jueves, 31 de diciembre de 2015

Un suceso de la guerra fría (Un cuento de Marcelo Wío)



John Laughley percibió la insinuación de una presencia; una figura de humo – y su aroma penetrante, aún a la distancia, a cuero mojado, a pies sucios - dibujando una ascensión efímera que terminaba por confundirse con la neblina.

Hacía tiempo que el agente del MI-6 había caído en ese territorio en el que cada vez se parecía a un criminal. Por eso mismo, lo habían elegido para este encargo: el Foreign Office podía negar cualquier relación con Laughley, un hijo díscolo de la Corona.

Por eso ahora estaba allí, apoyado contra las piedras frías de ese edificio cariado por la masticación de la guerra, el tiempo, y pobrezas varias. El agente ruso surgió del Este como el producto de un truco de magia – magia negra, pensó Laughley, mientras abandonaba el refugio dudoso de las sombras; por costumbre palpó el bolsillo derecho de su viejo saco tweed Harris, el tacto de su revolver Webley le proporcionó una confianza desamparada.

-         ¿Sigues fumando ese tabaco? – preguntó Laughley a modo de saludo, o de virilidad impuesta al temor.

-         Sólo cuando cruzo al Oeste: el humo se anticipa a mi presencia, advierte que alguien se acerca, y sólo un agente ruso o de la Stasi se atrevería a tal osadía – o negligencia, según se mire – respondió Alexei Karola, veterano agente de la KGB.

Laughley le ofreció un Camel, que Karola aceptó.

-         -¿Realmente el Foreign Office cree que debe tomar tantas precauciones como para enviarte a ti?
-        - Eso parece. Nadie quiere parecer lo que probablemente sea. Y nadie quiere enojar a los primos…
-        - Muy susceptibles…
-        - Como todo joven.

Fumaron en silencio, amparados por la neblina fría y por la sombra del portal que seguramente ni la luz del día podría cancelar. Ninguno de los dos quería ser el primero en mencionar el asunto que los convocaba esa inhóspita noche berlinesa.

-        - ¿Sigues casado con lady Ann Haydon?
-        - No.
-        - ¿Falta de amor?
-        - No. A fin de cuentas, el amor no pasa de ser una forma sublime del desprecio.
-         -¿Infidelidad?
-         -Otra de tantas.
Karola lo miró interrogativamente.
-         -Se fue con un peletero neoyorkino.
-        - ¿Volverá?
-         -No lo creo esta vez.

Laughley sacó dos cigarrillos del paquete. Ofreció uno a Karola, que lo aceptó, y encendió el suyo. La noche parecía haberse detenido en ese instante sin contenido. Se oyó un disparo a lo lejos; ladridos de perros; el refilón de un foco de luz barriendo la frontera.
-         Uno de los que no cruza fumando.
-         Uno de los que no cruza para volver…

-        - Ni tú ni yo hemos vuelto al lugar del que salimos, nadie nos reconocería y, mucho menos, nadie toleraría en lo que nos hemos convertido para cuidar de sus conciencias.
-       -  Estás muy filosófico, Karola.
-        - Bah, cosas de viejos. Y mientras mataba el tiempo para venir a encontrarme contigo estuve leyendo un librito de Dostoievski que tenía uno de los guardas del puesto de control. Fiodor siempre despierta una veta… rusa en mí: como una tristeza consciente…
-      -   … Estamos convirtiéndonos en reliquias que soportan…
-      -   Más que soportar, yo diría que aún amortizan…
-      -   Sí…
-       - Y hablando de nosotros, ¿no tienes algo para decirme?
-      -   Tenía entendido que yo venía a escuchar para transmitir…
-       -  Creo que has entendido mal.
-      -   Sí, suelo hacerlo.

A lo lejos, por el Este, una luminosidad comenzaba a bosquejarse.

