domingo, 31 de enero de 2016

El Real Madrid se empeña en que la Liga no se acabe (Yahoo)




Con veintidós jornadas disputadas en la Liga Española sobre treinta y ocho totales, es decir, poco más de la mitad del torneo ya jugado, el Barcelona no sólo le lleva tres puntos de ventaja al Atlético Madrid (al que acaba de vencer en un muy duro partido en el Camp Nou) y cuatro al Real Madrid, sino que en el caso de vencer al Sporting de Gijón en el partido que había suspendido en diciembre y se jugará el próximo 17 de febrero, la ventaja hacia sus dos principales rivales por el título de campeón, se extenderá a seis y siete unidades.

Si hasta ese entonces todo se mantiene igual entre los tres primeros y el Barcelona sacara esta posible ventaja, ¿podría decirse que poco a poco esta Liga se está acabando y que teniendo en cuenta que tiene que recibir en el Camp Nou al Real Madrid, al Sevilla y al Valencia, casi no tiene visitas muy riesgosas en lo que resta del calendario (apenas Villarreal y Real Sociedad)?

En verdad, si es por los números, por el potencial y por los antecedentes, se podría decir que no será fácil que el Barcelona no retenga el título de campeón de Liga aunque si es por el juego, se abre un poco la posibilidad de que este Real Madrid, renovado desde la llegada de Zinedine Zidane como entrenador hace un mes, y algo más descansado por no jugar desde hace ya tiempo la Copa del Rey (descalificado por aquel episodio de Cheryshev), ha cambiado su juego y ha apostado más al ataque y a sus jugadores-estrella, mucho más cómodo con un ex súper crack que al mejor estilo Vicente Del Bosque, los entiende y los sostiene.

Si bien es cierto que el Real Madrid con Zidane en el banquillo ha jugado tres de los cuatro partidos de Liga en el Santiago Bernabeu, los resultados fueron tan amplios en su favor, y resueltos todos tan temprano (en los primeros quince minutos) que hasta se ha dado el caso de que en los tres, el equipo se ha tomado un largo descanso, con siestas de casi media hora.

Pero es claro que se han revitalizado tanto los tres atacantes que componen la BBC (Bale, Benzema y Cristiano Ronaldo), como los dos ejes por excelente (James Rodríguez e Isco), mientras que los dos laterales ya ni necesitan pensar y pasan al ataque en forma permanente como dos delanteros más, siempre Marcelo por la izquierda y Carvajal por la derecha.

Este Real Madrid ultraofensivo, que ya lanzó a Cristiano al liderato de la tabla del Pichichi (compartido junto a Luis Suárez) con 19 goles y que tiene a Benzema al acecho con 18, hoy podría estar en condiciones de pelearle la Liga al Barcelona, ya recuperado anímicamente desde la salida de Rafa Benítez, quien nunca encontró un equipo-base.

Por su parte, si bien el Barcelona sigue su enorme racha ganadora, con 28 partidos sin derrotas, hace ya varios partidos que no encuentra aquella solidez que le conocimos y ya lo hemos escrito en estas mismas columnas semanas atrás y no ha cambiado el concepto, precisamente, este pasado fin de semana aún habiendo ganado, y con justicia, nada menos que a uno de sus dos máximos rivales, el Atlético Madrid.

El equipo del entrenador argentino Diego Simeone vendió cara su derrota poniéndose en ventaja al inicio del partido, y se encontró con que todo había cambiado al irse al descanso por el enorme potencial que tiene el Barcelona, con algunos jugadores excepcionales como Lionel Messi o su gran goleador Luis Suárez, además de la superioridad numérica por el insólito golpe del brasileño Filipe Luis al astro argentino.

Pero el Barcelona no debería llamarse a engaño. No está jugando bien. Su defensa no tiene la tranquilidad suficiente para salir jugando con el balón dominado como en otros tiempos, tiene serias desinteligencias y saca muchas veces muy largo para desentenderse del problema, mientras que su mediocampo no tiene la fluidez del pasado reciente, además de que Neymar luce mucho más errático y tiende a culminar cada jugada en la individual en vez de recostarse en lo colectivo.

Esto ya lo habíamos notado ante el Málaga en la Rosaleda, volvió a aparecer en el partido de ida de la Copa del Rey ante el Athletic de Bilbao, pero sorprendió más que en la vuelta en el Campo Nou costara tanto un equipo al que apenas diez días antes por Liga había goleado sin atenuantes 6-0. Es que todo había cambiado y hasta el Barcelona se encontró en justa desventaja y hasta a un gol de quedar eliminado cuando supo reaccionar a tiempo y siempre gracias a su tremendo potencial ofensivo.

El sábado pasado, ante el Atlético y en el Camp Nou, los fantasmas volvieron a aparecer cuando volvió a quedar en desventaja con los mismos problemas y aparecieron las mismas soluciones: los mismos quince minutos en los que el equipo se compacta, domina terreno y pelota, da vuelta el marcador, y luego vuelve a quedar en una extraña meseta, aún cuando la inexplicable violencia del Atlético, ya con dos hombres menos, no representaba un gran peligro de empate.

Aún así, el Barcelona no pudo sacar más ventaja, tampoco se acercó mucho a la portería de Oblak, y todo quedó en un gris 2-1 que le permitió alejarse de los rojiblancos y mantener la distancia con los blancos, pero poco más que eso.
Queda mucha Liga aún, y quedan otros parámetros, como las semifinales de Copa del Rey, en las que todo indica que el Barcelona debería sortear a este Valencia de Gary Neville que deambula sin mucho sentido por el campo.

Pero el Barcelona parece alejado mucho más en lo numérico que en lo que ha producido en el juego en este último tiempo, justo cuando el Real Madrid parece encontrar su nivel.


¿La Liga puede acabarse pronto? Los números indican que puede ser. El juego abre un signo de interrogación.

miércoles, 27 de enero de 2016

La amnistía deja a la ética en offside



Desde hace ya varios días, el presidente de Boca Juniors, el cada vez más poderoso Daniel Angelici, se lanzó a la definitiva búsqueda de una amnistía de la Conmebol por los hechos ocurridos durante los octavos de final de la pasada Copa Libertadores, con el consabido episodio del gas pimienta y el Panadero.

En aquel tiempo, mediados de 2015, una Conmebol manejada por dirigentes que se conocerían corruptos por el FIFA-Gate (parte de su cúpula presa en distintos países por delitos comprobados de cohecho) le dio por ganada la serie a River Plate, al no completarse el segundo tiempo de la revancha en la Bombonera, y posteriormente suspendió a Boca por ocho partidos (cuatro como local y el mismo número como visitante) sin público propio en la siguiente edición, la que el club Xeneize comenzará a jugar el 24 de febrero ante deportivo Cali por la fase de grupos.

Boca, por intermedio de Angelici, y unido a quejas menores como las de Racing Club y Huracán por las sanciones a Sebastián Saja y Ramón Abila, respectivamente, ha avanzado en la idea de solicitar una amnistía a la Conmebol, que ayer acaba de cambiar de autoridades con la asunción del nuevo presidente paraguayo Alejandro Domínguez, basado en este hecho y en los cien años que cumple la institución en 2016, lo cual no tiene ningún asidero y coloca rápidamente en el ridículo a la nueva conducción sudamericana.

