“No tengo
ninguna intención de partir a ningún
adversario con una barra de hierro para ganar, advirtió Barack Obama en su
campaña presidencial antes de llegar al poder en 2008 y no fue una cita casual.
Se refería a la patinadora artística Tonya Harding, símbolo definitivo de la
trampa en los Estados Unidos y repudiada hasta hoy en cualquier actividad
social luego de que, en 1994, alguien de su entorno contratara a un sicario
para que agrediera a su máxima adversaria, Nancy Kerrigan, para dejarla fuera
de los Juegos Olímpicos de invierno en la ciudad noruega de Lillehammer.
La historia de
Harding se hizo tan famosa que ya figura en varios libros, tesis de
investigaciones en ciencias sociales, una ópera-rock y hasta en películas, al
punto de que en la más famosa, la
biográfica “I, Tonya” (Yo, Tonya), lanzada a fines de 2017 y dirigida por Craig
Gillespie, la actriz australiana Margot Robbie, que interpretó su papel, fue
nominada al Globo de Oro y al Oscar como mejor actriz, y Alisson Janey, en el
rol de su madre, obtuvo el Oscar a la mejor actriz de reparto.
Algún crítico
sostuvo con acierto de que más allá de que haya quedado como malvada para la
mayoría de los estadounidenses, no hay dudas de que la vida de Tonya Harding
parece pensada para una película porque encaja perfecto con la parábola de los
buenos y los malos, aunque los hechos no suceden porque sí, sino que tienen
multiplicidad de causas.
Tonya Maxene
Harding nació en Portland, Oregón, el 12 de noviembre de 1970 y fue criada por
su madre, Lavona Golden, quien no lograba consolidar ningún matrimonio. Con
Albert Gordon Harding iba por el quinto intento, pero tampoco prosperó porque
su esposo salió espantado de la casa al comprobar las escenas de violencia
verbal y física de su mujer hacia su hija ya desde muy temprana edad.
Tonya fue
llevada a su primera clase de patinaje artístico a sus tres años y allí
descubrió que en ese mundo, acaso, podría refugiarse de un hogar con demasiados
problemas personales y económicos, al punto de ir dejando cada vez más la
educación formal hasta abandonarlo en la secundaria cuando cursaba su segundo año en la Milwauke High Schoolpara
enfocarse en el patinaje, y luego dio exámenes de equivalencias.
En ese ambiente
de miseria en el que fue criada por su arisca, antipática y mal hablada madre
Lavonia, que entre otras cosas la tildaba de “fea”, “gorda” y “fracasada” y
hasta le negaba ir al baño en los entrenamientos porque consideraba que pagaba
sus clases para que no tuvieran interrupciones, Tonya buscaba desesperadamente
escapar y entonces, en los escasos años con su padre, aprendió de éste a cazar,
y mecánica automotriz y hasta intentó irse de la casa con él, pero no lo
consiguió.
Quedó entonces
sumergida en ese sórdido mundo con su madre, que se ganaba la vida como
camarera y que cosía a mano los trajes de patinadora porque la situación
económica no le permitía comprarlos. Ella misma reconoció, con el tiempo,
haberle pegado en los alrededores de la pista de hielo, y Tonya admitió que ya
era parte de su “normalidad” recibir esta clase de abusos, al punto de no poder
hacer amistades con otras chicas en las pistas porque su madre las tildaba de
“enemigas”. Le transmitió de tal modo la competitividad, que Tonya no aceptaba
muchas veces de buen modo las calificaciones de los jurados.
Ya entre sus 15
y sus 18 años, entre 1986 y 1989, fue escalando posiciones en los torneos
nacionales de patinaje artístico hasta que ganó la competencia “Skate América”
en 1989 y fue campeona de los Estados Unidos en 1991 con el primer 6.0 del
evento otorgado a una única patinadora por mérito técnico. Ese año, se
convirtió en la primera mujer de su país que consiguió un triple Áxel (un salto
con un giro de tres revoluciones y media, considerado el más difícil) en el
programa corto, y la segunda en la historia, detrás de la japonesa Midori Ito,
además de ser la primera en ejecutar con éxito dos triple Áxel en una sola
competencia, y la primera en completar una combinación de triple Áxel con el
doble toe loop (salto en paralelo).
