martes, 31 de mayo de 2016

Intervención a la AFA, caos y amenaza de represalias (Jornada)




El fútbol argentino vivió ayer otra jornada negra, que seguramente será recordada por mucho tiempo, al confirmarse las versiones de una posible intervención estatal cuando la AFA recibió una notificación desde la Inspección general de Justicia (IGJ) acerca de que intervendrá una “Comisión Normalizadora” debido a la situación de caos en la que se encuentra la institución.

Esta carta, con la que se especulaba desde hacía varios días, llega justo en el momento en el que empezaba a vencer el plazo de presentación de avales para las candidaturas a la presidencia de la AFA para las elecciones fijadas para el próximo 30 de junio, tras el bochornoso empate 38-38 del 3 de diciembre pasado pese a los 75 votos.

Ya habían presentado los avales (se necesita un mínimo de siete) Claudio “Chiqui” Tapia, dirigente de Barracas central y representante del movimiento “Ascenso Unido”, su suegro Hugo Moyano, líder sindical de los Camioneros y presidente de Independiente, Nicolás Russo, titular de Lanús, e iban a hacerlo mañana Armando Pérez, presidente de Belgrano de Córdoba y Marcelo Tinelli, vicepresidente de San Lorenzo.

La gran clave de todo este escándalo reside en Zurich, en la sede de la FIFA, en la que su presidente, Gianni Infantino, deberá responder ahora si avala la nueva situación de la AFA (estatutariamente, se prohíbe cualquier intervención estatal, con suspensión de la afiliación de la federación, como ocurrió en los últimos tiempos con las de Indonesia, Kuwait y Benin), o si procede a desafiliar a la institución argentina, lo que acarrearía la inmediata suspensión de la selección argentina para participar de la Copa América Extra de los Estados Unidos, y la de la participación de Boca Juniors en la Copa Libertadores de América.

Si Infantino pasara por alto la situación, significará que tuvieron éxito las negociaciones que desde hace días entablaron primero Fernando Marín, titular del programa Fútbol Para Todos, y Juan Sebastián Verón (conocido de Infantino desde que fue jugador del Inter, club al que estuvo ligado el actual titular de la FIFA) y hasta se llegó a especular con que durante el fin de semana habría mantenido una teleconferencia con Suiza el propio presidente Mauricio Macri.

La IGJ comunicó anoche a la AFA mediante un documento, que el estado colocará dos nuevos veedores, el abogado Luis Tozzo y la escribana Catalina Dembitzky, por noventa días hábiles, que se podrían extender a otros noventa días de ser necesario, postergando las elecciones previstas para el 30 de junio próximo.

Estos dos veedores deberán controlar y organizar la AFA y se suman a los ya tres veedores existentes en el terreno contable, dispuestos en su momento por la jueza María Servini de Cubría, quien antes de viajar al exterior, elevó a su vez una carta a la IGJ dando vía libre para la intervención a partir de la causa que sigue por los manejos de los fondos del Fútbol Para Todos entre el Estado y la AFA durante los anteriores gobiernos nacionales.

Esta situación se sigue inscribiendo dentro del durísimo tironeo que generó el caos en diciembre pasado, durante la frustrada elección presidencial entre Marcelo Tinelli y el actual presidente de la AFA, Luis Segura.

Los clubes grandes y la “clase media” quieren organizar lo que dieron a llamar una “Superliga” dentro o fuera de la AFA si es necesario, mientras que los clubes chicos y del ascenso, ahora bajo el ala del moyanismo, sólo lo aceptan en el caso de que primero se vote al nuevo presidente el próximo 30 de junio, y no antes de esa fecha.

Los grandes, ahora avalados por el presidente de Boca Juniors Daniel Angelici, la voz de Macri en la estructura del fútbol, querían que se aprobara la Superliga antes de la elección presidencial, a sabiendas de que necesitan cuatro quintas partes de los votos (60 de 75) y no los pueden reunir.

Ante esta situación, recurrieron a todo tipo de vías para evitar llegar al 30 de junio sin la aprobación de la “Superliga”, como las frecuentes consultas a la FIFA o la apelación a los organismos estatales.

Por su parte, tras recibir la comunicación desde la IGJ, los clubes chicos, que son mayoría en las posibles votaciones, amenazan con aprobar esta tarde a las 18,30 en la reunión del Comité Ejecutivo de la AFA un cese de actividades de todo el fútbol argentino, no sólo las divisiones de ascenso sino la participación de la selección argentina en la Copa América de los Estados Unidos, a la que harían regresar inmediatamente.

Esto, a su vez, generaría un nuevo conflicto de inmediata repercusión internacional, aunque ya existe un antecedente de renuncia de una selección argentina a jugar una Copa América, cuando la AFA decidió no concurrir a Colombia 2001 por motivos de inseguridad, aunque en este caso, todo se desmadraría mucho más.

Junto a la selección argentina en Santa Clara, Los Angeles, se encuentran los dirigentes Juan Carlos Crespi y Claudio Tapia, uno de los candidatos a presidente de la AFA, y quien sería uno de los fogoneadores de la inactividad del fútbol argentino en todos sus estamentos mientras dure la intervención.

Todo se habría definido en la tarde de ayer, en una reunión en la que habrían participado el presidente Macri, Marín, el empresario Daniel Vila y la legisladora de la Ciudad de Buenos Aires Graciela Ocaña (Confianza Pública), una de las denunciantes del caso Fútbol Para Todos-AFA entre 2009 y 2015.

Entre las especulaciones, hay quienes sostienen que el verdadero propósito de Macri es introducir la posibilidad de las sociedades anónimas, un proyecto que ya había perseguido en la década del noventa, pero que encontró mucha resistencia del ambiente del fútbol.

El Estatuto de la FIFA, en el inciso “i” del punto 1 del Capítulo 13, en el apartado “Obligaciones de sus miembros” indica que las federaciones deben “administrar sus asuntos en forma independiente” y deben asegurarse de que “no se produzca ninguna injerencia por parte de terceros”.

En el punto 3 del Capítulo 13 se indica que la violación del apartado 1 letra “i” también puede entrañar “sanciones aún sin la injerencia de terceros”.

Es innegable que el fútbol argentino siempre tiene la capacidad de sorprendernos con algo nuevo, con un final cada vez más impredecible.

lunes, 30 de mayo de 2016

Simeone y Lanús



En el pasado fin de semana hubo dos definiciones futboleras que marcaron a los seguidores argentinos. Una, cruzando el Océano Atlántico, la ocurrida en Milán, el derby de Madrid de la final de la Champions League. La otra, por el torneo argentino entre Lanús y San Lorenzo en el Monumental.

