El Milan se ha consagrado como campeón mundial en el estadio de Yokohama, en Japón, y no hay dudas sobre este merecimiento, que a su vez marca la enorme distancia que hay entre ciertos clubes europeos poderosos, y hasta los mejores de Sudamérica.
Es cierto que el Milan tenía los ojos puestos sobre este torneo desde hacía mucho tiempo, más precisamente desde que en diciembre de 2003, y en el mismo escenario, el mismo rival de esta final, Boca Juniors de Argentina, lo derrotada por penales aunque también había sido superior durante los 120 minutos que duró aquel partido y que había terminado 1-1.
¿Qué pasó entonces en estos cuatro años? Primero que todo, que los clubes europeos con el poder del Milan, por lo general suelen lograr mantener la base, sin perder a sus estrellas. En el caso del Milan, no sólo mantuvo la base de aquel equipo de 2003, perdiendo sólo a Costacurta (por retirarse del fútbol, ahora en el cuerpo técnico), Sevchenko (en el Chelsea, al que fue por su propio pedido de ser transferido, Rui Costa (que vive sus últimos días como jugador en su Portugal) y Tomasson (en el Villarreal), pero a cambio, han llegado jugadores como Ronaldo, Gilardino, Nesta y hasta Gourcouff, que no encuentra lugar, y por último, una futura estrella, el brasileño Alexandre Pato, quien recién comenzará a jugar en enero. A ellos se les sumó Emerson hace escasos meses, otro brasileño.
Por el lado de Boca, todo lo contrario. Como buen equipo sudamericano, y aún dominante en su continente (fue la cuarta vez que llegaba a Japón en ocho temporadas, todo un record mundial), gracias que puede mantener cierta base en dos años, lo cual ya es mucho y hasta una ventaja comparable a la del Milan con Boca mismo, y de aquel enfrentamiento intercontinental de 2003, sólo permanecía Sebastián Battaglia, paradójicamente cuando en aquel partido, había sido su despedida porque se iba transferido al Villarreal, pero dos temporadas después, volvió a Boca.
Para una mayor idea de los lectores, los cuatro jugadores del mediocampo del Milan en 2003 habían sido Gatusso, Pirlo, Seedorf y Kaka, y los cuatro estuvieron en 2007. La única diferencia es que en aquel tiempo, Carlo Ancelotti, también el mismo entrenador que ahora, jugaba con un volante de marca, dos ofensivos y un organizador, y dos delanteros, y ahora ha agregado a Ambrosini a la línea de Gatusso y ha quitado un delantero y juega arriba sólo Inzaghi.
Sin embargo, creemos que no todo pasa por ahí. El Milan tuvo se hambre siempre tan necesario para ganar. Movido por la necesidad de marketing de ser desde ahora el club con más títulos en el mundo (18 contra 17 de Boca, su vencido), la posibilidad de vengar la derrota con el último equipo que le quedaba (ya lo había hecho en mayo con el Liverpool luego de aquella derrota de 2005 en la final de la Champions League) y también, por un frente interno complicado después de dos scudettos por parte del Inter, que va camino al tercero, y de una mala campaña que prácticamente lo obliga de aquí a junio a pelear por el cuarto puesto de la liga para aspirar a entrar en la nueva Champions League de 2008/09, y sin mucha fuerza para la Copa Italia, siendo que las finales de esta Champions League se encuentran aún lejos, en mayo de 2008.
Asi las cosas, el Milan tomó este Mundial con toda la fuerza y llegó entonces a Japón con todo su arsenal, hasta un cocinero propio y un encargado de adaptar a los jugadores a los distintos husos horarios.
El resultado no pudo ser mejor. Aunque le costó mucho y sufrió contra los Reds Urawa japoneses, una vez que Clarence Seedorf anotó el tanto en el segundo tiempo de la semifinal por el propio peso del agobio táctico, ya los jugadores sabían que estaban a las puertas de año importante que no podían perder esta vez y el brasileño Kaká es demasiado para cualquier equipo, máxime crecido como está luego de tantos premios justamente conseguidos.
Boca tampoco encontró su rumbo en el Mundial, como ya no venía encontrándolo desde el 1 de julio, al día siguiente de ganar con claridad la Copa Libertadores de América, que fue el día en que Juan Román Riquelme terminaba su préstamo y debió regresar al Villarreal. El equipo navegó como pudo por el Torneo Apertura argentino, en el que finalizó cuarto y algo lejos del campeón Lanús, pero además, sin haber encontrado jamás una línea de fútbol, algo que generó que su gran hinchada tuviera un trato frío y distante con su entrenador, Miguel Russo, quien tampoco pareció poder manejar ciertas cuestiones en un plantel de algunos jugadores veteranos con mucho peso interior. Sumado a eso, la pronta eliminación de la Copa Sudamericana en octavos de final ante el San Pablo de Brasil, dejó a Russo con el único objetivo semestral del Mundial, algo muy complicado.
Boca le opuso resistencia al Milan durante el primer tiempo y los primeros quince minutos del segundo, pero puede decirse que la final terminó cuando el remate del lateral derecho Ibarra pegó en el palo de Dida. El tercer gol, de Kaká, a los tres minutos siguientes, ya hizo inalcanzable el partido para los argentinos.
¿Qué nivel dejó este Mundial? Sólo mediano, con equipos utilitarios, la sorpresa del buen rendimiento de Reds Urawa, cada vez más cerca en lo físico y en lo colectivo aunque aún lejos en lo técnico y en lo táctico, la gran actuación del talentoso delantero Chermiti, en el Etoile du Sahel tunecino, que para nosotros hubiera merecido uno de los premios como jugador del torneo, el muy buen desempeño del brasileño Washington en el ataque de los Reds y la ratificación del buen nivel de Rodrigo Palacio y el joven Ever Banega en Boca.
La gran desazón, sin dudas los mexicanos del Pachuca, de los que se esperaba más, máxime con el notable crecimiento de México en el mundo del fútbol, pero sed durmieron en el toque anodino en cuartos de final ante el Etoile, y perdieron faltando cnco minutos, sin dudas un gran aprendizaje para el futuro.
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