Flamengo fue el
campeón de la Copa Libertadores de América en 2019, Palmeiras lo sucedió en
2020, y ahora se enfrentarán en noviembre, en el estadio Centenario de
Montevideo, para dirimir quién se lleva el título de esta temporada. Por la otra competencia continental,
Bragantino y Atlético Paranaense definirán en la misma sede, una semana antes,
cuál de ellos se queda con la Copa Sudamericana.
No sólo
Sudamérica tendrá en 2021 a los dos campeones brasileños, sino que los dos
ganadores de las copas se enfrentarán en 2022 para determinar quién se queda
con la Recopa sudamericana, que entonces también quedará en manos de Brasil. Y
en 2020, los dos finalistas de la Copa Libertadores, en el Maracaná, fueron
Palmeiras y Santos, dos paulistas en tierras cariocas.
Si tomamos en
cuenta el desarrollo de las dos copas continentales de este año, cinco de los
ocho semifinalistas fueron brasileños. El quinto es Atlético Mineiro, la
tercera economía de clubes de su país, detrás de Flamengo y Palmeiras. Si el
fútbol dentro de la cancha es “la dinámica de lo impensado”, como sostenía hace
medio siglo el periodista Dante Panzeri, fuera de ella parece cada vez más un
producto de la lógica pura.
Si entre la
primera edición de la Copa Libertadores en 1960 y 1991, los equipos brasileños
ganaron 5 veces contra 15 de los argentinos y 8 de los uruguayos, desde 1992 a
la actualidad la situación se invirtió y los brasileños ganaron 16 veces contra
10 de los argentinos y ninguna de los uruguayos.
Eso no es todo:
debido a los cupos por haber ganado los títulos de este año, habrá quince
clubes brasileños en las competencias sudamericanas de 2022, sobre veinte que
disputan el mayor torneo local de este país, el Brasileirao, un verdadero
campeonato federal, estable, con equipos fuertes y de enorme tradición, que
cobran en su conjunto 275 millones de dólares de derechos televisivos, contra
45 de los argentinos, que tienen una liga inestable que cambia las reglas cada
semestre y que suman veintiséis clubes. Esto significa que con seis clubes más
que los brasileños, los argentinos cobran seis veces menos.
Esos quince
clubes brasileños que participarán en los torneos continentales en 2022 se
dividirán en los nueve de la Copa Libertadores (cinco directos, dos en fase
preliminar más los campeones de las Copas Libertadores y Sudamericana), y los
seis de la Sudamericana.
Las
explicaciones acerca de este notable dominio brasileño en Sudamérica, que logró
atraer de regreso a muchos cracks que se fueron al fútbol europeo (Diego Costa,
el ex delantero del Atlético Madrid y el Chelsea, cobrará doscientos cincuenta
mil dólares mensuales en Atlético Mineiro para ser compañero de ataque de Hulk,
ex mundialista con la selección brasileña y con una larga trayectoria en el
Viejo Continente), y que cuenta con muchos de los mejores jugadores de todo el
continente, pasan por varios puntos.
Uno de ellos es
la situación económica de Brasil, que si bien es cierto que es complicada, no
tiene los niveles de inflación de la Argentina y permite no sólo una mayor
planificación dirigencial sino que tampoco se diluye el dinero en moneda local
(el real) que perciben los clubes. No es casualidad que para el sitio web
especializado en negocios y fútbol “Transfermarkt”, la liga brasileña está
cotizada en 1100 millones de euros y la argentina, en 770, cuando hace una
década la relación era la inversa.
Otro hecho para
destacar es que en Brasil la ley permite que los clubes se abran al manejo del
capital privado, lo que permitió una fuerte inyección de dinero, aunque este es
un tema de cuidado porque allí ya tienen experiencias como las de Parmalat en
Palmeiras (la empresa sacó partido para promocionarse usando al club y luego se
retiró) o la del grupo Berezovsky en el Corinthians, cuya consecuencia fue el
descenso a la Segunda categoría en 2007.
Si a esto se le
suman los fuertes ingresos por TV, o el caso del Flamengo, que tiene su propio
canal, “Fla TV”, con más de 1,5 millones de abonados, o lo que perciben como
premios los que ganan los torneos continentales o la Copa do Brasil, la
diferencia con el resto de las economías de los clubes de los demás países es
demasiado grande y abre una brecha tal vez como nunca antes había ocurrido.
El tercer
motivo, aunque indirecto, es la salida desde 2017 de los equipos mexicanos, que
jugaban como invitados (por pertenecer a la CONCACAF, la Confederación del
Norte,. Centro y el Caribe de Fútbol), que acaso hoy serían de los pocos, junto
con los argentinos, que podrían generar algún tipo de competencia mayor por la
tradición futbolística y la situación económica del país.
Por fin, la
ecuación les termina de cerrar a los clubes brasileños porque sus torneos y su
tradición de fábrica de cracks son tan fuertes, que logran vender por
auténticas fortunas a sus jóvenes valores, en muchos casos por el doble que los
argentinos y con las ventas de Gabriel Jesús (Manchester City), Vinicius Junior
y Rodrygo (Real Madrid), Neymar (Barcelona), Oscar (Chelsea), Richarlison
(watford), Arthur (Barcelona) o Gerson (Olympique de Marsella), por poner
algunos ejemplos, luego consiguen, por muchísimo menos, adquirir a jugadores
argentinos como Ignacio Fernández, Matías Zaracho, Gabriel Mercado o Víctor
Cuesta, paraguayos como Gustavo Gómez o Mathías Villasanti, chilenos como
Mauricio Isla o Eduardo Vargas, colombianos como Miguel Borja, uruguayos como
Giorgian de Arrascaeta o Joaquín Piquerez – a quien Palmeiras contrató luego de
vender a su compatriota Mat´ías Viña a la Roma por 13 millones de euros-,
venezolanos como Jefferson Soteldo o Jefferson Savarino o peruanos como Paolo
Guerrero.
En este
contexto, alcanzarlos parece complicado al menos para los argentinos, mientras
las estructuras económicas y futbolísticas sean las actuales, y menos aún para
los uruguayos, que no consiguen ganar una Copa desde que Nacional la obtuviera
en el ya lejano 1988.
Por si fuera
poco, de ganar Palmeiras la próxima Copa Libertadores, será la tercera
consecutiva que gane un director técnico portugués, porque ya Abel Ferreira la
había conseguido en 2020 y Jorge Jesús fue el primero en ganarla en 2019, para
Flamengo.
Si la selección
argentina consiguió quitarse de encima una pesada mochila de 28 años sin
títulos al vencer a Brasil en la final de la Copa América del Maracaná, los
clubes viven una situación completamente diferente si tenemos en cuenta que
cada semana pueden ver cómo David Luiz marca a Diego Costa, o los remates
potentes y la clase de Hulk o Fred, las proyecciones como lateral de Felipe
Luis, los goles de Gabriel Barbosa, o las atajadas de Diego Alves y seguramente
continuarán degustando la calidad de Daniel Alves, el jugador con más títulos
en la historia (42) que se tomó unos meses de descanso tras pasar por el San
Pablo, para meditar dónde continuar en 2022, cuando cumplirá 39 años.
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