Lo que Boca argumenta para la amnistía no tiene ningún sentido. Esgrimir que porque una institución cumple un aniversario de número redondo, ya eso es propicio para un cambio en la sanción es como si en la Argentina, por ser el segundo centenario de la Independencia durante 2016, todos los presos reclamen salir de las cárceles por los delitos cometidos. Una cosa nada tiene que ver con la otra.

El fútbol sudamericano, y podría extenderse al mundial, se ha acostumbrado a este tipo de amnistías y perdones porque como actividad, sigue teniendo la prerrogativa de que unos pocos señores deciden sentados alrededor de una mesa sin que la Justicia ordinaria pueda inmiscuirse por el viejo artículo 48 de la FIFA, que no lo acepta y hasta amenaza con la desafiliación.

Esto hizo que los dirigentes del fútbol hayan tomado una inmunidad exagerada, al no estar sometidos a las reglas que rigen cualquier actividad de los seres humanos en el planeta y entonces, se transforman en amos y señores que suben y bajan el pulgar como se les parezca, y eso hace que sean proclives a quedar bien con los poderes de turno. Y Boca, hoy, es el club más poderoso del continente, por mucha distancia sobre los demás.

Creemos, y lo hemos sostenido desde el principio, aunque es materia opinable, desde ya, que el partido entre Boca y River suspendido por el gas pimienta y aquellos nefastos episodios que siguen teniendo coletazos hoy (con haber visto el pasado Superclásico de Mar del Plata ya es suficiente), debió continuar hasta dirimirse deportivamente, porque los protagonistas nada de culpa tienen con lo ocurrido externamente, porque había antecedentes en la materia, y porque con Julio Grondona vivo, es lo que habría ocurrido.

Pero de ninguna manera Boca tiene la mínima razón en cuanto a los hechos externos y si al club le correspondía una sanción disciplinaria, ésta debía ser muy dura y fue la que fue, la que ahora parece que va tomando el camino de regreso, aunque Angelici no cuenta siquiera con el apoyo total de la delegación argentina y algunas dudas en otros dirigentes como el uruguayo Alejandro Balbi y especialmente en los de clubes brasileños, que ven a Boca como uno de sus máximos competidores por el título.

River Plate, en cambio, ha jugado un papel extraño. Su actuación durante los días de los hechos en la pasada Copa Libertadores, no fue de la más ética. El correr a Asunción para llevar a la Conmebol en carácter de urgente certificados médicos obtenidos a toda velocidad y no precisamente por especialistas, es más que cuestionable, aunque tanto agua corrió bajo el puente que con el paso de los meses, las elecciones en AFA, este gobierno de transición hasta las elecciones del 30 de junio en conjunto entre las dos fuerzas (tinellistas y seguristas), que ahora su presidente Rodolfo D’Onofrio aparece más condescendiente y como ya logró el éxito deportivo, nunca está de más una manito en lo institucional, donde Boca y River son más socios que adversarios.

De fondo, esta conducción de Domínguez, queriendo diferenciarse de su compatriota Juan Angel Napout, comienza con la cancha marcada: algunos clubes argentinos y uruguayos (con la anuencia de los brasileños) ya se le retobaron con los derechos de TV, donde la puja entre Francisco “Paco” Casal y Fox Sports, de larga data, juega otra batalla, y ahora la nueva Liga Sudamericana se propone una enorme tajada, haciendo pesar lo que el fútbol viene generando desde hace tiempo pero sin verlo porque esos fondos iban a bolsillos incescrupulosos no sólo de este lado de Atlántico sino a alguno que proviene de la otra costa.

Se dijo desde hace ya muchos años que la Conmebol no es otra cosa que el dominio de Argentina y Brasil, con el escudo de Paraguay y algo de Uruguay. El resto, como ahora Colombia o Venezuela, quiere meter la cuchara pero no parece tener el peso político, económico y deportivo para llegar al fondo de la cuestión.

Domínguez ya hizo declaraciones estableciendo una clara línea roja entre las gestiones anteriores y la suya, y dejando en claro que va a convocar a las cuatro empresas más grandes para una auditoría con cinco años hacia atrás.

Pero el nuevo dirigente, hijo del viejo presidente olimpista Osvaldo Domínguez Dibb, sabe bien que si cede ante Boca y otorga la amnistía, será iniciar el partido con el banderín levantado por un offside más grande que una casa. El offside de la ética. Y aunque lo pretenda, ya no hay vuelta atrás.

La Conmebol habrá comenzado con un paso en falso y con las perspectivas de que todo puede ser posible, como sucedió anteriormente. Ahí nos daremos cuenta de que nada cambió.


Mucho se juega esta nueva dirigencia con estas medidas y con otras futuras, como las licitaciones y la transparencia. Para no caer en offside.

domingo, 24 de enero de 2016

El preocupante retraso del Barcelona (Yahoo)



Tras aquella crisis de Anoeta contra la Real Sociedad, parecía que de a poco, los planetas se habían alineado en el Barcelona. Los resultados comenzaron a acompañar, con ellos llegó la calma en la plantilla, los jugadores comenzaron a encadenar triunfos y títulos hasta totalizar cinco de seis en la pasada temporada, y ya nadie se acordó de alguna ausencia de Lionel Messi a un entrenamiento, o de Gerard Piqué hablando por su teléfono móvil sentado en el banquillo.

Las sonrisas le ganaron ampliamente a las críticas y ya no se volvió a mencionar ningún problema entre la plantilla y su entrenador, Luis Enrique, y el Barcelona luce hoy en su camiseta el escudo de campeón mundial de clubes 2015.

Esa racha triunfadora se fue extendiendo para la temporada 2015/16 y aún con una larga ausencia de su máxima estrella, Messi, por lesión, y una plantilla corta por la imposibilidad de fichar jugadores hasta el 31 de diciembre pasado por la sanción de la FIFA, el Barcelona se las fue arreglando como para seguir manteniendo buenos rendimientos con lo que tenía en casa y la continuidad que fue adquiriendo Sergi Roberto, la mejor figura de los emergentes.

Sin embargo, 2016 se presenta algo extraño. No tanto en los resultados, que siguen siendo favorables, sino por ciertos movimientos tácticos que se comenzaron a ver en el partido de vuelta de los octavos de final de la Copa del Rey ante el Espanyol en Corneliá, y que luego ya se profundizaron en San Mamés en los cuartos de final del mismo certamen, y ante el Málaga en La Rosaleda por la Liga Española.

En los tres partidos mencionados, todos en los que el Barcelona tuvo que jugar como visitante, se fue notando un retroceso del equipo de Luis Enrique de varios metros, al punto de dar la sensación de que prefería aguantar los resultados mucho más que dominar las acciones del juego, algo que siempre caracterizó al equipo en los últimos años.

No es que sea una táctica inaceptable o que sea fuera del reglamento. Lo llamativo es que el Barcelona nunca se valió en estos tiempos de estos sistemas, y que no parece haber un factor particular que haya ameritado este cambio tan profundo.