En el Mundial de
1991 volvió a completar el triple Áxel aunque terminó segunda detrás de Kristi
Yamaguchi y delante de Nancy Kerrigan. Fue la primera vez que un país se llevó
el podio completo en este tipo de competencia de patinaje artístico.
Sin embargo, a
partir de allí, Tonya comenzó a declinar en sus producciones y nunca pudo
volver a repetir aquellos logros. Arrastraba un problema físico: sufría de
continuas gripes y de asma y si bien su patinaje libre era poderoso, disminuía
mucho su potencial en las figuras obligatorias.
En 1989, había
decidido reemplazar a su entrenadora Diane Rawlinson, con la que venía trabajando
desde muy niña, en 1973, para comenzar con Dody Teachman aunque regresó con la
primera en 1992, cuando finalizó tercera en el campeonato de los Estados Unidos
y cuarta en los Juegos Olímpicos de invierno de Albertville, en Francia, luego
de torcerse en tobillo en una práctica. También fue segunda en el Mundial de
ese año, aunque ya en 1993 no obtuvo buenos resultados en el torneo Nacional y
entonces no se clasificó para el Mundial.
En enero de 1994
tendría una nueva chance para clasificarse a los Juegos Olímpicos de invierno
de Lillehammer y allí ocurriría la trama decisiva de su historia, cuando
apareció en escena su rivalidad con otra compatriota, Nancy Kerrigan, que
representaba todo lo contrario a ella y acaso eso le generó una rivalidad mayor.
Si Tonya
mostraba una imagen considerada por el contexto como menos femenino (flequillo
despeinado, rostro muy marcado), lo que le impedía llegar a acuerdos
publicitarios, sumado a que la indumentaria era cosida por su madre, Kerrigan
representaba la fineza y la dulzura, la elegancia, con ropa a tono con un
deporte que requiere destreza y buenos modales. Vestía maillots de “Vera Wang”
y era imagen de corporaciones como “Revlon”, las sopas “Campbell” o “Reebok”.
Era la rivalidad
perfecta para una telenovela que jugara con el imaginario colectivo: la bella y
la bestia, la mujer hiperfemenina contra la mujer “masculina”, el cisne y el
patito feo. Lo describió la propia Harding en 2014, veinte años más tarde:
“Nancy era una princesa y yo era un montón de mierda”.
Y esa rivalidad
haría eclosión en los primeros días de 1994 cuando el 6 de enero, Kerrigan fue
atacada en una sesión de entrenamiento para el Campeonato Nacional de Detroit
por Shane Stant, quien había sido contratado por el ex marido de Harding, Jeff
Gillooly, y su guardaespaldas, Shawn Eckhardt, para romperle la pierna derecha
con el propósito de que no pudiera competir en los Juegos de invierno de
Lillehammer.
Como Stant no
encontró a Kerrigan en su pista de entrenamiento en Massachusets, la siguió a
Detroit y al salir de la pista de hielo luego de una sesión de entrenamiento en
Cobo Arena, encapuchado, se coló detrás de una cortina cercana en un pasillo y
la golpeó tres centímetros por encima de la rodilla con un bastón telescópico
de 53 centímetros de largo.
Una cámara de TV
logró tomar el momento exacto de la agresión, que fue repetido hasta el
cansancio y generó una gran conmoción, mientras Nancy Kerrigan gritaba “¿Por
qué?, ¿por qué yo?”, y su padre se la llevaba en brazos, vestida como un cisne,
y así fue mostrada en los noticieros. Ese instante quedó registrado en la
memoria del público. Era la trama perfecta que enfrentaba a los dos Estados
Unidos, el más obrero, de dificultades
económicas, y el próspero. Los que
apenas llegaban a fin de mes y los acomodados.
