna habilidad para leer la destreza de Itaete Ararayu; cualquiera que hubiera visto un partido de fútbol en su vida hubiese hallado esa diferencia exquisita que poseía el joven paraguayo.

En favor del ojeador, hay que decir que bregó de lo lindo para convencer a la familia, primero; y luego, al propio Itaete, para llevarlo a Brasil. Itaete no jugaba con mayor visión de futuro que la portería rival (cúmulo de ramas o piedras o lo que fuera que, como dos tocones, marcaba una región de conversiones y glorias pequeñas pero sumamente relevantes).

En aquel entonces, los viajes no poseían el carácter de inmediatez de ahora. Así que Manuel Francisco dos Santos – que ese era el nombre con el que el ojeador del Botafogo transitaba por la vida y también por las calles de la ciudad en la que se encontrara – redactó un informe donde detallaba la excepcionalidad de Itaete: “Habilidad es un término ridículo cuando se intenta definir al señor Ararayu (el “señor” tenía 13 años, pero el respeto, y las distancias, era algo que aún no se había perdido)”, escribió en un pasaje de la referida memoria.

El hecho se produjo cuando Dos Santos quiso hacerle una foto al joven Itaete. Ya no la familia, toda la tribu – porque hasta allí, hasta una tribu amparada por el Chaco frondoso y apiñado como un conjuro benefactor, se había llegado Dos Santos buscando lo que él consideraba era el verdadero tesoro de los Césares – protestó. Dos Santos corrió mejor suerte que Guido Boggiani al que también se le ocurrió fotografiar a los miembros de una tribu de la zona: fue enterrado con su cámara.

El padre de Ararayu le explicó a Dos Santos que la fotografía les roba el alma a los miembros de la tribu. Eso, al menos, fue lo que entendió Dos Santos. Así que el ojeador, respetuoso, guardó la cámara, y anotó en su informe: “Por tradiciones de su pueblo, recomiendo fervientemente evitar fotografiar al señor Itaete Ararayu”. Nada puede reprochársele a Dos Santos.

“Eso sí, habrá que hacerle una – y una sola – foto para federarlo”, le avisó Dos Santos al padre de Itaete.

“Una única…”, caviló el padre.

El anciano de la tribu opinó: “Una sola; y nunca más. Su alma – concepto que entendió Dos Santos – se restituirá… llevará su tiempo, claro… Pero es aceptable en términos… vitales”.

El informe llegó a Río de Janeiro unas semanas antes que Dos Santos e Itaete. Quien lo leyó, tomó buena nota de la advertencia del ojeador; no era la primera vez que un muchacho arribado de las entrañas de la tierra exigía cuestiones que eran elementales en su cultura.

En las divisiones inferiores Itaete hizo lo que quiso, como si una magia ancestral engañara al balón y a los rivales. Con quince años el director técnico del primer equipo del Botafogo decidió llevarlo al banquillo. Ese mismo día, mientras el partido transitaba por esos rumbos del tedio y el sofoco, decidió meter a Itaete al campo de juego. “Qué despiporre”; “Qué jolgorio paraguayo”; “Dios visitó el estadio General Severiano”, y así, los comentarios de los relatores en la radio.

Al finalizar el partido, los periodistas se fueron en malón al vestuario del Botafogo. ¿Quién era aquel purrete que se había burlado de las leyes de la física?

Claro, periodistas… y fotógrafos. Los flashes se comenzaron a disparar antes de que aquel que había leído el informe se hubiera dado cuenta. En minutos… qué digo minutos; segundos, Itaete desapareció.

Tiempo después, cuando Dos Santos llevaba años obsesionado estudiando el tema, cayó en la cuenta de que cuando los lugareños de aquel lugar del Chaco paraguayo dijeron lo que él creyó que quería decir “alma”, estaban significando “existencia”.
Itaete es, desde entonces, un hecho inexplicable omitido en silencio acordado entre todos los que presenciaron su volatilización. Itaete fue la alucinación colectiva – del público y los periodistas - en una tarde de fútbol anodino. Itaete fue literatura radial.