-         El encantamiento está a punto de concluir, y mi carroza se va a convertir en un  zapallo – dijo Laughley.
-        - ¿Dónde se haría? – preguntó Karola sin rodeos
-       -  Este, Oeste, lo mismo da. Lo importante es que sea en un lugar discreto, sin testigos.
-        - Evidentemente.
-         -Había pensado en el Museo de Pergamo, en la sala del gran altar. Es amplia, y las escaleras servirían de tribuna para los pocos espectadores del evento que nunca habrá ocurrido.
-        - Me parece una elección apropiada. Haré que un equipo instale panes de césped y porterías.
-        - ¿Imagino el destino que aguarda a esos trabajadores?
-        - Para qué imaginar lo que la realidad facilita con menos esfuerzo… Volviendo a la cuestión. Sólo altos cargos. Nada de profesionales. Todos nos conocemos.
-        - Por supuesto. Le aseguro que ninguno de los altos popes del MI-6 le cederían la oportunidad a nadie.
-        - Nunca he llegado a comprender del todo esa afición inglesa al fútbol… incluso entre las altas esferas… Yo soy hombre del frío, de ahí vengo; lo mío es el hockey sobre hielo.
-      -   Bueno, un remedo del fútbol adaptado a unas condiciones poco propicias para su práctica.
-         -Es decir, un derivado de un invento inglés…
-       -  Si usted lo dice, Karola.
-     -    No culpo a su mujer, Laughley.
-       -  Yo tampoco.
-      -   Le haré saber la próxima semana la fecha del partido. Le enviaré un correo: Tatiana Seminova, una bella y prometedora joven. Lo de prometedora no lo digo necesariamente en relación a este mundo… del espionaje, sino a uno más ameno…
-      -   Agradezco la deferencia. En nuestro caso, andamos corto de ese material… El que gane, entonces, decide diez espías retenidos por el otro bando, que deben ser liberados.
-         -Exacto, como ya hablamos la última vez.
-        - Sólo me aseguro de que no haya cambios de última hora, o malentendidos.
-       -  Ninguno de ambos.
-      -   ¿El árbitro y los  jueces de línea?
-      -   Árbitro suizo y jueces de línea japoneses. Conocidos por su discreción.
-      -   Bueno, la discreción tiene un precio.
-       -  Y quebrantarla también…
-       -  Eso es cierto.
-       -  Bueno, amigo, lo dejo, que la luz va a comenzar a delatar nuestras intenciones.
-         Tome – Laughley le extendió el paquete de Camel.
-        - No se preocupe, tengo de estos y también Lucky Stike del otro lado. Los privilegios de vivir en este mundo de sombras y trampas… - Karola rió. Mejor uno de los míos, para avisarle a los guardias que voy llegando.

El ruso se perdió en la neblina grisácea, irisada por la luz mezquina del amanecer invernal. Laughley encendió un cigarrillo y se quedó un momento allí, pensando en lo ridículo de la situación. Un escrúpulo le decía que los rusos escondían un ardid.

Karola, en tanto, iba cavilando si Laughley no habría descubierto algo. ¿A qué, sino, había venido esa mención a la relación entre el hockey sobre hielo y el fútbol? ¿Estarían al tanto los ingleses de la estrategia de convertir al portero de hockey, Lev Yashin, en un portero de fútbol? ¿Podrían conocer ese plan?

Laughley, tirando el cigarrillo en el suelo, levantando el cuello de su saco y dirigiéndose hacia el centro de Berlín, conjeturó que nadie en la KGB creería que los cuatro rugbiers que alinearían como defensas, eran parte de la cúpula del MI-6. Mas, aventuró, si los propios rusos – como, por otro lado, era de esperarse en este mundo de engaños – cumplían con su parte de embustes, nadie aventuraría una denuncia del bando rival. 

Es decir, el partido no sería jugado por los jefes de los servicios y sus adláteres, sino que éstos, justamente, serían los que ocuparían la escalinata del gran altar. Esto era, en definitiva, lo que se había acordado sin necesidad de mencionarlo: la realidad reside en lo que se omite, en lo que explícitamente se asegura evitar. La cosa, ahora, residía en conocer los jugadores rivales y las tácticas que emplearían. Pero esa era la parte aburrida del trabajo, encomendada a jóvenes analistas que, con toda seguridad, le pifiarían por mucho.



domingo, 27 de diciembre de 2015

El Barcelona, modelo a imitar pero pocos se animan (Yahoo)



Cuando acabó la temporada 2013/14, la idea más repetida, con cierta lógica, era que el modelo del Barcelona que tanto nos había deslumbrado, comenzaba a decaer para dar paso a que otros equipos llegaran a la cima. Especialmente dos: el Real Madrid, debido a que por fin Carlo Ancelotti había reconducido el vestuario tras la eterna polémica con José Mourinho, y el Bayern Munich, de la mano de Josep Guardiola.

Pocos o nadie imaginábamos que en tan poco tiempo, y con parte de un sistema totalmente diferente, el Barcelona hubiera podido reciclarse, y aunque su punto fuerte ahora pasó a ser su tremendo ataque, el más importante del mundo, con los sudamericanos Lionel Messi, Luis Suárez y Neymar (que constituyeron la ahora popular MSN), la elaboración sigue teniendo un lugar muy importante, al igual que la posesión del balón.

Lentamente, en base a la enorme confianza que le fue transmitiendo el ataque al resto del equipo, el Barcelona fue asentando su juego, y hubo tres fichajes claves para terminar de cerrar una gran producción en 2015, que acaba con cinco de los seis títulos posibles: Supercopa de Europa, Liga Española, Copa del Rey, Champions League y Mundial de Clubes, y sólo quedó fuera del palmarés la Supercopa de España perdida a manos del Athletic de Bilbao sólo porque razones comerciales y televisivas obligan a que haya una definición en el campo de juego cuando los azulgranas, en verdad, debieron obtenerla sin jugar al vencer en Liga y Copa en la misma temporada.