También es cierto que si nos guiamos por los resultados finales, poco queda por decir porque el Barcelona está a punto de clasificarse para las semifinales de la Copa del Rey y sigue líder en la Liga, incluso con mejores perspectivas dado que el Atlético Madrid no pudo superar en casa al Sevilla y que el Real Madrid se dejó dos puntos impensados ante el Betis en el Benito Villamarín.

Sin embargo, no todo son los resultados, y el tema pasa por el juego y por una actitud especulativa que hacía rato que no se veía en un equipo del Barcelona y que el propio Luis Enrique reconoció que no es de su gusto al calificar la primera parte ante el Málaga como “nefasta” aún cuando se ganó ese partido.

Lo que se observa es que el Barcelona parece pasar por unos días en los que del medio hacia atrás perdió parte de la confianza en el tratamiento del balón, en la forma de hacerlo jugar, en algunas dudas en la marca y en lo posicional.

Puede deberse en parte a la ausencia de Piqué, con voz de mando en la última línea, a los problemas extra-deportivos que en esta semana atravesó Javier Mascherano con el tema impositivo en Cataluña o el muy mal partido jugado por Vermaelen, pero pocas veces se vio en la parte defensiva a un Barcelona tan complicado y con tantas dificultades ante un rival que no es de los más agresivos, si bien históricamente lo complicó y más aún, en su propio estadio.

Lo que se observa, al margen de las dudas en cada uno de los jugadores, es que hay una tendencia a retrasarse más de la cuenta, cediendo el balón al rival y optando por resistir en vez de tenerlo y hacerlo correr, como fue habitual, con los resultados conocidos.

Ante el Athletic, en Bilbao, fue sorprendente ver a Sergio Busquets o a Andrés Iniesta tan atrasados y tan cerca de Ter Steggen, sacando balones lejos y no acudiendo a buscar a compañeros desmarcados o en posiciones delanteras más propicias.

En todos los casos mencionados, el Barcelona acabó consumiéndose arriba, con un Messi sin el protagonismo de otras veces, más volante que delantero, aún cuando justo haya aparecido para el gol el mismo Munir que no había respondido antes de la misma manera.

En fin, nada hace suponer que el Barcelona vaya a seguir insistiendo en esta nueva forma de jugar los partidos fuera de casa, pero no deja de ser una alarma que se enciende justo cuando se acercan los momentos definitorios de la temporada y cuando los simpatizantes culés en todo el mundo saben bien que fue siempre otra la fórmula del éxito.

Es preferible pensar que se trató apenas de una etapa pasajera, producto de esas circunstancias raras del fútbol que cada tanto aparecen pero que el Barcelona nos seguirá deslumbrando con su juego, su brillante ataque del MSN y que no necesite de resistir, apenas, para ganar los partidos.


jueves, 21 de enero de 2016

El fútbol vuelve de a poco a los 90




Los hechos no parecen casuales. De a poco, en menos de dos meses de gobierno de Mauricio Macri, muchos hechos vuelven a tener un tufillo conocido. Desde el retroceso de la Ley de Medios (buena o mala, lo cual es otro punto discutible) para que el Grupo Clarín renueve sus licencias y no tenga que dividirse en las seis unidades, o que las telecos puedan acceder a tener canales de TV en unos meses, hasta el impactante cambio anunciado hoy con el programa Fútbol Para Todos: desde ahora, en el desprolijo torneo corto que debe comenzar en la primera semana de febrero y llegará hasta mayo, no sólo Canal 13 (Grupo Clarín) se suma a las transmisiones, sino que junto a Telefé (Telefónica de España) serán las encargadas de transmitir, en forma monopólica, los partidos de cuatro equipos grandes: Boca Juniors, River Plate, Racing Club e Independiente.

Es decir que una vez más, los Grupos Clarín y Telefónica son los beneficiados por este Gobierno, y desde una lógica completamente distinta a la de los gobiernos kirchneristas anteriores: si hasta el 10 de diciembre pasado, el FPT era político  (recuerden la frase de Hebe de Bonafini cuando se produjo el quiebre entre Marcelo Tinelli y Jorge Capitanich), ahora es otra vez, como en los 90, un negocio puro y duro, del que tienen que sacar rédito las empresas amigas “a las que les interesa el país”.

La lógica utilizada por el capo de FPT, Fernando Marín (ex Blanquiceleste, Videoshow y tantos otros emprendimientos) es absolutamente de negocios: si el Estado debe seguir poniendo 1800 millones de pesos anuales en el fútbol, éste debe dar réditos y entonces, aunque la gente lo siga viendo por la TV abierta, que los canales se consigan su publicidad y paguen un canon por transmitirlo, seas lo que sea. Todo lo que entre y pueda ayudar a paliar los 1800 millones, estará bien.

Y claro, desde esa lógica, Canal 13 y Telefónica, viejos socios en el complejo entramado de los 90 a partir de un factor común que fue Torneos y Competencias (hoy Torneos), se volvieron a unir para “licitar” juntos por 180 millones el quedarse con el gran paquete, el de los cinco clubes que realmente tienen la mayor atracción, dejando para “el resto” las migajas, los partidos entre los equipos menos vendedores.

En el camino no sólo quedaba Canal 9, que adujo no poder poner nada (además, le jugaron una mala pasada porque lo que siempre se dijo en estos días era que en todo caso, FPT iría por los cinco canales y que se buscaría publicidad privada en los entretiempos, no que se venderían sus derechos a los canales y que éstos se arreglaran), sino el díscolo América TV, del Grupo Vila, enfrentadísimo a Clarín y a la propia AFA desde hace años.

Vila sostiene que hizo una oferta de 75 millones e interpondrá un recurso jurídico para que la situación no avance, por lo que el fútbol tal vez deba postergar su comienzo de temporada, que pinta muy agitada, entre una AFA colegiada justamente con los grandes al no haberse llegado a un acuerdo para nuevos comicios antes del 30 de junio luego del escandaloso “38-38” del 3 de diciembre pasado, y un torneo corto para ir recuperando posiciones luego del esperpento de los 30 equipos ideado por la entente Grondona-K para sacar más dinero a la TV y para federalizar en un año electoral con la idea de ir regresando a una situación de mayor normalidad con 22 equipos, y con la temporada a la usanza europea para volver a venderle jugadores en un calendario paralelo y sin desviaciones.

Queda el intríngulis de Canal 7, el estatal, que pasa de haber sido hasta el 10 de diciembre el puente del fútbol para millones de hogares, por su llegada a todo el país, a quedar reducido a partidos chatarra y con la duda sobre si en los puntos del interior en los que no lleguen las repetidoras de Clarín-Telefónica, se podrán ver los partidos por cable o si el canal estatal estará allí activado.

También qué pasará con el sistema TDA, dado que al menos hasta ahora, en el mismo no se ve Canal 13, por el enfrentamiento entre el Grupo Clarín y el Gobierno anterior. ¿Aquellos que miran los partidos gratuitamente por TDA podrán ver a los grandes que pasen por el 13 por este sistema? No parece fácil.