Tonya Harding se
había casado, a sus 19 años, con Gilloly con el que se conoció cuando apenas
tenía 15, seguramente con el afán de escaparse pronto de la dura realidad de su
hogar, pero el matrimonio duró tres años y fue demasiado tumultuoso, con
palizas que él de daba, y una importante cantidad de reconciliaciones. Y no era
entonces de extrañar que su ex marido participara meses más tarde de la
separación, en este intento por quitar a Kerrigan de la competencia olímpica.
De todos modos,
el plan no salió a la perfección, y como si fuera parte de una película con
buenos y malos, la pierna de Kerrigan no se rompió aunque sí la obligó a
retirarse del torneo nacional en la que ya sin competencia al mayor nivel,
Harding fue campeona, pero la decisión del jurado fue dejar vacante el título y
de todos modos, invitar a Kerrigan –que se encontraba internada en el hospital-
a participar en los Juegos de Lillehammer. De esta forma, la patinadora que
había quedado segunda en la competencia nacional, Michelle Kwan, se quedó sin
chances de representar a los Estados Unidos al haber dos plazas para los Juegos
noruegos. Esto significaba que en poco tiempo, las dos caras de la historia,
Harding y Kerrigan, competirían bajo la misma bandera en terreno olímpico.
Esas cuatro
semanas entre la competencia estadounidense y los Juegos de Invierno fueron
frenéticas. Los medios desplazaron todos sus medios para cubrir la información
porque la historia había calado hondo en los Estados Unidos. Ya recuperada,
Kerrigan acentuaba su victimismo al señalar que “nunca llegaré a comprender por
qué me hicieron esto, porque no soy capaz de pensar de forma tan retorcida”,
mientras que Harding practicaba en pistas de hielo gratuitas en centros
comerciales, porque pese a ser la número uno del país, seguía sin conseguir
auspicios. Los entrenamientos estaban atestados de gente con curiosidad por ver
de cerca a las protagonistas y Harding suplicaba que creyeran en ella y en su
inocencia, enfrascada en una investigación judicial por la que su ex esposo
Gillooly se terminó declarando culpable el 1 de febrero, cuando aceptó
testimoniar contra Harding. Tanto él como Eckhardt. Stant y Derrick Smith,
chofer del auto en el que escaparon, fueron detenidos y a Eckhardt le dieron 18
meses de cárcel por extorsión pero fue liberado cuatro meses antes de salir, en
septiembre de 1995.
Si Eckhardt fue
detenido es porque iba alardeando de haber sido quien agredió a Kerrigan y se
auto denominaba líder de la pandilla “The Hit Team” (“El Equipo del Golpe”),
que se registraba en hoteles con los nombres reales de sus integrantes y
pagaban con tarjetas de crédito registradas con sus nombres. La policía tardó
apenas unos días en detenerlos y todos coincidieron en señalar a Harding como
el cerebro de la operación.
En esas semanas
de preparación, muchos periodistas hicieron de todo para obtener información de
las dos competidoras: pincharon sus teléfonos, llamaban a la grúa para que se
llevara el coche para que salieran de sus casas o tocaban permanentemente sus
timbres con tal de tener sus declaraciones, ante un país expectante.
Mientras tanto,
el Comité Olímpico estadounidense invitó a Harding a retirarse de los Juegos de
Lillehammer ante las crecientes sospechas de que ella había sido la artífice
del ataque, pero ella sólo respondió amenazando a la entidad de iniciarle un
juicio por 10 millones de dólares aduciendo que no había sido acusada
formalmente y que no había pruebas fehacientes en su contra.
Ya en Noruega,
las dos patinadoras nunca se dirigieron la palabra y no parece casualidad que
Kerrigan utilizara para los entrenamientos el mismo maillot que vestía cuando
fue agredida. Era toda una declaración de intenciones, mientras 400 periodistas
estadounidenses se acreditaron para presenciar la competencia.
La final entre
Harding y Kerrigan fue vista por 48,5 millones de estadounidenses y resultó el
tercer evento deportivo más visto de la historia del país, y todavía quedaba
reservado el lugar para otra escena de película, aunque en la vida real, porque
parecía que Harding no se iba a presentar. La estaban llamando por megafonía,
que repetía insistentemente su nombre, pero ella no aparecía. Quedaban 30
segundos para ser descalificada pero ingresó justo en el último segundo,
comenzó a realizar sus ejercicios y se puso a llorar. Entonces, explicó a los
jueces que lo que ocurría es que tenía una bota rota y aunque le permitieron
arreglarla, recibió un fuertísimo abucheo del público. Al regresar, no tuvo un
gran desempeño.