Los fichajes claves del Barcelona fueron, de momento, los de Claudio Bravo en el arco, Iván Rakitic en el medio, y Luis Suárez adelante. Bravo volvió a darle solidez a la portería del equipo tras la salida de Víctor Valdés, titular por varios años pero que acabó lesionado la temporada 2013/14 y tampoco su reemplazante José Manuel Pinto transmitió lo mismo. Rakitic fue tomando el lugar de Xavi, y también cuando ingresó Sergi Roberto- surgido de la cantera- fue generando la misma sensación de equilibrio en una zona fundamental del equipo, la de gestación, tras haber perdido a su eje y a uno de los mejores de su historia, que acaba por estos meses su carrera en el fútbol árabe.

Mientras que en el ataque, tras una larga y absurda suspensión por parte de la FIFA, el uruguayo Suárez fue demostrando que es una auténtica bestia del gol, que no tiene límites y que aún podría llegar a su gol 50 en apenas 68 partidos, con un promedio excepcional.

Pero más allá de cada uno de sus jugadores y de su calidad indiscutida (el altísimo nivel que mantuvieron Sergio Busquets y Javier Mascherano, o el que en los últimos tiempos volvió a alcanzar Andrés Iniesta son otras muestras de lo mismo), lo importante es detenernos en un estilo, que aunque parecía perdido, con el paso de las semanas el Barça fue recuperando.

Ese estilo, que le permitió ganar todos los títulos hasta llegar a los 26 en este increíble ciclo, sin embargo, no es copiado por demasiados equipos en el mundo. Sí ha generado un cambio fundamental en un fútbol que era tan diferente como el alemán, o en algún que otro equipo europeo (por momentos, parece que la Roma, el Arsenal siempre tuvo en los años de Arsene Wenger un estilo de respeto por el balón, lo mismo que el Manchester City de la mano del chileno Manuel Pellegrini) pero aún así, siguen siendo pocos los que  se animan a una verdadera revolución futbolística en sus clubes, que comience por la propia filosofía, desde los más niños en sus canteras.

El Barcelona, como aquí se ha señalado, si bien sí ha fichado en estos años y lo ha hecho por mucho dinero, obligado por la línea que traza el Real Madrid y las competencias europeas, salvo unos pocos casos, no ha tenido en ellos el resultado esperado, o al menos, no han sido tan decisivos como se podría haber esperado.

Ni Zlatan Ibrahimovic, ni David Villa, Ni Thomas Vermaelen, ni Jérémy Mathieu, ni Alexis Sánchez e incluso ni el retorno de Cesc Fábregas han sido claves en el andar del equipo, porque el mismo se basa en lo que se elabora en el medio, y a lo que en todo caso le ha sabido agregar una gran definición desde la existencia de la MSN, aunque supo ganar también antes con el genio de Lionel Messi y sin sus dos compañeros de ataque.

El Barcelona es mucho más lo que es por una concepción de juego, por una filosofía, por una forma de hacer correr el balón, que por el fichaje de uno o dos delanteros. De hecho, el Real Madrid también cuenta con un ataque poderoso como el de la BBC (Bale, Benzema, Cristiano) pero no ha podido alcanzar en estos años al Barcelona, sencillamente porque todo es mucho más que una parte.

Lo que también ha demostrado al mundo este Barcelona es que no hay mejor negocio que ofrecer un gran espectáculo: que marcar goles, jugar bonito, tener todo el tiempo posible la pelota pero para administrarla bien y para ello, hay que tener siempre una idea de lo que se pretende con ella.

¿Cuánto cuesta armar un equipo así, o mantener esta filosofía? Es muy barato. 

Mientras otros equipos se han gastado fortunas, la base del Barcelona sólo ha costado lo que cuesta mantener jóvenes en La Masía durante años, que fueron queriendo al club, se fueron adaptando a una manera de jugar y ya lo hacen de memoria en el primer equipo.

El resto de los fichajes, ha acompañado. Nada más que eso.

Si con apostar a una manera de jugar desde niños, con costo tan bajo, dio semejantes resultados, ¿Por qué no intentar copiar un modelo tan exitoso?

Acaso tantos dirigentes en todo el mundo, deberán plantearse para qué tanto fichaje, tanta erogación de dinero, tanta búsqueda de entrenadores caros que anotan y anotan en libretas en el banquillo y gesticulan durante todo el partido como si fuera un teatro, cuando con mucho menos, el Barcelona generó un imperio con una base propia y hasta un par de entrenadores que provenían de la Segunda B.

