¿Es posible jugar con amor a la camiseta en tiempos del super profesionalismo? Es una pregunta de difícil respuesta, y podrá comprobarse en no pocos meses, cuando termine el proceso de extinción de los jugadores-emblema, aquellos que prefirieron seguir apostando por el mismo club, antes que emigrar y aprovechar las condiciones de esta industria del fútbol con crecimiento exponencial.
Uno de los casos más conocidos es, sin dudas, el de Raúl González Blanco, icono del Real Madrid durante dieciséis años, y hoy el que tiene más peso en el vestuario, como líder y capitán del equipo, que heredara de las fuertes personalidades de sus ex compañeros Manuel Sanchos, Fernando Hierro o Fernando Redondo.
Raúl, que en verdad comenzó su carrera en el Atlético Madrid (duro rival del Real Madrid desde siempre), no tuvo la oportunidad de llegar a primera división en su primer club debido a la extraña decisión, a principios de los años noventa, de terminar con gran parte de las divisiones juveniles, por lo que emigró a la otra entidad fuerte de la ciudad, y allí destronó en 1994 nada menos que a una gran figura, Emilio Butragueño, cuando el hoy director deportivo Jorge Valdano, en ese momento entrenador, apostó por él.
Hoy con 32 años, Raúl ya no es el mismo, pero no porque no tenga el mismo espíritu, sino porque el Real Madrid ha hecho una extraordinaria inversión en super estrellas, que lo van postergando (por necesidades del mercado y por buscar un juego más bello, que no siempre se consigue), aunque encuentran en él un gran ejemplo de lucha por recuperar posiciones y sin reclamar jamás su titularidad, aún teniendo motivos para hacerlo.
“Sé cuál es mi lugar y ayudaré desde donde pueda porque soy un hombre de equipo”, insiste Raúl, en declaraciones que dejan en claro su intento de colaborar siempre, algo que se valora mucho en la dirigencia del Real Madrid, mientras que el delantero sabe bien que el hecho de no jugar seguido, y que ya ha perdido la chance de integrar el seleccionado español en la pasada Eurocopa, lo alejan demasiado de una posibilidad mundialista en Sudáfrica para coronar su carrera.
No hace falta extenderse en la enorme trayectoria de Raúl, y acaso la pregunta sobre si en el futuro próximo encontraremos jugadores de tan dilatada trayectoria en un mismo club, se cierne a partir de ir observando que la luz de su participación se apaga lentamente, y se suma a la de otros futbolistas con sus mismas características aunque cada uno con sus características.
Así es que el Milan se ha quedado sin el emblema de Paolo Maldini (anteriormente sucedió con Franco Baresi) en su defensa, y en poco tiempo seguramente ocurrirá lo mismo con Fillippo Inzaghi, mientras que la Juventud se enfrenta ante un futuro similar con Alessandro Del Piero y hace poco asistió al retiro de otro crack identificado con los blanconegros, el checo Pavel Nedved.
No muy distinto es lo que ocurre en el Manchester United con la generación que vio brillar a un equipo lleno de títulos de la mano del entrenador escocés Alex Fergusson también a punto de jubilarse: aquella de Paul Scholes, de Ryan Giggs, de Gary Neville, y no muy distinto ocurre cruzando el océano con Martín Palermo, Roberto Abbondanzieri o Hugo Ibarra (Boca Juniors), o Marcelo Gallardo, Ariel Ortega (River Plate) o Juan Sebastián Verón (Estudiantes) en la Argentina.
También hay que citar a otro jugador del Real Madrid, que paralelamente a Raúl, se debate sobre su futuro y que sigue dándole mucho al equipo pese a sus altibajos, sus polémicas y sus indisciplinas: José María Gutiérrez, “Guti”, dueño de una extraordinaria pegada y de un talento inigualable (basta con ver el soberano taco en el gol de Benzema en Riazor ante el Deportivo la semana pasada).
Son jugadores distintos, aquellos que aún habiendo jugado por otros equipos en el pasado, quedarán identificados con una sola camiseta, a la que aman más allá de distintos momentos que hayan atravesado en sus carreras deportivas.
¿Se condice esto con el actual momento que vive el fútbol, en el que los agentes de jugadores necesitan que éstos cambien permanentemente de camiseta para obtener sus comisiones por el “trabajo”?, no parece coherente una cosa con la otra. Incluso, sigue siendo una enorme rareza que el argentino Lionel Messi, en tiempos como éstos, ni quiera escuchar hablar de alguna oferta por lo cómodo que se siente en el club que lo vio crecer como futbolista y persona, el Barcelona.
Porque por lo general es al revés, y la mayoría va a donde le pagan más. Regla del mundo en el que vivimos, pero que poco tiene que ver con el espíritu del deporte y lo que los hinchas pretenden, en una brecha que se abre entre la ilusión y la realidad.
Días pasados, cuando el Atlético Madrid venció por 4-0 al Racing de Santander por el partido de ida de la semifinal de la Copa del Rey, en el estadio Vicente Calderón se pudo ver una bandera que decía “solo queremos once Simeones”. Es que el ex volante argentino logró esa extraña identificación que ocurre cuando los simpatizantes notan el amor por la camiseta.
Tal vez imbuidos de ese espíritu es que por fin los jugadores del Atlético arrasaron a su rival, pero la clave estará en que ese carácter lo tengan siempre y que logren sentir los colores de la camiseta que defienden, en vez de ser convencidos por sus agentes sobre las ventajas de una nueva transferencia.
¿Será esto posible en el futuro?
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1 comentario:
Tengo una duda: ¿Riquelme en Boca y Sessa en Gimnasia no tendrían que entrar en la lista? Un abrazo. Rubén.
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