Si hay un hecho fundamental que los estamentos del fútbol deberán revisar en este tiempo es el de cómo se lo dirige desde afuera, quiénes son y cómo es que toman decisiones, y en todo caso, qué requisitos honoríficos o curriculares cuentan quienes se autodenominan "dirigentes" cuando en la mayoría de los casos, a lo sumo se trata de "directivos" y esto es aplicable a todo el mundo, sin excepciones.
Si en Latinoamérica la corrupción pasa por arreglos de partidos o negocios hechos a piacere por parte de los que logran situarse en los cargos más altos, no menos cierto es que en Europa los escándalos aparecen a plena luz del día. Si tomamos el caso de lo que en su momento fue la farsa del Olympique de Marsella de los años noventa con el "socialista" Bernard Tapie a la cabeza, y su amiguito italiano, el ya fallecido también "socialista" (del pico para afuera, claro) Bettino Craxi, que se dedicaban a lavar dinero de la venta de misiles, entre otras cosas, en esta primera década del siglo, la trama pasa por un París Saint Germain (PSG) que fue tan vaciado, que en los últimos tiempos siempre peligó en posiciones cercanas al descenso y que además arrastró el basural de un violento propio muerto en una reyerta contra la policía parisina. Las maniobras del PSG y de los agentes y empresarios que se movieron a su alrededor, derivó en acciones judiciales que involucraron a varios argentinos, y también brasileños, con mentiras en el origen europeo de algunos pasaportes, o simuladas facturas para evadir impuestos.
Ni hablar de la situación de la Juventus y el moggigate, aunque hay que aceptar algo: tanto en Francia como en Italia, si bien hay fraudes impresionantes, también la Justicia existe y cuando pesca algo, castiga con todo el peso de la ley. Sin más, el West Ham, por fichar a Carlos Tévez al MSI, debió pagar (y muy contento proque pudo ser peor) nada menos que 10 millones de euros como multa por irregularidades.
Pero en Latinoamérica, pasa lo mismo que en Europa en escala de corrupción, pero ni siquiera hay Justicia, y ahí reside el mayor problema. Días pasados asistimos a un increìbe gol anulado a Martín Palermo, de Boca Juniors, en la Bombonera y a un minuto del final, cuando su equipo perdía como local 0-1 ante Libertad de Paraguay, conjunto prolijo, pero que se conoce como el club de la simpatía nada menos que del presidente perenne de la Confederación Sudamericana de Fútbol (CSF), el también paraguayo Nicolás Leoz.
Cabe recordarse que apenas hace unos meses, un diario inglés publicó que Leoz había recibido una importantísima coima en su cuenta bancaria, que si bien fue desmentido tibiamente por el dirigente, más bien fue silenciado por el resto de sus colegas de mesa.
Si se habla de irregularidades, las de esta Copa Libertadores de América que está llegando a su final, llegan casi a colmar la medida. El caso del Caracas FC no tiene desperdicio. Cuando se "sorteó" la Copa (a esta altura, una manera de decir), nadie pensó en que los venezolanos podían molestar al tocarle un grupo inicial con River Plate, Colo Colo y Liga Universitaria de Quito. Se pensó que casi automáticamente, y en base a la experiencia, argentinos y chilenos se repartirían el grupo y pasarían de ronda. Pero el Caracas osó levantar mucho su nivel de juego, y a dos jornadas del final se colocó en un peligroso lugar de privilegio. Asi fue que en Santiago y ante Colo Colo, le dieron un vergonzoso penal sobre la hora a los locales que derivó en una lógica reacción de los jugadores perjudicados, con entrada al campo de policías incluído (a esta altura, un clásico), y una derrota tan impensada como sospechada. Pero no terminó la cosa allí. Aprovechando la volada, los dirigentes de la CSF no sólo suspendieron a cuatro (si, cuatro, leyó bien) jugadores del Caracas para el último partido ante River, en condición de local, sino que lo anunció sólo dos días antes del partido decisivo (sí, leyó bien, dos), sin tiempo para que los venezolanos pudieran preparar un plan o equipo alternativo, y más aún: decidió suspender la cancha de los venezolanos (?) y al considerar que ninguna otra del país estaba en condiciones de albergar el partido, designó como sede a la ciudad colombiana de Cúcuta. Es decir que mandaron al Caracas a jugar de local a un país con más hinchas de River que del Caracas.....y así y todo, el Caracas ganó 3-1 y pasó de todos modos de ronda, eliminando a un penoso River.
Posteriormente, en el partido de ida de cuartos de final, no permitió al club Defensor Sporting de Montevideo jugar como local en su estadio, derivándolo al Centenario, de mucha mayor capacidad pero cuando este club no tiene la cantidad de hinchas necesarios para llenar semejante coloso. ¿El motivo aparente? tiene que ver con un antecedente cercano: cuando el gobierno uruguayo actual, a cargo del doctor Tabaré Vázquez, del Frente Amplio, removió del cargo al presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), Eugenio Figueredo (¡¡¡es decir que se puede!!!) en un inteligente movimiento de pinzas. Figueredo, desde ya, rapidamente fue rescatado por sus "gomías" de la CSF, llevándolo para ese organismo. Y claro, Figuedero se la tenía jurada a Defensor, uno de los participantes de la movida institucional. No sólo haciéndole gastar mucho dinero para oficiar de local en el Centenario, simno que como los dirigentes de Defensor decidieron bajar los precios de las entradas para llenar el estadio, y parte de ese dinero, donarlo a un hospital público, la CSF decidió "retener" ese dinero, al considerar que "no corresponde" usarlo para esa actividad...
Lo que nos preguntamos es hasta cuándo el fútbol mundial estará regido por unos pocos directivos que hacen lo que se les da la gana, negocian con dinero de socios e hinchas de todo el mundo, fortunas incalculables de dinero, y no aceptan contralor alguno estatal o judicial al considerarlo "una intromisión". es decir que ellos solos deciden por miles de millones de personas, sin que nadie pueda meterse en sus dominios.
Esto así no puede seguir.
S.L.
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