Pero la cosa no termina allí. Este nuevo entramado es funcional a la nueva situación de escándalo de la AFA y la TV. Desde ahora, se anuncia, la Copa Argentina tampoco se verá más por Canal 7 y estará a cargo de Torneos, que también tiene los amistosos de la selección argentina y los partidos del Nacional B.

Sí, la misma Torneos que tuvo hasta hace pocos meses como CEO a Alejandro Burzaco, detenido tras ser buscado por Interpol por pagar sobornos a dirigentes en el FIFA Gate por las Copas América 2011, 2015, 2019 y 2023, y hermano de Eugenio, secretario de Seguridad del actual gobierno nacional.

La misma que junto al Grupo Clarín, se quedó con el fútbol de los 90, el “Fútbol de Primera” que daba los goles de muchos equipos recién el domingo a la noche y a los que les dedicaba segundos por semana, o el del “TyC Max” por el que había que pagar para ver, el de las tribunas con abrazos, mientras los jugadores festejaban abajo sólo para los que pagaron, con Carlos Bilardo explicando los goles moviendo muñequitos o fichitas en un pizarrón.

De a poco, lentamente, vamos regresando a esos tiempos, que parecía que nunca volverían.


Pero vuelven. Ahí estaban, agazapados, nomás.

martes, 19 de enero de 2016

Un puesto delicado (Un cuento de Marcelo Wio)



Pero no se quede ahí parado, Obnulino, siéntese, hágame el favor. ¿Quiere algo para beber? ¿Una gaseosa cola? Sí, a mí también me vedan el sueño, pero, qué le voy a hacer, soy un adepto al agua gasesosa diluída en azúcar. ¿Una copita tal vez? Es cierto, no son horas de andar disminuyendo facultades, queda mucho día aún por transcurrir como para andar dándole tantas ventajas a las horas. 

¿Cómo anda la familia? Me alegro, me alegro; siempre es bueno saber que los cercanos, los quiera uno o no andan bien (es que si encima uno de los menos agraciados con nuestro afecto anda más bien para el traste, eso aumenta nuestra desafección). Pero vayamos al intríngulis de la cuestión por la que lo mandé llamar, Obnulino. Sabe usted bien que su puesto (el puesto en sí, quiero decir, no tanto quién lo ocupa) es vital para este club; es, vital para el lubricamiento de la maquinaria del primer equipo (de sus piezas). Un puesto que requiere más bien poco esfuerzo, pero que obliga a desempeñar la labor esporádica y breve, de manera perfecta – justamente por la mezquina limitación de tiempo para realizarla; y por su relevancia. 

Entiendamente bien, Obnulino, no soy un intransigente ni un hombre dado a rigurosidades que rozan en la injusticia, en lo despótico. Ninguno estamos exentos de altibajos, de alguna que otra chambonada, de un desliz mínimo. Yo, sin ir más lejos, olvido más de una vez alguna reunión – hecho que, por lo demás, es subsanable por la vía usual de la excusa o la coartada falaces. Fíjese usted, sin ir más lejos, mi mujer: una cocinera excelsa – justamente lo opuesto de su hermana, que no sabe distintiguir entre una sartén y una paleta de pintor; la de veces que le he dicho a mi cuñado: La tenés muy malacostumbrada; por más dinero que haya, una mujer debe aprender sus labores por dos motivos estrictamentes pragmáticos: se ahorra en servicio doméstico y, de venir las vacas flacas, la mujer ya está ducha en las artes de la casa y el rebusque. 

Y déjeme que le añada una tercera que me viene ahora mismo a la cabeza: una mujer ociosa es pasto para las conscupicencias extra matrimoniales – y estará usted de acuerdo conmigo que agarrarse un chancro con una amante tiene más dignidad a que se lo pegue a uno la propia mujer después de pescarlo en un revuelco sicalíptico; y ni que decir, si esa cuernalidad deriva en un vástago con el que hay que contemporizar a fuer de amparar el mínimo prestigio restante que a uno pudiera quedarle. ¿Por dónde iba? Sí, si... Pues que todos tenemos nuestros más y nuestros menos, nuestros días tontos y nuestros días iluminados. Pero aún en los días en que las cosas, por una cuestión de geometría desventurada, a uno no dejan de salirle torcidas; aún en esos días, hay cosas que igualmente uno puede hacer de manera correcta por el simple hecho de haberlas hechos mil veces: tanto la atención como la costumbre conjuran el influjo de gafe bajo el que uno pudiera andar discurriendo.

 ¿Me sigue, Obnubilio? Obnubilino, perdón. Ve, altibajos, pequeños errores, pero que no acarrean mayor consecuencia que una leve corrección de su parte. Así pues, Obnubilino, lo de usted el otro día en la final de la copa contra Poceros de San Sima, fue, y estará usted de acuerdo conmigo, de una gravedad que no admite rebajas en sus adjetivos acompañantes. Una chambonada, vaya y pase; pero eso, Obnubilino... Eso fue un cagadón de dar y tomar. Con decirle que tuve que contenerme de llamarlo el mismo día; y el siguiente. Con decirle, como usted ya ve, que tuve que esperar dos semanas para aplacar un denuedo hacia el lado de lo criminal, ya ve lo grave que es el asunto. Obnubilino, un aguatero no tiene que hacer mucho; no precisa siquiera estar los noventa minutos totales del partido concentrado; tan sólo en los momentos aislados en que algún jugador se acerca a tomar un poco de agua, o en alguna falta en la que el equipo médico entra y usted aprovecha para repartir bolsitas de agua. Nada, en definitiva, a cambio del privilegio no ya de ver el partido a pie de campo, sino de formar parte propiamente del equipo Obnubilino. Y una única vez en que el técnico le pide algo inusual, fuera de la rutina; algo que, por lo demás, no requería mayor intelección: las bolsitas de agua con el puntito amarillo, eran para el equipo rival. 

Simple. Incluso un daltónico habría podido: las otras no tenían puntito alguno. Y el técnico se lo repitió, no una vez, sino por lo menos diez: las del puntito amarillo son para dárselas a los jugadores del otro equipo. Pero usted, en la primera de cambio, ante una falta que paró el partido, y con sólo diez minutos del primer tiempo jugados, hizo lo opuesto de lo que le habían pedido. Y a los cinco minutos, tres de nuestros jugadores tenían unos retortijones de padre y señor nuestro. Y no cualquiera: el 10, el 5 y el 9. Un ojo el suyo para patinar, que ni que lo hubiera hecho a propósito. Por esto mismo tuve que contenerme, que dejar pasar los días, repasar su historia en el club y llegar a la evidente conclusión de que usted, Obnubilino, es simplemente un grandísimo pelotudo.

