miércoles, 23 de enero de 2019

El sub-20 y la matriz del fútbol argentino





Suele suceder casi siempre en los partidos de la fase de grupos, o en instancias posteriores cuando las selecciones juveniles argentinas juegan por torneos sudamericanos o mundiales desde hace décadas. Los distintos directores técnicos de turno salen con un esquema táctico con muchas complejidades, con pizarrones o con ideas demasiado enrevesadas que suelen dejar afuera, con excusas varias, a los mejores jugadores, y luego, ante la imposibilidad de ponerse en ventaja o ante la desesperación de la desventaja, cuando todo se viene abajo y el tiempo apremia, apelan al “todo por el todo” haciendo ingresar a quienes claramente eran los mejores para esa ocasión, y toda gente con vocación ofensiva.

En otras palabras más sencillas, cuando las papas queman, los DT (distintos entre ellos pero con pánico a perder y manchar sus nombres, casi siempre) apelan al fútbol simple, ofensivo, con los mejores exponentes y se acaban los versos tácticos porque, en el fondo, terminan reconociendo que el fútbol es un deporte sencillo al que el negocio fue complicando para involucrar cada vez a más actores y porque el continente que tiene todo el peso económico (algo que podría cambiar en los próximos años), Europa, fue imponiendo sus condiciones al resto y entonces todos responden al mismo canon.

La selección argentina puede ganar o perder. El resultado (más allá de que creemos que jugando así tiene más chances de caer derrotada que de vencer) no es lo que importa en este análisis, sino cómo se llega a esta definición.

Y el problema mayor es haber perdido la matriz, como tantas veces, en esta década, se ha insistido desde estos artículos de este blog. El fútbol argentino lleva no menos de tres décadas inserto en un esquema de negocios que le hizo perder paulatinamente su poderío, el respeto internacional casi reverencial que tuvo en el pasado, porque el sistema económico impone ciertas reglas que al cumplirlas, le hizo perder identidad hasta caer en un pozo oscuro del que no puede salir.

No se trata, como se lee en análisis demasiado superficiales y facilistas, de la pérdida de valores individuales porque jugadores siguen saliendo, y la prueba está en que pase lo que pase en este Sudamericano Sub-20 de Chile, la mayoría de los chicos argentinos emigrará a los clubes europeos de primer nivel.  El problema es que el fútbol argentino dejó de fabricar jugadores en puestos claves de la cancha, por la sencilla razón de que los que compran, los que pagan por esos fichajes, pretenden jugadores que ocupen determinadas posiciones y no otras, que ya no usan, lo cual no significa que no sirvan, sino que ellos (los que pagan, los que “mandan”) determinan que ya no sirven, que no les son útiles.

¿Por qué el fútbol argentino, que generó tanto respeto, que tiene tantos admiradores por lo que fue en un pasado no tan lejano, decidió con tanta liviandad dejar de producir aquellos elegantes números diez, los wines, los nueves con juego desde atrás, los ocho que llegaban al gol (y no los tristes carrileros o volantes mixtos de hoy), los marcadores centrales que levantaban la cabeza y salían jugando, los arqueros embolsadores de pelotas que sacaban con precisión desde los pies y las manos?

Porque no hubo rebeldía para resistir los embates del poder económico y hasta se llegó al sincericidio de regresar a los torneos de agosto a mayo “para poder venderles” a los europeos, como dijo hace meses el presidente de Boca Juniors, Daniel Angelici, de enorme influencia en la AFA.

Entonces, aunque se quiera vestir a la mona de seda….imposible, mona queda. El fútbol argentino puede llegar a ganar algún torneo aislado alguna vez, pero mientras se siga alejando de sus fuentes, de su juego tradicional, mientras siga perdiendo identidad, más difícil será.

Mientras el periodismo siga insistiendo en la “falta de trabajo” para justificar los muy malos partidos y la falta de ideas como parte de un sistema que sólo trae perjuicios, en vez de hablar de “falta de proyectos”, todo seguirá igual o peor.