Mucho en juego en ambos partidos, pero conceptos totalmente diferentes para analizar.
En San Siro, el Atlético Madrid tuvo la gran oportunidad de su historia, más allá de que ya había jugado otras dos finales europeas y en ambas había estado temporalmente más cerca de ganarlas que la del pasado sábado. Muchos conocen aquella pesada historia de aquella gaffe de Reina ante el Atlético Madrid en 1974 y el gol de Sergio Ramos, in extremis, en 2014.

En esta oportunidad, el Atlético se vio ampliamente superado en el primer tiempo ante un Real Madrid con muchas estrellas, que le marcó un gol enseguida (Ramos, nuevamente verdugo, estaba en fuera de juego) pero luego supo retener la pelota, hacer pasar el tiempo, y hasta llegó dos o tres veces con peligro hasta convertir a Oblak en figura.

Pero con el penal (que acabó fallando Griezmann) y su lanzamiento a buscar el empate en el segundo tiempo, el Atlético Madrid fue desnudando algunas carencias del entrenador rival, Zinedine Zidane, especialmente en los detalles que hacen la diferencia entre unos y otros.

El francés se equivocó dejando el terreno al Atlético y mucho más que eso, en los cambios que hizo y en el momento de llevarlos a cabo. Porque en una final, si se debe realizar un cambio obligado, como fue el caso de Danilo por Carvajal (lesionado), había que pensar bien cómo administrar los dos que quedaban. Y Zidane hizo ingresar a Isco, fresco pero sin el peso en la retención y el juego colectivo, por Toni Kroos, que era el gran distribuidor de los movimientos y con pases precisos. Y antes de que finalizaran los noventa minutos, hizo ingresar a Lucas Vázquez por Karim Benzema, lo cual podría ser aceptable pero no en ese instante.

Cuando llegó el momento del alargue, un Real Madrid que ya no tenía mucho resto (Cristiano Ronaldo jugó visiblemente disminuido, Gareth Bale y Luca Modric, acalambrados), tampoco tenía cambios en el banquillo. Y Atlético, que llegaba mejor posicionado en lo físico, con dos cambios aún por realizar, y psicológicamente mejor por el empate no tanto antes del final, lo tenía para rematar en esos treinta minutos.

Y es a este punto al que queremos llegar. El Atlético apostó más a esperar y a los penales, que a buscar decididamente el partido. Porque si bien Simeone es un gran entrenador, y no necesita muchas pruebas de ello visto lo visto de estos años del Atlético, también hay que señalar que en esta final de la Champions no tuvo la cereza del postre. Le ganó más la especulación, el conservadurismo, a la decisión. Fue más cálculo que arrojo. Y lo pagó caro en los penales, en los que pudo ganar también, pero ya todo era dividido. Un cincuenta y cincuenta contra setenta a treinta a favor en el alargue.

Y luego, aquellas declaraciones en la conferencia de prensa posterior, en la que volvió a ese discurso bilardista, pragmático  resultadista, que hasta minimizó su propio logro de haber llegado a la final de la Champions por segunda vez en tres años, con su propio esquema de trabajo.

No es cierto que sólo sirva el que gana. Hay miles de ejemplos que demuestran lo contrario pero el más claro abundó por las redes sociales de inmediato: si se hiciera una encuesta entre los futboleros preguntando por el Mundial de 1974, surgiría antes que todo, el recuerdo de “La Naranja Mecánica” de la Holanda de Cruyff, y hasta muchos más jóvenes deben creer que a la postre fue el campeón, aunque no lo haya sido. Del campeón real, en cambio, nos atrevemos a decir que no muchos se acuerdan.

En 1992, en el programa radial “Palo y Palo” que teníamos en FM Palermo, nos visitó un reconocido periodista, con quien debatimos, siendo nosotros muy jóvenes, acerca de esto mismo. El prestigioso colega sostenía que “la gente sólo se acuerda de los campeones” y nosotros comenzamos entonces a balbucear una delantera de Independiente de los años cincuenta: Micheli, Cecconatto….y el colega nos agregó con seguridad “Lacasia, Grillo y Cruz”.

En ese momento le dijimos que en verdad sí nos acordábamos de aquella delantera completa, pero pretendíamos que la dijera él. Porque aquella delantera de Independiente, aquellos cinco nombres mencionados, nunca habían ganado nada. ¿Entonces, por qué el ilustre colega, defensor de los “campeones”, se acordaba tan claramente de aquellos nombres?

En fin, historias hay muchas, pero hay una que también ocurrió en este pasado fin de semana, y es la correspondiente a la gran victoria de Lanús sobre San Lorenzo, que lo corona campeón argentino por segunda vez en su historia profesional, y por cuarta vez en su historia general, tomando los títulos internacionales.

No es que Lanús venció a San Lorenzo sino que lo vapuleó, no dejó ninguna duda sobre cuál equipo fue el mejor del torneo, el que tuvo un juego superior de principio a fin, y con un agregado: no se metió atrás cuando marcó su primer gol. Su rival, con carácter, y aún sin su jugador emblema, Néstor Ortigoza,  tuvo unos minutos (los últimos veinte del primer tiempo) en el que trató de empatar por todos los medios, y es lógico que en circunstancias del juego, un equipo lleve por delante al otro.

Pero bastó que se llegara al descanso para que Lanús volviera a mostrar sus intenciones de seguir atacando, de seguir queriendo tener siempre la pelota, de no conformarse con el segundo gol y buscar el tercero, el cuarto, los que fueran posibles. Es parte de una bendita afirmación de que al fútbol se juega para marcar goles, todos los goles posibles. El gol es la meta (incluso, es el significado de la palabra original “goal”, inglesa).

Lanús, en esta final del Monumental, probó que hay muchas habladurías que quedan sólo en eso para una final, como que los partidos de este tipo “se ganan, no se juegan” (como si para ganarlas no hiciera falta marcar goles, o jugar mejor que el rival, si fuera posible), o que tras un primer gol, hay que especular con el resultado (como intentó hacer el sábado el Real Madrid).

También Lanús demostró que se puede jugar con extremos y practicar un gran fútbol y además, obtener resultados.

Es decir, otra forma de ganar. Distinta, completa, y éticamente superior. Y por favor, no vengan ahora con la diferencia de presupuestos. Lanús tampoco tiene el de San Lorenzo.  


