Cuando promediaba la temporada 2007/08, pocos imaginaban que José Mourinho no seguiría en el Chelsea, y que sería reemplazado con acierto por el israelí Abraham Grant (despedido por no ganar un torneo de los dos en disputa cuando fue quien colocó al equipo en la pelea por conseguirlos), y menos aún, que para 2008/09 el mismo banco sea ocupado por el brasileño Luiz Felipe Scolari, actualmente en la selección portuguesa que participa en la Eurocopa de Austria y Suiza.
Parece que el verano europeo será movido con los entrenadores pero sin que haya una lógica precisa a la hora de las decisiones sobre “qué se quiere” o “qué se persigue” institucionalmente, o como política de club para esas contrataciones. No parece, en este sentido, que exista una lógica deportiva como la que jugó, por ejemplo, el Real Madrid cuando el presidente Ramón Calderón decidiera prescindir, al final de la temporada 2006/07, del italiano Fabio Capello, aún ganando la liga luego de cuatro años de abstinencia.
En aquel momento, un verano atrás, el motivo de la rescisión del contrato por parte de Calderón sobre Capello (ahora en la selección inglesa) fue que al público del Real Madrid “no le satisfacía” el sistema de juego del italiano, porque estaba acostumbrado a mejores espectáculos. Se puede no estar de acuerdo con una dura decisión y más cuando se consigue el éxito buscado. Pero no se puede negar coherencia en una búsqueda cuando una temporada después, jugando algo mejor, los blancos consiguieron otra liga sufriendo menos y tratando mejor la pelota. Desde y que Capello y Calderón no se dirigen la palabra y que al italiano no le fue nada mal tras su paso por el club blanco. Pero a todas luces, la contratación del alemán Bernd Schuster como entrenador parece acertada.
Si en cambio se analiza la rescisión de contrato de Roberto Mancini por parte del presidente Máximo Moratti en el Inter, el motivo parece menos claro. Hasta hace tres temporadas, el club de Milán llevaba dieciséis años sin ganar ningún “scudetto” y tras distintas pruebas de laboratorio, se optó por contratar a un entrenador joven y que venía con ganas de cambiar los esquemas y apostar al buen fútbol. Perdido por perdido, al menos su equipo jugaría bien y las posibilidades de éxito estarían más cercanas.
La experiencia dio excelentes resultados y si bien el Inter no logró proyectarse internacionalmente y hasta en 2007 se vio opacado por los títulos de Champions League y Mundial de su rival, el Milan, el tricampeonato local (aún cuando el primero fue ganado en los escritorios por la sanción a la Juventus) se consiguió con justicia y generando por primera vez la idea de un poderío que antes no se tenía.
Sin embargo, Mancini no terminó de cerrar su relación con el poderoso magnate Moratti, especialmente cuando estallaron algunos conflictos con jugadores importantes como los portugueses Luis Figo o Maniche, el argentino Hernán Crespo o el brasileño Adriano. Sumado a eso, la sorpresiva eliminación de la Champions League ante un flojo Liverpool y un final dubitativo que fue salvado en los últimos minutos de la liga por dos apariciones del sueco Zlatan Ibrahimovic, terminaron con la paciencia de los dirigentes, que nunca tragaron demasiado cuando al día siguiente de la eliminación ante el Liverpool, Mancini anunció que se iba, para retractarse un día después. El costo comenzaba a pagarse.Desde ese momento, Moratti, con sigilio, comenzó a dialogar con Mourinho hasta lograr su cotizada contratación, aunque esto implique volver a un sistema completamente distinto, más vertical y menos vistoso, aunque con un grupo posiblemente más compactado y con una posible alta inversión en jugadores de alto nivel.
Por el lado del Chelsea, y cuando se hablaba de Mancini o de Rikjaard, la reciente contratación de Scolari muestra otra nueva faceta de criterios para buscar un entrenador, apostando ahora por alguien ligado estrechamente a una marca (Niké, la de los brasileños), y a éxitos de nivel internacional con seleccionados (Brasil y Portugal) y un notable motivador y manejador de vestuarios.
Scolari no viene solo, sino que su llegada implica seguramente que venga acompañada de figuras de la selección brasileña o de la categoría de Deco, quien reemplazaría a Lampard, que a su vez recalaría en el Inter. Pero al menos en el Chelsea prevalece el criterio de la búsqueda de retornar al fuerte carácter del entrenador, aunque con una relación más estrecha con los jugadores que su antecesor, y aún más ganador.
El caso del Barcelona es aún más complejo. La apuesta por el inexperto Joseph Guardiola, emblemático volante de los noventa, es fuerte porque sólo arrastra una muy buena campaña en el Barcelona B en la Cuarta división española, y una buena visión del fútbol pero le tocará formar parte de un contexto de aguas revueltas, con una dirigencia duramente cuestionada por los socios, que acaban de votar una moción de censura contra el presidente Joan Laporta, y con la segura salida de cuatro estrellas como Ronaldinho, Eto’o, Deco y Giovanni.
La salida de Rikjaard, quien manejó bien el vestuario y terminó cerca de todos los jugadores, obecede sólo a la desesperación por ganar en la próxima temporada algún campeonato con un plantel distinto al anterior, menos conflictivo, aunque el perfil de los jugadores sea más bajo y se apueste, por fin, a la figura de Lionel Messi como máximo referente,
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