 Así, pues, en vista de esta evidencia irrebatible – a lo que se suma la onerosa pérdida de la copa (no quiero entrar en detalles pecuniarios de lo que supone para las arcas del club alzarse con un trofeo como ese) -, el club ha decidido dejar de contar con su riesgosa prestación de servicios – una verdadera amenaza para la salud de los jugadores, para la economía y la honra del club. Desde ya, estaré encantado de escribirle recomendaciones para otros clubes. Por favor, salude a su familia de me parte, especialmente a su madre. No sabe cuánto me he acordado de ella estas últimas dos semanas.

domingo, 17 de enero de 2016

Muchas cosas cambiaron en el Real Madrid (Yahoo)



Apenas dos semanas atrás, el Real Madrid tenía un andar preocupado. Era claro que Rafa Benítez, su entrenador, no tenía demasiado futuro pero parecía temprano, en la temporada, para un reemplazo, mientras que la irregularidad se apoderaba del equipo, con cierto desánimo, y se apuntaba hacia el mercado para dar un golpe de timón que maquillara la situación.

Sin embargo, el club blanco tomó una medida clave, y al mismo tiempo se encontró con una situación inesperada que será muy importante para el futuro próximo.

Por un lado, al presidente Florentino Pérez, una vez más (luego habrá que analizar si la medida fue acertada o no), no le tembló la mano y tomó la determinación de terminar abruptamente el contrato del entrenador, que venía precedido de una larga y prestigiosa trayectoria, para reemplazarlo nada menos que por su anterior ayudante y una de las grandes estrellas de la historia moderna del Real Madrid, el francés Zinedine Zidane.

Para muchos, incluso en cierta forma para el propio Zidane, que siempre ha sido humilde y ha mantenido una apreciable sinceridad, el ilustre ex jugador blanco de principios de siglo no está en reales condiciones de hacerse cargo de la plantilla profesional por falta de experiencia, según algunos, y de carácter, según otros.

Zidane ha preferido ir despacio, no marearse con las luces del Santiago Bernabeu y entonces prefirió esperar su momento, tomar cada uno de los elementos que iba viendo en su corta carrera en los banquillos, desde la cantera hasta el primer equipo, y ya cuando Benítez fue despedido, por fin aceptó el enorme desafío.

Y todo indica que más allá de un análisis minucioso de cada momento del equipo, de los aspectos tácticos, se pueden ir observando algunos elementos interesantes.
Uno de ellos es que este Real Madrid no cambió en nada su estructura. Los jugadores siguen siendo los mismos que con Benítez, lo cual es una muestra de apoyo del entrenador a sus capacidades técnicas.

A tal punto es así, que Zidane ni siquiera cambió a Isco por el colombiano james Rodríguez, de creciente mala relación con Benítez en la etapa anterior. Todo quedó igual y apenas Sergio ramos no ha jugado porque no ha podido.

En cambio, es evidente que la actitud es absolutamente otra. Los jugadores se mueven con total soltura, con absoluta libertad, como si no tuvieran ninguna carga pesada que llevar. Hasta cierto punto, podrían hacer recordar al propio Zidane, que nunca aparecía presionado sino con total dominio corporal en cada uno de sus actos en el juego.

El tipo de juego de los blancos, si bien es prematuro sacar una conclusión, se va pareciendo de a poco a lo que hace ya casi trece años pregonaba en el equipo el ahora entrenador de la selección española, Vicente Del Bosque. El fútbol es un juego, algo que puede disfrutarse por más que se trate de un equipo casi obligado a ganar.

El rendimiento del equipo en la primera media hora en el Bernabeu ante el Sporting Gijón del pasado domingo alcanzó un nivel superlativo, de absoluta perfección, como pocas veces se había visto en este tiempo, y en buena medida eso obedece a la tranquilidad, y a la confianza absoluta en el entrenador.

Este Real Madrid juega con una sonrisa, ya no juega con una mueca de fastidio, y con la calidad de jugadores que posee, eso ya implica un avance notable y augura un porvenir venturoso, de seguir por esta línea, aunque haya muchas cosas por corregir, como una cierta siesta en el segundo tiempo (de todos modos, es difícil la motivación cuando hay una diferencia de cinco goles sólo en la primera parte).

El propio Zidane llegó a manifestar luego del partido que se debe trabajar más en lo físico, aunque habrá que ver si ha emparentado lo del segundo tiempo a esta cuestión.

Lo cierto es que una vez más, el Real Madrid comprueba que luego de apostar a métodos supuestamente cientificistas (Capello, Luxemburgo, Mourinho, Benítez), los mejores espectáculos y muchos buenos resultados han llegado de la mano de entrenadores que proponen un fútbol más simple, sencillo (Del Bosque, Ancelotti, Zidane), más cercano a la elaboración y posesión del balón, y con mucha gente volcada al ataque.

El fútbol es un deporte mucho más sencillo de lo que nos quieren hacer creer y esto está volviendo a aparecer de a poco en el Bernabeu, aunque también es cierto que pocos tienen las espaldas de Zidane para soportar malos resultados en un futuro (hasta su anterior camiseta con el dorsal número 5 se ha vuelto a vender en el mercado).
En cuanto a la otra circunstancia que ha cambiado en el Real Madrid es su imposibilidad de fichar jugadores en los dos mercados que vienen, lo cual puede ser positivo, aunque parezca lo contrario.

Los clubes poderosos europeos se han mal acostumbrado a fichar ante cualquier problema, sin importar más la cantera. Los fichajes se han convertido en algo natural cuando deberían ser sólo circunstanciales y se han rendido a los mercados en vez de apuntar al fútbol mismo.

El hecho de no fichar hará que el Real Madrid tenga necesariamente que mirar un poco más hacia su cantera, que mal no le hará. El Barcelona, que ha atravesado la misma situación hasta el 31 de diciembre, ha sanido sacar partido de la situación.

Acaso el Real Madrid como el Atlético Madrid, también sancionado por la FIFA, puedan entender por fin que no todo pasa por fichar y que ya tienen suficiente. Nunca está de más una mirada hacia adentro.


martes, 12 de enero de 2016

Messi y una sana costumbre: Balón de Oro por quinta vez (Jornada)




La única duda, en un extraño Kongreshauss de Zurich, habitual palecete en el que se lleva a cabo la entrega del Balón de Oro FIFA World Player que consagra al mejor jugador del mundo del año, llegó cuando se anunció que el que daría el premio sería el brasileño Ricardo Kaká, porque por un instante pudo haberse cruzado por la cabeza de muchos que el beneficiario podría ser su compatriota Neymar.

Sin embargo, la “normalidad” se hizo presente en la gala que organizan conjuntamente la FIFA y la tradicional revista “France Football” y un Lionel Messi que llegó acompañado de su familia y vestido con un lujoso traje de Armani que cambió de los anteriores con Dolce & Gabanna, subió al escenario a recibir su quinto Balón de Oro que lo oficializa como0 el mejor jugador del mundo, una vez más.

Messi, al que sólo osan discutirlo aún unos cuantos compatriotas, y quien sólo una vez recibió en su país el Olimpia de Oro, premio al mejor deportista argentino del año, se convierte definitivamente en leyenda del fútbol mundial. Con cinco Balones de Oro, supera a su máximo competidor del presente, el portugués Cristiano Ronaldo, que le había arrebatado los últimos dos, así como a monstruos del fútbol de otro tiempo como los holandeses Marco Van Basten y Johan Cruyff y el francés Michel Platini, todos ahora relegados a tres conquistas.