Sería bueno que muchos otros clubes se animaran a copiar el modelo del Barcelona o buscar un camino con un modelo propio de respeto por la pelota y de mayor espectáculo. El costo, parece demasiado bajo y nosotros, los amantes del fútbol, agradecidos.


sábado, 26 de diciembre de 2015

La hora de los clubes en Sudamérica (Perfil)



Un nuevo tiempo parece llegar en el fútbol sudamericano. A la obligada renovación de la Conmebol que tendrá elecciones el próximo 26 de enero tras ser descabezada de la mayoría de los dirigentes de su plana mayor, involucrados en los conocidos hechos de corrupción, ahora aparece la inminente agrupación de los clubes del continente en la ACSA, la Asociación de Clubes Sudamericanos, al estilo de lo que desde 2008 es la influyente ECA, la Asociación de Clubes Europeos.

La idea surgió a partir de un artículo del reconocido periodista argentino Jorge Barraza en el diario “El Tiempo” de Bogotá acerca del destrato que vienen sufriendo los clubes por parte de la Conmebol y del dinero que pierden sin que haya una contraprestación efectiva de la confederación continental.

Es más, estos mismos dirigentes no tenían para pagar los premios de la Copa América 2015 pero abonaron cifras siderales como fianza en el FIFA-Gate.

Barraza calcula que al Bolívar, que participa casi cada año de la Libertadores  y la Sudamericana , en los últimos 16 años le escamotearon entre 10 y 12 millones de dólares.

Para más datos, el periodista sostiene que desde 2000, cuando los torneos comienzan a negociarse globalmente por la Conmebol, “los derechos han sido malvendidos a propósito a un tercio de su valor” y aún así, el reparto del dinero “ha sido malo para los clubes”. En la última Copa se generaron 97 millones de dólares pero se repartieron 52, quedando 44 millones para la confederación.

 “Estamos invitando a clubes para crear la ACSA porque es absolutamente indispensable para poder decidir cosas importantes- explica Guido Loayza, titular del Bolívar-. Vemos desde afuera cómo la Conmebol renueva contratos con Fox Sports y otros temas que incumben a los clubes y tenemos que participar en esas decisiones”.

“Te programan un partido entresemana a las 4 de la tarde sin consultarte y te hacen perder 20.000 entradas”, agrega a modo de ejemplo.

“Se juega por casi nada”, dice Germán Leguía, ex volante mundialista con la selección peruana y hoy gerente general de Universitario de Perú. “Nos ignoran, no saben quiénes somos, y a veces hasta nos ponen a 50 metros de los sorteos o la entrega de premios en los actos. No hay que ir más a los sorteos porque no tiene sentido, está todo decidido”.

“A los dirigentes de la Conmebol que dales 500 entradas VIP pero luego no tienes dónde sentarte en los estadios y en los palcos están sus esposas con ropa y carteras carísimas”, dice Carlos Benavides, ex arquero y ahora gerente del Sporting Cristal.

La idea de ACSA, que ya cuenta con 25 clubes de seis países –ninguno de la Argentina por el momento, aunque Boca y Racing ya recibieron las carpetas con  los propósitos- es desembarcar en la Conmebol entre junio y agosto de 2016 con 60 a 80 clubes fuertes del continente. Por lo pronto, el martes, durante el sorteo de la Copa Libertadores, fue recibida por el presidente de la confederación, el uruguayo Wilmar Valdés, a quien le pidieron participar como oyentes e invitados en el próximo congreso del 26 de enero en Asunción.



                                 La ECA como ejemplo

La recién conformada ACSA se mira en el espejo de la ECA, la influyente Asociación de Clubes Europeos, que la asesora, y que firmó un memorándum con la UEFA el 21 de enero de 2008 y poco más de cinco meses después participó del primer congreso de la confederación continental, entre el 7 y el 8 de julio de ese año.

Hoy la ECA, presidida por el ex futbolista y alto dirigente del Bayern Munich, Karl Heinz Rummenigge, cuenta con 214 equipos de los que 105 son miembros ordinarios y 109, asociados y de estos al menos uno representa a cada una de las 53 federaciones afiliadas a la UEFA.

 La cifra exacta de miembros de cada federación queda definida cada dos años al término de la temporada UEFA, de acuerdo al ranking. Del 1 al 3 en el ranking, 5 miembros; del 4 al 6, 4; del 7 al 15, 3; del 16 al 28, 2; y del 28 al 53, 1.
  


lunes, 21 de diciembre de 2015

La distancia entre Barcelona y River fue la de un océano futbolístico (Jornada)



Incomparable. Imposible. Inaccesible. Inmensa. Póngale usted, lector, los adjetivos que quiera a la distancia que hubo en la final del Mundial de Clubes de Yokohama entre el Fútbol Club Barcelona y River Plate, pero es la triste y dura realidad que le toca vivir no sólo al equipo de Marcelo Gallardo, que hizo lo que pudo pese a perder 3-0 (y le hicieron precio) sino todo el fútbol argentino respecto de los poderosos europeos y en especial, del que es, por lejos, el mejor del mundo.