Todo lo
contrario ocurrió con Kerrigan, la “buena” de la película, que brilló con unos
movimientos perfectos que recibieron una ovación, y aunque era la favorita a
ganar, quedó segunda detrás de la ucraniana Oksana Baiul, lo que fue resistido
por el público que acusó a los jueces de tener todo organizado contra la
delegación de los Estados Unidos por el mal manejo de la situación interna
entre las dos patinadoras de la delegación.
La cuestión es
que mientras Kerrigan subía al podio, Harding quedó apenas octava y cuando
regresó a los Estados Unidos, se declaró culpable de obstruir a la Justicia en
la investigación del caso, y aunque dijo que desconocía detalles de la
planificación del ataque, los descubrió después de los hechos pero se los
ocultó a la policía. “The New York Times” sostuvo que lo ocurrido el 6 de enero
de 1994 fue “uno de los mayores escándalos de la historia del deporte” del
país, en tanto que Kerrigan fue tapa de revistas como “Time” o “Newsweek”.
Harding recibió
tres años de libertad condicional, le asignaron 500 horas de servicio comunitario
y 100.000 dólares de multa, y también debió aceptar retirarse del Campeonato
Nacional de Patinaje Artístico de 1994. y renunciar a la Asociación de Patinaje
Artístico de EEUU. Por su parte, la USFSA (US Figure Skating Asociation) hizo
su propia investigación y el 30 de junio –el mismo día que saltaba el doping
positivo de Diego Maradona en el Mundial de fútbol, también en territorio
estadounidense- le quitó el título y la suspendió de por vida para participar
en sus eventos tanto como patinadora como entrenadora.
La USFSA concluyó que Harding sabía del ataque
antes de que ocurriera y sin embargo “mostró una clara indiferencia por la
justicia, el buen espíritu deportivo y el comportamiento ético” y aunque la
USFSA no tiene injerencia sobre eventos de patinaje no competitivos también se
convirtió en persona no grata en ese ámbito porque nadie aceptaba competir con
ella, aunque tras su caso hubiera un boom del patinaje sobre hielo.
En su
autobiografía de 2008, “The Tonya Tapes” (las cintas de Tonya), reconoció que
quiso contactar al FBI para revelar lo que sabía, pero decidió no hacerlo
porque supuestamente su ex marido la amenazó de muerte tras una violación en
grupo, pistola en mano y junto a otras dos personas que ella no conocía. Él
luego se cambió el nombre de Gillooly a Jeff Stone y calificó las acusaciones
de violación como “absurdamente ridículas”.
Eckhardt también
se cambió el nombre a Brian Sean
Griffith tras ser liberado de la cárcel, y murió a los 40 años, en 2007. Pero
los tormentos no terminaron para la ex patinadora: Gillooly llegó a vender un video
teniendo sexo con ella a la TV, y fotogramas de la cinta fueron publicados por
la revista “Penthouse” en septiembre de
1994 y unos meses antes, en junio de 1994, Harding apareció en un espectáculo
de lucha profesional como gerente de “Los Gringos Locos” en Portland, Oregón
pero ella y su banda, los “Golden Blades”, fueron abucheados en su única
actuación, también en Portland, en 1995.
Luego, Harding
protagonizó la película “Breakaway”, de bajo presupuesto (1996) y pareció
reconciliarse con parte de la sociedad cuando socorrió a una mujer de 81 años
haciéndole respiración boca a boca (Alice Olson, que sufrió un ataque en un bar
cuando jugaba al video póker). En 2008 se convirtió en comentarista de la TV en
“The Smoking Gun Presents: World’s Dumbest, en “Tru TV”-
Tras su
expulsión en el patinaje, Harding intentó seguir vinculada a otros deportes,
además de la lucha libre. En 2002 se convirtió en boxeadora profesional, y su
carrera consistió en 3 victorias y 3 derrotas pero tuvo que abandonar por el
asma, y porque siempre vitoreaban a sus rivales.