El argentino, ganador de 27 títulos en impresionante carrera en el Fútbol Club Barcelona, cuatro de ellos por Champions League y tres de Mundiales de Clubes, no es tan hábil con el micrófono y apenas dijo al ganar el trofeo que “es algo que sueño desde chico” y hasta se refirió a Cristiano Ronaldo, al decir que en las dos últimas temporadas “tuve que ver cómo él se llevaba el Balón de Oro”, mientras que hizo hincapié en su crecimiento “como jugador y persona” a partir de “triunfos y derrotas”.

Antes de anunciarse el ganador del Balón de Oro, ya había certezas sobre el ganador, al punto que Cristiano Ronaldo lucía sonriente y muy poco nervioso, como sabiendo que este año no le tocaría, por los cinco títulos ganados por Messi con el Barcelona y la llegada a la final de la Copa América de Chile con la selección argentina.

Messi también era candidato a ganar el premio “Ferenc Puskas” al mejor gol del año, el soberbio tanto al Athletic de Bilbao en la Supercopa de España, por el que gambeteó a cinco jugadores vascos desde un lateral hasta colocar la pelota en el palo izquierdo del arquero, pero insólitamente se vio superado por un lindo tanto de chilena del brasileño Wendell Lira, que estuvo desempleado y trabajó en una cafetería, en el partido Goianesa-Atlético de Goiás.

De todos modos, la jornada fue espectacular para el argentino, una vez más, al participar también en el once ideal del año, junto al arquero Manuel Neuer (Alemania), los defensores Daniel Alves (Brasil), Sergio Ramos (España),  Thiago Silva (Brasil) y Marcelo (Brasil), los volantes Paul Pogba (Francia), Luka Modric (Croacia) y Andrés Iniesta (España) y los delanteros Cristiano Ronaldo (Portugal) y Neymar (Brasil).

Otro de los ganadores de la jornada fue, como era de esperar, el campeón mundial de clubes, el Barcelona, porque su entrenador Luis Enrique (ausente en la gala), en una medida polémica, fue designado como mejor entrenador del mundo del año porque pese a los títulos, facilitados por una legión de los mejores cracks, superó en la votación a los magníficos trabajos de Josep Guardiola en el Bayern Munich y del argentino Jorge Sampaoli en la selección chilena, por primera vez en su historia ganadora de la Copa América.

Para destacar, finalmente, que en la entrega del Balón de Oro a Messi, por la FIFA sólo apareció el presidente provisorio camerunés Issa Hayatou, debido a la crisis que atraviesa la entidad, que tendrá elecciones presidenciales el próximo 26 de febrero, tras los cuestionamientos al anterior mandatario Joseph Blatter, la detención de muchos de sus dirigentes por corrupción y la desestimación de la propia candidatura del anterior presidente de la UEFA, Platini, por la misma razón.


Con la FIFA como anfitriona pero casi ausente, brilló más el fútbol y en ese contexto, fue la fiesta de Messi y del Barcelona. El argentino pelea ya por ser reconocido como el mejor de la historia. Y tiene varios boletos a su favor.

lunes, 11 de enero de 2016

Messi, cada vez más cerca de convertirse en leyenda (Yahoo)



Con el quinto Balón de Oro FIFA World Player, el crack argentino del Fútbol Club Barcelona, Lionel Messi, va camino a convertirse en leyenda, sacándole dos galardones de ventaja  a su máximo adversario del presente, el portugués Cristiano Ronaldo así como a otros monstruos de la historia del fútbol como los holandeses Johan Cruyff  y Marco Van Basten y el francés Michel Platini, todos con tres conquistas.

El Balón de Oro 2015 para Messi suena a total justicia. Ha sido, por lejos, el mejor jugador del mundo del año, y además, ha contribuido de manera decisiva al triunfo en cinco de los seis títulos en juego de su equipo, entre ellos la Liga Española, la Champions League y el Mundial de Clubes.

Pero en el caso de Messi, los títulos de equipo no suelen ser la medida total. Su juego tiene una magia particular que hace que su sola presencia en los campos de juego anuncien que algo distinto está a punto de ocurrir y eso, aún con el paso de los años, sus cambios posicionales, su creciente liderato en el vestuario y su crecimiento como persona (ahora padre de dos hijos), no ha variado, para suerte de los amantes del fútbol.

En el caso del Balón de Oro 2015, no había demasiadas sorpresas imaginadas, porque además, Messi había ganado casi todo mientras que el delantero portugués del Real Madrid, de admirable capacidad para el gol que sin el argentino hubiera sido considerado el mejor de este tiempo, posiblemente, en cuanto al ataque, no tuvo la misma suerte y además, su posición en el campo hace que sea un jugador dependiente de las asistencias, mientras que Messi es capaz de generar y definir.

Distinta era la situación del brasileño Neymar, también en la terna por el Balón de Oro, pero más como quien asoma al estrellato que quien aspirara en serio a ganarlo en esta oportunidad, porque se encuentra aún en la etapa de consolidación como integrante de la mejor delantera del mundo, la famosa ya MSN, junto a Messi y al uruguayo Luis Suárez, pero su tiempo como mejor jugador del planeta, aún no ha llegado.

Pocas veces en su historia el mundo del fútbol ha visto semejante dominio como el que ejercen ahora principalmente Messi y luego Cristiano Ronaldo. Entre los dos, en una lucha titánica aunque cada uno con sus características, han acaparado los últimos ocho años del Balón de Oro, mientras que Messi lleva ternado en los últimos nueve años consecutivos.

Tambièn para Messi estos tiempos representan una respuesta definitiva para aquellos que al principio de sus brillantes tiempos, atribuían buena parte de sus éxitos a que sólo podía ocurrir en un equipo como el Barcelona en el que asistentes como Cesc Fábregas o Xavi Hernández o Andrés Iniesta eran quienes lo asistían de tal forma que sólo se dedicara a terminar las jugadas con aquellos recordados slaloms.

Hoy, Cesc se fue del Barcelona al Chelsea, Xavi está casi retirado en el fútbol árabe, e Iniesta no tuvo en 2015 la continuidad necesaria y hace pocos meses que ha vuelto a aquel nivel conocido. Entonces ya con otros jugadores como Ivan Rakitic o sus compañeros sudamericanos en el ataque, en un equipo que tiene como fuerte a su línea definidora y no a aquellos volantes que practicaban un fútbol más horizontal, Messi ha demostrado que lo de él pasa por su exclusivo talento y claro, tener al lado jugadores que se acerquen a su nivel y faciliten su juego.

En otras palabras, Messi es una bendición para el Barcelona, y el Barcelona es un gran aliado de Messi. Posiblemente, al argentino se le complicaría bastante más en otro club, pero eso no significa que no triunfaría.

De hecho, antes del Mundial de Clubes ante Estudiantes de La Plata en 2009 o antes del último ante River Plate, se había dicho en la Argentina que Messi ahora sí sabría lo que es la marca de rigor y no como en Europa que le pasan la alfombra roja para que pase por la ingenuidad supuesta de sus defensores.

Sin embargo, Messi marcó goles a ambos equipos y el Barcelona fue campeón mundial en ambos casos, acabando con una absurda polémica: Messi juega bien ante cualquiera y en cualquier campo, porque su talento es único, incomparable, distinto.