Muchos analistas, hinchas, y hasta entrenadores argentinos intentaron buscar formas, atajos, sistemas, ideas para tratar de vencer de manera heroica a un Barcelona que ya era el mejor equipo del planeta pasara lo que pasara en la final, no sólo amparado por los títulos y las estadísticas de toda clase de rendimientos, sino por el juego desplegado, por cómo trata la pelota y por la abundancia de estrellas.

Algunos dieron un paso más y se fueron contagiando de un optimismo sin mucha base, no sólo por el rival sino porque el propio River de este semestre no es, siquiera, aquél que ganara con mucha solidez la Copa Sudamericana a finales de 2014, y peor aún, tampoco se parece al que ya con menos rendimiento, ganó hace medio año la Copa Libertadores.

Un River mucho más limitado quiso apelar a la resistencia, a redoblar la marca, a la presencia, a la firmeza, a la potencia de Lucas Alario arriba, al gran arquero que sin dudas es Marcelo Barovero (a nuestro juicio, uno de los mejores jugadores del Mundial de Clubes en base a sus dos excelentes partidos en semifinal y final), pero no alcanzó.

Este Barcelona suele aplicar un matiz hasta a la famosa frase del gran Dante Panzeri, en aquello de que el fútbol es “la dinámica de lo impensado”. Lo es, pero con los azulgranas catalanes también hay que agregar que hay una lógica implacable que acaba imponiéndose y es que el que tiene la pelota en la mayor parte del tiempo y la sabe utilizar y además le da por momentos un trato lujoso, a la larga es el que gana.

Este Barcelona indiscutido y admirado en todo el mundo, sin embargo, encontró en la Argentina una cantidad de detractores y denostadores a partir de un rechazo por el espectáculo basado en el fanatismo por un resultado vacío de contenidos y sin explicación de cómo obtenerlos, al que se encarga de vapulear en cada ocasión que puede, como la de esta final.

El Barcelona, que cambió de entrenador, desde aquel ciclo tremendo que comenzó con Josep Guardiola y siguió con Tito Vilanova, que hasta tuvo un año seco de títulos con Gerardo Martino y que ahora dirige Luis Enrique, obtuvo el tercer Mundial de Clubes en las últimas siete ediciones, lo que significa que casi de cada dos torneos, ha ganado uno en los últimos tiempos. Y algunos osan discutirlo aún, lujos que el fútbol puede permitirse.

La distancia de este Barcelona con este River, por no decir con todo el fútbol argentino, es abismal, lo que fue reconocido con honestidad por todo el plantel millonario, porque media una diferencia de calidad de jugadores pero esencialmente, cultural-futbolera.

El fútbol argentino ha perdido el norte desde hace muchos años, no menos de treinta, cuando la industria cultural del resultadismo, tras ganar la selección argentina el Mundial de México en 1986, nos impuso en forma definitiva el negocio por el que la ganancia principal se basó en la venta de jugadores a La Meca europea, que exige determinado formato con el que hay que cumplir.

Así fue que ya no se “fabricaron” más wines (perdón por esta palabra en desuso), ni centrodelanteros técnicos, ni marcadores de punta (disculpas por el arcaísmo), ni volantes derechos con gol, ni marcadores centrales que sepan salir jugando, ni arqueros atajadores y jugadores y ya al final, los clásicos números diez.

Se privilegió la estatura (como si se jugara al basquetbol), la fortaleza física, el correr mucho (en los años setenta, consultado Ricardo Bochini por Johan Cruyff, expresó que “corre mucho, pero juega bien”), la marca, la táctica, pero la pelota, el útil más importante del fútbol, se les olvidó, careció de importancia.

Entonces, entre lo que hoy son los equipos argentinos, con lo que pueden hacer, en medio del desorden admninistrativo de la AFA y la crisis de los clubes, sumado a los problemas culturales descriptos, hacen lo que pueden.

Y entonces, en la paridad que siguen teniendo los torneos sudamericanos, si logran dar el salto al Mundial de Clubes, deben enfrentarse a equipos mucho más poderosos, ordenados y con muchísima más calidad de planteles porque a su vez se refuerzan tras ganar sus Champions Leagues.

¿Cuánto podía resistir este River a este Barcelona de los Messi, Iniesta, Busquets, Suárez y Neymar? No más de un tercio del partido.

Este cronista se tomó el trabajo de observar las estadísticas de la final del Mundial de Clubes anterior entre Real Madrid y San Lorenzo, y con sorpresa encontró que los dos primeros goles de aquel partido se produjeron milagrosamente en los mismos minutos que los de ésta: Sergio Ramos marcó de cabeza a los 36 minutos del primer tiempo (Lionel Messi también) y Gareth Bale, a los 5 minutos del segundo (Luis Suárez también).

No parece una casualidad. Es lo que los equipos argentinos, minutos más, minutos menos, pueden aguantar ante tamaña superioridad, acaso pateando alguna vez al arco, o avanzando a veces hasta pasar la línea de la mitad de la cancha. Poco más.