También
participó de carreras de autos al punto de que el 12 de agosto de 2010
estableció un récord de velocidad para una cupé de gas vintage conduciendo un
Ford modelo A de 1931 llamado “Lickity-Split” en el Salar de Bonneville. Y en
2018, fue una de las celebridades del programa de TV “Dancing with the stars”,
emparejada con el bailarín profesional Sasha Farber. Llegaron a la final y
terminaron terceros.
Tras dejar el
patinaje y el boxeo, fue soldadora, pintora en una empresa metalera y empleada
de ventas de hardware en “Sears” y reside en el estado de Washington. En una
aparición en el show de Ellen De Generes en febrero de 2018, declaró que sigue
patinando tres veces por semana y hasta en una parte del show hizo algunas
piruetas.
Sobre
Harding hay numerosas películas, libros,
tesis académicas y todo tipo de referencias culturales. En 2014, Matt Harkins y
Viviana Olen crearon el “Museo de Nancy Kerrigan y Tonya Harding” en su
departamento de Brooklyn, en Nueva York,
y sostuvieron que quedaron cautivados al conocer lo que ocurrió, y
dijeron que se trata de “la historia más estadounidense jamás contada”.
En la TV se
llegó a emitir la película “Tonya and Nancy, The inside Story” (1994), y
Harding fue referenciada en el capítulo “The Understudy” , en “Seinfeld”, así
como aparece en varias canciones, y en mayo de 2006 le dedicaron una ópera
rock, “Tonya and Nancy” de la compositora Abigail Al-Doory y dirigida por Meron
Langsner. Y en 2014, ESPN lanzó su documental llamado “The Price of Gold” en la
que Kerrigan se negó a participar.
En 1995 se lanzó
el libro “Women on ice, Feminist Essays on the Tonya Harding/Nancy Kerrigan
spectacle” (Una mujer sobre hielo, ensayos feministas sobre el espectáculo de
Harding y Kerrigan), y en otro libro de 2017, Sarah Marshall escribió el
interesantísimo “Make an Ice Queen” (“Crear una reina del hielo”).
Tras una
turbulenta etapa, en la que llegó a ser detenida por conducir bajo los efectos
del alcohol, y tuvo un intento de suicidio, Harding pudo rehacer su vida. Se
volvió a casar con Michael Smith en 1995 pero se divorció en 1996, y tuvo otro
matrimonio con Joseph Price en 2010 y tuvo un hijo, Gordon, en febrero de 2011.
“Se suponía que no podía tener hijos, así que es un milagro. Me encanta ser
madre y me gusta salir a pasear en verano por la naturaleza y también hago
hogueras donde caliento cera perfumada y la uso para decorar piñas”, comentó en
uno de los programas de TV a la que concurrió como invitada.
Sobre el
culebrón que la hizo famosa, también fue teniendo una mirada más distante, y un
mensaje para todos aquellos que le insisten sobre el tema y en 2014 sugirió:
“supérenlo. Han pasado ya 20 años. Estoy segura de que Nancy Kerrigan lo ha
superado, y yo también”, pero su ex adversaria contó que sigue sin recibir
alguna disculpa por parte de Harding, pero que a estas alturas, le da igual.
“Sólo la vi en un evento en 1998, pero no nos hablamos”. En efecto, en aquel
acto benéfico, Harding fue abucheada.
El propósito de
Harding de que el público se olvide de lo sucedido con Kerrigan no parece fácil
y hasta Los Simpson aludieron al tema. En un episodio, Homero y Bart escapan
del Apocalipsis en un transbordador espacial que los lleva a otro planeta, pero
en la nave, lugar de ir a bordo importantes figuras de la civilización, van la
polémica humorista Rosie O’Donell, la odiada cantante y viuda de Kurt Cobain,
Courtney Love, y Tonya Harding. Ésta, con una barra de hierro en la mano y mala
cara. Así quedó retratada en la cultura popular.