Un hecho más para puntualizar sobre el torneo sub-20 de Chile y que no sólo refiere a la selección argentina: muchos chicos de menos de veinte años ya fueron transferidos a clubes europeos. Hasta hace pocos años, era tradicional que muchos agentes se sentaran en los palcos para estudiar a qué estrellas representar para llevarlas a Europa. Hoy, eso ocurre como máximo en los sub-17 porque a los 19, ya muchos emigraron. 

Una vez más, la lógica económica: para gastar menos, los europeos se los llevan cuando aún no tienen un alto valor, cuando aún no están maduros, y los meten dentro de su sistema “táctico y disciplinario” a partir de la técnica sudamericana. Una vez más, lógica económica pura.

El problema es la matriz. Mientras se siga hablando de “línea de 3”, de carrileros, interiores, volantes por derecha e izquierda, y no se respeten las tradiciones que llevaron al fútbol argentino a lo más alto en el respeto internacional, el verso será en vano.

Y los DT, desesperados, luego de desgañitarse por horas dando indicaciones tácticas a chicos muy jóvenes, echarán toda la carne en el asador con siete delanteros cuando vayan perdiendo. ¿Qué hubiese pasado si todo eso se hacía de entrada, con posiciones fijas, y por muchos años?

El problema es la matriz, no hay vuelta que darle, aunque nos la quieran seguir complicando.

jueves, 3 de enero de 2019

¿Será Gustavo Alfaro el Toto Lorenzo de este tiempo?


En diciembre de 1975, el presidente de Boca Juniors, Alberto J. Armando, se encontraba en una particular disyuntiva. River Plate, el acérrimo rival de siempre, había conseguido, por fin, ganar un campeonato tras dieciocho años de sequía, y no sólo eso: había logrado el bicampeonato (Metropolitano y Nacional) de la mano de un DT de mucha historia en el club, que agrandaba su condición de ídolo, Ángel Amadeo Labruna.

Los hinchas de River cantaban en cada una de las canchas a las que visitaban “Y vamos, vamos, vamos River, vamos vamos a ganar, que este año no paramos, hasta ser campeón mundial” y como solía ocurrir con el buen ojo de los hinchas de aquella época, no estaban muy errados. Ese equipo tenía proyección internacional y de hecho, en 1976 llegaría a la final de la Copa Libertadores tras dejar en el camino a Independiente en una dramática definición en semifinales después de que los rojos ganaran cuatro Copas consecutivas entre 1972 y 1975.

River sólo perdería la final ante Cruzeiro en un tercer partido en Santiago de Chile, y con su equipo diezmado por lesiones y expulsiones.

Boca, en cambio, venía de años para nada malos en cuanto al juego, pero sin conseguir títulos. Con su director técnico de entonces, el ex arquero internacional Rogelio Domínguez, practicaba un fútbol por momentos excelso (llegó a marcar 18 goles seguidos en tres partidos) pero cuando se acercaban las definiciones, siempre quedaba cerca de la conquista.

Así fue que Armando llegó a la conclusión, luego de un año en el que Boca se había llegado a colocar a apenas tres puntos de River a poco del final pero nuevamente sucumbió ante los de Labruna, de que había que provocar un movimiento importante, y que pese a que muchos jugadores del plantel poseían una técnica notable, había que cambiar, que barajar y dar de nuevo.

Boca, analizó, necesitaba un revulsivo, un cambio profundo. Y decidió ir por una gran apuesta. Contrató, para 1976, a un director técnico meticuloso, de gran personalidad, al punto de poder absorber solo casi toda la presión, y que ya había ganado títulos, especialmente un bicampeonato con San Lorenzo de Almagro en 1972 y con experiencia europea (Lazio, Mallorca, Atlético Madrid).