Es una cuestión de actitud.

domingo, 29 de mayo de 2016

La Champions le sienta bien al Real Madrid (Yahoo)




La Champions League parece hecha a la medida del Real Madrid. En una temporada desconcertante, que comenzó de la peor manera, y hasta con cambio de entrenador al promediarla, lo que implicó también un cambio de sistema y hasta de manejo de vestuario, el club blanco fue creciendo en su seguridad y ayudado por su eterna fortuna en los sorteos de la UEFA, pudo llegar a la final de la copa europea y finalmente, ganarla.

No puede decirse que esta temporada, el Real Madrid haya sido un equipo regular o que nos haya encandilado con su funcionamiento, pero también está lejos de ser un equipo contra el que se pueda salir a jugar con la tranquilidad de que se le ganará con facilidad. Todo lo contrario.

El Real Madrid cuenta con una plantilla de excelentes jugadores a los que Rafa Benítez, el entrenador elegido por el presidente Florentino Pérez para esta temporada (así como decidió no renovar el contrato anterior de Carlo Ancelotti, ganador de la Décima en 2014), no supo sacar su mejor rendimiento y ya estaba defenestrado el día de la categórica derrota ante el Barcelona por la Liga 0-4 en el Santiago Bernabeu.

Así fue que Pérez acudió a una estrella de la casa, Zinedine Zidane, ayudante de Benítez que no había tenido ninguna experiencia como entrenador de Primera División y éste, de a poco, fue cambiando cuestiones básicas, sencillas, pero de tremenda importancia, como otorgar seguridad en condición de local, no dar atosigantes indicaciones que molestan a los jugadores, y se fue ganando al vestuario con humildad, sin tener que sacar a relucir su pasado glorioso con el balón en los pies.

Con el temible ataque de la BBC liberado, sin las presiones anteriores, y aunque en algunos partidos no se comprobó demasiado aceitado el funcionamiento colectivo, también fue mérito de Zidane cambiar al único sector de la cancha en el que el equipo demostraba problemas, el mediocampo.

Zidane tomó una medida drástica pero necesaria, y no le tembló el pulso. Quitó de la titularidad tanto a Isco como a James Rodríguez para liberar a Toni Kroos más cerca de los delanteros, y dejar ahora a Casemiro como mediocentro puro, función que el alemán nunca sintió.

Pese a todo, el Real Madrid no parecía candidato a ganar esta Champions, cosa rara tratándose de un club con tanta historia en esta competencia, pero las irregularidades y los cambios de la temporada no hacían pensar en otra cosa.

Llegó casi por inercia a los cuartos de final y allí, como tantas otras veces, desafiando casi a las leyes de la probabilidad, el Real Madrid se vio favorecido ampliamente, teniendo al Schalke 04 como rival y definiendo en el Bernabeu, y lo mismo en semifinales contra otro conjunto irregular como el Manchester City, que además participaba ya sabiendo que su entrenador Manuel Pellegrini se iría al final de la temporada, igual que muchos de sus jugadores.

De repente, los blancos se vieron en la final, con la Copa del Rey dejada atrás hace muchos meses, y la Liga peleada más por un bajón del Barcelona que por regularidad propia.

Enfrente, un Atlético Madrid cada vez más sólido, con un duro y constante trabajo de Diego Simeone, ajustando cada vez más las piezas de un entramado que conoce a la perfección pero que tiene un punto débil: apostar al error adversario, porque en el fútbol, el gran problema de la dependencia táctica ocurre cuando el rival no se equivoca, o cuando cuenta con mejores herramientas técnicas para administrar el balón.

El Atlético Madrid es un equipo que se siente más cómodo cuando sale con el resultado a favor, cuando puede utilizar el contragolpe, o cuando enfrenta a equipos de menor valía técnica. En todos esos casos, aprovechar el error y marcar con espacios puede ser esperable y por eso, con su orden táctico, llegó tan lejos con mucho mérito.

Pero en la final de Milán no pudo desarrollar su juego. Se encontró con un Real Madrid que sin ser brillante y con un Cristiano Ronaldo sensiblemente disminuido, tuvo la confianza para disponer del balón, ponerse en ventaja (con un gol en fuera de juego de Sergio Ramos) y luego, conservarlo por casi toda la primera parte.

Cuando los blancos cambiaron su esquema y decidieron retroceder y darle espacios al Atlético apostando a los espacios para aprovechar la potencia de la BBC, hicieron crecer a los de Simeone, que no sólo fallaron extrañamente un penal por parte de Griezmann (tal vez, un presagio), que era posible acercarse de lleno hasta Keylor Navas.

Zidane, sereno pero claramente en su primera temporada como entrenador de una magnitud importante, se equivocó en medir los cambios. Obligado a uno en la primera parte por lesión, que de por sí le varió el esquema (Danilo por Carvajal), no sólo no esperó para el siguiente, sino que al quitar a Kroos, que era el mejor jugador hasta entonces con el portero Oblak (fundamental para que la diferencia en el marcador no fuera bastante mayor) y colocar a Isco, ya su equipo no tuvo el mismo peso y le costó sostener el partido.

En cambio, Simeone sí acertó al colocar a Ferreira-Carrasco, quien cambió parte del paisaje y empató la final cuando no faltaba tanto para que concluyeran los noventa minutos.

Luego, en el alargue, parecía que todo se daba vuelta. El Atlético no sólo llegaba psicológicamente más arriba que el Real Madrid, por el empate alcanzado, sino que disponía de dos cambios más contra ninguno de su rival, en el que varios jugadores, especialmente Modric y Bale, se mostraban exhaustos.

Pero el Atlético siguió fiel a su libreto tradicional. Mantuvo el tipo, la máquina del sistema no hizo cambios, no arriesgó lo suficiente acaso apostando a los penales, y en la lotería de los mismos, como en todo lo que tuvo que ver esta temporada con el azar, no sólo Real Madrid se quedó con la undécima Champions, sino que hasta se dio el lujo de que fuera su goleador y estrella, Cristiano Ronaldo, quien convirtiera el remate del título.

En tiempos de dominio futbolístico y cultural del Barcelona, haber ganado dos Champions en tres años, no está nada mal y menos, en una temporada que venía tan mal proyectada.

Es que la Champions parece hecha a la medida del Real Madrid. Y Mil´çan fue un nuevo testigo de ello.


domingo, 22 de mayo de 2016

El Barcelona recién apareció en el alargue (Yahoo)




El Barcelona consiguió el segundo doblete consecutivo (Liga Española y Copa del Rey) pero recién cuando pasen los años y quede asentado en las estadísticas, se olvidará todo lo que le costó la final de la Copa ante el Sevilla en el Vicente Calderón, que acabó definiéndose en el alargue.