Por eso, lo de River fue lo que pudo dar. Ni más ni menos. Incluso, la diferencia en el marcador puso ser mayor de no media Barovero, alguna falla de Suárez o Messi en algún remate, o de la tranquilidad del Barça en los últimos diez minutos, cuando prefirió bajar la cortina acaso por respeto a la trayectoria millonaria.

Desde que se juega el Mundial de Clubes (2005), apenas tres veces se impusieron equipos sudamericanos y dos de ellas, en las primeras dos ediciones, casi una década atrás (San Pablo en 2005 e Inter en 2006), y en los tres casos, con equipos brasileños (el otro fue Corinthians en 2012).

Acaso esta sea una descripción clara del fenómeno de un fútbol en el que desde hace rato que existen las clases sociales.


Y River hizo lo que humanamente pudo, en este inmenso océano de diferencias futboleras. Queda poco por reprocharle.

domingo, 20 de diciembre de 2015

La sideral distancia entre Barcelona y River (Yahoo)



En realidad, la enorme distancia la establece el Fútbol Club Barcelona con casi todos los equipos del mundo. Son apenas cinco o seis que le pueden ganar o lograr enfrentarlo con ciertas chances de obtener un resultado positivo, y no es precisamente un equipo sudamericano el que hoy se encuentra entre ellos.

En este aspecto, puede decirse que River Plate hizo lo que pudo, y no pudo demasiado. Sus aficionados, sumados a una parte de la prensa argentina y a varios entrenadores, se fueron sumando con el correr de los días inspirados en un creciente optimismo sobre que la rica historia del club, y su fuerte presencia en las finales sudamericanas (ha ganado consecutivamente la Copa Sudamericana 2014, la Recopa Sudamericana 2015 y la Copa Libertadores 2015).

Pero quedó demostrado que nada de eso tenía una base seria alguna. El inteligente entrenador de River, Marcelo Gallardo, ideó un buen sistema táctico, basado en un cerrojo con dos líneas de cuatro jugadores para bloquear cualquier avance del Barcelona y buscando ser preciso y potente en las escasas oportunidades de tener la pelota, a partir de Lucas Alario, su delantero más fornido físicamente.

Pero de no ser por su gran portero Marcelo Barovero, que impidió en los primeros minutos dos claras posibilidades de gol para Lionel Messi, ya el equipo argentino se habría encontrado en desventaja casi irremontable desde el inicio mismo.

El gol llegó, como consecuencia lógica del juego, a los 36 minutos, y por una genialidad de Messi, que resolvió en un espacio muy reducido y, se sabe, cuando el Barcelona avanza en el marcador, ya resulta muy complicado para cualquier equipo ya sea en la Liga Española o la Champions League, y entonces, mucho peor para River, que carece de algunos jugadores de esos quilates.

Este River ni siquiera es aquel que ganara los torneos continentales sudamericanos. Como suele suceder con los equipos campeones de esa zona geográfica, cuando llegan al Mundial de Clubes lo suelen hacer debilitados por la obligación económica que tienen para vender y no logran casi nunca reemplazarlos por estrellas del mismo nivel y es más, los argentinos, que ya habían perdido a Ramiro Funes Mori (Everton), Ariel  Rojas (Cruz Azul) y a Teo Gutiérrez (Sporting Lisboa), ahora se quedarán sin el uruguayo Carlos Sánchez (Rayados de Monterrey) ni Matías Kranevitter (Atlético Madrid) y acaso emigre también Barovero, una de las figuras del Mundial de Clubes.

En los días previos, la duda pasaba apenas por quién sería el cuarto volante, si Camilo Mayada, para acentuar la marca e ir sobre Sergio Busquets e Iván Rakitic, o Luis “Lucho” Gonzàlez, para darle más técnica y mayor posesión de balón, pero Gallardo optó, sorpresivamente, por otro uruguayo, Tabaré Viudez, un volante mixto, que de todos modos quedó sumido a un aporte muy escaso, dado que como suele suceder siempre, el Barcelona se quedó con el dominio del juego y administró el balón como quiso ni bien se acomodó luego de los siete minutos de partido.

Este periodista descubrió, luego de observar las estadísticas de la final del Mundial de Clubes de 2014, también entre un equipo español (Real Madrid) y uno argentino (San Lorenzo), que el sudamericano resistió al europeo exactamente los mismos minutos hasta el primer gol  (A los 36 minutos llegaron los goles de Sergio Ramos y Lionel Messi) y hasta el segundo (a los 5 minutos del segundo tiempo llegaron los de Gareth Bale y Luis Suárez). No parece casualidad.

Desde hace tiempo, los equipos argentinos pueden destacar la actitud, la aplicación táctica, el estado físico, el carácter en los partidos difíciles, pero no lucen con el juego porque la pelota pasó a no ser tan importante como lo era en otras épocas.