Párrafo aparte para la elección de Luis Enrique como mejor entrenador del mundo de 2015. El asturiano ha sabido llevar al grupo, especialmente tras la crisis del partido en Anoeta ante la Real Sociedad y ha aprendido la lección y se ha relacionado distinto con sus jugadores, lo cual es digno de mención, pero no parece suficiente para ser considerado el mejor, ni siquiera por los títulos.

En cambio, el trabajo de Josep Guardiola en un Bayern Munich imperial y con dominio total de sus adversarios con una táctica muy clara que puede apreciarse en cada partido, o el del argentino Jorge Sampaoli, ganando con la selección chilena la Copa América y consiguiendo un protagonismo inédito en el continente sudamericano,  merecieron mejor suerte.

También para destacar de la gala del Kongresshaus de Zurich, el bajísimo perfil de la FIFA, sometida a un total cuestionamiento por la comprobación de corrupción de muchos de sus dirigentes, algunos de los cuales se encuentran en prisión y otros, como su anterior presidente Joseph Blatter o quien iba a postularse como candidato y ex presidente de la UEFA, Platini, ya sin chances de continuar con esperanzas en las próximas elecciones del 26 de febrero.


Para entregarle el premio a Messi, subieron al escenario el actual presidente interino, el camerunés Issa Hayatou y el brasileño Kaká, último en ganar el Balón de Oro, en 2007, antes de que aparecieran Cristiano Ronaldo y este argentino que parece inalcanzable en sus títulos de equipo (27) y en los individuales y que ya entra en el denate por el mejor de la historia en un grupo muy selecto, con Pelé, Diego Maradona, Cruyff y Alfredo Di Stéfano.

miércoles, 6 de enero de 2016

Salvador Carlos (Un cuento de Marcelo Wio)



“Hay un jugador con manga larga, vamos a ver cómo influye en el partido”, Carlos Salvador Bilardo
“Sin padres, sin infancia, sin pasado alguno, no nos queda otra posibilidad que afrontar lo que somos, el relato que llevamos para siempre”, Osvaldo Soriano







Nunca dijo nada – tampoco es que le hayan preguntado; a fin de cuentas, para todo el mundo, su primera novela fue Triste solitario y final. Ni cuando el corrector de su primera novela (1958), Cuando allá en la cancha, le dijo que el texto no tenía ni pies ni cabeza, que faltaba algo… un personaje central. Soriano escuchó, asintió y calló; a lo sumo, le habrá dicho, “tiene usted razón”; Soriano no se acordaba bien si había verbalizado algo. De lo que sí se acordaba, es que pensó: “y qué quiere que haga; estaba ahí, en el entrevero de palabras… y se fugó”.

Hablé con Soriano en 1987 en un café a la vuelta de la revista Primera Plana. Me enteré del asunto por un conocido común, que había leído el original, y que, juraba, allí había un entrañable personaje, un “loco lindo”, dijo; al que Soriano había llamado Salvador Carlos.

Esa novela, que Soriano escribió con apenas 15 años, y que la desaparecida editorial Urdimbres, de Tandil, decidió finalmente no publicar, giraba en torno a un ginecólogo que, para morigerar tanta… femineidad cotidiana, dirigía un pequeño equipo de fútbol de Punta Lara: Salvador Carlos.

Nadie se percató de nada hasta que se hizo una primera impresión de prueba. La tarde en que me la dieron, para que la revisara, salí de la editorial y me agasajé con un cigarrillo y una grapa furtiva en un bar cercano – “una sola, pibe”, me dijo el gordo Buenaventura, que parecía haber nacido detrás de esa barra. Había apoyado el libro – que en la tapa sólo tenía el título y mi nombre – sobre la mesa, como un comensal más.

Lo había hojeado apenas en la editorial, y Salvador Carlos estaba allí, de eso estoy seguro.

Soriano terminó ese festejo austero y salió del bar. Antes de llegar a la esquina, se dio cuenta de que se había olvidado el libro. Volvió corriendo al bar. El libro estaba en el mismo lugar donde lo había dejado.

Lo agarré y me las tomé. Esa noche le dije al editor que estaba todo bien. 

Sinceramente, le di un repaso muy por encima, insuficiente para reparar en error alguno, y ya no puedo afirmar que Salvador Carlos siguiera allí, en la trama, a esa altura. Tampoco lo busqué; no había motivo alguno para hacerlo. Había escrito esa novela y la había leído unas dos o tres veces para corregirla; la verdad, ya estaba harto, quería finalizar el proceso de una buena vez. Quería verla en las librerías, qué tanto. Era un pibe, con las ansiedades propias de la edad…

No fue hasta tres días después, cuando me llamó el corrector y me dijo: “¿Qué carajo hizo, Soriano? Cambió la novela, esto no tiene ni pies ni cabeza… ¿Qué le hizo al personaje central, pibe?”

No respondí nada – o quizás, un “tiene usted razón”; algo debo haber dicho. Me despedí confuso, y busqué el ejemplar de prueba, que seguía la mesa que hacía las veces de escritorio y mesa de luz. Leí sin dar crédito: Salvador Carlos no estaba ahí. Busqué el original mecanografiado: ni noticias de Salvador Carlos.

Soriano hizo una pausa, prendió un pucho y pareció buscar algo con la mirada en un punto indeterminado del techo del café.

¿Y no va, y al mes de todo este asunto, aparece un Carlos Salvador debutando en San Lorenzo? Ni más ni menos que San Lorenzo. Mire que hay equipos… Al principio pensé que era una mera casualidad; que uno encuentra patrones, coincidencias, causas y consecuencias en todo aquello que tenga que ver con la propia fijación, preocupación. Pero la historia demostró que ese Carlos Salvador era Salvador Carlos.

Una suerte de Dédalo, le dije a Soriano, no tanto por sugerir la comparación en sí, sino más bien para presumir de erudición.

Ni maté a mi sobrino ni construí nada. A lo sumo, me topé con algo que confundí – o preferí hacerlo – con la inspiración creativa, con las importancias del propio espíritu, la propia imaginación. Está visto que sólo acataba un mandato sigiloso, unas señas prefijadas y camufladas – sobre todo, claro está, para quien las obedecía. Algo buscaba un intermediario razonablemente inocente y chambón  para ser, para materializarse… 

Hay personales imposibles de crear; son personajes para los que las páginas le resultan un territorio muy mezquino. No existen suficientes palabras para contenerlos porque, paradójicamente, las palabras, en su formidable finitud, suponen una limitación, la circunscripción de un confinamiento sumamente restringido.

Ahora, por qué tenía que nacer de aquella forma Carlos Salvador; eso es algo que se me escapa. Y, sinceramente, prefiero no saberlo.

En el televisor que estaba sobre la heladera, detrás de la barra, Carlos Salvador justo estaba diciendo: “El himno también es importante, nosotros lo practicábamos cinco veces antes de cada partido”.