Parecía que el Barcelona repetiría en esta temporada todo lo bueno de la anterior, pero la plantilla sufrió un desgaste importante desde lo físico y futbolístico porque ha sido corta y los refuerzos no rindieron lo esperado.

Esto generó que además de la eliminación de la Champions League ante el Atlético Madrid en los cuartos de final, sufriera en una Liga que parecía ganada muy pronto, como en la Copa, en una final muy pareja en la que hasta ha sido superado en el porcentaje de posesión de pelota ante un muy buen Sevilla.

Durante los noventa minutos de la final de la Copa, el Sevilla dio siempre la sensación de mayor solidez que un Barcelona que evidenció un notable desgaste por una larguísima temporada ante un rival andaluz que llegaba de ser campeón de la Europa League en una final con remontada ante el Liverpool en Basilea, para consagrarse por tercera vez consecutiva.

Pero además, el Sevilla ya complicó al Barcelona en varios de los enfrentamientos de la temporada. Comenzó con un 5-4 para los azulgranas en Tibilisi por la Supercopa de Europa, que parecía una goleada muy fácil para los de Luis Enrique y casi acaba en una pesadilla.

Tampoco le resultó nada fácil el partido en el Camp Nou por la Liga, en el que el Sevilla dominó por momentos y complicó a los locales, y mucho menos la final del domingo pasado en Madrid, al punto tal de que al forzar la expulsión de Javier Mascherano como último hombre para detener a Kevin Gameiro, los andaluces quedaron con un jugador de más cuando quedaba casi una hora de partido, aunque no pudieron terminar de explotar la situación a su favor.

Tuvo que aparecer Lionel Messi (que caminaba los campos de juego de manera creciente en el final de la temporada, acaso graduando su físico para hacer frente a los compromisos que le esperan por la próxima Copa América Extra de los Estados Unidos con la selección argentina) con un genial pase para que Ever Banega cometiera una falta en el final del partido, y se fuera expulsado en su despedida del Sevilla (fue fichado por el Inter) para que todo se volviera a equilibrar en el tiempo suplementario.

Y allí sí emergió el Barcelona, ya en igualdad de condiciones y mucho cansancio de los dos equipos, en casi todo su esplendor. Andrés Iniesta, eje del juego azulgrana con su notable talento para realizar siempre lo que más conviene con una enorme simpleza, los laterales Daniel Alves y Jordi Alba, potenciando el ataque, Gerard Piqué, con una total firmeza en el fondo para contener primero a Iborra y luego la altura de Fernando Llorente, y Messi, para colocar no sólo las dos estocadas de los goles (los dos pases magistrales, largo hacia Alba y corto hacia Neymar) sino que obligó a muy importantes estiradas de Sergio Rico, el portero del Sevilla.

Más que nunca en partidos como éstos, queda claro lo corto del plantel del Barcelona. Con apenas dos jugadores de recambio en la defensa (Mathieu y Bartra), y dos en el medio (Rafinha, que no acaba de llegar al nivel de sus compañeros, y Sergi Roberto), sufrió cuando se fue expulsado Mascherano y cuando se lesionó Luis Suárez, obligado a cambiar el esquema. Pero sus cracks aparecieron en el momento justo.

Las lágrimas de los jugadores del Sevilla se pueden entender por la frustración de haber perdido una final cuando estuvieron tan cerca de ganarla, y ante un equipo como el Barcelona, que no ofrece facilidades en definiciones como ésta. Pero para el equipo andaluz ha sido otro año muy exitoso a partir de un plantel ya consolidado y competitivo, con un gran trabajo de su entrenador, Unai Emery.

La remontada ante el Liverpool en la final de la Europa League ha sido notable por dos hechos salientes: porque se trató de un rival muy potente, que ha hecho un gran torneo europeo y que evidencia un enorme crecimiento desde la llegada del alemán Jürgen Klopp al banquillo, y porque tras el final de la primera parte en Basilea, la sensación era que perdería por mucha diferencia y al minuto de la segunda ya había logrado equilibrar gracias a las palabras de su entrenador en el entretiempo.

Si sumamos al Barcelona y al Sevilla que el próximo fin de semana en el San Siro de Milán, Real Madrid y Atlético Madrid definirán la Champions League, y la campaña hecha por el Villarreal en la misma Europa League, en la que llegó a semifinales, puede decirse que el fútbol español goza de muy buena salud.



miércoles, 18 de mayo de 2016

En la AFA, hasta la posible ruptura es confusa (Jornada)



Ni el tiro del final, parece que le va a salir a la AFA con alguna claridad. A punto de producirse una ruptura que tiene antecedentes muy antiguos (se parece mucho a la de 1926, cuando tuvo que mediar el presidente Marcelo T de Alvear), la reunión del Comité Ejecutivo de anoche finalizó sin que se sepa si la mayoría de los clubes grandes (Boca, River, Racing y San Lorenzo) ,y afines, seguirán formando parte del organismo futbolístico argentino o si emigrarán hacia la declamada Superliga.

El cónclave, que se llevó a cabo en el predio que la selección argentina tiene en Ezeiza, no tuvo una definición porque ninguno de los dos sectores en permanente conflicto pudo alcanzar los votos necesarios para imponer una postura u otra.

De los 44 asistentes, se necesitaban 33 votos y como nadie alcanzó esa cifra, todo acabó sin definición, por más que, como tantas otras veces, el vocero de la AFA, 
Ernesto Cherquis Bialo, buscara transmitir un cierto mensaje de concordia, apelando a un acuerdo demasiado básico: que todos quieren que haya una Superliga.

Pueden quererla, pero aquí el problema es otro y mucho más grave: los clubes chicos no quieren quedar fuera del gran reparto y saben que en una convocatoria a una Asamblea de 75 miembros, tienen las de ganar porque cuentan con más votos, y por otro lado, cuentan con el poder sindical y político que les da la cobertura del presidente de Independiente, Hugo Moyano.

Y los grandes (salvo Independiente), que se saben muy posiblemente derrotados en la Asamblea, no aceptan la democrática votación que les pondría una cantidad de condiciones que no están dispuestos a llevar a cabo y por eso están dispuestos a tomar sus petates y armar una Superliga de menos equipos, por fuera de la AFA aún cuando saben que hay cuestiones importantes que resolver y que salvo que lo hayan consensuado previamente con el presidente Mauricio Macri, quedarían en una delicada situación.