Por eso, un equipo como el Barcelona, repleto de estrellas, algunas con muchísimos títulos en sus espaldas, que disfruta del juego y de la posesión del balón, con admiradores en todo el mundo, saca aún más ventaja ante rivales de este calibre.

Es también por eso que cuando llegó el primer gol y especialmente cuando Suárez estableció la distancia de 2-0, a cuarenta minutos del final, el partido ya estaba realmente terminado y el Barcelona comenzó a pensar en los lujos y en jugadas de alto vuelo, con algunos jugadores en altísimo nivel, como Messi, Neymar (ambos estaban en duda por malestares físicos), Andrés Iniesta, Sergio Busquets y Gerard Piqué.

Con el primer tiempo finalizado apenas 1-0, Gallardo optó por dos cambios con cierta lógica si se tratara de otro tipo de rival: hizo ingresar a Lucho González y a Gonzalo “Pity” Martínez por Rodrigo Mora y Leonardo Ponzio. La idea era tratar de conseguir más tiempo la pelota con jugadores de mayor técnica, y evitar la posible expulsión de Ponzio, amonestado y muy proclive al roce con los rivales.

Pero a su vez, eso implicó menos marca, los volantes del Barcelona se descomprimieron, llegó muy pronto el segundo gol por Suárez y ya quedó poco por hacer y la resignación fue ganando a los argentinos.

El Barcelona fue campeón mundial de punta a puntas porque hoy es muchísimo más que los campeones de los otros continentes y porque es, sin dudas, el que mejor fútbol juega en el planeta, sólo comparable con el Bayern Munich y acaso con el Manchester City o el PSG cuando se encuentran en su mejor día. Y poco más.


Tres Mundiales de Clubes en las últimas siete ediciones lo explican casi todo, y que los europeos hayan ganado ocho de las once ediciones del torneo, y ocho de las últimas nueve, también es un claro indicio de la enorme diferencia de planteles, y de economías, que existen entre los continentes.

martes, 15 de diciembre de 2015

Sobre las múltiples invenciones del fútbol: dos casos (Por Marcelo Wío)



1.      1.     Relata el ceramista finés Ari Virtanen, en sus crónicas de viaje por las islas de los marees de Java, Savu y Flores, que en una de las islas una manera formal de dirimir diferencias, desacuerdos, era a través de ásperos duelos poéticos que solían ocasionar asesinatos – generalmente, perpetrados por el perdedor, humillado por las punzantes insinuaciones e insultos muchas veces explícitos elaborados por el vencedor.Se estimó, pues, que la justicia era demasiado importante para dejarla a manos de la solemnidad arbitraria de los orgullos en verso: a las palabras nunca se las lleva el viento, pesan demasiado en la dignidad ajena. Así fue como se abandonaron los procesos estrofados, y se inventó el fútbol. Que pronto se reveló más propio de las divinidades y se utilizó como festejo social.

2.   

    2.   El cacique Selkam (Ona) Chohn Kran, de la Tierra del Fuego tenía, según las leyendas, unas doscientas hijas – una leyenda detractora, fomentada por una tribu rival, decía que Kran manejaba un mayúsculo lupanar. Como fuere, Kran fue casando sus hijas con miembros de la tribu que estimaba valerosos, fuertes, inteligentes y honorables (aunque no necesariamente en ese orden, claro está). Pero todos los yernos resultaron un chasco. Por ello, decidió idear una competición para evaluar la valía, la astucia, virilidad, creatividad, destreza, lealtad, compañerismo…  Tras meses y meses de cavilaciones, primero; y ensayos, después; dio con la solución: creó el fútbol.


      


lunes, 14 de diciembre de 2015

¿Qué River se verá en el Mundial de Clubes? (Yahoo)



Al contrario que el Hiroshima Sanfrecce, su rival del miércoles en la semifinal, o el propio Barcelona, al que aspira a enfrentar en una gran final el próximo domingo, River Plate no juega un partido oficial desde hace tres semanas, cuando fue eliminado por su compatriota Huracán por la semifinal de la Copa Sudamericana, un equivalente a la Europa League.

River consiguió lo que ningún equipo sudamericano había conseguido: ganar consecutivamente las Copas Sudamericana 2014 y la Libertadores 2015, además de imponerse en la Recopa Sudamericana 2015 (la juegan los dos ganadores de los torneos continentales del año, lo que en Europa sería la Supercopa) y también en la Suruga Bank. 

Y todo esto ocurrió apenas tres años después de haber ascendido desde la Segunda División, en la que permaneció un año por única vez en su historia.
Sin embargo, este River dirigido por el muy inteligente entrenador Marcelo Gallardo (ex jugador del club y destacado en el Mónaco de la liga francesa en los años noventa), se parece muy poco al que se impusiera en aquellos torneos, y mucho menos aún al que ganara aquella primera Copa Sudamericana en 2014.