¿Ve? Lo que le decía. Qué texto puede abarcar a un personaje así. Ninguno, Wio, ninguno.


martes, 5 de enero de 2016

Adiós a Rafa Benítez en el Real Madrid y debut de Zidane como DT (Jornada)



Pocos le creen ya al poderoso empresario Florentino Pérez cuando comienza a negar rumores crecientes sobre el Real Madrid, al que preside. Se suele decir que cuando el río suena es porque agua trae y cuando hace pocos días desmintió rotundamente que Rafa Benítez podía ser destituido como director técnico, rápidamente el foco se centró sobre el ex crack Zinedine Zidane, y no hubo error.

Efectivamente, el franco-argelino que supo darle con una extraordinaria volea un título de champions League a los blancos en 2002 ante el Bayer Leverkusen, que es considerado uno de los diez mejores jugadores de la historia del fútbol, y que dirigía al Real Madrid Castilla, la reserva,  fue designado entrenador del equipo tras el empate del pasado domingo de los “merengues” ante el Valencia en Mestalla 2-2.

En verdad, el empate del domingo fue apenas la gota que rebalsó el vaso. Todo comenzó desde el inicio de la temporada, cuando al Real Madrid le costaba marcar goles aún con uno de los tridentes más fabulosos del planeta,  la llamada BBC (Bale, Benzema, Cristiano) y ni siquiera algunos buenos resultados pudieron tapar el descrédito de este director técnico madrileño más ligado a lo conservador que al buen espectáculo.

Así fue que Benítez fue perdiendo girones porque se le empezó a escapar el vestuario, especialmente su líder Sergio Ramos, y su falta de convicción por un juego de ataque hizo que fueran perdiendo fuelle tanto el talentoso Isco (ahora pretendido por el Manchester City, al perder lugar en el primer equipo) como el colombiano James Rodríguez, considerado uno de los mejores (si acaso el mejor) jugadores del Mundial 2014.

Benítez obtuvo el 74,6 por ciento de los puntos disputados oficialmente en los 25 partidos que dirigió a los blancos, con 17 triunfos, 5 empates y apenas 3 derrotas, pero éstas son sólo estadísticas. En cuanto al juego, nunca conformó y su futuro quedó pendiendo de un hilo cuando fue destrozado por el Barcelona en el propio estadio Santiago Bernabeu, en noviembre pasado por 4-0 y con los azulgranas dándose el lujo de hacer ingresar a Lionel Messi en el segundo tiempo porque regresaba de una larga lesión.

Se sabía que todo debía cambiar mucho si Benítez quería seguir hasta el final de la temporada en junio, y no pudo maquillar la situación  ni siquiera una tremenda goleada como el 10-2 a Rayo Vallecano porque el partido era más que parejo hasta el 2-2 en el Bernabeu, cuando los visitantes quedaron con nueve jugadores y un penal mal cobrado.

Muchas veces en los últimos partidos, las sensaciones fueron recurrentes: Real Madrid ganaba cómodamente los partidos fáciles, se complicaba mucho ante rivales medianos y terminaba favorecido por algunos arbitrajes polémicos, o directamente no podía ganar los difíciles o con alguna dificultad mayor, como ocurrió el domingo ante Valencia, que al final por fin parecía que se llevaba los tres puntos y casi de movida le empataron los locales, que de casualidad no ganaron en el final.

Ante el Sevilla, en el Sánchez Pizjuán, también el Real Madrid sufrió en el juego una humillación aún mayor que la amplia derrota y esa imagen, en un club con tanta tradición de títulos, se paga caro.

Zidane, que estará acompañado por el argentino Santiago Solari (también reconocido ex jugador blanco y muy querido por los aficionados) hará así su debut como entrenador de un equipo de Primera División en un momento clave porque comienza la segunda parte de la temporada 2015/16, la que define los dos títulos que le quedan disputar al club, luego del esperpento de la mala utilización del delantero ruso Denis Cheryshev ante el Cádiz por los dieciseisavos de final de la Copa del Rey, que sacó al club de la competición.

Con los octavos de final de la Champions League por delante y peleando la Liga española desde atrás, con el Atlético Madrid y el Barcelona por encima cuando queda media competición, el tímido Zidane, símbolo de la Francia campeona mundial de 1998, sólo prometió “darlo todo y trabajar” cuando el presidente Pérez lo presentó casi como si fuera una publicidad de su indumentaria deportiva auspiciante: “Para ti, no hay nada imposible”.

Zidane es el undécimo entrenador de Pérez como presidente desde que asumiera por primera vez en 2000 y no respetara ni siquiera el gran título de Liga conseguido por Vicente Del Bosque en 2002/03, para reemplazarlo por el mucho más elegante (en el vestir) portugués Carlos Queirós, con Jorge Valdano de director deportivo. 

Del Bosque, con pronunciado abdomen, poco cabello y bigotes clásicos, no daba con el tipo, aunque luego lo ganara todo con la selección española y recibiera el título de marqués. Pero no era apto para el marketing y sí su sucesor, tostado por el sol y ropa de marca, aunque no llevara ningún título a las vitrinas de Chamartín.

Tampoco el gran volante de contención francés Claude Makelele continuó en el plantel. No importó su gran oficio sino que por falta de carisma no vendía las camisetas suficientes entre los aficionados. Real Madrid necesitaría años para encontrarle un reemplazante.

Queirós sería reemplazado por una gran figura del club, José Antonio Camacho, quien apenas duró cuatro meses, y ni siquiera comenzó la temporada 2004/05 al citar que los jugadores no aceptaban, como el Milan y otros equipos europeos, trabajar en doble turno y generó una crisis que Pérez no pudo sortear en todo el ciclo anual: llegaron el ex arquero del club mariano García Remón (4 meses), el brasileño Vanderlei Luxemburgo (un año, hasta la mitad de la temporada 2005/606), Juan Ramón López Caro (3 meses),  pero hasta el propio mandatario terminó yéndose y dejando a la entidad al borde del caos.

Ya a su regreso a la presidencia, en la temporada 2009/10, no le tuvo paciencia al chileno Manuel Pellegrini pese a la potencia atacante, tras la impresentable derrota ante el humilde Alcorcón (4-0) por la Copa del Rey y así llegó la era del portugués José Mourinho, hasta el final de 2012/13, cuando el club se colocó en el rol del malo de la película del fútbol mundial y acabó con el vestuario dividido, acusaciones de topos entre los jugadores y polémicas por doquier.

Pérez, entonces, optó por un conciliador, el italiano Carlo Ancelotti, con quien por fin pudo ganar la anhelada Décima Champions League en una vibrante final en Portugal ante el Atlético Madrid en 2014 pero ya la segunda temporada no fue como la primera y una vez más, el presidente optó por el volantazo, contratando a Benítez en un nuevo cambio de rumbo, y con los resultados a la vista.

Zidane pone su prestigio en juego. Seguramente tendrá al vestuario de su lado y posiblemente recuerde sus tiempos de brillantez con Del Bosque como entrenador. Tal vez sea el momento de volver a lo sencillo, a planteos más simples, en volver a recuperar aquel señorío perdido que caracterizó siempre al Real Madrid y que lo llevó a ser considerado por la FIFA como mejor equipo del siglo XX.