En concreto, todo se disfrazó de la fecha en que debe decidirse la Superliga de marras. Los clubes grandes querían que fuese el 9 de junio, cosa de adelantarse y no depender de las elecciones presidenciales de AFA previstas para el 30 de ese mes, mientras que al contrario, los chicos quieren que todo sea el mismo día, a sabiendas de que cuentan con más votos y que hasta podrían imponer a Moyano como titular de una AFA que tendría bajo su cobijo a la Superliga.

La gran pregunta viene de semanas atrás y pasa por saber en concreto qué es lo que dialogaron a solas Macri con los dirigentes de los clubes grandes. Porque éstos se exponen, de lo contrario, a que la FIFA no acepte la Superliga por ser la AFA la afiliada directa, a través de la Conmebol, y porque también cabría la chance de que ante la falta de la mayoría de clubes que mueven el fútbol y la economía de la AFA, el Gobierno ya tenga como plan la intervención, aunque a su vez esto podría ocasionar la desafiliación porque el estatuto de la FIFA no acepta intromisiones de los estados en el fútbol.

Son demasiadas cuestiones para resolver en pocos días, porque aunque anoche no hubo definición, los días pasan y los plazos se acortan para un lado y para el otro y está claro que los acuerdos no llegan.

Por otra parte, los clubes grandes se dieron el lujo de traer a la Argentina al presidente de la Liga de Fútbol profesional (LFP) de España para que explicara este modelo “exitoso”, que en realidad lo es mucho más por la competitividad de algunos equipos que ganan títulos continentales que por la propia liga local, y hasta aconsejó vender derechos de TV en conjunto cuando en la Argentina esto ya se hace (de hecho, así ocurre con el Fútbol para Todos) y en España justamente no se llevaba a cabo hasta que ahora, por fin, y por querer competir con la Premier League inglesa, se están animando a desarrollarlo.

Es tal el apuro de los clubes grandes por cerrar esta etapa, en la que no están dispuestos a someterse al voto de la Asamblea, que ni siquiera repararon en que el fútbol español es mucho más federal, el país es de un tamaño bastante menor que la Argentina y las distancias, más cortas, que la TV en España invierte muchísimo más dinero (el propio Tebas manifestó que lo máximo que podría recaudar el fútbol argentino sería 400 millones de dólares contra los 1600 que recauda la LFP) y que salvo cuatro equipos, los otros dieciséis de la Liga Española son sociedades anónimas y que el control que ejerce la UEFA sobre las ligas europeas es férreo y hay equipos que se han quedado fuera de competencias internacionales por no tener las cuentas al día.

No importa nada, ni siquiera que Tebas es un acérrimo enemigo del presidente de la Federación Española, Angel María Villar, casi un hermano mellizo del fallecido Julio Grondona en el mundo del fútbol, y que el invitado titular de la LFP fue socio de Marcelo Tinelli en la frustrada experiencia del Badajoz hace quince años.

Aún con lo imprevisible de este escenario del alocado fútbol argentino, en el que ciertos dirigentes de clubes grandes dicen ser renovadores pero se quejan de los árbitros designados o buscan sacar partido de cualquier decisión que favorezca a su equipo en los escritorios, hay muy poco de novedad.

Desde siempre, la historia de la AFA, entre otras cuestiones, fue la de la lucha de los clubes grandes contra los clubes chicos y si los grandes tuvieron primacía en los primeros años del profesionalismo, fue porque sus votos contaban más que los otros, por una cuestión de representatividad. Los chicos, en cambio, sostuvieron siempre que la democracia es que cada uno tenga un voto.

En otras palabras, los clubes grandes sostuvieron la tesis de la Cámara de Diputados (votos por representación popular) y los chicos, por la de Senadores (votos por Provincia), y entonces siempre fue un asunto de nunca acabar, aunque unos y otros tengan demasiado poco lugar para pensar en una AFA federal y con una estructura acorde a la realidad argentina.

No parece haber tiempo para eso. Hay demasiados intereses en juego.
Carlos Peucelle, ex crack y autor del magnífico libro “Fútbol Todotiempo”, solía decir que “lo que ví antes, ya no lo veo Todo lo que veo, ya lo ví”.

Mucho de esto ocurre en esta AFA en la que todo puede pasar, especialmente después de aquel tremendo papelón del 38-38 del 3 de diciembre pasado.

La muerte de Julio Grondona podría compararse políticamente con la del Mariscal Tito en Yugoslavia. Bastó que muriera para que todo se rompiera en mil pedazos.


No es que Grondona haya sido un santo ni mucho menos, pero en la AFA, según parece, siempre se puede estar peor. O mucho peor.

domingo, 15 de mayo de 2016

Por qué el Barcelona fue campeón de Liga (Yahoo)




A falta de ocho jornadas, cuando parecía que sólo se jugaba por el segundo puesto, el Barcelona empató en su visita al Villarreal 2-2. No era un mal resultado, pero sí aparecían algunas luces rojas sobre cómo gestionar las dos competencias al mismo tiempo, la Champions League y la Liga Española.

Tampoco parecía demasiado importante, esta vez, el Clásico ante Real Madrid como local. La distancia de diez puntos y el average a favor no generaban demasiados problemas y daba para jugarlo con tranquilidad, pero el 1-2 final fue generando una pequeña crisis en el juego y en la confianza y eso se rubricó con el 1-0 en contra ante la Real Sociedad en el siempre complicado escenario de Anoeta y ya con la eliminación de la Champions en la mano y el 1-2 ante el Valencia pareció anunciar una temporada a punto de perderse.

Y allí es que no fue falso lo que dijo su capitán, Andrés Iniesta, en el propio césped del Camp Nou al caer ante el Valencia: “Ya no hay margen para más errores”. En apenas tres días, el Barcelona rectificó el rumbo y el resultado está a la vista: en los últimos cinco partidos de la Liga, la diferencia de 24-0 habla por sí mismo.

El Barcelona recuperó la memoria y volvió a ser aquel de casi todo el trayecto en un torneo que si algo premia es la regularidad, la constancia, al equipo que más ha rendido a lo largo del torneo, y ese fue, sin dudas y pese a un bache de pocos partidos, el Barcelona.