A River le ocurre lo mismo que a la mayoría de los equipos sudamericanos que llegan a fin de año a disputar el Mundial de Clubes: ni bien obtienen algún título, comienzan a desprenderse de sus mejores valores, requeridos en muchos países con mayor poder económico, para solventar sus crecientes deudas.

River no fue la excepción y de aquel equipo que había impresionado por su intensidad, su rigor en la marca y su contundencia, ya no quedan algunos jugadores claves y también queda la duda sobre si algunos que sí continúan, se encuentran a un nivel parecido al de aquella oportunidad.

Aquel River que llegó hasta mediados de 2015 contaba con un sólido Ramiro Funes Mori (ahora en el Everton) como zaguero central, al lado de Jonathan Maidana (ex Boca y fútbol ucraniano), con un volante de ida y vuelta como rueda de auxilio como Ariel Rojas (actualmente en el Cruz Azul mexicano), y un delantero dúctil y talentoso como el colombiano Teófilo Gutiérrez (hoy en el Sporting Lisboa). Tampoco cuenta ya con el veterano gran goleador Fernando Cavenaghi, quien una vez ganada la Copa Libertadores emigró al Apoel Nicosia.

Pero si River transfirió jugadores, también tuvo dificultades con otros que permanecen desde aquel tiempo. El lateral izquierdo Lionel Vangioni arrastró una larga lesión, y la dirigencia tuvo que batallar mucho para que no se fueran otras estrellas como el volante uruguayo Carlos Sánchez (que se irá una vez termine el torneo de Japón) o el también uruguayo delantero Rodrigo Mora, al que casi bajaron del avión cuando ya se iba rumbo al fútbol árabe. Tampoco mantuvieron su nivel técnico los creativos Leonardo Pisculichi ni Gonzalo “Pity” Martínez.

Los grandes premios en montos de dinero, las mayores recaudaciones y algunas transferencias, permitieron al club fichar algunos reemplazantes, dos de ellos volvieron al club luego de más de una década de haberse ido, como Javier Saviola y Luis González, al goleador Lucas Alario, fundamental en la etapa final de la Copa Libertadores, al lateral izquierdo Milton Casco, al volante Tabaré Viudez, que no tuvo continuidad, y al lateral Nicolás Bertolo, que se lesionó al poco tiempo de llegar.

Aún así, muchos confían en que el entrenador Gallardo tiene una gran capacidad de motivación y mentalización del plantel a la hora de regresar a jugar por cosas importantes, luego de un cuatrimestre en el que hubo una clara baja en el rendimiento y rápidamente el equipo quedó fuera de la lucha por el título argentino y tampoco fue el mismo de antes en la última Copa Sudamericana.

¿Puede este River tener aspiraciones para ganar el Mundial de Clubes? Por lo pronto, para poder aspirar a eso debe jugar, como mínimo, como en los momentos finales de los torneos continentales, con una sólida estructura del medio hacia atrás, con una enorme intensidad y con una gran contundencia.

River tiene un gran arquero en Marcelo Barovero, que parece tener un físico algo endeble pero que acaba llegando a la mayoría de los remates complicados y transmite mucha seguridad.

Su fuerte atrás pasa por Maidana, de mucho aplomo y llegada justa a los cruces, acompañado por el colombiano Eder Alvarez Balanta, que tiene grandes dotes técnicas pero que no venía atravesando su mejor momento. Maidana tiene más presencia y Balanta, mayor velocidad y técnica.

River suele lanzar sus dos marcadores laterales (Gabriel Mercado por la derecha, y Vangioni o Casco por la izquierda) al ataque, y suelen ayudar a la línea de volantes.
Gallardo ha utilizado distintos esquemas tácticos, aunque el que más, un 4-3-1-2 en ataque que luego se transforma en 4-4-2 en defensa. Su línea de volantes mantiene por la derecha a Sánchez, hoy una de sus figuras más importantes, doble mediocentro con Leonardo Ponzio (de gran pegada) y Matías Kranevitter (considerado “el nuevo jefecito”, al estilo de Javier Mascherano, y ya transferido al Atlético Madrid), y en cambio, el puesto más cambiante es el de creativo, en el que han llegado a jugar Pisculichi (de gran remate de media distancia y buen ejecutante de libres directos) o Martínez (mejor regateador e improvisador con balón en movimiento) y hasta con Luis González o Viudez.

El ataque es más claro y si los dos están bien, los titulares suelen ser Mora y Lucas Alario, muy potente y con mucha capacidad de gol, aunque se pueden agregar Bertolo o Saviola, dependiendo del caso.

De todos modos, no parece que este River pueda desequilibrar por un jugador o dos. Lo de este equipo es mucho más colectivo que individual y ha dado muestras de llegar lejos aún en situaciones en las que la mayoría no habría apostado casi nada por su suerte.


Como dice Gallardo, posiblemente de diez partido ante el Barcelona pueda ganar uno, ¿pero quién dice que ese partido no vaya a ser el de la final del Mundial?