Así es que Armando prefirió terminar con el contrato de Domínguez e ir a buscar a Juan Carlos “Toto” Lorenzo, quien había conseguido realizar una gran campaña con el recién ascendido Unión de Santa Fe, y quien sugirió varios nombres de ese equipo para ser contratados,  entre ellos el arquero Hugo Orlando Gatti y el delantero Eber Mastrángelo, aunque sumó a otros jugadores veteranos como Rubén Suñé (que regresaba al club como volante luego de haberse ido como marcador de punta), Carlos Veglio, Francisco Sá y Jorge Ribolzi.


Incluso, Lorenzo tomó medidas muy discutidas en su momento, como la salida de un jugador talentoso como Osvaldo Potente y le fue quitando lugar a otro valor surgido del club, el volante central Marcelo Trobbiani, para colocar a “su” gente.

Lorenzo fue discutido también por buena parte de la prensa porque se lo comenzó a contraponer a César Luis Menotti, el entonces joven entrenador de la selección nacional que se preparaba para el Mundial 1978,al punto de que luego, cuando Boca ya había conseguido varios títulos, apenas Alberto Tarantini formó parte del equipo nacional y ya en condición de libre.

Se criticaba a Lorenzo, en aquellos años setenta, porque se lo consideraba un director técnico “defensivo” en un Boca que jugaba con un claro 4-3-3, con dos punteros y un nueve retrasado, un ocho como Jorge Benítez, que era de equilibrio, y ya desde el Nacional, un creativo como Mario Zanabria.

Y pese a un comienzo dubitativo, y apoyado en un torneo Metropolitano diseñado en dos grupos de once equipos de los primeros seis se clasificaban a una fase final y recién allí se definía al campeón, Lorenzo entendió que eso le daba tiempo para organizar bien al equipo para ir con todo en los últimos metros, y aún siendo Huracán el que mejor jugó, Boca acabó llevándose el Metropolitano y luego, el Nacional venciendo a River en lo que hasta 2018 fue la única final oficial que jugaron en la historia.

Luego, Boca se proyectaría a la Copa Libertadores (superando incluso a River en la fase de grupos) y la ganaría por primera vez ante Cruzeiro, el mismo rival que un año antes había vencido a River, repetiría la Copa en 1978 y llegaría a la final de 1979, y hasta obtendría la Copa Intercontinental en 1978 ante el Borussia Möchengladbach (en 1977 no se disputó).

¿Cómo es que Lorenzo consiguió no sólo alcanzar los muy complicados objetivos de ganar el mismo bicampeonato que River había conseguido un año antes e incluso lo pudo superar en su proyección internacional? A partir de un total y absoluto convencimiento, y también, rompiendo con esquemas preestablecidos, y cambiando una importante cantidad de jugadores que psicológicamente no respondían al perfil de la historia de Boca aunque técnicamente fueran, a veces, más dotados que los que vinieron.

Se trataba de un cambio de paradigma, al punto de que la llegada posterior de otro jugador, Carlos Salinas, se produjo luego de que éste tuviera un duro encontronazo fuera de la cancha, luego de un partido entre Chacarita (su equipo) y Boca, con Suñé. “El Chapa” se fue de allí directamente al domicilio de Armando para decirle “tengo un jugador para Boca”, es decir, ya había desarrollado una idea (luego discutible) de lo que se buscaba para el club, respetando cierta idiosincrasia.

El Boca de 2019 se parece a aquel de enero de 1976. La situación no es la misma y hasta en cierto modo, podría decirse que la actual es superior, porque si bien viene de perder una dura final de Copa Libertadores ante River, es el actual bicampeón argentino y quedó a un solo escalón de ganarlo todo.

Pero las sucesivas derrotas ante River, y los títulos que este club viene obteniendo en el panorama internacional hacen de este tiempo un cierto parecido a lo que ocurría con Labruna aunque en el plano local. 