El Barcelona sólo compartió liderato, ya sea con el Real Madrid o con el Atlético (que su tercer puesto finalmente queda para la estadística como una campaña más cuando no lo fue y estuvo a punto de ser subcampeón y hasta pudo haber ganado la Liga) hasta la jornada 11, pero la clave del título estuvo en la siguiente, la 12, cuando aún sin Lionel Messi, quien comenzó casi sin jugar por una larga lesión que explica en buena manera por qué no ha peleado por el Pichichi, pasó por encima al Real Madrid que por entonces dirigía Rafa Benítez con un inapelable 0-4 en el Santiago Bernabeu.

La distancia entre ese Barcelona y aquel Real Madrid fue tan sideral, que aunque llevaba pocos meses de trabajo, Benítez supo en el vestuario después del partido, que sus días estaban contados porquie su situación se tornaba insostenible.

Desde allí en adelante, el Barcelona adquirió una regularidad imposible de sostener. Lo intentó el Atlético de todos modos, y de manera loable. El Real Madrid fue siempre el tercero en discordia pero sin dar nunca una imagen de solidez, especialmente porque tuvo que atravesar una etapa de transición no sólo con el cambio por Zinedine Zidane en el banquillo sino por el cambio de sistema en el medio, ahora con Casemiro como mediocentro, y Kroos como enlace con el ataque.

Hasta parecía una liga aburrida, de la que todos conocíamos el final demasiado pronto, a muchas jornadas del final. Pero el Barcelona trastabilló y dio la posibilidad a que los dos perseguidores se acercaran hasta cambiar en el momento justo.

Este Barcelona no fue brillante, pero sí sólido, con una buena defensa, un mediocampo que ahora es apenas una fase de transición hasta que la pelota llega a los tres atacantes sudamericanos, y éstos se encargan, en un enorme porcentaje de finiquitar las jugadas.
El eje de este Barcelona de los dos últimos años es, sin dudas, el Tridente compuesto por Lionel Messi, Luis Suárez y Neymar Jr así como en tiempos de Josep Guardiola-Tito Vilanova fue el mediocampo con Xavi Hernández, Sergio Busquets y Andrés Iniesta.

Si entre 2008 y 2012 lo que importaba era la posesión, el juego horizontal y el corte rápido para la definición, ahora lo que más importa es que el medio encuentre el hueco para que los tres matadores liquiden el pleito.

Puntos fundamentales fueron el nivel mucho más alto de Iniesta respecto de la temporada pasada, un Messi diferente que entendió que por primera vez desde su llegada a Primera (salvo en tiempos de Samuel Eto’o), hay alguien capaz de definir cada jugada de manera implacable hasta convertirse en el mejor delantero del mundo (Suárez) y decidió generosamente jugar para él.

Un Messi que sigue siendo un genio capaz de frotar la lámpara para lujos increíbles, pero quien también dosifica los esfuerzos como nunca y dentro mismo del campo de juego, desapareciendo por muchos minutos de varios de los partidos.

También se trató de un Barcelona sin mucho recambio,  con una plantilla muy corta. No pareció acertada la política de los fichajes para enero de Arda Turan y Aleix Vidal, no tuvo regularidad Vermaelen en el fondo, padeció la larga lesión de Rafinha y no tuvo sustitutos de nivel en el ataque.

Aún así, el Barcelona fue justo campeón, y aunque no repetirá la increíble temporada pasada, aún puede ganar el doblete si supera al Sevilla en la final de la Copa del Rey en el Vicente Calderón.

No es poco para un club que sigue acostumbrado a ganar y que ya lleva seis de las últimas ocho ligas. Cuando pase el tiempo, muchos recordarán estos tiempos con añoranza.



domingo, 8 de mayo de 2016

La huella de Simeone (Yahoo)



Cuando pasen los años y se revisen las estadísticas de la actual Liga Española que está llegando a su fin la próxima semana, los números fríos dirán que la ha ganado el Barcelona o en su defecto, el Real Madrid. Es decir, algo similar a lo que vino ocurriendo casi siempre en los últimos años.

Lo mismo podría ocurrir si el 28 de mayo en el estadio Giuseppe Meazza, Real Madrid le ganara la final de la Champions League al Atlético Madrid, tal como ocurriera hace dos años en Lisboa.

Sin embargo, quien siguió las competencias de los últimos años, tanto la Liga como la Champions, sabe que las cosas no fueron así, que no fueron tan lineales y que entre el Real Madrid y el Barcelona, con presupuestos mucho mayores y otro poderío institucional, se coló el Atlético Madrid, peleando palmo a palmo por los títulos español y europeo.

El Atlético resignó a una jornada del final de la Liga, el segundo lugar a manos de su rival de la final de la Champions y vecino de ciudad, el Real Madrid, tras haberlo superado en casi todo el transcurso del torneo y haberle ganado en el average, es decir que en el caso de que hubiesen tenido que definir el título entre ambos, los rojiblancos habrían sido campeones pero no todo termina allí.

Hasta la anteúltima jornada, Atlético llegaba igualado en puntos con el Barcelona y sólo quedaba segundo por el average, en una campaña excepcional que en otras temporadas anteriores tal vez hasta le podría haber valido un título.

Atlético Madrid tuvo una semana agridulce porque si bien quedó ya sin chances en la Liga tras caer sorpresivamente ante el descendido Levante, ha logrado el objetivo mayor, que es la clasificación para la final de la Champions League aún habiendo caído 2-1 en el Alianz Arena ante el Bayern Munich, en un durísimo partido.

La altísima posesión de pelota por parte del Bayern y su total dominio en la primera parte, sin embargo, no lograron sacar la enorme ventaja que merecía porque el Atlético no lo dejó entrar casi nunca con claridad a su área gracias al tremendo trabajo defensivo de sus cuatro zagueros y del extraordinario desempeño de su portero Oblak.
Y cuando tuvo la mínima chance de empatar, lo hizo a través del gran momento que vive el delantero francés Antoine Griezmann, de gran contundencia y después de una muy buena asistencia de Fernando Torres.

Se ha debatido mucho sobre el aporte del sistema del Atlético Madrid al fútbol. Muchos consideran que al no haber casi nada de estética en su juego y demasiado de utilidad, no merece el mismo respeto que el de aquellos equipos que se brindan para el espectáculo como el mismo Bayern o el Barcelona (a los dos los eliminó el equipo de Diego Simeone en esta Champions).

En este sentido, creemos que primero habría que plantearse qué significa jugar bien y qué creemos que es el fútbol. Si se trata de un deporte profesional en lo que vale ganar sin importar demasiado las formas, entonces es claro que lo del Atlético es sensacional por todo lo conseguido desde la llegada como entrenador de Simeone desde 2011.

