Boca Juniors es uno de los pocos equipos del mundo que en los últimos años ha llegado a jugar por el centro más preciado de clubes en Japón en los últimos diez años. Es la cuerta vez que participa, aunque la primera en el Mundial de Clubes, el nuevo formato de la FIFA, porque en las otras tres oportunidades lo hizo en la anterior Copa Intercontinental, pero nunca, como esta vez, llegó con tantas dificultades.
La primera de ellas es que por un error administrativo propio, no contará con su principal estrella, Juan Román Riquelme, cuyo regreso al equipo argentino se finiquitó hace escasos días, luego de que se resolviera su conflicto con el Villarreal español que lo mantenía alejado de las canchas, a no ser que fuera convocado a la selección argentina por su entrenador, Alfio Basile.
Boca había logrado que el Villarreal ( a partir de la excelente relación entre los dirigentes) le cediera a Riquelme por el primer semestre de 2007, que fue cuando el talentoso jugador fue claramente la gran figura de la Copa Libertadores de América, la sexta de la historia del club de Buenos Aires, y que justamente lo proyectara a Japón.
Pero Riquelme tuvo que regresar a España, vencido el préstamo, y aunque Boca intentó recuperarlo o aumentar el tiempo del préstamo, el club español se negó, en este caso por la mala relación que había con el jugador y a la espera de deshacerse de él debido a la cantidad de ofertas que llegaban, como las del Tottenham o Atlético Madrid o Milan mismo, pero siempre fueron desechadas por Riquelme, con el deseo escondido de jugar para Boca este Mundial de Clubes. Tal fue la negativa de Villarreal a otra cesión, que Boca ni siquiera lo anotó y cuando por fin consiguió ficharlo en forma definitiva en noviembre, ya era tarde para la reglamentación, siendo acaso la baja más fuerte de todo el torneo.
Pero los problemas de Boca no terminan allí, porque en julio, al no contar con Riquelme, trajo desde México a un eventual reemplazante como Leandro Gracián, a quien el entrenador Miguel Russo conocía de sus buenos tiempos de Vélez Sársfield en 2004 y 2005, pero si bien el volante creativo tuvo un buen comienzo, fue bajando su producción hasta quedar fuera de los titulares.
Boca fue perdiendo fuerza en el Torneo Apertura, en el que por momentos llegó a pelear el liderazgo, y terminó excluído de la pelea por el título tres fechas antes del final y sumado a eso, su muy flojo desempeño en el partido local que más interesa, en el derby frente a River Plate, cuando perdió con justicia por 2-0 (y hasta pudo haber sido peor).
Todo esto fue generando un clima adverso con el entrenador Russo, quizá no tan tremendista como alguno medios argentinos hacen notar, pero es evidente que hay ciertas dudas po el desempeño del equipo, su estructura colectiva, dado que no ha logrado mantener una regularidad en el último semestre y todo parece indicar que se dependía demasiado de Riquelme para lograr algún título. Este es el mayor desafío de Boca.
Son demasiados los jugadores que no están en su verdadero nivel. En el caso del delantero Rodrigo Palacio, llamado también “la joya” por su calidad, no encuentra su rumbo desde que no tuviera fortuna en el pasado Mundial de Alemania en los pocos minutos que jugó, mientras que luego se negó a pasar al Olympique de Lyon y anímicamente nunca se pudo recuperar, aunque sus posibilidades están latentes.
Otro de los jugadores cuestionados es su goleador, Martín Palermo, a pocos tantos del record histórico que posee aún Francisco Varallo (de los años treinta, sobreviviente del primer Mundial en Uruguay), especialmente por su falta de movilidad y además, porque ha protagonizado un hecho de violencia, extraño en él, con un empleado del hotel en el que se concentraba el equipo en Buenos Aires, por lo que deberá rendir cuentas a la Justicia al regreso.
Sumado a eso, el cambio dirigencial luego de 12 años, con la salida de Mauricio Macri, el joven dirigente y empresario de 47 años que desde el 10 de diciembre será alcalde de Buenos Aires, reemplazado por su segundo hombre, Pedro Pompilio, quien no había recibido primero el respaldo que pretendía, abre otro interrogante sobre el futuro de un club que ya se manejaba casi con piloto automático a partir de los grandes contactos del anterior presidente.
Y por si fuera poco, se produjo nuevamente el regreso de Diego Maradona como asesor, un cargo que ya había tenido y del que se había alejado por desaveniencias con Basile, el ahora entrenador argentino, y lo que motivó que no aceptara que cuando se produjo la salida del técnico, para ir a la selección nacional, quedara en el cargo el tercero en el orden del cuerpo técnico, Jorge Ribolzi, todo un símbolo de otro Boca ganador, el de los años setenta, cuando también ganó la Copa Intercontinental (1978). A cambio, Maradona introdujo a Ricardo La Volpe, argentino que había dirigido en el Mundial a la selección mexicana, y quien dijo que no conocía mucho del fútbol argentino, para aceptar sin embargo la propuesta hecha a los 15 días por segunda vez. Los resultados no pudieron ser peores en el segundo semestre de 2006: el entrenador llegó cuando Boca había ganado los 18 puntos en los seis partidos jugados, y sin embargo, cuando necesitaba un punto de los últimos seis en juego, no pudo sacar ninguno, perdiendo increíblemente la chance de ser tricampeón consecutivo por primera vez en su historia.
Sin embargo, Boca volvió a creer en Maradona, quien ya comenzó con polémicas. Juró por sus hijas (algo habitual) y desmintió haber tentado a Diego Simeone (uno de los jugadores con mayor cantidad de partidos en la selección argentina en la historia), y actual entrenador de Estudiantes, para reemplazar al actual entrenador, Miguel Russo, en el caso de que Boca no gane el Mundial de Clubes. Luego lo desmintió, pero la polémica ya está instalada.
Así llega Boca a Japón, muy diferente que en las otras tres ocasiones, 2000, 2001 y 2003. Tal vez en el aeropuerto de Narita comience a cambiarle la suerte.
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