Si la Copa
Libertadores tenía que recomenzar la semana pasada pasase lo que pasare, con
árbitros reemplazados por positivos de Covid-19, y clubes al borde de no poder
presentar un equipo medianamente competitivo, no es para nada distinto lo que
ocurre con las selecciones nacionales sudamericanas, que deberán jugar nomás,
entre el 8 y el 13 de octubre próximos, por las dos primeras fechas de la
clasificación para el Mundial de Qatar 2022 porque otra vez nadie se le pudo
plantar a la Conmebol para impedirlo.
De nada sirvió
la advertencia del presidente de Lanús, Nicolás Russo, acerca de que en estas
condiciones de la pandemia en todo el continente sudamericano ya no es que no
se podía jugar, sino que el sistema iba a chocar contra la realidad en los
continuos viajes: países que no tienen abiertas sus fronteras o cuyo nivel de
exigencia de cuarentena desde la llegada de extranjeros complicaría a los
equipos participantes.
Nada de esto
parece importarle a la Conmebol, que no sólo logró hacer jugar la Copa
Libertadores entre los clubes participantes, sino que consiguió también que
ningún Estado de los diez del continente se interpusiera con los partidos de la
clasificación mundialista, y que hasta la FIFA-lo impensado- sucumbiera ante la
exigencia de la entidad sudamericana para que a los clubes europeos les cayera
la obligatoriedad de ceder a sus jugadores para estas dos fechas, cuando se
pensaba que eso sería inviable porque en un principio, y ante el temor por la
pandemia en Sudamérica, y a un posible contagio de sus jugadores, desde Zurich
esta vez habían habilitado a que tuvieran libertad de decidir si los cedían o
no.
Ya llamó la
atención cuando Jornada consultó con fuentes ligadas a la Unión Europea de
Fútbol (UEFA), que responsabilizaron completamente a la FIFA en cuanto a la
decisión sobre si respaldar o no al pedido de la Conmebol para que las
selecciones dispusieran de sus jugadores de clubes europeos (en los casos de
las más fuertes, la gran mayoría de sus planteles) cuando para eso, Zurich
tenía que desdecirse y dar un viraje de 180 grados y por eso, en el zoom de la
Conmebol con la FIFA del pasado martes, se pasó a un cuarto intermedio de dos
días hasta que el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, consultara la
situación con la poderosa ECA (Asociación de Clubes Europeos) y sorpresivamente, su respuesta fue
favorable.
La gran pregunta
vuelve a ser la misma de siempre. Teniendo en cuenta que la propia FIFA acordó
con la Confederación Asiática y con la del Norte, Centroamérica y del Caribe
(CONCACAF) pasar los partidos de clasificación mundialista para marzo de 2021|,
¿cuál era el apuro de la Conmebol para que en Sudamérica las fechas no se
demoraran tanto y todo comenzara ya, pese a los cientos de miles de infectados
y fallecidos?
Por supuesto que
el negocio, y en este caso, doble, porque además de querer cumplir con las
cadenas televisivas que ya pagaron parte de los derechos de transmisión (que de
todos modos, jamás perderían porque una postergación no es una suspensión
definitiva), aquí estaba en juego otra cuestión, que es el hecho de que si en
marzo la situación sanitaria no mejora, se corría el riesgo de tener que
rediseñar la clasificación mundialista con menos tiempo para los partidos, y entonces
tal vez tener que dividir a las diez selecciones en dos grupos (tal como
ocurrirá con la Copa América prevista para 2020 y postergada hasta mediados de
2021, que tendrá dos llaves de cinco selecciones cada una (una sur, por jugarse
en la Argentina, y otra norte, en Colombia), pero a su vez, eso implicaría que
se jugaran no más de ocho partidos cada una (ante sus cuatro rivales, ida y
vuelta) con la suma de algún repechaje.
De esta forma,
jamás se llegaría a los dieciocho partidos que cada equipo nacional debe jugar
en un torneo de todos contra todos, tal como se viene realizando desde la
clasificación para Francia 1998, sistema que, además, conviene a las grandes
potencias como Argentina, Brasil o Uruguay, que suelen tener planteles de más
cantidad de jugadores de calidad y entonces, a la larga, aunque puedan
atravesar una mala racha, se terminan imponiendo en el tiempo.
Lo que tampoco
se entiende es por qué la Conmebol no aceptó, como sus pares asiática o
centroamericana, jugar desde marzo de 2021 cuando otra posibilidad que aparecía
era jugar no de a dos sino de a tres partidos por mes, en cada una de las
ventanas de selecciones de FIFA, para tratar de optimizar los días de
concentración de los equipos, pero el negocio siempre puede más.
Más allá de
alguna zozobra como la que atravesó Argentina para Rusia 2018, o Brasil para
Japón-Corea 2002, o un par de veces Uruguay, que terminó jugando varios
repechajes, el sistema los favorece y sumado a las exigencias de la TV, se
apuró el inicio de la clasificación por lo que la selección argentina que
conduce Lionel Scaloni va a debutar el 8 de octubre ante e nuevo equipo
ecuatoriano que conduce el ex Boca y Huracán Gustavo Alfaro, que de esta manera
regresará a la Bombonera, aunque esta vez vacía. Y el 13 de octubre, el equipo
nacional deberá viajar a la altura de La Paz para enfrentar a Bolivia en un
escenario siempre complicado.
Lo que cuesta
más entender es cómo nadie osa plantarse a la Conmebol. Las autoridades
políticas argentinas, por ejemplo, y acertadamente (algo con lo que acuerdan la
AFA, los entrenadores y el sindicato de futbolistas), desaconsejan que se
practique el torneo local de primera División, pero no obstaculizan que en esos
mismos escenarios sí se disputen la Copa Libertadores o la clasificación
mundialista.
¿Por qué la Liga
no pero la Libertadores o la clasificatoria sí? Es algo que deberían aclarar
porque suena a enorme contradicción: Boca, River, Racing y Defensa y Justicia,
del AMBA (Ámbito Metropolitano de Buenos Aires) no pueden enfrentar a otros
equipos que apenas si deberían de desplazarse si son de la misma zona, y con
razón. Pero esos mismos equipos, y Tigre, que tampoco está jugando por el
Nacional B, sí pueden jugar por la Copa Libertadores ante equipos que tienen
que viajar provenientes de otros países o deben desplazarse en condición de
visitantes. ¿Cómo se explica? Desde la falta de una posición más dura y clara.
La AFA, en
cambio, votó en contra del regreso de la Copa Libertadores y perdió 7-1 en
aquella votación, mientras que no parece fácil volver a oponerse en soledad y
además, esto no obstaculizaría que todo siguiera su camino en la clasificación
mundialista.
Lo que sorprende
es que ni el Gobierno, ni la FIFA, ni la ECA se imponen a la Conmebol, que
sigue adelante, sin oposición, y con los negocios primero, muy por encima de la
salud. Y el contradictorio fútbol argentino sigue andando.
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