Si en cambio, el fútbol tiene una importante parte de estética al tratarse de un espectáculo por el que mucha gente paga por ver, ya sea asistiendo a los estadios o como consumidor ante la TV o aplicaciones varias, entonces el aporte del Atlético habrá sido muy escaso y hasta muy discutible al negar muchos aspectos del juego, de la diversión, para centrarse en errores del rival o aprovechar ocasiones cuando se presenten.

Lo que sí resulta claro es que desde la llegada de Simeone al Atlético, un equipo que se debatía en una zona gris de la Liga, sin mucho panorama para el futuro, las cosas cambiaron mucho y de a poco, fue armando un plantel ganador, con solidez y cada vez con mayor rendimiento colectivo.

Tal vez confundan algunos gestos del propio Simeone, como mencionar que sus equipos juegan “con el cuchillo entre los dientes” o por hacer algunos gestos antes de los partidos o durante los mismos, que pueden desviar la atención hacia detalles menos interesantes y si se quiere, más burdos.

Pero lo que debe quedar claro es que este Atlético Madrid es producto de un gran trabajo, de un gran sistema táctico y del aprovechamiento integral de cada uno de los jugadores que componen el plantel rojiblanco.

No se llega a ganar una Liga y a pelear otras ante dos potencias como Barcelona y Real Madrid, ni se llega a dos finales de Champions en tres temporadas, de pura casualidad. Más bien, al contrario, a causa de mucho trabajo y de mucho conocimiento.


Simeone lleva diez años en su experiencia como entrenador y apunta todavía más alto. Sin dudas ya se encuentra en la élite del fútbol y los seguidores del Atlético recordarán estos años como un gran tesoro. Y eso no lo puede alterar un resultado más o uno menos.

miércoles, 4 de mayo de 2016

Bayern Munich, Atlético Madrid, cuestión de filosofías



Por un lado están los resultados y en este punto, es indiscutible. Pasó el Atlético Madrid en el Allianz Arena de Munich. El dato es implacable y queda poco por decir. 

Es remitirse a las pruebas de un equipo utilitario al máximo, que saca partido de una gran defensa, muy organizada, y que se cierra notablemente. Y que saca provecho de cada error de sus rivales, y mata a la contra, o gana los que debe ganar cuando el que está enfrente tiene menos equipo.

Del otro lado está el juego, el hecho estético del fútbol, lo que representa el Bayern Munich, como también, hoy en menor medida (salvo por Andrés Iniesta y el genio de Lionel Messi, y compañía), antes, hace tres años para atrás en mucho mayor, el Barcelona. Equipos que además de obtener muy buenos resultados, dejan algo, despiertan ilusión por verlos jugar, admiración por muchas jugadas, goce con muchos de sus movimientos.

Hay un quiebre en la defensa de unos u otros. Y ese quiebre está dado mucho más por los cambios sociales generados en estos últimos años, con el tardo-capitalismo, que exacerba a ultranza al ganador y deja de lado al resto, algo execrable en el deporte: el hacer entender que sólo sirve o vale el primero, el que gana, y que el resto sirve de muy poco, casi nada, o directamente nada.

Ese exitismo, al que contribuye mucho la prensa especializada, es el que en buena medida fue influyendo para que enorme cantidad de espectadores y seguidores del fútbol se fueran recostando en la necesidad de ganar a cualquier precio o bajo cualquier factor, en una especie de “todo vale” dentro del reglamento y hasta a veces bordeándolo, aunque sin caer fuera de él (en la Argentina, conocemos casos en los sesenta que hasta casi se han colgado del otro lado de la raya).

En el último cuarto de siglo, la tendencia a aceptar que el único objetivo pasa por ganar, fue negando un hecho demasiado elemental: el fútbol profesional es un espectáculo pago, por el que hay que dar algo a cambio del que está del otro lado, sean tribunas o televisores. Eso, es lo que lo diferencia del aficionado, que puede hacer lo que quiera porque no debe ningún tipo de respuesta a nadie. Lo juega por libre albedrío.

Sin embargo, la industria del fútbol fue generando consumidores, y esos consumidores (por usar un término marketinero, siguiendo con la tendencia del tardo-capitalismo) exigen “algo” más que ganar, si bien los aficionados a un determinado equipo, en un porcentaje creciente, se van despojando de esta pretensión para poder conseguir el objetivo final, el mismo que exige el sistema de vida: ser exitosos, ganar algo, tal vez para superar lo que una vida lineal no lo permite.

Por todo esto, creemos que primero hay que establecer qué es el fútbol hoy y qué es lo que pretendemos, para definir qué es el éxito o qué significa jugar bien.
La distorsión entre lo que persigue el Atlético Madrid, que busca resultados, y lo que busca este Bayern o todos los equipos de Pep Guardiola, el juego, es enorme. Unos, los primeros, apuntan al fin en sí mismo. Los otros, los segundos, al camino para llegar a ese fin. No sirve demasiado el fin sin el camino.

Nosotros sostenemos lo segundo, que no sirve de nada ganar sin jugar primero, sin pretenderlo. Salir a buscar el error del rival es reglamentariamente válido pero en todo caso, no parece tener demasiada relación con “jugar”. Tal vez, mucho más con “trabajar”.

Por eso, el análisis del partido de ayer en Munich pasa por el tamiz de la filosofía de quien opina.

Para nosotros, fue un partido entre dos sistemas convencidos. Uno, atado al resultado de cualquier modo, desinteresado por la pelota y el juego en sí, por lo lúdico (el Atlético Madrid), y el otro, buscando por todos los medios atacar, con su sistema habitual.

Lo que sí hay que resaltar, en esta referencia al Bayern, es que pese a todos los elogios de la prensa (que son extensibles a esta columna en cuanto a la idea madre), los alemanes no jugaron el partido tan brillante que se dice, sino que lo hicieron bien, con mucha intensidad, buscando como buena salida los remates de media distancia, pero éstos fueron un reflejo de lo que les costó atravesar a la última línea madrileña y llegar a colocarse mano a mano con el arquero Oblak pese a utilizar un ataque con dos centrodelanteros.

A propósito, uno de ellos, Tomas Müller, independientemente del penal fallado (en realidad, brillantemente atajado por Oblak), no tuvo un gran desempeño, acaso afectado por la circunstancia de la gran oportunidad perdida.