River había ganado títulos que Boca pretendía y siempre se encontraba a pasos de conseguir, hasta que un DT cambió los esquemas, fue un revulsivo y se animó a lanzarse a un paradigma nuevo.

¿Es Alfaro un posible Lorenzo de este tiempo? Todo indica que lo puede ser. Tiene las condiciones y las posibilidades de fichajes para conseguirlo, y acaso una base más sólida que la de 1976.


La conferencia de prensa de su presentación fue, acaso, un primer esbozo de que puede bancarse solo la presión y que está dispuesto a plantarse ante el desafío, aceptando, por ejemplo, que fue traído especialmente para ganar la Copa Libertadores y habló de “éxitos” y de “ganar”, sin miramientos.

Es que, en verdad, Alfaro tiene cuatro grandes desafíos en Boca: 1) Ganar la Copa Libertadores, 2) Ganar el tricampeonato local (algo que Boca nunca pudo lograr en el profesionalismo), 3) Terminar con la racha ganadora de River, 4) Llegar a la final del Mundial de Clubes y ganarlo.

Suena a mucho, pero es Boca y como dijo Alfaro, la exigencia es máxima. ¿Podrá? En todo caso, esta situación tiene muchos parecidos a la de 43 años atrás.

miércoles, 2 de enero de 2019

El anuncio de Infantino de un posible adelanto de 48 equipos para el Mundial de Catar 2022 abre un nuevo paradigma en el fútbol (Infobae)




El presidente de la FIFA, el ítalo suizo Gianni Infantino, sorprendió al auditorio de las decimotercera edición de las Conferencias Internacionales sobre Deporte, en Dubai, al dar a entender que la idea de los cuarenta y ocho equipos para el Mundial de 2026 podría adelantarse a Catar 2022, en lo que sería un inmediato cambio de paradigma en el fútbol.

“Si crees que es bueno tener cuarenta y ocho selecciones –proyecto ideado, en principio, para el Mundial de 2026 en Estados Unidos, Canadá y México-, ¿por qué no intentarlo cuanto antes?”, se preguntó abiertamente Infantino, ante una platea en la que se encontraban, entre otros, los entrenadores Fabio Capello, Gennaro Gatusso y uno de los directores de la Comisión Arbitral de la FIFA, Pierluiggi Collina.

Infantino también se refirió a la posibilidad de integrar a países vecinos a Catar en la organización del Mundial 2022, debido a que por el tamaño del país, no alcanzaría la infraestructura ni los estadios para albergar a tantas selecciones en un torneo de cuarenta y ocho equipos.

"Si podemos integrar a algunos de los países vecinos de la región del Golfo para que alberguen partidos de la Copa del Mundo creo que sería muy beneficioso para toda la región y para el mundo en general. Todos saben que hay tensiones entre países de esta zona, y es algo que lógicamente depende de sus respectivos líderes, pero tal vez les resulte más fácil sentarse a hablar de un proyecto de fútbol que de otras cosas", sugirió el máximo dirigente del fútbol mundial.

La FIFA había aprobado en enero de 2017 en Manama, Bahrein, que para el Mundial 2026 se jugara con cuarenta y ocho equipos, desde los treinta y dos actuales, y con un cambio de formato porque de una fase de grupos de ocho zonas de cuatro equipos se pasaría a dieciséis de tres equipos cada una y que todos los partidos tendrán un ganador, por lo que en caso de empate, habrá definición por penales, y de los tres equipos de cada zona, los dos primeros se clasificarán a los dieciseisavos de final.

Esto significa que de los ochenta partidos totales del Mundial con el nuevo formato, cuarenta y ocho de ellos se jugarían en los primeros doce días del torneo. Y los treinta y dos equipos que lleguen a los dieciséisavos de final, comenzarán a eliminarse desde entonces en forma directa, es decir, una rueda antes que hasta la actualidad.