El Bayern, como en toda la temporada, volvió a tener el mismo problema ante el Atlético: no reflejó en el marcador la enorme distancia de posesión de pelota y de dominio, porque tiene menos gol que en años anteriores, y porque le faltan algunos jugadores clave (Robben) y otros no están al cien por ciento (Ribéry, Javi Martínez).
Pero también hay que señalar que el gol del Atlético, mucho más allá de la enorme contundencia del equipo de Diego Simeone, es producto de la descompensación del Bayern cuando se lanzó al ataque con todo lo que tenía.

Por el lado del Atlético, muy difícil analizar lo que no juega y sí trabaja. Lo hizo bien y ganó. ¿A quién le interesa saber el cómo? Ganó, y ya está.

Casi se podría decir que si lo que importa es ganar, sería cuestión de no sufrir, sino desplegar el diario al día siguiente, o entrar a algún sitio web cuando acabe el partido, enterarse del resultado, y listo. Salvo que el sufrir, esa adrenalina, sea parte del “viaje” hacia el “éxito”.

Cuestión de filosofías, una vez más.



domingo, 1 de mayo de 2016

España domina el fútbol europeo (Yahoo)




No parece que sea casualidad. La chance de que las dos finales de los torneos europeos sean disputadas por los dos equipos españoles, en cada una, no sólo siguen intactas cuando ya pasaron los partidos de ida de semifinales, sino que aumentó a partir de los resultados obtenidos por los cuatro representantes.

Esto indica, contrariamente a lo que muchos sostienen, un indudable signo de salud por parte de la Liga Española, pese a que no es la que más fondos dispone para la competencia y a que tampoco la distribución de esos fondos es lo más democrática posible.

Sin embargo, los clubes españoles han demostrado un absoluto poderío en los torneos que disputan.

En la Champions League, el Atlético Madrid, que ya en cuartos de final, como hace dos temporadas, eliminó nada menos que al Barcelona, ahora consiguió un excelente resultado en el Vicente Calderón ante el Bayern Munich, acaso el equipo a vencer en esta temporada, al ganarle no sólo sin recibir tantos en su propia portería, sino que la diferencia pudo ser mayor, para sorpresa de muchos analistas.

Se trató de un partido extraño, especialmente en la segunda parte, porque el dominio territorial de los alemanes fue casi absoluto, pero siempre quedó la sensación de que el Atlético estuvo más cerca del segundo gol que el Bayern del empate y prueba de ello es el remate en el palo de Fernando Torres, en una jugada que hizo recordar a sus mejores tiempos, al inicio de la primera década del siglo XXI.

El notable gol del Atlético fue convertido por un joven de gran futuro, Saúl Iñiguez, luego de un bonito recorte y un remate muy bien colocado al segundo palo de Manuel Neuer.

Es cierto que el Bayern ha llegado a remontar un partido muy difícil ante la Juventus en octavos de final, estando dos goles abajo, pero su gran desafío será poder traspasar la valla, el sistema táctico y el carácter aguerrido de los de Diego Simeone, que vienen cumpliendo un ciclo excepcional, uno de los mejores de su historia.

El Atlético tiene un gran mérito porque además de llegar con chances ciertas a Munich, sigue peleando el liderato de la Liga ante el Barcelona, sin ceder un ápice, y a sólo dos jornadas para el final, algo muy meritorio si se toma en cuenta la diferencia de presupuesto entre ambos.

Pero el Atlético no es el único. Un Real Madrid que a esta altura para la gran mayoría iba a estar fuera de todo, tiene ahora la chance de definir su pase a la final de la Champìons en el Santiago Bernabeu ante el Manchester City luego de haber sacado un aceptable empate, en un apenas discreto partido, en el Etihad Stadium ante el equipo de Manuel Pellegrini.

Real Madrid se encuentra en una dinámica ganadora tanto en el frente de la Champions, en el que busca afanosamente llegar a la final de Milán en busca de la Undécima, como en la Liga, en la que remonta o gana los partidos, en muchos casos sin alguno de sus delanteros principales, como en el difícil terreno de Anoeta (vaya si lo sabrá el Barcelona), donde sobre el finaol acabó venciendo a la Real Sociedad gracias a la potencia y el gran cabezazo de Gareth Bale, y sin la presencia de Cristiano Ronaldo, con el que hay dudas sobre sus posibilidades físicas justo en el momento clave de la temporada, ni Benzemá, es decir dos de los tres integrantes de la BBC.

Pese a estar a sólo un punto de distancia de los líderes Barcelona y Atlético, el Real Madrid sabe que la Liga parece bastante difícil porque quedan seis unidades en juego, y el average no lo favorece ante ninguno de los dos rivales, por lo que prácticamente se encuentra a dos puntos de distancia..

De cualquier modo, la recuperación del equipo ha sido notable desde la llegada de Zinedine Zidane al banquillo, especialmente por no confundir a los jugadores con demasiados conceptos tácticos, haberles dado confianza en el vestuario con simpleza en el discurso, y al haber acertado con la titularidad de Casemiro como mediocentro, aunque eso significara cargarse a James Rodríguez y especialmente a Isco, valorado por la afición blanca.

En la Europa League, las cosas no son muy diferentes. El Sevilla, bajo la muy buena gestión de su entrenador Unai Emery y con excelentes jugadores en todos los puestos, se encamina a su tercer título consecutivo tras llevarse un muy buen empate 2-2 ante el Shakhtar Donetsk.

Los andaluces se lo juegan todo para estar en Europa en la temporada siguiente para lo cual necesitan clasificarse a la final, en la que bien podrían tener que definir ante sus compatriotas del Villarreal, que llegan al partido revancha en Anfield ante el Liverpool en un gran momento futbolístico y de confianza.

Los de Marcelino García Toral están sacando partido a la coherencia de sus dirigentes y a la continuidad de tres temporadas consecutivas en buen nivel aunque ésta ha sido excelente pese a muchas lesiones importantes, y además del torneo europeo, este pasado fin de semana sellaron su clasificación a la Champions League junto a los tres poderosos de la Liga, Barcelona, Real Madrid y Atlético Madrid, tras vencer cómodamente a sus vecinos del Valencia en Mestalla.

Pero no es todo. El partido de ida de la semifinal de la Europa League ante el Liverpool de Jürgen Klopp ha sido de gran nivel, por más que el gol de Adrián, que marcó la diferencia hasta el momento, haya llegado sobre el final.

¿Podríamos tener en Europa dos finales españolas? Las chances existen. Y es una prueba de que la Liga tiene algunas virtudes innegables. Y equipos muy competitivos, si tenemos en cuenta que el Barcelona en Champions y el Athletic de Bilbao en la Europa League, han sido eliminados en cuartos por otros equipos de su misma Liga.