Por otra parte, la posibilidad de que cuarenta y ocho selecciones lleguen a la fase final de un Mundial alteraría definitivamente la concepción del criterio de clasificación tal como era conocido hasta ahora. De hecho, la FIFA ya definió en enero de 2017 cuántas selecciones corresponderán a cada Confederación y en el caso de la Sudamericana (Conmebol) se pasaría de 4,5 lugares a 6,5, es decir que si quedan fijado el aumento de equipos para Catar 2022, sobre diez participantes en la clasificación, seis irían directo al Mundial y un séptimo a un repechaje.

En el resto de los continentes, el reparto es el siguiente: 16 selecciones para Europa (eran 13), 9,5 para África (eran 5), 8,5 para Asia (eran 4,5) 6,5 para CONCACAF (eran 3,5) y 1 para Oceanía (era 0.5).

El otro cambio de formato es que las dos plazas que queden para disputar para el repechaje, a diferencia del pasado, se jugarían en un pequeño torneo entre los clasificados de Africa, Asia, CONCACAF y Conmebol, en tanto que el país organizador deduce una plaza desde las que le tocan a su confederación, es decir que para 2022, Catar ocuparía una de las 8,5 plazas de Asia, y se clasificarían en forma directa otras seis selecciones y una séptima iría al repechaje.

Otro punto interesante sobre este nuevo formato de cuarenta y ocho equipos es que esto fue sugerido, para sorpresa de los analistas, por la dirigencia de la Conmebol cuando a todas luces, es un tema que incumbe mucho más a la Confederación Asiática o a la propia Catar, que busca salir del aislamiento internacional.

Cuando fue presentado el proyecto de adelantar el proyecto de cuarenta y ocho equipos para el Mundial 2022, en abril de 2018 en Buenos Aires, sorprendió a todos porque encajaba perfectamente con la intención de Catar de compartir aunque más no fuere parte de su Mundial con países vecinos para involucrarlos en una idea conjunta.

“Como pensamos en grande y queremos hacer justicia, quiero entregar una carta de solicitud, firmada por las diez naciones de la Conmebol, para que la Copa del Mundo 2022 se juegue con cuarenta y ocho equipos”, señalaba el presidente de la entidad sudamericana, el paraguayo Alejandro Domínguez, en el Congreso Mundial de Buenos Aires, dos meses previos al Mundial de Rusia, sin que se alance a comprender otro beneficio que no fuera sumar un par de plazas directas para las selecciones del continente.

De esta forma, de consolidarse la idea de las cuarenta y ocho selecciones para Catar 2022, perdería fuerza la clasificación al mundial tal como se concibió entre los años sesenta y la actualidad, lo que se sumaría a la imposibilidad de organizar amistosos entre selecciones europeas y del resto de los continentes en las llamadas “fechas FIFA” porque gran parte de ellas son ya utilizadas para disputar la nueva Copa de las Naciones de la UEFA, hecha en gran parte para evitar que los jugadores nacidos en el Viejo Continente sufran el “Virus FIFA”, que los hacía viajar largas distancias entre semana, perjudicando a los clubes poderosos europeos.

Finalmente, en la misma reunión de Dubai, Infantino anunció un nuevo programa de cien millones de euros llamado “Fútbol para las Escuelas”. “Los valores del fútbol son los que también queremos todos para la sociedad porque el fútbol es más que un juego, pero tiene la capacidad de encaminar y dirigir algunos de los cambios de la sociedad moderna y contribuye a hacer del mundo un lugar mejor, más pacífico y más sano. Fútbol significa igualdad, diversidad, educación, crecimiento económico y salud”.

Infantino no especificó cómo será la selección de postulantes para aplicar ese proyecto, cuando en el pasado la FIFA fue muy cuestionada en cuanto a la distribución de fondos para el desarrollo en distintos países y dio lugar a especulaciones sobre usos fraudulentos para captar votos.